Virg. Æneid. I. vers. 409.
Danza. Ellos quisieran, que yo me
enfureciesse contra ellos; à fin de que, dandoles un mientes como una casa, pudiessen empeñar à
sus Associados los Maestros de Armas, y hacerme una causa de Hecho,
de lo que por mi prudencia, ha de quedar en terminos de palabra. Mas
justicia me hago
Danza; ahorrarle el
trabajo de averiguar, si sè baylar, ò no; y desagraviar al mismo
tiempo el nobilissimo Arte, que exercita, le quiero manifestar, lo
que siento del modo con que se bayla en Madrid, y de la misma manera
del modo con que lo enseñan los Maestros. Cierto Cavallero, natural
de Arevalo, muy hacendado, y rico en aquel
Paìs, à quien llevè el Iphigenia, que se
representò en el Corral de la Cruz, y à que concurrieron muchas
gentes para vèr à la Señora M . . . . . la inimitable.
Este Cavallero, que jamàs estuvo en la Corte, y que no havia visto
Comedias, ni Bayles Theatrales, se enfadò mucho, quando viò las
contorsiones, y violencias, que con suma indecencia, y desacato,
hacian los Còmicos, y Baylarines, à fin de lisongear, con estas
extravagantes posturas, el gusto, y de ganar el dinero de los del
Patio, y de la Cazuela. Tacon encarnado, y del Peynado de Sympatìa; pero lo desestima, y aborrece del
todo la gente sèria, è inteligente. Pues si esto es assi, replicò mi
Camarada, por què se tolera tan publicamente una defectuosidad tan
escandalosa? Ciertamente, que se debiera pagar el trabajo de los que
esto enseñan, como Alexandro pagò la ciencia
del famoso Enebrador de Millo. Es possible, que en la Corte de
Madrid se sufra un baylar tan vicioso, que en lugar de exaltar mas
las perfecciones de la Naturaleza, debe necessariamente conmover los
espiritus, irritar los sentidos, desfigurar la belleza, y adulterar
las obras de la misma Naturaleza? No es aqui como en nuestros
Lugares, donde conviene, acordar, del mejor possible, las gracias, y
donayres, que son rusticos efectos de una grossera, y mal dirigida
educacion de los Labradores, con los primores que pide el Arte. Pero
baylar como acabamos de vèr, y en Madrid, y esto, como Vmd. dice,
para agradar à gentes de deprava-Anselmo, si viera esto; pues à pesar de su poca experiencia
del mundo, no dexa de burlarse de sus Camaradas, quando los vè dàr
aquellas ancadas, y bolteretas contrahechas, sin que se hagan cargo
que repugnan à la Naturaleza, y à la excelencia del baylar.
No supe como desahogarme, al oìr las satyras, è invectivas con que mi Amigo fiscalizaba los Bayles; y deseando hacerle cessar, y convencerle de la mucha distancia que hay entre los abusos, que se hace de los Bayles, y las ventajas de que son susceptibles, me vì precisado à leerle una Carta, que me havia escrito cierto discreto Tertulio, sobre un Bayle, en que se havia hallado, y la qual casualmente traìa en el bolsillo. Ella decia:
Señor Duende, decir à Vmd. las agitaciones,
movimientos, y repulsos que sentì, quando vì à mi hija, que yà tenia
quince años, levantarse de su assiento para presentarse para el
Bayle. En mi vida me havia visto, ni mas inquieto, ni mas alterado;
y creo de cierto, que no me huviera sido mas sensible la pèrdida de
mis bienes, que entonces me fue sensible vèr mi hija exponerse
libremente al sonrojo de tanta gente como se hallaba en este
concurso. Entre tanto ella se avanzò con passo grave, y modesto; y
despues de haverme mirado, como à quien temìa mas, que à toda la
compañia, la hice una seña, que al parecer calmaba la turbacion que
la movia. Entonces vì aquella, que antes havia sido mu-
Vmd. mismo, Señor Duende, sabrà representar
mejor que yo las diferentes mudanzas, y composturas de una Señorita,
que bayla, y desembuelve las gracias, y dones que possee, solo con
el fin de dàr gusto à quien la diò la vida. No es possible, que el
Amante de mi hija resienta jamàs la mitad del gozo, que yo sentì en
aquel momento. Nunca huviera yo pensado, que un Arte, que siempre
juzguè inutil, y ridiculo, pudiesse perfeccionar tanto à quien lo
exerce con juicio. No conozco medio alguno que sea comparable con el
del Bayle, para dàr à las Señoras una idea, de lo que valen, y de la
dignidad de su esta-
B.L.M. de Vmd.
