quid. Para ello se resolvió consultarlo con estos, y con los
oficiales y criadas. Se le vino á la mano un amo despidiendo à un
sirviente: díxole éste: Señor Argonauta, ¿creerá Vm. que en este mes he
mudado seis criados? Al oir esto se le vino la miel à la boca, y
preguntó inmediatamente quál era la causa. Respondió aquel: Amigo, por
más que uno piensa en darles gusto, jamàs están contentos. Todo es pedir
gollerías: ninguno está contento con lo que acá se come, ni vale el
darle el salario adelantado. Déles Vm. estár sentadas, salir à la calle,
y si lo hubiéramos de decir todo, permitirles que entre en casa el Señor
Fondon su entretenimiento, mas que sea con el titulo de primo. Con esto,
¿cómo quiere Vm. que mi muger y yo podámos tolerarlos? Oiga Vm. lo peor
es, que si encuentran alguna cosa mal puesta la suelen aco-
Vamos allá, dixo, ya hemos encontrado con una de las fuentes de donde
dimana la poca subsistencia de los sirvientes. Salióse para otra
derrota, y no bien habría andado quarenta pasos, quando le suspendieron
las voces de una tienda de un Artesano. Como deseoso de imponerse en lo
expresado, se detuvo en la inmediata para oir, è informarse del objeto
de aquellos gritos. Decíale el Maestro al Oficial: Hombre, buena es,
ahora que Vm. me vé mas ahogado se anda tres dias paseando sin acordarse
de la tienda. Es cierto ¿que yo no he de tener facultades para
divertirme? Pues no, Señor, si Vm. no estuviere contento, por aquí se vá
à la calle. Buena desvergüenza, la culpa la tengo yo de suplirles à Vms.
Dinero, y no despedirlos à la primera que me hagan. Pues no
Señor . . . . .
Cometió otro defectillo primo hermano de à quella de cortar un mecatillo,
y fué preciso contentarme con bautizarle con el de Safronio, y asi
seguiré cambiándole nombres hasta que agote todo el Diccionario de
Moreri. Con esto logro dos cosas; la primera, conocer à fondo las
propiedades de mi criado, y la segunda hacerle que se acomode à mi
condicion, que no es de las mas suaves. ¿No es verdad, que este es el
verdadero medio para que subsistan los criados en las casas?
Qué dice Vm. Señor Argonauta, si hay sirviente que no es capaz que le sufra el mismo Job.
Para eso, en hallando uno mediano, soportarle algunos defectillos, y si es menester acudir à la receta del Oidor.
En quanto à los Señores Amos con sus Oficiales, si estos se dán la mano con los antecedentes en un todo y por todo, aguantarlos mientras no se hallen otros que sean mas racionales: y es menester que adviertan, que los Oficiales son hombres como los demás, y que unos à otros debemos tolerarnos mutuamente, pues que por nuestra desgracia vivimos todos llenos de defectos.
El buen modo y la buena paga son dos atractivos, que si los gastasen muchos Señores Maestros, tendrían Oficiales perpetuos.
Mientras hay mucho trabajo, mientras se vén cargados de obra procuran gastar buen humor con los que les dán el producto; quando decae la fatiga, ya se buscan pretextos para obligarles à irse; vuelve la urgencia, venga Maria.
No, Señores mios, no es esta la conducta que debe observarse.
Al Oficial inutil, ò que no desempeña su obliga-
Asimismo los Oficiales que dán con Maestros de conducta, que les pagan con puntualidad, es preciso que procuren complacer à sus Maestros, mayormente quando ocurre algun empeño. Para estos casos deben quitarse el sueño à fin de que éste dé salida à su trabajo.
Interin Amos y Criados, Maestros y Oficiales no se suplan recíprocamente, siempre, siempre se verá ese giro y poca permanencia. Muchos de los defectos de los Oficiales, y aun de los Sirvientes, dependen del poco zelo de los Amos y Maestros.
Desde los principios se enseñan à que sepan tolerar, y cumplir.
El que no guste de que los domésticos le roben, viva vigilante, y guarde las cosas. La ocasion hace al ladron: quitando esta se quitará el efecto. Por cierto que no vendrían sino muy de molde unas constituciones relativas à las obligaciones de unos con otros,
¿Para qué, Señor Bachiller? En otros países no se experimenta esta peste,
y no son necesarias constituciones.
Pues véanse mas à fondo los principios de donde emana esta plaga Gaditana, y venga el remedio, porque el Bachiller confiesa que no alcanza mas.
