Cic. de Finib.
Sabado 13. de Junio de 1761.
[Moda en la Cŏducta de los Hŏbres.]
En el comercio de las gentes intervienen cosas tan
extravagantes, è irregulares, que para dissimularlas, ò no verlas en la conducta de los hombres, es
menester tener la misma especie de irregularidad, y extravagancia, ò bien dexarse dirigir como
Discipulo de la Moda, y obedecerla en un todo. A la Moda ofrece incienso la mayor parte de los
hombres; y si no engañan los sentidos, parece, que exerce jurisdiccion, no solo sobre el modo de
usar las cosas que son de su competencia, sino tambien sobre las potencias, y sobre la misma vida
del hombre. Las cadenas de la Moda, que arrastran al cuerpo, tienen igualmente apresadas nuestras
costumbres. La mesa, el vestido, las diversiones, las ocupaciones, el descanso, &c.
todo està sujeto à esta Reyna vana, y hechicera. Ella tiene encarcelado al entendimiento, dementado
el arbitrio, sometido el discurso, y à su disposicion, y orden todas las cosas, que conocen al Alma
por principio. La mas inaguantable necedad, imaginada allà en el vacìo de un mal complexionado
celebro, y preconizada por algunos oficiosos lisonjeros subalternos, engancha, y hace sequaces que
la amparan, combatiendo à su favor contra la sana, y juiciosa parte de los racionales. En balde
trabajò el Pensionario Catz en querernos persuadir, que la rueda de la
sabidurìa mueve, y arrastra al corazon de los necios. La Moda es mas atrahente, y poderosa; porque
triunfa, no solo de los ultimos, sino que halla vassallos entre los primeros.
Si alguno pudiera persuadirse, que la mutabilidad de los tiempos, y estaciones del año
estuviessen sujetos al capricho de los hombres, yo no tendria dificultad en decir, que los gobierna
la Moda. Y si la uniformidad del curso Planetario, obedeciendo à los impulsos que le dirigen, no nos
convenciesse de la absoluta necessidad de su movimiento igual, y regular, facilmente se podria
atribuìr à la Moda su marcha.
Que se innoven, ò varìen los estilos en lo que pertenezca à la subsistencia, y reglas de la vida, y conducta de los hombres; esto (yà se vè) denota, que el ingenio humano halla
siempre que añadir, ò quitar à lo que se admite en el comercio de las gentes; pero que las
facultades del Alma se dexen igualmente avassallar, y sigan los extravagantes impulsos, è
inconstantes gyros de la Moda, esto, à mi entender, no solo es necedad intolerable, sino injuria que
se hace à la Naturaleza, que desde la creacion ha sido grande, y perfecta en todo. Las continuas
novedades, que notamos en las cosas, y materias, que la imaginacion nos propone para que el
entendimiento haga crisis de ellas, nos hacen vèr la superioridad, que tienen las potencias sobre
los sentidos de todos los entes racionales; y el mal uso que solemos hacer de esta superioridad,
nace de que nos dexamos lisonjear desmesuradamente del amor propio, que nos ciega; creyendo, que
para distinguirse, y hacerse visible entre sus iguales, es preciso sujetarse à una ley fantastica, y
abrazar los preceptos que prescribe la Moda. Assi, pues, vemos, que las operaciones del Alma, y las
producciones del espiritu, no son menos sometidas à esta Reyna, que los vestidos, y los manjares; y
que los años de la infancia, de la adolescencia, la edad virìl, y aun de la senectud, se miden con
el compàs, con que se mide à nuestras acciones mas comunes en la sociedad. La Moda tiene una maquina
prodigiosa, y singular, con la qual yà alexa, yà aproxima las cosas, y los estilos, que
quiere sigan los hombres.
