El Censor: Discurso CLVII

Permalink: https://gams.uni-graz.at/o:mws-105-628

Faksimile anzeigen

[501] Nivel 1►

Discurso CLVII

Cita/Lema►  . . . . . Atqui
Emouit ueterem mire nouus, ut solet, in cor
Trajecto lateris miseri captisque dolore:
Ut lethargicus hic, cum fit pugil, et medicum urget.

Horat. Lib. II. Sat. III. v. 27.

Pero sucede á la dolencia Antigua
Otra acaso pero: á la manera
Que quando al Corazon es transferido
El dolor de la pleura ó la cabeza:
O que quando un letárgico se vuelve
Furioso, y á su Médico apalea. ◀Cita/Lema

Nivel 2► Si llamado un Médico para la curacion de una llaga procedente de un virus venereo, ó de algun otro vicio de los humores, se contentase con aplicarla algunos tópicos, con los quales [502] cerrada esta, se formase en otra parte otra de peor condicion, la que tratada con el mismo método, diese lugar aun á otra, y así sucesivamente, hasta que cubierto ya todo el cuerpo de cicatrices y de parches, y aumentada la fuerza del mal, atacase por fin las partes principes, y diese con el infeliz enfermo en la sepultura; seria sin duda mirado por todos como un curandero ignorante, y digno de que la autoridad pública castigase de un modo exemplar su atrevimiento. Metatextualidad► En el Discurso antecedente he comparado la Política á la Medicina: y por cierto que no es una sola la semejanza que hay entre estas dos ciencias. Pero este con todo, que en un Médico seria reputado por un error grosero, que enteramente le desacreditaria, es una cosa en que se ve incurrir á cada paso á los que se levantan con mayores créditos de Políticos. ◀Metatextualidad

Nivel 3► Sucede las mas veces que la derogacion ó la correccion de sola una ley, quitaria mil desórdenes que afligen al Estado, y que todos tienen en ella su [503] comun raíz. Pero jamas se sube á este primer principio; y es lo peor que si alguno se atreve á indicarle, y á proponer una cura radical, se le tiene por hombre de ideas platónicas, y se le apellida inventor de sistemas fantásticos, y fundador de repúblicas impracticables.

Es verdad que el interes y miras particulares tienen por lo comun en esto mucha parte. Lo que causa el mal general suele ser favorable á no pocos, que incomodados tan solo de algunos de sus síntomas, quisieran que se hiciesen desaparecer estos, conservándose aquel en toda su entereza. Pero no es dable negar que el poco cultivo que se da á esta nobilísima y principalísima parte de la Jurisprudencia, contribuye á ello en gran manera. Son muchos los que ni aun tienen á la Política por una verdadera ciencia. Hombres por otra parte instruidos bautizan con este nombre á aquella especie de sagacidad, que solo sirve para insinuarse en la gracia de un Ministro, ó quando mas para pene-[504]trar los secretos de una corte extranjera, sembrar la discordia entre dos aliados, suscitar una diversion a una Potencia enemiga, ajustar una paz, ó negociar un tratado ventajoso. Y como en las materias políticas la relacion de los efectos con sus causas es á veces sumamente complicada, y de delicadeza tal, que no se percibe sino á costa de mucha meditacion; no es extraño que si alguno llega á descubrirla, pase por visionario entre los que no tienen de esto la menor idea.

¿A qué cansarse la cabeza en inquirir por exemplo las causas de la decadencia Española, teniéndolas á la mano en la multitud de guerras, que nos fué preciso sostener ya contra los enemigos de la fe católica, ya contra los que nos suscitó nuestro pasado poder: en las grandes sumas, que nos costáron el edificio de San Lorenzo, la mudanza de la Corte á Madrid, y los sumptuosos hospedages hechos á diferentes Príncipes y Embaxadores: en la pérdida de nuestras grandes fictas: en [505] la poblacion y conquista de las Américas: en la subida de la moneda de vellón &c.? Así razonan los mas: semejantes á aquel, que achaca todas sus dolencias al sereno de anoche, á la niebla de esta mañana, á la ensalada que comió á mediodia; sin advertir que aunque todas estas cosas hayan contribuido en realidad al efecto que experimenta, es preciso no obstante que haya algun vicio interior en la maquina que la disponga para que tan pequeñas causas prophasísticas la alteren de un modo sensible; pues que las mismas ú otras de igual actividad no obran de la misma manera en los cuerpos bien complexionados.

