Delicias, y determinè irme allà, porque me hallaba muy propenso à estàr solo. Lo adivinè cabalmente; pues lleguè à un parage del Passéo, donde no encontrè sino un hombre, cuyos ademanes fijaron mi atencion. Era algo macilento; pero no de mal color: hablaba solo, y llevaba suc-
Sydenham, Medico Inglès, sobre las Calenturas, padecì mucho tiempo una calentura lenta, con lo que me determinè à estudiar varios Autores, que han escrito sobre la ptisis, y experimentè un insulto de consumpcion, que durò, Sanctorio sobre la insensible transpiracion, cuyo méthodo, y reglas hice animo de seguir, despues de haverlas extractado con sumo cuidado. Todos saben, que este Sabio para executar mejor los
Despues de mandar hacer una de estas Sillas, la cogì tanto cariño, que, sin moverme de ella, estudiaba, comia, bebia, y dormia: de modo, que puedo assegurar sin ponderacion haver vivido tres años puesto en una balanza. Segun mis cálculos, he averiguado, que quando estoy bueno, peso doscientas libras, pierdo una en un dia de ayuno, y
La dosis de mi sueño es una noche con otra de un quarteron, con diferencia de algunos granos mas, ò menos; y si al despertarme conozco, que no he perdìdo esta cantidad, procúro perderla sentado en mi Silla. Segun el cómputo puntual, que he hecho del peso, que he perdído, ò ganado el año passado, hállo, que ha llegado à doscientas libras; de modo, que, à mi entender, no ha disminuído mi salud en este espacio de tiempo, sino de una onza à lo mas. Sin embargo del cuidado, con que procúro mantener mi cuerpo en equilibrio,
Este papèl, ò Carta me trahe à la memoria un epitafio Italiano, puesto sobre la tumba de un Valetudinario, al qual hacen decir estas palabras: Yo estaba bueno, y por haver querido estár mejor, estoy ahora aqui: Stavo ben, ma’ per star meglio, sto’ qui. El temor de la muerte suele ser mortal, y nos precisa algunas veces à tomar providencias, que nos quitan la vida, que deseamos conservar. Algunos Historiadores han reparado, que muere mas gente en las reti-
No porque yo censure à los que tienen un cuidado legitimo de su salud, antes al contrario conviene mirar por ella; porque la alegria del animo, y del desvelo en los negocios dependen en gran parte de una constitucion buena, y robusta. Pero este cuidado, à que nos obligan la razon, y el instinto, no debe llegar hasta darnos temors quimericos, accessos de melancolía, ni males imaginarios, à lo que está siempre expuesto aquel que piensa mas en conservar su vida, que en arreglar sus costumbres. En suma, el buen uso de la vida es lo que merece mas nuestra atencion; el cuidado de conservarla viene despues. Quien se arrimáre con firmeza à esta maxima, es-
“Havrá unos quince dias, que lleguè à esta Corte con Cartas de recomendacion para un pariente mio, que reside en ella, que con varios fines ha procurado introducirme en algunas casas, que èl frequenta. Voy à las unas, porque assi lo piden mis pretensiones, y à las otras, porque en ellas se juntan por la noche algunos ociosos, que despues de haver empleado la mitad del dia en recoger noticias en todos los barrios de la Ciudad, lo ván à lucir noctambulos los Pensamientos de Vm., de los quales hablan algunas veces en