Qui mores hominum multorum uidit, & urbes.
Horat. Art. Poet. v. 142.
El qual de muchas gentes
Vió las ciudades y usos diferentes.
Muy Señor mio: Vmd. y el P. Feyjoó son dos grandisimos impertinentes. Este, en haber condenado sin distincion todo genero de mentiras, y Vmd. en ser del mismo dictamen, y en venirsenos con la invencion ó patarata de las apuestas.
Mi edad no pasa de los sesenta; y mi amor à la Patria es tal, que tres o quatro veces estuve gravemente enfermo á fin solo de no apartarme de mi querida España. Sin embargo me he hallado en todas las batallas, en todos los sitios, y defensas de Plazas, en fin en todas las acciones importantes asi de mar como de tierra, que hubo en la Europa en este siglo, y si me descuida un poco ó me apuran mucho, en el pasado ni mas ni menos. Mi voto ha sido seguido en todos los consejos de guerra, cuyas determinaciones tuvieron un exito feliz: y á no haberse hecho aprecio de mi dictamen, se deben atribuir todos los infortunios que hemos padecido nosotros, ó nuestros aliados. No hubo General famoso que no me honrase con su amistad, y de cuyos secretos no
Me ha sucedído mil veces, aunque le pese á todos los Theologos del Universo, estar á un tiempo en dos lugares sumamente distantes; hallarme en dos exercitos habiendo venido el uno á las manos con el otro; haber visto y tratado familiarmente á sugetos en parages en los quales jamás se hallaron y á otros muchos despues de muertos. En fin no se habla de suceso memorable que yo no haya presenciado, en que no haya hecho un papel considerable, y de que por con-
Sé toda la Floresta de memoria, y no hay en toda ella dicho ni agudeza, de que no sea yo el Autor, ó algun pariente, paisano, ó conocido mio. Si se habla de valentias, de duendes, de apariciones de difuntos, ó de otra qualquiera cosa extraordinaria, me ofrece luego mi imaginacion un sin numero de lances de la misma naturaleza, que me han suce-
Ya dixe á Vmd. que en mi vida he perdido de vista esta Peninsula. Mas no por eso dexo de hablar con la mayor propiedad de los paises estrangeros delante de los que no han viajado mas que yo. Digo maravillas de los jardines de Versalles, y de la franqueza y vivacidad de los Franceses. Levanto à las estrellas la profundidad y solidez de los Ingleses, y el alto punto à que en aquella Nacion estaban elevadas en mi tiempo todas las artes, y principalmente la agricultura. Pondero la frugalidad, y economia de los Holandeses; y no acabo en comenzando à pintar aquellos prodigiosos diques, y la belleza de aquellas ciudades, entre cuyas casas se ven verdear los arboles, y flotar al arbitrio de los vientos los altos gallardetes. Digo mil pestes de las posadas de Alemania: y abomino el caracter traidor y vengativo de los italianos, en cuya confirmacion re-
Por otra parte aunque se pasa el año sin que gaste blanca en el correo, no hay Corte en la Europa, en la qual no lleve una correspondencia continua à lo menos con alguno de los primeros Oficiales de la Secretaría de Estado. Asi que, sé todo quanto se dispone, se trata, y aun se piensa en todos los Gavinetes; y no se cuenta novedad en mi presencia, que no sepa mucho ha, y que no esté en estado de referir con mas individualidad y certeza que otro ninguno. De muchas soy yo el Autor. ¿Se acuerda Vmd. de aquella bola que corrió en Madrid quando con motivo de la posta que pasó al Sitio con la noticia del Comboy apresado por nuestra Esquadra en el mes de Agosto de 1780. se dixo haberse tomado à los Ingleses la Isla de Santa Lucia y toda la Esquadra del mando del Almirante Rodney, que huyendo de la nuestra y de la Fran-
Tales son, Señor Critico, mis mentiras. ¿Y qué halla Vm. en ellas de reprehensible? Ya Vm. vé que nada me echo en el bolsillo, y que no tienen otro objeto que el entretener un corro de amigos ó una tertulia. ¿Y no es mejor se entretengan en esto que en lo que suelen entretenerse? ¿No vale mas que un circulo de Damas esté con la boca abierta toda una noche escuchando mis cuentos, y mis proezas, que el que estén despedazando à sus amigas ausentes, ó discurriendo nuevas modas con que arruinar sus maridos, ó arruinandolos actualmente al juego, ú oyendo à un Cortejo que las esté disponiendo para la primera ocasion?
