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Zitiervorschlag: Anonym (García de Cañuelo, Luis; Pereira, Luis Marcelino) (Hrsg.): "Discurso CXVIII", in: El Censor, Vol.6\118 (1786), S. 941-963, ediert in: Ertler, Klaus-Dieter / Hobisch, Elisabeth (Hrsg.): Die "Spectators" im internationalen Kontext. Digitale Edition, Graz 2011- . hdl.handle.net/11471/513.20.522 [aufgerufen am: ].


[941] Ebene 1►

Discurso CXVIII

Zitat/Motto► Intonuere poli, & crebris micat ignibus aether:
Praesentemque viris intentant omnia mortem.

Virg. AEneid. Lib. I. v. 94.

Los cielos truenan, el aire resplandece
Con un fuego continuo: todo anuncia
A los hombres el riesgo de la muerte. ◀Zitat/Motto

Ebene 2► No es mi animo amedrentar á los hombres, ni ponerles mas miedos de los que ya tiene cada uno. Por el contrario, si yo pudiera quitarles todos los que padecen, los haria en la mis-[942]ma proporcion mas felices. Ebene 3► Es constante que si alguna utilidad tiene el miedo, no es otra que la de hacernos precaver, ó evitar el mal que tememos, y que si no lo temieremos, ó no podriamos, ó no querriamos evitarlo. Pero ¡quanto mayores no son los males que nos acarrea, que este unico bien que nos trae! Lo primero: en siendo excesivo, nos priva de la unica ventaja para que puede servirnos, y está tan lexos de sernos util para evadir algun mal, que antes bien nos precipitará en el mismo de que huimos, quando no en otro igual ó mayor. Yo estoy persuadido á que es sin comparacion mas grande el numero de las víctimas del miedo, que el de las de la temeridad. Lo segundo: ¿qué mayor mal que el mismo miedo? Mejor diriamos: que no hay mal alguno sino el miedo; porque mal no es el que no es sensible. Pues ahora, ningun mal, como me acuerdo de haberlo dicho en otra parte, es sensi-[943]ble apenas sino por el miedo. Imaginese el dolor mas agudo de todos los dolores; y finjase que en ningun momento de quantos anteceden á aquel en que se siente, sea previsto, ni por consiguiente temido: finjase asimismo que no preveamos ó colijamos de que en este momento lo sentimos, ni de otro ningun indicio, que lo sentiremos en el que inmediatamente le siga: es evidente que no existiendo de todo el tiempo que el dolor dura sino una parte infinitamente pequeña, ó un momento; pues el que pasó ya no existe, ni existe aun el que vendrá; es evidente, digo, que el dolor que no puede él mismo ser sentido en un tiempo que no existe, es un mal infinitamente pequeño; pues no puede ser mayor que el tiempo que dura, y no dura sino un tiempo infinitamente pequeño, á saber, el momento presente. Añádase á este dolor toda la intension imaginable; y apenas despues de pasado podrá ó [944] acordarlo la memoria, ó distinguirlo de otro dolor ú otro mal el menos intenso de todos, y que hubiese sido igualmente padecido, sin ser antes del momento en que se empezó á sentir, ni en ninguno de los otros en que prosiguió sintiendose, previsto, ni temido por consiguiente. De manera, que para que estos males asi sentidos, esto es, y repitamoslo; sin ser previstos antes en ningun momento, ya sea que en él no se sientan, ya que se sientan; para que estos males, digo, dexasen algunos vestigios en nuestra alma, sería preciso sentirlos por una série de momentos no interrumpida, y siempre muy larga, pero tanto mas larga, quanto en cada uno de ellos fuese el mal menos intenso. Asi que, si el mal no fuese sentido antes de serlo en sí mismo por el miedo ó el temor de padecerlo; apenas habria alguno que fuese suficientemente grande para que mereciese el nombre de mal. Y por [945] eso la principal causa que hace crecer ó disminuir el mal es la mayor ó menor cantidad de este temor, esto es, su mayor ó menor probabilidad. El miedo, pues, el temor, es el verdadero, el grande mal del hombre; y si la virtud es la que nos hace felices, ó nos priva de los males; virtud y valor serán palabras sinónimas; y el hombre valeroso será el hombre felíz. Yo creo que en el mundo se remediaria todo facilmente con que á todos se nos quitase, ó á lo menos se nos rebajase en algunos grados este miedo que tenemos de la muerte, que no sentimos en ella misma sino una vez, y tememos toda la vida, y al qual se vienen á referir casi todos los demás miedos, ¡Quan lexos, pues, no estaré de querer aumentar los de alguno! ◀Ebene 3