un estilo lleno de formulas desapiadadas. No se contentan con disparar rayos de reprobacion desde la esfera de su critica (assi se explican algunos de ellos) sobre los Pensamientos, que ván saliendo; sino que con motivo del ultimo abofetean la memoria (assi hablan otros) de todos sus antepassados. Es verdad, que no le faltan à Vm. partidarios en este Areopago; pero son pocos, aunque es tambien verdad, que son los unicos hombres de entendimiento, de que se compone. El Pensamiento, que les ha dado mas lugar de manifestar el afecto, que le professan à Vm. es aquel, en que Vm. habla de las Londres, ò de aquellos Países Estrangeros, donde suelen juntarse sugetos de todas classes, y estados en lo que llaman Caffees. Confessemos, Señor Pensador, que los hombres preocupados dicen muchos disparates. ¡Cómo no hay Tertulias en Madrid! Quando yo, Provincial rudo, è inculto, conozco mas de veinte desde el poco tiempo, que estoy en la Corte. ¿No hay la de los Chistosos en casa del Señor Faceto? ¿La de los Estadistas en casa del Señor Don Toribio Polytèo? ¿La de los Novelistas en casa de Don Angel Mendez? ¿La de los Discretos en casa del Señor Anquino? ¿Y otras mil, que no quiero nombrar? Como quiera, yo tuve la curiosidad de leer lo que Vm. havia dicho en el assunto, para vèr si acaso decia algo de una, que hay en mi Lugar, de la que soy individuo, aunque indigno. A ésta concurren solo sugetos, que, por no tener las facciones como muchos, y muchas deseáran tenerlas, llaman Feos; y estrañè, que Vm. no haya hablado de ella, porque es muy famosa, y digna de ser celebrada. Por mas que rabien los que niegan pravamente la existenica de las Tertulias, yo quiero que Vm. hable de la mia, porque sobre ser yo muy sino apassionado de Vm., confio de que quando el Público tuviere noticia de ella se presentarán algunos candidatos, porque hay bastantes Gran Cayro, ò en algun Reyno de lo interior del Africa.
Hermosos. Picóse con esto la vanidad de Feos; y está yà tan arraygada, que se junta muchissimo mas amenudo, que la de los susodichos hermosos, y confio de que durará tambien mucho mas, por el cuidado, con que la hemos formado, y la union, que reyna entre nosotros; porque ninguno presume tener mas derecho, que los demás, para assistir à las juntas. Nuestra hermandad se compone de un Presidente, y muchos individuos, y no dámos exclusiva à ninguna Nacion: todos los feos, y feas pueden concurrir à nuestra Tertulia, como tengan las circunstancias, de que hablan nuestros Esta-Patente de deformidad.
Para que véa Vm. con què cordura hemos determinado vengarnos de los hermosos, envío à Vm. translado de algunos articulos de nuestros Estatutos.
II. En los examenes, que se harán tocante à estas circunstancias, se atenderá particularmente à la corcoba de los Pretendientes, como à una señal caracteristica de su semejanza con el Fundador, y à todas las irregularidades de su figura.
III. Todo hombre, que tuviere la fortuna de tener una narìz extraordinaria, assi en lo largo, como en lo gruesso, podrá pretender con razon el ser admitido.
IV. Finalmente, quando huviere varios Pretendientes, se deberá dár la preferencia à el que tuviere el cutis mas gruesso, que los demás.
