El Catón Compostelano: Discurso XVI
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DISCURSO XVI.
DEL RECIPROCO DESPRECIO DE LAS Naciones.
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Lo mismo que sucede entre los
particulares, se vé tambien en las Naciones; y asi como cada uno
de nosotros por creerse infalible, pone la contradicion en el
lugar de las ofensas, y no puede estimar ni admirar en otro sinó
sus propios sentimientos, asi tambien cada Nacion no estima
igualmente en las demás sinó las ideas analogas á las suyas; y
por esto mismo toda opinion contraria es entre ellas un germen
de desprecio. VARIEDADES.
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Hechemos rapidamente
la vista sobre España sola, y despues sobre todo el Universo, y veremos nuestra Peninsula dividida por
tantos desprecios, quantas son las Provincias de que se
compone.
Sobre una diferencia semejante de usos y costumbres
está fundado el respectivo desprecio de las Naciones; y
La diferencia de Religion, y por consiguiente de
opinion determinaba á un mismo tiempo á unos hombres mas
zelosos que justos á denigrar con las mas infames calumnias
la memoria de un Principe, que disminuyendo los impuestos,
restableciendo la disciplina militar, y reanimando la virtud
que espiraba de los Romanos, ha merecido tan justamente ser
colocado en la clase de sus mayores Emperadores. Pero no hay
remedio para esto. A qualquiera parte que volvamos la vista,
no veremos sinó de estas injusticias, que ahora mismo se
estan cometiendo contra el Heroe del mundo, y que recelo
citar. Cada una de las Naciones convencida de que solo ella
posee la sabiduría, tiene á todas las demás por locas,
pareciendose en esto al Mariano, que persuadido de que su
lengua es la unica del Universo, concluye de aqui que los
demás hombres no saben hablar. Si baxase del Cielo un Sabio,
que para conducirse no consultase sinó las luces de la
razon, este mismo Sabio pasaría universalmente por loco. Sería, dice Socrates, al frente de los demás
hombres como un Medico, á quien los pasteleros acusarian
ante un tribunal de niños de haver prohivido las pastas y
tartas, y que parecería alli culpable al primer gefe. En
vano apoyaría sus opiniones sobre las mas fuertes
demonstraciones;
Esta fabula es la historia de la vanidad humana. Todo Pueblo admira sus defectos, y
desprecia las qualidades contrarias; por lo que se hace
preciso, para acreditarse en un país, llevar la corcoba de
la Nacion por donde se viaja. En todos los países hay pocos
abogados que defiendan la causa de las Naciones vecinas, y
pocos hombres que reconozcan en si las ridiculeces de que
acusan al extrangero, y que tomen exemplo de cierto Tartaro,
que con este motivo hizo diestramente avergonzar al gran
Lama mismo de su injusticia.
Pocos hombres hacen, como este, conocer á su Nacion
lo ridiculo de que ella se cubre á los ojos de la razon,
quando baxo un nombre extrangero se rie de su propia locura;
pero hay todavia menos Naciones que sepan aprovecharse de
iguales avisos. Todas son tan escrupulosamente adictas al
interés de su vanidad, que en qualquiera país no se llamará
sabio sinó á los que, como dice Mr.
Fontenelle, participan de la locura comun. Por caprichosa
que sea una fabula, siempre es creida de algunas Naciones, y
qualquiera que dude de ella es tratado de loco por esta
misma Nacion.
