El Censor, Discurso CXXX. pag. 1199.
Excelente, excelentísimo y todo lo que se quiera, es el
Discurso CXXX. en que suponiendo vm. un sueño que tuvo el Vizconde de
Boling-brocke, reprende los obscuros, vergonzosos y detestables
vicios en que miserablemente se halla envuelto nuestro bello sexô. Solo
desapruebo en él la falta de claridad, defecto muy comun en sus
periodicos; constándome quedan algunos sin entender la sátira, ó ya sea
por falta de penetracion, ó de paciencia; pues (como tengo dicho á vm.
en alguna de mis Cartas) no acostumbramos leer dos veces las cosas, ni
fatigarnos mucho para entenderlas. Basta de riña.
Por mas sátiras que salgan á luz contra las costumbres que se reprueban
en el citado discurso, no hay que esperar mejora alguna en ellas. No,
Señor Censor. El marido continuará mirando sin rubor á
su propia muger asida del adúltero que le ultraja; y no desaparecerá
esa especie de esclavos de prostitucion, que sin rubor alguno se
presenta en público al lado de las viles muge-res que los tienen asalariados. Seguirá este
desorden; las razones que tengo para persuadirme á ello, son las mismas
que dió por escrito un amigo y apasionado del Vizconde de Bolingbrocke, luego que leyó la Carta dirigida
por este famoso Addisson; las que traducidas libremente de su original
al castellano venian á ser las siguientes.
El Señor Vizconde de Bolingbrocke tiene justas
razones para quejarse y declamar tan amargamente contra los desordenes
que advierte en su amada patria; pero toda su eloqüencia es y será
infructuosa sino tiene efecto el proyecto que propone.
Orpheo, porque se debilitan mucho las verdades quando se
quieren acreditar con Fábulas; y asi paso á discurrir sobre las obras
que conocemos; tales como las de Homero, Virgilio, Lucano, Camoens y Milton. Exâminemos los progresos que
hizo la virtud con el auxîlio de estos maravillosos esfuerzos del
entendimiento humano.
Homero era un famoso Astrólogo politico, que adivinando las
funestas resultas de semejantes desordenes, queria con la moral de su
obra curar males tan graves. Se valió para conseguirlo de la voz de la
razon, de la fuerza de los exemplos, de la magestad del estilo, de la
pompa de las palabras, y de los encantos de la Poesía. ¿Cesó acaso con
tan buenos remedios la arriesgada enfermedad de la division? De ningun
modo: cantaban los Griegos los versos de Homero,
elogiaban su poesía y la moral de ella hasta lo sumo, y estaba al mismo
tiempo empeñado Corcyro en hacerse dueño de
Corinto; hallábase Tebas armada contra Atenas, en combustion Megara
contra Esparta, y profesándose esta y Atenas un ódio eterno, todo el
resto de la Grecia se veia envuelto en sus odiosas y destructoras
querellas.
Virgilio, debemos persuadirnos no se propuso otro
fin que el de hacer revivir en sus corazones virtudes que estaban casi
espirando. Con esta idea cantó un Héroe justo, paciente, valeroso, y
siempre lleno y penetrado de respeto para con los Dioses. Tal es el
principal carácter del piadoso Eneas: y para
inspirar mayor horror de la irreligion y de otros vicios de que estaba
contagiada la Metrópoli del Orbe, abre los Infiernos, y hace que los
profanos mortales vean sumergidos en aquel abismo de dolor y
desesperacion, al orgulloso Salmoneo, á los
atrevidos Titanes, al insolente Ticio, á los avaros que acumulando oro sobre oro, negaron todo
socorro al próximo: á los pérfidos tutores, que abusando de la inocencia
de sus clientes, ocultaron ó malgastaron los caudales de que Virgilio con esta tan horrorosa pintura, que se
puede decir dexo en bosquejo, pues levanta el delicado pincel de su
pluma, asegurando que si tuviese cien bocas y cien lenguas, y una voz de
hierro, ni podria representar todos los crímenes, ni los varios castigos
con que son atormentados aquellos infelices en pena de ellos? Non mihi si linguæ centum sint;
oraque centum; Ferrea vox, omnes scelerum comprendere formas,
Omnia pœnarum percurrere nomina possim. Virg. Ænei. Lib. VI. v.
625. ¿Qué logró
Lucano, que con aquella energia y vehemencia en
el decir que le era tan natural, se burla en su Farsalia de los que iban a consultar al templo de Júpiter Amnon; ¿consiguió acaso desengañar á los
Romanos, ni curar sus supersticiosos delirios? Lejos de eso: antes
parece que hicieron empeño en seguir con sus sueños, sus adivinos y sus
oráculos, consultando á estos y á las entrañas de los animales.
Vasco de Gama y sus compañeros, á quienes pinta
Camoens como verdaderos modelos del
Christianismo, del Comercio y de la humanidad; ¿procuraron acaso los
Européos ser ni aun medianas copias de aquellos excelentes originales?
