Número 19 Bachiller D. P. Gatell. Moralische Wochenschriften Elisabeth Hobisch Editor Magdalena Mandl Editor Sabrina Rathausky Editor Institut für Romanistik, Universität Graz 17.08.2010 o:mws-109-725 Bachiller D. P. Gatell: El Argonauta español, periódico gaditano. Cádiz: Antonio Murguia 1790, 145-152 El Argonauta Español 1 19 1790 Spanien Ebene 1 Ebene 2 Ebene 3 Ebene 4 Ebene 5 Ebene 6 Allgemeine Erzählung Selbstportrait Fremdportrait Dialog Allegorisches Erzählen Traumerzählung Fabelerzählung Satirisches Erzählen Exemplarisches Erzählen Utopische Erzählung Metatextualität Zitat/Motto Leserbrief 17.08.2010 Graz, Austria Spanish; Castilian Costumbres Sitten und Bräuche Manners and Customs Mœurs et coutumes Costumi Crítica de la Nobleza Adelskritik Critics on Nobility Critique de la noblesse Critica della Nobilità Educación y Formación Erziehung und Bildung Education and Formation Éducation et formation Educazione e Formazione Spain -4.0,40.0

N. 19

Ridiculum acri dulcius.

El Argonauta, que por lo que tiene de Argos está siempre atento como con cien ojos, ha observado que los criados, criadas y oficiales de oficios y artes circulan como los caxilones de noria, y por lo general, hacen poca mansion en las casas. Ya él habia dias que estaba tocando este abuso. Ayer se puso á meditar en qué consistiría tan poca subsistencia de parte de los Amos y Maestros en sufrir à sus domésticos, y de parte de estos lo poco que se paran en decir: Busque Vm. quien le sirva. Despues de haberse tomado vários calentones de cabeza, no le fué posible dár con el quid. Para ello se resolvió consultarlo con estos, y con los oficiales y criadas. Se le vino á la mano un amo despidiendo à un sirviente: díxole éste: Señor Argonauta, ¿creerá Vm. que en este mes he mudado seis criados? Al oir esto se le vino la miel à la boca, y preguntó inmediatamente quál era la causa. Respondió aquel: Amigo, por más que uno piensa en darles gusto, jamàs están contentos. Todo es pedir gollerías: ninguno está contento con lo que acá se come, ni vale el darle el salario adelantado. Déles Vm. estár sentadas, salir à la calle, y si lo hubiéramos de decir todo, permitirles que entre en casa el Señor Fondon su entretenimiento, mas que sea con el titulo de primo. Con esto, ¿cómo quiere Vm. que mi muger y yo podámos tolerarlos? Oiga Vm. lo peor es, que si encuentran alguna cosa mal puesta la suelen aco-modar, ò darle destino. No, no, Señor Bachiller, no se puede tolerar.

Vamos allá, dixo, ya hemos encontrado con una de las fuentes de donde dimana la poca subsistencia de los sirvientes. Salióse para otra derrota, y no bien habría andado quarenta pasos, quando le suspendieron las voces de una tienda de un Artesano. Como deseoso de imponerse en lo expresado, se detuvo en la inmediata para oir, è informarse del objeto de aquellos gritos. Decíale el Maestro al Oficial: Hombre, buena es, ahora que Vm. me vé mas ahogado se anda tres dias paseando sin acordarse de la tienda. Es cierto ¿que yo no he de tener facultades para divertirme? Pues no, Señor, si Vm. no estuviere contento, por aquí se vá à la calle. Buena desvergüenza, la culpa la tengo yo de suplirles à Vms. Dinero, y no despedirlos à la primera que me hagan. Pues no Señor . . . . .  Ea, que ya el Argonauta vá descubriendo la causa de la movilidad y poca constancia de los Amos en sufrir las incomodidades de los criados, y de los maestros las de sus Oficiales. Con esto tenemos, que unos y otros necesitan de algun consegillo, aunque sean de Salomón. Para lo que toca à los Señores Amos, vaya este cuentecillo, que desde luego puede servirles de guia en lo sucesivo.

