Discurso Decimoctavo Anonym (García de Cañuelo, Luis; Pereira, Luis Marcelino) Moralische Wochenschriften Elisabeth Hobisch Editor Julia Obermayr Editor Birgit Peking Editor Carina Windhager Editor Institut für Romanistik, Universität Graz 09.05.2016 o:mws-096-339 Anonym: El Censor. Obra periódica. Madrid: 1781-1787, 267-281 El Censor 1 18 1781 Spanien Ebene 1 Ebene 2 Ebene 3 Ebene 4 Ebene 5 Ebene 6 Allgemeine Erzählung Selbstportrait Fremdportrait Dialog Allegorisches Erzählen Traumerzählung Fabelerzählung Satirisches Erzählen Exemplarisches Erzählen Utopische Erzählung Metatextualität Zitat/Motto Leserbrief Graz, Austria Spanish; Castilian Theater Literatur Kunst Teatro Letteratura Arte Theatre Literature Arts Teatro Literatura Arte Théâtre Littérature Art Mode Moda Fashion Moda Mode Spain -4.0,40.0

Discurso Decimoctavo

Laudauere saleis, nimium . . . . . stulte mirati: si modo ego, et vosIllepidum scimus lepido seponere dicto.

Horat. in Art. Poet.

Si es que distinguir sabemosLo gracioso de lo frio;Muy neciamente admiraronComo gracias estos dichos.

Señor Censor.

“Muy Señor mio: La pintura que en su primer Discurso nos hizo Vm. de su caracter, me persuadió à mí, y à todos los que como yo se precian de Españoles rancios, que no tarda-ría Vm. mucho en poner de buena mano à una especie de gentes, que no pueden menos de ser intolerables à qualquiera, que, como Vm. asegura de sí mismo, no pueda sufrir cosa que desdiga un punto de la razon. Hablo de estos Señores erudítos à la violeta, de que está inundada la Corte, y que gracias à nuestra buena suerte ván cundiendo admirablemente por las Provincias. La extravagancia que reyna en todas sus idéas y discursos, bastaba ella sola para atraer la atencion de un hombre, qual Vm. se nos pinta; aun quando no fuesen tan perjudiciales à la Sociedad como es notorio. Con todo, lleva Vm. publicados Diez y siete Discursos, sin que les haya tocado en el pelo de la ropa; y yo que solo por esta esperanza los fuí comprando todos, me hallo yá à esta hora con 10. reales y 5. quartos desembolsados en valde. A la verdad, Señor Censor, que no dexa de haber fundamento para sospechar, que no es tan fiero el Leon como le pintan, y que no tiene la moda con Vm. tan poca autoridad, como dice. Pero no; yo le he cobrado à Vm inclinacion, y me sería muy sensible tener que deponer el concepto, que tengo formado de su juicio. Asi quiero mas bien atribuirlo à olvido: y aun por esto me tomo la libertad de recordarle este asunto, lisongeandome de que no será Vm. sordo à mi instancia, ni dilatará mas el tratar una cosa tan importante, y que puede darle materia para algunos volumenes de discursos.

