Discurso LVIII Anonym (García de Cañuelo, Luis; Pereira, Luis Marcelino) Moralische Wochenschriften Elisabeth Hobisch Editor Julia Obermayr Editor Birgit Peking Editor Carina Windhager Editor Institut für Romanistik, Universität Graz 08.06.2016 o:mws-103-458 Anonym: El Censor. Obra periódica. Madrid: 1781-1787, 177-190 El Censor 3 058 1784 Spanien Ebene 1 Ebene 2 Ebene 3 Ebene 4 Ebene 5 Ebene 6 Allgemeine Erzählung Selbstportrait Fremdportrait Dialog Allegorisches Erzählen Traumerzählung Fabelerzählung Satirisches Erzählen Exemplarisches Erzählen Utopische Erzählung Metatextualität Zitat/Motto Leserbrief Graz, Austria Spanish; Castilian Menschenbild Immagine dell'Umanità Idea of Man Imagen de los Hombres Image de l’humanité Spain -4.0,40.0

Discurso LVIII

Qui mores hominum multorum uidit, & urbes.

Horat. Art. Poet. v. 142.

El qual de muchas gentesVió las ciudades y usos diferentes.

Muy Señor mio: Vmd. y el P. Feyjoó son dos grandisimos impertinentes. Este, en haber condenado sin distincion todo genero de mentiras, y Vmd. en ser del mismo dictamen, y en venirsenos con la invencion ó patarata de las apuestas. Yo soy un Oficial retirado, y no le haré á Vmd. mysterio de que no hay hombre en Madrid que me lleve ventajas en esto de mentir. Sin embargo pretendo que lexos de merecer el tratamiento que Vmd. receta á todos los embusteros; mi conducta no es sino muy loable, y muy digna de que la recomendase á todos sus lectores como un modelo que debieran imitar.

Mi edad no pasa de los sesenta; y mi amor à la Patria es tal, que tres o quatro veces estuve gravemente enfermo á fin solo de no apartarme de mi querida España. Sin embargo me he hallado en todas las batallas, en todos los sitios, y defensas de Plazas, en fin en todas las acciones importantes asi de mar como de tierra, que hubo en la Europa en este siglo, y si me descuida un poco ó me apuran mucho, en el pasado ni mas ni menos. Mi voto ha sido seguido en todos los consejos de guerra, cuyas determinaciones tuvieron un exito feliz: y á no haberse hecho aprecio de mi dictamen, se deben atribuir todos los infortunios que hemos padecido nosotros, ó nuestros aliados. No hubo General famoso que no me honrase con su amistad, y de cuyos secretos no fuese yo el deposito. El Conde de Gages, el Duque de Montemar, y el de Castropignano se morian por mí: el Duque de Richelieu dormia todas las noches conmigo mientras el sitio de Mahon, y fui yo quien le determiné á aquel asalto que fue la admiracion de toda la Europa. Los Mariscales de Broglio y de Belleisle nada emprendian sin mi dictamen. Hasta á los mismos enemigos debí particulares distinciones. Lobckowitz de quien fui prisionero en la funcion de Veletri, me hacia comer á su mesa todos los dias.

Me ha sucedído mil veces, aunque le pese á todos los Theologos del Universo, estar á un tiempo en dos lugares sumamente distantes; hallarme en dos exercitos habiendo venido el uno á las manos con el otro; haber visto y tratado familiarmente á sugetos en parages en los quales jamás se hallaron y á otros muchos despues de muertos. En fin no se habla de suceso memorable que yo no haya presenciado, en que no haya hecho un papel considerable, y de que por con-siguiente no pueda hacer la descripcion mas circunstanciada. No se cita nombre de persona de alguna reputacion en qualquiera linea que sea, cuya figura, caracter, genio, costumbres, talento, familia no pueda yo referir al momento. Aunque no sé quien es Vmd. he conocido mucho á su Padre (que santa Gloria haya.) Por señas que Su Magestad me perdone los malos ratos que le he dado: porque su Madre de Vmd. que era á fé mia como un Sol, no me miraba con malos ojos, y el pobre hombre llegó á tener sospechas de algunas citillas, y otras bagatelas que habia entre nosotros. Era Vmd. entonces muy niño; pero daba ya muestras de alguna travesura.

