Historia.
Pensará Vm. que el Argonauta vá à describir la historia
de las Batuecas, Calicut, ò del gran Tamberlan de Persia. No,
por cierto. Dice que vá à pelear contra un abuso que, de viejo,
ya le han nacido diez veces los dientes. Ya se acavaron los
libros de caballería; ya feneció la perversa costumbre de leer
aquellos libros que trastornaron la cabeza à Alonso Quijada;
pero para eso que entró otro peor, pues los libros que se leen
en el dia tienen mas veneno que aquellos. No se trate de
imponerse cada uno en la Historia de España, porque ¿qué
importa? Ya se dexó à Carlo Magno, Pierres y Magalona, Bernardo
del Carpio y Oliveros, &c. Tampoco corren mucho los
romances por mas que ha quedado su semilla; ¿pero qué hemos
conseguido? ¿Se sabe algo de las glorias y virtudes de nuestros
mayores? ¿Acaso importa poco el que todo español las sepa? ¿Cómo
será posible imitarlos, si ignoramos hasta los colores? Es una
desidia digna de la mayor reprehension. Tal vez
esta será la causa de los pocos progresos que hacemos en lo que
aquellos brillaron. Este será tal vez el orígen de que no sea
atendido como antes el nombre español, y desde luego debe
creerse que si tuvieramos à la vista las acciones gloriosas de
valor y virtud de nuestros progenitores, no llegaría al punto
que miramos nuestra debilidad y corrupcion. El único medio para
que renazcan las antiguas costumbres es la memoria de ellas ¿sin
el conocimiento de la Historia como podrá conseguirse jamás? Si
todas las Naciones cuidan con suma vigilancia de que la juventud
lea, y aun aprenda la historia de sus ascendientes, ¿por qué no
nosotros? ¿Acaso tendrá alguna mas motivos? ¿Contará alguna
fastos mas gloriosos, renombre más general que la española? De
manera alguna. ¿Se ha distinguido mas la misma Roma, Cartago,
&c. que España? Diganlo los mismos Romanos. ¿Contarán
más número de Héroes en virtud y valor? Tampoco. ¿Pues cómo nos
hemos precipitado en un abismo de ignorancia tan profundo? ¿Cómo
vivimos en un letargo tan insensible? ¿A quién habemos de
seguir? ¿Qué dechados nos hemos de proponer, mas que nuestros
mismos progenitores? ¿Y cómo conseguiremos esto sin leer la
Historia de nuestra Nacion? ¿No es vergonzoso que mejor la sepan
los extrangeros que nosotros? ¿No es mas que indolencia la
ignorancia tan facilmente vencible de los sucesos de nuestro
propio Paiz? ¿No es mas que reprehensible el que no sepamos
palabra de él, como nuestros abuelos consiguieron los títulos,
escudos, motes, vandas, cruces y demás distinciones? Dice el Br.
que ha hecho un prolixo exâmen de varios sujetos ilustres de
España; que ha preguntado à ellos mismos por el orígen del
lustre de su familia y que ni uno ha hallado que le haya dado la
menor noticia. ¿Puede darse desidia mayor? ¿Cómo han de seguir
las huellas de sus antecesores, si ignoran los medios con que
consiguieron las grandezas? ¿Si no tienen presente
el motivo de su lustre, cómo han de imitar su exemplo? Hacen
alarde de una executoria, de un título tamaño de nobleza, y no
saldrán de sus casas sin cargar con él para todas partes: ¿y por
ventura, saben lo que contiene? Nada de ello. ¿Pues de qué sirve
entonces? Los Reyes dán estos testimonios, no tanto para que se
tengan por instrumentos de vanidad, quanto para que teniendo
presentes las causales, sigan aquel exemplo. Pues luego si por
lo general no se cuidan de imponerse en sus mismos timbres,
¿quánto menos se ocuparán en leer la Historia de la Nacion? Nos
hallamos en los concursos, en las tertulias, y si alguno
despunta por la cronologia de nuestros ascendientes, si refiere
alguno de tantos hechos memorables, nos quedamos hechos unas
estátuas, se nos abre la boca, y nos llenamos de admiracion. Si
algun extrangero refiere algun hecho denigrando nuestro valor,
honor, &c. nos vemos precisados à callar, porque à la
verdad, no pescamos palabra. ¿Es esto vergonzoso? ¿Somos dignos
de poca reprehension? Dice el Br. que bastantes ocasiones ha
acontecido en su presencia en el tiempo de su expedicion, con
harto dolor de su corazon. ¿Son señales estas de Patriotismo?