¿Como es posible que las tasas y prohibiciones de extraer produzcan la carestía y escasez de los géneros y frutostos sujetos á ellas? ¿Las primeras no van derechamente á impedir lo uno, y no se dirigen las secundas á prevenir lo otro? En vano se dirá que unas y otras disminuyen la utilidad, beneficio ó ganancia del cosechero ó fabricante: que [506] esta diminucion va retrayendo poco a poco las gentes de aquella especie de cultivo ó manufactura; porque todos quieren emplear su industria, sus capitales y sus fondos en aquellos objetos que mas producen: que de aquí resulta necesariamente la escasez, y de la escasez la carestía. Todas estas son vanas metafísicas ó sueños de gente despierta. Todo puede ser muy bueno en la theórica; pero nada vale en la práctica.

¿Qué conexîon pueden tener los mayorazgos, y la amortizacion con la decadencia de la agricultura, de las artes, de la industria, y del comercio, y mucho menos con la corrupcion de las costumbres, y la perturbacion de los matrimonios? La nobleza, que es de la esencia de una Monarquía ¿cómo podria conservarse sin la vinculacion? ¿Pretender que ésta, léxos de conservarla, la destruye, no es un absurdo manifiesto? ¿No es tambien una asercion puramente arbitraria decir que no es tanto lo que perjudica al Estado la ri-[507]za de los Eclesiásticos, como la naturaleza de esta misma riqueza, y que pudieran ser aun mas opulentos, que lo son ahora, y perjudicar infinitamente menos? La demostracion de estas verdades es un encadenamiento de conseqüencias muy dilatado, y cuyo hilo no pueden seguir con la atencion necesaria los que no están habituados á este género de estudios.

Así es que unos por un efecto de su ignorancia, otros por su particular interés, y muchos por uno y otro se levantan contra todo pensamiento, que vaya directamente al principio del mal, y quando no consiguen por dicha desacreditarle del todo, claman que se debe huir siempre de los extremos: que las curas radicales son peligrosas, que las grandes alteraciones suelen traher funestas conseqüencias: que la cosa no está todavia bien averiguada; y que el mal no da treguas, y pide un pronto remedio. Y de este modo no se hace sino idear leyes y mas leyes, que muchas veces se contradicen entre sí [508] algunas se oponen diametralmente á los fines á que se dirigen, y siempre son como otros tantos emplastos, que deforman y debilitan el cuerpo político, y que si no aumentan el mal por lo ménos no hacen otra cosa que paliarle.

Consíguese á veces con una de estas providencias quitar el desórden, á cuyo remedio se dirigia; pero se hace nacer otro, que es acaso infinitamente peor: es un dique que se opone á un torrente, y por cuyo medio se logra fertilizar un pequeño campo expuesto á sus inundaciones; pero que le obliga á descargarse sobre una hermosa y dilatada campiña, que no ofreciéndole paso franco, es en breve convertida en un espacioso lago. Su fondo, propio para la vegetacion de ciertas plantas nocivas, corrompe las aguas detenidas, y todo el contorno es bien presto esterilizado por las pestíferas nieblas que despide. No es muy raro que sin remediarse el desórden antiguo, se haga nacer el nuevo; mas aun quando nada de esto suceda, se dificulta siempre la [509] curacion del mal, y se hace la legislacion mas y mas complicada, que es el mayor de quantos pueden afligir á un Estado.

Debe huirse en todo de los extremos. Máxima sin duda cierta generalmente hablando. Pero tambien es cierto que infinitas veces no es adaptable al caso de que se trata: tambien lo es que otras muchas lo que se llama extremo, es el verdadero medio, y lo que se llama medio un verdadero extremo: tambien lo es en fin, que hay extremos preferibles á ciertos medios; ¡y quantas, quantas veces la alegacion de este principio me traxo á la memoria las Horcas Claudinas!

Las curas radicales son peligrosas. Lo son, no hay duda. ¿Pero no habrán por eso de emprenderse nunca, y habremos de contentarnos siempre con los remedios paliativos ? Lo son en el cuerpo humano, por la imposibilidad que hay allí de saber á punto fixo qual sea la verdadera causa morbífica, qual su asiento, quál su naturaleza, quál su [510] energía, y qual la dosis de medicamento necesaria para vencerla: porque es preciso proceder siempre sobre simples conjeturas, y caminar casi á tientas por una estrecha senda situada entre dos precipicios. Mas nada de esto sucede en las enfermedades del cuerpo político; porque ninguna hay, cuyo origen, cuyo remedio, si se roma el tiempo necesario, y se ponen la aplicacion y medios convenientes, no pueda averiguarse con toda evidencia, ó á lo menos con un grado de certeza, á que jamas puede llegar el Médico. Es verdad que hay dudas, que hay disputas, que hay errores en estas materias; pero estas dudas, estas disputas, estos errores no vienen, como en la medicina, de la naturaleza misma del asunto, superior en muchos puntos á la comprension del hombre, sino de las dos fuentes indicadas: interes y ignorancia voluntaria.

