A
Muy Señor mio: Si es constante
que la necessidad diò origen à las Artes, es igualmente cierto, que
el talento solo hace los Artistas; y aunque las distinciones, de que
estos gozan, dimanan de la nobleza respective de aquellas, el
ingenio fuè siempre la distincion mas apreciable en un professor.
Nada puede honrarlo, si esta circunstancia le falta, assi como las
Artes huvieran quedado en una infancia, y obscuridad eternas, à no
haverlas exercido hombres, en quienes ella se hallaba en grado
eminente. En dos palabras, quien no tiene talento nunca harà cosa de
provecho, y nada puede suplir requisito tan essencial.
Esto sirve de advertencia à muchos Escritores de todas
classes, que sin vocacion alguna se atreven à las composiciones de
mayor dificultad. El que sepan las reglas, en que se funda su
acierto, es un accessorio, que de nada sirve sin el numen, que debe
presidir à sus trabajos. Pero este numen, este antusiasmo, este
furor casi divino, necessita de algun freno, que, sin apagarle, lo
contenga en los limites de la razon. Con esta mira se formaron las
reglas, que no son otra cosa, que observaciones hechas por hombres
de un gusto seguro, y delicado, sobre las Obras de los primeros
Artistas, cuya fama, bien merecida, durarà eterna, por la felicidad,
con que siguiendo astutos à la naturaleza, alcanzaron la perfeccion,
que en todo lo que sale de las manos de los hombres no
se distingue de la naturalidad.
Estas reflexiones generales deben aplicarse, sin restriccion alguna,
à la Poesìa theatral, cuyo artificio, segun ofrecì à Vm. tocarè
ligeramente en esta Carta, ciñendome, como lo tengo dicho varias
veces, à la Tragedia, y à la Comedia. Como estos dos Dramas se
proponen un mismo fin, aunque se distinguen por su objeto, es
evidente que debe haver algunos preceptos, que convengan à los dos,
y otros, que sean particulares à cada uno. Esto mismo me prescribe
el orden à que debo arreglarme, y pide que hable de las reglas
comunes à ambas composiciones, antes de señalar las que son
privatives de cada una.
Las leyes de la Poesìa dramatica
deben sacarse, assi como los fundamentos de su apologìa, del fin con que fuè inventada, y cultivada. Este fin fuè
siempre el de corregir nuestros vicios, y sujetar nuestras
passiones, poniendo à la vista todas las desgracias, que hacen
infelìz la vida de los hombres, quando no se paran en la falsedad de
aquellos, ò se dejan arrebatar de la torpeza de las otras. El odio,
con que nuestra corrupcion nos hace mirar à los que censuran
nuestras flaquezas, quando nos parece suave su tyranìa, inspirò à
los Poetas un modo de perseguirlas, que lejos de hacer odiosa su
censura, la hiciesse apacible, valiendose de todos los alhagos, que
cabian en la esfera de su Arte. Procuraron, pues, ocultar, ò
suavizar por lo menos, la severidad de sus reprehensiones con el
inocente engaño de una provechosa diversion. Este artificio fijò
para siempre la obligacion del Poe-ta dramatico, que
consiste en valerse del deleyte para conservar puras nuestras
costumbres, y determinò la naturaleza de toda composicion theatral,
que por lo mismo debe ser apacible, è instructiva al mismo
tiempo.
Los principios, en que se fundan las reglas comunes à la Tragedia, y
à la Comedia, son transcendentales à toda composicion, qualquiera
que sea su naturaleza: consisten en la invencion, la disposicion, y la elocucion: tres partidas, cuyo conjunto forma
el Escritor de talento; pero no un excelente Poeta, si no cae en un
corazon capàz de sentir con viveza todas las passiones, y de hacer
hablar à cada uno en el estilo, que le es proprio: dos puntos, en
que escriba enteramente lo que llaman Numen Poetico. Es muy natural
la consequen-cia que debe sacarse de esta proposicion.
