El Pensador: Pensamiento XXIII
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Pensamiento XXIII
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A
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Lettera/Lettera al direttore
Muy Señor mio: Vm. se mata en
valde, y gasta, como dicen, la polvora en salvas, quando
en algunos de sus Pensamientos se empeña en hacer
patentes los disparates de todas classes, que su buen
gusto le hace reparar en ciertos Dialogos en verso, que
se recitan sobre nuestras Tablas. No es porque yo niegue
mi aprobacion à la critica, que Vm. les dispara; antes
la hallo muy bien fundada, y muy juiciosa: pero el mal
que Vm. ataca, ha echado tan grandes raìces, que es
impossible curarlo, mientras se le aplicáre el remedio
no mas que de passo. Es preciso atacarlo en su origen, y
pintar con viveza sus dañosas consequencias, por mas que
esta pintura corra el riesgo de no
agradar à los que estàn llenos de preocupaciones, por
ignorancia del arte, ò por la costumbre, con que se han
hecho al mal gusto, que hoy domìna. Yà me hago cargo de
que este empeño parecerà deber acarrear una dilatada
discusion, poco propria para la Obra de Vm. en la que
vemos censurados varios defectos con aquella delicadeza,
con que Vm. sabe manejar los assuntos que toca, y que es
poco compatible con la exposicion de muchos preceptos.
No me he querido parar en esto: he procurado escribir
con brevedad algunas reflexiones sobre el Theatro,
desconfiando de poderlo hacer sin pesadèz: las he puesto
en forma de Cartas, y mi animo fuè desde luego
comunicarselas à Vm. à fin de que las interpolasse en
sus Pensamientos, si le pareciessen
dignas de hombrearse con ellos. Vm. las darà el destino
que quisiere. Si tárdo en tocar el assunto, le suplìco à
Vm. no se impaciente: creo hallarme en la obligacion de
satisfacer à una critica, à la que temo mucho exponerme.
Vm. sabrà quizà (y poco importa que no lo sepa) que en
algunos renglones, que con su consonante al cabo andan
de tapadillo en esta Corte, se quejan sus Autores de que
cabalmente aquellos Pensamientos, que Vm. les ha
dirigido, estàn llenos de galicismos. No me toca à mì
decidir si tienen razon; pero sì el declararles, que à
pesar de mi cuidado, algunos han de reparar en mis
Cartas. Me deláto yo mismo de antemano à su Tribunal, y
me confórmo con su sentencia, con tal, que no se dirija
à hacerme callar. Esto serìa injusto. Todos
trabajamos para el Público, à quien menos desagradaràn
siempre Pensamientos, y Cartas, que algo dicen, aunque
sea con alguna expression afrancesada, que consonantes
associados à una prosa ratera, y Comedias hechas
soñando, ò en el delirio de algun tabardillo. Vm.
hallarà tal vez muy largo mi preambulo. Sin embargo no
està todavia concluìdo. Tengo que decirle ahora los
puntos que me propongo tratar, y el méthodo, con que los
coordinarè. Hablarè, pues, de la necessidad de los
Theatros, del carácter essencial à la Comedia, y à la
Tragedia, que son las dos principales especies de
composicion theatral, y de las circunstancias
indispensables en un buen Comico. Podrà suceder, que en
la discusion de los dos ultimos puntos haya
algun reparo, que no merezca el agrado de los
interessados. ¿Pero cómo ha de ser? Claro està que no se
pueden referir las obligaciones de un buen Poeta Comico,
ni las partidas de un buen Actor, sin ofrecer pinturas,
que contrasten con los Professores de ambas Artes, que
vemos entre nosotros. ¿Es culpa mia el que haya en
España hombres sin instruccion, y sin gusto, que se
meten à componer Comedias, y el que las repre-senten
Compañias formadas de gente, cuya falta de inteligencia
no tiene nada que se le iguale, sino es la escaséz de
talento de los Escritores, que las proveen? Si mis
reflexiones necessitaren de ser afianzadas con la
autoridad de algunos Escritores, no piense Vm. que me
sea preciso el ir á buscar este apoyo fuera de casa: nos
sobran Criticos juiciosos, en cuyas
Obras hallamos depositadas las reglas del buen gusto.
