Vera redit facies: assimulata perit.
Petron. Satyr. cap. 80.
Al punto todas cosas
Recobran su semblante verdadero;
Dexan las apariencias engañosas.
Un Escritor anonimo tiene una gran ventaja sobre el que pone su nombre à la frente de sus obras. Muy necio es menester que éste sea para que sienta un gran placer, quando las oye alabar en su presencia. Pero el deleyte que à aquel es preciso den las alabanzas que él mismo oye de las suyas, es inexplicable. Está cierto de que no tiene parte en ellas la adulacion, ni la urbanidad. Y si hay en la tierra alguna
Por este medio he llegado yo à entender que el sueño, que ahora ultimamente he publicado, ha logrado bastante aceptacion. Vé aqui un hombe [sic], decia uno acabando de leer mi Discurso L. que no es menos util al Público quando duerme, que quando está despierto. Estas palabras podrian à la verdad ser mas bien una sátyra, que un elogio. Pero à algunos otros he visto con tales deseos de que publique todos los juegos de mi fantasia, quando ella está como abandonada à sí misma, y de que dé en mis Discursos una historia completa de mi vida, y proezas nocturnas, que si quisiese contentarlos, mi obra no vendria à
Como à estas me viese particularmente inclinado el atentisimo Caballero, que po-
Llegó ésta mas presto de lo que me imaginaba. Porque saliendo à la calle, la hallé toda embarazada con un globo de gentes, que estarian sin duda observando los pedazos de algun cantaro, que se le habria quebrado à algun muchacho. Quantos pasaban, eran otras tantas agregaciones, que se hacian al peloton. Varios Comerciantes habian salido à las puertas de
Aun de las que estaban llenas, las mas lo estaban de materias muy estrañas à una cabeza. Una habia por exemplo de un Abate todita llena de retratos de diferentes mugeres, y de una gran cantidad de papelitos doblados en forma de billetes muy pequeños, en algunos de los quales leí las expresiones mas tiernas y derretidas del mundo. Ví tambien escritas en ellos varias cosas que parecian decimas, obille-jos, sonetos, y entre ellos muy buena porcion de acrosticos. Otra de uno, que mirado sin Lente, parecia un Teniente Coronel, por el uniforme y divisa que llevaba, estaba llena de papeles de polvos, de botes de pomada, de frasquillos de diferentes licores, de espejos, cepillos, y otros muebles semejantes, todos de una pequeñéz extraordinaria. Reparé tambien que lo que traía à la cinta, y me habia parecido espada, no era sino una rueca.
Pero mas particular que todas, era la cabeza de un Golilla, que iba muy entero en un coche de dos mula [sic]. Estaba ésta arestada de tirillas de papel muy chiquitas, y escritas todas con caracteres muy menudos. Observandolas con alguna atencion, ví repetidas en muchas de ellas estas dicciones. Molin. Rox. Cuncer. Castill. Luc. Menoch. Covarr. Gam. Rioc. y otras semejantes, seguidas cada una de otras dicciones, letras, y numeros con diferentes puntos entreverados. Habia tambien una multitud prodigiosa de Yporques, Otrosies, Protestas, Redarguiciones, y repetidas asimismo en muchas tirillas un gran número General, favorable, y siguiente; pido juro, y para ello &c. Concluyo sin embargo. Y advertí, que en ninguna se hallaba la una de estas palabras sin sus compañeras.
Algo se parecia à ésta cabeza la de un Caballero que alli estaba, toda llena tambien de tiras de papel, las quales igualmente que las de la cabeza del Golilla, parecian estar en un continuo movimiento, estendiendose unas, y arrollandose otras con increible ligereza. En las de ésta se veían escritos los titulos de una infinidad de Libros con los nombres de los Autores, y apuntadas todas las ediciones que hay de cada uno de ellos, qual es la mejor, quel la mas rara, qual la mas completa, y en fin el precio, y estimacion de cada una. Aparté mi Lente, por vér si se parecia à alguno de los Libreros que yo conozco; pero con mucha admiracion mia ví, que no era sino uno de los que se tienen por los mas célebres eruditos de la Corte.
