El Regañón general: Núm. 66.
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Level 1
Núm.° 66
Con Real Privilegio.
Sábado 18 de Julio de 1804.
Level 2
Educacion práctica. Sigue el plan de
instruccion de las mugeres.
Secretaría.
Correspondencia literaria del mes. Carta sexta.
Level 3
En el
Número anterior que hemos tratado de esta materia, lo hemos
hecho con alguna prolixidad por exîgirlo así la educacion de
las mugeres, que por desgracia se abandona comunmente mas
que la de los hombres. En el presente y en todos los que
sigan lo haremos tambien con la misma para propagar y hacer
que se establezcan unas reglas tan útiles como las que
proponemos. Una muger puede parecer bien por sus adornos,
pero no puede agradar sino por su persona. Los vestidos no
le dan recomendacion alguna esencial, antes sucede las mas
veces que las que se hacen famosas por esta causa son las
mas expuestas á la crítica. Así pues la educacion que se da
á las niñas es muy defectuosa en este punto, pues muchas
madres recompensan el amor de sus hijas dándolas adornos y
haciéndolas amar así los atavíos y composturas. ِ¡Qué
hermosa está! suelen decir quando sus hijas están muy
compuestas, debiéndolas dar á conocer que la sencillez, y la
decencia en el trage es una de las cosas mas apreciables,
pues el verdadero triunfo de la belleza está en brillar por
sí misma. El adorno en las mugeres no es mas que un
suplemento de las gracias que le faltan á la persona, y la
muger que lo practica con extremo confiesa tácitamente que
necesita socorro para parecer bien. Muchas mugeres hay que
tienen necesidad de estar adornadas, pero ninguna debia
estarlo de ricos atavíos, porque el fausto no puede
reemplazar la hermosura. Es una lástima el considerar el
tiempo que malgastan las mugeres en el
tocador, pero se puede notar que este abuso nace mas bien de
evitar el fastidio, que de su misma vanidad. Una muger que
pasa seis horas en su tocador sabe muy bien que no sale
mejor compuesta que la que pasa media hora; pero le precisa
divertirse consigo misma por no saber en que emplear todo
este tiempo ocioso. Dadlas pues una educacion
correspondiente, haciéndolas que amen las obligaciones de su
sexô, que tengan modestia, y que aprendan á estar ocupadas
en sus casas, y no gastarán tanto tiempo en el tocador. Lo
primero que se nota quando las mugeres llegan á cierta edad
es que todos los atractivos extrangeros no las sientan muy
bien si no adquieren otros que les son naturales. La
hermosura no se puede adquirir, pero se puede aprender á
darle al cuerpo un movimiento agradable, y á la voz un
acento lisonjero, exercitándose en caminar con ligereza y
compostura, en mantener sereno el rostro, y en tomar ciertas
posiciones graciosas. Para conseguir esto nada hay mas
adequado que la danza, el canto, y demas artes agradables.
Muchos hombres severos se oponen á que se les enseñe á las
mugeres à cantar y á danzar, diciendo que una joven no debe
tener mas diversion que el trabajo, pero esta conducta no es
conforme á la recta razon, pues no se debe pretender que una
joven viva y alegre tenga tanta seriedad como su abuela,
sino que se la debe permitir que goce todos los placeres
inocentes de su edad. Se puede presumir con algun fundamento
que los disgustos de los matrimonios son causados la mayor
parte por haber reducido á las mugeres al simple desempeño
de sus tristes deberes, desterrando todo lo que podia ser
agradable para los hombres. Así no es extraño que procuren
éstos marcharse de su casa quando no encuentran en ella
distraccion alguna; de aquí nace que á fuerza de imponer
nuevas obligaciones se hacen éstas impracticables, y por
impedir á las mugeres todas las diversiones inocentes
adquieren un mal genio que las hace insoportables en sus
casas. Tal vez se me dirá que muchos maridos no gustan de
que sus mugeres exerciten estas habilidades; esto podrá ser
una verdad quando no se emplean en agradarlos sino para
atraer á su casa jóvenes imprudentes que procuren
deshonrarla. Una muger discreta y amable que poseyese estas
habilidades y las dedicase á la diversion de su marido,
baria una gran parte de su felicidad, y le impedirla que
fuese á buscar fuera de su casa otras recreaciones, pires
uniéndos: á ésta la confianza, la familiaridad
y la inocencia de los placeres no echaria menos las
diversiones públicas de mas atractivo. Si se me pregunta qué
conviene mas para la enseñanza de las niñas, el uso de los
maestros, ó el de las maestras, yo no me atreveré á decidir,