Sé toda la Floresta de memoria, y no hay en toda ella dicho ni agudeza, de que no sea yo el Autor, ó algun pariente, paisano, ó conocido mio. Si se habla de valentias, de duendes, de apariciones de difuntos, ó de otra qualquiera cosa extraordinaria, me ofrece luego mi imaginacion un sin numero de lances de la misma naturaleza, que me han suce-dido á mi, o a algun amigo en mi presencia, y que no puedo dexar de referir por mas destituidos que estén de gracia. y de verisimilitud.

Ya dixe á Vmd. que en mi vida he perdido de vista esta Peninsula. Mas no por eso dexo de hablar con la mayor propiedad de los paises estrangeros delante de los que no han viajado mas que yo. Digo maravillas de los jardines de Versalles, y de la franqueza y vivacidad de los Franceses. Levanto à las estrellas la profundidad y solidez de los Ingleses, y el alto punto à que en aquella Nacion estaban elevadas en mi tiempo todas las artes, y principalmente la agricultura. Pondero la frugalidad, y economia de los Holandeses; y no acabo en comenzando à pintar aquellos prodigiosos diques, y la belleza de aquellas ciudades, entre cuyas casas se ven verdear los arboles, y flotar al arbitrio de los vientos los altos gallardetes. Digo mil pestes de las posadas de Alemania: y abomino el caracter traidor y vengativo de los italianos, en cuya confirmacion re-fiero el riesgo que en cierta ciudad de Italia corrí de ser envenenado por una Dama, cuyos favores habia olvidado por los de una rara hermosura.

Por otra parte aunque se pasa el año sin que gaste blanca en el correo, no hay Corte en la Europa, en la qual no lleve una correspondencia continua à lo menos con alguno de los primeros Oficiales de la Secretaría de Estado. Asi que, sé todo quanto se dispone, se trata, y aun se piensa en todos los Gavinetes; y no se cuenta novedad en mi presencia, que no sepa mucho ha, y que no esté en estado de referir con mas individualidad y certeza que otro ninguno. De muchas soy yo el Autor. ¿Se acuerda Vmd. de aquella bola que corrió en Madrid quando con motivo de la posta que pasó al Sitio con la noticia del Comboy apresado por nuestra Esquadra en el mes de Agosto de 1780. se dixo haberse tomado à los Ingleses la Isla de Santa Lucia y toda la Esquadra del mando del Almirante Rodney, que huyendo de la nuestra y de la Fran-cesa, se habia acogido à aquel puerto? Pues ésta salió de mi Oficina. Un sobrino mio, Oficial al servicio de S. M. Christianisima, é intimo amigo del que habia pasado en posta, me lo escribia en carta que éste me habia dexado à su transito por Madrid. Este muchacho huyendo de sus Padres que querian hacerle estudiar por fuerza, se habia pasado à Francia, y alli tomado plaza en un Regimiento de Infantería. Su gallarda presencia, su buen modo y fina crianza, su despejada razon, y sobre todo sus hazañas en varias funciones que luego se le ofrecieron, le distinguieron bien presto de sus camaradas, y le elevaron al grado de Oficial. El Conde de Guichen prendado de él, le hizo embarcar en su Esquadra; y este Heroe formado en un abrir y cerrar de ojos fue quien le aconsejó el desembarco luego que vió bloqueada en el puerto la armada Inglesa. El fue el primero que por entre el fuego de los enemigos subió à la murallá, y levantó en ella la vandera de los aliados. El, el que recibió la espada del Lord Rodney. Eran dignas de leerse en su misma carta las expresiones con que le honró el Señor Conde de Guichen. Buscabala diciendo esto, en los bolsillos, sacaba, una porcion de papeles, que recorria todos con suma ligereza, y tenia siempre la desgracia de haberla dexado en casa. Pero bastaba para prueba de lo que se habia distinguido en aquella accion, la rica espada que S. E. le habia regalado.