El que quisiere dedicarse à la Poesìa dramatica debe tener una
grande facilidad en la invencion, conocer el modo mas natural de
coordinar lo que inventa, y posseer el language de todos los
afectos. En dos palabras, una fantasìa muy viva, un juicio no menos
sólido, y un corazon igualmente sensible, son las prendas precisas
en los buenos Poetas dramaticos, que son tan pocos, como es grande
la incompatibilidad, que hay entre ellas.
Siendo el fin de la Poesìa theatral el que escarmentemos en exemplo
ageno, es preciso tengan sus assuntos, ò las acciones, que emprende
representar, cierto grado de verisimilitud, en que se funde la
illusion, que sirve à nuestra enseñanza. Debe, pues, el Poeta
escoger argumentos, que quepan en la es-fera de lo
verisimil: sin esto seràn sus Dramas cuerpos sin alma, y del mismo
carácter de los cuentos, con que suelen las viejas entretener su
ociosidad alrededor de un brasero. Una vez escogido el argumento, se
levanta el edificio del Dama, texiendolo con ciertos lances, que
puedan encadenarse con èl. Estos lances se llaman episodios; y pide
tanta destreza su eleccion, y el modo de pegarlos à la accion, que
de esto depende totalmente el buen exito de una Obra Dramatica, y
sirve de regla à los Criticos, quando quieren cotejar dos Autores,
que han trabajado sobre un mismo argumento. Algunas palabras del
Pinciano daràn mas á entender què cosa sea episodio “el qual es todo
lo demàs, que no es argumetno. Episodio es un emplasto, que se pega,
y despega al argumento, sin quedar pegado à algo
del . . . . . el buen episodio se añade à la fabula, y se puede
quitar, quedando ella entera en su proprio, y essencial sentido; y
se puede añadir otro, y otros, segun que al Autor diere gusto.”
No basta el que el argumento sea verisimil: debe ademàs ser uno;
quiero decir, que en un Drama no debe representarse mas de una
accion, à fin de que dividido en muchas el interès, no sea menos
viva la impression, que el Drama debe hacer en los oyentes, que
siempre quedaràn mas commovidos, si fuere uno solo el objeto de su
atencion. Los Poetas, que no quieren hacerse cargo de esta regla, no
conocen ni el corazon humano, ni su propria gloria. Qualquiera de
ellos, por mas despreciable que sea, podrà hablar tres horas sobre
va-rios assuntos; pero el que cuide del acierto, y
de su fama, conocerà, que el merito consiste en texer con
naturalidad un argumento solo, y en darle la extencion precisa; assi
como luce mas el que habla con propriedad una hora sobre un mismo
assunto, que el que en el mismo espacio de tiempo tocáre muchos
puntos distintos.
La razon, en que se funda la unidad de accion, manda tambien, que los
episodios, aunque dependen del alvedrio del Poeta, tengan analogìa
con el argumento. Una composicion theatral, que pecáre contra este
precepto, serà una monstruosidad, que confundirà al oyente, que
deberà forzosamente olvidarse de la accion principal, por haverla
associado el Autor con lances, que no tienen relacion alguna con
ella.
Los Maestros del Arte llaman Fabula la coordinacion del
argumento con los episodios; y la Fabula tiene tambien preceptos, à
que debe estàr arreglada. Claro està desde luego, que su duracion
debe ceñirse à ciertos limites, y que serà inverisimil toda Fabula,
que en el espacio de tres horas, que suele durar su representacion,
nos pusiere delante de los ojos sucessos acaecidos en muchos dias.
¿Què seràn, pues, aquellas, que abrazan hasta centenares de siglos?
Pero esta misma Fabula, aunque no se suponga durar mas de tres,
seis, ò veinte y quarto horas à lo mas, debe estàr cabal, y
representar entera la accion. Callo la razon de este precepto,
porque es tan natural, que no necessita el apoyo del discurso.
