El Observador: Discurso Primero

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Discurso Primero

Zitat/Motto

Semper ego auditur tantum?

Juven. Sat. r. v. r.

¿Jamás he de escribir, por más que lea?

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Metatextualität

El proyecto de esta obra es demasiado extenso, y acaso superior á mis fuerzas. Yo me he propuesto observar en ella las costumbres, los usos, las opiniones, y la legislación misma, advertir los abusos que halle en todos estos ramos, y proponer mis opiniones acerca de algunos de ellos. A veces usaré de la sátira, á veces del estílo sério. Trataré lo que me parezca en estílo didactico, y lo que me parezca en el oratorio. En fin esta obra periódica será muy semejante á la que salia de antes con el nombre de El Censor. Pero el público se engañaria si creyese que mis discursos pudiesen llenar el hueco de los del Censor: reconozco con toda sinceridad que mi talento es harto inferior al del ilustre ciudadano, cuya falta pensaría locamente reemplazar. Yo lo confieso (y esta confesion es dulce á un hombre de bien) la pérdida de sus preciosos discursos es irreparable. Pero me lisonjeo de que si mi habilidad es inferior á la suya, mi amor á la verdad, y osaré decir, mi probidad es igual á la de este honrado Autor. Antes de empezar á publicar mis observaciones sobre los objetos exteriores debo comunicar al público el resultado de las observaciones escrupulosas que he hecho sobre mi índole, y sobre mi carácter. Atención, que de la pintura de mi genio podrá inferir el público quál debe ser el tono de mis discursos.

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Selbstportrait

A Dios gracias tengo lo bastante para mantenerme sin necesitar de la ayuda de ningún poderoso. Esto, junto con mi orgullo natural, ha hecho que en toda mi vida se me haya visto en la antesala de ningún Magnate hambreando su protección. Aunque soy muy amigo de leer las obras que agarro desde el principio hasta el fin, paso siempre en blanco las dedicatorias, especialmente si estas empiezan con Ilustrísimo, Excelentísimo &c. &c. Por conseqüencia ignoro totalmente quál debe ser el estílo de estas preciosas piezas, y regularmente lo ignoraré toda mi vida. En una palabra, aunque criado en la Corte, no he tenido jamas el honor de hablar con ningun excelencia; y tengo la desgracia de no ser conocido ni siquiera de uno de ellos. No soy ni eclesiástico, ni togado, ni militar, ni casado tampoco, ni tengo ningun empleo por Rey ni Roque; de manera que no puedo tener predileccion á una clase de hombres, sino en tanto que es mas útil á la sociedad que las demas. Esto me hace considerarlas á todas ellas sin preocupacion; porque la estimacion que concedo á la una con preferencia á la otra, no resalta jamas sobre mí, como que no soy individuo de ninguna de ellas. Mi modo de pensar es tan extravagante, que en viendo que muchos hombres adoptan una opinion, comienzo al instante á desconfiar de ella, por cierta que me haya parecido hasta entonces. Yo no sé cómo es: yo huyo de abrazar opiniones singulares; y sin embargo las mias son otras tantas paradoxas para el mayor número de aquellos á quienes se las comunico. Es verdad que me suelen tapar la boca con decirme, que si no habrán sabido mas que yo todos los que han pensado de distinto modo. No sé si es mal humor, sí lo que es, yo suelo observar mil fealdades en donde otros no notan sino bellezas, y al contrario.