Tales son, Señor Critico, mis mentiras. ¿Y qué halla Vm. en ellas de reprehensible? Ya Vm. vé que nada me echo en el bolsillo, y que no tienen otro objeto que el entretener un corro de amigos ó una tertulia. ¿Y no es mejor se entretengan en esto que en lo que suelen entretenerse? ¿No vale mas que un circulo de Damas esté con la boca abierta toda una noche escuchando mis cuentos, y mis proezas, que el que estén despedazando à sus amigas ausentes, ó discurriendo nuevas modas con que arruinar sus maridos, ó arruinandolos actualmente al juego, ú oyendo à un Cortejo que las esté disponiendo para la primera ocasion?

Yo no sé si me engaño; pero no veo qué razon haya para que se me condene à mí, y se dexen correr libres tantas novelas como andan por las manos de todos. En efecto mi conversacion puede pasar muy bien por una perpetua novela, y los que me escuchan pueden hacer quenta que están leyendo, ú oyendo leer al Lazarillo de Tormes, ú à Guzman de Alfarache. Y no sé yo que me haga esto demasiado favor. Lo acierto es que algunas veces se halla en mis novelas mucha mas invencion y mayor nobleza que en estas y otras obras semejantes. Y asi es que muchos se lastiman de que no empleé mis talentos en escribir algunas que si he de creerlos, harian famoso mi nombre en todo el mundo.

Aun si las noticias que esparzo fuesen melancolicas, podria culparseme de que entristecia, y desalentaba la gente. Mas no hay tal cosa como ella. Jamás dixe ni divulgué cosa que no fuese muy plausible. Y en oyendo alguna desgracia de nuestras armas, ò de las de nuestros aliados, esté Vm. cierto que no es fabrica mia. Pues ahora, los mas de los hombres no apetecen las novedades, sino para entretener el tiempo que no saben en qué emplear, y dar al-gun genero de ocupacion á las facultades de su espiritu vacio comunmente de idéas sobre que exercitarse. Y para este efecto ya se vé que es la cosa mas indiferente del mundo que una noticia sea verdadera ó falsa, y aun son preferibles las falsas como sean favorables.

He oido contar, ó leido no sé dónde, que habiendo un tal Stratocles Ciudadano de Athenas, dado à sus compatriotas la noticia de una gran victoria conseguida sobre sus enemigos, la qual à los dos dias se averiguó ser falsa, reconvenido y acusado de esto como de un gran delíto, hizo su defensa en estos terminos: ¡O Athenienses! ¡Es posible que asi me aborrezcais solo por haberos dado los dos dias mas alegres de vuestra vida! ¿No podria yo decir otro tanto à los Españoles que me culpasen por la recobracion que hice de Santa Lucia?

Acuerdome à este proposito de un Cura de Aldea muy anciano, à quien conocí siendo niño, hombre de mucho juicio, y sumamente dado por esto de novedades. Tanto que lo mismo era moverse alguna guerra en la Europa, que llover regalos sobre un Licenciado que vivia en la Capital de la Provincia, solo para que le comunicase quantas pudiese adquirir. Sucedió que durante una de nuestras pasadas disensiones con la Gran Bretaña, le envió un dia un mozo cargado de algunas cosillas de substancia à tiempo que habia una gran carestia de aquel genero. De modo que el pobre Estudiante no sabía cómo corresponder à esta expresion. En este apuro recurrió à su fantasía, que no tardó mucho en surtirle de materiales para entretener la curiosidad del buen Cura. Escribióle que una fragata nuestra despues de un largo y sangriento combate, que describia muy por menor, habia apresado un baxél Inglés, en que se halló que iba de incognito nada menos que el mismisimo Rey de Inglaterra, el qual hecho prisionero de guerra, acababa de desembarcar en no sé qué puerto del Reyno para ser conducido à la Corte.

Mi Cura que esto lee, y que tenia al Rey Jorge un odio implacable, sin detenerse en mas examen, manda al instante repicar las campanas de su Iglesia, convoca todos los Clerigos de la Parroquia, canta con ellos un Te Deum muy solemne, dispone luminarias para la noche, franquéa su bodega à todos sus feligreses que acuden al ruido, y no contento con esto despacha una circular à todos los Curas de la comarca, participandoles tan feliz acontecimiento. Dios sabe la burla que sabido lo cierto hicieron estos de su credulidad; y cómo se riyeron de lo bien que empleaba sus regalos. Mas escuchandolos muy sereno: Asi piensan Vms. les respondia, y yo al contrario estoy en animo de duplicarlos à lo adelante, y de dar muy sinceramente las gracias à mi Corresponsal por esta noticia. ¿Quién me podrá ya quitar el gusto que con ella tuve mientras la creí cierta? Pues à fé que no me ha dado otro tanto ninguna de las que hasta aqui me ha escrito, y todas se verificaron con mucha puntualidad.

