El Catón Compostelano: Discurso XIII
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DISCURSO XIII.
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DE LA LIBERTAD.
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Esta palabra y otras muchas
metafisicas y morales son un laberinto en que se han perdido
muchos bellos ingenios, por no haver quien diese idea neta
de ellas. Descartes dice, que atrincherados los
Peripateticos en la obscuridad de las palabras eran
semejantes á los ciegos, quando para hacer á los perspicaces
iguales á ellos en la suerte, los llevan á una cueva obscura
donde nada puedan ver; pero añade tambien, si estos saben
dar luz á la cueva, si obligan á los Peripateticos á dar
ideas netas à las palabras de que se sirven,
pueden estar ciertos del triunfo. Ninguno como el P.
Mallebranche ha sabido terminar las disputas que ha causado
la palabra libertad, porque todos quantos quisieron
definirla han consultado mas su capricho que la verdad.
Aquel habil Theologo en su promocion fisica convino en que
la libertad era un misterio; y dice quando me proponen esta
question no tengo mas remedio que enmudecer. Sin embargo de
esto bien se puede formar idea neta de ella, tomandola en
una significacion comun. Hombre libre es aquel que no está
cargado de cadenas, ni detenido en prision, ni es en fin
intimidado como el esclavo con el temor de los castigos: En
este sentido la libertad del hombre consiste en el libre
exercicio de su poder, y no se dirá que deja de ser libre
porque no puede surcar los ayres como el Aguila, ó vivir en
el agua como la Ballena, y hacerse Rey, Papa, y Emperador
como quisiera, pues sería cosa ridicula llamar impotencia á
la falta de unas facultades que se han denegado á su
natural constitucion, y que no caen ni han
caido jamás desde su primera exîstencia, bajo la jurisdicion
de su voluntad. Tenemos ya, pues, una idea neta de esta
palabra libertad, tomada en una significacion comun. Veamos
ahora qual se la podrá dar, aplicandola á la voluntad. ¿Que
cosa será entonces la libertad? No se podrá entender por
ella sinó el poder libre de querer ó no querer una cosa;
pero este poder supondrá que puede haver deseos sin motivos,
y por consiguiente efectos sin causa. Será, pues, necesario
que nosotros podamos apetecer el bien y el mal; suposicion
que es absolutamente imposible. ¿Como podría ser que los
Griegos por la unanimidad de sentimientos reuniesen las
fuerzas de sus tres Republicas para mantener la libertad que
pretendian los Persas invadir, y apetecer al mismo tiempo la
tiranía que les amenazaba, y de que huian? En efecto, si el
deseo del placer es el principio de todos nuestros
pensamientos y acciones; si todos los hombres caminan
continuamente acia su felicidad real ó aparente, todas nuestras voluntades no son luego sinó el efecto de
esta direccion que llevamos.
A donde quiera que volvamos la vista hallaremos
descontentos que pretendan hallar mas gusto y alivio en lo
que desean conseguir, que en lo mismo que están poseyendo y
experimentando; y en este sentido no se puede fijar idea
neta á la palabra libertad. Pero ya oygo que dirán, que
necesitando el hombre seguir la fortuna hasta que la
alcance, es libre á lo menos en la eleccion de los medios
que emplée para hacerse feliz. Si por cierto, les diré yo;
pero entonces dejará de ser libre, y será mas bien
ilustrado, que es muy comun la confusion de estas dos
nociones, porque hay todavia quienes consideran la
suspension de espíritu, como una prueba de la libertad, sin hacerse cargo que la suspension es tan
precisa como la precipitacion en los juicios. Supongamos que
un litigante tiene mas ó menos práctica en seguir el curso y
tramites de un pleyto, y que es dirigido en el por un
Abogado mas ó menos habil, bajo esta proporcion nadie
ignora, que aquel tomará un partido mas ó menos ventajoso;
pero sea qual fuese el partido que tome, el deseo de su
felicidad siempre le hará escoger el que le parezca mas
conveniente á sus intereses, á sus gustos, á sus pasiones, y
en fin á todo lo que el conozca puede hacer su dicha. No se
puede, pues, formar idea alguna de la palabra libertad,
aplicandola á la voluntad. Es una quimera, y por no conocer
las causas y reunir las circunstancias que nos determinan á
obrar de este ó el otro modo, nos creemos libres. ¿Puede
pensarse que el hombre tenga verdaderamente el poder de
determinarse? No serán mas bien los objetos exteriores,
convinados de mil distintas maneras, quienes le muevan y
determinen? Su voluntad es una facultad vaga é independente que obre sin eleccion y por capricho?
