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Zitiervorschlag: Anonym (García de Cañuelo, Luis; Pereira, Luis Marcelino) (Hrsg.): "Discurso CLV", in: El Censor, Vol.8\155 (1787), S. 471-485, ediert in: Ertler, Klaus-Dieter / Hobisch, Elisabeth (Hrsg.): Die "Spectators" im internationalen Kontext. Digitale Edition, Graz 2011- . hdl.handle.net/11471/513.20.567 [aufgerufen am: ].


[471] Ebene 1►

Discurso CLV

Zitat/Motto►  . . . . . Perit omnis in illo
Nobilitas, cujus laus est in origine sola.

Lucan. Carm. ad Pisan.

¿De qué sirve
la clase ilustre, una alta descendencia
Sin la virtud? ◀Zitat/Motto

Ebene 2►

SATIRA. 1

Ebene 3► Satire► ¿Ves Arnesto, aquel majo en siete varas

De pardomonie envuelto: con patillas

De tres pulgadas afeado el rostro:

[472] Magro, pálido y sucio; que al arrimo

De la esquina de enfrente nos acecha

Con ayre sesgo y baladí? Pues ese,

[473] Ese es un nono nieta del Rey Chico.

Si el breve chupetin, las anchas bragas,

Y el albornoz, no sin primor terciado,

No te lo han dicho: si los mil botones

De filigrana berberisca, que andan

Por los confines del jubon perdidos

No lo gritan; la faxa, el guadixeño,

El arpa, la bandurria y la guitarra

Lo cantarán. No hay duda: el tiempo mismo

Lo testifica. Atiende á sus blasones.

Sobre el porton de su Palacio ostenta.

Grabado en borroqueña, un ancho escudo

De medias lunas, y turbantes lleno.

Nácenle al pie las bombas y las balas,

Entre tambores , chuzos y banderas.

Como en sombrío matorral los hongos.

El águila imperial con dos cabezas

Se ve picando del morrión las plumas

Allá en la cima; y de uno y otro lado,

A pesar de las puntas asomantes,

Grifo y leon rampantes le sostienen.

Vé aquí sus timbres. Pero sigue, sube.

Entra, y verás colgado en la antesala

[474] El árbol gentilicio, ahumado y roto

En partes mil: empero de sus ramas,

Qual suele el fruto en la pomposa higuera,

Sombreros penden, mitras y bastones.

En procesión aquí y allí caminan,

En sendos quadros, los ilustres deudos,

Por habil brocha al vivo retratados.

¡Qué gregüescos! ¡qué caras! ¡qué vigotes!

El polvo y telarañas son los gages

De su vejez. ¿Qué mas? Hasta los duros

Sillones moscovitas, y el chinesco

Escritorio, con ambar periumado,

En otro tiempo de marfil y nacar

Sobre évano embutido, y hoy deshecho,

La ancianidad de su solar pregonan.

Tal es, tan rancia, y tan sin par su alcurnia,

Que aunque embozado, y en castaña el pelo,

Nada les debe á Ponces, ni Guzmanes.

No los aprecia: tiénese en mas que ellos;

Y vive así. Sus dedos y sus labios

Del humo del cigarro encallecidos,

Indice son de su crianza. Nunca

Pasó del B, a, Ba. Nunca sus viages

[475] Mas allá de Xetafe se extendiéron.

Fué antaño allá por ver unos Novillos

Junto con Paco-trigo y la Caramba:

Por señas que volvió ya con estrellas.

Beodo por demás, y durmió al raso

Examínale: ¡ó idiota!, nada sabe.

Trópicos, Era, Geografía, Historia,

Son para el pobre exóticos vocablos

Dile que donde el hondo Pirineo

Corre espumoso el Bétis á sumirse

De Ontígola en el mar; ó que cargadas

De almendra y gomas las Inglesas quillas

Surgen en Puerto-lápichi, y se levan

Llenas de estaño y de abadejo: ¡oh! todo.

Todo lo creerá: por mas que añadas

Que fué en las Navas Witiza el santo

Deshecho por los Celtas, ó que invicto

Triunfó en Aljubarrota Mauregato.

¡Qué mucho, Arnesto , si del Padre Aster

Ni aun leyó el Catecismo! Mas no creas

Su memoria vacia. Oye y dirate

De Candido y Marchante la progenie:

Quién de Romero ó Costillares saca

[476] La muleta mejor, y quién mas limpio

Hiere en la cruz al bruto jarameño

Haráte de Guerrero y la Catuja

Larga memoria; y de la malograda,

De la divina Lavenant, que ahora

Anda en campos de luz paciendo estrellas.

La sal, el garavato, el ayre, el chiste.

La fama y los ilustres contratiempos

Recordará con lágrimas Prosigue

Si esto no basta, y te dirá qué año.

Qué ingenio, qué ocasion dió á los Chorizos

Eterno nombre; y quántas cuchilladas,

Dadas de dia en dia, tan pujantes

Sobre el triste Polaco los mantiene.