Por desgracia son pocos los que piensan tan juiciosamente como este buen Cura; y asi sucede que en vez de las gracias, que segun su modo de pensar, y el mio me merezco, no recibo por lo regular sino pullas y burlas que à veces llegan à descon-certarme à pesar de todo mi descaro. Aun el otro dia me sucedió que contando una agudeza mia en cierta concurrencia me regaló uno de los circunstantes con estas palabras que despues me han dicho ser de no sé qué Poeta Latino:

Tuumne, obsecro te, hoc dictum erat? Vetus credidi.

Soltaron todos la risa, y yo, contemple Vm. quál me quedaría.

Pero todo esto era llevadero comparado con la nueva persecucion que Vm. acaba de levantar contra mí con su maldita invencion de las apuestas. Llevo ya perdido el sueldo de dos meses, y si esto prosigue, me habré de quedar sin calzones. No digo cosa sobre la qual no salga luego alguno con una apuesta. Principalmente hay un sugeto que me persigue de muerte. Aun ayer tarde no sé que iba à decir, quando él, cogiendo justamente el intervalo de la primera palabra à la segunda: es falso eso, me dixo, ni hay en ello sombra de verdad. Híce como que no oía, y volviendo à tomar la palabra en tono mas fuerte dixe: Por cartas de París . . . . . Cinquenta doblones à que no hay tal cosa; me volvió à replicar, ¡que siempre nos ha de venir Vm. con noticias extravagantes!

Considere Vm. bien por su vida la sinrazon de este proceder, y ya que ha dado motivo à él, procure remediarlo haciendo à lo menos alguna limitacion à favor mio. Si asi lo hiciere Vm. cuente con mi agradecimiento, y con ser de aqui adelante uno de los sugetos, con quienes he tenido la mayor intimidad, y de los principales heroes de mis novelas. Sino tendré paciencia y Christo con todos. Bien entendido qne no piense Vm. adelantar nada conmigo. Vm. podrá muy bien tener la satisfaccion de empobrecerme; pero asi dexaré yo de mentir como hay algo de cierto en el cuento del Cura, ni en el lance de la apuesta que acabo de referir. En fin segun Vm. procediere, mentiré ó diré verdad, firmandome

Su mas fino apasionado y rendido servidor”