Lo contrario es en Asia. Quando los Persas manchados
con la sangre de las serpientas inmoladas al Dios del bien
corrian al templo de los Magos á vanagloriarse de este acto
de piedad, pensará alguno que sería bien recibido de ellos
un hombre que los detuviese para probarles lo ridiculo de su
opinion? Quanto mas loca sea esta, tanto mas peligro hay en
demostrar su locura. Mr. de Fontenelle repite con bastante
freqüencia, que Con
efecto, si el descubrimiento de una sola ha hecho padecer á
un hombre celebre del Siglo XV. en Europa misma
los horrores de la carcel, á que castigo no se condenaría al
que las revelase todas? Pensar, dice Aristipo, es atraher el
odio irreconciliable de los ignorantes, de los debiles, de
los supersticiosos y de los hombres corrompidos, que todos
se declaran contra los que quieren entresacar de las cosas
lo que hay de verdadero y esencial. ¡Quantos males no ha
sembrado en la tierra el amor á las opiniones propias! Para
aprender á dudar de las de los hombres, basta exâminar las
fuerzas de su espíritu, considerar el quadro de las
necedades humanas, y acordarse en fin que seiscientos años
despues del establecimiento de las Universidades salió un
hombre extraordinario, á quien su siglo persiguió y puso en
la clase de los semi-dioses, por haver enseñado á los
hombres á no admitir por cierto sinó los principios de que
tuviesen ideas claras; verdad cuya extension conocen pocos,
porque para los mas de los hombres los prinicipios no
contienen conseqüencias. Qualquiera que sea la vanidad de
los hombres, es cierto que si se acordasen de esto; si, como
Fontenelle, se dijesen á si mismos: nadie dexa
de errar, seré yo, pues, el unico hombre infalible? No me
engañaré yo en las mismas cosas que sostengo con mas
fanatismo? Si, como digo, tuviesen los hombres presente esta
idéa en su alma, se precaverían mas de su vanidad, serían
mas dulces, mas tolerantes, y sin duda tendrían una opinion
menos alta de su sabiduria. Socrates repetía muchas veces:
todo quanto yo sé, es que no sé nada; pero en nuestro siglo
todos saben todo, menos lo que Socrates sabía. Los hombres
no se sorprenden tan freqüentemente del error, como porque
son ignorantes; y en general su locura mas incurable es el
creerse sabios. Esta locura comun á todas las naciones, y
producida en parte por su vanidad, les hace no solamente
despreciar los usos y costumbres diveras de las suyas, sinó
mirar tambien como un don de la naturaleza la superioridad
que algunas de ellas tienen sobre las demás; superioridad
que no deben sinó á la constitucion politica de su estado.
De este error es principio la vanidad, y que nacion puede
triunfar de el?
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Example
Aqui el Castellano mira al
Gallego como embrutecido y tosco, y hecho solo para
servirle, quando el Gallego tiene al Castellano por
un ente superficial que nada profundiza, ni aun la
maña con que le lleva el dinero y se vá riendo.
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Example
Alli el Andaluz considera
al Castellano como un toro marrajo, quando este le
trata de inconseqüente, y tan facil en decir como
malo para executar.
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Example
En fin el Asturiano que
vende nobleza á todo el mundo y cae siempre baxo la
carga, es para el Aragones, Navarro y Vizcaíno como
palillo de barquillero, mientras estos tres se
disputan la buena fé en los contratos, y se dan de
cabezadas por un pelo mal cortado.
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Example
De la misma manera el
Ingles tiene por cabeza frivola al Frances, mientras
este contempla á aquel como una cabeza tostada;
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Example
y el Arabe que está
persuadido de la infalibilidad de su Califa, se rie
de la necia credulidad del Tartaro, que cree
inmortal al Gran Lama.
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Example
En el Africa el Negro que
adora una raíz, una pierna de Cangrejo ó el cuerno
de un animal, no vé sobre la tierra sinó una masa inmensa de divinidades, y se burla
de la escaséz que nosotros tenemos de dioses,
entretanto que el Musulman poco instruido y sin
entenderlo nos acusa de que reconocemos tres.
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Example
Mas lexos están los
habitantes de la montaña de Bata, que persuadidos de
que todo aquel que coma antes de morir un Cuco
asado, es santo, se burlan por consiguiente del
Indio:
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Example
¿Que cosa mas ridicula,
le dicen, que acercar una baca de leche á un
enfermo, y pensar que si tirandola de la cola mea, y
caen algunas gotas de su orina sobre el moribundo,
este se vuelve santo?
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Example
Y que cosa mas absurda
entre los Bramines, que exîgir de sus nuevos
convertidos, que por espacio de seis meses no coman
otra cosa que la boñiga de la baca? No hay que
estrañarlo, por que la baca está reputada por santa
en el Calicut, y parece que la costumbre de comer
por penitencia el excremento de baca es muy antigua
en el Oriente.
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Example
por este motivo tambien
el habitante de Antioquia despreciaba antiguamente
en el Emperador Juliano la sencilléz de costumbres,
y aquella frugalidad que le merecian
la admiracion de los Gaulas, como ahora el Carayba
herido de nuestros desprecios dice, que no conoce
otro salvage que al Europeo, que no adopta alguno de
sus usos.