Por esto podemos decir, que los vicios no son siempre unos mismos, ni siempre distintos. El
capricho los concibe, el ansia de distinguirse los produce, y la imitacion los perfecciona. Los
hombres claman, y afean las passiones, censuran las acciones que vèn en otros, y todos se pierden
corriendo tràs de ellas. El conocimiento aborrece interiormente por malo, aquello que la voluntad
corrupta, ò la ciega complacencia executa exteriormente como bueno: y el dia de oy se executa,
aquello mismo, que ayer no quiso admitir el pensamiento. Creo que no serìa malo, que algun
confirmado Metaphysico quisiesse examinar, si la Moda en las cosas mentales no discrepa de lo que la
vemos hacer en las corporales; y si al cabo de alguna revolucion de siglos, no buelve à renacer
algun olvidado espiritual estilo.
Dicese, que las passiones, y sensaciones son de todos tiempos, y las mismas en todas las
Naciones. Esto quiere decir, que las lagrimas han sido, y son siempre, expressiones de dolor, de
gozo, y de engaño: que las adulaciones, y lisonjas fueron, y son en todos los Paìses llaves maestras
de los Gavinetes de los Principes, y Grandes: que los equìvocos, las retenciones mentales, las
promessas, las dadivas, el interès, &c. son, y han sido siempre sobrescritos de una amistad
fingida: que la ambicion, y el dinero fueron, y son corredores, y agentes de las
maldades; y que la hypocresìa, y la devocion aparente han sido, y son todavia capa, que dissimula
los vicios de usura, y las rebeldìas mas iniquas. Las virtudes, y los vicios fueron siempre
particulares à personas, tiempos, y Paìses. Ellos nacen con el hombre, y le sirven de patrimonio; y
à menos de bien cuidar de esta planta racional, ellos fixan raìces, y permanecen. Los afectos
humanos se sujetan facilmente al movimiento impulsivo de los sentidos, y se dexan libremente
arrastrar del torrente, de la persuasion, y del exemplo; y las propensiones del hombre son mas, ò
menos violentas, y se combinan por el valor que las dà la extravagancia de los placéres, ò bien la
Moda que las gobierna.
Una de las penas mas graves, que sufre un ente intelectual en esta vida, es que un espiritu
dominante, cuyo origen, y principio le es estraño, y el qual siempre està opuesto à la bondad, que
es la virtud mas essencial de nuestra Naturaleza, le tiene cautivo dentro de su propio Alcazar.
Parece que es cosa indigna de la libertad con que nace el hombre, el que con una fuerza invisible,
se le obligue casi à sujetar sus pensamientos, passiones, y alvedrio, al impulso, y à la voluntad de
la Moda, sin que el vicio por aborrecible, ni la virtud por amable, puedan contrarestar à esta
servidumbre. La devocion, y los exercicios públicos de la Religion, tampo-co estàn
essentos de su capricho. El que solicìta credito de hombre de gusto, de habil, y de buena conducta,
debe renunciar à su propia voluntad, y conocimientos, para entregarse ciega, è inconsideradamente à
la disposicion de la Moda.
Seguir las huellas, y procederes sanos de Padres, ò Abuelos, es
querer vivir sonrojado, y exponerse à la risa de todos los vivientes. Pensar que las lagrimas
vertidas en los Templos, por una tierna, y compassiva devocion, se derramen para expiar las culpas,
y en casa para aliviar las penas, es contra ceremonia, pues yà mudaron de oficio; y son, en la
Iglesia, para autorizar la hypocresìa; y en casa, para engañar à quien conviene; pues assi lo manda
la Moda. Si en otros tiempos se trataba en las conversaciones de cosas sagradas, que edificaban à
los oyentes, oy dia es irregularidad, y descortesia; porque la Moda ordena expressamente, que no se
trate de semejantes materias, que no sea para la critica, y para abusar con chiste de su
inteligencia.
No hay Petimetre, Plumista, ni Militar, que no se presuma
Doctor, y con mas suficiencia de conceptos, que Vieyra, para resolver los
puntos mas intrincados de los Sermones. En los Estrados se trata con menos respeto de los Sermones
de nuestros mas ilustres Oradores, que de las frias bufonadas, è insipidos saynetes de los Corrales.
