El Filosofo à la Moda: Número XXXV
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Número 35
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Leccion LVIII
A los maridos que dan zelos a sus mugeres.
Citation/Motto
Comis in
uxorem . . . . ., . . . . .
Hor. Lib. II. Ep. II. 133.
Metatextuality
He aquí una carte que cierta Dama
me ha escrito, y es preciso la comuniquen al Público con
prontitud.
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Letter/Letter to the editor
Señor Filósofo.
Ha llegado á mis manos una Leccion de Vmd. que trata de los zelos. Nadie puede juzgar mejor que yo sobre el particular, y aseguro ingenuamente que la he encontrado llena de verdades y perfeccion. Sin embargo he observado que despues de haber ponderado los tormentos que los zelos causan á los hombres, no habla Vmd. nada de las congojas que excitan en el corazon de una muger. Vmd. ha considerado con mucha propiedad y otra tanta sutileza, que la muger es el objeto principal de los zelos; pero se desentiende Vmd. de un hombre que sea tan cruel, que dé á su muger justos motivos de tener zelos, sin hacer caso si ella es ó no sensible á ellos. Puede ser que Vmd. crea no haber en el mundo tyranos semejantes; ¡oxalá no los hubiera!
Por tanto suplico á Vmd. exâmine á fondo una
materia de tanta importancia, é instruya á los maridos y
á las mugeres de sus obligaciones respectivas, y de la
mutua correspondencia que se deben. Las reflexîones de
Vmd. no podrán dexar de tener la mas alta de todas las
remuneraciones que merecen los que se
afligen con los afligidos. Y por fin permítame Vmd.
ofrecerle mi obediencia, y rogar á Dios le guarde muchos
años, &c.
B. L. M. de Vmd. su mas atenta servidora
Celinda
Ha llegado á mis manos una Leccion de Vmd. que trata de los zelos. Nadie puede juzgar mejor que yo sobre el particular, y aseguro ingenuamente que la he encontrado llena de verdades y perfeccion. Sin embargo he observado que despues de haber ponderado los tormentos que los zelos causan á los hombres, no habla Vmd. nada de las congojas que excitan en el corazon de una muger. Vmd. ha considerado con mucha propiedad y otra tanta sutileza, que la muger es el objeto principal de los zelos; pero se desentiende Vmd. de un hombre que sea tan cruel, que dé á su muger justos motivos de tener zelos, sin hacer caso si ella es ó no sensible á ellos. Puede ser que Vmd. crea no haber en el mundo tyranos semejantes; ¡oxalá no los hubiera!
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General account
Mas yo puedo citar á
Vmd. uno que delante de su muger está siempre de
mal humor, y en qualquiera otra parte es el hombre
mas chistoso del mundo. ¿Se puede aprobar que un
marido que me ve siempre sujeta á sus leyes; sin
poder implorar otras, me atienda tan poco, que se
enfurece y me maltrata, porque mis
ojos se bañan en lágrimas quando le veo triste,
melancólico y enfadado de estar junto á mí? Yo no
espero ningun socorro sino de él; mas aunque no le
falta entendimiento y discrecion en qualquiera
otra cosa, no considera que un hombre que nunca
está en su propia casa, sino en el rato que come ó
duerme, y que mira como un suplicio todo el tiempo
que se queda en ella, no puede ménos de causar
zelos y congojas mortales á su muger. Sale de casa
con tanta alegría, como si debiese ir á algun
bayle, y vuelve á ella con tanta tristeza, como si
entrara en una prision. Pudiera añadir que no le
causa el menor escrúpulo la fama que tiene de
estar imbuido en principios relaxados de moral. De
esto puede Vmd. juzgar quál debe ser mi situacion.