Dando la preferencia à sus decisiones, hago dos cosas
muy importantes á un mismo tiempo: doy una advertencia á
algunos Estrangeros, persuadidos á que la barbarie de
nuestros Theatros symboliza con una ignorancia
crasissima, y general en la Nacion, y hago patente hasta
dónde llega la falta de cultura de nuestros hacedores de
Comedias, que desconocen hasta sus Maestros naturales,
por decirlo assi, y quánto por esto mismo se ha
envilecido entre sus manos un arte, que ellos mismos
profanan. Si citáre alguna vez à los Griegos, ò à los
Latinos, nadie tendrá que estrañarlo. Estas dos Naciones
estàn yá purgadas de la nota de Estrangeras por su
grande antiguedad; y será muy natural el llamarlas de quando en quando á mi socorro, pues me he
propuesto hablar de un assunto, que llegò entre ellas al
mayor grado de perfeccion. Yá me parece tiempo de entrar
en la materia. Por ahora no me
conviene empeñarme en esta materia: serà el assunto de
otra Carta. Bien puede ser que sea inutil mi trabajo, y
debe serlo mientras no se piense muy seriamente en hacer
fructificar los reparos del zelo, y de la critica. Urge
tanto mas esta providencia, quanto es mas antigua la
epoca de la corrupcion de nuestro Theatro. Yà declamaba
en su tiempo el Pinciano contra este desorden, y las
mismas quejas hacia en el siglo passado Don Antonio Lope
de Vega en su Heraclito, y Democrito. Es tan viva la
pintura, que hace de los Poetas Comicos de
su tiempo, que no he podido resistir à la tentación de
comunicarla à los curiosos. Reservola para otra Carta,
por no hacer esta demasiado larga. En ella se verà, que
la casta de los malos Poetas no ha degenerado entre
nosotros, y que por una como profecìa describiò cien
años hà lo que hoy sucede. Quedo para servir à Vm.
&c.
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Preguntar
si las representaciones theatrales son provechosas,
ò perjudiciales, es apartarse de la question, que
incluye el primero de los puntos, que he ofrecido
indagar. Claro està, que proponiendola de este modo,
no se puede resolver sin acudir à una distincion.
Qualquiera representacion theatral, arreglada á las
leyes del arte, que estàn fundadas en la naturaleza
de las cosas, y hecha por un hombre de talento, serà
indefectiblemente de una grande utilidad; pero será
muy insulsa, è igualmente nociva, si, semejante á
las que se echan en nuestras Tablas, fuere obra de
algun Versificador, cuyos estudios se
reduzcan á haver leìdo el Rengifo, y esto
haciendoles mucho favor. La dificultad debe, pues,
proponerse en terminos mas precisos: se reduce
unicamente à averiguar, si el espectaculo theatral
es necessario en un gran Pueblo; y en esto no puede
haver dos pareceres, si se remite la decision al
arbitrio de hombres, en quienes raye la razon. Sè
muy bien, que han declamado, y declaman contra el
Theatro algunos hombres, que mirando con horror à
todo genero de diversiones mundanas, desearían vèr
aniquilados hasta los mas inocentes placeres. Sè
igualmente, que muchos otros, naturalmente
insensibles à todo lo que no tiene relacion con sus
idèas, censuran de buena fé lo que les parece
distraher del estrecho camino, que se proponen seguir, arrimados à los principios de
una rígida doctrina. Ni los unos, ni los otros de
estos censores son Jueces competentes en esta
materia, de cuyo conocimiento los aleja su
profession, ò su genio. Debieran considerar antes de
fulminar sus sentencias, que las grandes Ciudades no
son, ni deben ser claustros Monachales: que en todas
ellas debe haver, segun maximas de una sana
politica, diversiones públicas, que hagan menos
perjudiciales à los ociosos, y que alimenten con un
inocente recreo las fuerzas de los hombres ocupados,
que necessitan descansar despues de haver cumplido
con las obligaciones de la profession, que exercen
en la sociedad. Estoy seguro de que si hiciessen
estas consideraciones, concederian sin la menor
repugnancia, que las representaciones theatrales
son, no digo útiles, sino necessarias:
que no puede haver razon, ni autoridad para
desterrarlas; y que merecen el mayor cuidado, y
fomento de parte de un gobierno, que no haya llegado
à desconocer la poderosa influencia del Theatro,
para corregir las costumbres de los hombres. Es
indirecta, y poco conveniente, qualquier prueba de
esta proposicion, que no fuere sacada del objeto, y
del fin que se propuso la Poesìa theatral en todas
las epocas de su duracion. Pero es tan terminante
por otra parte la que se deduce de su naturaleza,