Habia un Oidor en México, que por no mudar de criado, les cambiaba los nombres: por exemplo, se llamaba Pedro, à los ocho dias poco mas ò menos le daba el nombre de Juan: y luego despues Safronio, &c. De los vários amigos que entraban con familiaridad en su casa observó uno esta mutacion de nombres, y movido de la curiosidad le preguntó, ¿Que en qué consistía que en menos de tres semanas habia bautizado tres veces à su criado? Respondió el Señor Oidor lo siguiente: Diez años hace que estoy en México; en cinco años mudaría como quinientos criados, y por último hallé que todos eran unos, è iguales con corta diferencia en todas circunstancias. Visto esto, dixe para mí mismo, ¿à qué me canso en mudar todos los dias de sirvientes, sin lo-grar mudar de condiciones? mejor será que me mantenga con el primero que venga. En efecto, me resolví à ella. A los pocos dias ya fué forzoso desprenderme de toda la iracible para no despacharle, y tomé el partido de llamarle y decirle: Oyes, Pedro, hasta aquí te has llamado Pedro: cuidado que en adelante te has de llamar Juan.

Cometió otro defectillo primo hermano de à quella de cortar un mecatillo, y fué preciso contentarme con bautizarle con el de Safronio, y asi seguiré cambiándole nombres hasta que agote todo el Diccionario de Moreri. Con esto logro dos cosas; la primera, conocer à fondo las propiedades de mi criado, y la segunda hacerle que se acomode à mi condicion, que no es de las mas suaves. ¿No es verdad, que este es el verdadero medio para que subsistan los criados en las casas?

Qué dice Vm. Señor Argonauta, si hay sirviente que no es capaz que le sufra el mismo Job.

Para eso, en hallando uno mediano, soportarle algunos defectillos, y si es menester acudir à la receta del Oidor.

En quanto à los Señores Amos con sus Oficiales, si estos se dán la mano con los antecedentes en un todo y por todo, aguantarlos mientras no se hallen otros que sean mas racionales: y es menester que adviertan, que los Oficiales son hombres como los demás, y que unos à otros debemos tolerarnos mutuamente, pues que por nuestra desgracia vivimos todos llenos de defectos.

El buen modo y la buena paga son dos atractivos, que si los gastasen muchos Señores Maestros, tendrían Oficiales perpetuos.

Mientras hay mucho trabajo, mientras se vén cargados de obra procuran gastar buen humor con los que les dán el producto; quando decae la fatiga, ya se buscan pretextos para obligarles à irse; vuelve la urgencia, venga Maria.

No, Señores mios, no es esta la conducta que debe observarse.

Al Oficial inutil, ò que no desempeña su obliga-cion, ò que tenga algun vicio, no admitirle, ni por el pretexto de mucho trabajo, y conservar à los buenos, y aun à los medianos, como sean aplicados y hombres de bien.

Asimismo los Oficiales que dán con Maestros de conducta, que les pagan con puntualidad, es preciso que procuren complacer à sus Maestros, mayormente quando ocurre algun empeño. Para estos casos deben quitarse el sueño à fin de que éste dé salida à su trabajo.

Interin Amos y Criados, Maestros y Oficiales no se suplan recíprocamente, siempre, siempre se verá ese giro y poca permanencia. Muchos de los defectos de los Oficiales, y aun de los Sirvientes, dependen del poco zelo de los Amos y Maestros.

Desde los principios se enseñan à que sepan tolerar, y cumplir.

El que no guste de que los domésticos le roben, viva vigilante, y guarde las cosas. La ocasion hace al ladron: quitando esta se quitará el efecto. Por cierto que no vendrían sino muy de molde unas constituciones relativas à las obligaciones de unos con otros,

¿Para qué, Señor Bachiller? En otros países no se experimenta esta peste, y no son necesarias constituciones.