Philoctene.
Juiciosa, me decia mi Campesino, es la Carta. Bien se conoce que el Cavallero quien la escribe, havrà hecho su Curso de Rhetorica; pero con todo esto, yo no me aparto de la demanda contra los Bayles. No ha muchos dias, que el Cura recibiò un Libro, escrito sobre esta materia, en que se repassa terriblemente à los que favorecen semejantes divertimientos de la Juventud: y assi, nunca afianzarè yo la bondad de su educacion por el Arte del Bayle. Y sino, digame Vmd. estas chocarrerìas, y movimientos indecorosos, que acaban de hacer en las Tablas las Còmicas, no passan por donosidades para con muchos, que las aplauden, y que las procuran imitar en festejos particulares, à fin de dàr gusto, y de cobrar fama de despejados, y atrevidos?
Qual serà la verdadera causa, y fin con què se bayla? Creo, que se
bayla con el fin de expressar sensible, y atractivamente el
contento, y alegrìa, que resiente el corazon; ò para ahuyentar, con
el Bayle, alguna melancolìa, y disgusto. El baylar es un simple
passar el tiempo, y un exercicio con que se divierten los afanes de
Luciano, que tenian una especie de Danza, en
que entretexidos los brazos, se tocaban hombres, y mugeres con la
extremidad de los dedos. Plutarco, y Galeno, &c. añaden, que este tocamiento,
que se hacia con mucha ligereza, era exercicio de palestra; y que el
Bayle entre los Spartiates era una gymnastica que deleytaba, al
mismo tiempo que fatigaba el cuerpo. Que para esta Danza era
necessario fuerza grande, se infiere de que los Baylarines cerraban
los labios. Y Luciano, dando razon por què se
hacia esto contra la antigua pràctica de baylar, y cantar à un
tiempo, como lo dice Gellio; dice, que,
haviendose introducido en los Bayles, varias atitudes, y posturas de
arte, con movimientos, y agitaciones fatigosas, para lo qual
convenia observar ciertas reglas, y compases à tiempo mensurable, no
era
Alegròse con razon el Autor de la Carta, viendo que el Arte de Baylar
havia añadido à la disposicion natural de su hija especial gracia, y
un nuevo apacible despego, el qual tal vez no huviera jamàs
manifestado sin la danza. Se puede decir, con toda certeza, que el
Bayle produce en la juventud un bien physico, muy necessario para el
mundo, que el saber manejarse con gracia, saludar con decencia,
presentarse en qualquiera parte con modesto desenfado, &c. Desde
la primera vez, que vemos à un sugeto, concebimos de èl ciertas
ideas, que no es facil borar despues. Esta verdad sola, è innegable,
nos obliga à buscar medios, para
Una verdad tan clara, y tan manifiesta, halla nuevo apoyo en la
experiencia. Los preceptos mas comunes de la urbanidad, y
cortesanìa, instruyen en cierta manera à los hombres, en el modo
como deben, con especiales gracias, saber introducirse en qualqueria
Compañia, sin que parezcan fuera de su centro. Hay una infinidad de
sugetos de mèrito, que por no saber, ò por no hacer caso de estos
preceptos, parecen ignoran las leyes universalmente recibidas en el
trato humano; porque aún no saben còmo deben saludar à una Dama. Un
cèlebre Mathematico, hallandose sentado en un Estrado, dudaba si
podia mantenerse en esta postura, mientras que el Amo de casa bebia
à su salud. Y una Señorita, de distinguida belleza, porque siempre
responde: Viva Vmd. mil años, se puso à pique
de quedar el otro dia burlada, unicamente por no Virgilio, estando perdido en el monte,
encontrò à Diana en trage de Cazadora, no la
conociò por Diosa, hasta que viò el modo de su andadura. Pues aunque
la Deidad le preguntò, si no havia visto passar à otra muger en el
propio trage que ella vestìa, y que le mostrò en su rostro una
magestad mas que humana; no mereciò à Æneas
adoracion como divina, hasta que la huviesse conocido en la gracia,
y donayre de sus pisadas.
