Discurso Septimo Anonym (García de Cañuelo, Luis; Pereira, Luis Marcelino) Moralische Wochenschriften Elisabeth Hobisch Editor Julia Obermayr Editor Birgit Peking Editor Carina Windhager Editor Institut für Romanistik, Universität Graz 19.04.2016 o:mws-096-328 Anonym: El Censor. Obra periódica. Madrid: 1781-1787, 101-112 El Censor 1 07 1781 Spanien Ebene 1 Ebene 2 Ebene 3 Ebene 4 Ebene 5 Ebene 6 Allgemeine Erzählung Selbstportrait Fremdportrait Dialog Allegorisches Erzählen Traumerzählung Fabelerzählung Satirisches Erzählen Exemplarisches Erzählen Utopische Erzählung Metatextualität Zitat/Motto Leserbrief Graz, Austria Spanish; Castilian Menschenbild Immagine dell'Umanità Idea of Man Imagen de los Hombres Image de l’humanité Spain -4.0,40.0

Discurso Septimo

. . . . . Dabit in laqueum vestigia nosterPerfidus, & nigri patietur carceris uncum,[...]ut maris Aegaei rupem, scopulosque frequenteisExulibus magnis, poena gaudebis amara.

Juven. Sat. 13. v. 244.

A unos grillos sus pies, en una obscuraprision, dará algun dia este embustero,O en las peñas tendrá mansion segura,Que habita tanto ilustre prisionero:Y tú de gusto con el alma llenaVerás tan justa como dura pena.

Me averguenzo de ser hombre al ver la ingratitud que hay entre los hombres. Me dan impulsos de huirme à los montes, y buscar un desierto, donde estuviese seguro de no volver à ver jamas individuo de mi especie, cada vez que reflexiono sobre este olvido, que es hoy dia el compañero inseparable de todo beneficio recibido; y quando veo que para ser uno feliz, es preciso que rompa todos los vinculos, con que la naturaleza nos liga a los demas hombres, y se proponga à si mismo por el unico fin de todas sus acciones.

¿Qué oprobrio no es para el genero humano, que un hombre como Filipo, que a tantos sacó de la miseria, à quien deben tantos toda la brillantéz de su fortuna, no esté nadando en riquezas, y con todas las comodidades de la vida? ¿Qué aquel Filipo, aquel hombre generoso, que de mil medios de adelantar su fortuna, que le proporciono la suerte, jamás quiso usar sino en favor de sus amigos, posponiendoles sus propios intereses, se vea hoy por esta causa poco menos que en la misma miseria de que los sacó, y venga à ser la victima de su generosidad? Parecerá sin duda increible un hecho que supone una ingratitud tan monstruosa. Pero el siguiente papel que acaba de escribirme, será buena prueba de que no finjo vicios para combatirlos.

