Número 22 Bachiller D. P. Gatell. Moralische Wochenschriften Elisabeth Hobisch Editor Magdalena Mandl Editor Sabrina Rathausky Editor Institut für Romanistik, Universität Graz 10.04.2012 o:mws-109-727 Bachiller D. P. Gatell: El Argonauta español, periódico gaditano. Cádiz: Antonio Murguia 1790, 169-176 El Argonauta Español 1 22 1790 Spanien Ebene 1 Ebene 2 Ebene 3 Ebene 4 Ebene 5 Ebene 6 Allgemeine Erzählung Selbstportrait Fremdportrait Dialog Allegorisches Erzählen Traumerzählung Fabelerzählung Satirisches Erzählen Exemplarisches Erzählen Utopische Erzählung Metatextualität Zitat/Motto Leserbrief 10.04.2012 Graz, Austria Spanish; Castilian Teatro Literatura Arte Theater Literatur Kunst Theatre Literature Arts Théâtre Littérature Art Teatro Letteratura Arte Costumbres Sitten und Bräuche Manners and Customs Mœurs et coutumes Costumi Spain -4.0,40.0

N. 22

Ridiculum acri dulcius.

Poesia.

Admira el Argonauta la fertilidad de este siglo en Poetas, y mucho mas le asombra à la hora y punto que echando la vista atrás mira tan pocos dignos del verdadero nombre de tales. Dirigiendo sus miras à los primeros que conoció el mundo observa que no se reducían sus versos mas que à una prosa armoniósa. Vino despues Homéro, à quien deben llamár los Poétas Padre de la poesía. El solo es digno de todos los encomios, pues fué el primero que cantó arreglado à leyes; y sus obras la Iliáda y la Odisea, correrán con aplauso hasta la fin de los siglos. En el primero canta los favores de Aquiles. Es en todo grande, y digno del fundador de una ciencia tan bella, y tan digna de todo aprecio. En el otro canta los sucesos del sabio Ulíses con un ayre tan sublíme, que llena de gusto y de admiracion, à quantos le leen; y les eleva à medida que, leyendo los discursos, reconocen lo inculto de aquellos tiempos. Hesiodo fué quizá mas antiguo que Homéro: mas sus obras no han merecido los loores que en todos tiempos se dirigen à este. Tirteo fué uno de los que mejór supieron animar à el Soldado con el canto. Obligados los Espartanos de las desgracias en la guerra de Mesina, consultaron a el Oraculo de ellos: este les mandó que pidiesen à los Ateniénses, un hombre que pudiese darles buenos consejos, les embiaron como por manera de mofa, un Poéta; pero apenas los Espartanos hubieron oído sus acentos, quando arrasáron el Exercito de Mescenas, y lograron una victoria completa. Thespis fué el mas antiguo de los Poétas tràgicos, à los principios fué groséro; pero despues vino Escilo, quien la ennobleció. Sofocles fué grande, sublime y elevado. Tuvo por rival à Eurípides, cuya poesía era patética, y llena de maxîmas morales. Desde este lexos de haber ganado la tragedia, mejor ha perdido, luego vinieron los Poétas comicos, padecieron algunos contratiempos por las mismas causas que con corta diferencia, reynan en el dia. Los Griegos fuéron los primeros Poétas Jambicos, Archiloco fué su fundador. Pindaro, autor de los poémas líricos, Horàcio asegura que era forzoso bolverse loco para imitarle. Safo inventò los versos saficos. Se estimó en mucho à Simonides por lo delicado, natural, y agradable de sus obras. El dulce Anacreon es el favoríto de los corazones blandos, y sensibles. Se ignora qual sea el inventor de la Elégia: algun melancolico fué sin duda su fundador. Los primeros Poétas latinos se emplearon en la comedia, tragedia y satira. Se cuenta entre los primeros à Livio, Andronico, Nevio, Panevio, y Plauto, pero solo este último merece alguna atencion. Varron estimaba de tal manera el estilo de este Poéta, que decia que si las Musas querian hablar latin ocurrirían à su estilo. Ciceron le da por modelo para los que quisieran complacer. Horacio por el contrario, pero aprobaba la Justicia de su censura. Se ha preferido à Terencio porque su comedia hacía reír al espiritu. La satira se atribuye à Lucillo Romano. Corregía los vicios con una generosa libertad. En el siglo de Augusto se recomienda à Lucrecio; mas este gran talento tuvo un objéto bien perverso, y perjudicial al hombre. Los Romanos apreciaron mucho al voluptuoso Catulo. Entre todos los Poétas latinos, ninguno tendrá jamás la aceptacion de Virgilio. Con justisima razon, se le dá el nombre de Principe de los Poétas latinos. La Eneyda es la obra mas famosa. Es una imitacion de Homéro; mas sus circunstancias la hacen original. Ello es verdad que le costó doce años de trabajo. El mismo escribió su epitafio, el mismo que después de muerto fué puesto sobre su sepulcro, y es como sigue.