Jamàs se explica mejor el mèrito, y la garbosidad de un Joven, sino despues que se ha reconocido su habilidad, y modestia en el Bayle. Siendo esto assi, no tenìa el Autor de la Carta citada poca razon para complacerse en el Bayle, reconociendo à su hija enriquecida con estas relevadas prendas. Si el arte imita à la Naturaleza, el baylar la ensalza sobremanera, descubriendo, y haciendo lucir la hermosura, y la perfeccion en las personas, que saben baylar como lo requiere el Arte.
El Bayle, ni su exercicio, no incita, como yà lo diximos en otro
Discurso, al
Bien contemplo, que alguno de mis apassionados se maravillara, que un
Duende tan hypocondriaco, y que mira con
tèdio, y de travès à todo quanto no sea virtud declarada,
encomiende, y buelva tanto por la causa de la diversion del Bayle:
diversion que los hombres cuerdos tratan de bagatela, y los
Moralistas de peligrosa. Pero soy de parecer, salvo meliori,
Defiendo, pues, y defenderè siempre los Bayles, y los aficionados, que usan discretamente de ellos, contra todo el enturbion de los reformadores, los que, saltandoles tal vez la gracia, el garbo, y la destreza para sobresalir en este exercicio, reprehenden en otros una diversion, en que quisieran poder correr pareja con ellos, y merecer el aplauso, que merecen.
Pero lo que mas debe interessar à la Sociedad en esta diversion, es,
el acomodo, y las conveniencias, que muchos han logrado, y logran
por el Bayle. No me faltan en Madrid, y fuera de èl, testimonios
bastantes de casamientos, y obtencion de empleos, que no tuvieron
mas principio, que la concurrencia à un Sarao, ò Bayle, sin
intervencion de malicia, por mas que se sospecha siempre à esta
inseparable en funciones de esta na-
Participo à Vmd. en pocas palabras, la resolucion que he
tomado. Don Cayetano Garboso es el Hidalgo mas
ayroso, y mas galan, que pisa sobre la haz de la tierra en todos
estos contornos. Es muy alto; pero sin serlo demasiado. Bayla como
un Angel: tiene la boca no sè còmo; pero no obstante Santiago. O! y
quanto diera Vmd. le viesse baylar. El Maestro me assegura, que es
el mejor Discipulo de su Escuela, y el hombre de mas excelentes
prendas. Su generosidad es imponderable. El Maestro la exalta de un
modo, que passa poco menos, que por heroyca, y la creo assi; pues
nos señala Don Cayetano bastante, quando
regala al Maestro tan liberalmente, como hizo el dia de su Santo,
que le diò un corte de chupa, compañero del que havia sacado para sì
propio. Y ayer me dexò vèr el Maestro una caxa de plata muy bella,
Don
Cayetano no se halla favorecido de la fortuna; pero tiene
èl la culpa: tiene en su mano el remedio? Bien considero, que mis
parientes, en sabiendo mis pensamientos, procuraràn representarme su
miseria, y han de procurar desviarme de la eleccion de un hombre
pobre. No querràn hacerse cargo, de que Don
Cayetano tiene prendas, que valen mas que la hacienda. Su
tierno corazon, su espiritu admirable, su modestia, su urbanidad, su
bella presencia, su buena crianza, y la obligacion que tengo à sus
rendimientos, desde el primer momento que me viò, merecen la
atencion de qualquiera. Olvidème decir à Vmd. que tiene los ojos
negros, y que el Maestro me dice, que no cessa de llorar, quando le
habla de mi. No ignoro, buelvo à decir, que mis parientes trabajaràn
todo lo que puedan, para que le despida; pero como nadie puede
privarme Don Cayetano Garboso, dice, que
pretende hacer lo mismo. La desgracia quiere, que todas mis Amigas,
á quienes he consultado el caso, estàn contrarias à este pobre
Cavallero; y que nadie, sino su Maestro de Bayle, y de Violìn, le
favorecen. Como sè, que Vmd. es prudente, y que la amistad, que
professò à mi difunto padre, està todavia reciente, me dirijo à èl
para que me dè consejo; el qual si es bueno, no dexarè de seguir.