que ella sola basta para afianzar la necessidad de
las representaciones Dramaticas. Yà le dije à Vm. al
principio de mi Carta, que mi intento era solo
hablar de la Comedia, y de la Tragedia. El fin de la primera es, como Vm. lo
observa muy bien en uno de sus Pensamientos, hacer
una guerra implacable à los vicios, y ridiculeces,
que pudieran turbar el orden, ò la dulzura de la
sociedad. Este fuè constantemente su empléo en todas
las Naciones ilustradas, que la admitieron, sin
exemplar de que se haya propuesto otro fin, mientras
los Poetas Comicos han sabido su oficio, ò mientras
han compuesto sus Dramas en un gobierno, que los
haya llamado al buen camino todas las veces, que por
alguna condescendencia muy reprehensible se les ha
antojado extraviarse, ò que se han hallado
precisados à disparatar por haver tenido la
avilantèz de entrar en la carrera sin haver
consultado sus fuerzas. La Tragedia no es menos
útil, ni está menos determinado su
objeto: se propone este sublime Drama despertar
nuestras passiones con el fin de debilitarlas, y de
ahorrarnos los tristes lances, en que suele ponernos
el despotismo de su imperio. Esto parecerà quizà una
paradoxa: lo confiesso; pero no la dejarè sin
aclarar, quando haya llegado al lugar donde
corresponde poner su explicacion. A vista de tan
sano sin de uno, y otro Drama, no es possible el que
no disminuya el numero de sus censores, y que no se
animen al estudio de sus reglas respectivas los que
se hallaren inclinados à esta especie de
composicion. ¿Puede haver en efecto leccion mas
provechosa que una Comedia, donde se vè pintada con
la viveza inseparable de la accion theatral, y con
la jocosidad, propria de este Drama, la solicitud, y
el martyrio de un avariento, ò la falsa
generosidad de un hombre rico, ò la errada
magnificencia de un Grande, ò los infames tiros de
un maldiciente, ò los desordenes de una familia, que
suelen ser consequencia necessaria de la mala
conducta de un marido, ò la serie de disgustos, y
pesadumbres de una muchacha casada contra el decoro
de su sangre, y contra las sagradas leyes de la
respetable, y cariñosa autoridad de sus Padres? Es
verdad, y no quiero dissimularlo, que algunas veces
la Comedia se propassó, atacando con descaro, ò con
indecencia los vicios, que emprendiò reprimir. Pero
es este un abuso, que no debe atribuirse al arte:
fuè siempre corrupcion, ò insolencia de sus
Professores. ¿Y què consequencia hemos de sacar de
estos exemplares? ¿Se havrá de desterrar por esto
una composicion, que se introdujo en la
sociedad, como un remedio? ¡Hà Señor Pensador! ¿què
se harian cosas mucho mas santas, que la Comedia,
establecidas entre los hombres, si los abusos, con
que nuestra corrupcion las desfigura, y aparta del
fin, con que fueron instituídas, fuera bastante
motivo para aniquilarlas? Semejante providencia
serìa desacertada, y violenta. Estas son las
circunstancias, en que debe esmerarse la cordura de
un gobierno ilustrado: à èl le toca el escoger los
medios eficaces, que nunca se hallarán para nuestro
assunto en ordenes destructivos. Todo está concluìdo
con amonestar, ò dirigir à los Poetas. Assi lo
practicaron los Griegos, Pueblo, en quien la
libertad de la Comedia llegò hasta exceder la que se
fundaba en su constitucion. Los Athenienses, dotados de una immensa sensibilidad,
cultivaron todas las bellas Artes con el mayor
esmero, y conocieron mucho su importancia. La
licencia de sus Poetas Comicos, no contentos con
hacer ridiculos à los vicios, se pro passaron hasta
atacar à ciertos hombres en particular, al gobierno
mismo, y à los Dioses. Nada dejò intacto su
malignidad, que no quedò satisfecha, hasta que
nombrò à los fugetos, cuya correccion tomaba por su
cuenta, ò cuyas acciones se havia proyectado hacer
ridiculas. Por esto no hay libro alguno, donde se
encuentre con mas puntualidad el estado de los
negocios públicos, y privados de Athenas, que las
Comedias de Aristophanes. ¿Què hizo la República
para reprimir esta licencia? No desterrò de sus
Theatros la Comedia: mandò à los
Poetas, que persiguiessen à los vicios en general
con nombres fingidos; y este es uno de los muchos
caractéres, que distinguen la Comedia Griega antigua
de la que llamaron nueva. Cumplieron los Poetas
Comicos con la nueva obligacion que se les encargò
por este edicto, y no se daba permisso de hacer
representar Comedia alguna, quando passaba los
limites de la moderacion, que les havian señalado.