Ah! ella obra, pero en conseqüencia de un juicio, ó de un
acto del entendimiento que le representa, que tal cosa es
mas ventajosa á sus intereses que qualquiera otra, aunque
independentemente de este acto las circunstancias en que el
hombre se halle le inclinen à proceder de un cierto modo, y
el se lisonjee de que procede con libertad. ¿En que
consiste, que por mas que se conozcan los defectos del bello
sexô no podemos ni tenemos libertad de aborrecerlo
perfectamente?
Este y otros exemplos me hacen considerar la
libertad como un misterio, y llamarla con S. Pablo: O
altitudo! conviniendo en que solo la Theología puede
discurrir sobre esta materia, pues un tratado filosofico de
la libertad no sería sinó un tratado de efectos sin causa.
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Exemple
Quando Bruto y todos sus
compañeros de conjuracion pensaban sumergir en la
sangre del opresor de Roma sus proyectos ambiciosos
¿que otro objeto llevaban sus intenciones, ó que
entusiasmo animaba su espíritu sinó el de
conservarse libres, poniendo en esto su felicidad y
la de todo el Pueblo?
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Exemple
Por que Pigmalion, que le
havia tomado una muy fuerte aversion, y havia
resuelto pasar la vida en el celibato, no dejaba de
divertirse en hacer excelentes estatuas de mugeres,
y de complacerse en representar los agrados con que
Naturaleza las ha adornado? Su corazon hablaba en
sus obras, sin que el lo percibiese, y parece que
Naturaleza se complacia en confundirlo, obligandole
á buscar en su arte un contento, de que en vano
havia resuelto privarse.
VARIEDADES.
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Quien haya leido el Discurso XII.
de esta Obra, que es una impugnacion del V, havrá visto sin
duda renovadas en el las gracias de la antigua sal Atica,
con que supieron sazonar sus obras Prodico, Gorgias, Tisias,
Theramene, é Isocrates; por que mirandolo bien ¿no tiene
mucha oportunidad en todo quanto dice? Y en quanto á la
Satyra de que le adorna? O...! de eso no hablemos, porque la
mas pequeña pildora que hace tragar al pequeño Caton pesa lo
menos diez libras y quarta. O! Es lo que no se ha visto!
Vaya, no tienen que decirme; el papel en que el Sabio
Anonimo retrata su caracter chistoso y chungon, es de un
merito decidido, y cuidado...! que ahora mismo
se le ha de hacer una caja de las mismas dimensiones que la
que perdió Dario, y Alexandro destinó para guardar las obras
de Homero. Si Señor; esto y mucho mas merece. Solo, si,
advertí en él (aunque puede ser que me engañe) que quando
dice que yo noté por reprehensible el principio de las lunas
crecientes que apuntan en todos los rostros, piensa cogerme
en una contradicion, y en esto se equivoca; bien que no es
milagro, por que creo que el Señor Anonimo no hizo sinó
pasar el papel por la vista. Si se hiciese cargo que yo
amenazaba á los Señores Barberos, exponiendoles el derecho
que tiene la Moda de obrar una revolucion, y apuntandoles
como precursoras de la barba las patillas de creciente luna
que van asomando, no me imputaría la reprehension de un uso
que yo deseo, como saludable y ventajoso á todas luces, ni
gastaría el tiempo en escribir contra las bellas obras de la
Naturaleza, que yo defiendo, y lloro afeadas. Digame Vm.