Criar los Padres à sus hijos, en las virtudes morales, imprimiendoles el amor que deben
à su Patria, y à sus Conciudadanos, es delirio, y no sin alguna aparente causa; porque apenas ayuda
esta educacion para la fortuna; pero aconsejarles los bayles, enseñarles el juego, inspirarles el
gusto, y partido que deben tomar en los vandos theatrales, es Moda, y la verdadera senda para la
altura. Perfeccionarse con el estudio en las Ciencias, habilitarse para servir con honor à su
Principe, no es yà mas del tiempo: baylar à la Francesa, tocar una guitarra, trinar de falsete,
gorgear unas seguidillas, saber de memoria las reglas, y constituciones del chichisbéo, es la via
recta, por donde, à pesar del merito, conduce la Moda à sus sequaces. La Moda es el Barometro, en
que baxan las virtudes, y en que los vicios suben en aquellos que ella gobierna.
Aunque estraño bastante, el que todas las passiones se hayan
postrado al pie del Trono de esta poderosa tyrana, no hay cosa que mas me repugne, sino vér, que
tambien la obedece el Amor, el qual, rindiendo à su voluntad todas las cosas, debiera à mi parecer,
estàr essento de semejante vassallage. Este vassallage del Amor, se conoce en que de sencillo, y
delicado niño, que era antes, y como le pintan los Poetas, se ha hecho tan Protèo, que muda continuamente de forma, y de color con el objeto que le excita. Su idioma
antes natural, è inteligible, se ha confundido en mil otros diversos, los quales se subdividen en
mas dialectos, que los que resultaron del castigo, que Dios usò, para vengarse de la
altiva empressa del sobervio Nembroth. Entre mil personas no hay quizà dos,
que traten à esta passion con su primitiva pureza, y que no busquen modos nuevos, para conversar, y
hacerselos propicio. El idioma amoroso, segun le enseña la Moda, es una treta que disfraza los
engaños, y trayciones del corazon; y entre todos los medios, de que se vale ella para hacerse
soberana, ningunos han sido mas eficaces, ni executivos, que el Amor, y la devocion fingida. Con
estas dos passiones ha sabido trocar la honestidad en desenfreno cortesano, la conveniencia en
ambiciosa codicia, la amistad en venganza pundonorosa, las finezas, y el innocente cariño, en
rencor, y trayciones. Con decir que esto es Moda se nos intima, que cada qual debe obrar conforme à
las reglas, que ella prescribe, y que es digno de castigo, quien no obedece à sus decretos. Las
caricias naturales con que solìa declararse el Alma, pintando sus verdaderos afectos, estàn
desterradas, y desconocidas en el galantèo. Las comparaciones de la virtud, y de las perfecciones,
que los amantes consideraban en sus amadas, son rumbos extraviados, para el curso de las ansias.
Gracias à la Moda nuestra Reyna. El enamorado debe al presente menos fatigarse que antes, para
hacerse dichoso. No necessita yà mas alabar la virtud, el buen genio, y las perfecciones reales:
alabe una hermosura, que no hay, aplauda los vicios que reynan, adopte el capricho de
quien adora, y el triunfo es indisputable. Todo el estudio de las passiones consiste en saber
avivarlas; y el arte de cebar el gusto, y extravagancias, que se advierten en las mugeres, es el que
à los hombres hace lo que llama la Moda, venturosos.
He leìdo en el Misantropo un caso, que
pinta à lo natural el poder, y dominio de la Moda. Un Militar novicio en la Academia de Marte,
cansado desde la primera campaña de segar laureles, y sordo de los silvos de la mosqueterìa, hallò
conveniente mudar de estado, y alistarse en la Tropa Aulica; creyendo correr menos riesgo en las
embuscadas de Venus, que en los ataques crueles de Panduros, y Croates. Consultòlo con un conocido
suyo, cuyos años, y canas prometian un anticipado acierto en sus consejos. El Oficialito, que era
Petimetre, y Modista, de aquellos que hablan con arte, que redondean periodos, que aconsonantan
clausulas, que usan siempre de tono afirmativo, y sellan quanto dicen, con juramentos antiguos, y
modernos, sabìa baylar con gracia, cantar con ayre, y hacerse un ovillejo de chismes, y enredos.