Si mis esperanzas no son vanas; por donde yo quisiera, que empezase Vm. sus hostilidades es, por oponerse con todo esfuerzo à cierta especie de conjuracion, que hace algun tiempo que entre estos Señores, mios he observado, (y que no puedo creer, se haya escapado à un hombre de la penetracion de Vm.) contra cierto Personage digno por mil titulos de toda nuestra estimacion, y nuestro respeto; al qual no obstante, están haciendo una guerra oculta, pero cruel. Yá se hará Vm. cargo que hablo del equivoco. He procurado indagar de donde podia venirles este encono tan fuerte contra un Personage tan benemerito de la República, tanto Civil, como Literaria. Desde luego sospeché, que no podia menos de ser introducido por alguno de estos Libritos de forro azul, cuya lectura hecha por nuestra desgracia tan comun en estos tiempos, hizo tantos estragos en una, y otra, corrompiendo del modo que sabemos nuestras costumbres, despues de haber echado à perder nuestra literatura; y de hecho supe que nuestro equivoco, tuvo la desdicha de no agradar à un tal Monsiur Boilo, ò Bolo, Peluca francés, que parece se desencadenó terriblemente contra él. Lo mejor del caso es, que segun me han dicho, el tal Monsiur es Poeta. Yo no he leído sus Obras, ni tengo tal ga-na. Pero imaginese Vm. por su vida, ¿qué tales podrán ser los versos de un hombre, que tan à mal está con la mejor gala de la Poesía? ¿No es de creer que todo su odio no venga de otra causa, que de no haber merecido sus favores, y de haberse él tal vez resistido à su dura mollera? Pues con todo eso, no le faltan por acá sequaces, y tantos que me temo no salgan al cabo con la suya; porque no ignora Vm, lo que puede el número aun contra la razon, y yá se trata publicamente al pobre equivoco de cosa pueril, ridicula, y despreciable. Vm. que segun el cuidado que tiene de regalarnos siempre con algun versecillo al frente de sus Discursos, es preciso que sea aficionado à la Poesía, no habrá dexado de leer esas que se están dando à luz todos los dias, cuyos versos son un encanto, porque demás de otros mil primores, están toditos llenos de equivocos los mas salados del Mundo. De ma-nera, que no parece sino que Dios ha inspirado à sus edictores, el pensamiento de publicar tales obras, porque ciertamente no se podia dár cosa mas aproposito, para sostener en su perfeccion nuestra Poesía, que yá Vm. vé, quanto iba decayendo de algun tiempo à esta parte. Pues habia Vm. de vér lo que en un corro, en que me hallé el otro dia, dixeron de ellas ciertos literatos de estos à la derniere, y lo que declamaron contra el mal gusto, como ellos decian, del Público por el descente despacho que tienen. Si Vm. estuviera presente, creo no se hubiera podido contener; y que hubiera quebrantado de aquella vez el proposito de reprimirse delante de gente, que Vm. nos anunció en su Primer Discurso: à mí por lo menos me dieron tal enfado, que estoy tentado à comprar todas las obras de este jaez, y repartirlas gratis à todo el mundo, solo para desesperarlos, y vengarme de ellos.

Creerá Vm. sin duda, que su intento se reduce solo à desterrarle de la Poesía. Aunque fuera esto asi, no por eso sería el asunto indigno de la atencion deVm.; porque, ¿qué sería de esta Arte, que segun ellos mismo dicen, ha merecido en todos tiempos la estimacion de los mayores hombres, y es el unico desahogo digno de un sabio? Creame Vm.: se arruinará del todo, si le falta este apoyo. Tendrémos unos versos insulsos, sin conceptos, sin agudeza, en fin, unos versos como serán sin duda los del tal Monsiur Bolo, y como son los de un Frayle, que llaman Fray Luis de Leon, los de un tal Garcilaso, los de unos tales Argensolas, y otros, de los que aseguro à Vm. con toda la ingenuidad de que soy capáz, que jamás pude leer media docena, sin bostezar. Será preciso cerrar los Teatros; porque, ¿quién habrá que tenga paciencia para aguantar tres horas en una Comedia, si faltan, como será forzoso que falten, los saynetes, y las agudezas de los Graciosos? Y además: ¿cómo podrán entonces expresarse las pasiones con aquella nobleza, y elevacion que admiramos en nuestras comedias? La del amor, por exemplo, que es la mas general, y la que debe siempre dominar en ellas; ¿podrá explicarse sin baxeza, faltando aquello del fuego que yela, y el agua que abrasa, y otros mil sublimes conceptos de esta naturaleza, que deben todo su sér, y su esplendor al equivoco? No Señor: tendrán los personages de las comedias que hablar lisa y llanamente, de manera que todo el mundo los entienda: explicarán sus amores del mismo modo que lo hace qualquiera Abatico enamorado: no verémos en los Teatros mas de lo que estamos acostumbrados à ver diariamente en nuestras casas: y vendrán en fin, à ser todas las comedias, como algunas, que han dado de un tiempo à esta parte, en repre-sentarnos por los Veranos, traídas allá de casa de los Diablos, que son sin duda, las que Vm. dice que no puede ver, sin riesgo de que se le forme una apostema; y en que le protesto à Vm. sinceramente que me sucede à mí puntualmente lo mismo.