Pues véanse mas à fondo los principios de donde emana esta plaga Gaditana, y venga el remedio, porque el Bachiller confiesa que no alcanza mas.

Compendio De la historia antigua de España, por justino.

Trogo Pompeyo, que floreció en el bello siglo de Augusto, escribió la historia antigua hasta su tiempo. Justino deduxo de ella un compendio, cuyo último libro sólo trata de España. Vivo persuadido que el Señor Público recibirá este corto trabajo de traducirla al Castellano con el à precio que ha merecido siempre su Original.

Capitulo I. Hispaniae nomem, &c. Nombres de España, situacion, fertilidad, ganados, límites, figura y salubridad.

Los antiguos la llamaron Iberia, del Rio Ebro, y despues de Hispano la conocieron con el nombre de España.

Está situada entre el Africa y la Francia, y se halla encerrada por los montes Pirineos, y por el Estrecho de Gibraltar, ú Occeano, como le llama Justino.

Aunque es menor que ambos Paises, es mucho mas fertil, porque ni se halla tostada por los violentos rayos del Sol como el Africa, ni se vé molestada de los vientos fuertes como la Francia, pues goza de un temple medio entre una y otra. De aí resulta que, disfrutando por una parte de un calor templado, y por otra, de unos ayres puros y suaves, es fecunda en todo género de frutos, de modo que su abundancia no solo suple las exîgencias de sus habitantes, sino que tambien suple à la Italia, y la misma ciudad de Roma. Por consiguien-te, no solo produce mucho trigo, sino tambien vinos, mieles, y aceytes. Además del fierro, que es muy abundante, produce numerosas Yeguadas. Si se deben alabar sumamente las tierras buenas, mucho mas las riquezas de los preciosos metales. Ya las cosechas de lino, cáñamo y esparto son crecidísimas, de suerte que tierra alguna es mas feraz.

No se hallan en ella rápidos torrentes que incomoden à los ganados: con mansedumbre y suavidad riegan las viñas y los campos. Tiene brazos de mar, ò rias del Occeano abundantísimas en pescados: muchos enriquecen con el oro que extraen de las lagunas. Solo se une con la Francia por una parte del monte Pirineo; en todo lo restante se halla circuida de mar. Su figura es casi quadrada, solo que por la parte del Estrecho está como oprimida con los Pirineos. El espacio que coge de los Pirineos se extiende à seiscientos mil pasos. Es igualmente saludable en todas sus partes, porque el ayre no se contagia con los vapores de los estanques ò lagunas. La favorecen unos vientos de mar que soplan de todas partes, con el que, penetrada por todos lados, y ventilada con el ayre terrestre, resulta singularmente sana à sus habitantes.

Nota.

Trogo Pompeyo, Historiador Latino, natural del Pais de los Voconcios, en la Gaula Narbonense, floreció en tiempo de Augusto así à los principios de la Era Cristiana. Justino escribió el compendio de su historia sin mudarle el número de los libros, ni el título de Historia Philipica. A este compendio se atribuye la sensible pérdida de la obra principal. Desde luego le puso el nobre de Historia Philipica, porque desde el libro 8 hasta el 41 habla del Imperio de los Macedonios, que debió su orígen à Felipe, Padre del gran Alexandro. De las muchas edicciones que se conocen de esta Obra, se prefiere la de Lipsic en el año de 1737, por J. Fede-rico Fischero, sugeto versado en todo género de doctrina.

Desde luego el padre Mariana siguió à este Escritor en quanto à la situacion, y lo demás de este Capítulo. Plinio la pone por más hermosa que todas las demás partes de Europa. Mela le hace un elogío igual. Todos los Escritores le confiesan las mas bellas qualidades, tanto del parte del clima, tierras, &c. quanto por lo que concierne à sus naturales.

Capitulo II. Hispanorum mores, &c. Costumbres de los Españoles, viriato su primer Capitan.

