Tomó al punto otro la palabra, y diciéndole, calle Vm. pues con
decir que todos mis ascendientes han hallado en quantas batallas
refieren los Españoles, sin perdonar las de Lepanto, la de la
laguna en México, ni la del Campo Santo, echarán Vms. de ver que
doy la mayor prue-Sacris. Al parecer
indicaba que estaba dormido, mas luego dió pruebas decisivas de
que habia oido muy bien toda la conversacion, pues levantando la
cabeza, revirando los ojos de modo que no se le veían las niñas,
dixo: ¿Acabaron Vms. ya? A lo que respondieron que sí: entonces
tomó la voz diciendo: Pues ya me ha tocado mi cuarto de hora,
sírvase Vm. (dixo hablando con el primero) de decirme si sigue
Vm. en todo y por todo las máxîmas de estos Asturianos sus
progenitores? Sí me parece, respondió. Pues está Vm. engañado.
Inclinándose para el segundo le preguntó: ¿Vm. en qué campaña se
ha hallado? Yo no he salido de Cadiz. Enristrando con el
tercero, Vm. que, segun me parece, sigue la profesión de sus
ascendientes, ¿en qué casos ha sostenido las Regalías de su Rey
y Nacion? Siguió preguntando à los demás por el mismo tenor, y
concluyó con e1 siguiente razonamiento. En primer lugar el
blanco de todos Vms. ha sido el bomitar mucha sangre, y no
demostrar que tiene un ápice de Patriotismo. No pienso probar
esto recorriendo sus vidas y milagros, sino con lo que está à la
vista. Dígame Vm., al primero, ¿de dónde vino ese sombrero? El
rótulo lo dirá: A Marseille ches, M. Jean
Olivier, Fabricant de Chapeau. Al segundo, ?De qué
linage es ese paño de ese vestido? De Sedan. Al tercero, ¿y esas
medias de Vm.? De Nimes. Por la hebra se saca el ovillo. ¿A qué
es querer con voces ostentarse de Patriotas, quando por los
hechos manifiestan todos Vms. lo contrario? ¿Acaso el
Patriotismo se funda menos en vestir los efectos de la industria
de la Nacion, que en derramar su sangre, que
Quisiera el Bachiller saber quáles son los que conocen que un
género es Francés, y no Español. Asegura, que serán tan contados
como los Planetas en el Cielo. Luego es una preocupación en los
mas el querer efectos Extrangeros, siendo asi que perjudican de
tal modo à la Nacion, que no podrá prosperar jamás si no se
pien-
Empezemos à ser Patriotas por este fundamento, y de no, no
intentemos defender que seremos jamás zelosos amantes de la
Patria. Con esto, imitando a nuestros antecesores, que jamás
vistieron sino à la Española, âbito por el que eran venerados y
respetados en todas las Regiones, no solo no nos ridiculizarémos
con esos sombreros, cuyas copas ván à topar con los cuernos de
la Luna, ni con otras monadas tan impropias y distantes del
carácter de verdaderos Españoles, el que para conservarlo
deberíamos manifestarlo no sólo en lo exterior, sino tambien en
todas aquellas cosas propias de un alma verdaderamente Española.
Aquí acabó el discurso del Bachiller: apreciólo el Beneficiado, y se fueron avergonzados los demás Tertuliantes.
Supuesto que se refiere el caso para que corra veloz à excitar à la enmienda à los Españoles inxertos, no puede el Argonauta dexar de enviar esta recomendacion à las Señoras, que tambien degeneran, y muy mucho de sus antepasadas. Tienen por delirio el vestir y adornarse con los efectos de la industria Española, sin saber que con esto faltan à las sagradas leyes del Patriotismo, que tanto ostentaron las antiguas.
Asi desperdician los caudales, destruyen à sus pobres maridos y
son las primeras que aniquilan el espíritu vital de la Nacion.
¡Hasta quándo unos y otras han de vivir en un letargo tan
perjudicial! Que se prenden, adornen en hora buena con todo el
luxo que puede ofrecer la industria de la Nacion, las que pueden
hacerlo, y no cometiendo el atroz delito de menoscabar las
riquezas de su casa y Reyno, solicitando precisamente para su
atavío los géneros Extrangeros. En este caso no solo no sería
reprehensible de que las Señoras acaudaladas vistiesen con
opulencia, sino que
Españoles y Españolas del dia, mientras no nos animemos con estas máxîmas, jamás verémos prosperar nuestros dias, solo por este medio imitarémos a nuestros mayores, y serémos los mas verdaderos Patriotas.
Para evitar estos inconvenientes se vá à proponer un medio infalible.
