Juicio finál, que hace el Duende, de los tres Enemígos de la Alma del Reyno de España, que son Patiño, el Presidente, i el Tesorero.
Surgite Mortui, veníte ad Judícium.
Què terrible trance, Que horroroso dia!
Con què airàda armonía,
Se òie del Clarin ronco el acento:
què tenebroso, i fúnebre instrumento!
Quien no hubiera nacìdo!
por no verse en tal Tribunal metído,
de un Duende; que es tormento,
que penétra el mas alto pensamiento.
Aquestas reflexiones
hacen à los colegas, Gigantónes.
Pero vuelva a sonar el metal fuerte,
que los pone à las puertas de la muerte.
Ià en siléncio se halla el Duende airado;
ià sale por un lado,
Patiño, componiendose el pellejo;
juntandose las muelas con despéjo:
Sus uñas no ha encontrado,
que de puro arañar, se le han gastado:
En suma, sale al Tribunal perplexo,
sin uñas, mas con muelas, i pelléjo.
El Juez le míra airado,
i èl se juzga precìso, i condenado.
Dícele en fin: Horrendo, mal Crístiano,
como asì has destruído el Reyno Hispáno?
Como siendo Intendente, sin cordura,
ani quiláste à toda Estremadura?
Dejandola en desiertos aduáres,
sin reserbar los pobres Militares?
Siendo desde la Selva, à la Campaña,
triste despòjo de tu infiel Guadaña;
Con el Baston que tu impiedad empuña,
el año de catorce en Cataluña,
amotinaste el Pueblo sospechoso;
por hacerse Ministro provechoso;
queriendo que pagase cada Casa
un Doblaron, aún estando infiel à la Plaza.
Què de vìdas allì por ti no han perecido?
Las Tropas, què martirios ho han tenído?
Què Iglesias Saqueadas!
Què Doncellas violádas!
Que violencias, què incéndios, què ruinas!
Què maquinas ocultas, è intestinas!
Tu fuistes el Causante à èstos herrores,
Sin perdonár las Tropas tus rigores;
Por Ley de buen ajuste, le amágas,
Trampeandoles tambien sus justas pagas;
pues si alguno pidió sus cantidades,
ni cóbra, ni cobrarà en mil hedades.
En Cadíz, i su prospera Marina,
tu fuiste causa de toda su ruína:
Los Nabíos que allì se han carenado,
doce mil pesos en cada uno, se han hurtado:
A Riperdà con eso,
que hizo sabér al Rey, aqueste excéso.
Te veníste á la Corte,
deseando tu aguja a queste Norte;
Desde donde por Posta
eres fatal nublado de Langosta;
Tu permites, sin cuenta,
el hacer de Justicia, i Gracia venta.
Estáfas al Patrício, i Estrangero,
quítandoles á todos el Dinéro:
Sin perdonar, ni uno ni otro Estado,
pues aún no està seguro lo Sagrado.
Tu quieres manejár toda oficína,
i sus Minìstros, son de la Cocina:
I estando sepultado en este sueño,
quieres saber de Europa su diseño,
de los Monarcas las serias reflexiones,
que al Rey ocultas, con malas intenciones?
Tu haces de Muchachos mui bozales,
tropa inmensa, de torpes Generales.
Tu quieres que el Soldado mas triunfante,
ande de puerta, en puerta de tunante:
Tu quieres que en la Flota, i Galeones,
vengan muchos Millones de Doblones:
i el que viniere atrás, si acierta, ó iérra,
àte con longaniza à questa perra:
Pues por Ley, por Razon, i Justicia,
no hade sér condenada tu malicia?
Húie de mi preséncía mal precito,
llevad, Furias, atàdo à ese maldito.
Los Sùcubos le agárran; i los trasgos
dandole mordiscones, i derrasgos;
và pegando el ronquido,
que llega à Francia su fatal sonìdo.
Desgarrese la Tierra de sus tramas,
i abrase una bóca envuelta en llamas,
por donde éntren Relámpagos, i Ráios:
al lugar prevenido en sus ensaios,
Caiga aquese Malvado;
pues èl se ha condenado,
que el Duende, no perdona al insolente,
ià que èl asì se hizo Delincuente.
Pues sus sanos auxílios despreciando,
i sus amonestaciones profando,
con su grande malícia,
se hizo Reo convicto de Justicia.
En Mundo menor, ià està juzgado;
venga el Diablo encarnado,
en èsta forma humana,
con su semi-sotana,
èntre Mitra, i Capilla con Corona,
Escándalo de Roma,
i mercader de Apóstatas tunantes,
con que trájo Doblones mendicántes.