Los Españoles tienen el cuerpo dispuesto al trabajo y la hambre, y el ánimo à la muerte. Gozan de una parsimonia constante y cerrada. Prefieren la guerra al ocio: si no se presenta enemigo extraño, le buscan en su propio Pais. Muchas ocasiones prefieren sufrir la muerte antes que revelar el secreto, de modo que es mayor el cuidado que tienen de la taciturnidad, que el de su propia vida. Se celebra el sufrimiento de aquel Criado que en la guerra púnica, como en venganza de su Señor, se reía en medio de los tormentos, y manifestaba tanta alegría, que con su serenidad alegre venció la crueldad de los mismos que le atormentaban.

Su espíritu es por naturaleza inquieto. Muchos soldados estiman en mas sus caballos y sus armas que su misma sangre. No celebran con ostentoso aparato de manjares los dias festivos. No supieron lavarse con agua caliente hasta que los prendieron de los Romanos despues de la segunda guerra punica. En tanta multitud de siglos no hubieron otro Capitan mas grande que Viriato, el que por el tiempo de díez años venció à los Roma-nos con várias batallas, y à quien siguieron, no por eleccion de los Pueblos, sino porque era perito, y sabía con la precaucion libertarlos de los peligros. Fué tanto su valor y continencia, que habiendo vencido muchas veces à los exércitos Consulares, con tantas, y con tan gloriosas hazañas como hizo, jamás mudò de armas, de vestido, ni de comida, sino que se mantuvo con el propio vestido con que comenzó la guerra: de tal manera, que qualesquiera soldado parecía mas rico que el mismo Emperador.

Nota.

Estas bellas y gloriosas propiedades que describió largamente Trogo, y en compendio Justino, no brillan al parecer en el dia como en aquellos tiempos. Los Españoles son los mismos; el clima es el propio; y solo se observará alguna diferencia de parte de la mollicie y luxo que en el dia reyna, tanto en el vestir, como en lo demás que nos ha entrado por via de la civilisacion. Hechos gloriosos, fastos dignos de celebracion se han visto en este propio siglo, quizá, y sin este condicional, que merecen el bronce y el marmol, como nuestros Antecesores; y pienso que la Nacion mas rival no nos podrá disputar que somos lo mismo los Españoles de hoy, que los del tiempo de los Romanos y Cartagineses.

Parecerá impropia esta à pología en la pluma de un Español; pero me remito à la serie de acontecimientos de este propio siglo. Los callo por sabidos, y por no inclinar la pluma de modo que se atribuya à un efecto de pura pasion. Las Gazetas y demás papeles públicos de los Extrangeros son los testimonios que hallo à mi favor. Solo haciendo memoria de los Hombres Ilustres que ha conocido la Europa entera satisfará el mas escrupuloso su deseo.

Se continuará.