Mantua me genuit, Calabri rapuere: Tenet nunc Parthenope: Cecinit pasqua, rura, duces.

Virgilio entregó su obra à Horacio para que la censurase. Este Poéta tambien ocupa una de las mas superiores sillas del Parnaso. Su arte Poética, creo que habrá producido pocos Poétas. Ovidio fué tambien Poéta excelente, pero su fuego cupidinoso le atraxo algunas desdichas. Es cierto que sus metamorfósis son útiles, y instructivas. Fedro fué tambien recomendable por sus cinco libros que escrivió de fábulas en verso, llenas de elegancia, y de maxîmas sanas. Perseo, Poéta Romano, tambien ha tenido su lugar. Pues sus satiras son obras de una alma heroica. Juvenal tambien satirico, es admirable por su eloqüencia. Lucano se hizo admirable con su Pharsalia. Marcial no puede dexar de ser reputado por grande, pues en su sincera confesion lo da bien à conocer.

Sunt bona, sunt quedam mediocria sunt mala multa.

A este deben seguir los Españoles, Herrera, Garcilaso, Hermanos, Argensolas, Arcila, Boscan, Velasco, Gongora, Leon, Solís, el divino Fernando, Quevedo, Calderon, Servantes, y otros dignos de ser imitados. Todos Poétas del primer orden, y que son, y serán, la gloria de España . . . . . Señor Argonauta, donde va Vm. à parar con este torrente de erudiccion? A que vino tan cansada narracion? dice à esto que el principal objéto ha sído hacer público que esa fertilidad de Poétas del día, no pende de otra cosa que de las pocas reglas que segun dicen, se necesitan para ser Poétas. En los versos de los que se han tocado, no hay silaba que no esté bien colocada con todo el conocimiento del autor; y los Españoles solo necesitamos de saber que un verso debe tener tantas silabas, rebaxando las sinalefas, y con esto y con saber las consonancias, segun la especie de versos, ya puede echar qualquiera à correr por el inmenso Monte del Parnáso. De los que he referido, no todos tienen igual mérito, ni menos son excelentes, à pesar de costarles tanto trabajo su composicion? y los nuestros del dia? dicen que no hay uno que val-ga un claco. Pues como acontece esto siendo asi que hay tan poco que saber? confiesa el Argonauta que no lo entiende; y cree que del mismo modo que todo verso latino está compuesto de pies, y estos de sílabas; y que cada una de estas ha de hallarse puesta segun su acento; que esto mismo debe acontecer con los nuestros; y que esta es la causa de no verse Poéta, ni semi Poéta en el dia. Y si no porqué razon aun observando las reglas de la infeliz arte poética Española, no ha de ser cada uno igual à los que se acaban de nombrar? si se, trata de endecasílabos para los que no se necesita de mas que saber que el verso debe constar de once silabas, quan facil no serà decir, ò escribir un pedazo de oracion, ò una clausula entera que no tenga mas que aquel numero de silabas, y asi mismo que dicho, ò escrito con alguna elegancia, resulte un verso acabado como el mas fino de Homéro. Si no se debe atender à la conexîon, y posicion de cada silaba en particular, segun su acento ?quien no hará versos con tal que sepa raciocinar? A lo menos el Argonauta no concibe que con las limitadas y groseras reglas del Arte poética, se puedan formar versos semejantes, ó parecidos à los Exâmetros, Pentámetros, Jámbicos, Liricos &c. Latinos. Los Italianos à quienes imitados en muchas clases de versos se sugetan à otras leyes no tan penosas como los latinos; pero à lo menos algo mas expresivas. En el Endecasilabo del que se ha hablado procuran que el acento corresponda à la penultima silaba, y llaman à este endecasílabo llano: quieren que si corresponde aquel à la antepenultima silaba, sea exdruxulo, y por último llaman Trunco el que tenga el acento sobre la ùltima. Además de eso dicen que este verso puede tener tres dimensiones: dos vulgares, y otra poco usada. La primera es quando tal verso tiene el acento sobre la sexta silaba, otro à la decima como en el verso siguiente:

Pasa la nave mia colma de’oblio.