Pero desengañese Vm.: no se limita à esto solo su proyecto. Yo estaba tambien en esa inteligencia; mas presencié dias pasados una conversacion, que me hizo caer en la cuenta de que son mucho mas vastas sus idéas: se estienden nada menos, que à desterrarle enteramente del comercio humano; y si lo logaran, ¡qué terrible trastorno! El gran arte de engañar à otro sin mentir pereció del todo; será preciso que los que quieran adelantarse en las Cortes, los que manejen los negocios públicos, Ministros, Embaxadores, todos, todos sean unos grandes embusteros. La misma suerte tendrán las ciencias mas nobles, y mas utiles à los hombres. Una gran parte de la Teología, la que mas se ha cultivado en nuestras escuelas, quedará inutil. La robustéz de pulmones, que es hoy dia una prenda tan recomendable en sus Profesores, y que à tantos elevó à las dignidades de Lectorales, Penitenciarios, y Magistrales; yá no tendrá ningun uso. Escoto se reconciliará con Santo Tomás, ¡qué escandalo!

¿Pues qué dirémos de la Jurisprudencia? yá no habrá mas videtur quod sic, y videtur quod non. Las leyes quedarán claritas, como el agua. A Dios Glosas, y Glosadores, Comentadores, y Comentarios. A Dios toda esa infinidad de questiones sostenibles por una, y otra parte. El conocimiento de las Leyes no merecerá el nombre de ciencia. Habrá que condenar al fuego un sin número de volumenes; y entre ellos las Obras de Autores muy honrados, y que nacieron con muchas obligaciones. Habrá que buscar otro oficio à una multitud de Abogados, que queda-rán sin tener que hacer; porque, ¿cómo podrán entonces defenderse tantos pleytos, como ahora se defienden por una, y otra parte, y hacerse problematicas todas las causas?

En una palabra, faltará en todas las ciencias el pro, y el contra: faltarán las disputas, que son sin duda toda su sal. En ninguna se podrá lucir el ingenio: y vendrán à quedar todas sobre poco mas, ò menos como las Mathematicas. Verdad es, que estas no las ponderan sobre manera estos Señores Novadores; y no hablan de otra cosa, que de reducir à su methodo las demás. Pero ¡bueno fuera por cierto, que estas recibiesen la Ley de unas Ciencias, (si es que merecen este nombre) que solo sirven para hacer juegos de manos, ò quando mas reloxes de sol, y algunas otras frioleras semejantes! Además, yo he abierto en una ocasion un tomo de Tosca, y no pude aguantar la lectura de una pagina entera. ¡Qué frialdad! que aridéz! ¡qué desabrimiento! Asi se vé en sus Profesores, que por lo regular son unos hombres metidos en sí mismos, sugetos siempre à distracciones; y que acostumbrados à tratar con las estrellas, olvidaron enteramente el modo de tratar à los hombres. Vea Vm., si sucediendo esto con las otras Ciencias, habria hombre de buen gusto, que se dedicase à su cultivo: si habria quien pudiese reducirse à la pesadéz de no usar de ninguna voz, sin explicar antes con toda exactitud, el sentido en que quisiese tomarla: quien quisiese imponerse la obligacion de no desviarse del que una vez le hubiese fixado; siguiendo una conversacion con una premura, para la qual no hay sufrimiento: quien tubiese paciencia para no razonar jamás, sobre cosa de que no tubiese idéa clara y distinta, segun se explican estos mis Señores: y quien quisiese en fin, sugetarse à mil impertinencias de esta naturaleza, que dicen ser las reglas del methodo mathematico. Yo por lo menos protesto, que con ser bastantemente aficionado à la lectura, y al estudio, no volveria à abrir libro desde el punto, y hora en que me viese en esta precision, y à las Ciencias reducidas à un estado tan miserable: y me persuado, que lo mismo haría todo hombre de juicio. De manera, Señor Censor, que no me parece pudiera imaginarse mejor expediente, para desterrar las Ciencias del mundo.