1-19 N. 19 Ridiculum acri dulcius. El Argonauta, que por lo que tiene de Argos está siempre atento como con cien ojos, ha observado que los criados, criadas y oficiales de oficios y artes circulan como los caxilones de noria, y por lo general, hacen poca mansion en las casas. Ya él habia dias que estaba tocando este abuso. Ayer se puso á meditar en qué consistiría tan poca subsistencia de parte de los Amos y Maestros en sufrir à sus domésticos, y de parte de estos lo poco que se paran en decir: Busque Vm. quien le sirva. Despues de haberse tomado vários calentones de cabeza, no le fué posible dár con el quid. Para ello se resolvió consultarlo con estos, y con los oficiales y criadas. Se le vino á la mano un amo despidiendo à un sirviente: díxole éste: Señor Argonauta, ¿creerá Vm. que en este mes he mudado seis criados? Al oir esto se le vino la miel à la boca, y preguntó inmediatamente quál era la causa. Respondió aquel: Amigo, por más que uno piensa en darles gusto, jamàs están contentos. Todo es pedir gollerías: ninguno está contento con lo que acá se come, ni vale el darle el salario adelantado. Déles Vm. estár sentadas, salir à la calle, y si lo hubiéramos de decir todo, permitirles que entre en casa el Señor Fondon su entretenimiento, mas que sea con el titulo de primo. Con esto, ¿cómo quiere Vm. que mi muger y yo podámos tolerarlos? Oiga Vm. lo peor es, que si encuentran alguna cosa mal puesta la suelen aco-modar, ò darle destino. No, no, Señor Bachiller, no se puede tolerar. Vamos allá, dixo, ya hemos encontrado con una de las fuentes de donde dimana la poca subsistencia de los sirvientes. Salióse para otra derrota, y no bien habría andado quarenta pasos, quando le suspendieron las voces de una tienda de un Artesano. Como deseoso de imponerse en lo expresado, se detuvo en la inmediata para oir, è informarse del objeto de aquellos gritos. Decíale el Maestro al Oficial: Hombre, buena es, ahora que Vm. me vé mas ahogado se anda tres dias paseando sin acordarse de la tienda. Es cierto ¿que yo no he de tener facultades para divertirme? Pues no, Señor, si Vm. no estuviere contento, por aquí se vá à la calle. Buena desvergüenza, la culpa la tengo yo de suplirles à Vms. Dinero, y no despedirlos à la primera que me hagan. Pues no Señor . . . . .  Ea, que ya el Argonauta vá descubriendo la causa de la movilidad y poca constancia de los Amos en sufrir las incomodidades de los criados, y de los maestros las de sus Oficiales. Con esto tenemos, que unos y otros necesitan de algun consegillo, aunque sean de Salomón. Para lo que toca à los Señores Amos, vaya este cuentecillo, que desde luego puede servirles de guia en lo sucesivo. Habia un Oidor en México, que por no mudar de criado, les cambiaba los nombres: por exemplo, se llamaba Pedro, à los ocho dias poco mas ò menos le daba el nombre de Juan: y luego despues Safronio, &c. De los vários amigos que entraban con familiaridad en su casa observó uno esta mutacion de nombres, y movido de la curiosidad le preguntó, ¿Que en qué consistía que en menos de tres semanas habia bautizado tres veces à su criado? Respondió el Señor Oidor lo siguiente: Diez años hace que estoy en México; en cinco años mudaría como quinientos criados, y por último hallé que todos eran unos, è iguales con corta diferencia en todas circunstancias. Visto esto, dixe para mí mismo, ¿à qué me canso en mudar todos los dias de sirvientes, sin lo-grar mudar de condiciones? mejor será que me mantenga con el primero que venga. En efecto, me resolví à ella. A los pocos dias ya fué forzoso desprenderme de toda la iracible para no despacharle, y tomé el partido de llamarle y decirle: Oyes, Pedro, hasta aquí te has llamado Pedro: cuidado que en adelante te has de llamar Juan. Cometió otro defectillo primo hermano de à quella de cortar un mecatillo, y fué preciso contentarme con bautizarle con el de Safronio, y asi seguiré cambiándole nombres hasta que agote todo el Diccionario de Moreri. Con esto logro dos cosas; la primera, conocer à fondo las propiedades de mi criado, y la segunda hacerle que se acomode à mi condicion, que no es de las mas suaves. ¿No es verdad, que este es el verdadero medio para que subsistan los criados en las casas? Qué dice Vm. Señor Argonauta, si hay sirviente que no es capaz