Zitiervorschlag: José Joaquín Fernández de Lizardi (Hrsg.): "Número 8", in: El Pensador Mexicano, Vol.1\008 (1812), S. 77-82, ediert in: Ertler, Klaus-Dieter / Hobisch, Elisabeth (Hrsg.): Die "Spectators" im internationalen Kontext. Digitale Edition, Graz 2011- . hdl.handle.net/11471/513.20.5192 [aufgerufen am: ].


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Número 8

Ejecusión de Justicia

Ebene 2► Metatextualität► En el número 5 de este periódico, a fojas 34, se lee: “¿Es verdad, Gálvez?” y debe leerse “¿Es verdad, Galv ?” como se debió haber puesto; y así, bórrese la , pues ni debemos ni queremos que pase ningún descuido que sea capaz de confundir el mérito. ◀Metatextualität

Ebene 3► Fremdportrait► El excelentísimo señor don Bernardo de Gálvez, conde de Gálvez, fue virrey de México y amó mucho a los americanos. Su coche, cuando salía al paseo, era conducido como en triunfo entre vivas y aclamaciones que inspiraba la gratitud. Hacia repetidas y públicas limosnas, como lo saben todos. Oía al pobre con la mayor apacibilidad. En un año de una escasez espantosa de maíz, fabricó ese alcázar de Chapultepec, en cuya obra gastó muchos pesos; y libró del hambre devoradora a muchos infelices. Y por último, manifestó su piedad y religión quitando del suplicio a tres reos que iban a ser ajusticiados (juzgo) que en un día privilegiado. <sic>

Estas virtudes le granjearon el título recomendable de humano, que los soberbios fanfarrones volvieron en el de popular. El general sentimiento de los mexicanos en su muerte hace su completo panegiris. ◀Fremdportrait ◀Ebene 3

Ebene 3► Fremdportrait► Del otro conde de Galve, que es de quien allí hablamos, podemos asegurar que no debió su gobierno de ser muy suave a esta ciudad, pues el día 8 de junio del año de 1692, con motivo de haber faltado el maíz, hubo un tumulto sangriento; quemaron parte de palacio, de las casas capitulares, etcétera; el virrey estaba por fortuna en el convento de San Francisco con su mujer doña Elvira de Toledo, donde se quedó, temeroso de no sufrir el rigor de la plebe que se cebaba en sus viviendas (véase el tomo 3 del Pasatiempo del señor Rivadeneyra, canto VI, página 46). Este suceso, en aquellos tiempos, por una plebe [78] tan dócil como la mexicana, el motivo y demás circunstancias nos hacen creer mucha arbitrariedad en aquel jefe. ◀Fremdportrait ◀Ebene 3

En obsequio del señor Iturrigaray, debemos decir que se ha indemnizado enteramente en España. Quede en hora buena su opinión en su lugar que le toque de justicia. Vamos a otra cosa.

Ebene 3► Allgemeine Erzählung► Un borrico cargado de dinero —o un rico necio de tantos como hay en el mundo— fue un día a la estafeta a sacar una carta, y después de haberla roto el sobre escrito y puéstola delante de sus ojos, comenzó a darse puñadas y a exclamar: “¡Es posible que pase tal cosa a don N. . . !” volvía a verla, daba un zapatazo en el suelo y prorrumpía: “¡Se habrá visto en el mundo tal infamia! ¡A un hombre como yo!” Tanto dijo, tanto pateó y tantos fueron los mojicones que se plantó por añadidura, que un pobrete entremetido le dijo: “Señor ¿qué pesadumbre es ésa? Si es alguna cobranza, ¿hay más que no pagarla, como se usa, y decir que lo robaron los insurgentes? Si es algún deudo que haya muerto, ahora es tiempo de morir, para eso nacimos. Si es. . .” “¡Oh, porra, que no es nada de eso!”, dijo el de la carta algo mohíno. “¿Pues qué cosa puede ser, señor?”, replicó el entremetido. “¡Qué ha de ser!” contestó el otro, “sino que un hombre como yo, un hombre rico. . . ¡Voto a. . . !” “¿Qué, señor por fin?”, decía el intruso; y el preguntado respondió: “Vaya, se lo diré, con mil diablos: que no sé leer”. “Acabará usted de responder”, dijo el otro; “venga, venga la carta, yo la leeré.” Leyóla, en efecto, y el rico tonto le dijo: “Pues amigo, vamos a casa a responderla”. Fuéronse los dos; llegaron a dicha casa; se pidió un tintero prestado; cortó el amanuense su papel; tajó su pluma; se puso en facha; entretanto, el mi señor tomó su polvo y comenzó a dictar:

Ebene 4► Señor don N. . . de tal, México y tantos, etcétera. Muy venerado señor: (El amanuense. . .) Ya está puesto. (El dictador). . . No está bueno eso; borre usted, que parece mucho respeto; ponga usted: “Estimado amigo y dueño.” Ya está. No, borre usted que parece carta de enamorado; ponga usted: “Carísimo paisano de todo mi respeto.” Ya está. No, no está bueno; borre usted. . . Pero la verdad, vuelva usted mañana, que ya se me calentó la cabeza. ◀Ebene 4 ◀Allgemeine Erzählung ◀Ebene 3

Metatextualität► De este cuentecillo me acordaba yo el sábado en la noche, con el papel delante, la pluma en la mano, e indeciso sobre el asunto que debería elegir para el periódico del jueves.

¡Válgame Dios!, decía entre mí, ¡y qué trabajo es comprometerse a nada, bajo la palabra de honor! Yo ni ato ni desato para llenar el pliego de papel, y ello es que el jueves sin falta ha de salir a la luz el número 8. Si yo no lo escribo en la semana que entra digo que estuve enfermo, dirán que ésa es disculpa del Coliseo. Si escribo cuatro boberas entre treinta y dos márgenes de cinco pulgadas de ancho, dirá [79] el público que él no compra papel, y no faltará quien me recuerde el caso de conciencia que trae el padre maestro Feijoo.

Pues no señor, el pliego se ha de llenar velis nolis; voy a escribir acerca de la contumacia del despotismo, que dice que no ha de salir de algunas partes del reino, más que se instalen más cortes que cortijos, y más que se formen constituciones a manojos. . . Pero no, que se puede sentir conmigo alguno a quien yo no quiera agraviar. Los que nos mandan saben muy bien cuánta es la eficacia con que deben celar el que se nos guarden nuestros derechos, supuesto el nuevo plan, y nuestro juramento. Y así, ésos señores, con un aviso o ligera insinuación respetuosa de cuando en cuando, examinarán su conciencia y corregirán los defectillos particulares en que hallen haber incurrido.

Allgemeine Erzählung► Pues si no he de tratar de esto, escribiré pidiendo remedios, cirujanos, comadres y comadrones, para que apuren su ciencia y alambiquen la facultad médica teórico-práctica, a ver cómo conseguimos que salgan cuanto antes de su cuidado y con felicidad, una porción infeliz de muchachas y viejas, que están grá. . . no, sino preñadas, que es más claro. ¡Pobrecitas! Algunas están de tiempo, otras aún no llegan, las más pasan de un año. Todas están que revientan, y de mellizos o cuates; pero ninguna da a luz sus hijos sino a pura fuerza, porque se les han atravesado. Yo, hablando con un nigromántico o hechicero y preguntándole las causas de esta simultánea morosidad de partos, le oí decir, no sin asombro, que esas viejas sólo en este tiempo suelen ser más fecundas que las muchachas, que “a dura juego” (así me dijo) todas parirían; pero que sus partos serían funestos a los comadrones que las asistieran por su mala inteligencia; que el pueblo sería dichoso si el magistrado, que es el único facultativo que puede curar este mal, se dedicara con esmero a sacar tanto muchacho del vientre de las madres; que éstas se llaman bodegas y aquellos efectos; que la enfermedad que padecen y no las deja parir es avaricia; y por último, que para lograr la curación y los partos abundantes y felices, es menester desterrar de esta ciudad a dos perros viejos encantadores que hay en ella, y son la causa de todo; que uno se llama Egoísmo y otro Monopolio; pero esto era lo mismo que buscar la cuadratura del círculo o la piedra filosofal. ◀Allgemeine Erzählung Acordándome yo de las razones de este zahorí, se me quitó la gana de hacer mi convocatoria, porque la enfermedad es incurable respecto a lo poco que valen las fuerzas de los facultativos; esto aun cuando quisieran curar a las enfermas; pues no meneándose para nada y dejando de hacer de las suyas francamente a don Egoísmo y don Monopolio, ¿qué esperanzas tendremos, sino cuando mucho de ver malos partos, y eso poco a poco, por necesidad y muy bien cohechados los parteros? Yo puedo jurar que el parto feliz que viéremos será un aborto.