pero quisiera que no tuviesen necesidad de unos ni de otros,
sino que aprendiesen por sí mismas lo que tienen tanto deseo
de saber, y no se verian entonces tantos baylarines
vagamundos. Yo estoy persuadido de que el trato con estas
gentes puede ser mas dañoso para las jóvenes, que útil todo
lo que las puedan enseñar, y que á lo ménos su xerga, su
tono y sus modales infundirán en sus discípulas el primer
gusto á las cosas frívolas, que para ellos son de infinita
importancia. En las artes que no tienen mas objeto que el de
agradar no se debe hacer un estudio por principios, y
qualquiera puede servir de maestro. Con esto se logra la
ventaja tambien de que no miren este exercicio como una
obligacion que se las impone, lo que sucederia con las
arregladas lecciones de un maestro. Los primeros
conocimientos que se deben infundir á una niña deben ser
sencillos y claros. Enseñésela pues que hay un Dios, que es
el árbitro de la suerte de los humanos, y de quien todos
somos hijos; que nos prescribe el ser justos, amarnos
mutuamente, ser benéficos y misericordiosos con todo el
mundo, hasta con nuestros enemigos; que la felicidad de esta
vida no es mas que una apariencia, y que hay otra en donde
el Ser supremo remunerará á los buenos, y castigará á los
malos. Acostumbradla pues á que tenga siempre á Dios por
testigo de sus acciones, de sus pensamientos y de sus
placeres; á que haga bien sin ostentacion y á sufrir las
amarguras de esta vida sin quejarse; finalmente, se debe
observar que hasta la edad en que se descubre su razón y
habla su conciencia no tienen las niñas mas idea del bien y
del mal que la que les infunden las personas con quienes
tratan, por lo qual se debe tener el mayor cuidado en la
eleccion de los sugetos que con ellas se unen, y en
conservar la autoridad. Luego que ellas comienzan á juzgar
de las cosas por si mismas se debe tener otro sistema en su
educacion. Muchos hay que reducen todos los conocimientos de
una muger al desempeño de las obligaciones domésticas,
haciéndola de este modo la primer criada de la casa. Otros
con mas equidad quieren que se cultive su talento, pues no
haciéndolo seria muy fácil seducirla, y hacerla víctima de
la corrupcion que reyna en las ciudades
grandes. Por otra parte como está sometida al juicio de los
hombres debe merecer su estimacion, especialmente la de su
esposo; debe no solo hacer que éste ame su persona, sino que
apruebe su conducta, y debe finalmente justificar á los ojos
del público la eleccion que él ha hecho, y hacer que su
marido se honre él mismo con el honor que haga á su muger.
¿Y cómo podrá desempeñar todos estos deberes si ignora
nuestras instituciones, si no sabe nuestros usos, y no
conoce ni el origen de los juicios humanos, ni las pasiones
que los dirigen? Ella depende á un mismo tiempo de su propia
conciencia, y de la opinion de los hombres, y así es preciso
que aprenda á comparar estas dos reglas, á conciliarias, y á
no preferir la primera sino quando estén las dos en
oposicion, haciéndose de este modo el juez de sus jueces.
Antes de despreciar ó admitir las preocupaciones del vulgo
debe pesarlas, subir hasta su origen, y prevenirlas ó
hacerlas favorables. No debe atraerse jamas el vituperio
público quando su deber la permite evitarlo. Todo esto no se
puede hacer bien sin cultivar su talento y su razon. Las
mugeres tienen una gran parte de ambas cosas, lo qual no se
las puede negar sin injusticia, siendo una prueba suficiente
la penetracion que las distingue, y las observaciones que se
las ve hacer todos los dias, en las quales se puede afirmar
que son muy superiores á los hombres. El que quiera
convencerse por sí mismo de esta verdad no tiene mas que ir
á qualquier casa de buena sociedad en donde el marido y la
muger reciban y obsequien á los concurrentes, y notará que
ámbos tienen la misma educacion, la misma cortesía, y el
mismo deseo de agradar á todos. Pero ¡qué diferencia tan
grande hay entre los dos! El marido no omite cuidado por
atender á todo, va, vuelve, da mil vueltas, y quisiera ser
un argos. La muger sentada en su silla, y entretenida con
las personas que la rodean, parece que no atiende á nada;
sin embargo, no pasa cosa alguna en su presencia, por
pequeña que sea, que no la note; no se va sugeto á quien no
le haya hablado; no ha omitido nada de lo que podia
interesar a todos; no ha dicho la menor razon á cada uno que
no le haya sido agradable, y sin alterar el orden, el mas
ínfimo sugeto ha sido tan obsequiado como el primero.