Havia dado en galantear la ucha de una Viuda, preciada de erudìta, cuya confianza solo podia ganar
con saber las Qualidades ocultas, y la naturaleza de los Atomos, y Turbillones. El estraño capricho
de esta muger, inquietaba mucho al Oficial enamorado, por no saber como atacar la
plaza.
Esta Viuda, decia à su amigo, es una bellaca, que me fatiga mas
que todas las buenas fortunas que tuve en mi vida: no porque la amo, pues el pensarlo solo fuera
verguenza, y V.m. mismo me tendria por deshonrado si tal hiciesse: si la visito, es para que se
hable de mì, y que no se me crea menos afortunado, que mis compañeros; y si V.m. me reconoce algo
ardiente en su servicio familiar es, por los sesenta mil Pesos, que tiene, y que la dàn una belleza,
y un entendimiento incomparable. Rióse el amigo, oyendo los despropositos del Oficial codicioso, y
le dixo: Bien conozco, que le acomodara à V.m. bellamente el titulo de Marido, y que lo serà de
gusto, y à la Moda. Yà se vè, le respondiò el Oficial, que V.m. sueña, ò habla como en tiempo de Juan de Mena, venga dinero, venga consorcio, y despues lo que Dios permitiere.
Buen reparo el de V.m. para amilanar à quien haciendo vanidad, y alarde de sus hazañas, no tiene por
què avergonzarse de las agenas. Y digame V.m. prosiguiò, señor Nestòr, en què
se descubre mejor el talento del hombre, sino en saber seguir el camino de la Moda, y ser el primero
en burlarse de las locuras, que tantos miran como desgracias? Si yo supiesse solamente un tantico de
Physica, no dudo que ganarìa presto la palma en esta contienda; pero esto còmo hacerlo? Ahora,
estudiar Physica para hacerse dueño de una muger Philosofa, no es possible. El amigo
quien se divirtiò en oìr tantos disparates, y que no tenia tiempo para glossarlos, prometiò, para
desembarazarse del Orate, hacerle Physico sin fatigarse. Tome V.m. le decia, cien papelitos, escriba
en cada uno un termino physico, y estando con la Viuda, saque del sombrero, ò de la faltriquera el
primero que se ofreciere, y discurra con toda resolucion, y firmeza sobre la palabra que contuviere;
y me asseguro que la Viuda, oyendo que la materia del primer elemento es corpuscular, cuya densidad,
y evaporacion conglutinan con compression elastica en la maquina pneumatica los átomos de vuestro
amor interessado, se rendirà, y que V.m. con un Discurso Philosophico tan elevado, no solo obtendrà
una Viuda, sino una Cathedra.
El Oficial aprobò el methodo de su amigo, diòle gracias, y se
despidiò con cinco, ò seis cumplimientos, y traspies desconcertados. Quántos hay, que se sirven de
este estìlo, combinando voces que no entienden, para hacerse creer inteligentes Physicos? Es Moda.
Pero quién fomenta tanto à esta tyrana la Moda, que nos sujeta à salir de nuestra esfera, es la
muger à quien nuestras passiones nos someten. Ella, que preside à todo, dirige en las conversaciones
la lengua de todos, alimenta todas las extravagancias de los Modistas, y dà curso à sus necedades.
Por esto es que la Moda, sirviendose de las Señoras, engaña con ojaràsca de voces, y
sonidos huecos à los ignorantes, que creen, que las phrases ininteligibles son los mas propios para
expressar conceptos altissimos. Yà no es Moda en los Estrados, la claridad, y natural significacion
de las palabras; porque como la claridad no es ridicula, la propiedad que tiene de manifestar las
cosas segun su bondad, ò malicia, desagrada à los que no posseen fondos de cultura; y no siendo
capàz de defender una mala causa, à que se procura enramar con la futilidad de voces pomposas, y
compuestas arbitrariamente, à fin de alucinar al entendimiento; ella hace pavòr à los que como
murciegalos buscan la noche.