Además de esto: yo trato un sugeto que, si no fuera porque algunas veces suele leer algunos libritos franceses, sería un hombre muy lleno. Y con ser asi, que, aunque poco, algo se le pegó de ellos; hablandole el otro dia sobre este asunto, despues de haber convenido conmigo en todo lo que llevo dicho del equivoco, me aseguró, que à él es à quién debemos principalmente la suavidad, que se admira en nuestra moral: que él fue el que inven-tó los arbitrios mas sutiles, y mas ingeniosos del mundo, para hacernos facil la salud eterna: que habia logrado yá desterrar del mundo las usuras, los perjurios, la simonía, y un sin número de otros pecados los mas atroces: y que si no fuera por ciertas gentes mal intencionadas, que opusieron à sus intentos obstáculos insuperables, hubiera llegado à llenar el Cielo de almas, y hacer del Infierno un vasto desierto; y añadió, que estos insignes beneficios hechos al genero humano, son la causa principal de la persecucion que ahora padece de unos sugetos, que solo aspiran à hacer imposible la Ley de Dios, para que de este modo se le cobre horror, y todo el mundo sacuda su yugo.

Considere Vm. pues, si el asunto es digno de su pluma: y si puede emplearse en cosa que mas importe al bien público, que en procurar impedir los tristes efectos, que se seguirán infaliblemente, si no se hacen vanos los esfuerzos de estos enemigos ocultos de la Religion, y de la República. Me parece que puede Vm. imaginarse, que es toda la gente de juicio la que por mi boca implora su favor; y que tomando baxo su proteccion à este desvalido, no solo tendrá la satisfaccion que debe tener todo hombre honrado, quando favorece à un infeliz; sino que no habrá miembro del genero humano à quien Vm. no obligue; pues apenas hay uno que no sea interesado en su conservacion. Cuente Vm. por de contado con mi reconocimiento, y disponga de este su seguro Servidor que