Por lo demas no es de un natural del
todo malo, y se complace en leer las Lecciones de
Vmd. Quisiera, pues, que Vmd. se dignase
representarle, que apénas sale de casa, quando me
echo en la cama, y con un torrente de lágrimas
inundo el rostro de aquel hijito, á quien quiere
tanto, y muchas veces le atemorizo con mis
sollozos; que me hace maldecir el dia en qué nací;
que corro al espejo, y á vista del turbamiento de
mi rostro, se acrecienta mi desesperacion y mis
suspiros hasta quedarme desfallecida. Vmd. creerá
acaso que esta es una pintura hecha por capricho;
mas no, no es así: yo digo verdad, y mis
pasatiempos no son mas que lágrimas. No puedo
explicar á Vmd. mas individualmente aquella
multitud de tumultuosos peusamientos [sic] que se
me presentan á la imaginacion. Si Vmd. pudiese conjeturar hasta dónde llega alguna vez
la crueldad de mi sentimiento, y un momento
despues quál es mi ternura por el objeto de mi
furor, tuviera Vmd. alguna idea de mi suerte
infeliz, y veria quán poco la merezco. Quando
encuentro á mi marido con tal qual apacibilidad,
procuro manifestarle con toda la dulzura posible,
que sus modos son indecentes, y que los hombres
casados han de tener y observar ciertas reglas: me
responde friamente, que expongo mi reputacion, si
me manifiesto zelosa.
B. L. M. de Vmd. su mas atenta servidora
Celinda
Metatextuality
Antes que recibiera la carta de
esta afligida Dama, habia pensado en exâminar una pasion tan
grande, como es la que se descubre en el corazon de las
mugeres que se hallan en el estado de Celinda. El agudo
dolor, baxo cuyo peso gime esta infeliz, aumenta la
inclinacion que tenia de encargar á los maridos tengan una
conducta mas arreglada, para no causar los tormentos mas
atroces á aquellas que los aman, teniendo consideracion á
que nada se las daria de su estravío, si no les
tuviesen afecto.
Es muy extraño, y quasi increible el poco caso que se hace de una injuria la mas enorme del mundo, y la facilidad con que los hombres contraen el hábito de hacerse ménos amables, quando tiene mayor obligacion de ser amantes. Esta materia pide una disertacion particular. Observaré por algunos dias lo que practican dos ó tres matrimonios felices que conozco, ántes de arriesgarme á dar al Público un sistema sobre los deberes del matrimonio.
Si un hombre quisiera reflexîonar como debe, nunca seria tan irracional en pretender viviesen juntas en buena harmonía la disolucion y la inocencia, ni se lisonjearia que la carne fuese capaz de una fidelidad tan rigorosa, que una buena muger deba trabajar en perfeccionarse hasta llegar á la naturaleza de los Angeles con el solo pensamiento de ser fiel á un bruto, á un sátiro. Yo estoy bien persuadido que quien me ha escrito concluya una de mis Lecciones con la siguiente esquela, no cree pueda practicarse por tiempo la heroica perseverancia de que trata. La esquela es esta.
Es muy extraño, y quasi increible el poco caso que se hace de una injuria la mas enorme del mundo, y la facilidad con que los hombres contraen el hábito de hacerse ménos amables, quando tiene mayor obligacion de ser amantes. Esta materia pide una disertacion particular. Observaré por algunos dias lo que practican dos ó tres matrimonios felices que conozco, ántes de arriesgarme á dar al Público un sistema sobre los deberes del matrimonio.
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Heteroportrait
Tambien será necesario
busque á cierto Caballero, que practica todos los
deberes de una persona honrada y honesta, y de un
buen marido. Quando éste era mozo, la multitud de
sus asuntos no le permitia entretenerse y perder el
tiempo en adornarse y componerse; pero en el dia no
hay galan que tenga mas cuidado que él
en ataviarse y remilgarse. Un dia un amigo le
preguntó, ¿por qué se enjuagaba tanto la boca? y él
le respondió, porque tengo una muger de mucho
mérito, que está obligada á concederme su amistad, y
yo vivo persuadido que su inclinacion camina de
acuerdo con sus deberes.
Si un hombre quisiera reflexîonar como debe, nunca seria tan irracional en pretender viviesen juntas en buena harmonía la disolucion y la inocencia, ni se lisonjearia que la carne fuese capaz de una fidelidad tan rigorosa, que una buena muger deba trabajar en perfeccionarse hasta llegar á la naturaleza de los Angeles con el solo pensamiento de ser fiel á un bruto, á un sátiro. Yo estoy bien persuadido que quien me ha escrito concluya una de mis Lecciones con la siguiente esquela, no cree pueda practicarse por tiempo la heroica perseverancia de que trata. La esquela es esta.