¿Es de importancia el imponerse en la Historia de su propia
casa? ¿Quién lo duda? Nadie lo puede negar. No es tanto de
extrañar el que no se sepa la Historia antigua, cuando ignoramos
hasta la del siglo en que vivimos. De cada cien mil se hallará
apenas uno que tenga una regular noticia de la incomparable
batalla de nuestro inmertal tal Marqués de la Victoria. De la
vida exemplarísima en valor y virtud del hombre mas grande de
este siglo. Y de un héroe que nos dió Dios para que le imitemos
en todo y por todo; y que lo fué tanto en tierra como en la mar,
y por tanto mereció el Glorioso empleo de Capitan General de mar
y tierra. ¿Pues en qué pensamos? Pues si nada sabemos de lo que
fué ayer: ¿Qué diremos de las gloriosas hazañas del gran Capitan
Gonzalo Fernandez de Córdoba, Cortez, Leyva, Abalos, Basto,
Farnecio, Duque de Parma, Oria, Albuquerque, Alvarez de Toledo,
Duques de Alba, Marqués de Santa Cruz, Condesa de
Fuentes, Marqués Espinola, Faxardos, Colon, Hernan Cortez,
Pizarros, Colonas, Cardona, Pescara, Frias, Aytona, Duque de
Lerma, Fadrique de Toledo, Zelada, Conde de la Fera, Lazo,
Victoria, Velasco, y de otros muchos de quienes casi se ha
borrado injustamente la memoria. ¿Pues cómo no se ha de leer la
Historia? Debiamos tenerla gravada en nuestros corazones. ¡Ah
desgracia de nuestros tiempos! Dice el Br. con muchisima razon,
que debia desde la niñez enseñarse à los jóvenes, como punto mas
esencial. Que el primer libro que se debia poner en sus manos
despues de la doctrina christiana debia ser el compendio de la
historia de España, y que los adultos la del Padre Mariana. Dice
mil veces bien. ¿Qué de ventajas no se conseguirían entonces?
Aseguro con toda la pluma y con el corazon, que era este el
verdadero medio de hacer renacer el lustre antiguo de la Nacion;
y que se llena de furor al ver el poco aprecio que se hace de
ella; lo poco que se cultiva; y mucho mas quando vé que este
sería el mas poderoso medio para que vuelvan de nuevo aquellos
dorados siglos de la Nacion Española. Entonces dice que
conservando à la vista los gloriosos fastos de nuestros
antepasados, y el ejemplo que dieron de amor, obediencia y
fidelidad à sus Soberanos, siguiendo tan vivos ejemplos llegaría
nuestro nombre à la inmortalidad como acontece con aquellos. Ya
está loco de contento el Argonauta, porque espera que con este
viaje logrará que todos los Padres, Ayos y Maestros de primeras
letras obligarán à sus hijos y discípulos à aprenderla de
memoria, y que los jóvenes y adultos cargarán siempre con ella y
que, tomándola por vía de recreo, se impondrán à fondo en ella;
y que añadiendo à lo que leyeren algunas reflexiones, se
conseguirá lo que tan entrañablemente anhela para el mayor bien
de la Patria. Con esto el militar ¿qué no hará de prodigios? El
letrado, ¿qué no conseguirá de ventajas? El labrador, ¿qué no
debe esperar de riquezas? El artesano, ¿qué no alcanzará de
beneficios? Y por último, el Br. ¿qué de alegría no sentirá en
su corazon al ver el efecto que han hecho sus palabritas? Asi lo
espera, y ruega al Todo Poderoso para que prospere la Nacion, y
se haga respetable, venerable, memorable, y temible de todas las
gentes que pueblan la faz de la tierra. Asi sea, asi sea.