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Allgemeine Erzählung

Por exemplo, en una ocasion que ví representar á Garcia la relación del Negro mas prodigioso, y que no me pude salir del Coliseo tan pronto como hubiera querido, á causa de la mucha gente, me entró un mal de corazon, que me tuvieron que sacar de allí en volandas. Sin embargo, segun lo que oí decir despues á varios espectadores, jamas se habia portado Garcia tan bien; especialmente en la descripcion de la lucha de la serpiente, donde segun los esfuerzos que hacia temieron que se quebrara.
Soy un hombre que prefiero una aria de Metastasio á una tirana, aunque sea la de Caga-la-capa. Ha mucho tiempo que no voy jamas á la comedia, aunque se representen las de Carlos XII. primera, segunda, y tercera parte; las de Marta la Romarantina, el Mágico de Salerno, ú otras semejantes. Pero no falto un solo dia á la opera, aunque se represente el Medonte, el Cayo Mario, ú otra insulsez semejante. No es menos depravado mi gusto en materias de poesía, eloqüencia y demas bellas artes. Jamas he podido llevar en paciencia el Diálogo entre la pintura, la escultura, y la naturaleza, de Don Juan de Jauregui. No he podido leer seis versos seguidos de la Terspsicore, ó la Talía de Quevedo, y he despreciado siempre los epígramas de Marcial, Prefiero la Henriada á la Haraucana, y el Misantrope de Moliere á todos los autos Sacramentales de Calderon, y á todas las comedias de Lope, inclusas las seis que no pecaron contra el arte gravemente. No he podido devorar todavia la Oracion apologética por la España y su mérito literario, por mas fuerzas que me he hecho para ello. Por último, no puedo sufrir la lectura de ninguno de los Sermones que se predican por los Religiosos del Gremio y Claustro de la Universidad de Salamanca. Pero donde mis ideas son mas extrañas es en todo lo que pertenece á filosofía y ciencias exactas. Apenas hallo moralista, metafísico, político, ni economista que me agrade.

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Allgemeine Erzählung

He hojeado una carta harto ridícula con nombre de Don Juan de Haedo y Espina, y puedo jurar que no he usado de ninguno de los libros que recomienda á todo aquel que quiera aplicarse á la Lógica, la Metafísica y el Derecho natural.
Yo no sé hacer un mal silogismo en Barbara: ignoro si la Lógica es ciencia ó arte, así como la distincion entre Lógica docente y Lógica utente, no sé lo que significa la distincion de materialiter y formaliter, simpliciter, secundum quid, y otras mil bellezas semejantes. Se me ha olvidado lo que es equipolencia, como se hacen las conversiones de los silogismos per contrapositionem, y no tengo ánimo de volverlo á estudiar en toda mi vida. Ni una palabra que entiendo de la naturaleza angélica, ni de la materia primera, la forma substancial, y las qualidades ocultas. Pero hablenme de sensaciones, de placer y dolor, del modo de abstraher, del método analítico, que soy capaz de estarme con la boca abierta las horas perdidas, y mas si se me habla segun el sistema de dos Monsiures amigos mios, Mr. Loke, y Mr. Condillac, de quienes muchos de mis lectores tendrán largas noticias. Con tales principios ¿qué progresos podré haber hecho en las ciencias morales? No me acuerdo de haber leido en toda mi vida dos parrafos del Padre Larraga, ni de ningun otro Casuista.

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Allgemeine Erzählung

En mis mocedades devoré el Grocio, el Pufendorff, el Heineccio, y otros quantos Juris-naturalistas, pero he procurado olvidarlos lo mas que mé ha sido posible.
En efecto yo pienso que el verdadero derecho natural no es otra cosa que los derechos y deberes de los ciudadanos, respecto del estado; del estado, respecto de los ciudadanos, y de los conciudadanos entre sí. Yo ignoro quáles sean las obligaciones de los hombres en el estado natural ó extrasocial, y no he podido jamas formarme ideas claras de ellas. En quanto á las obligaciones recíprocas de los hombres constituidos en sociedad confieso que me ha instruido mas el orden de las sociedades de Mercier de la Riviese, que las obras de todos los Autores arriba citados. Despues de haber dado cuenta al público de mis gustos y de mi modo de pensar, es menester decirle algo de mi carácter. Naturalmente es melancólico y facil de alterarse. Esto, junto con un genio observador, me ha causado y me causa á cada paso mil pesadumbres. En las cosas mismas en que otros hallan mil motivos de placer hallo yo doce mil de pena.