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Mi querido esposo.
“Quédate por Dios en casa mas de lo que acostumbras. Sé el lugar donde tuvistes una cita el Miércoles pasado á las cinco de la tarde. El Coronel que me has mandado no vuelva á recibir en casa, está en la Corte. A Dios.”
Tu muger.
“Quédate por Dios en casa mas de lo que acostumbras. Sé el lugar donde tuvistes una cita el Miércoles pasado á las cinco de la tarde. El Coronel que me has mandado no vuelva á recibir en casa, está en la Corte. A Dios.”
Tu muger.
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Leccion LIX
Las desgracias nos hacen eloquentes.
Citation/Motto
. . . . . dolor
ipse dissertum
Citation/Motto
Fecerat . . . . .
Ovid. Met. L. XIII. 228.
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Heteroportrait
Los Estoycos destierran las
pasiones todas en general, y por lo mismo no quieren que
el sabio se interese ni mucho, ni poco en las
aflicciones de los demas. Si veis afligido á vuestro
amigo, dice Epiteto, podeis manifestar afliccion y
tambien sensibilidad; mas pondréis el mayor cuidado en
no tener un dolor verdadero. Los mas rigorosos de esta
secta, tampoco admitian semejante afectacion exterior.
Quando se hablaba á alguno de ellos de alguna desgracia
sucedida al mas querido de sus amigos, respondia
inmediatamente, ¿qué me importa? Si se agravaban las
circunstancias, y se le representaba que le
habian acaecido muchos males uno tras de otro, respondia
de nuevo: Todo puede ser verdadero; pero ¿qué me viene á
mí con eso?
Yo creo que la compasion no solamente ayuda á refinar y pulir á la naturaleza humana; pero encuentro en ella alguna cosa mas dulce y mas agradable que todo lo que se puede hallar en un bien lleno de indolencia, ó en la insensibilidad ácia el género humano, en que los Estoycos hacen consistir toda su sabiduría. La piedad no es mas que amor, pasion poderosa, modificada con alguna mezcla de inquietud. Es una especie de compasivo cuidado, ó una generosa simpatía que une á todos los hombres, y los confunde en una misma suerte.
Los que prescribiéron las reglas del arte oratoria ó de la poética, aconsejáron á los que escriben ya en prosa, ya en verso á excitar en sí mismos el grado de dolor que quieren inspirar en los demas. De esto nace que no se encuentra quien se halle en estado de mover á compasion, como los que cuentan las propias desgracias. El dolor tiene una eloqüencia particular, suministra rasgos sin comparacion mas patéticos que todos aquellos que la imaginacion mas viva puede sugerir. La naturaleza en tal ocasion tiene mil sentimientos apasionados, á los que el arte nunca puede llegar.
De esto procede tambien que las peroraciones sucintas, ó las hermosas sentencias de un historiador hacen mayor impresion en el ánimo de los lectores, que la que causan los acontecimientos mas estudiados de una hermosa Tragedia. La narracion de algun hecho ó de una verdad grande, representa á nuestra vista el mismo sugeto interesado; pero la ficcion le aparta de nuestro pensamiento. Quiero traer el exemplo de una carta que Ana Bolena, muger de Enrique VIII, Rey de Inglaterra, y madre de la Reyna Isabel, escribió á su esposo. El mismo Ciceron no huberia sabido sugerirla un estilo mas conforme á su estado y carácter. Se observan en ella las quejas de una amante despreciada, el resentimiento de una esposa maltratada, y la aflicciones de una Reyna encarcelada.
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Example
Es quasi inútil advertir á
los lectores, que esta Princesa se hallaba procesada en
aquella sazon, por haber contaminado el tálamo real, y
que despues por esta causa fué muerta públicamente por
manos de un verdugo, aunque muchos han creido se la
procesase porque el Rey se habia enamorado de Juana
Sejmor, no porque Ana hubiese cometido culpa alguna.