Si la accion debe ser una: si son tan estrechos los limites de la extension de la Fabula, què necessidad habrà para
variar los lugares de la scena? ¿Què efecto puede producir un Drama,
cuya accion fuere, como debe ser una, si es vario el lugar donde se
finge que ha sucedido?
Pero no es de tal naturaleza la unidad de la Fabula, que no sea
compatible con alguna variedad. Esta es precisa, y recae solamente
en los caractéres de los Personages, que el Poeta hace hablar. ¿Què
afectos puede mover una representacion, cuyos Personages en nada se
distinguen, ò se distinguen muy poco? No pueden interessar, por lo
mismo que todos interessan igualmente. El interès de estos
Personages depende del influxo, que tienen sobre la accion, que es
el objeto del Drama, y este influxo es el que debe guiar al Poeta en
la composicion de los varios papeles, sin perder nunca
de vista al Personage principal, cuyo papel debe ser siempre el mas
importante.
Es defectuosa una composicion dramatica, cuyo interès no và siempre
creciendo; porque si afloxa, corre riesgo de distraherse la atencion
del auditorio, y de perderse la doctrina, que debe sacar de la
representacion. Este punto es uno de los mas dificultosos, y fuè
siempre el escollo de los Poetas medianos. El enredo, ò maraña debe
estàr puesto de tal manera, que desde el principio de la Fabula sea
clara la exposicion del argumento; y esta exposicion, que viene à
ser lo mismo que el exordio en la Oratoria, sirve para preparer el
auditorio, à fin de que oyga con cuidado, y escuche con inteligencia
lo que se debe decir, y hacer en el cuerpo de la
composicion. Pero aunque vaya creciendo hasta el extremo la maraña,
no debe el Autor apurar tanto su caudal, que no le quede algun
camino natural, y nada violento de soltarla; porque si se vale para
esto de algun medio estraño, se perde la ilusion, por ser demasiado
sensible el artificio, ò la pobreza del Poeta.
Pero no lo he dicho aùn todo. No basta el haver escogido un argumento
verisimil, episodios convenientes, el haver construído con arte el
edificio de la Fabula, si no se mantienen siempre invariables los
caractéres, y el language de los Personages. Aqui vienen los
preceptos de la elocucion. Un Soberano no debe hablar como pudiera
un simple Ciudadano; ni éste, por baja que sea su alma, debe valerse
de las expressiones, que se usan entre la plebe. Nada
de esto es verisimil, assi como serìa contrario à la experiencia el
hacer hablar un viejo con la imprudencia de un hombre mozo, y el
poner en la boca de éste aquellas pesadas formulas, con que los
ancianos citan à cada instante los tiempos passados, ò que son
efectos de un entendimiento, que participa de la debilidad de un
cuerpo, cuyo vigor se perdiò en el curso de una larga vida.
Estas son, Señor Pensador, las reflexiones, que me havia propuesto
comunicar à Vm. sobre la Poesìa dramatica en general. En otra Carta
iràn las que son particulares á cada uno delos dos Dramas, de que he
ofrecido hablar. En éstas serè aun mas breve, porque poco me queda
que decir ahora. Concluyo con el passage de Antonio Lopez de Vega,
cuyo trasla-do yà me parece tiempo de que salga à
luz.
“Hierben nuestras calles en
malos Poetas; (decia mas de cien años hà Antonio Lopez de VegaVease la Obra del Autor que cito,
intitulada: Heraclito, y Democrito de nuestro siglo,
impressa en Madrid en el año de 1641. pag. 173.,
y quando la Poesìa no tuviera otra desdicha, ésta sola bastaba, si
no para infamarla, para desviar, por lo menos, à qualquiera cuerdo
de seguirla con afecto; porque Arte, à que tantos indoctos pierden
el respeto, ¿què autoridad puede tener para honrar à nadie? Y de
mezclarse entre tantos ingorantes ¿què fruto puede resultar, sino el
ser tenido por uno de ellos?