Otras poniendo el acento en la sexta silaba como:

Pasa la mia nave colma d’oblio.

Bueno Señor Argonauta, Vm. quiere meternos en con-fusiones: ?quanto mejor es que nos atengamos al capitulo 20 del arte Poética? Conque aprendámos de memoria quatro coplas; y las repitámos à menudo, acostumbrandonos à aquella medida, serémos tan Poétas como los del siglo 16. Para que es mas? Vm. no ha de venir à imponer leyes nuevas. Los pies Dactilos, Espondeos, Jambicos &c. son buenos para los Latinos y Castellanos, basta un buen oído y el numero de silabas. ?qué otras maxîmas siguieron los Gongoras, los Menas, los Quevedos, Calderones, y tanto numero de Poétasos como ilustran las bellas letras Españolas? Si las supieron, y las practicaron, acá las ignoramos; y basta lo dicho del capitulo 20 para que lluevan Poétas à millares como vé y se quexa en el dia, las anacreonticas, y otras de que está lleno el Corréo de Madrid, son los Poémas de moda, mas que no valgan sino para desacreditar el siglo ilustrado . . . . . Maxîmas perversas, ya bolvimos à ser copleros, ya feneció la belleza admirada de los Extrangeros, y tiempo vendrá en que no se permita à la Prenza pieza de Poesía que no esté forxada en la fragua del Parnáso. Asi lo espera a [sic] el Argonauta, en pró de la literatura Española.

Arte de la guerra.

No parece creible que el hombre sea, y haya sido tan voraz que haya inventado Arte, hasta para destruir al mismo hombre. Todo un ser dotado de un espíritu que para nada menos respira que para la inmortalidad; inventa reglas para destruir las vidas de los mismos que llama hermanos! que apenas se vieron sobre la tierra los primeros hermanos tratan de destruirse reciprocamente! que inflamados de una religion purisima y santa continuan parando y descubriendo instrumentos; y practicando medios los mas crueles, los mas horribles! es la última miseria de un ser que creemos dotado de razon. Los antiguos ponian el mayor cuidado en criar buenos Generales, los nutrian y alimentaban desde pequeños con la sangre humana, para que despreciando el horror natural que ocasiona el matar, se acostumbrasen à la destruccion, à la ruina del mismo hombre. El mejor ca-pitan era aquel que mas despedazaba; el que derramaba mas sangre. Enseñados à odiar la piedad, no conocian mas glorias que las de haber ocasionado mayor numero de muertes. El valerse en ocasiones del fuego para abrazar en las chosas al pobre anciano, à la infeliz madre recogida con sus hijos, era un hecho de heroysmo, en fin el no perdonar sexo, ni edad era la prueba de mas habilidad en la perversa arte de la Guerra. Opinaban los mas ancianos filosofos que cesaría tan exêcrable orror con la ilustracion, y que à medida que fuese el hombre dexando la ignorancia, cesaría un enemigo tan cruel de la subsistencia de la especie humana. Crecieron los conocimientos, pero al paso que se aumentaba la inteligencia, se añadian nuevos medios, nuevos engaños, y nuevos instrumentos, para aniquilar todos los recursos à los infelices que se escondian huyendo del furor. Declamaban los sabios de aquellos remotos siglos, contra las nuevas invectivas, con los nuevos metodos de destruir à los hombres; pero lexos de producir algunos buenos efectos, se verán levantar nuevos planes para la desolacion. El objéto de los Guerreros era toda destruccion. No perdonar edificio, ni aun las plantas que producian el sustento de los racionales. Un General sabio consultaba con los Dioses, y hacia mil solemnes sacrificios y votos, antes de entrar en Campaña. Por medio de unas ceremonias edificantes infundian al Soldado todas las idéas posibles para ocasionar estragos.

El fanatismo producia unos efectos que de ningun otro modo podian haberse esperado. En nada apreciaban sus vidas, ya movidos de una gloria imaginaria, ya excitados de una falsa religion, de parecerles que con esto complacian à las falsas Divinidades. Un Consul Romano irritado de ver que los pollos sagrados no querian comer, los arrojó à el mar diciendo: que bevan ya que no quieren comer.