“Muy Señor mio: La bondad de Vm. me alienta à molestarle con una súplica, que jamas me huviera resuelto à hacer, si no la tubiera tan bien conocida. La introduccion que logró en la Corte, y la familiaridad con que trato à los primeros personages de ella, me obliga à sostenerme con un porte, à que no puede alcanzar el corto sueldo de mi empléo, bas-tante apenas para mantener con estrechéz à mi familia. Además de esto para poder servir à mis amigos, y conservarme en estado de serles util, me veo precisado à muchos gastos extraordinarios y secretos. No hace aun quatro dias que tuve que hacer una expresion à cierto sugeto, que espero no me sea inutil en la pretension de Vm. Algunas ingeniaturas, no agenas de un hombre de mi conducta, suplen à lo corto de mi sueldo, y me ayudan à sostenerme en el estado en que supe colocarme. Pero à pesar de toda mi industria y economía me veo ahora en un lance de honor, de que no sé como salir, si Vm. no me favorece con doscientos reales, que para ello necesito, y que restituiré à Vm. dentro de muy pocos dias. Tal vez se admirará Vm. de que teniendo à tantos obligados con servicios importantes, me valga en esta coyuntura precisamente de Vm., por quien no puedo decir que haya hecho hasta ahora cosa, cuyo efecto sea visible; aunque hablando con verdad tampoco podria asegurar que nada haya hecho. Pero no Señor: aunque mi inclinacion me llevaba à cansar à Vm. el primero de todos, me obligó esta reflexion à no hacerlo, sino despues de haverme valido de todas mis hechuras y ahijados. A la verdad no dexaba de tener bien conocida la ingratitud de algunos de ellos: mas con todo eso, las grandes ofertas, las magnificas protestas de reconocimiento, que de todos ellos havia recibido, no me permitian dudar que hallaria à los mas en qualquiera ocasion. Pero esta ha sido enteramente desgraciada. A unos no he podido hallarlos en casa, por mas que los he bus-cado à las horas, en que parecia mas regular que estuviesen en ella. Otros no se han desempeñado todavia de los desembolsos, que tubieron que hacer para su establecimiento. A otros el atraso de una letra que esperaban los imposibilita para servirme. Con otros en fin, ha sido tan mala mi suerte, que dos horas antes que huviera llegado me huvieran servido con la mayor franqueza. Pero un amigo acababa justamente de valerse de ellos, y les havia dexado no mas de lo necesario para salir del dia: de manera, que con tantos recursos como me havia imaginado tener en qualquiera apuro, me veo ahora sin otro que el que en Vm. me queda. Pero este le comparo à todos juntos. Tal es el juicio que tengo formado de su generosidad. Confio en que no le desmentirá Vm., ni hará vana la esperanza con que quedo; rogando à Dios, &c.

B. L. M. de Vm.

Su mas apasionado amigo y servidor.

Filipo.

P. D.

Si no se halla Vmd. con los doscientos reales, estimaré muy mucho me favorezca à lo menos con ciento y cinquenta, ò con los que pueda; y no tenga Vm. recelo de entregarselos al dador de esta, que es sugeto de toda mi confianza.”