Tres son las sendas Poeticas, que hoy se siguen mas
comunmente: la Dramatica, la Lyrica; y, aunque con menos sequaces,
tambien la Heroyca. Casi todos los que vàn por ellas ignoran el
camino. El Comico (comencemos por èl) se confunde con el Tragico; y
no siendo ni uno, ni otro, no solo alterna en una misma Fabula el
coturno con el zueco; mas aun al mismo tiempo, dando su piè à cada
uno, se los calza á entrambos juntos. Llora, y rie en una misma
ocasion. A un mismo tiempo (si se cotejan las personas con el
language) es patricio, y es plebeyo. Introduce lo jocoso muchas
veces en el passo de suspension, que moviendo à risa, disminuye, y
aun desvanece el afecto, que era del intento. Hace sentir, obrar, y
hablar los Reyes, como los infimos del Pueblo; y los
infimos del Pueblo tal vez como los Reyes. Riense de los rigores del
Arte, diciendo los mas agudos, que si el caso se traza à gusto de
los oyentes, (que es el fin que se pretende) viene à importer poco
el mezclar las especies; como si el escribir à rienda suelta del
alvedrio, sin obligarse à ley alguna, siguiendo solo por Norte el
capricho proprio, mereciera alabanza, y fuera obra de grande
ingenio; ò como si el mayor artificio no fuera mas agradable à
todos, y se pudiera negar ser mas artificioso el proseguir un
argumento ingeniosa, y apaciblemente, dentro de un mismo genero,
desde el principio hasta el fin, observando sus principales
preceptos, sin deslizarse al distrito ageno. Comedias pretextatas, y
trabeatas tuvieron tambien los Ro-manos. Patricios se
introducian en las primeras, y Nobles del Orden Equestre en las
segundas. Y si bien no tan aprobadas de los perìtos, como las
Tabernarias, y Atelanas, que no admitian otros personages, que la
gente comun la una, y la mas vil, y baja de la República la otra;
bien vistas, y bien oìdas, al fin, de todos: porque cada una
guardaba constantemente sus particulares preceptos, y congruencias.
Dénse, pues, hoy enhorabuena de la misma suerte en las nuestras, tal
vez las primeras partes à personas ilustres, tal à medianas, y tal à
las infimas (aunque esto ultimo se usa menos) y démoslas à todas, en
quanto à esta calidad, por buenas. Pero siga cada especie su rumbo
particular, y ni se passe al de las otras, ni al de la Tragedia, en
que hay mayor desproporcion. Guardese, assi en la
invecion del caso, como en el estilo, la propriedad conveniente à
las personas introducidas. Sea festiva la Comedia: triste, y
perturbada siempre la Tragedia. Esto ¿por què lo ha de alterar
ninguna edad? No digo que se guarden con supersticion las antiguas
reglas (que algo se ha de permitir al gusto diverso del siglo
diferente): no que se ponga cuidado en aquellas ancianas
menudencias, cuya falta (segun el uso moderno ha observado) ni
ofende la buena disposicion, ni lo substancial de la Fabula: que no
viene hoy à importar se altere el numero de los Actos. No que el
caso se finja sucedido en uno, ò en mas dias. No que en una misma
scena concurran hablando mas de quatro, por mas que
Horacio lo repugne. Ni la omission, finalmente, de los demàs
accidents semejantes. Pero que cada Poema, en lo essencial, se
escriba segun sus particulares leyes, distinto, y no confuse con el
otro, ¿à què ingenioso, y à què cuerdo puede dejar de parecer bien?
¿Y què ofensa puede resultar del hacerlo assi al gusto del indocto?
No serà agradable el apretar las perturbaciones, y disponer la
gravedad de una Tragedia sin las indecencias, y enredos populares?
¿Y quando por la delectacion se conceda en ella algo jocoso,
ofenderà que sea por episodio, y no entre las personas principales,
destinadas à la commiseracion, ni en las ocasiones de ella? ¿Serà
molesto, y mal recibido, que la maraña de la Comedia se texa de
passos graciosos, ò por lo menos alegres? ¿Y que su
perturbacion no llegue à sangre, ni à pena, que pida la compassion
Tragica? Si se puede, pues, acertando à satisfacer à todos, ¿què
razon tendrà por sì el errar, sino el no saber?