Q. B. à Vm. L. M.N.

Discurso LVIII Qui mores hominum multorum uidit, & urbes. Horat. Art. Poet. v. 142. El qual de muchas gentesVió las ciudades y usos diferentes. “Muy Señor mio: Vmd. y el P. Feyjoó son dos grandisimos impertinentes. Este, en haber condenado sin distincion todo genero de mentiras, y Vmd. en ser del mismo dictamen, y en venirsenos con la invencion ó patarata de las apuestas. Yo soy un Oficial retirado, y no le haré á Vmd. mysterio de que no hay hombre en Madrid que me lleve ventajas en esto de mentir. Sin embargo pretendo que lexos de merecer el tratamiento que Vmd. receta á todos los embusteros; mi conducta no es sino muy loable, y muy digna de que la recomendase á todos sus lectores como un modelo que debieran imitar. Mi edad no pasa de los sesenta; y mi amor à la Patria es tal, que tres o quatro veces estuve gravemente enfermo á fin solo de no apartarme de mi querida España. Sin embargo me he hallado en todas las batallas, en todos los sitios, y defensas de Plazas, en fin en todas las acciones importantes asi de mar como de tierra, que hubo en la Europa en este siglo, y si me descuida un poco ó me apuran mucho, en el pasado ni mas ni menos. Mi voto ha sido seguido en todos los consejos de guerra, cuyas determinaciones tuvieron un exito feliz: y á no haberse hecho aprecio de mi dictamen, se deben atribuir todos los infortunios que hemos padecido nosotros, ó nuestros aliados. No hubo General famoso que no me honrase con su amistad, y de cuyos secretos no fuese yo el deposito. El Conde de Gages, el Duque de Montemar, y el de Castropignano se morian por mí: el Duque de Richelieu dormia todas las noches conmigo mientras el sitio de Mahon, y fui yo quien le determiné á aquel asalto que fue la admiracion de toda la Europa. Los Mariscales de Broglio y de Belleisle nada emprendian sin mi dictamen. Hasta á los mismos enemigos debí particulares distinciones. Lobckowitz de quien fui prisionero en la funcion de Veletri, me hacia comer á su mesa todos los dias. Me ha sucedído mil veces, aunque le pese á todos los Theologos del Universo, estar á un tiempo en dos lugares sumamente distantes; hallarme en dos exercitos habiendo venido el uno á las manos con el otro; haber visto y tratado familiarmente á sugetos en parages en los quales jamás se hallaron y á otros muchos despues de muertos. En fin no se habla de suceso memorable que yo no haya presenciado, en que no haya hecho un papel considerable, y de que por con-siguiente no pueda hacer la descripcion mas circunstanciada. No se cita nombre de persona de alguna reputacion en qualquiera linea que sea, cuya figura, caracter, genio, costumbres, talento, familia no pueda yo referir al momento. Aunque no sé quien es Vmd. he conocido mucho á su Padre (que santa Gloria haya.) Por señas que Su Magestad me perdone los malos ratos que le he dado: porque su Madre de Vmd. que era á fé mia como un Sol, no me miraba con malos ojos, y el pobre hombre llegó á tener sospechas de algunas citillas, y otras bagatelas que habia entre nosotros. Era Vmd. entonces muy niño; pero daba ya muestras de alguna travesura. Sé toda la Floresta de memoria, y no hay en toda ella dicho ni agudeza, de que no sea yo el Autor, ó algun pariente, paisano, ó conocido mio. Si se habla de valentias, de duendes, de apariciones de difuntos, ó de otra qualquiera cosa extraordinaria, me ofrece luego mi imaginacion un sin numero de lances de la misma naturaleza, que me han suce-dido á mi, o a algun amigo en mi presencia, y que no puedo dexar de referir por mas destituidos que estén de gracia. y de verisimilitud. Ya dixe á Vmd. que en mi vida he perdido de vista esta Peninsula. Mas no por eso dexo de hablar con la mayor propiedad de los paises estrangeros delante de los que no han viajado mas que yo. Digo maravillas de los jardines de Versalles, y de la franqueza y vivacidad de los Franceses. Levanto à las estrellas la profundidad y solidez de los Ingleses, y el alto punto à que en aquella Nacion estaban elevadas en mi tiempo todas las artes, y principalmente la agricultura. Pondero la frugalidad, y economia de los Holandeses; y no acabo en comenzando à pintar aquellos prodigiosos diques, y la belleza de aquellas ciudades, entre cuyas casas se ven verdear los arboles, y flotar al arbitrio de los vientos los altos gallardetes. Digo mil pestes de las posadas de Alemania: y abomino el caracter traidor y vengativo de los italianos, en cuya confirmacion re-fiero el riesgo que en cierta ciudad de Italia corrí de ser envenenado