Pasemos al acto de ponerse á la mesa. El hombre instruido en
el trato social colocará las personas segun es costumbre,
pero la muger que lee con anticipacion en los ojos y en el
rostro de cada concurrente los deseos, colocará á cada uno
segun su gusto. El amo de la casa sirviendo
los platos por el órden de los asientos puede muy bien
cumplir con todos, pero la muger adivina por decirlo así el
gusto de cada uno, y al mismo tiempo que está hablando al
que tiene al lado, recorre con la vista todos los
concurrentes, y conoce con la mayor perspicacia qual no come
porque no tiene hambre, ó porque no se atreve á pedir un
plato por su timidez. Al levantarse de la mesa cada
individuo cree que no ha pensado mas que en él, y todos
imaginan que no ha tenido ella tiempo de comer cosa alguna,
siendo así que ha comido lo mismo que todos los demas.
Generalmente hablando se puede decir que la muger tiene mas
ingenio y perspicacia y el hombre mas carácter y juicio.
Este filosofará mejor sobre el corazon humano, pero aquella
leerá mejor que él en el de los hombres, de lo qual resulta
la ciencia mas completa del espíritu humano, que es el
conocimiento de los demas individuos de nuestra especie. El
mundo es el gran libro de las mugeres, si leen mal en él es
culpa suya, ó que alguna pasion las ciega, pero no deben por
eso entregarse al mundo enteramente. Al contrario, la
verdadera madre de familia debe estar siempre en su casa
para acostumbrar á sus hijas desde temprano á la soledad y
al retiro dándolas el exemplo; pero esto es lo que no
quieren hacer muchas mugeres porque gustan de divertirse y
asistir á las concurrencias y espectáculos. Llevan consigo á
las hijas con el pretexto especioso de tenerlas siempre á la
vista, y estas jóvenes que al entrar emel mundo no tienen
mas aya que su madre misma, la que es mas loca que ellas,
miran los objetos que se las presentan de un modo muy
distinto de lo que ellos son en sí. Su exemplo, que tiene en
ellas mas fuerza que la razon, las justifica en apariencia,
y la autoridad de la madre es para la hija una excusa sin
réplica. Se enseña á amar á las niñas todas las diversiones
frívolas desde temprano, y no es extraño que despues de
haber visto una vez las diversiones del mundo no se atrevan
á dexarlas con facilidad. Para amar la vida doméstica es
preciso conocerla, y haber gozado sus dulzuras desde la
infancia en la casa paterna; pero por desgracia se puede
decir que ya no hay educacion privada en las ciudades
grandes. La sociedad es tan general que no le ha quedado
asilo alguno al retiro, pues hasta dentro de su misma casa
está uno en público. Á causa de vivir con todos ya no hay
familias; apénas conocen los hijos á sus padres, pues los
miran como, extrangeros, y la sencillez de las costumbres
domésticas se va extinguiendo, como
tambien la dulce familiaridad que hace su encanto. Todos los
modos referidos que se usan en la educacion no hacen mas que
entregar á los jóvenes de ambos sexôs á los placeres del
mundo y á las pasiones. En las ciudades populosas la
depravacion comienza con la vida, y en los pueblos principia
con la razon. Las lugareñas y las de los pueblos subalternos
enseñadas á menospreciar la sencillez de sus costumbres
desean venir á la Corte ó á las ciudades capitales para
participar de la corrupcion de las nuestras. El único objeto
de su viage no es mas que exâminar los vicios que se
disfrazan con el nombre de habilidades, y como al llegar se
avergüenzan de no tener la noble licencia que usan las
mugeres del pais, no tardan mucho en imitarlas; sin embargo
debemos confesar que no es tan universal el daño, pues hay
infinitas que se vuelven á sus pueblos muy contentas con su
suerte despues de haberla comparado con la que envidian las
demas. Innumerables son las mugeres que viviendo enmedio de
las ciudades mas corrompidas no han doblado la rodilla
delante del ídolo de la corrupcion que es la moda, y que han
menospreciado su culto. Por todo esto debemos inferir quan
grandes serian las ventajas de la instruccion, quando á
pesar de la corrupcion general, á pesar de las
preocupaciones y de la mala educacion de las mugeres, muchas
conservan todavía un juicio sano y rectificado. ¿Qué bienes
tan grandes no produciria este mismo juicio cultivado con la
instruccion correspondiente? Para conseguirlo no se deben
dar á las niñas secos é insípidos preceptos de moral, pues
estas tristes lecciones no sirven mas que para hacer odiosa
la enseñanza. La moral se debe demostrar en razones precisas
y fáciles de comprehender, enseñándolas en sus mismos