Esto assi sumariamente en quanto á la distinction de las formas, en
que no quiero estenderme, por no parecer que me divierto à
documentos Poeticos. En quanto à lo prudencial, disposicion, y
verisimilitud de cada una, ¿què costumbre moderna puede disculpar
los monstruos, inverisimilitudes, y desatinos, que cada dia nos
hacen tragar los mas de nuestros Comicos? ¿Puede ser en esto licito
el dispensar con el Arte? ¿El muestra de ingenio el fingir lo no
contingente, ò el decir lo que no conviene, solo por dàr alguna
novela apacible, y confor-me al mal gusto de la
multitud de los ignorantes, que en nada de esto reparan? Con essos
ganan los Autores de comer, y no con los pocos, que hay entendidos
(responden ellos). ¿Y quántas veces sucede el agradar á unos, y à
otros con lo bueno? (les replico yo) ¿No lo vemos algunas? Luego
cosa es possible. Procurad, pues, conseguir el aplauso de todos con
la buena sazon, mentecatos, y no con el desacierto. Fingid con
novedad, y verisimilitude: disponed con suspension, y claridad, y
desatad sin violencia: que quando assi alguna vez no os corresponda
el buen sucesso, serà bien raro; y éste, por lo menos, es el camino
de acertar las mas. ¡Pero quán pocos le siguen! ¡Y quántas veredas
se hallan para errar! No hacen unos mas que ponernos en aquellas
Ta-blas razonamientos, y coloquios, yà desabridos,
ò impertinentes, yà cortesanos, ò argentados, sin otra invencion, ni
argumento considerable, desde la primera scena hasta la ultima.
Forman otros la maraña de casos, y accidentes inverisimiles,
pareciendoles, si se lo notamos, que satisfacen con que al examen de
la naturaleza se hallen possibles; sin acabar de reconocer esta
diferencia entre la possibilidad, y verisimilitud; ni queriendo
persuadirse à que no todo lo possible es verisimil: teniendo lo
primero tan anchos terminos, quanto es lo que cabe en el poder de la
naturaleza, ò del arte; y no siendo mas lo segundo, que lo que de
ordinario suele suceder, sino lo mismo individualmente lo que
parezca (digamoslo assi) de aquella casta; bien que
dispuesto, y sazonado de forma, que tenga alli lugar alguna novedad:
allanandose assi aquel dificil concurso de la admiracion, y
verisimilitud, cuya hermandad tanto encomiendan á los Poetas los
Maestros del Arte. Otros se arriman à historia grave; y en ella
(como aqui es mas necessaria la prudencia, que les falta) no solo
pierden el decoro à los Principes, publicando indignidades, que no
eran para expuestas á los ojos del Pueblo; mas tambien sin temor de
Dios, ni respeto à lo venerable de las Chronicas, les levantan mil
testimonios: alterandolas en lo principal del caso, que eligen, (que
es lo indisculpable en la Poetica) muy satisfechos con la razoncilla
de que no se obliga la Comedia à decir verdades; como si aquella
licencia del mentir se la huvieran dado sin límite; y
no con precepto de que no passe en lo sagrado de aquello, en que la
historia no habla, y pudo ser contingente; donde viene la ficcion à
tener lugar, sin parecer que se miente, ò se contradice à lo
escrito; y en lo profano, fuera de esto mismo, solo en los casos, y
sucessos accessories à los principales, ò en las circunstancias
menos importantes de estos, cuya alteracion no deja ofendido lo
essencial de su verdad, ni violada la autoridad substancial de la
historia; resultando de estas limitaciones el no quedar la Fabula
inverisimil; pues lo serà todas las veces, que hablando de sucessos
escritos, contradijere en lo principal (de que se tiene mas noticia,
y mas memoria) á lo comunmente recibido. Disparan otros mucho mas, que todos los referidos; y no es su Comedia otra cosa,