Metatextualität► Con todo, referiré aqui una conversacion que en cierta tertulia tuvimos varios amigos mientras duró la tempestad que hubo el Jueves próxî-[946]mo pasado al anochecer. En ella se dixeron cosas muy buenas, y que pueden ser de mucha utilidad para discurrir ó raciocinar con exactitud, esto es, para bien calcular, en otra cualquiera materia. Este es el unico fin que me mueve á publicarla: y no el hacer á nadie ingenioso en atormentarse. Demasiado lo somos ya: y si es que no hemos de hacer otro uso de tan noble facultad, que tanto nos eleva sobre los demás animales; mas valia carecer de ella, ó hacerse el mas estupido de todos.

Como nada hace al caso para entender lo que se dixo, el nombre ni otra ninguna qualidad de los interlocutores; los designaré solo por las letras del A. y B.; reduciendo la disputa á dos de ellos, y omitiendo todo lo demás que se dixo, y no sea preciso para su inteligencia. ◀Metatextualität

[947] Ebene 3► Dialog►

Dialogo

Uno. ¿Qué les parece á Vmds. si no nos hubiesemos venido del Prado á toda priesa . . . . . ? Todos. ¡Qué relampagos tan furiosos, y tan continuados! Otro. Entrense Vmds. aqui dentro, y cierren ese balcon, para quitar la correspondencia del ayre. A. Sí; sí; que á mí me ofenden mucho la vista. Aunque á los truenos yo no les temo nada. B. A los truenos yo tampoco. A lo que se puede temer es á los rayos que les preceden. A. ¡Bueno! Vm. tambien les teme á las tormentas. (con ironía) Es Vm. muy valeroso. Vm. no le teme á la muerte. B. ¡Ojalá! Aunque quizá otros la temerán mas. Pero como temo algo por mi desgracia, temo á proporcion los peligros de perder la vida. Yo le confieso á Vm. que si bien no es cosa que me dé alguna congoxa; no obstante no me dá gana [948] de reir el oír los truenos, ó quando están encima, ó quando temo lo estén: me inquietan, me desazonan, me . . . . . A. Miren qué filosofia esa. ¿Y es Vm. filosofo? Yo no lo soy; pero no les temo ni poco ni mucho. B. Señor mio, la filosofia no consiste en no tener temor, sino en no dexarse vencer de él, como de ninguna otra pasion: en sugetarlas á todas, domarlas, tenerlas á raya para que no obren sino al arbitrio de nuestra razon. ¿Consiste acaso el valor de un Soldado en no sentir el riesgo que corre su vida quando se presenta delante el enemigo? No señor: sino en presentarse á pesar de ese sentimiento. Asi, Amigo, yo siento, como he dicho, el miedo de los truenos; pero no me impide . . . . . A. Fuerte cosa es que pretenda Vm. persuadirnos que es filosofia temer quando no hay que temer . . . . . ¿Con que los temen las fantasmas, los duendes, las brujas, y otras patrañas como estas no dexarán de ser filo-[949]sofos con tal que no se dexen arrastrar de ese miedo? La filosofia consiste en obrar conforme á la razon: y es la suprema necedad tener miedo á estas cosas, venzase ó no se venza. B. Convengo en ello. Pero ¿temer las tormentas es temer las brujas? ¿No puede venir un rayo, y dexarlo á uno achicharrado sin decir Jesus, y sin esperanza de curar, aunque sea perdiendo una pierna ó un brazo? A. Puede . . . . . Oh! Ya se vé que puede. Pero tambien puede Vm. ahora caerse muerto de repente por otras mil causas. Puede ahora caerse esta casa y cogernos debaxo. Y si esto no le asusta, ni le hace tener miedo, aunque puede suceder, ¿por qué ha de temer Vm. ni se ha de asustar, porque pueda suceder que venga un rayo y le quite la vida repentinamente? Iguales peligros ¿no dicta la razon sean igualmente temidos, y no uno mas que otro? Con que, Amigo, ó estar siempre asustado y temiendo, ó no temer [950] las tormentas. Lo demás es una inconsecuencia. B. ¿Pero quien le ha dicho á Vm. que esos peligros que Vm. acaba de decir son iguales? A. ¿Pues quien puede dudar que son igualmente posibles? B. Nadie. Lo confieso. Pero oyga Vm. la diferencia entre lo uno y lo otro.