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Letter/Letter to the editor
Sire.
“El sentimiento de vuestra grandeza y mi prision, son cosas que me parecen tan extrañas; que ignoro lo que he de escribir, y sobre qué me he de defender. Me habeis enviado á decir por uno, que mucho tiempo ha conoceis ser mi enemigo declarado, que para lograr vuestra gracia debo reconocer cierta verdad. Luego que oí la propuesta, conocí vuestro designio. Mas si, como decis, la confesion de una verdad puede libertarme, obedeceré vuestras órdenes con todo el corazon y entera sumision.
Vuestra grandeza no imagine que su pobre muger puede inducirse á reconocer un hecho, cuyo pensamiento no le ha pasado siquiera por la imaginacion. Para deciros la verdad, no ha habido Príncipe en el mundo que haya tenido una muger mas fiel en todos sus deberes, y en toda clase de sincero efecto, que la que habeis hallado vos en la persona de Ana Bolena, quien hubiera podido contentarse de este nobre y de su estado, si Dios hubiese querido, y vos la hubierais dexado en él. Mas en mi exâltacion, y en el Trono á que me habeis admitido, jamas me ha dexado la aprehension de algun reves de fortuna, semejante al que me acontece en el dia. Así como ésta no tenia mas fundamento que la fantasía de vuestra grandeza, yo he creido siempre que la menor alteracion seria capaz de volveros ácia qualquiera otro objeto. De un estado humilde y baxo me habeis elevado al solio y al honor de ser vuestra compañera, cosa que superaba en mucho mis méritos y aun mis deseos. Si me habeis, pues, creido digna de este honor, no dexeis, mi buen Príncipe, que alguna ligera aprehension, ó algun consejo envidioso me prive de vuestra gracia: no tolereis que una mancha tan indigna y negra, como seria la de haber sido infiel á vuestra grandeza, obscurezca la reputacion de vuestra obedientísima muger, y de la jóven Princesa vuestra hija. Mandad, Rey justo, que se forme mi proceso, mas que se observen las leyes de la justicia, y no permitais que mis enemigos declarados sean mis acusadores y mis jueces. Ordenad tambien que se haga en público, pues mi fidelidad no teme ser expuesta á la infamia; entónces ó veréis justificada mi inocencia, desvanecidas vuestras sospechas, satisfecho vuestro espíritu y la calumnia destruida, ó mi culpa será manifiesta á todo el mundo. De este modo qualquiera cosa que Dios y vos dispusiereis de mi persona; y una vez que mi maldad quede legalmente probada, estaréis en libertad ante Dios y ante los hombres, no solamente de castigarme como esposa infiel, sino tambien de seguir vuestra inclinacion, que habeis fixado en aquella persona, por cuyo amor me veo reducida á tan deplorable estado: hubiera podido nombrarla ya hace mucho tiempo; pues no ignora vuestra grandeza hasta dónde han llegado mis sospechas.
Mas si habeis resuelto perderme, y mi muerte fundada sobre una calumnia infame os ha de poner en posesion del bien que deseais, ruego á Dios os perdone una culpa tan grave, como tambien á mis enemigos que son los instrumentos de mi desgracia, y que el ultimo dia sentado en su Trono, ante el qual vos y yo comparecerémos bien pronto, y adonde no dudo será reconocida mi inocencia, le ruego, dixe, que entónces no os haga dar cuenta rigorosa del indigno y cruel tratamiento que me habeis dado.
La última y sola cosa que os pediré es, que cargueis en mi sola todo el peso de vuestro enojo, ni reciban mal aquellos pobres é inocentes Caballeros, que segun he oido, se hallan detenidos en cárcel estrecha. Si en algun tiempo he poseido vuestra gracia, y el nombre de Ana Bolena ha sido agradable á vuestro oido, haced que yo logre mi peticion, y no volveré á molestaros en cosa alguna; pero sí dirigiré siempre mis fervorosas súplicas á la Trinidad, para que se sirva custodiaros y dirigiros en todas vuestras acciones. De mi infeliz prision en la torre á 6 de Mayo.
Vuestra fidelísima y obedentísimo muger
Ana Bolena.
