Zitiervorschlag: Joseph Álvarez y Valladares [José Clavijo y Faxardo] (Hrsg.): "Pensamiento LIII", in: El Pensador, Vol.5\053 (1767), S. NaN-19, ediert in: Ertler, Klaus-Dieter (Hrsg.): Die "Spectators" im internationalen Kontext. Digitale Edition, Graz 2011- . hdl.handle.net/11471/513.20.673 [aufgerufen am: ].


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Pensamiento LIII

Zitat/Motto► Prodiga non sentit pereuntem faemina censum,
Tamen utile quid sit
Prospiciunt aliquando viri.

Juven. Sat. 6.

La muger gastadora no repara en que la hacienda se destruya. Con todo, los maridos caen alguna vez en la cuenta de lo que es provechoso. ◀Zitat/Motto

Ebene 2► Allgemeine Erzählung► He sido testigo de un dialogo, que no puedo dejar de referir à mis lectores. Pasó entre una petimetra de primera magnitud, joven, viva, y bien parecida; pero de poco, ò ningun seso; y un marido cuerdo, y pacifico; pero honrado. Paseabase el marido à lo largo de su sala, con unos papeles en la [2] mano; y, casi fuera de sí, tenia consigo mismo el monologo siguiente.

Ebene 3► Dialog►

Marido.

No: esto vá mal: no puede continuarse esta disipacion, ni esta vida. Diga mi muger lo que quiera, riña, jure, enfadese, ò rebiente, aqui es menester poner remedio. ¿Y en qué vendré à parar, si vamos à este paso? Yo tengo solos dos mil ducados de renta. Quinientos se ván en el coche: trescientos en la casa, yá son ochocientos: y doscientos, que se lleva el Peluquero de la señora, yá son mil ducados justos. Pues ahora entremos con el gasto diario de comida, criados, y criadas, que no pára seguramente en mil ducados: refrescos, que pasan [3] de quatrocientos, y aposentos en la Comedia, que no bajan de doscientos: yá gasto mucho mas de lo que tengo. ¿Y de dónde sacarémos ahora para batas, abanicos desabilleés, cofias, cintas, flores, marruecas, y otras mil zarandajas, que solo el diablo ha podido inventar? ¡Ochenta doblones de deuda (decia mirando unos de los papeles) en casa de la Modista! ¿Pues no es esto cosa de tomar el Cielo con los dientes? ¿Y he de sufrir yo, que gaste mi muger en caprichos, y porquerías una cantidad con que pudiera mantenerse una familia honrada todo un año? No por cierto. No lo sufriré, aunque me matáran. Pues no digo nada de esta otra cuenta (y miraba otro papel) ¡sesen-[4]ta doblones de un abanico! ¿Señores, estamos al medio dia, ò à media noche? ¿Havrá tal desverguenza, como ir à gastar sesenta doblones en una cosa, que no vale, ni aun sesenta reales? Que hiciera esto una señora poderosa, que tuviese muchas rentas, vaya con la trampa; mas que quiera competir con éstas una pobre, que no tiene que contar, sino con el triste, y limitado sueldo de su marido, esto es una insolencia, y una locura intolerable; y quien tal hace, no merecia estár en mi casa, sino en Zaragoza, ò en Toledo. Yo no quiero vér mas papeles, porque me falta la paciencia. Lo que ahora quiero es, empezar à poner remedio en estos excesos. Yo quiero hablar à mi [5] señora muger, y hablarla en un tono, que le infunda respeto. Estos gastos me arruinan; y si prosiguen, me conducirán à verme en un sonrojo. Pues primero es mi honor, que sus caprichos. A mas de esto, tampoco me gusta su poca asistencia en casa, y verla siempre rodeada de estos petimetres holgazanes, que à todas partes la siguen. Esto ha de ser. Yá he usado de quantos medios me ha dictado la prudencia, para retraher à mi muger de estas necedades, y delirios, y nada ha bastado. Fiada en la bondad de mi genio, enemigo de disensiones, ha hecho cuenta, que no ha de haver en mi casa mas regla que su gusto, y me trata como si fuese yo un criado destinado à respetar, y [6] obedecer sus caprichos. Es preciso, pues, que salga de este error, y que entienda, que tiene un marido, que sabe distinguir la bondad de la estupidéz, y que no se acomoda à ser la risa, y la fabula de las gentes. Ello es sensible llegar à usar de remedios violentos; pero si mi muger no se rinde à la razon, estoy resuelto à todo, antes que à sufrir que continúe en sus devanéos. Bien me hago cargo, de que la muger, destinada, segun nuestras costumbres, à ser guardiana de la habitacion, la mayor parte de la vida necesita tener gentes con quienes pueda explayar el ánimo en los ratos, que le dejan libres los cuidados domesticos. Por lo mismo he procurado atraher à mi casa perso-[7]nas virtuosas, y discretas. Yo las acaricio, regalo, y trato con todo el cariño, y afabilidad posibles; y sin embargo, es rara la que llega à la tercer visita. Por el contrario, estos saltinbanquis, estos matachines, ociosos, que llaman cortejos, parece que se han dedicado à tener sitiada mi casa en las pocas horas, que la habita mi muger. Pues esto en algo consiste, y este algo es preciso remediarlo. Es cosa insufrible para quien no tenga una complexion . . . . . Pero mi muger viene à esta sala, y es buena ocasion de declararme. Señora, acerquese V.md.