por una Dama, cuyos favores habia olvidado por los de una rara hermosura. Por otra parte aunque se pasa el año sin que gaste blanca en el correo, no hay Corte en la Europa, en la qual no lleve una correspondencia continua à lo menos con alguno de los primeros Oficiales de la Secretaría de Estado. Asi que, sé todo quanto se dispone, se trata, y aun se piensa en todos los Gavinetes; y no se cuenta novedad en mi presencia, que no sepa mucho ha, y que no esté en estado de referir con mas individualidad y certeza que otro ninguno. De muchas soy yo el Autor. ¿Se acuerda Vmd. de aquella bola que corrió en Madrid quando con motivo de la posta que pasó al Sitio con la noticia del Comboy apresado por nuestra Esquadra en el mes de Agosto de 1780. se dixo haberse tomado à los Ingleses la Isla de Santa Lucia y toda la Esquadra del mando del Almirante Rodney, que huyendo de la nuestra y de la Fran-cesa, se habia acogido à aquel puerto? Pues ésta salió de mi Oficina. Un sobrino mio, Oficial al servicio de S. M. Christianisima, é intimo amigo del que habia pasado en posta, me lo escribia en carta que éste me habia dexado à su transito por Madrid. Este muchacho huyendo de sus Padres que querian hacerle estudiar por fuerza, se habia pasado à Francia, y alli tomado plaza en un Regimiento de Infantería. Su gallarda presencia, su buen modo y fina crianza, su despejada razon, y sobre todo sus hazañas en varias funciones que luego se le ofrecieron, le distinguieron bien presto de sus camaradas, y le elevaron al grado de Oficial. El Conde de Guichen prendado de él, le hizo embarcar en su Esquadra; y este Heroe formado en un abrir y cerrar de ojos fue quien le aconsejó el desembarco luego que vió bloqueada en el puerto la armada Inglesa. El fue el primero que por entre el fuego de los enemigos subió à la murallá, y levantó en ella la vandera de los aliados. El, el que recibió la espada del Lord Rodney. Eran dignas de leerse en su misma carta las expresiones con que le honró el Señor Conde de Guichen. Buscabala diciendo esto, en los bolsillos, sacaba, una porcion de papeles, que recorria todos con suma ligereza, y tenia siempre la desgracia de haberla dexado en casa. Pero bastaba para prueba de lo que se habia distinguido en aquella accion, la rica espada que S. E. le habia regalado. Tales son, Señor Critico, mis mentiras. ¿Y qué halla Vm. en ellas de reprehensible? Ya Vm. vé que nada me echo en el bolsillo, y que no tienen otro objeto que el entretener un corro de amigos ó una tertulia. ¿Y no es mejor se entretengan en esto que en lo que suelen entretenerse? ¿No vale mas que un circulo de Damas esté con la boca abierta toda una noche escuchando mis cuentos, y mis proezas, que el que estén despedazando à sus amigas ausentes, ó discurriendo nuevas modas con que arruinar sus maridos, ó arruinandolos actualmente al juego, ú oyendo à un Cortejo que las esté disponiendo para la primera ocasion? Yo no sé si me engaño; pero no veo qué razon haya para que se me condene à mí, y se dexen correr libres tantas novelas como andan por las manos de todos. En efecto mi conversacion puede pasar muy bien por una perpetua novela, y los que me escuchan pueden hacer quenta que están leyendo, ú oyendo leer al Lazarillo de Tormes, ú à Guzman de Alfarache. Y no sé yo que me haga esto demasiado favor. Lo acierto es que algunas veces se halla en mis novelas mucha mas invencion y mayor nobleza que en estas y otras obras semejantes. Y asi es que muchos se lastiman de que no empleé mis talentos en escribir algunas que si he de creerlos, harian famoso mi nombre en todo el mundo. Aun si las noticias que esparzo fuesen melancolicas, podria culparseme de que entristecia, y desalentaba la gente. Mas no hay tal cosa como ella. Jamás dixe ni divulgué cosa que no fuese muy plausible. Y en oyendo alguna desgracia de nuestras armas, ò de las de nuestros aliados, esté Vm. cierto que no es fabrica mia. Pues ahora, los mas de los hombres no apetecen las novedades, sino para entretener el tiempo que no saben en qué emplear, y dar al-gun genero de ocupacion á las facultades de su espiritu vacio comunmente de idéas sobre que exercitarse. Y para este efecto ya se vé que es la cosa mas indiferente del mundo que una noticia sea verdadera ó falsa, y aun son preferibles las falsas como sean favorables. He oido contar, ó leido no sé dónde, que habiendo un tal Stratocles Ciudadano de Athenas, dado à sus compatriotas la noticia de una gran victoria conseguida sobre sus enemigos, la qual à los dos dias se