Señor Anonimo: ¿Parecerá el hombre mejor que quando se presenta como el Criador lo ha hecho? Creo
que Vm. no me responda sinó conforme á mis deseos; y sinó
temo incurra en la temeridad de querer meterse á Reformador
de la Naturaleza, que es lo que nunca se ha visto, y que
excede á la facultad censorina que yo tengo, y de que Vm. se
burla, pretendiendo que no sabe que Rey ó que Emperador me
la ha concedido. Vm. no piensa bien en lo que dice, y por
tanto se expone á que yo le pregunte; quien le ha dado la de
censurarme á mi? Pero dejemos esto, que no es del caso, y
sepamos que tiene que ver la práctica con lo bien ó mal
hecho. El Señor Anonimo cree que en haciendo una cosa los
hombres, y por mucho tiempo, ya no hay mas que pedir para
darla por bien hecha. ¡O fanatismo el mas ciego! Y ¿quienes
son los hombres para no caer en errores? Porque á un Rey le
haya dado la gana de subir al trono sin barba, de aqui no se
infiere que haya tenido mas acierto que otros muchos de sus
predecesores que la han llevado larga. Este es un hecho que
prueba que en aquella Nacion empezaba á dominar
el luxo, y ya se sabe que este lo desnaturaliza todo. Por
otra parte estos casos particulares deben ponerse en la
clase de errores pasageros, que disipandose sirven para dar
un nuevo brillo á la verdad. Recorramos las epocas en que ha
florecido la Barba, pasando de largo por las respetables de
la Antiguedad, y hallaremos por decontado, que todo hombre
grande siempre ha sido honrado con el renombre de barbudo.
¡Quantas barbas no tuviera yo que celebrar si las
circunstancias me lo permitiesen! Quantos heroës y Sabios no
vendrian á hermosear esta preciosa enumeracion! Señor
Anonimo, tenga Vm. á bien callar, porque si me hace hablar,
alla vâ una carga cerrada de barbas de Mugeres, que
quisieron disputar al hombre el simbolo de su soberanía: si,
de Mugeres vuelvo á decir. ¡Sabios del siglo, que no lo
pareceis sinó en vuestros escritos! Filosofos afeytados,
cuyo exterior afeminado desmiente el titulo glorioso con que
ocultais la pusilanimidad de vuestras almas. ¿que lugar
honroso merecereis entre estos hombres divinos, que Roma y
Grecia se jactan de haver producido ¿Y tu,
Patriarca del Amor bello Anacreonte, que te has tomado el
cuidado de instruir á la posteridad de tus placeres, y de la
belleza de tu barba, ven á probar á los de nuestro siglo que
esta no es enemiga de los amores. Pero ¿á donde me lleva el
entusiasmo que con dulce embriaguez arrebata mi espíritu?
Voy á satisfacer al Señor Anonimo en quanto á la obligacion
que tienen los Sacerdotes de llevar barba larga; y
ratificandome en los Sagrados textos que cito en la pag. 75.
del Disc. V. añadiré el precepto renovado de las
Constituciones Apostolicas, que dice: Oportet preterea non
barba pilum corrumpere. Sobre todo es preciso no cortar ni
el mas minimo pelo de la barba. Omito otras muchas
autoridades, por no desviarme de la brevedad, las que
desplegaré si Vm. viene á irritarme objetandome la moda;
pero no pasaré en silencio el atrevimiento que Vm. ha tenido
de desmentirme. El Canon 44. del Concilio IV. Cartaginense
dice, y me ratifico en ello: Clericus nec comam nutriat, nec
barbam radat. Si en los Libros por que se
estudian Canones en la Universidad está suprimida la palabra
radat, á mi me importa poco. Yo quando digo esto, es porque
lo leí en S. Sydonio Apolinario, que asegura la misma
supresion. Esta la confirma otra vez el P. Sirmond, y Mr.
Savaron, y el P. Hardouin asegura que este importante radat
existe en los manuscritos mas autenticos, como son los de
las bibliotecas de Corbia, Giblou, Barberin, Paris, &c.
No hablo ya de Tertuliano, porque Vm. me le hace fantastico:
y ¿tiene Vm. en esto razon? No por cierto. Tertuliano, de
quien Vm. dice floreció á fines del siglo segundo, nació en
el año de 260, y muy bien pudo sostener que la palabra radat
havia sido truncada del citado Canon del Concilio IV.