El que yo me cayga ahora muerto, ó se hunda esta casa, es meramente posible; y tan posible es ni mas ni menos el que no me muera ó no se hunda la casa; pues si esto no fuese posible, aquello sería necesario. Lo meramente posible es ahora nada en sí mismo. Y por consiguiente nada puede obrar ahora en mí: ni hacerme temer, ni hacerme esperar &c. Es preciso indispensablemente que exista ahora lo que ahora ha de hacer algun efecto en mí. Yo conozco que es posible que qualquier hombre me mate; mas mientras yo no vea sino esta mera posibilidad, seguro está que le tema.

[951] Las cosas futuras, ó que efectivamente han de suceder, son tambien ahora nada en sí mismas: y asi no pueden obrar ahora en nosotros sino por el medio de algunas cosas que ahora existan, y que nos sirvan de argumento, de indicio, de prueba &c. de que existirán otras. Lo mismo aun sucede con las cosas presentes, que no percibimos en sí mismas. No pueden sernos conocidas sino por indicios, pruebas ó argumentos. En una palabra: las cosas que no percibimos en ellas mismas, no pueden obrar en nuestro entendimiento, ni por consiguiente en nuestra voluntad, sino á proporcion que su existencia, ó presente, ó futura no es mas ó menos probable. De donde se sigue que las cosas que nos son absolutamente improbables, nada absolutamente pueden obrar en nosotros, ó en nuestra voluntad ni alvedrio, ya sea que existan ó hayan de existir, ya sea que no existan ni hayan de existir jamás.

[952] Esto supuesto, vea Vm. aqui ya la diferencia entre los casos que Vm. me propuso. El que ahora me cayga muerto, ó se hunda esta casa, es ahora una cosa absolutamente improbable; porque tal es aquello de que no tengo ningun indicio, ninguna prueba, ningun argumento, y no solo no lo temo ni poco ni mucho, sino que no puedo temerlo mientras no los tenga: y un mero puede ser, un tal vez, un quizá, no es argumento, prueba, ni indicio de que suceda una cosa. Pero el que ahora sea herido de un rayo no es una cosa improbable: tengo indicios, pruebas, argumentos, que son el dispararse ahora; el estár la tempestad ahora sobre Madrid, donde ahora ya me hallo &c. &c. tengo indicios, digo, no de que pueda meramente herirme uno, (porque el que puede no solo no es improbable; es certisimo, les evidente) sino de que me herirá; aunque tengo muchos mas indicios de que no me he-[953]rirá, ó de que no sucederá tal cosa. Tengo probabilidad de ser herido del rayo, y la tengo, aunque mucho mayor, de no ser herido. Por eso mi temor de perder la vida es tanto menor que el que tendria si se me presentase otro peligro, quanto este, ó su probabilidad (que es lo mismo) fuese mayor que el que ahora corro.