Este Drama, que havia ocupado el cuidado del
Gobierno, se llevò con el tiempo la atencion de los
hombres de mayor talento. Aristoteles nos dejò en su
Poetica los preceptos, à que debe estár arreglado
para ser bueno, y lo mismo han practicado grandes
Varones de todas Naciones, que siguieron con sumo
credito las huellas de este Philosopho.
Los Españoles de otros tiempos, que iban à buscar
las Artes, y Ciencias à su origen, nos dejaron en
sus libros las reflexiones hechas por los Antiguos
sobre la Comedia, corroboradas con los reparos que
les añadian, fundados en la diversidad, que la
succession de los tiempos, y la variedad de los
systèmas politicos produce en las costumbres de las
Naciones. Don Joseph Gonzalez de Salas tradujo en
Romance la Poetica de Aristoteles, el Pinciano la
puso en Dialogos, y ultimamente, Don Ignacio de
Luzan nos diò de ella un extracto muy juicioso en su
Poetica, olvidada, ò no estimada como merece por los
de nuestra Nacion, ingrata por lo general con sus
buenos hijos. Estas son las Obras, en que pueden, y
debieran adquirir la advertencia que
les falta los que en nuestros tiempos se atreven à
escribir Comedias. De ellas sacarè quanto me
propongo decir sobre el artificio del Drama. Pero
esto serà à su tiempo.
Livello 3
Se està representando en el
Coliséo del Principe una traduccion de la Opera, que el
famoso Abate Metastasio intitulò Adriano en Syria, y el
Traductor Vencer la propria passion en las leyes del amor es
la fineza mayor, y Adriano en Syria. La fabula está seguida
con bastante fidelidad: ¡ojalà lo estuvieran la dignidad, y
decencia del original! Pero la pieza està muy maltratada en esta parte. Metastasio hace hablar sus
personages en el lenguage, que les es proprio: sus amores,
sus iras, y sus desdenes son proporcionados à la Dignidad de
Reyes, y Principes. Todo es grande: todo digno. Por el
contrario en la traduccion reyna una bajeza de expression, y
de sentimientos, que ofende à la reflexion menos delicada.
Adriano, y Sabina se dicen amores en los mismos terminos,
que pudieran hacerlo dos amantes de la infima plebe. Las
iras son proprias de verduleras; y se reparte en el discurso
de la pieza una cantidad de epithetos de traydor, aleve, y
otros semejantes, con tanta profusion, que parece plaga, ò
que al emplear estas voces ha olvidado el Traductor la
fuerza de su significado. Pero consolemonos: los defectos se ván enmendando. En el Artaxerxes, por no
faltar al instituto de mezclar frialdades en las cosas mas
serias, se introduxeron dos Graciosos: en el Adriano hay
quatro. Yá me hago cargo de que la tentacion es fuerte.
Emirena tiene una criada; y ésta, segun todas las reglas,
debe ser Graciosa; por consiguiente Farnaspe ha de tener
tambien un criado Gracioso para que la haga gestos. Sabina,
y Adriano no deben ser menos: en efecto, trahen bufon, y
bufona, y queda hecho el equilibrio, tan à satisfaccion de
todos, que el mismo Emperador suspende su conversacion con
Sabina solo para que uno de los Graciosos diga unas quantas
necedades muy insipidas á la criada. Por lo demás esta
pieza, y la del Artaxerxes son las menos defectuosas, que
hemos visto de mucho tiempo à esta parte. Yo
debo hacer esta justicia al Traductor, que yà sea
desconfiado de su invencion, ò contento con seguir, en la
parte que ha podido, las huellas de Metastasio, nos ha dado
dos Dramas á la verdad traducidos sin dignidad, ni fineza;
pero no disformes. Si se contenta con esta ingenuidad, en
hora buena: si no, ¿què culpa tengo yo en que su traduccion
no merezca mayores elogios?