Alexandro cayó en la devilidad de hacer que le leyesen sus victorias en las entrañas de una victima. Por último solo se pensaban è inventaban medios para persuadir al Soldado que el asesinar à sus hermanos, era un hecho glorioso agradable à los Dioses. Llegaron à conocer que en la Guerra eran indispensables premios, y castigos. Aqui fué donde mas agotaron todos sus talentos. Los Cartagineses castigaban de muerte à los Generales desgraciados como si fuera este un delito, un efecto dependiente de su instruccion, ò de su valor. Era preciso vencer, ò ser separado del empleo, y aun de la vida. Todo el fanatismo no llegó à que conociesen que debía atribuirse muchas veces la desgracia à una mano oculta de quien dimanan todas las cosas; y que las mas veces no alcanzan todas las ciencias, todo el Heroísmo. Los Griegos eran algo mas humanos; pero no dexaban por eso de castigar con suplicio de muerte à los que largando el escudo tomaban la fuga en la accion; y tambien à los desertores. Las leyes y ordenanzas de Esparta, eran algo mas rigorosas, pues castigaban à los desertores con ignominia, y deshonra. Los Romanos diferenciaban de castigos segun el delito, y las circunstancias. Muchas ocasiones un golpe de desprecio de parte de los Generales servia de un castigo suficiente; y algunas veces se les negaba parte en el botín à los que huviesen cometido algun defecto en el servicio. En fin se valian de otros medios mas humanos, y la pena de muerte solo se aplicaba en los mas graves, y enormes delitos. En quanto à los premios acostumbraban los Griegos levantar estatuas à los que se distinguían en las Batallas, y que se particularizaban en alguna funcion. Los Atenienses presentaban al Público los huésos de los que habian perecido en la Guerra, para que fuesen venerados, les cubrian de flores; y los perfumaban con incienso y otros olores, à tiempo que se decian oraciones fúnebres exâgerando el valor de aquellos; y animando por este medio al Soldado, à que deseoso de aquellos elogios y honores se sacrificase con gusto. Lo que mas conmovía sus animos era el ver que la república se encargaba del sustento de sus familias, pues morian con el consuelo de saber que no extrañarian los hijos y mugeres la falta de sus Padres y Esposos. Admirable conducta! Los Romanos tenian ademas otros motivos para vencer, ò morir. Pues por un derecho sagrado de la Guerra se repartian igualmente los despojos de los enemigos vencidos. A veces se premiaban con ceronas, como las obsidionales, civicas, murales, navales &c. Los Generales tenian un gran cuidado en alabar al frente de todo el exercito, à todos aquellos que se habian portado con esmero en el acto del ataque, defensa &c. Finalmente honraban con gloriosas distinciones à todos quantos cumplían en su obligacion en el servicio. Bolvamos pues los ojos al objeto de todas estas circunstancias. Inculquemos qual era el primer mobil de tantos honores; de tantos castigos: desmaya la pluma, se entorpece al escribirlo: la desolacion la destruccion de los Imperios, Reynos, Provincias y Ciudades. Los campos que antes se miraban llenos de flores y de frutos, no solo se veian desvastados sino tambien cubiertos de sangre humana! Cielos puede creerse este efecto del entendimiento humano! Una preocupacion, un delirio era el motor la causa de tantas desdichas. El afan la ansia de dominar, era todo el paradero de tanta desgracia. O miserables humanos! A tanto llegaba la ceguedad! Tanto puede la vana gloria? Felicisimos dias en que solo se habren las puertas de Jano para defenderse de los enemigos; y en que ya ceso el maligno espiritu de conquista. Dichosa era en la que los Reyes y Ministros animados de un espiritu de paz, no tienen otro blanco, ni conocen otro objeto que la tranquilidad de los subditos. Esta es la verdadera, y mas laudable ilustracion. En medio de los orrorosos instrumentos que actualmente sirven en la campaña, no se usa de ellos sino para sostener el decoro, y posesiones de los Soberanos; y para asegurar la quietud de los Padres de familia para que disfruten de todas las delicias de una paternal atencion y amor, recreandose con sus familias al redor del hogar. Epoca mas que apreciable, pues solo se procura la Guerra contra los vicios, y la ociosidad. Seran eternos estos tiempos entre las naciones cultas pues ya no se trata mas que de si vis pacem para bellum. Este es el espiritu que siempre deberá reinar; y estas son las miras que deben animar à todo buen vasallo para que contribuya à el honor de la nacion, à la defensa de su patria, y à la ciega obediencia de su Príncipe, cuyos objetos no se dirigen mas que à la seguridad de todos, y à la conservacion las posesiones legítimamente eredados. La inquietud de los indigestos halla el premio en su miseria, y los amantes del sosiego en la opulencia y felicidad.