Este es el fruto que saca Filipo de su genial beneficencia, verse reducido à implorar el favor de un hombre, à quien apenas hace mas que empezar à tratar, y à quien lo corto de sus facultades hace incapáz de remediar su necesidad, quando à tantos puso el suyo en estado, y obli-gacion de no permitir que padeciese la menor falta. ¡Y quán diversa sería su suerte, si fuese un hombre ambicioso, que olvidando à todos los demás hombres, mirase solamente por sí, y no cuidase sino de sus propios intereses! Su introduccion, y valimiento le huviera sin duda, puesto en paraje de no verse expuesto à semejantes bochornos, si no huviera usado de él de un modo tan generoso. Si lo que trabajó para sus amigos, lo huviera hecho para sí, le veriamos hoy colocado en uno de los primeros empleos. Y estos mismos amigos le miran con indiferencia, punto menos que en la miseria de que él los sacó, y de que son ellos la verdadera causa. ¡O tiempos! ¡O costumbres! ¿Y habrá todavia quien quiera hacer bien à los demás hombres? ¿Qué digo? ¿Havrá quién al vér esto, no prefiera à las Ciudades mas deliciosas los mas asperos riscos, con tal que no se vea en ellos vestigio de humana planta? ¡Qué lastima que aquel Ministro que él dice, que nada hace sin su consulta, no sepa estas cosas de Filipo, para que le enviára adonde no bolviese jamas à necesitar de estos ingratos, y donde la piedad del Rey le mantuviese à sus expensas por el resto de sus dias! A la verdad ninguno mas acreedor que él à un tratamiento semejante Y yo sacrificaria gustosisímo todas las esperanzas qne me dá su amistad, por verle en lugar en que el mar le separase para siempre de sus traydores amigos, y donde despues de muerto pudiese apropiarse el Epitafio de Scipion el mayor, con esta leve alteracion: Ingrati amici ne ossa quidem mea habetis. Porque de otra manera tengo por imposible que escarmiente, y que por mas desengaños que reciba, deje de exponerse en adelante à sus ingratitudes. Le he conocido muy à fon-do, en los pocos dias que hace que le trato. ¡Es tan bondadoso! ¡Tan amigo de servir à todo el mundo! Ah! no puede darse, ni imaginarse cosa igual. Para estrecharse con uno, y hacerse su intimo amigo, no necesita mas que verle, y una amistad de dos dias tiene con él mas fuerza, que suelen con otros las que empezaron desde la cuna. ¡Qué no dirá! ¡qué no inventará para no desconsolar à un amigo! Le he visto uno de estos dias con un pretendiente muy desconsolado, por no hallar modo de mover à cierto personage, de quien dependia su acomodo. ¿Qué dice Vm.? Le replicó al instante. ¿Eso hay? Pues pierda Vm. cuidado. Es uno de mis mayores amigos, y con solo que yo le hable, será Vm. servido. Fuese el infeliz muy satisfecho con esto, y muy lleno de esperanzas. Y apenas se despidió, quando pasando por delante de nosotros el mismo perso-nage, me preguntó, quien era. No dejó de turbarse un poco; luego que le satisfice, y de apelar à la cortedad de su vista; pero aunque yo sé que la tiene muy buena, con todo nada perdió conmigo por eso. Estoy firmemente persuadido, à que desde aquel punto hizo animo de introducirse con el dicho personage, y servir eficázmente à su amigo; cuya esperanza quiso, mientras no llegaba este caso, entretener con un engaño tan inocente. De manera, que lexos de mudar por este lance el concepto que de él tenia formado, me dió la mas relevante idéa de su bondad. Por otra parte jamás quiso, ni querrá hacerse pagar de sus favores. Su generosidad le aleja mucho de un tráfico tan vergonzoso. Tan solo algunas cortas cantidades, como la que acaba de pedirme, suele tomar de sus ahijados; pero esas siempre por via de emprestito, y solo en los apuros, que no son muy frequentes, pues jamás se ha verificado que en menos de quince quince dias, molestase dos veces à un mismo sugeto. Todo esto lo sé por buenos originales. Y aunque algunos se quejan de que no les paga, lo atribuyo à lo corto de sus haberes, y à los excesivos gastos à que le obligan sus introducciones. Si no fuera por esto, bien sé yo, que no es amigo de quitar à nadie lo suyo. Y además de esto ¿no es una maldad que se quejen de estas vagatelas, al mismo tiempo que él está trabajando con tanto anhelo, y olvidando sus propias conveniencias por servirlos? Sino logran todo lo que pretenden por su medio, no es culpa suya. El cumple con hacer lo que está de su parte, y lo que puede: sino puede mas, paciencia, que tampoco Dios exige mas de nosotros.