“El sentimiento de vuestra grandeza y mi prision, son cosas que me parecen tan extrañas; que ignoro lo que he de escribir, y sobre qué me he de defender. Me habeis enviado á decir por uno, que mucho tiempo ha conoceis ser mi enemigo declarado, que para lograr vuestra gracia debo reconocer cierta verdad. Luego que oí la propuesta, conocí vuestro designio. Mas si, como decis, la confesion de una verdad puede libertarme, obedeceré vuestras órdenes con todo el corazon y entera sumision.
Vuestra grandeza no imagine que su pobre muger puede inducirse á reconocer un hecho, cuyo pensamiento no le ha pasado siquiera por la imaginacion. Para deciros la verdad, no ha habido Príncipe en el mundo que haya tenido una muger mas fiel en todos sus deberes, y en toda clase de sincero efecto, que la que habeis hallado vos en la persona de Ana Bolena, quien hubiera podido contentarse de este nobre y de su estado, si Dios hubiese querido, y vos la hubierais dexado en él. Mas en mi exâltacion, y en el Trono á que me habeis admitido, jamas me ha dexado la aprehension de algun reves de fortuna, semejante al que me acontece en el dia. Así como ésta no tenia mas fundamento que la fantasía de vuestra grandeza, yo he creido siempre que la menor alteracion seria capaz de volveros ácia qualquiera otro objeto. De un estado humilde y baxo me habeis elevado al solio y al honor de ser vuestra compañera, cosa que superaba en mucho mis méritos y aun mis deseos. Si me habeis, pues, creido digna de este honor, no dexeis, mi buen Príncipe, que alguna ligera aprehension, ó algun consejo envidioso me prive de vuestra gracia: no tolereis que una mancha tan indigna y negra, como seria la de haber sido infiel á vuestra grandeza, obscurezca la reputacion de vuestra obedientísima muger, y de la jóven Princesa vuestra hija. Mandad, Rey justo, que se forme mi proceso, mas que se observen las leyes de la justicia, y no permitais que mis enemigos declarados sean mis acusadores y mis jueces. Ordenad tambien que se haga en público, pues mi fidelidad no teme ser expuesta á la infamia; entónces ó veréis justificada mi inocencia, desvanecidas vuestras sospechas, satisfecho vuestro espíritu y la calumnia destruida, ó mi culpa será manifiesta á todo el mundo. De este modo qualquiera cosa que Dios y vos dispusiereis de mi persona; y una vez que mi maldad quede legalmente probada, estaréis en libertad ante Dios y ante los hombres, no solamente de castigarme como esposa infiel, sino tambien de seguir vuestra inclinacion, que habeis fixado en aquella persona, por cuyo amor me veo reducida á tan deplorable estado: hubiera podido nombrarla ya hace mucho tiempo; pues no ignora vuestra grandeza hasta dónde han llegado mis sospechas.
Mas si habeis resuelto perderme, y mi muerte fundada sobre una calumnia infame os ha de poner en posesion del bien que deseais, ruego á Dios os perdone una culpa tan grave, como tambien á mis enemigos que son los instrumentos de mi desgracia, y que el ultimo dia sentado en su Trono, ante el qual vos y yo comparecerémos bien pronto, y adonde no dudo será reconocida mi inocencia, le ruego, dixe, que entónces no os haga dar cuenta rigorosa del indigno y cruel tratamiento que me habeis dado.
La última y sola cosa que os pediré es, que cargueis en mi sola todo el peso de vuestro enojo, ni reciban mal aquellos pobres é inocentes Caballeros, que segun he oido, se hallan detenidos en cárcel estrecha. Si en algun tiempo he poseido vuestra gracia, y el nombre de Ana Bolena ha sido agradable á vuestro oido, haced que yo logre mi peticion, y no volveré á molestaros en cosa alguna; pero sí dirigiré siempre mis fervorosas súplicas á la Trinidad, para que se sirva custodiaros y dirigiros en todas vuestras acciones. De mi infeliz prision en la torre á 6 de Mayo.
Vuestra fidelísima y obedentísimo muger
Ana Bolena.