1-22 N. 22 Ridiculum acri dulcius. Poesia. Admira el Argonauta la fertilidad de este siglo en Poetas, y mucho mas le asombra à la hora y punto que echando la vista atrás mira tan pocos dignos del verdadero nombre de tales. Dirigiendo sus miras à los primeros que conoció el mundo observa que no se reducían sus versos mas que à una prosa armoniósa. Vino despues Homéro, à quien deben llamár los Poétas Padre de la poesía. El solo es digno de todos los encomios, pues fué el primero que cantó arreglado à leyes; y sus obras la Iliáda y la Odisea, correrán con aplauso hasta la fin de los siglos. En el primero canta los favores de Aquiles. Es en todo grande, y digno del fundador de una ciencia tan bella, y tan digna de todo aprecio. En el otro canta los sucesos del sabio Ulíses con un ayre tan sublíme, que llena de gusto y de admiracion, à quantos le leen; y les eleva à medida que, leyendo los discursos, reconocen lo inculto de aquellos tiempos. Hesiodo fué quizá mas antiguo que Homéro: mas sus obras no han merecido los loores que en todos tiempos se dirigen à este. Tirteo fué uno de los que mejór supieron animar à el Soldado con el canto. Obligados los Espartanos de las desgracias en la guerra de Mesina, consultaron a el Oraculo de ellos: este les mandó que pidiesen à los Ateniénses, un hombre que pudiese darles buenos consejos, les embiaron como por manera de mofa, un Poéta; pero apenas los Espartanos hubieron oído sus acentos, quando arrasáron el Exercito de Mescenas, y lograron una victoria completa. Thespis fué el mas antiguo de los Poétas tràgicos, à los principios fué groséro; pero despues vino Escilo, quien la ennobleció. Sofocles fué grande, sublime y elevado. Tuvo por rival à Eurípides, cuya poesía era patética, y llena de maxîmas morales. Desde este lexos de haber ganado la tragedia, mejor ha perdido, luego vinieron los Poétas comicos, padecieron algunos contratiempos por las mismas causas que con corta diferencia, reynan en el dia. Los Griegos fuéron los primeros Poétas Jambicos, Archiloco fué su fundador. Pindaro, autor de los poémas líricos, Horàcio asegura que era forzoso bolverse loco para imitarle. Safo inventò los versos saficos. Se estimó en mucho à Simonides por lo delicado, natural, y agradable de sus obras. El dulce Anacreon es el favoríto de los corazones blandos, y sensibles. Se ignora qual sea el inventor de la Elégia: algun melancolico fué sin duda su fundador. Los primeros Poétas latinos se emplearon en la comedia, tragedia y satira. Se cuenta entre los primeros à Livio, Andronico, Nevio, Panevio, y Plauto, pero solo este último merece alguna atencion. Varron estimaba de tal manera el estilo de este Poéta, que decia que si las Musas querian hablar latin ocurrirían à su estilo. Ciceron le da por modelo para los que quisieran complacer. Horacio por el contrario, pero aprobaba la Justicia de su censura. Se ha preferido à Terencio porque su comedia hacía reír al espiritu. La satira se atribuye à Lucillo Romano. Corregía los vicios con una generosa libertad. En el siglo de Augusto se recomienda à Lucrecio; mas este gran talento tuvo un objéto bien perverso, y perjudicial al hombre. Los Romanos apreciaron mucho al voluptuoso Catulo. Entre todos los Poétas latinos, ninguno tendrá jamás la aceptacion de Virgilio. Con justisima razon, se le dá el nombre de Principe de los Poétas latinos. La Eneyda es la obra mas famosa. Es una imitacion de Homéro; mas sus circunstancias la hacen original. Ello es verdad que le costó doce años de trabajo. El mismo escribió su epitafio, el mismo que después de muerto fué puesto sobre su sepulcro, y es como sigue. Mantua me genuit, Calabri rapuere: Tenet nunc Parthenope: Cecinit pasqua, rura, duces. Virgilio entregó su obra à Horacio para que la censurase. Este Poéta tambien ocupa una de las mas superiores sillas del Parnaso. Su arte Poética, creo que habrá producido pocos Poétas. Ovidio fué tambien Poéta excelente, pero su fuego cupidinoso le atraxo algunas desdichas. Es cierto que sus metamorfósis son útiles, y instructivas. Fedro fué tambien recomendable por sus cinco libros