Discurso Septimo . . . . . Dabit in laqueum vestigia nosterPerfidus, & nigri patietur carceris uncum,[...]ut maris Aegaei rupem, scopulosque frequenteisExulibus magnis, poena gaudebis amara. Juven. Sat. 13. v. 244. A unos grillos sus pies, en una obscuraprision, dará algun dia este embustero,O en las peñas tendrá mansion segura,Que habita tanto ilustre prisionero:Y tú de gusto con el alma llenaVerás tan justa como dura pena. Me averguenzo de ser hombre al ver la ingratitud que hay entre los hombres. Me dan impulsos de huirme à los montes, y buscar un desierto, donde estuviese seguro de no volver à ver jamas individuo de mi especie, cada vez que reflexiono sobre este olvido, que es hoy dia el compañero inseparable de todo beneficio recibido; y quando veo que para ser uno feliz, es preciso que rompa todos los vinculos, con que la naturaleza nos liga a los demas hombres, y se proponga à si mismo por el unico fin de todas sus acciones. ¿Qué oprobrio no es para el genero humano, que un hombre como Filipo, que a tantos sacó de la miseria, à quien deben tantos toda la brillantéz de su fortuna, no esté nadando en riquezas, y con todas las comodidades de la vida? ¿Qué aquel Filipo, aquel hombre generoso, que de mil medios de adelantar su fortuna, que le proporciono la suerte, jamás quiso usar sino en favor de sus amigos, posponiendoles sus propios intereses, se vea hoy por esta causa poco menos que en la misma miseria de que los sacó, y venga à ser la victima de su generosidad? Parecerá sin duda increible un hecho que supone una ingratitud tan monstruosa. Pero el siguiente papel que acaba de escribirme, será buena prueba de que no finjo vicios para combatirlos. “Muy Señor mio: La bondad de Vm. me alienta à molestarle con una súplica, que jamas me huviera resuelto à hacer, si no la tubiera tan bien conocida. La introduccion que logró en la Corte, y la familiaridad con que trato à los primeros personages de ella, me obliga à sostenerme con un porte, à que no puede alcanzar el corto sueldo de mi empléo, bas-tante apenas para mantener con estrechéz à mi familia. Además de esto para poder servir à mis amigos, y conservarme en estado de serles util, me veo precisado à muchos gastos extraordinarios y secretos. No hace aun quatro dias que tuve que hacer una expresion à cierto sugeto, que espero no me sea inutil en la pretension de Vm. Algunas ingeniaturas, no agenas de un hombre de mi conducta, suplen à lo corto de mi sueldo, y me ayudan à sostenerme en el estado en que supe colocarme. Pero à pesar de toda mi industria y economía me veo ahora en un lance de honor, de que no sé como salir, si Vm. no me favorece con doscientos reales, que para ello necesito, y que restituiré à Vm. dentro de muy pocos dias. Tal vez se admirará Vm. de que teniendo à tantos obligados con servicios importantes, me valga en esta coyuntura precisamente de Vm., por quien no puedo decir que haya hecho hasta ahora cosa, cuyo efecto sea visible; aunque hablando con verdad tampoco podria asegurar que nada haya hecho. Pero no Señor: aunque mi inclinacion me llevaba à cansar à Vm. el primero de todos, me obligó esta reflexion à no hacerlo, sino despues de haverme valido de todas mis hechuras y ahijados. A la verdad no dexaba de tener bien conocida la ingratitud de algunos de ellos: mas con todo eso, las grandes ofertas, las magnificas protestas de reconocimiento, que de todos ellos havia recibido, no me permitian dudar que hallaria à los mas en qualquiera ocasion. Pero esta ha sido enteramente desgraciada. A unos no he podido hallarlos en casa, por mas que los he bus-cado à las horas, en que parecia mas regular que estuviesen en ella. Otros no se han desempeñado todavia de los desembolsos, que tubieron que hacer para su establecimiento. A otros el atraso de una letra que esperaban los imposibilita para servirme. Con otros en fin, ha sido tan mala mi suerte, que dos horas antes que huviera llegado me huvieran servido con la mayor franqueza. Pero un amigo acababa justamente de valerse de ellos, y les havia dexado no mas de lo necesario para salir del dia: de manera, que con tantos recursos como me havia imaginado tener en qualquiera apuro, me veo ahora sin otro que el que en Vm. me queda. Pero este le comparo à todos juntos. Tal es el juicio que tengo formado de su generosidad. Confio en que no le desmentirá Vm., ni hará vana la esperanza con que quedo; rogando à Dios, &c. B. L. M. de Vm. Su mas apasionado amigo y servidor. Filipo. P. D. Si no se halla Vmd. con los doscientos reales, estimaré muy mucho me favorezca à lo menos