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Example
todas las Naciones serían
respecto de el como aquel pueblo de corcobados, al
qual fué á ver, dicen los Fabulistas Indianos, un
Dios hermoso, joven y bien hecho: Este Dios, añaden,
entra en la Capital, y al instante se vé rodeado de
una multitud de habitantes, su figura les parece
extraordinaria; las risas y burlas los arrebatan de
admiracion; y en fin iban ya á llenarle de ultrages,
si para apartarle de este peligro uno de los
habitantes, que sin duda havia visto mas hombres que
los corcobados, no huviera exclamado luego: Como!
amigos, que vamos á hacer? No insultemos á ese
desgraciado contrahecho: Si el Cielo nos ha
concedido á todos el don de la belleza, adornando
nuestras espaldas con una montaña de carne, llenos
de reconocimiento á los dioses inmortales vamos al
templo á tributarles las debidas gracias.
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General account
Este Tartaro havia
recorrido el Norte, visitado el país de los Lapones,
y aun comparado el viento de sus hechiceros, por que
los Lapones tienen ciertos sugetos destinados à
vender à los viajeros unas cuerdecitas, cuyo nudo
desatado á cierta altura debe dar el viento que se
quiera. De vuelta á su país refirió sus aventuras, y
el Gran Lama que quiso oirselas tuvo mucho que reir
con este motivo. ¡Que tan loco es, decia èl, el
espiritu humano! Que costumbres tan raras! y que
credulidad tienen los Lapones! ¿Son estos hombres?
Si por cierto, respondió el Tartaro; y aun has de
saber otra cosa mas estraña, que es que
los buenos de los Lapones, tan ridiculos con sus
hechicerías, no se rien menos de nuestra credulidad,
que tu te ries de la suya. Impio! Como te atreves á
pronunciar esa blasfemia, y á comparar mi Religion
con la suya? Padre eterno1, antes que
me libe [sic] de mi pecado la sagrada imposicion de
tu mano sobre mi cabeza, te haré presente que por
tus risas no debes dar exemplo á tus vasallos para
que profanen asi el uso de su razon. Si con el ojo
severo del exâmen y de la duda se reconociesen todos
los objetos de la creencia humana, quien sabe si aun
tu culto estaria al abrigo de las burlas de los
incredulos? Acaso entonces su santa orina y tus
santos excrementos, que distribuyes ahora á los
Principes de la tierra les parecerian menos
preciosos, y acaso no hallarian en ellos el mismo
sabor, ni sazonarian con ellos sus guisados, ni
tampoco los mezclarian en sus salsas. Ya la impiedad
niega á la China las nueve encarnaciones de
Visthnou; y tu, tu mismo nos lo has repetido muchas
veces, no ignorando que solo debes tu inmortalidad y
tu poder sobre la tierra al talisman de
una creencia ciega. Sinó fuera la total sumision á
tus dogmas, bien pronto te verias obligado á
abandonar esta estancia de tinieblas, y te volverías
al cielo, tu patria. Bien sabes que los Lamas
sometidos á tu poder, han de elevarte algun dia
altares en todas las partes del mundo; y quien puede
asegurarte que ellos executarán este proyecto sin el
socorro de la credulidad humana, y que sin ella el
exâmen siempre impio no mire á los Lamas como
hechiceros Lapones, que venden el viento á los
tontos que lo compran? Escusa, pues, ó Fo vivo, los
discursos que dicta el interés de tu culto, y
aprenda el Tartaro de ti á respetar la ignorancia y
credulidad, de que el Cielo, inescrutable en sus
juicios, parece servirse para someterte la tierra.
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Fable
En el Reyno de Judá2, en donde se adora la serpiente, que
hombre se atreverá á negar el cuento que los
Religiosos Mahometanos dicen de un cerdo que insultó
á la divinidad serpentina, y la comió? Uno de estos
santos Religiosos, añaden ellos, vió cometer este
atentado, y elevó sus quejas al Rey. Inmediatamente
se decreta sentencia de muerte contra todos los
cerdos, la execucion sigue al decreto, y la raza iba
ya á ser anonadada, quando los pueblos representaron
al Rey, que por un culpable no era justo castigar
tantos inocentes: Estas exposiciones suspenden la
colera del Principe, se apacigua al gran Religioso,
cesa la matanza, y se dá orden á los cerdos, de que
en lo sucesivo sean mas respetuosos con la
divinindad. De esta manera, exclaman los mismos
Mahometanos, sabe la serpiente encender la colera de
los Reyes para vengarse de los
impios: Reconozca, pues, el universo su divinidad,
su templo, su sacrificador, el orden del Religioso
destinado á servirla, y en fin las virgenes
consagradas á su culto. Si retirado en el interior
de su Santuario, el Dios serpiente, invisible aun á
los ojos del Rey, no recibe las peticiones, ni da
sus respuestas sinó por medio de los Sacerdotes, no
toca á los mortales profundizar profanamente estos
misterios: Su obligacion es creer, postrarse y
adorar.
