Horat. Lib. III. Carmin. Od. XXV.
No hablaré parvuleces.
Aun no sé como escapará mi Discurso XXIV. que trataba sobre las
Via Crucis.
Dios sabe como escapará en el rigido Tribunal del público. El miedo de
una censura poco favorable me debia contener á lo menos hasta ver las
resultas, y mas quando supe en la libreria de Gomez haber dicho uno se
me estaba preparando la mas terrible fraterna por el dichoso papelito:
pero la fuerza que me hace la citada mezcla que no puedo dexar de
mirarla como una monstruosidad peligrosa, me obliga á que posponiendo mi
fundado temor, y arriesgándome á la indignacion de muchos (que de
antemano tenia prevista) repita mis clamores en un nuevo Discurso, que
tenga por fin descubrir la raiz y causa de semejante monstruosidad.
No me acuerdo de haber oido jamas á ningun hombre ni muger
Este defecto que se vé tan generalmente en todos, se hace sentir en los
cuerpos y familias religiosas con una cierta singularidad, que no es
facil darle nombre. Saben bien los individuos de estas familias que no
descienden de Reyes ni Emperadores: saben bien que deben su origen al
zelo santo, á la heroyca virtud de algunos hombres elegidos de Dios para
aquel fin, y que no tuvieron otra nobleza que dexar á su posteridad que
las reglas que establecieron, y los medios mas oportunos para imitarlos
en la santidad. Esto lo saben, pero no con una ciencia tal que excluya
efectivamente todo er-
De aqui nace la continua publicacion de estas excelencias, unas veces
pretendidas, otras mal entendidas y algunas veces figuradas con no poco
descredito de nuestra santísima religion por dar con ellas suficiente
motivo á los Heterodoxôs para sus declamaciones, sus sátiras, y sus
blasfemas burlas contra nuestros sagrados dogmas. ¿Hubo en alguna de
estas familias sagradas algun individuo cuya virtud llevó las atenciones
del Pueblo? Muy presto se oyen singularidades extrañas, muy presto se
añaden las revelaciones, y desde luego empiezan los
¿Qué mucho, pues, que haya llegado este teson hasta el exceso de igualar
estos hehos [sic] proconizados con tanta ponderacion, y tan seguidamente
á las verdades mas ciertas y constantes? Clame Natal
Alexandro, clame Amort, clame Muratori, clamen otros grandes hombres,
No nos arrebatamos; no corre la pluma sin tino á donde la impele un ardor
inmoderado: ella corre, ella hiere, pero con razon, con fundamento.
¿Quántos son los Decretos Apostólicos que prohiben la publicacion de
revelaciones que no estan aprobadas por la Iglesia? Infinitos y muy
expresivos, y muy fuertes. ¿Y en quánto se ha dicho, que otra cosa se ha
hecho que clamar contra la
Es verdad que no faltará quien responda, que los echos piadosos en
question no son todos fundados en la revelacion particular hecha á
alguna alma justa; se fundan, dirán, tambien en relaciones de autores
antiguos y dignos del mayor respeto. Ante todas cosas no confundamos la
santidad, la virtud, la buena fama justamente adquirida con la ciencia,
la literatura, la crítica. No es todo uno ser santos, ó ser buenos
críticos. Muchos santos han caido en graves errores, en vulgaridades
pueriles, en faltas literarias por falta de crítica, y por demasiada
credulidad: y asi cabe muy bien que un autor sacrosanta, porque todo esto y algo mas lo ha dexado la
Iglesia muchísimos
Quedense aqui los argumentos, porque seria un proceder infinito.
Conozcamos la verdad: los cuerpos morales necesitan cierta exâltacion
media entre la del mundo que les es prohibida, y la de la virtud que se
debe á la exâctitud en todos los preceptos, estatutos y consejos
evangélicos. Un hecho raro, nuevo, nunca oido, que leyó, que imaginó ó
que oyó un individuo de un cuerpo moral, y que lo escribió sin decir de
donde le vino la noticia, es una verdad indubitable entre los suyos;
Y puede tanto este deseo de adquirir gloria en esta linea, que no puede
haber injuria mas horrible contra un Cuerpo, que soltar una proposicion
contraria á semejante designio. Para hacer ver esta verdad, se hace
preciso tocar otra preocupacion hija tambien del mismo deseo.
Abramos, pues, los ojos. La religion nada tiene de comun con la ficcion.
Porque el grande Augustino fuera elegido de Dios para Padre de una
esclarecida Religion, no todos los que Dios eligió para este fin son
Augustinos. A cada uno dá Dios los dones y gracias, conforme á los
designios de su adorable providencia, y no depositó todos los dones en
todos: uno asi, dice S. Pablo, y otro asi, dividiendo á cada qual como quiere.
Abramos, digo, los ojos, conozcamos los perjuicios que traen estas
tenacidades; y todo el conato que aplicamos á defender las doctrinas,
las revelaciones, los modos de pensar de los nuestros, apliquemoslo á
conservar la Doctrina y la fé pura, y á seguir con la mayor exâctitud lo
que la Iglesia nuestra Madre nos enseña, á quien en todo segui-