deberes el origen de sus gustos, y la basa de todos sus
derechos. No hay hombre alguno por insensible y bárbaro que
sea que no modere su fiereza y se interese con una muger de
diez y seis años, amable y discreta, que habla poco, que
escucha y muestra la mayor compostura en su rostro, y la
mayor honestidad en su conversacion, á quien su belleza ni
su juventud no la hacen olvidar su sexô, y que sabe
interesar con su misma timidez, y atraerse el respeto de
todos. Para inspirar á las niñas el amor á las buenas
costumbres es preciso manifestarlas todo su valor, y hacer
que las amen. Para lograr esto no basta pintárselas á lo
léjos, por decirlo así, sino que las vean muy inmediatas;
por exemplo, enseñadlas á conocer y distinguir
al hombre de mérito, y amarlo; condúzcaselas á la virtud por
el camino de la razon; hágaselas saber que el imperio de su
sexô y todas sus ventajas no dependen solamente de sus
buenas costumbres y de su conducta, sino tambien del
concepto de los hombres. Pintándolas pues las malas
costumbres que actualmente reynan se las inspirará un gran
disgusto por ellas; mostrándolas la ridiculez de los hombres
ligeros y casquivanos sabrán menospreciarlos, y así las
infundireis un odio mortal á sus máxîmas, y una aversion á
sus galanterías criminales; finalmente nacerá en ellas la
ambicion mas noble, que es la de reynar legítimamente sobre
el corazon de los hombres. Este imperio es sin duda muy
glorioso, y para conseguirlo se debe dar por bien empleada
qualquiera pena. Mas adelante trataremos de los defectos que
generalmente se atribuyen á las mugeres, y del modo de
enmendarlos por medio de una educacion rectificada. Salud.
El Asesor del Tribunal.
Correspondencia literaria del mes. Carta sexta.
Level 3
Letter/Letter to the editor
Señor Presidente del Tribunal
Catoniano: Muy señor mio: Las
impugnaciones contra el Doctor Brown en qualquiera frase
publicadas han sido útilísimas; su sistema se ha visto
estudiar con mas cuidado desde que se ve públicamente
impugnado, y las contestaciones han servido para conocer
mejor la verdad en la materia mas importante de nuestra
vida; el Doctor Brown se ha impugnado, y es lícito
impugnarle baxo el mismo nombre que publicó sus obras, y
lo mismo digo del Joven Químico y otro qualquiera
escritor público baxo el nombre que lo sea. Señor D.
Modesto vmd. se queja y trata de indolente al Censor
porque inserta á troche y moche quantas cartas se le
dirigen, y funda derecho á que se le inserte la suya,
como lo ha hecho el señor Regañon; y ahora ¿quién no
deberá quejarse quando vea sus cartas, por malas que
sean, destinadas al archivo de los inútiles? Si á vmd.
no le habria hecho gracia que se arrinconara su carta,
¿por qué lleva á mal que se publiquen y hayan publicado
las demas? ¿No ve que qualquier hijo de vecino tiene
tambien su poquito de amor propio como vmd.? Señor
Regañon, yo digo la verdad, todos estamos palpitando por
ver en el periódico una produccion suya; pero creame,
miéntras vmd. reciba cartas útiles de qualquier materia
que sean, no hará mal en publicarlas, ántes será cumplir
una solemne promesa que vmd. hizo al público en su
prospecto, y hasta aquí ninguna carta se ha puesto en su
periódico que no haya sido útil de algun modo, supuesto
que lo ha parecido la del señor Modesto. Perdone vmd.,
señor Presidente, mi impertinencia, no haga vmd. de mi
carta el aprecio que merece incluyéndola en el archivo
de los inútiles, sino póngala vmd. siquiera con la del
señor Modesto, que bueno será que corramos parejas, y á
Dios (así se despidiéron siempre mis abuelos) y mandar á
su mas atento servidor Q. S. M. B. El Sargento Retirado.
Metatextuality
"No podré explicarle bastantemente la indignacion
general que ha causado en estos países la inesperada
carta del señor Modesto del Valle, que tuvo la
bondad de poner en su periódico al Número 53 de este
año, á la que con tanta moderacion como prudencia
contesta y satisface completamente sin necesidad de
adicion ni comentario alguno; pero permita vmd. al
menor de sus apasionados que al abrigo de su
respuesta pueda yo decirle al señor Modesto que no
lleva razon en lo que dice; porque vamos claros
señor D. Modesto, ¿quándo ha decaido en el Regañon
la elegancia, erudicion y producciones finas, sino
quando se ha publicado en él su bendita carta,
escrita en su rincon, que deberia estar eternamente
arrinconada? Y ¿quándo se ha visto en el Regañon mas
mordacidad y mas ofensa de personas bien conocidas,
que quando vmd, con tanto desacato
ofrece un duro por cada Número á un hombre tan
conocido y tan desinteresado como este?