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Allgemeine Erzählung

Quando veo un soberbio Palacio de un gran Señor, una deleytosa casa de placer, en la que parece habitar la voluptuosidad, me asalta de repente la idea de los miserables vasallos de aquel Excelentísimo que gimen oprimidos baxo el peso de la miseria mas gravosa; mis ojos se llenan de lágrimas, y salgo á toda priesa á buscar objetos de consuelo en las rústicas cabañas, donde en medio de la infelicidad habitan la sencillez y la inocencia. Pero aun en los campos, aun en las aldeas ¡qué horrorosos objetos! ¡Gran Dios! La indigencia pintada sobre los rostros abatidos; los pequeñuelos pidiendo el pan á las madres, que responden apretándolos á los pechos entre sollozos repetidos con un desconsolado no le hay, el robusto padre, que viniendo á la noche del campo trae apenas lo que basta para remediar á sus primeras y mas urgentes necesidades, y que por único consuelo de sus fatigas se vé rodeado del tierno hijo, de la amable y virtuosa esposa, que levantando las manos, aguardan de él la subsistencia; el anciano abuelo, que apuradas sus fuerzas con las continuadas fatigas con que ha procurado el pan á su familia, en los horrores de la enfermedad y de los achaques aguarda de sus hijos un consuelo, que no estan estos en estado de darle; el impío exâctor que el azote levantado arranca de estos miserables el pan . . . . . el pan que les hacia sobrellevar una vida llena de trabajos, y que . . . . . el corazón se oprime, los ojos se bañan en llanto, y yo no puedo seguir la pintura de estos tristes objetos.
Amando la verdad no la digo siempre, pero jamas he dicho lo contrario. Callar la verdad es á lo mas una cobardia; desmentir sus sentimientos es una vileza y una traicion. El público no está en derecho de exigir de un Escritor su sentimiento sobre todo género de materias, pero está en derecho, de que quando se habla de alguna se diga de ella lo que se piensa sin rodeos ni tergiversaciones. Por tanto protesto que guardaré un profundo silencio sobre aquellos asuntos en que no me acomode manifestar mi modo de pensar, pero que seguramente ni el interes privado, ni el miedo, ni ninguna otra pasion baxa me harán jamas desmentir los sentimientos de mi corazón. Deberá pues el público escucharme con circunspeccion, pesar mis opiniones antes de adoptarlas; soy hombre, mis talentos son limitados, me puedo equivocar en mis aserciones. Pero protesto que no me engaño jamas de mala fe, protesto que jamas cometeré el execrable crimen de escribir una sola proposicion que no sea verdadera, según mi modo de pensar. Yo no contraigo con el público el empeño de callar ó de responder á las críticas que se me hagan, y en este punto me reservo una libertad plena. Como las críticas pueden ser bien ó mal fundadas, corteses ó insolentes, creo un disparate atarme á ninguna sujecion.
Ninguna de las cartas que publique con otro nombre serán mias, por consiguiente no se me deberá achacar la verdad ó falsedad de sus aserciones, la exactitud ó inexactitud de sus ideas. Pero si en alguna de ellas hubiese algo irrepreensible (aunque procuraré no publicar sino aquellas en que no se halle nada tal) se deberá intentar contra mí qualquiera acusacion. En efecto sería cosa extravagante que por mi imprudencia en publicar escritos de otros pudiese resultarles á sus Autores daño alguno1. Concluyo mi obra haciendo el elogio del Autor del Censor. Es ya tiempo que este sabio y honrado ciudadano reciba los homenages de las gentes de bien. Mis alabanzas deben ser tanto menos sospechosas, quanto no le he hablado mas que una vez en toda mi vida, y que no espero que mi periódico merezca los mismos aplausos, pues he confesado ingenuamente que mi talento es harto inferior al suyo; por consiguiente no se debe creer que yo aspiro á que mañana se hagan los mismos elogios de esta obra. Tal es la vileza y la abyeccion de muchos de nuestros Escritores, que es de temer se crea que son intereses tan baxos los que me mueven á colmar á un conciudadano ilustre de los elogios que todo el mundo deberia darle. Sin duda alguna es por mi interes por lo que le alabo; pero este interés no es otro que el manifestar que tengo la penetracion bastante para comprehender sus discursos, y la probidad necesaria para decir de ellos lo que pienso. En algunos puntos no pienso como este ilustre Escritor, pero le refutaré (quando lo juzgue necesario) con la moderacion que se debe á un sabio que ha atacado y combatido muchas de las preocupaciones mas arraigadas, y que no se engaña jamas de mala fe. Esta obra saldrá todos los Lunes; pero no me impongo la precision de darla en aquel mismo dia sin falta. Yo aborrezco todo empeño que me coarte la libertad. El precio será el mismo que el del Censor: cinco quartos el pliego.

1Las cartas de dentro de Madrid se deberán dar en el puesto de Cerro, y las de fuera deben venir con este sobre  . . . . . Madrid . . . . . Al Observador, puesto de Cerro, calle de Alcalá, francas de porte. Queda á mi cargo publicar las que me parezcan dignas de la atención del público. (N. de la ed. original.)