Las calidades del Raciocinio le hacen bueno, ò malo. El Raciocinio bueno zeloso de su derecho, se
confia en sus propias fuerzas, y no pide socorro estrangero. El malo, vacilante en sus cimientos, se
ayuda con el arte. Un Tono magistral, Tropos, y Figuras exageradas, Terminos imperativos, y Pruebas
ordinariamente tan falsas como las razones que apoyan, son las Tropas auxiliares de que se vale un
mal pleyteante. Para hallar la verdad de lo que propongo, no es menester mucha ciencia; qualquiera
que frequenta la Puerta del Sol puede averiguarla. Emboquese uno de estatua en alguna tienda, ò
corrillo del mas lucido congresso: preste oìdo à lo que allì se controvierta, y conocerà, que la
Moda rige la lengua, y las acciones de casi todos los concurrentes. Allì oirà hablar de
todo con resolucion firme, tono de verdad, palabras estudiadas, clausulas del tiempo, y avanzar
proposiciones absurdas, como demonstraciones evidentes. En estas Tertulias sufren las
determinaciones, y ordenes del Ministerio, los examenes mas descarriados.
Esta providencia, dice uno que se precia de Oficial
experimentado, porque trae baston, y sombrerito de chulo, es odiosa, è impracticable, y à menos de
hacerse demente, no es possible creerla; y luego una fulminante voz marcial, que se opone à la misma
razon, decide el caso. Un poco de cuidado hace conocer, que este sugeto habla en fuerza del precepto
de la Moda, y que el metal de su voz, y la significacion que atribuye à las universales, suplen las
razones, y à la inteligencia, que le faltan.
Otro hay que jamàs despega los labios: siempre goza una
indiferencia, è imparcialidad aparente, que no le permite apruebe, ò repruebe cosa alguna. Es de la
opinion de todos: nunca contexta, nunca redarguye. El es Catholico, Arriano, Calvinista, Chorizo, y
Polaco. Todo le es igual, à todo dà oìdos, pero jamàs palabras.
Un Tercero, al abrigo de la vestidura que le cubre, se jacta
de posseer Ciencia sin limites; y se hace agente, y promovedor de la Moda en todas las
conversaciones, como dueño despotico de ellas. Para ganar à los demàs de mano, pone en orden sus
razones, y argumentos, à fin de perturbar, y entibiar los animos de quien le escuche.
Comprueba, y atesta el cuento mas insipido, y frio con cien exemplos, que acumula sin regla, ni
disciplina, y como una soldadesca visoña, que no obstante su numero, es incapàz de resistir al valor
de una pequeña Tropa de Veteranos.
Otro, criado de muy tierna edad en las oficinas donde contraxo
la Epidemia de Modista, se presume no menos fecundo, y elegante Rhetorico en los Estrados, que
realmente lo era Rada en el Pulpito. Sabe engalanar, y mezclar en sus
discursos mil delicadezas, y puerilidades. Las Metaforas, y Figuras de que usa, apagan en las
conversaciones las luces del entendimiento, amilanan la imaginacion, entorpecen los sentidos, y
dexan sin el gusto de un buen rato à los que le escuchan. Si tienes à este Modista por favorecedor,
y amigo, à qualquiera precio saldràs bien de tus empeños. El sabe de memoria los textos mas
formales, y decissivos de quantos Pronosticos se escribieron en su tiempo, y muy frequentemente
derrama à celemines perlas, y aljofares de erudicion poetica. Con el favor de una tumultuaria, y
confusa controversia, sabe este sugeto, hurtando el cuerpo al rebate de una razon solida, dàr libre
passaporte à su ignorancia.