Para evitar estos últimos resultados, sabemos que hay Compañías
de Seguros, esto es, casas con fondos suficientes, que aseguran
cantidades grandes de los riesgos del mar. En Londres se
aseguran hasta las
Seria desde luego un establecimiento sobremanera recomendable, y por este medio se librarian de la ruina todos los dueños de edificios, y se evitaría el que fuese necesario el recurso de los caudales del Rey, y asimismo de ocurrir à guantes.
Animado de la verdad de este pensamiento, y lo que es mas, de las infinitas utilidades que resultan, espera el Argonauta que con la mayor brevedad veremos en España erigidas compañías donde por un desembolso poco considerable se aseguren los valores de las casas, y al propio tiempo, correr à los que las tengan para lograr este beneficio.
El Argonauta no tiene casa ni hogar; no obstante, desea se establesca una cosa tan interesante a los que las tengan.
Asimismo aconseja à los que tengan poseciones, esto es, casas, ò haciendas con inmediacion à los rios, que ocurran à dichas Compañías futuras de Seguros, pues se han visto un sin número de estragos y pérdidas considerables, algunas irremediables, por una total destruccion de los edificios, y ruina de todo lo demás.
Estos años pasados socorrió la piedad del Monar-
Parece que le viene como de perilla al Argonauta el salirse ahora del tiesto, y decir algo acerca de otro punto nada menos considerable.
Los pobres Artesanos y Jornaleros, en cayendo enfermos, perecen unos por necesidad, y otros se vén precisados à ir a los Hospitales, despues que han consumido quanto tienen, y que han dexado à sus pobres familias en la inclemencia.
Si se estableciese en cada poblacion un fondo para subvenir à los costos y gastos de una enfermedad, señalando Facultativos, Boticas, y además un diario para el puchero, ¿no es cierto que se ahorrarian muchos atrasos que padecen los infelices?
En Madrid hay Cofradías que tienen establecido este beneficio por medio de una ligera contribucion. ¿Pues no sería mas cómodo que en todas las poblaciones se fundase un establecimiento en el que contribuyendo todos los pobres, se entiende, jornaleros y artistas, para un fin tan bello y tan interesante, hallasen despues remedio à su necesidad? ¿Quánto menos sensible le sería á estos dar cada mes uno ò dos reales por cada cabeza, que no el verse obligados à vender hasta los instrumentos con que ganan el pan para sus hijos?
Pues si por un medio tan suave bien administrado se veían libres
de las fatigas indecibles que trae una enfermedad ¿porqué no se
ha de procurar un alivio tan sobremanera útil? ¿Quántos tal vez
no perecerían por buscar prontamente el socorro, y no que quando
llaman al Médico ya la enfermedad ha llegado al último término?
¿Quántos, despues que el Facultativo ha visto al enfermo, y
dispuesto la medicina ò remedio, no lo suministran por carecer
de medios, porque no pueden pagar lo que pide el
Todos saldrán beneficiados por este medio, y luego todos daràn gracias al Argonauta de haber tocado esta tecla, la mas benéfica de quantas se pueden pensar.
Tampoco basta que el Br. dé los avisos, si los mismos interesados
no se mueven à establecer un medio tan saludable, útil, é
indispensable, si lexos de animarse para su fomento, se resisten
à contribuir mensualmente aquello que sea necesario. Esta ha
sido la causa de haberse desgraciado muchos pensamientos de esta
naturaleza: mientras se vén sanos y robustos creen que jamás han
de enfermar, que siempre ha de permanecer la salud; y de aí nace
que los que meditan poco sobre lo que ha de venir, sufran luego,
además de la pena indispensable, el arrepentimiento. ¿De qué
sirve que los bien intencionados propongan, aun coadyuden à
fundar medios para mantener la salud pública; y para minorar los
trabajos del pobre, si este sin prevenir, ni considerar, piensa
que se le deve de justicia su remedio? Es cierto que estamos
obligados à socorrernos mutuamente; pero no quita eso para que
quando hay fuerzas y salud, sea preciso pagar alguna cosa para
el caso de una enfermedad. A veces las obras pías no alcanzan
para mantener las casas destinadas à la salud de los pobres:
luego si à estas, ó sobre los fondos de aquellas se contribuye
una corta pension mensual, podrá conseguirse el deseo del
Argonauta; el que el pobre jornalero tenga lo necesario para
curarse en su casa una enfermedad; y evitar que acontezca el que
ocurran á los Hospitales, despues que han gastado el último
real; y que han dexado ínfelices à sus hijos.
Oxalá que el Argonauta pudiese conseguir iguales establecimientos
en toda España, tendría el consuelo de no ser testigo de tanta
infelicidad.