averiguó ser falsa, reconvenido y acusado de esto como de un gran delíto, hizo su defensa en estos terminos: ¡O Athenienses! ¡Es posible que asi me aborrezcais solo por haberos dado los dos dias mas alegres de vuestra vida! ¿No podria yo decir otro tanto à los Españoles que me culpasen por la recobracion que hice de Santa Lucia? Acuerdome à este proposito de un Cura de Aldea muy anciano, à quien conocí siendo niño, hombre de mucho juicio, y sumamente dado por esto de novedades. Tanto que lo mismo era moverse alguna guerra en la Europa, que llover regalos sobre un Licenciado que vivia en la Capital de la Provincia, solo para que le comunicase quantas pudiese adquirir. Sucedió que durante una de nuestras pasadas disensiones con la Gran Bretaña, le envió un dia un mozo cargado de algunas cosillas de substancia à tiempo que habia una gran carestia de aquel genero. De modo que el pobre Estudiante no sabía cómo corresponder à esta expresion. En este apuro recurrió à su fantasía, que no tardó mucho en surtirle de materiales para entretener la curiosidad del buen Cura. Escribióle que una fragata nuestra despues de un largo y sangriento combate, que describia muy por menor, habia apresado un baxél Inglés, en que se halló que iba de incognito nada menos que el mismisimo Rey de Inglaterra, el qual hecho prisionero de guerra, acababa de desembarcar en no sé qué puerto del Reyno para ser conducido à la Corte. Mi Cura que esto lee, y que tenia al Rey Jorge un odio implacable, sin detenerse en mas examen, manda al instante repicar las campanas de su Iglesia, convoca todos los Clerigos de la Parroquia, canta con ellos un Te Deum muy solemne, dispone luminarias para la noche, franquéa su bodega à todos sus feligreses que acuden al ruido, y no contento con esto despacha una circular à todos los Curas de la comarca, participandoles tan feliz acontecimiento. Dios sabe la burla que sabido lo cierto hicieron estos de su credulidad; y cómo se riyeron de lo bien que empleaba sus regalos. Mas escuchandolos muy sereno: Asi piensan Vms. les respondia, y yo al contrario estoy en animo de duplicarlos à lo adelante, y de dar muy sinceramente las gracias à mi Corresponsal por esta noticia. ¿Quién me podrá ya quitar el gusto que con ella tuve mientras la creí cierta? Pues à fé que no me ha dado otro tanto ninguna de las que hasta aqui me ha escrito, y todas se verificaron con mucha puntualidad. Por desgracia son pocos los que piensan tan juiciosamente como este buen Cura; y asi sucede que en vez de las gracias, que segun su modo de pensar, y el mio me merezco, no recibo por lo regular sino pullas y burlas que à veces llegan à descon-certarme à pesar de todo mi descaro. Aun el otro dia me sucedió que contando una agudeza mia en cierta concurrencia me regaló uno de los circunstantes con estas palabras que despues me han dicho ser de no sé qué Poeta Latino: Tuumne, obsecro te, hoc dictum erat? Vetus credidi. Soltaron todos la risa, y yo, contemple Vm. quál me quedaría. Pero todo esto era llevadero comparado con la nueva persecucion que Vm. acaba de levantar contra mí con su maldita invencion de las apuestas. Llevo ya perdido el sueldo de dos meses, y si esto prosigue, me habré de quedar sin calzones. No digo cosa sobre la qual no salga luego alguno con una apuesta. Principalmente hay un sugeto que me persigue de muerte. Aun ayer tarde no sé que iba à decir, quando él, cogiendo justamente el intervalo de la primera palabra à la segunda: es falso eso, me dixo, ni hay en ello sombra de verdad. Híce como que no oía, y volviendo à tomar la palabra en tono mas fuerte dixe: Por cartas de París . . . . . Cinquenta doblones à que no hay tal cosa; me volvió à replicar, ¡que siempre nos ha de venir Vm. con noticias extravagantes! Considere Vm. bien por su vida la sinrazon de este proceder, y ya que ha dado motivo à él, procure remediarlo haciendo à lo menos alguna limitacion à favor mio. Si asi lo hiciere Vm. cuente con mi agradecimiento, y con ser de aqui adelante uno de los sugetos, con quienes he tenido la mayor intimidad, y de los principales heroes de mis novelas. Sino tendré paciencia y Christo con todos. Bien entendido qne no piense Vm. adelantar nada conmigo. Vm. podrá muy bien tener la satisfaccion de empobrecerme; pero asi dexaré yo de mentir como hay algo de cierto en el cuento del Cura, ni en el lance de la apuesta que acabo de referir. En fin segun Vm. procediere, mentiré ó diré verdad, firmandome Su mas fino apasionado y rendido servidor” Q. B. à Vm. L. M.N.