Al oír de Doblones,
lo sacan à empellones;
I el salió medio muerto con anteojos,
buscando en el Consejo sus dos ojos;
por que en Toledo, con la Garapiña,
entre los vasos, se le caió una niña.
El Juez, que asì le vió tan aturdído,
à un Minístro mandó le dè un bufído:
I fuè tan fuerte el grìto,
que se quedó, de miedo, tamañíto.
Dime inconsiderádo,
aunque tu, con Patiño has confesado,
estás impenitente, pues sín rienda,
despreciaste la enmienda;
i à Mi, que sòi tu Juez, persígues fiero,
por dár al mundo que eres Justiciero.
Si èse atributo quieres,
en tu mano la matéria tienes.
Execúta el rigór de tus rigóres,
con esos Jueces tan estafadores;
No los ves, con doblada infíel malícia,
que venden la Justicia?
I sin miedo ninguno de su Dueño,
cohecharse por fuerza del empeño?
Es èste Tribunal, ò Pepitória.
Se gana asì la Gloria?
Peor ès èste Consejo que delato,
que el donde presidió Poncio Piláto:
Una sala de Alcaldes Monigótes,
que cada uno merece cien azotes;
pues son la covertera de hombres viles;
de tantos Alguaciles,
Ladrones con licéncia,
que roban á porfía, con vionlencia,
por Plazas, por Plazuelas, i Arrabales,
Carnicerias, Tabernas, Hospitáles,
todos hurtando al Público sin tasa,
i entre todos se lábra aquèsta masa.
No te acusaste, permitías que lo hagan
i sus hierros no díces los desagan?
Mejor èra los dejaran despachàdos,
que verse por Ladrones condenados.
I por que vèo en ti seña evidente,
du cuàsi Penitente,
por término preciso, i peremtorio,
te envío al Purgatorio:
donde estarás mil años, sin memoria,
si algun sufragio no te dà la Gloria.
Por que cruz, i Cruzáda te han líbrado,
de irse con Patiño, condenado.
Fuese triste, confuso, i afligído;
el pobre Fraile mèdio compungído
esperando en su hermano, i sus sobrínos,
le envíen de su tierra sus Gorrinos,
por sufrágío al presente;
que Geronimmo Val, mas suficiente,
le traerá de sicília Macarrones,
que harto le ha permitido hurtar Doblones;
en buenas entruchadas,
digrídas mui mal, peor mazcadas.
Suàbe ha estado el Duende, dicen todos;
poco rigór ha usado en todos mòdos;
i es que como penetra la conciencia,
conoció que traìa penitencia.
En tanto que la carne, con los huesos
se andaba, ià juntando con los sesos,
càtalo, que dormìdo,
el Tesorero sale, sumerjído:
Por vestído un costal, sin atadura;
i un cordel ceñidor, ò ligadúra.
Despierta, dice el Juez, despierta Bruto,
què Salbaje sin fruto!
Ser basta, en ignorancia concebído,
mantenedor de Esquinas, sin sentido.
Si tu para èste cargo no naciste,
para què le admitíste?
No èra mejor, que un Fardo te abrumára?
i que aquesa mollera, te tapara?
Que no tan cara, à cara,
como el mundo repara,
dár à entender tu tríste catadura,
en tu triste figura?
Bárbaro, Figuron de Volatínes,
molde de Galopínes,
no te quiero juzgar tus necedades,
si no es usár aquì de mis piedades.
Ola, Minístro, Martiníco, ola,
hacedle à aqueste Bestia la mamola:
Una legion de Duendes, hacen andas,
lo agarran en volandas,
le cargan un barríl, con un fardél,
le quítan el Cordél,
lo envían sin despacho,
diciendo en altas voce: arre Macho.
El que se vió mojado,
al Duende ha suplícado,
le míre con piedád, que su torpeza,
no fuè con maliciosa ligeréza:
que promete decír, sin vanidád,
que es Marques de la misma suciedád:
Que toda su arrogáncia, à hidalguía,
confiesa, que es mentíra, i porquería.
Que serà el humilde à todo Caballero,
que èl, es un exaltado costalero.
Con èstas sumisiones,
templose el Juez, cesaron las Prisiones:
no hubo penas eternas;
i el marchó con el rabo èntre las piernas.
Acabose ià el Juício;
i ià el Duende propício,
Satisfécho de haverles castigádo,
à su Desván se vá mas sosegado.