B. S. M.Candido Zorrilla.”

Discurso Decimoctavo Laudauere saleis, nimium . . . . . stulte mirati: si modo ego, et vosIllepidum scimus lepido seponere dicto. Horat. in Art. Poet. Si es que distinguir sabemosLo gracioso de lo frio;Muy neciamente admiraronComo gracias estos dichos. Señor Censor. “Muy Señor mio: La pintura que en su primer Discurso nos hizo Vm. de su caracter, me persuadió à mí, y à todos los que como yo se precian de Españoles rancios, que no tarda-ría Vm. mucho en poner de buena mano à una especie de gentes, que no pueden menos de ser intolerables à qualquiera, que, como Vm. asegura de sí mismo, no pueda sufrir cosa que desdiga un punto de la razon. Hablo de estos Señores erudítos à la violeta, de que está inundada la Corte, y que gracias à nuestra buena suerte ván cundiendo admirablemente por las Provincias. La extravagancia que reyna en todas sus idéas y discursos, bastaba ella sola para atraer la atencion de un hombre, qual Vm. se nos pinta; aun quando no fuesen tan perjudiciales à la Sociedad como es notorio. Con todo, lleva Vm. publicados Diez y siete Discursos, sin que les haya tocado en el pelo de la ropa; y yo que solo por esta esperanza los fuí comprando todos, me hallo yá à esta hora con 10. reales y 5. quartos desembolsados en valde. A la verdad, Señor Censor, que no dexa de haber fundamento para sospechar, que no es tan fiero el Leon como le pintan, y que no tiene la moda con Vm. tan poca autoridad, como dice. Pero no; yo le he cobrado à Vm inclinacion, y me sería muy sensible tener que deponer el concepto, que tengo formado de su juicio. Asi quiero mas bien atribuirlo à olvido: y aun por esto me tomo la libertad de recordarle este asunto, lisongeandome de que no será Vm. sordo à mi instancia, ni dilatará mas el tratar una cosa tan importante, y que puede darle materia para algunos volumenes de discursos. Si mis esperanzas no son vanas; por donde yo quisiera, que empezase Vm. sus hostilidades es, por oponerse con todo esfuerzo à cierta especie de conjuracion, que hace algun tiempo que entre estos Señores, mios he observado, (y que no puedo creer, se haya escapado à un hombre de la penetracion de Vm.) contra cierto Personage digno por mil titulos de toda nuestra estimacion, y nuestro respeto; al qual no obstante, están haciendo una guerra oculta, pero cruel. Yá se hará Vm. cargo que hablo del equivoco. He procurado indagar de donde podia venirles este encono tan fuerte contra un Personage tan benemerito de la República, tanto Civil, como Literaria. Desde luego sospeché, que no podia menos de ser introducido por alguno de estos Libritos de forro azul, cuya lectura hecha por nuestra desgracia tan comun en estos tiempos, hizo tantos estragos en una, y otra, corrompiendo del modo que sabemos nuestras costumbres, despues de haber echado à perder nuestra literatura; y de hecho supe que nuestro equivoco, tuvo la desdicha de no agradar à un tal Monsiur Boilo, ò Bolo, Peluca francés, que parece se desencadenó terriblemente contra él. Lo mejor del caso es, que segun me han dicho, el tal Monsiur es Poeta. Yo no he leído sus Obras, ni tengo tal ga-na. Pero imaginese Vm. por su vida, ¿qué tales podrán ser los versos de un hombre, que tan à mal está con la mejor gala de la Poesía? ¿No es de creer que todo su odio no venga de otra causa, que de no haber merecido sus favores, y de haberse él tal vez resistido à su dura mollera? Pues con todo eso, no le faltan por acá sequaces, y tantos que me temo no salgan al cabo con la suya; porque no ignora Vm, lo que puede el número aun contra la razon, y yá se trata publicamente al pobre equivoco de cosa pueril, ridicula, y despreciable. Vm. que segun el cuidado que tiene de regalarnos siempre con algun versecillo al frente de sus Discursos, es preciso que sea aficionado à la Poesía, no habrá dexado de leer esas que se están dando à luz todos los dias, cuyos versos son un encanto, porque demás de otros mil primores, están toditos llenos de equivocos los mas salados del Mundo. De ma-nera, que no parece sino que Dios ha inspirado à sus edictores, el pensamiento de publicar tales obras, porque ciertamente no se podia dár cosa mas aproposito, para sostener en su