A. Esa diferencia entre lo posible y probable es muy verdadera; pero, Amigo mio, en nada hace al caso para nuestra disputa. Porque ó no es probable que ahora sea Vm. herido de un rayo, ó si es probable, lo es igualmente que ahora se cayga Vm. muerto de repente . . . . . B. Sí lo será. Pero á mí se me oculta; y por consiguiente no puedo temerlo. Si me sintiese con alguna indisposicion, si . . . . . A. ¿Cómo no ha de ser probable para Vm. y para todo el mundo? ¿Por donde mide Vm. la probabilidad en morir de un rayo? Sin duda por el numero de hombres que [954] mueren con este genero de muerte. Si vemos p. ex. que un año con otro mueren en España quatro hombres de rayos, y ocho de muertes repentinas, dirémos no solo que es probable que Vm. muera de muerte repentina, sino que es mas probable con una probabilidad doble que Vm. muera de ella, que del rayo. Por lo consiguiente . . . . . B. Poco á poco. No se apresure Vm. á sacar consecuencias antes de concederle yo su proposicion. Se la distingo á Vm. de esta suerte. Es mas probable en la hypótesi que Vm. ha puesto que yo muera de muerte repentina dentro de un año, que el que muera de un rayo dentro del mismo año, lo confieso. Por eso temo mas, asi generalmente, morir de repente, que de un rayo: aunque siendo uno y otro peligro muy pequeño no lo temo mucho. Pero es mas probable que ahora en este espacio de tiempo que dura la tormenta (dentro de esta hora, p.ex.) [955] muera de repente, que el que muera de un rayo: lo niego. Mas es; el morir ahora de repente es, como he dicho, absolutamente improbable; porque si bien es cierto que tengo probabilidad, esto es, indicios, pruebas, señales, argumentos de morir de repente dentro de un año, no tengo probabilidad, señal, indicio, prueba, argumento alguno de que esto suceda en esta hora mas que en otra ninguna de quantas el año contiene. Vaya un exemplo. Supongamos que le es á Vm. no solo probable, sino cierto, que de diez hombres que se hallan encerrados en un quarto alguno de ellos ha matado al undecimo que se encerró con ellos. Con todo ¿le será á Vm. improbable que el autor del delita sea Pedro, y no Juan, Juan, y no Francisco &c. si por otra parte no tiene Vm. algun indicio ó prueba de que lo sea mas el uno que el otro? Otro exemplito, Suponga Vm. que el numero 1 no [956] haya salido en quantas Extracciones se han hecho hasta ahora de la Lotería; y suponga Vm. tambien que se ha hecho un millon de ellas. Digo, qué tanto mas probable será que salga el numero 1, y no otro qualquiera (que supongo han salido todos muchas veces) en las Extracciones que se han de hacer; pero no en cada una en particular, ó tomada singularmente, sino en todas tomadas colectivamente; porque para esto segundo hay probabilidad, que ahora no es del caso decir en qué consiste; pero no la hay para lo primero, porque se carece de todo indicio, señal ó argumento para que en la Extraccion A salga el 1 mas bien que el 2, el 3 &c., aunque estos hayan salido muchas veces, y el 1 ninguna. Por eso un viejo de 90 años, aunque tiene una gran probabilidad de no vivir 10, su temor de la muerte no es mayor en cada dia, ni en cada semana, porque mientras no tiene algun [957] indicio contrario, no tiene menor probabilidad de vivir ese dia ó esa semana, que la que tiene un mozo. Por eso . . . . . A. Por Dios no nos muela Vm. con tantos exemplos . . . . . B. ¡Ah! Son infinitos. Toda la moral; toda la . . . . . A. Acabemos. Vmd. quiere decirnos: que en esta precisa hora en que dura la tormenta, el peligro ó probabilidad de morir de un rayo es mayor que el de morir de repente, que el de que se cayga esta casa &c.; pues por pequeño que sea aquel peligro es mayor que este, el qual en esta misma hora es cero. ¿No es esto? B. Sí señor. Y no me parece que sea menester calentarse demasiado la cabeza para conocerlo asi. A. Pues con todo nada ha adelantado Vm. porque Jacquier ha demostrado lo contrario. B. ¿Quién? ¿Jacquier? Lo mismo que otras muchas cosas. Jacquier refiriendose al Arte de pensar prueba, que el peligro de morir de un rayo es mucho menor que el de morir re-[958]pentinamente de otras mil causas. Pero no que es menor quando la tormenta está encima, ó quando va á estarlo. Quando no lo está, ó quando se ha pasado, ninguno la teme: con que era escusada la tal demostracion. A. Pero, Señor, aun en el caso de la tempestad es tan pequeño, que no se debe temer . . . . . B. ¡Oh! Ni aun quando fuese mil veces mayor. Eso es volver al principio. A. No quiero decir eso; sino que siendo tan pequeño, el temor debe serlo igualmente y vemos . . . . . B. ¿Qué ha de ver Vm.? que el temor ó el miedo que regularmente se tiene á las tormentas no es proporcional al peligro? Eso no lo demuestra Jacquier. Ni nadie podrá demostrarlo. A. ¿Como? Con que hay hombre que le teme á una tormenta mas que . . . . . B. Entendamonos. Una cosa es conocer el peligro: otra sentirlo, ó sentir los efectos de este conocimiento. Mil veces un hombre se pone en peligros [959] incomparablemente mayores que los de la tempestad mas horrenda. Sin embargo no los siente. O porque sintiendo otros mayores males no siente los que son menores: ó porque la posesion ó prosecucion de mayores bienes se los hace aun apetecer como medios de mantener ó conseguir estos bienes. Quando Vm. estaba enamorado y tenia zelillos, me acuerdo de una vez . . . . . A. Déxenos Vm. de mas exemplos: ya lo he dicho. B. ¿Qué quiere Vm. que haga, si persuaden mas que las demostraciones mas rigurosas? A. Con que Vm. cree haber demostrado, que el miedo que regularmente se tiene á las tormentas . . . . . B. Suplico á Vm. añada: y qué se ha tenido en todos tiempos A. ¿El que se tiene y ha tenido en todos tiempos, es proporcional al peligro? B. No Señor, no creo haberlo demostrado. Pero creo no obstante que es proporcional, ó á lo menos que es indemostrable no lo sea. Hagalo Vm. tan pe-[960]queño como quiera. Sea el peligro al no peligro, ó a la esperanza contraria, esto es, la probabilidad de perecer en una tempestad sea á la probabilidad de no perecer, como uno á un millon. Considerese que es involuntario; que es incapáz de evadirse; que no puede dexar de sentirse todo, porque los estampidos de los truenos apenas nos permiten distraer nuestra atencion de él: nos lo acuerdan, nos lo ponen presente cada instante: y en fin, que estos mismos estampidos, la obscuridad del cielo, y la vista de los relampagos, que todo hace de la tempestad, el espectaculo mas horrible que presenta la naturaleza, disponen mecánicamente nuestra máquina para sentir mas bien las impresiones del riesgo que la razon conoce. Añadase á esto, que la muerte de rayo es la mas inutil y sin gloria de todas las muertes, á excepcion de la ignominiosa: y que con ningun medio puede ser endulzada su natural amargura. Con-[961]siderese esto, digo, y se hallará que de las muestras de temor, espanto, miedo, ó susto, que los hombres dan regularmente quando les amenaza este peligro, no se puede colegir que le teman mas que á otro peligro, que la razon conozca ser igual ó mayor; á menos que no se disminuya su sentimiento por alguna de las causas dichas ú otras semejantes. Antes sí se inferirá, que es preciso apelar á ellas, ó al no conocimiento ó ignorancia del riesgo, ó á alguna preocupacion, ó tal vez á algun defecto en los organos corporales, ó en fin al habito y costumbre, que todo lo puede, para dar razon de porqué los nombres dan muestras de temer mas un peligro que la razon conoce menor, que otro que la razon conoce mayor.