con ciento y cinquenta, ò con los que pueda; y no tenga Vm. recelo de entregarselos al dador de esta, que es sugeto de toda mi confianza.” Este es el fruto que saca Filipo de su genial beneficencia, verse reducido à implorar el favor de un hombre, à quien apenas hace mas que empezar à tratar, y à quien lo corto de sus facultades hace incapáz de remediar su necesidad, quando à tantos puso el suyo en estado, y obli-gacion de no permitir que padeciese la menor falta. ¡Y quán diversa sería su suerte, si fuese un hombre ambicioso, que olvidando à todos los demás hombres, mirase solamente por sí, y no cuidase sino de sus propios intereses! Su introduccion, y valimiento le huviera sin duda, puesto en paraje de no verse expuesto à semejantes bochornos, si no huviera usado de él de un modo tan generoso. Si lo que trabajó para sus amigos, lo huviera hecho para sí, le veriamos hoy colocado en uno de los primeros empleos. Y estos mismos amigos le miran con indiferencia, punto menos que en la miseria de que él los sacó, y de que son ellos la verdadera causa. ¡O tiempos! ¡O costumbres! ¿Y habrá todavia quien quiera hacer bien à los demás hombres? ¿Qué digo? ¿Havrá quién al vér esto, no prefiera à las Ciudades mas deliciosas los mas asperos riscos, con tal que no se vea en ellos vestigio de humana planta? ¡Qué lastima que aquel Ministro que él dice, que nada hace sin su consulta, no sepa estas cosas de Filipo, para que le enviára adonde no bolviese jamas à necesitar de estos ingratos, y donde la piedad del Rey le mantuviese à sus expensas por el resto de sus dias! A la verdad ninguno mas acreedor que él à un tratamiento semejante Y yo sacrificaria gustosisímo todas las esperanzas qne me dá su amistad, por verle en lugar en que el mar le separase para siempre de sus traydores amigos, y donde despues de muerto pudiese apropiarse el Epitafio de Scipion el mayor, con esta leve alteracion: Ingrati amici ne ossa quidem mea habetis. Porque de otra manera tengo por imposible que escarmiente, y que por mas desengaños que reciba, deje de exponerse en adelante à sus ingratitudes. Le he conocido muy à fon-do, en los pocos dias que hace que le trato. ¡Es tan bondadoso! ¡Tan amigo de servir à todo el mundo! Ah! no puede darse, ni imaginarse cosa igual. Para estrecharse con uno, y hacerse su intimo amigo, no necesita mas que verle, y una amistad de dos dias tiene con él mas fuerza, que suelen con otros las que empezaron desde la cuna. ¡Qué no dirá! ¡qué no inventará para no desconsolar à un amigo! Le he visto uno de estos dias con un pretendiente muy desconsolado, por no hallar modo de mover à cierto personage, de quien dependia su acomodo. ¿Qué dice Vm.? Le replicó al instante. ¿Eso hay? Pues pierda Vm. cuidado. Es uno de mis mayores amigos, y con solo que yo le hable, será Vm. servido. Fuese el infeliz muy satisfecho con esto, y muy lleno de esperanzas. Y apenas se despidió, quando pasando por delante de nosotros el mismo perso-nage, me preguntó, quien era. No dejó de turbarse un poco; luego que le satisfice, y de apelar à la cortedad de su vista; pero aunque yo sé que la tiene muy buena, con todo nada perdió conmigo por eso. Estoy firmemente persuadido, à que desde aquel punto hizo animo de introducirse con el dicho personage, y servir eficázmente à su amigo; cuya esperanza quiso, mientras no llegaba este caso, entretener con un engaño tan inocente. De manera, que lexos de mudar por este lance el concepto que de él tenia formado, me dió la mas relevante idéa de su bondad. Por otra parte jamás quiso, ni querrá hacerse pagar de sus favores. Su generosidad le aleja mucho de un tráfico tan vergonzoso. Tan solo algunas cortas cantidades, como la que acaba de pedirme, suele tomar de sus ahijados; pero esas siempre por via de emprestito, y solo en los apuros, que no son muy frequentes, pues jamás se ha verificado que en menos de quince quince dias, molestase dos veces à un mismo sugeto. Todo esto lo sé por buenos originales. Y aunque algunos se quejan de que no les paga, lo atribuyo à lo corto de sus haberes, y à los excesivos gastos à que le obligan sus introducciones. Si no fuera por esto, bien sé yo, que no es amigo de quitar à nadie lo suyo. Y además de esto ¿no es una maldad que se quejen de estas vagatelas, al mismo tiempo que él está trabajando con tanto anhelo, y olvidando sus propias conveniencias por servirlos? Sino logran todo lo que pretenden por su medio, no es culpa suya. El cumple con hacer lo que está de su parte, y lo que puede: sino puede mas, paciencia, que tampoco Dios exige mas de nosotros.