que le sufra el mismo Job. Para eso, en hallando uno mediano, soportarle algunos defectillos, y si es menester acudir à la receta del Oidor. En quanto à los Señores Amos con sus Oficiales, si estos se dán la mano con los antecedentes en un todo y por todo, aguantarlos mientras no se hallen otros que sean mas racionales: y es menester que adviertan, que los Oficiales son hombres como los demás, y que unos à otros debemos tolerarnos mutuamente, pues que por nuestra desgracia vivimos todos llenos de defectos. El buen modo y la buena paga son dos atractivos, que si los gastasen muchos Señores Maestros, tendrían Oficiales perpetuos. Mientras hay mucho trabajo, mientras se vén cargados de obra procuran gastar buen humor con los que les dán el producto; quando decae la fatiga, ya se buscan pretextos para obligarles à irse; vuelve la urgencia, venga Maria. No, Señores mios, no es esta la conducta que debe observarse. Al Oficial inutil, ò que no desempeña su obliga-cion, ò que tenga algun vicio, no admitirle, ni por el pretexto de mucho trabajo, y conservar à los buenos, y aun à los medianos, como sean aplicados y hombres de bien. Asimismo los Oficiales que dán con Maestros de conducta, que les pagan con puntualidad, es preciso que procuren complacer à sus Maestros, mayormente quando ocurre algun empeño. Para estos casos deben quitarse el sueño à fin de que éste dé salida à su trabajo. Interin Amos y Criados, Maestros y Oficiales no se suplan recíprocamente, siempre, siempre se verá ese giro y poca permanencia. Muchos de los defectos de los Oficiales, y aun de los Sirvientes, dependen del poco zelo de los Amos y Maestros. Desde los principios se enseñan à que sepan tolerar, y cumplir. El que no guste de que los domésticos le roben, viva vigilante, y guarde las cosas. La ocasion hace al ladron: quitando esta se quitará el efecto. Por cierto que no vendrían sino muy de molde unas constituciones relativas à las obligaciones de unos con otros, ¿Para qué, Señor Bachiller? En otros países no se experimenta esta peste, y no son necesarias constituciones. Pues véanse mas à fondo los principios de donde emana esta plaga Gaditana, y venga el remedio, porque el Bachiller confiesa que no alcanza mas. Compendio De la historia antigua de España, por justino. Trogo Pompeyo, que floreció en el bello siglo de Augusto, escribió la historia antigua hasta su tiempo. Justino deduxo de ella un compendio, cuyo último libro sólo trata de España. Vivo persuadido que el Señor Público recibirá este corto trabajo de traducirla al Castellano con el à precio que ha merecido siempre su Original. Capitulo I. Hispaniae nomem, &c. Nombres de España, situacion, fertilidad, ganados, límites, figura y salubridad. Los antiguos la llamaron Iberia, del Rio Ebro, y despues de Hispano la conocieron con el nombre de España. Está situada entre el Africa y la Francia, y se halla encerrada por los montes Pirineos, y por el Estrecho de Gibraltar, ú Occeano, como le llama Justino. Aunque es menor que ambos Paises, es mucho mas fertil, porque ni se halla tostada por los violentos rayos del Sol como el Africa, ni se vé molestada de los vientos fuertes como la Francia, pues goza de un temple medio entre una y otra. De aí resulta que, disfrutando por una parte de un calor templado, y por otra, de unos ayres puros y suaves, es fecunda en todo género de frutos, de modo que su abundancia no solo suple las exîgencias de sus habitantes, sino que tambien suple à la Italia, y la misma ciudad de Roma. Por consiguien-te, no solo produce mucho trigo, sino tambien vinos, mieles, y aceytes. Además del fierro, que es muy abundante, produce numerosas Yeguadas. Si se deben alabar sumamente las tierras buenas, mucho mas las riquezas de los preciosos metales. Ya las cosechas de lino, cáñamo y esparto son crecidísimas, de suerte que tierra alguna es mas feraz. No se hallan en ella rápidos torrentes que incomoden à los ganados: con mansedumbre y suavidad riegan las viñas y los campos. Tiene brazos de mar, ò rias del Occeano abundantísimas en pescados: muchos enriquecen con el oro que extraen de las lagunas. Solo se une con la Francia por una parte del monte Pirineo; en todo lo restante se halla circuida de mar. Su figura es casi quadrada, solo que por la parte del Estrecho está