Es pues constante: que en las tempestades hay un peligro real y verdadero que la razon conoce, y que puede calcular con otros peligros: que el que las teme no teme [962] una cosa que la razon no le diga que es temible: que el comun temor que se tiene de ellas no es superior al tamaño del peligro: que por consiguiente el que no las teme, á menos que esto no nazca de la virtud de la fortaleza, que no nos hace temer la muerte, nada tiene de que gloriarse, mayormente si teme otros peligros tal vez menores: que es mas filosofia confesar un hombre ingenuamente su flaqueza, que jactarse de un valor que está tan lexos de ser valor, que antes es ó preocupacion, ó ignorancia ú otra cosa semejante: que debemos hacer tanto mas por no temerlas, quanto este temor es el mas inutil de todos los temores: y que  . . . . . A. ¿Acabará Vm. hoy? Déxelo Vm. ya, que ya basta. Yo le aseguro á Vm. que si siguieran los truenos, no habia Vm. de hablar tanto. B. Es verdad. Déxolo: pero permitame Vm. estas dos palabras: es constante por ultimo, que no le he dexado á Vm. trinchera [963] alguna de que poder guarecerse. A. Ea, ea. Venga Vm. á ver ese cielo nunca mas hermoso que despues de la tempestad, y se sosegará ese animo. B. Con mucho gusto. Todos. Vamos pues. ◀Dialog ◀Ebene 3 ◀Ebene 2 ◀Ebene 1