Suelen traher funestas conseqüencias las grandes alteraciones. Es constante, si no se saben preparar , si se [511] hacen precipitadamente. Hay algunas que, siendo en sí mismas muy buenas, producirian una convulsion general en el cuerpo político, si se quisiesen hacer de golpe, y sin la circunspeccion debida. Conviértanse por exemplo todos nuestros impuestos indirectos en uno solo directo, y hagase esto sin mas preparacion, y de sola una vez. ¡Que trastorno no producirá esta operacion! El propietario, á quien se exigirán diez por lo que ahora paga uno, no advertirá que es solo aparente este exceso, y que en la realidad no viene á contribuir sino lo mismo que ahora paga, aunque sin conocerlo: y este error le hará levantar repentinamente sus granos á un precio exorbitante. A proporcion subirán los frutos industriales; porque el Artesano no verá tampoco que si por una parte se encarecen los viveres, se ha libertado por otra de mil contribuciones que ahora paga, unas á sabiendas, y sin advertirlo otras. De aquí la ruina entera del comercio, y [512] por consiguiente de la agricultura y de la industria. Y aunque al cabo de algun tiempo las producciones de la tierra volverán á su valor antiguo, y la estimacion de las industriales vendrá á ser menor que ahora es, sin que por eso se disminuya el beneficio del fabricante ó Artesano; efectos ambos necesarios de esta operacion: la confusión no obstante y el desorden á que entretanto habrá dado causa, producirá daños indecibles, que seguramente no se hubieran seguido, si se hubiese hecho lentamente, y no sino por partes muy pequeñas. Pero hay otras alteraciones que no están sujetas á estos inconvenientes; porque sus efectos son por su misma naturaleza lentos y progresivos. ¿Quál otra puede imaginarse de un influxo mas transcendental, que la libertad de los bienes sujetos ahora á restitucion! Nada con todo habria que recelar en ella con tal que al mismo tiempo se cerrase la puerta á la amortizacion. La enagenacion y division de estos bie-[513]nes se iría haciendo muy poco á poco: hoy tendria efecto en un mayorazgo: mañana en otro: y algunos años se pasarian antes que se verificase en todos. Por otra parte, la sensacion que haria en los ánimos no podria ser mucha. De los actuales poseedores los mas se darian por servidos: y los sucesores son por la mayor parte gente jóven, sujeta á la autoridad de aquellos, y que piensa apénas en estas cosas. Ningun movimiento pues desordenado, ninguna conmocion violenta habria que recelar.

Pero la cosa no está todavia bien averiguada: el mal no da espera, y urge el remedio. ¡O voces dictadas casi siempre por el interes! En efecto ¿quiénes son los que mas gritan por los remedios paliativos, sino aquellos que hallando su bien particular en la subsistencia del mal comun, quieren por este modo, ó imposibilitar, ó retardar su extincion total? La cosa no está bien averiguada: ¿pues hay mas [514] que averiguarla? Pide el mal pronto remedio: ¿es posible? ¿con que así será capaz de agravarle una dilacion de dos, quatro, seis años? Porque ¿qué cosa hay en estas materias, para cuya perfecta discusión no alcance este término, si se toma con el empeño y la actividad que merece su importancia? ¿Y no será menos gravoso sufrir por un pequeño espacio el mal manifiesto en; todos sus síntomas, que perpetuarle disimulado hasta que minada ya toda la República no tenga acaso remedio?

Lo peor en el asunto es que siendo comun este modo de pensar, y no conociendose bien su vanidad por el poco estudio que se hace de la Política, viene á inutilizar en cierto modo las luces del Gobierno mas ilustrado. Porque es preciso que su misma ilustracion le haga conocer que si una providencia no puede ser bien recibida del Público, si no es generalmente conocida su utilidad; tampoco puede ser provechosa, si no es bien recibida. [515] Aun en esto se parece la política á la Medicina. La confianza del enfermo en los medicamentos que se le prescriben, es mucha parte para que obren el efecto deseado. ◀Nivel 3

Ninguna ocupacion pues mas digna de un hombre que ama sinceramente á su patria, que la de cooperar á los esfuerzos de un Gobierno sabio: no comunicándole luces, que no ha menester, y que el mismo no debe acaso si no á su benéfica influencia; pero extendiéndolas todo lo posible entre sus conciudadanos, y haciendo cruda guerra ahora con las armas de la ardiente sátira, ahora con las del severo razonamiento á los que con todas sus fuerzas se oponen a sus progresos. Metatextualidad► Mis Lectores habran advertido ya por la gran parte de mi Obra, que ocupan estas materias, que tal es mi principal objeto en todo lo que escribo. Y á la verdad: regístrese nuestra Historia con cuidado: ¿ofrece por ventura toda ella una época tan favorable para aspirar á esta suerte de gloria? ◀Metatextualidad ◀Nivel 2 ◀Nivel 1