Todos saben lo manchadas que están de inocente sangre las hojas de la
historia de la América: por lo tanto me contemplo dispensado
Milton, con su Poema Epico, con un asunto acaso
el mas bien desempeñado, y mas propio para predicar á los hombres,
¿logró por ventura que estos mejorasen de costumbres? No lo sé: pero lo
que puedo asegurar es, que siendo justamente en el Reynado de Carlos II.
quando los Ingleses principiaron á leerle; en ese propio Reynado se
vieron entronizadas mas que nunca la embriaguez, la sensualidad y el
luxo; despreciando la caida y castigo del hombre que estaban leyendo y
admirando.
terror y la piedad, que tan diestramente supieron manejar en
sus tragedias Eschylo, Sophocles y Eurípides, aterraban á los
Griegos, los hacian derramar lágrimas, morian los ni-Euménides del terrible y vehemente Eschylo: pero este horror, este pasmo y este
asombro que causaba en los Expectadores tales representaciones, era solo
un Imperio pasagero sobre los sentidos, y no sobre las costumbres. Ni
las mugeres griegas fueron mas castas, ni desempeñaron mejor en lo
subcesivo las obligaciones de madres, ni los hombres abandonaron tampoco
sus abominables vicios.
Ni uno solo creo hayan destruido quantas Tragedias y Comedias se han
representado y escrito hasta ahora, y consiguientemente tampoco
adquirido por medio de ellas una virtud; no siendo ó no debiendo ser
otro su objeto: la prueba de mi asercion se acredita en que por buenas
piezas teatrales de moral que nos representen, no de-Frine tan ilustre
como la misma nieta de Caton, de predicar con sus desordenes á las de su
sexô, que el pudor es innoble, y prenda de gente plebeya, que no debe
merecer atencion alguna el cuidado del esposo, de los hijos ni de la
familia; ni tampoco desaparecen los hombres duros, injustos, opresores,
pérfidos y fanáticos.
Horacio ni Juvenal con sus
sátiras? Desterraron por medio de ellas las Mesalinas, las Locustas, los Mathones, ni los Régulos?
¿Con la de Persio, que sirve de epígrafe á la
Carta del Vizconde, se acabaron los Natas?
¿Finalizaron los Letrados que defendieron á los Umbros y á Marso?
La Historia refiere los acaecimientos, reflexîona sobre ellos, y procura
por este medio corregir las costumbres. Registrense desde He-rodoto
hasta nuestros tiempos quantas se han escrito, y se hallará en todas
ellas cortísima diferencia. De la misma ambicion, de las mismas
tropelias, de los mismos fraudes, homicidios y demas género de maldades
están casi llenas todas sus páginas.
Pasemos á la Filosofia; á esa ciencia que despues de la predicacion
Evangélica, parece nació solamente destinada á corregir las costumbres,
y exâminemos sus progresos. Confieso que apenas advierto las ventajas
que de ella se han sacado. Tan imperceptibles son. ¿Pues en qué pende
que una ciencia que para establecer la sana moral no echa mano de la
sátira, tampoco de los prestigios del teatro, ni de los rayos de la
eloqüencia; que descarta todo instrumento de sorpresa, valiéndose solo
de la simple razon, que abre á todos los ojos el libro de la naturaleza,
es-Esta accion es dañosa á la sociedad, es mala;
pues proscribase. Esta otra es ventajosa, es
buena; sigase. Su objeto no es pretender el delirio de formar
un hombre sin pasiones; es si hacer con ellas un hombre honrado, un
hombre de bien. ¿Habla de Dios? Jamas le presenta como un Legislador
arbitrario que manda ó prohibe sin otro motivo que el de querer ser
obedecido. No dice honrarás á tus padres, solamente porque Dios lo
manda: dice, Dios lo manda, porque si faltas á este primer grito de
Dice el Señor Vizconde, que es menester cimentar la
autoridad de los padres y de los maridos. Dice muy bien;
fortifiquemos la autoridad paternal, la primera y mas sagrada de todas.
Esta dimana de Dios, y es la que gobernó á los primeros hombres antes
que hubiese Monarcas, y la que Rómulo puso por
cabeza de sus leyes. Sean los padres responsa-
La autoridad de los maridos debe ser el segundo paso que ha de darse para
levantar el edificio que se pretende. Bien se sabe la grande extension
de ella en tiempo de los Patriarcas, y que agradar á sus esposos fue
siempre el principal estudio de Sara y Raquel.
Spulio
Carvilio?
Dándoles á los maridos mas autoridad sobre sus esposas, procurarian estas ganarles el corazon, encerrándose en el seno de su familia, y entonces prosperaria la educacion de los hijos, la economia, la concordia y el bien comun.
Ahora bien: si la predicacion de los Poetas, de los Historiadores y de la
Filosofia , no ha podido jamas mejorar nuestras costum-castigo y la recompensa. Es cierto que en sus Fábulas, siempre
los Poetas nos presentan castigado el vicio; pero leemos en la Historia
muchos mas crímines [sic] felices, que virtudes premiadas. Toca al
Gobierno recompensar estas, y castigar aquellos. Luego que se ponga en
uso máxîma tan justa, será feliz y respetada mi amada Patria, y
qualquiera otra; de lo contrario, por mas que canten los Poetas, por mas
que la Historia instruya, y por mas que la Filosofia señale el camino de
la virtud, serán sus progresos en lo subcesivo, iguales á los que han
hecho hasta aqui.
Nada mas, Señor Censor , se le