Pues no habiendo de escribir de esto y siendo preciso escribir algo, [80] será crítica. Ahora sí, viva, que ya salí del cuidado. Vengan acá esos Juguetillos, esos Amigos de la patria, esos Vindicadores del clero, etcétera, que los he de poner como un suelo. . . Pero ¿por qué o sobre qué? Porque se me da la gana, porque me tengan por sabio y por escupir en rueda. ¿Pero cómo ha de ser esta crítica tan repentina? ¡Ah Dios; muy bien! Criticando a la moda, aunque no entienda maldita la palabra que critico. Yo interpretaré las proporciones que quiera; yo las sacaré arrastrando de su genuino y literal sentido, yo llenaré mi pliego de crítica de sarcasmos, de ironías, de personalidades y de cuantas simplezas se me vengan a la mano. ¿Y si me dijeren con Iriarte?:

Zitat/Motto► Cuando en la obra del sabio
no encuentra defectos,
contra las personas cargos
suele hacer el necio ◀Zitat/Motto

¡Ah, que ese versito ya le tengo prevenido al tapaboca que también está en moda! Les diré en cuanto me vea atacado: Eh, que es usted un insurgente; sus papeles son sediciosos e incendiarios; merece que lo pasen por las armas haciéndole mucho favor. Las reflexiones más sencillas las haré pasar por calumniantes y las claras protestas de fidelidad diré que son hipocresías, que las dictó el miedo y no el corazón. Quiera que no quiera he de criticar bien en criticando así, porque este modo está en la rigorosa. Pero si no me provocan a mí, ¿a qué tengo yo de incomodar a otro? No importa, ésa es la gracia y la moda también: zaherir a los que no provocan. ¿Qué le he hecho yo a la Redactora de los disparates extraordinarios? Nada, por cierto; y ya se ha visto cómo me ha provocado en su papelote, diciéndome en una palabra cuantas picardías le acomoda al pobre autor del Juguetillo, pues después de haber hecho de este sabio la pintura más ridícula, indecorosa y criminal en sus antecedentes mamarrachos, dice en el último que “yo soy análogo con él. . .” Mas éstas en mí son ilusiones; no soy capaz de retratarme yo mismo con tan indecentes coloridos; y así, si no he de escribir de esto, ahora que dije retratarme me ha venido a la cabeza escribir unos “retratos en miniatura”. Este pensamiento sí será original y no habrá quien me lo censure; pero ¡ay de mí!, que en mi vida he tomado gis ni lápiz, ni entiendo cosa de paletas, pinceles ni aparejos; saldrán mis retratos de los diablos, me los chiflarán los muchachos, los despreciarán los viejos y ni los coheteros me los querrán pagar por papel sucio; pero todo esto lo podía llevar en paciencia, como no fueran algunos a dar a manos de ese burlón de don Homobono, que ha ofrecido, por medio del diario de esta capital, dos tomos [81] empastados del Sermón del padre Calvillo por el despilfarrado librejo de La vida de la muerte.