Citation/Motto
si tuviese
todas las verdades en su mano se guardaría muy bien de
abrirla para mostrarlas á los hombres.
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Example
Supongamos que un
Frances, acostumbrado á hablar con franqueza, y á
encontrar aqui y alli algunos hombres
verdaderamente ciudadanos, deja á Paris y desembarca
en Constantinopla: que idéa se formará de los países
sometidos al despotismo, quando considere el
abatimiento en que se halla alli la humanidad;
quando perciba en todas partes la marca de la
esclavitud, y vea á la tyranía abrasar con su
aliento el germen de los talentos y de las virtudes;
y quando en fin sepa que el tranquilo Sultan,
encerrado en su serrallo, mientras el Persa arrolla
sus tropas, è indiferente á las calamidades
públicas, bebe el sorbete, acaricia sus mugeres,
hace degollar los Baxaes y se fastidia de si mismo?
Penetrado de la cobardía y servidumbre de estos
Pueblos, y animado al mismo tiempo del sentimiento
de orgullo é indignacion ¿que Frances no se creerá
de una naturaleza superior al Turco? No obstante
todos sus desprecios serán injustos, atendiendo á
que la superioridad de un Pueblo á otro pende de la
forma mas ó menos feliz de los goviernos. Mudese el
de Francia para Constantinopla, y este para Paris, y
veremos que el Turco será feliz, sin que podamos
decir por eso que es de naturaleza superior al
Frances.
Metatextuality
¿Que diré yo
para adquirirme algun credito entre el bello sexo, que es el
que hoy domina? Ponderar su hermosura, su discreccion, y sus
gracias, ya es poco, porque es demasiado sabido; alabar su
firmeza y desconfianza, ya es cosa corriente; exâgerár su
discernimiento y juicio, no tiene nada de particular. Que le
diremos, pues? Un pensamiento me ocurrió entro muchos que
vinieron á visitarme en el silencio de mi gabinete. De el es
efecto la consolacion, pero en muchos casos tal vez no
corresponden á mis intenciones. Sin embargo como no hablo
sin fundamento, es de esperar que ya que no sea siempre, á
lo menos algunas veces acierte. Es verdad que esto que voy á
decir pende del destino; pero no haviendo cosa que no lo
tenga, y arriesgandose ordinariamente vaticinios menos
fundados todavia, no recelo contar con el exîto, si á los
medios que es indispensable poner, se añade una ciega
confianza en aquel Ser eterno, y sabio Disponedor de todas
las cosas. El pensamiento es, pues, este.
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Prometer á las quinquagenarias,
sexagenarias, y aun septuagenarias con un Dios
sobre todo el Consuelo de aliviarlas de las austeridades en
el Celibato, presenetandose en el Templo á recibir la
bendicion nupcial. Al llegar aqui me parece que oigo ya el
ruido de los parabienes que una multitud de las que gimen
sin esperanza, viene á darme; y las preguntas y repreguntas
con que la curiosidad de otras me exîge el modo y manera de
que ha de ser. Pero, vamos poco á poco: tenemos un exemplo
seguro en la Sagrada Escritura, en que fundo la garantía de
la promesa. Sara, muger que rayaba en los 80, á pesar de no
hallarse en estado de inspirar amor, fue robada
violentamente por Abimelech, Rey de Gerara, en fuerza de un
amor el mas ciego; y sin embargo de no estár en aquella edad
para fiestas, como se puede inferir del texto de Moyses, que
dice: Et desierant Sara fieri muliebria; vino el Angel á
anunciarla que pariría un Niño; á que respondió con burla:
Postquam consensui; et Dominus meus vetulus est, voluptati
operam dabo? Que! Siendo mi Señor è yo tan viejos, todavia
me he de presentar al placer? Esto prueba, que ella no se
consideraba propia para inspirar amor. Y porque no han de
tener el mismo derecho las de 50, 60 y 70 años, que son
jovenes respecto de Sara? Encargo, pues, á
todas que á su exemplo agan su modestia, laboriesidad y
demás virtudes, para que sobre lo incierto de la esperanza,
derrame Dios lo legitimo y seguro de sus providencias.