Ni eran menos estraños los materiales, de que constaban los corazones. Los mas
Bolviendo à los corazones, quise tambien reconocer el de otra Dama que pasaba acompañada de dos jovenes, de los quales apretaba al uno la mano, al mismo tiempo que echaba hácia el otro una miradita la mas tierna del mundo. Pero por mas que hice, no me fue posible distinguir de qué materia era: solo ví que era un compuesto de tenuisimas hebras, tan irregularmente enlazadas, trabadas, y anudadas unas con otras, que parecia imposible desenredarlas, y formaban un verdadero laberinto. Su movimiento era muy violento y desigual. Y el pericardio estaba todo clavado de un sin número de pequeñisimas flechas y dardos, que pendian por las puntas, y parecian haber sido dis-
En fin, de toda aquella multitud solo tenia el corazon de carne, y conservaba, mirado con la Lente, toda la figura de hombre, uno que no se habia parado alli sino para ayudar à un pobre mozo de esquina, al qual con el embarazo de la gente se le habia caído al suelo y desliado una gran porcion de diversos muebles de que iba cargado. Esto me empeñó en reconocerle, y hallé que era aquel Fabricio, de quien he hablado en algunos de mis Discursos. Lo que me admiraba mas, era que todos los otros andaban, y hablaban lo mismo, que si fueran verdaderos hombres; se llamaban unos à otros con este nombre, y vistos sin Lente, yo mismo los tuviera por tales.
Queria continuar mis observaciones en una Dama que pasó acaso, y que se llevó las atenciones de todos, y las mias, porque no parecia sino una deidad: tan hermosa era. Mas aplicada al ojo la Lente,
Siguiendo mi camino, ví dentro de una tienda un corro de gentes, que daban grandes carcajadas, y oían al parecer con mucho aplauso à uno, que parecia haberse hecho dueño de la conversacion. Y reparé que su lengua no remataba en semicirculo, ni era de carne como las lenguas ordina-
Halléme luego sin saber como delante de la Real Biblioteca. Me tentó la curiosidad, y subí allá. Suspendióme lo primero la alteracion, que mi Lente causaba en los mas de los rotulos, que se veían en los lomos de los libros. Por exemplo, en unos, que en latin decian Comentarios sobre las Leyes de la Nueva Recopilacion: lei con ella, Trastorno de las Leyes Recopiladas. En otro en que con la vista desnuda habia leido Controversias Theologicas, lei luego Audacias Theologicas. En unos quantos, que decian Quaresma del &c. me hizo mi Lente leer Carnabal del &c. En unos tomitos pequeños, que tenian por afuera Cartas Criticas, leí Triunfo de la ignorancia. Invencion para hacer lucir los ignorantes, leí en las espaldas de varios volumenes, que mirados sin Lente, parecian diferentes Diccionarios. En una obra, que parecia moderna, y compuesta de unos cinco tomos, y otro agregado, leí Soporifero universal. En fin, fueron muy pocos los libros, en cuyos titu-Defensa de la falsa Filosofia.
Ni fue esta la sola alteracion que he notado. De toda aquella inumerable multitud de libros, los mas me parecieron por adentro llenos de borrones. Otros me pareció que tenian en blanco la mayor parte de las hojas, tanto que el contenido de algunos volumenes, capaces cada uno de cargar un macho, podria à mi parecer ponerse en una quartilla de papel, y aun creo que quedaria lugar para alguna otra cosa.
Vinome con esto à la imaginacion examinar del mismo modo mis Discursos. Y con esta idéa saqué un tomo de ellos, que acerté à llevar en el bolsillo. Muchos me parecieron tambien llenos de borrones,
Saliendo de la Real Biblioteca, pasó delante de mi un coche con quatro mulas, que por su color de chocolate, y por el de las libréas, creí fuese de algun Eclesiastico; pero con el auxilio de mi Lente ví, que el que iba dentro, llevaba su vestido azul con buelta encarnada, y dos ordenes de bordado en ella; en fin uniforme de Teniente General. Despues de andar algunas calles, sin que se me ofreciese à la vista cosa particular, ví en una un Caballero del Habito, que iba por la opuesta hacera, y que me pareció dig-