Cartaginense, haviendo sido este celebrado en el de 254. Vea
Vm. como se explica: Corrigendum est reponendumque juxta
fidem veterum exemplarium, Clericus nec comam nutriat, nec
barbam radat. No me detengo en responder á las demas
objeciones que Vm. me hace, porque ellas por si
mismas se desvanecen. Solo quiero avisarle que Juan XII.
tenia 18 años, y no 16 como Vm. dice, quando subió á la
Silla; y aunque tan joven, no por eso dejaría crecer su
barba, como hizo Julio II. para inspirar mas respeto, y
conciliar por este medio su juventud con la magestad del
Pontificado. Paso á explicar á Vm. la expresion de
Beneficiados ricos, de cuya herida se manifesta tan
dolorido. No es al Estado Eclesiastico contra quien yo
asesto mis flechas: á este le venero, y respeto, y lejos de
criticar alguna de sus acciones, soy su mayor Apologista, y
moriré si es posible en su defensa. Es, si, á cierta especie
de Anfibios que participan de Eclesiastico y Secular. Por lo
que respecta á aquello, no quiero meterme con ellos; pero en
quanto á lo Secular, están bajo mi jurisdicion. Dejemelos
Vm., pues, á mi.
Apartense, pues, de su Sagrada Colmena los que comen
la miel que trabajan los laboriosos.
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Exemple
El Emperador Constantino
se ha distinguido con el epiteto de Pogonato, que
significa aquello mismo. En tiempo de las Cruzadas
havia un Geofroy el Barbudo: Baudouin IV. Conde de
Flandes era llamado la Honesta Barba: y en la
ilustre Casa de Montmorenci havia un famoso
Bouchard, que se gloriaba del sobrenombre Barbudo.
Niveau 4
Exemple
En el Siglo XVI. veo al
Rey Roberto coadjutor de Carlos el simple, tan
famoso por sus empresas como por su larga barba
blanca, que en la guerra para hacerla distinguir
bien de sus Soldados la sacaba fuera de su coraza.
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Exemple
En Alemania veo á Juan
Mayo, Pintor celebre, cuya voluminosa barba hizo le
llamasen Juan el Barbudo. Era esta tan larga, que la
llevaba atada al rededor de la cintura, y aunque el
era de la mas alta talla, poniendose en pie podía
muy bien pisarla. Tenia el mayor cuidado con ella, y
algunas veces la desataba en presencia de Carlos V.
que se divertía en verlo volar á voluntad del
viento, batiendo en los rostros de los Grandes de su
Corte.
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Exemple
En Inglaterra, el famoso
Canciller Tomas Moro, uno de los mayores hombres de
su siglo, estando para perecer victima de la
politica, supo hacer en el cadahalso que respetasen
su barba, y salvarla, por decirlo asi, del suplicio,
que el no havia podido evitarse.
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Exemple
En Francia, el docto y
sabio Obispo del Bellai Juan Pedro Camo, uno tambien
de los mayores hombres de su siglo, era famoso por
su barba larga. Quando predicaba, tenía costumbre de
dividirla en dos ó tres partes, segun el numero de
los puntos de su Sermon.
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Exemple
Un Obispo de Grenoble era
tambien famoso por la longitud de su barba. Estando
una vez comiendo dejó caer en ella cierta cosa de lo
que comía. Uno de los criados reparó esto, y le
dijo: Hay una mancha en la barba de vuestra
Grandeza: á que le replicó el Obispo: por que no
dices sobre la grandeza de vuestra Barba?
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Hétéroportrait
Estos Crysostomos
modernos, empolvados y llenos de afeytes ¿que
obligacion tienen? Por ventura el que instituyó los
Beneficios tendria animo de que estos Señores mios
gozasen solo para engalanarse los
fondos que aquel ha destinado para esta Obra pia?
Que diría, si resucitase ahora y viese ir por la
calle al pulcro Abate, que se huelga á costa de lo
que aquel ha trabajado, con el chalequito de
colores, el zapato de punta á la poulaine, y
haciendo cocos á esta y la otra damisela? Y si
reparasemos en la conducta exterior de este
verdadero mueble de tocador....? Acaso, acaso se
pasarán años sin abrir el Brebiario para cumplir con
la ligera obligacion del rezo, por emplear mejor el
tiempo en el cortejo y en otras diversiones ¿y es
posible que la Iglesia mantenga con sus bienes á
quien es contrario á sus piadosas intenciones?