Pero el que mas se singulariza en cierta quadrilla, es un
Amphibio, que lleva la voz por agudeza, y paga tributo à la satyra. Imita perfectamente à los
Criticos, que impugnan, y defienden à Homero, de quienes habla
en su Misantropo Holandès Van Effen. Algunos, dice
este Erudito, toman por su quenta el defender à Homero, pero contra Autores,
que jamàs le impugnaron. Y còmo entran en la Palestra? Olvidando à Homero, y
no pensando mas en lo que se propusieron, que era su defensa. Todo su conato se reduce à probar, que
sus adversarios son ignorantes, necios, è indignos de la estimacion que les dà el Pueblo. Muchos hay
entre nosotros, que por haver leìdo las Historias de su Paìs, quieran quilatar por ellas, las demàs
cosas, y se les debe confessar una habilidad, que corresponde à su lectura. Con decir, que este
Autor es un fantasma, aquel un nesciente, les parece à quatro, que pretenden fama de curiosos, que
se debe someter al juicio de quien assi habla, quanto se escribe, y dice en las conversaciones. Y
quando tuviessemos el ánimo de aprobar, y seguir el dictamen de semejantes Criticos, no faltaràn
otros de autoridad, y peso, que seràn de opinion contraria: de modo, que unos, ù otros han de errar
en su concepto.
Ahora bien; y còmo se combaten reciprocamente estos
adversarios? Con las armas de la depravacion de costumbres, de defectos corporales, de anecdotas de
familias, &c. con que inficionan sus razones. Y si la opinion es de un personage respectable,
conocido por hombre de bien, y alabado de todos por sus prendas naturales; què motivos
deducirà entonces el Critico para favorecer su causa? Bello discurso! Pues no se descubrirà algo en
la familia, y en lo domestico de este podoroso [sic] contrario para ridiculizarle? No hallarà el
Satyrico algun apoyo en el comun sentir de los Modistas, ò en las constituciones de la Moda, en que
se manda, que sin hacer caso de las Obras, se debe hacer Critica de las personas, y hechos de sus
Autores. El Critico de Moda, debe fingir una capacidad que le falta, y reemplazar el juicio, que
pudiera tener propio, con el capricho ageno. La Moda enseña à sus Sequaces, que una accion equivoca,
y aun la pobreza, influyen en el honor, y en el saber; y con esto usurpa la legitima del hombre, que
es el sano juicio. Establece, que en el hombre (si hay algo que tildàr en su familia) estàn apagadas
las luces de la razon, y de la reputacion. Y tan poderosas fuerzas tiene esta Reyna para batallar,
que quita à todos sus propios caudales, para que se sirvan de los que ella quiere prestarles.
En todos los Siglos huvo Vandos, y Parcialidades. La gloria, el interès, la ambicion, el amor
propio, &c. fueron siempre muelles para disensiones, y alborotos, y el incentivo que movia à los
partidarios. Pero no nos acuerdan los Annales del tiempo, que la Moda huviesse obligado à nadie à
alistarse en querellas particulares de contendentes sin titulo. Sè que de chispas volantes, casi sin
subs-tancia ignea, se han procreado incendios, que han abrasado Reynos, y Provincias:
sin embargo, ni los Guelphes, y Gibelinos de Italia, los Hoecks, y Cabeliaux de Holanda, la Rosa
blanca, y encarnada de Inglaterra, la Liga, y los Realistas de Francia; finalmente las Comunidades
de Castilla, ni los Vandos de Valencia, Aragòn, y Cataluña, nos han dexado monumento alguno, por el
qual consta, que la Moda huviesse dirigido sus empressas. Y por no buscar tan lexos assunto, que
demuestre la verdad de lo que propongo, à la vista estàn los Vandos, que en el principio de este
siglo causaron tanto desorden en esta Monarquia.