Con toda el alma quisiera que Vmd. viera baylar à Don Cayetano, ò que oyesse hablar à su Maestro de sus
buenas calidades. Nuestro Señor, &c. Olvidème decir à Vmd. que Don
Cayetano es muy apassionado del Duende.
No es nuevo vèr, que los Valìdos de los Grandes, lisongeando
vergonzosamente sus passiones, trabajan mas en ganar la aficion de
sus Amos, que en cuidar de sus interesses. Esta misma politica ha de
ob-
Si quisieramos desentrañar mas, y mas los motivos, y muelles secretos, que mueven à los hombres, y mugeres, quando piden consejo sobre cosas que yà determinaron à sus solas, hallarìamos, à mi entender, que uno de los principales es, la impossiblidad en que estàn de guardar el secreto de una cosa que les dà tanto gusto. Una Doncella sufre, quando no puede decir à la Criada, ò à sus Amigas, y conocidos, que la casan presto: y este sufrimiento nace de que rabian para tener ocasion de hablar de su Amante; y solo para oìr pronunciar su nombre, suelen preguntar las Señoritas à la Criada, que la aconseje en tan delicada materia. Y si esto no fuesse assi, por què me imaginarìa yo, que aquella Viuda de la Calle de N. no habla en todas las tertulias, sino de su Matrimonio con un Viudo que tiene fama de rico? Nada mas còmico, que oìr las dudas que propone, y los embarazos que finge.
Rematarè este Discurso con el carac-
Para aconsejarse sobre esta materia, no hay como los Maestros de
Bayle, de Musica, y de Lengua, que son hombres de composicion, y
tienen soluciones à la mano para qualquiera dificultad, que pueda
ofrecerse en semejantes lances. Por
No sin bastante sentimiento veo, que la mala intencion de
algunos, siempre pronta para atravesar los adelantamientos,
y la satisfaccion que dà el acierto de las empressas, ha
podido deducir, de algunos Retratos, que he formado en mis
Duendes
No supe como retratar à un hombre, que siempre
anhela para dàr noticias anticipadas, de lo que debe
suceder, sino pintandole Cojo: pues,
contemplandole en un continuo movimiento, por no atrassarse,
y llevar la palma entre todos los contendentes à la gloria
parcial de los partidos en guerra; me parecia, que la
consideracion de la penalidad de sus passos, imprimirìa idea
mas fuerte de su zelo, à medida que fuesse mas poderosa su
fatiga. Pero ha querido la infelicidad mia, que se ha
comentado tan siniestramente este pensamiento, que se ha
perjudicado en sus interesses à un pobre, à quien jamàs
conocì, ni à quien jamàs he visto. Y siendo justo dàr al
Pùblico, en este assunto, una satisfaccion integra, y à
cubierto de toda malicia, de-claro, y protesto, que nunca ha sido, ni es,
mi intencion hablar de nadie, en lo que pudiesse causar el
mas leve daño; y que del sugeto à quien se ha querido
atribuìr una cosa, colegida por la dicion de mi Carta, no
conezco, ni conozco (con cierta ciencia) à quien le pudiera
conocer, para que se le sospechasse de lo que se me ha
dicho: y assi le certifico inocente delante de Dios, y del
mundo, por lo que à mi me toca, ò por lo que huviesse podido
llegar à mi conocimiento.
Fin.
En Madrid:Con las Licencias necessarias, en la Imprenta del Tribunal de la Santa Cruzada, calle de las Hileras.
Se hallarà este, y los antecedentes en las
Librerias de Antonio Sancha, frente del Correo; en la de
Bartholomè Lopez, Plazuela de Santo Domingo; y en la de
Bartholome Ulloa, frente del Salvador.