Trogo Pompeyo, que floreció en el bello siglo de Augusto, escribió la historia antigua hasta su tiempo. Justino deduxo de ella un compendio, cuyo último libro sólo trata de España. Vivo persuadido que el Señor Público recibirá este corto trabajo de traducirla al Castellano con el à precio que ha merecido siempre su Original.
Está situada entre el Africa y la Francia, y se halla encerrada por los montes Pirineos, y por el Estrecho de Gibraltar, ú Occeano, como le llama Justino.
Aunque es menor que ambos Paises, es mucho mas fertil, porque ni
se halla tostada por los violentos rayos del Sol como el Africa,
ni se vé molestada de los vientos fuertes como la Francia, pues
goza de un temple medio entre una y otra. De aí resulta que,
disfrutando por una parte de un calor templado, y por otra, de
unos ayres puros y suaves, es fecunda en todo género de frutos,
de modo que su abundancia no solo suple las exîgencias de sus
habitantes, sino que tambien suple à la Italia, y la misma
ciudad de Roma. Por consiguien-
No se hallan en ella rápidos torrentes que incomoden à los
ganados: con mansedumbre y suavidad riegan las viñas y los
campos. Tiene brazos de mar, ò rias del Occeano abundantísimas
en pescados: muchos enriquecen con el oro que extraen de las
lagunas. Solo se une con la Francia por una parte del monte
Pirineo; en todo lo restante se halla circuida de mar. Su figura
es casi quadrada, solo que por la parte del Estrecho está como
oprimida con los Pirineos. El espacio que coge de los Pirineos
se extiende à seiscientos mil pasos. Es igualmente saludable en
todas sus partes, porque el ayre no se contagia con los vapores
de los estanques ò lagunas. La favorecen unos vientos de mar que
soplan de todas partes, con el que, penetrada por todos lados, y
ventilada con el ayre terrestre, resulta singularmente sana à
sus habitantes.
Trogo Pompeyo, Historiador Latino, natural del Pais de
los Voconcios, en la Gaula Narbonense, floreció en tiempo de
Augusto así à los principios de la Era Cristiana. Justino
escribió el compendio de su historia sin mudarle el número de
los libros, ni el título de Historia Philipica. A este compendio
se atribuye la sensible pérdida de la obra principal. Desde
luego le puso el nobre de Historia Philipica, porque desde el
libro 8 hasta el 41 habla del Imperio de los Macedonios, que
debió su orígen à Felipe, Padre del gran Alexandro. De las
muchas edicciones que se conocen de esta Obra, se prefiere la de
Lipsic en el año de 1737, por J. Fede-
Desde luego el padre Mariana siguió à este Escritor en quanto à la situacion, y lo demás de este Capítulo. Plinio la pone por más hermosa que todas las demás partes de Europa. Mela le hace un elogío igual. Todos los Escritores le confiesan las mas bellas qualidades, tanto del parte del clima, tierras, &c. quanto por lo que concierne à sus naturales.
Su espíritu es por naturaleza inquieto. Muchos soldados estiman
en mas sus caballos y sus armas que su misma sangre. No celebran
con ostentoso aparato de manjares los dias festivos. No supieron
lavarse con agua caliente hasta que los prendieron de los
Romanos despues de la segunda guerra punica. En tanta multitud
de siglos no hubieron otro Capitan mas grande que Viriato, el
que por el tiempo de díez años venció à los Roma-
Estas bellas y gloriosas propiedades que describió largamente Trogo, y en compendio Justino, no brillan al parecer en el dia como en aquellos tiempos. Los Españoles son los mismos; el clima es el propio; y solo se observará alguna diferencia de parte de la mollicie y luxo que en el dia reyna, tanto en el vestir, como en lo demás que nos ha entrado por via de la civilisacion. Hechos gloriosos, fastos dignos de celebracion se han visto en este propio siglo, quizá, y sin este condicional, que merecen el bronce y el marmol, como nuestros Antecesores; y pienso que la Nacion mas rival no nos podrá disputar que somos lo mismo los Españoles de hoy, que los del tiempo de los Romanos y Cartagineses.
Parecerá impropia esta à pología en la pluma de un Español; pero me remito à la serie de acontecimientos de este propio siglo. Los callo por sabidos, y por no inclinar la pluma de modo que se atribuya à un efecto de pura pasion. Las Gazetas y demás papeles públicos de los Extrangeros son los testimonios que hallo à mi favor. Solo haciendo memoria de los Hombres Ilustres que ha conocido la Europa entera satisfará el mas escrupuloso su deseo.
Se continuará.