Si los Vandos que al presente reynan, y que gobierna la Moda, no son tan ruinosos, ni sangrientos
como lo fueron los expressados, no por ello dexan de merecer alguna consideracion para formar juicio
de la imperiosa potestad de esta Soberana. Los Modistas estàn obligados à examinar, y saber lo que
passa en todas partes, no menos en los Gavinetes, que en las casas particulares. Conforme al
partido, que abrazan deben obrar, y no pocas veces quebrantar las leyes de la razon, y de la
justicia. Es verdad, que una parte de estos Vandos se disipa facilmente: pues los que tienen à la
Guerra por objeto, no tienen sobre que reñir, haciendose la Paz entre los Principes, que la
hacen.
Entre todos los Vandos hay una es-pecie à parte de que con toda propiedad la Moda es
cabeza, y los miembros toda la gente ociosa, que necessita materia para no enmudecer en los
estrados. Estos Vandos, que realmente son poderosos, admiten à qualquiera, y reciben su fomento de
las Damas, que son el alma de ellos. Ellas, usurpando à la razon la bengala, y el mándo, saben
artificiosamente erigirse Jueces de las opiniones de todos. El vecindario de Madrid desde el Señor
hasta el Zapatero, se interesa en ser Polaco, ò Chorizo, y se declara defensor de una, ù de otra de
las Compañias Comicas. La passion con que algunos manifiestan su parcialidad, es tan vehemente, que
olvidan lo que deben à la Patria, y à sì propio, para emplearse todo en estas bagatelas. Y aunque
estos Vandos no son capaces de conspirar, ò alborotar el Estado, ellos, sin embargo, son
perniciosos, en quanto perturban la sociedad, con dissensiones domesticas, y enemistades
particulares. Podràse creer, que un motivo tan nimio, y tan despreciable sea bastante para
esclavizar à la razon, y hacer perder à la Nacion el derecho que tiene, de que se hagan buenas
Comedias? Los Comicos que ganan en estos disparates populares, son los que mas fomentan estas
parcialidades. No es bueno, que estos Vandos pretenden, que yo debo aplaudir el desbarro de un
Representante, y vituperar la buena execucion de otro? Que debo ayudar con todas mis fuerzas à
des-terrar del Theatro la regularidad, y bondad de los caracteres, que son las partes
essenciales de las representaciones? Que necessito sujetarme à saber dia por dia las cuchilladas de
las Compañias, y alegrarme quando mi partido venza, ò entristecerme quando quède vencido? Que yo
haya de sacar la espada para bolver à favor de Comedias malas, aprobando el poco estudio, y falta de
aplicacion en los Comicos, assi en su modo de vestir, como en el de executar sus papeles? Las
mugeres desde la Cazuela, los hombres desde el Patio, deben hacer resonar los palmoteos, por una
bufonada, que sin la fantasìa de estas pandillas, huviera sido graciosidad verdadera; por un gesto
de desuello, que sin la Moda huviera sido esquivèz honesta; por una carcajada, que sin este popular
aplauso huviera sido accion comica? En fin, quieren que yo debo aplaudir, y preconizar una
ridiculèz, y desverguenza, indigna del Theatro, solo porque es la Moda, la que me obliga à esto? Què
verguenza para un hombre que piensa!
Varios Autores Estrangeros han hecho critica de nuestro Theatro, y han juzgado de èl solo por las
irregularidades, y defectos, que le son accidentales, y no propios. Para censurar nuestras Comedias,
conviene saber, que lo ridiculo que hay en ellas, no es tanto por la ignorancia de la Nacion, ò del
Poeta, como por la necessidad de vèr executar mal, lo que se debiera hacer bien. Nuestros
Representantes no ganan menos dinero, quando representan mal, que quando representan
bien; y por esto ninguno de ellos se pica de pundonòr, en lo que hace, ni se sonroja de lo que se le
puede reprehender. El Pueblo, que està cegado por la Moda, que preside à los Vandos, no se sirve de
sus luces para sindicar estas operaciones. La sola diversion libre de Madrid es la Comedia. A ella,
como lo dice un Antiguo, se debe assistir para aprender riendo: pero ella, ya que se gobierna por
Vandos, y pandillas, en lugar de divertir con el Hechizado por fuerza; el Castigo
de la miseria, &c. à los sugetos mas graves, y circunspectos, sirve unicamente para hacer
reir al ignorante, vulgo con libertades aborrecibles.