perfeccion nuestra Poesía, que yá Vm. vé, quanto iba decayendo de algun tiempo à esta parte. Pues habia Vm. de vér lo que en un corro, en que me hallé el otro dia, dixeron de ellas ciertos literatos de estos à la derniere, y lo que declamaron contra el mal gusto, como ellos decian, del Público por el descente despacho que tienen. Si Vm. estuviera presente, creo no se hubiera podido contener; y que hubiera quebrantado de aquella vez el proposito de reprimirse delante de gente, que Vm. nos anunció en su Primer Discurso: à mí por lo menos me dieron tal enfado, que estoy tentado à comprar todas las obras de este jaez, y repartirlas gratis à todo el mundo, solo para desesperarlos, y vengarme de ellos. Creerá Vm. sin duda, que su intento se reduce solo à desterrarle de la Poesía. Aunque fuera esto asi, no por eso sería el asunto indigno de la atencion deVm.; porque, ¿qué sería de esta Arte, que segun ellos mismo dicen, ha merecido en todos tiempos la estimacion de los mayores hombres, y es el unico desahogo digno de un sabio? Creame Vm.: se arruinará del todo, si le falta este apoyo. Tendrémos unos versos insulsos, sin conceptos, sin agudeza, en fin, unos versos como serán sin duda los del tal Monsiur Bolo, y como son los de un Frayle, que llaman Fray Luis de Leon, los de un tal Garcilaso, los de unos tales Argensolas, y otros, de los que aseguro à Vm. con toda la ingenuidad de que soy capáz, que jamás pude leer media docena, sin bostezar. Será preciso cerrar los Teatros; porque, ¿quién habrá que tenga paciencia para aguantar tres horas en una Comedia, si faltan, como será forzoso que falten, los saynetes, y las agudezas de los Graciosos? Y además: ¿cómo podrán entonces expresarse las pasiones con aquella nobleza, y elevacion que admiramos en nuestras comedias? La del amor, por exemplo, que es la mas general, y la que debe siempre dominar en ellas; ¿podrá explicarse sin baxeza, faltando aquello del fuego que yela, y el agua que abrasa, y otros mil sublimes conceptos de esta naturaleza, que deben todo su sér, y su esplendor al equivoco? No Señor: tendrán los personages de las comedias que hablar lisa y llanamente, de manera que todo el mundo los entienda: explicarán sus amores del mismo modo que lo hace qualquiera Abatico enamorado: no verémos en los Teatros mas de lo que estamos acostumbrados à ver diariamente en nuestras casas: y vendrán en fin, à ser todas las comedias, como algunas, que han dado de un tiempo à esta parte, en repre-sentarnos por los Veranos, traídas allá de casa de los Diablos, que son sin duda, las que Vm. dice que no puede ver, sin riesgo de que se le forme una apostema; y en que le protesto à Vm. sinceramente que me sucede à mí puntualmente lo mismo. Pero desengañese Vm.: no se limita à esto solo su proyecto. Yo estaba tambien en esa inteligencia; mas presencié dias pasados una conversacion, que me hizo caer en la cuenta de que son mucho mas vastas sus idéas: se estienden nada menos, que à desterrarle enteramente del comercio humano; y si lo logaran, ¡qué terrible trastorno! El gran arte de engañar à otro sin mentir pereció del todo; será preciso que los que quieran adelantarse en las Cortes, los que manejen los negocios públicos, Ministros, Embaxadores, todos, todos sean unos grandes embusteros. La misma suerte tendrán las ciencias mas nobles, y mas utiles à los hombres. Una gran parte de la Teología, la que mas se ha cultivado en nuestras escuelas, quedará inutil. La robustéz de pulmones, que es hoy dia una prenda tan recomendable en sus Profesores, y que à tantos elevó à las dignidades de Lectorales, Penitenciarios, y Magistrales; yá no tendrá ningun uso. Escoto se reconciliará con Santo Tomás, ¡qué escandalo! ¿Pues qué dirémos de la Jurisprudencia? yá no habrá mas videtur quod sic, y videtur quod non. Las leyes quedarán claritas, como el agua. A Dios Glosas, y Glosadores, Comentadores, y Comentarios. A Dios toda esa infinidad de questiones sostenibles por una, y otra parte. El conocimiento de las Leyes no merecerá el nombre de ciencia. Habrá que condenar al fuego un sin número de volumenes; y entre ellos las Obras de Autores muy honrados, y que nacieron con muchas obligaciones. Habrá que buscar otro