que una junta de impropriedades, indecencias, y passos mal avenidos:
pueril la invencion: confusa, ò vulgarissima la disposicion de la
maraña; y su nudo, aun sin haverle apretado, mas cortado, que
suelto. ¿No son todos estos disparates clara señal de que ván sus
Autores à ciegas, y se atreven á esta parte de la Poesìa, fiados
solo en la ossadìa de la ignorancia? Pues en el estilo, y en el
artificio de los versos digo yo, que lo enmiendan. Pero en esto no
hay que estrañar, que haviendo assentado, que no saben lo que
escriben, ni viene á ser novedad el vèr confundir los dos estilos,
Tragico, y Comico, de suerte, que jamás puede percibirse quál de
ellos siguen; ni admiracion tan-tos desatinos, tantas
coplas sin alma, sin razon, y aun sin inteligencia, como alli se
representan. Toda esta suficiencia, y buenas partes vienen à hacer
mas ridiculos los humos, que con vèr aplaudir alguna Comedia suya
adquiere un Comico. Yà no tiene España ingenio, que se le iguale. Yá
no hay necessidad de mas estudio, ni de mas atencion, que la de
escribir mas Comedias, si es de los noveles; y si es de los
veteranos, passa á gloriarse de que es honra de su Patria. Habla con
magisterio. No parece en las farsas agenas; ò en la que hace digna
de su presencia, procura mostrarse divertido. Y si merece alabanza,
y le preguntan su voto, se la dà tan escasa, y con tales
demonstraciones de superioridad, que mas parece querer mostrar, que
la honra, que aprobarla. ¿No es todo esto Comedia, y
mas entretenida, que las que ellos componen? De mì puedo afirmar,
que hallo abreviado en su vista, y contemplacion quanto se và á
buscar á essos Corrales; y que en un mismo sugeto se me ofrece el
Comico, la Farsa, y el Representante. Vease si se grangèa algo en
considerarlos à estas luces. Bien es verdad, que entre tantos, que
infaman este Poema, con exercitarle sin mas caudal, que el ser
abundantes versificadores, hay algunos, aunque bien raros, que con
natural festivo, copioso, y cuerdo, con algun fundamento de
estudios, ò con noticia del Arte, ò con experiencia del Tablado,
vuelven por la honra de la especie; y el dia que dàn al Theatro
Fabula suya, no solo corrigen el descredito de la
classe (aun á pesar tal vez de algunas serpientes racionales, que
sembrò el odio, ò la embidia por el Patio, y despues les enmudeciò,
y enfrenò la rabia la fuerza de la razon) mas tambien nos restituyen
el gusto, que tenia estragado el idiotismo de los demàs. Aunque, si
bien se considera, assi à los unos, como à los otros, solo de risa
les quedamos deudores; á estos de la legitima de regocijo, y à
aquellos de la bastarda de desprecio.”
¿Què tal le parece à Vm. este pedazo, Señor Pensador? ¿Ha visto Vm.
pintura mas viva de lo que nos està sucediendo hoy en dia? ¿Y cree
Vm. que la entiendan los Escritores modernos, que retrata? Yo, à lo
menos, lo dudo mucho. ¿Y cómo es possible que se hagan cargo de los
preceptos, que supone, quando sus mismas Obras son una
prueba evidente de que ignoran hasta el Vocabulario del Arte?
Por esto procurarè enterarlos de lo que es preciso que conozcan antes
de poder apreciarse à sì mismos, y à sus Escritos. Tendrà Vm. para
la semana proxima mi tercera Carta, en la que hablo del artificio de
la composicion theatral, de las leyes que le son proprias, y de las
razones, en que éstas se fundan: todos assuntos muy importantes, y
tan enlazados entre sì, que necessita de estàr toda en un mismo
discurso la doctrina que les pertenece; pues no es possible
separarlos, sin destruír la harmonìa, que es essencial à su
union.
Quedo para server à Vm. &c.