Si los Defensores de las Compañias se hiciessen cargo de que su zelo serìa laudable, si
previniessen à los Comicos sus imperfecciones en el representar, exortandoles à que procurassen
merecer mas bien el sufragio de los hombres de capacidad, y juicio, que los palmoteos de los
ignorantes: Si à los Autores Poetas advirtiessen el defecto de las transposiciones, è impossibles,
que hay en la ordenacion de sus composiciones fabulosas, y los errores contra la verdad en los
hechos historicos: Si notassen las mentirosas situaciones de lugar en las decoraciones, en que se
vèn ideas contrarias á la possibilidad de los terrenos que figuran, como un mar mucho mas alto que la tierra, un Paraìso terrenal, que es Salòn de Palacio: &c. entonces sì, que harian
sus parcialidades, honor, y gloria à la Nacion, y darian nuevo sèr à nuestro Theatro. No causa risa,
y juntamente enfado à quien con algunas luces assiste al Theatro, vèr en las tablas à un sugeto Rey,
ò Principe del Mar Egeo con vestido à la Francesa, transformado en su decir,
y en sus acciones, en Español petrimete [sic]? No es disgustoso oìr à cada passo en la Musica hurtos
mal disimulados de obras estrangeras? Los Compositores no pueden ignorar, que hay mucha diferencia
entre executar con voz, ò instrumento una composicion de otros, y en exponer à censura una propria,
que se reconoce agena. El Gumelli, David Perez, Galuppi, &c. han logrado
tanto aplauso en la Corte, que los Professores, y Aficionados à Musica singular, oyen con atencion
las composiciones nuevas, para averiguar si su origen dimana de alguno de estos Autores, y sino
perciben algunas intenciones de las obras de estos Compositores famosos.
Nadie debe estrañar, que me declare tan abiertamente contra los abusos de la Moda. Una clara
exposicion de las ridiculeces, que ha introducido en el comercio de las gentes, es el unico medio
para remediar el daño que causan.
Moliere curò por este camino las necedades autorizadas en la Corte, y Ciudad
de Parìs;
pero nosotros, lexos de apetecer este mismo bien, por medio del Theatro, necessitamos primero tratar de reformar el Theatro mismo. La solicitud
con que aquel cèlebre Còmico estudiò las passiones de los hombres, le procurò expedientes para
purgar el trato humano de una infinidad de extravagancias, que fatigaban à los discretos.
Quevedo comprehendiò perfectamente bien en sus caractères la corrupcion, y
extravagancias en que empeña la Moda à sus Sequaces, y no pierde ocasion, para traernos à la vista
sus desordenes.
Una seriedad, y gravedad modesta, hiela el corazon de los
Modistas, y los desvìa de reflexionar sobre lo que oyen, ò leen. Querer corregir sus vicios, y
extravìos, con exortaciones pateticas, y palabras circunspectas, es tocar à rebato, y excitar sus
quexas, de que se hace violencia, à su querida Moda. El unico remedio, pues, para tratar de sus
delirios, es exponiendo à la risa de todos su conducta, y hacerles servir de expectaculo al mundo.
Reparen, y estudien la Comedia del Musico por Amor, y enmienden en sì aquello
que les parece tan extravagante, y ridiculo en el Montañès, de cuyas
fantasìas muchos se divierten, sin advertir, que ellos mismos sirvieron de Original para aquella
pintura.
El Discurso proximo se darà el Viernes 19. de Junio de 1761.
FIN.
EN MADRID: Con las Licencias necessarias, en la Imprenta de Manuel Martin, Calle de la Cruz.
Se hallarà este, y todos los siguientes en las Librerias de Antonio Sancha,
frente del Correo; en la de Bartholomè López, Plazuela de Santo Domingo; y en la de Bartholomè
Ullva, frente del Salvador.