que escrivió de fábulas en verso, llenas de elegancia, y de maxîmas sanas. Perseo, Poéta Romano, tambien ha tenido su lugar. Pues sus satiras son obras de una alma heroica. Juvenal tambien satirico, es admirable por su eloqüencia. Lucano se hizo admirable con su Pharsalia. Marcial no puede dexar de ser reputado por grande, pues en su sincera confesion lo da bien à conocer. Sunt bona, sunt quedam mediocria sunt mala multa. A este deben seguir los Españoles, Herrera, Garcilaso, Hermanos, Argensolas, Arcila, Boscan, Velasco, Gongora, Leon, Solís, el divino Fernando, Quevedo, Calderon, Servantes, y otros dignos de ser imitados. Todos Poétas del primer orden, y que son, y serán, la gloria de España . . . . . Señor Argonauta, donde va Vm. à parar con este torrente de erudiccion? A que vino tan cansada narracion? dice à esto que el principal objéto ha sído hacer público que esa fertilidad de Poétas del día, no pende de otra cosa que de las pocas reglas que segun dicen, se necesitan para ser Poétas. En los versos de los que se han tocado, no hay silaba que no esté bien colocada con todo el conocimiento del autor; y los Españoles solo necesitamos de saber que un verso debe tener tantas silabas, rebaxando las sinalefas, y con esto y con saber las consonancias, segun la especie de versos, ya puede echar qualquiera à correr por el inmenso Monte del Parnáso. De los que he referido, no todos tienen igual mérito, ni menos son excelentes, à pesar de costarles tanto trabajo su composicion? y los nuestros del dia? dicen que no hay uno que val-ga un claco. Pues como acontece esto siendo asi que hay tan poco que saber? confiesa el Argonauta que no lo entiende; y cree que del mismo modo que todo verso latino está compuesto de pies, y estos de sílabas; y que cada una de estas ha de hallarse puesta segun su acento; que esto mismo debe acontecer con los nuestros; y que esta es la causa de no verse Poéta, ni semi Poéta en el dia. Y si no porqué razon aun observando las reglas de la infeliz arte poética Española, no ha de ser cada uno igual à los que se acaban de nombrar? si se, trata de endecasílabos para los que no se necesita de mas que saber que el verso debe constar de once silabas, quan facil no serà decir, ò escribir un pedazo de oracion, ò una clausula entera que no tenga mas que aquel numero de silabas, y asi mismo que dicho, ò escrito con alguna elegancia, resulte un verso acabado como el mas fino de Homéro. Si no se debe atender à la conexîon, y posicion de cada silaba en particular, segun su acento ?quien no hará versos con tal que sepa raciocinar? A lo menos el Argonauta no concibe que con las limitadas y groseras reglas del Arte poética, se puedan formar versos semejantes, ó parecidos à los Exâmetros, Pentámetros, Jámbicos, Liricos &c. Latinos. Los Italianos à quienes imitados en muchas clases de versos se sugetan à otras leyes no tan penosas como los latinos; pero à lo menos algo mas expresivas. En el Endecasilabo del que se ha hablado procuran que el acento corresponda à la penultima silaba, y llaman à este endecasílabo llano: quieren que si corresponde aquel à la antepenultima silaba, sea exdruxulo, y por último llaman Trunco el que tenga el acento sobre la ùltima. Además de eso dicen que este verso puede tener tres dimensiones: dos vulgares, y otra poco usada. La primera es quando tal verso tiene el acento sobre la sexta silaba, otro à la decima como en el verso siguiente: Pasa la nave mia colma de’oblio. Otras poniendo el acento en la sexta silaba como: Pasa la mia nave colma d’oblio. Bueno Señor Argonauta, Vm. quiere meternos en con-fusiones: ?quanto mejor es que nos atengamos al capitulo 20 del arte Poética? Conque aprendámos de memoria quatro coplas; y las repitámos à menudo, acostumbrandonos à aquella medida, serémos tan Poétas como los del siglo 16. Para que es mas? Vm. no ha de venir à imponer leyes nuevas. Los pies Dactilos, Espondeos, Jambicos &c. son buenos para los Latinos y Castellanos, basta un buen oído y el numero de silabas. ?qué otras maxîmas siguieron los Gongoras, los Menas, los Quevedos, Calderones, y