Todos los concurrentes à la Tertulia se hallarán en la obligacion de regalarla, la primera vez que concurrieren, con un plato de migas, y un Panegyrico en alabanza de Esopo, cuyo retrato à lo natural, con sus proporciones, ò desproporciones, está colgado en la sala donde nos juntamos. Y ha resuelto la Tertulia comprar, luego que sus fondos lo consientan, los bustos que re-
Todos los Tertuliantes han sido siempre tan apassionados de las Señoras, que están dispuestos à animar à las que quisieren concurrir, aunque hasta ahora pocas han hecho esta pretension, sino por casualidades impensadas. Nuestro Presidente, muy obsequiador del sexo, me enseñò ultimamente dos Poemas, escritos por uno de los Tertuliantes: el uno es una Oda dirigida à una Tia, dandola la enhorabuena por haversele caìdo seis muelas; y el otro es un Panegyrico à la espalda izquierda de Doña N. Me participò al mismo tiempo, como mi Señora Doña Mascarilla se ha vuel-Mascaras: assi nos llama à los de la Tertulia. Assegura, que su salud logra nuevos grados de ro-
Antonia, y Doña Cecilia: la primera es una de las caras mas hermosas, que tiene España; pero la otra no tiene cosa particular, que se lleve la atencion. Su buena, y mala fortuna parece estriba unicamente en esta cirunstancia exterior. Antonia, que desde la cuna ha oído celebrar continuamente sus facciones, y su tez, ha quedado como la naturaleza la ha hecho; esto es, un objeto muy agradable à la vista. Con la gran noticia, que tiene de su hermosura, se ha vuelto tan soberbia, è insolente, que nadie la puede aguantar; pero Cecilia, que yá havia llegado à los veinte años de su edad, sin que nadie le huviesse he-Cecilia ganaba raras veces su pleyto: quando le sucedia el tener algo que disputar con su hermana, no se hacia caso de sus razones, por mas que se las inspirasse un juicio muy sólido. Todo lo contrario sucedia con Antonia: la escuchaban con agrado; y con la voz, y el gesto se aprobaba quanto decia, aun antes que hablasse. La contrariedad entre estos dos modos de tratar á estas Señoritas, ha producido efectos muy proporcionados à sus causas. El Invierno passado un Caballero viò á Antonia en la Comedia, y al instante se enamorò de ella. Era bastante rico, y assi no le fuè dificul-Antonia, sino un mirar severo, y cortesía enfadosamente respetuosas. Cecilia al contrario, lo recibia con alegria, y con la inocente familiaridad de una hermana, con lo que el enamorado exlamaba alguna veces: ¡O, Señora Cecilia, si Vm. fuera tan hermosa como Doña Antonia! y oía esta exclamacion con la indiferencia propria de una muchacha, que no tiene mira particular. Entretanto se moria por su querida, y no hallaba consuelo sino con la amable Cecilia. Un dia, enfadado de la soberbia, y tontería de la una, y encantado del buen genio de la otra, dijo á ésta, que tenia que comunicarla una cosa, que tal vez no desmere-En verdad, Doña Cecilia, estoy enamorado de Vm. y desprecio muy de véras à su hermana. El modo con que hizo esta declaracion, diò motivo à la que la oía de reirse à carcajadas. ¡O! ¡ò! (añadiò el enamorado) bien sabìa yo, que Vm. se burlarìa de mì; pero la pedirè à su padre. Assi lo executò; y el padre, muy contento con no tener con esto otro cuidado, que de la hermosa, que discurria poder casar quado quisiesse, recibiò la propuesta del Caballero con igual alegria, que admiracion. Yo no he visto cosa mas divertida, que la conquista de Cecilia: todos sus conocidos la dàn la enhorabuena de su fortuna tan inesperada, y se burlan de la ridicula afectacion de su hermana. Si es indicio de un entendimiento corto el afligirse de algunos defectos, que profession, tan inaguantables como los hombres, que se precian de discretos.
Esta inclinacion casi general à todas las mugeres, que dimana del honrado deseo, ò de la gana de agradar, y que se funda en una reflexion, muy verdadera, de que el arte puede socorrer à la naturaleza, me ha hecho discurrir sobre los medios, que pueden hacerla útil.
2. La soberbia destruye toda symetrìa; y el agrado, y la afectacion son mas peligrosas, que las viruelas para las caras lindas.
3. Una muger no puede ser hermosa, si no es siendo incapáz de ser infiel.
4. Lo que serìa odioso en
Esto supuesto, facil es probar, que el verdadero medio de conservar, y aumentar la hermosura consiste en adornar la persona de todo lo que es proprio de la virtud, y digno de alabanza. Con esto, las mugeres, que por su hermosura pueden decir, que la naturaleza las formò con algun cariño, logran una especie de vida, que dá realce à su perfeccion. Y con esto tambien las feas, que podemos mirar como bosquejos, que la naturaleza hizo de prisa, pueden suplir lo que las falta.