como oprimida con los Pirineos. El espacio que coge de los Pirineos se extiende à seiscientos mil pasos. Es igualmente saludable en todas sus partes, porque el ayre no se contagia con los vapores de los estanques ò lagunas. La favorecen unos vientos de mar que soplan de todas partes, con el que, penetrada por todos lados, y ventilada con el ayre terrestre, resulta singularmente sana à sus habitantes. Nota. Trogo Pompeyo, Historiador Latino, natural del Pais de los Voconcios, en la Gaula Narbonense, floreció en tiempo de Augusto así à los principios de la Era Cristiana. Justino escribió el compendio de su historia sin mudarle el número de los libros, ni el título de Historia Philipica. A este compendio se atribuye la sensible pérdida de la obra principal. Desde luego le puso el nobre de Historia Philipica, porque desde el libro 8 hasta el 41 habla del Imperio de los Macedonios, que debió su orígen à Felipe, Padre del gran Alexandro. De las muchas edicciones que se conocen de esta Obra, se prefiere la de Lipsic en el año de 1737, por J. Fede-rico Fischero, sugeto versado en todo género de doctrina. Desde luego el padre Mariana siguió à este Escritor en quanto à la situacion, y lo demás de este Capítulo. Plinio la pone por más hermosa que todas las demás partes de Europa. Mela le hace un elogío igual. Todos los Escritores le confiesan las mas bellas qualidades, tanto del parte del clima, tierras, &c. quanto por lo que concierne à sus naturales. Capitulo II. Hispanorum mores, &c. Costumbres de los Españoles, viriato su primer Capitan. Los Españoles tienen el cuerpo dispuesto al trabajo y la hambre, y el ánimo à la muerte. Gozan de una parsimonia constante y cerrada. Prefieren la guerra al ocio: si no se presenta enemigo extraño, le buscan en su propio Pais. Muchas ocasiones prefieren sufrir la muerte antes que revelar el secreto, de modo que es mayor el cuidado que tienen de la taciturnidad, que el de su propia vida. Se celebra el sufrimiento de aquel Criado que en la guerra púnica, como en venganza de su Señor, se reía en medio de los tormentos, y manifestaba tanta alegría, que con su serenidad alegre venció la crueldad de los mismos que le atormentaban. Su espíritu es por naturaleza inquieto. Muchos soldados estiman en mas sus caballos y sus armas que su misma sangre. No celebran con ostentoso aparato de manjares los dias festivos. No supieron lavarse con agua caliente hasta que los prendieron de los Romanos despues de la segunda guerra punica. En tanta multitud de siglos no hubieron otro Capitan mas grande que Viriato, el que por el tiempo de díez años venció à los Roma-nos con várias batallas, y à quien siguieron, no por eleccion de los Pueblos, sino porque era perito, y sabía con la precaucion libertarlos de los peligros. Fué tanto su valor y continencia, que habiendo vencido muchas veces à los exércitos Consulares, con tantas, y con tan gloriosas hazañas como hizo, jamás mudò de armas, de vestido, ni de comida, sino que se mantuvo con el propio vestido con que comenzó la guerra: de tal manera, que qualesquiera soldado parecía mas rico que el mismo Emperador. Nota. Estas bellas y gloriosas propiedades que describió largamente Trogo, y en compendio Justino, no brillan al parecer en el dia como en aquellos tiempos. Los Españoles son los mismos; el clima es el propio; y solo se observará alguna diferencia de parte de la mollicie y luxo que en el dia reyna, tanto en el vestir, como en lo demás que nos ha entrado por via de la civilisacion. Hechos gloriosos, fastos dignos de celebracion se han visto en este propio siglo, quizá, y sin este condicional, que merecen el bronce y el marmol, como nuestros Antecesores; y pienso que la Nacion mas rival no nos podrá disputar que somos lo mismo los Españoles de hoy, que los del tiempo de los Romanos y Cartagineses. Parecerá impropia esta à pología en la pluma de un Español; pero me remito à la serie de acontecimientos de este propio siglo. Los callo por sabidos, y por no inclinar la pluma de modo que se atribuya à un efecto de pura pasion. Las Gazetas y demás papeles públicos de los Extrangeros son los testimonios que hallo à mi favor. Solo haciendo memoria de los Hombres Ilustres que ha conocido la Europa entera satisfará el mas escrupuloso su deseo. Se continuará.