tanto numero de Poétasos como ilustran las bellas letras Españolas? Si las supieron, y las practicaron, acá las ignoramos; y basta lo dicho del capitulo 20 para que lluevan Poétas à millares como vé y se quexa en el dia, las anacreonticas, y otras de que está lleno el Corréo de Madrid, son los Poémas de moda, mas que no valgan sino para desacreditar el siglo ilustrado . . . . . Maxîmas perversas, ya bolvimos à ser copleros, ya feneció la belleza admirada de los Extrangeros, y tiempo vendrá en que no se permita à la Prenza pieza de Poesía que no esté forxada en la fragua del Parnáso. Asi lo espera a [sic] el Argonauta, en pró de la literatura Española. Arte de la guerra. No parece creible que el hombre sea, y haya sido tan voraz que haya inventado Arte, hasta para destruir al mismo hombre. Todo un ser dotado de un espíritu que para nada menos respira que para la inmortalidad; inventa reglas para destruir las vidas de los mismos que llama hermanos! que apenas se vieron sobre la tierra los primeros hermanos tratan de destruirse reciprocamente! que inflamados de una religion purisima y santa continuan parando y descubriendo instrumentos; y practicando medios los mas crueles, los mas horribles! es la última miseria de un ser que creemos dotado de razon. Los antiguos ponian el mayor cuidado en criar buenos Generales, los nutrian y alimentaban desde pequeños con la sangre humana, para que despreciando el horror natural que ocasiona el matar, se acostumbrasen à la destruccion, à la ruina del mismo hombre. El mejor ca-pitan era aquel que mas despedazaba; el que derramaba mas sangre. Enseñados à odiar la piedad, no conocian mas glorias que las de haber ocasionado mayor numero de muertes. El valerse en ocasiones del fuego para abrazar en las chosas al pobre anciano, à la infeliz madre recogida con sus hijos, era un hecho de heroysmo, en fin el no perdonar sexo, ni edad era la prueba de mas habilidad en la perversa arte de la Guerra. Opinaban los mas ancianos filosofos que cesaría tan exêcrable orror con la ilustracion, y que à medida que fuese el hombre dexando la ignorancia, cesaría un enemigo tan cruel de la subsistencia de la especie humana. Crecieron los conocimientos, pero al paso que se aumentaba la inteligencia, se añadian nuevos medios, nuevos engaños, y nuevos instrumentos, para aniquilar todos los recursos à los infelices que se escondian huyendo del furor. Declamaban los sabios de aquellos remotos siglos, contra las nuevas invectivas, con los nuevos metodos de destruir à los hombres; pero lexos de producir algunos buenos efectos, se verán levantar nuevos planes para la desolacion. El objéto de los Guerreros era toda destruccion. No perdonar edificio, ni aun las plantas que producian el sustento de los racionales. Un General sabio consultaba con los Dioses, y hacia mil solemnes sacrificios y votos, antes de entrar en Campaña. Por medio de unas ceremonias edificantes infundian al Soldado todas las idéas posibles para ocasionar estragos. El fanatismo producia unos efectos que de ningun otro modo podian haberse esperado. En nada apreciaban sus vidas, ya movidos de una gloria imaginaria, ya excitados de una falsa religion, de parecerles que con esto complacian à las falsas Divinidades. Un Consul Romano irritado de ver que los pollos sagrados no querian comer, los arrojó à el mar diciendo: que bevan ya que no quieren comer. Alexandro cayó en la devilidad de hacer que le leyesen sus victorias en las entrañas de una victima. Por último solo se pensaban è inventaban medios para persuadir al Soldado que el asesinar à sus hermanos, era un hecho glorioso agradable à los Dioses. Llegaron à conocer que en la Guerra eran indispensables premios, y castigos. Aqui fué donde mas agotaron todos sus talentos. Los Cartagineses castigaban de muerte à los Generales desgraciados como si fuera este un delito, un efecto dependiente de su instruccion, ò de su valor. Era preciso vencer, ò ser separado del empleo, y aun de la vida. Todo el fanatismo no llegó à que conociesen que debía atribuirse muchas veces la desgracia à una mano oculta de quien