Muger.

Vaya: ¿qué novedad tendrémos?

Mar. Ninguna. Lo que ten-[8]go que decir à V.md. es demasiado antiguo; y me havria hecho mucha merced, si me huviese escusado una explicacacion [sic] , que debe serme muy odiosa.

Mug. Sermoncito tenemos en campaña. A bien que hoy me hallo de buen humor, y harto dificil será hacermelo perder; pero yà sabes, que no es práctica oír los sermones en pie. Quiero sentarme en esta silla, para oírlo con mas atencion. Mi señor marido me lo permitirá. ¿No es asi?

Mar. Señora, no empecemos con burlas, que no estoy para ellas: sientese V.md. ò haga lo que guste.

Mug. ¿Yo burlarme? ¡Jesus! ¿Pues me havia de burlar de mi señor marido? Dios me libre. [9] Bonita soy yo para burlas. Dejese V.md. de palabra tan mal sonante, y escandalosa, y vamos con la arenga, que segun el semblante de V.md. imagino, que será muy patetica, y estoy con furiosas ganas de oírla.

Mar. Será V.md. servida; pero antes estimaré, que pase V.md. la vista por esos papeles.

Mug. Poco tiene esto que vér. Estos son papeles de varias frioleras, que he tomado para . . . . . 

Mar. ¿Eso llama V.md. friolera?

Mug. ¿Y qué nombre quiere V.md. que le dé? yo no sé otro. Bueno fuera, que quisiera V.md. hacerme creer, que contienen algun negocio de Estado.

[10] Mar. Está muy bien; pero vayame V.md. diciendo las partidas.

Mug. Este primero trata de un abanico, que compré para las visitas de confianza, y solo costó sesenta doblones, que fué dado.

Mar. ¿Y para las visitas de cumplimiento qué abanico llevará V.md.?

Mug. Ninguno tengo todavia, y aun por eso no he hecho la visita de boda à Doña Ana Maria, porque no quiero que me noten, y estár corrida entre las gentes, ni que tengan à V.md. por un miserable; pero me han dicho, que se esperan de un dia à otro unos abanicos de Cochinchina, de nueva moda, que no pasarán de noventa doblones, y entonces haré mi pro-[11]vision, para no volverme à hallar en estos apuros.

Mar. Pase V.md. adelante.

Mug. Esta es la cuenta de varias bagatelas, que he tomado de la Modista, y solo ascienden à ochenta doblones, y algunos reales.

Mar. Yo lo creo muy bien, que havrán sido bagatelas.

Mug. Esta otra es la cuenta del Mercader de Sedas, que solo importa ciento y nueve doblones; pero éste sería bien que se esperase, porque no há tres meses que se le pagó todo lo que se le debia; y à mas de esto, estoy sin batas de Primavera, y de Verano, y será preciso hacerme quatro batas, sin una media docena de zagalejos blancos, que he menester por lo menos; porque se empuercan mu-[12]cho, y es preciso andar aseada.

Marid. ¡Yo cómo que tendrá que esperarse el Mercader!

Mug. Esto, que se sigue, es una niñería: es la cuenta del Mercader de Lienzos, de donde no he sacado en estos dos meses mas que ciento y quarenta pesos de generos.

Mar. Bueno. ¡Ciento y quarenta pesos de casa del Mercader de Lienzos, y no tengo camisa que ponerme! Esto es admirable. Prosiga V.md.

Mug. Lo que queda no merece nombre de cuenta. Diez pares de zapatos, que me ha hecho el Zapatero de la Princesa, à doblon cada par: hechura de quatro batas guarnecidas, à doce doblones cada una: quatro Marruecos, á cinco pesos; y otras frioleras, que todo ello [13] apenas pasa de seis mil reales.

Mar. De suerte, que estas frioleras, como V.md. dice, no ascienden mas que à cerca de quatrocientos doblones.

Mug. ¡Jesus, y qué porquería! Yo creí, que importasen mas.

Mar. Pues no importa. Ahora solo hemos de vér de dónde han de salir estos quatrocientos doblones. Yo no creo que V.md. tenga dinero alguno, ni sé de dónde le pueda venir. Yo tampoco lo tengo. Los acreedores clamarán. Yo no he de ir à hurtar, ni tengo ninguna mina. No me he encontrado ningun tesoro, ni mi sueldo sufre estos excesos. Veamos, pues, cómo ese grande ingenio de V.md. y esa grande frescura, y serenidad componen el [14] pagar todas estas doblonadas.