Si no supiéramos qué tal es esta última obrita, creeríamos que el cambio que pretende el maldito don Homobono era sencillo; pero conociendo lo insulso, inmetódico y despreciable del dicho librito, nos persuadimos, sin duda, a que su propuesta es irónica, maliciosa, y sólo por poner el Sermón en el predicamento más afrentado, y como quien dice, es tan malo el libro del padre Calvillo que, siendo tan sandio el de La vida de la muerte, por uno de éstos doy dos de aquéllos, porque son dos veces más malos: por ser mala la obra y por ser dos los tomos que promete. Que me enmieles si no fue ésta la intención de don Homobono.

Yo no he tenido la satisfacción de leer el Sermón, pero me aseguran que es un gran libro, que puede tener cuarenta pliegos de papel; mas lo que dicen, que puso de mal humor a don Homobono fue una estampita que dizque tiene inserta, la cual representa tres. . . qué sé yo qué nubarrones o palmitas de lo más lindo, y trae unos milagros patentes.

Esto es lo que puede haber escocido a don Homobono. ¡Pobre hombre! ¿Qué ha de haber leído De miraculis, ni del interrogatorio del señor Benedicto XIV, ni de las Cartas del Papa Clemente del mismo número, ni del discurso del padre Feijoo, titulado Milagros supuestos, ni del apéndice al mismo discurso, ni cosa alguna de la materia? Nada, seguramente; pero como es amolador trata sólo de amolar a todo el mundo; y si yo por pintar un mal médico pinto un esqueleto, por un mal escribano un gato, por un crítico del día un borrico, por un monopolista un Gestas, por un inicuo político un Maquiavelo, por una Redactora extraordinaria un reverendo padre, etcétera. ¡Jesús mil veces!, es capaz el socarrón del amolador de hacerme desbautizar, porque si da dos ejemplares del Sermón dicho por uno de La vida de la muerte, dará veinte Pensadores del número 8 por el romance de Francisco Esteban, empastados, dorados en fino y con sus manecillas de plata, sólo por darme en qué pensar.

[82] Arredro vaya, don Homobono. Escribiré sobre que el haber llamado “Mediterráneo” a cierta parte del mar en mi número 5 no es “equívoco” ni “yerro craso”, como por cortesía dije en un extraordinario, sino una opinión nueva, pero probabilísima, sostenida con razones muy poderosas. Pero será mejor hacerlo cuando la Redactora (si fuere hombre) vuelva a presentarme el cuerpo en la campaña papelesca.

Pues, por fin ¿qué escribiré? Ahí lo veremos el otro jueves, que ya se me calentó la cabeza.

Hoy me dicen de la imprenta (pregúntelo en ella el quien lo dude) que sobraba una plana blanca; éstas si son apuraciones (que lo diga el autor del Juguetón). Miércoles en la tarde, una plana blanca que el jueves por la mañana ha de estar seminegra, precisamente, porque yo no doy pilón de papel blanco. Pues vamos, el tiempo urge, la plana se ha de llenar y no de letras; ha de ser alguna cosa útil. Pues ¿qué será? Vaya la siguiente ◀Metatextualität

Prevención

El primer domingo de diciembre se ha de proceder a las juntas electorales por parroquias, según el artículo 37 del capítulo III de la Constitución. Estas juntas han de componerse de todos los ciudadanos avecindados y residentes de la parroquia respectiva. Cada una de dichas juntas ha de elegir, a pluralidad de votos, once, veintiuno o treinta y un compromisarios, para que éstos nombren el elector parroquial.

De la libre elección de los ciudadanos de estos compromisarios depende la justa votación de éstos a los electores; de la justa votación de éstos debe resultar el justo nombramiento para los electores de partido; de la de estos últimos pende la acertada elección de diputados para las Cortes. Y de la bondad, probidad, justicia y sabiduría de los vocales se debe esperar la futura felicidad de la nación. Conque cuidado, por amor de Dios, con la más religiosa y escrupulosa observancia en este primer paso. Acordémonos que lo que bien se comienza, bien se sigue. Cuidado con las trácalas; no vayamos a salir con que “al primer tapón zurrapas”. Yo sé que hay muchos ojos, muchas orejas y muchas plumas en expectativa de estos actos públicos. Conque, cuidado, hermanos. ◀Ebene 2 ◀Ebene 1