dimanan todas las cosas; y que las mas veces no alcanzan todas las ciencias, todo el Heroísmo. Los Griegos eran algo mas humanos; pero no dexaban por eso de castigar con suplicio de muerte à los que largando el escudo tomaban la fuga en la accion; y tambien à los desertores. Las leyes y ordenanzas de Esparta, eran algo mas rigorosas, pues castigaban à los desertores con ignominia, y deshonra. Los Romanos diferenciaban de castigos segun el delito, y las circunstancias. Muchas ocasiones un golpe de desprecio de parte de los Generales servia de un castigo suficiente; y algunas veces se les negaba parte en el botín à los que huviesen cometido algun defecto en el servicio. En fin se valian de otros medios mas humanos, y la pena de muerte solo se aplicaba en los mas graves, y enormes delitos. En quanto à los premios acostumbraban los Griegos levantar estatuas à los que se distinguían en las Batallas, y que se particularizaban en alguna funcion. Los Atenienses presentaban al Público los huésos de los que habian perecido en la Guerra, para que fuesen venerados, les cubrian de flores; y los perfumaban con incienso y otros olores, à tiempo que se decian oraciones fúnebres exâgerando el valor de aquellos; y animando por este medio al Soldado, à que deseoso de aquellos elogios y honores se sacrificase con gusto. Lo que mas conmovía sus animos era el ver que la república se encargaba del sustento de sus familias, pues morian con el consuelo de saber que no extrañarian los hijos y mugeres la falta de sus Padres y Esposos. Admirable conducta! Los Romanos tenian ademas otros motivos para vencer, ò morir. Pues por un derecho sagrado de la Guerra se repartian igualmente los despojos de los enemigos vencidos. A veces se premiaban con ceronas, como las obsidionales, civicas, murales, navales &c. Los Generales tenian un gran cuidado en alabar al frente de todo el exercito, à todos aquellos que se habian portado con esmero en el acto del ataque, defensa &c. Finalmente honraban con gloriosas distinciones à todos quantos cumplían en su obligacion en el servicio. Bolvamos pues los ojos al objeto de todas estas circunstancias. Inculquemos qual era el primer mobil de tantos honores; de tantos castigos: desmaya la pluma, se entorpece al escribirlo: la desolacion la destruccion de los Imperios, Reynos, Provincias y Ciudades. Los campos que antes se miraban llenos de flores y de frutos, no solo se veian desvastados sino tambien cubiertos de sangre humana! Cielos puede creerse este efecto del entendimiento humano! Una preocupacion, un delirio era el motor la causa de tantas desdichas. El afan la ansia de dominar, era todo el paradero de tanta desgracia. O miserables humanos! A tanto llegaba la ceguedad! Tanto puede la vana gloria? Felicisimos dias en que solo se habren las puertas de Jano para defenderse de los enemigos; y en que ya ceso el maligno espiritu de conquista. Dichosa era en la que los Reyes y Ministros animados de un espiritu de paz, no tienen otro blanco, ni conocen otro objeto que la tranquilidad de los subditos. Esta es la verdadera, y mas laudable ilustracion. En medio de los orrorosos instrumentos que actualmente sirven en la campaña, no se usa de ellos sino para sostener el decoro, y posesiones de los Soberanos; y para asegurar la quietud de los Padres de familia para que disfruten de todas las delicias de una paternal atencion y amor, recreandose con sus familias al redor del hogar. Epoca mas que apreciable, pues solo se procura la Guerra contra los vicios, y la ociosidad. Seran eternos estos tiempos entre las naciones cultas pues ya no se trata mas que de si vis pacem para bellum. Este es el espiritu que siempre deberá reinar; y estas son las miras que deben animar à todo buen vasallo para que contribuya à el honor de la nacion, à la defensa de su patria, y à la ciega obediencia de su Príncipe, cuyos objetos no se dirigen mas que à la seguridad de todos, y à la conservacion las posesiones legítimamente eredados. La inquietud de los indigestos halla el premio en su miseria, y los amantes del sosiego en la opulencia y felicidad.