Mug. ¿V.md. no tiene dinero? Pues es lastima; pero ni es culpa mia, ni se me dá un comino. Yo soy muger de V.md. V.md. es mi marido: todo está dicho. Si V.md. no tiene dinero, búsquelo: si no lo encuentra, húrtelo; y si ni uno, ni otro puede, ahórquese.

Mar. Moderese V.md. señora, y no acabemos la conversacion antes de tiempo.

Mug. No tengo que moderarme: V.md. tiene obligacion de darme todo lo necesario para mi decencia.

Mar. Si señora; pero no para disparates, y locuras. ¿Y quién le ha dicho à V.md. que sea decencia un abanico de sesenta doblones, y para visitas de confianza?

[15] Mug. ¡Jesus! ¿Y de eso se espanta V.md.? ¡Qué pobreza de espiritu! V.md. sabe, que Don Antonio no tiene mas que seiscientos ducados de renta, y su muger compró el otro dia para el mismo fin un abanico de ochenta doblones. Pero es que no todos los maridos son tan coritos como V.md. ni de corazon tan angustiado.

Mar. Yo no sé cómo se hacen esos milagros, ni quiero saberlo: y si la muger de Don Antonio es loca, no es modélo, que V.md. deba imitar, ni yo puedo sufrirlo. ¡Quatrocientos doblones! Allá se và mas del sueldo de un año. ¿Y con qué comerémos? ¿Con qué se pagará la casa, Peluquero, y criados? ¿Con qué se mantendrá el coche? ¿Sí? ¿Es esta la conducta [16] de V.md.? Pues atengase à lo que viniere.

Mug. V.md. sí que se burla. ¿Qué me ha de suceder? Que V.md. pagará estas deudas, y las demás que ocurran, y le vendrá muy largo de talle. Si V.md. señor mio, no tenia bastante sueldo para mantener una muger de mis circunstancias, ¿para qué me buscó? Huvierase V.md. casado con una moza de cantaro, y tendría hecho el gasto con quatro varas de cinta, una aguja de plata para el pelo, una mantilla de franela, y un guardapies de droguete. Y en conclusion, V.md. no hace mas que hablar de su sueldo, como si no huviera otra cosa en el mundo de que vivir, y como si fuese yo una muger, que huviese V.md. en-[17]contrado en medio de la calle, ò la huviera sacado da la Inclusa.

Marid. Naturalmente dirá V.md. eso por su dote.

Mug. Yá se vé que lo digo. Veinte mil pesos que trage de dote, me parece que son algo, si V.md. no lo tiene à mal.

Mar. Mas valdria que V.md. no tocára esa tecla. Maldito sea el dote, y el primer picaro que inventó engañar à hombres de bien con esta patraña. Un gobierno ilustrado, y justo, debia remediar este abuso. Ninguna carta de dote debia hacerse hasta despues de seis meses de casados. Yo aseguro, que las cosas irian de otro modo ¿Pero qué sucede? Enamorase un pobre joven de una moza: Los enamorados son ciegos, y ordina-[18]riamente están de priesa: Los padres, y parientes (y mucho mas un tutor, que se ha comido la mayor parte de los bienes) se aprovechan de esta ventaja. El pobre novio recibe por mil, lo que ni aun vale cinco, y en aquel instante cree haver hecho negocio en la feria; pero pasada la fuga, encuentra lo que yo: quatro mamarrachos con nombre de pinturas, otras tantas mesas de nogal, trapos, y trastos de cocina; y sea V.md. luego responsable à veinte mil pesos.

Mug. Todo eso estará muy bien discurrido; pero no me hace fuerza. V.md. era mayor de edad; y si fuese tonto, à nadie tiene que echar la culpa.

Mar. Si à V.md. no le hace esto fuerza, á mí me hace la [19] bastante su conducta para mudar de aqui en adelante de vida.

Mug. Beso à V.md. las manos, por lo mucho que me honra. ¿No diría qualquiera, que oyera esto, que soy una muger abandonada? Porque la mala conducta comprehende mucho.

Mar. La malicia de V.md. adelanta demasiado. Por muchos capitulos se puede tener mala conducta; y exceptuando el que V.md. dá à entender, no deben tenerme los demás muy contento. ◀Dialog ◀Ebene 3 ◀Allgemeine Erzählung ◀Ebene 2

Nota.

Estos Discursos, que saldrán el Lunes, y Jueves de cada semana; y si fuesen de Fiesta estos dias, en los inmediatos, se hallaràn, como los antecedentes, en la Librería de Orcél, calle de la Montera. ◀Ebene 1