oficio à una multitud de Abogados, que queda-rán sin tener que hacer; porque, ¿cómo podrán entonces defenderse tantos pleytos, como ahora se defienden por una, y otra parte, y hacerse problematicas todas las causas? En una palabra, faltará en todas las ciencias el pro, y el contra: faltarán las disputas, que son sin duda toda su sal. En ninguna se podrá lucir el ingenio: y vendrán à quedar todas sobre poco mas, ò menos como las Mathematicas. Verdad es, que estas no las ponderan sobre manera estos Señores Novadores; y no hablan de otra cosa, que de reducir à su methodo las demás. Pero ¡bueno fuera por cierto, que estas recibiesen la Ley de unas Ciencias, (si es que merecen este nombre) que solo sirven para hacer juegos de manos, ò quando mas reloxes de sol, y algunas otras frioleras semejantes! Además, yo he abierto en una ocasion un tomo de Tosca, y no pude aguantar la lectura de una pagina entera. ¡Qué frialdad! que aridéz! ¡qué desabrimiento! Asi se vé en sus Profesores, que por lo regular son unos hombres metidos en sí mismos, sugetos siempre à distracciones; y que acostumbrados à tratar con las estrellas, olvidaron enteramente el modo de tratar à los hombres. Vea Vm., si sucediendo esto con las otras Ciencias, habria hombre de buen gusto, que se dedicase à su cultivo: si habria quien pudiese reducirse à la pesadéz de no usar de ninguna voz, sin explicar antes con toda exactitud, el sentido en que quisiese tomarla: quien quisiese imponerse la obligacion de no desviarse del que una vez le hubiese fixado; siguiendo una conversacion con una premura, para la qual no hay sufrimiento: quien tubiese paciencia para no razonar jamás, sobre cosa de que no tubiese idéa clara y distinta, segun se explican estos mis Señores: y quien quisiese en fin, sugetarse à mil impertinencias de esta naturaleza, que dicen ser las reglas del methodo mathematico. Yo por lo menos protesto, que con ser bastantemente aficionado à la lectura, y al estudio, no volveria à abrir libro desde el punto, y hora en que me viese en esta precision, y à las Ciencias reducidas à un estado tan miserable: y me persuado, que lo mismo haría todo hombre de juicio. De manera, Señor Censor, que no me parece pudiera imaginarse mejor expediente, para desterrar las Ciencias del mundo. Además de esto: yo trato un sugeto que, si no fuera porque algunas veces suele leer algunos libritos franceses, sería un hombre muy lleno. Y con ser asi, que, aunque poco, algo se le pegó de ellos; hablandole el otro dia sobre este asunto, despues de haber convenido conmigo en todo lo que llevo dicho del equivoco, me aseguró, que à él es à quién debemos principalmente la suavidad, que se admira en nuestra moral: que él fue el que inven-tó los arbitrios mas sutiles, y mas ingeniosos del mundo, para hacernos facil la salud eterna: que habia logrado yá desterrar del mundo las usuras, los perjurios, la simonía, y un sin número de otros pecados los mas atroces: y que si no fuera por ciertas gentes mal intencionadas, que opusieron à sus intentos obstáculos insuperables, hubiera llegado à llenar el Cielo de almas, y hacer del Infierno un vasto desierto; y añadió, que estos insignes beneficios hechos al genero humano, son la causa principal de la persecucion que ahora padece de unos sugetos, que solo aspiran à hacer imposible la Ley de Dios, para que de este modo se le cobre horror, y todo el mundo sacuda su yugo. Considere Vm. pues, si el asunto es digno de su pluma: y si puede emplearse en cosa que mas importe al bien público, que en procurar impedir los tristes efectos, que se seguirán infaliblemente, si no se hacen vanos los esfuerzos de estos enemigos ocultos de la Religion, y de la República. Me parece que puede Vm. imaginarse, que es toda la gente de juicio la que por mi boca implora su favor; y que tomando baxo su proteccion à este desvalido, no solo tendrá la satisfaccion que debe tener todo hombre honrado, quando favorece à un infeliz; sino que no habrá miembro del genero humano à quien Vm. no obligue; pues apenas hay uno que no sea interesado en su conservacion. Cuente Vm. por de contado con mi reconocimiento, y disponga de este su seguro Servidor que B. S. M.Candido Zorrilla.”