Yo no sé si me engaño; pero no veo qué razon haya para que se me condene à mí,
Aun si las noticias que esparzo fuesen melancolicas, podria culparseme de que entristecia, y desalentaba la gente. Mas no hay tal cosa como ella. Jamás dixe ni divulgué cosa que no fuese muy plausible. Y en oyendo alguna desgracia de nuestras armas, ò de las de nuestros aliados, esté Vm. cierto que no es fabrica mia. Pues ahora, los mas de los hombres no apetecen las novedades, sino para entretener el tiempo que no saben en qué emplear, y dar al-
Es posible que asi me aborrezcais solo por haberos dado los dos dias mas alegres de vuestra vida! ¿No podria yo decir otro tanto à los Españoles que me culpasen por la recobracion que hice de Santa Lucia?
Mi Cura que esto lee, y que tenia al Rey Jorge un odio implacable, sin detenerse en mas examen, manda al instante repicar las campanas de su Iglesia, convoca todos los Clerigos de la Parroquia, canta Te Deum muy solemne, dispone luminarias para la noche, franquéa su bodega à todos sus feligreses que acuden al ruido, y no contento con esto despacha una circular à todos los Curas de la comarca, participandoles tan feliz acontecimiento. Dios sabe la burla que sabido lo cierto hicieron estos de su credulidad; y cómo se riyeron de lo bien que empleaba sus regalos. Mas escuchandolos muy sereno: Asi piensan Vms. les respondia, y yo al contrario estoy en animo de duplicarlos à lo adelante, y de dar muy sinceramente las gracias à mi Corresponsal por esta noticia. ¿Quién me podrá ya quitar el gusto que con ella tuve mientras la creí cierta? Pues à fé que no me ha dado otro tanto ninguna de las que hasta aqui me ha escrito, y todas se verificaron con mucha puntualidad.
Por desgracia son pocos los que piensan tan juiciosamente como este buen Cura; y asi sucede que en vez de las gracias, que segun su modo de pensar, y el mio me merezco, no recibo por lo regular sino pullas y burlas que à veces llegan à descon-
Tuumne, obsecro te, hoc dictum erat? Vetus credidi.
Soltaron todos la risa, y yo, contemple Vm. quál me quedaría.
Pero todo esto era llevadero comparado con la nueva persecucion que Vm. acaba de levantar contra mí con su maldita invencion de las apuestas. Llevo ya perdido el sueldo de dos meses, y si esto prosigue, me habré de quedar sin calzones. No digo cosa sobre la qual no salga luego alguno con una apuesta. Principalmente hay un sugeto que me persigue de muerte. es falso eso, me dixo, ni hay en ello sombra de verdad. Híce como que no oía, y volviendo à tomar la palabra en tono mas fuerte dixe: Por cartas de París . . . . . Cinquenta doblones à que no hay tal cosa; me volvió à replicar, ¡que siempre nos ha de venir Vm. con noticias extravagantes!
Considere Vm. bien por su vida la sinrazon de este proceder, y ya que ha dado motivo à él, procure remediarlo haciendo à lo menos alguna limitacion à favor mio. Si asi lo hiciere Vm. cuente con mi agradecimiento, y con ser de aqui adelante uno de los sugetos, con quienes he tenido la mayor intimidad, y de los principales heroes de mis novelas. Sino tendré paciencia y Christo con todos. Bien entendido qne no piense Vm. adelantar nada conmigo. Vm. podrá muy bien tener la satisfaccion de empobrecerme; pero asi dexaré yo de mentir como hay algo de cierto en el cuento del Cura, ni en el lance de la apuesta que acabo de referir. En fin segun Vm. procediere, mentiré ó diré verdad, firmandome
Su mas fino apasionado y rendido servidor”
Q. B. à Vm. L. M.
N.