Vé aquí su ocupacion: esta es su ciencia.

No la debió ni al Dómine, ni al tonto

De su Ayo Mosen Marc, solo ajustado

Para irle en pos quando era Señorito.

Debiósela á Cocheros y Lacayos,

Dueñas, Fregonas, Truanes, y otros bichos

De su niñez perennes compañeros.

Mas sobre todo, á Pericuelo el page:

Mozo avieso, Chorizo y Pepilüsta

[477] hasta morir, quando le andaba en torno.

Del aprendió a la Jota, la Guaracha,

El Bolero, y en fin música y bayle.

Fuéle tambien maestro algunos meses

El sota Andrés, chispero de la Huerta;

con quien por órden de su padre entónces

Pasar solia tardes y mañanas

Jugando entre las mulas. Ni dexaste

De darle tú santísimas lecciones,

¡O Paquita! despues de aquel trabajo,

De que el Refugio te sacó , y su madre

Te ajustó por Doncella. ¡Tanto puede

La gratitud en generosos pechos!

De ti aprendió á reírse de sus padres

Y á hacer al Pedagogo la mamola:

A pellizcar, á andar al escondite.

Tratar con Cirujanos y con viejas

Beber, mentir, trampear; y en dos palabras,

De tí aprendió á ser hombre . . . . . y de provecho.

Si algo mas sabe, débelo á la buena

De Doña Ana, patron de zurcidoras;

Piadosa como Enone, y mas chuchera

Que la embaydora Celestina ¡O, quánto

[478] De ella alcanzó! Del Rastro á Maravillas,

Del alto de San Blas á las Bellocas,

No hay barrio, calle, casa, ni zahurda

A su padron negado ¡Quántos nombres,

Y quáles vido en su librete escritos!

Allí leyó el de Cándida, la invicta,

Que nunca se rindió: la que una noche

Venció . . . . . 

 . . . . . 

Alli el de aquella siete veces vírgen,

Mas que por esto insigne por sus robos;

Pues que en un mes empobreció al Indiano,

Y chupó á un Escocés tres mil guinëas,

Veinte acciones de banco, y un navío.

Allí aprendió á temer el de Belica

La venenosa . . . . . 

 . . . . . 

Y allí también, en torpe mescolanza,

Vió de mil bellas las illustres cifras,

Nobles, plebeyas, majas y señoras:

A las que vió nacer el Pirineo

Desde Junquera hasta do muere el Miño,

Y a las que el Ebro y Turia diéron fama,

[479] y el Darro y Bétis todos sus encantos:

A las de rancio y perdurable nombre

Ilustradas con turca y sombrerillo,

Simon y Page, en cuyo abono sudan

Bandas, veneras, gorras y bastones,

Y aun (chito, Arnesto) cuellos y cerquillos;

Y en fin, á aquellas que en nocturnas zambras,

Al son del cuerno congregadas, diéron

Fama á la Union . . . . . 

 . . . . . 

¡Ah quánto allí la cifra de tu nombre

Brillaba escrita en caracteres de oro,

O Cloe! El solo deslumbrar pudiera

A nuestro xaque, apénas de las uñas

De su doncella libre. No adornaban

Tu casa entónces como ogaño, ricas

Telas de Italia, ó de Canton, ni lustros

Venidos del Adriático, ni alfombras,

Sofa, otomana, ó muebles peregrinos;

Ni la alegraban de Bolonia al uso

La Simia, il Papagallo, é la spinetta.

La salserilla, el zaumador, la esponja,

Cinco sillas de enea, un pobre anafe,

[480] un bufete, un belon, y dos cortinas

Eran todo tu ajuar; y hasta la . . . . . 

Dó alzó despues tu trono la fortuna,

¡Quien lo diria! entónces era humilde.

Púsote en zancos el hidalgo,

y dióte a dos por tres la escandalosa buena,

Que treinta años de afanes y de ayuno

Costó á su padre: ¡O, quanto tus jubones

De perlas y oro recamados, quanto

Tus francachelas, y tripudios diéron.

En la Cazuela, el Prado, y los Tendidos,

De escándalo y envidia! Como el humo

Todo pasó: duró lo que la hijuela.

¡Pobre galan! ¡Qué paga tan mezquina

Se dio á tu amor! ¡Quán presto le feriáron

Al último doblón el postrer beso!

Viérasle, Arnesto, desolado: vieras

Qual iba humilde á mendigar la gracia

De su perjura, y qual correspondia

La infiel con carcajadas á su lloro!

No hay medio: le plantó: quedó por puertas . . . . . 

¿Qué hará? ¿Su alivio buscará en el juego?

¡Bravo! Allí olvida su pesar. Prestóle

[481] Un amigo . . . . . ¡Qué amigo! Ya otra nueva

Esperanza le anima. ¡Ah! salió vana . . . . . 

Marró la quarta sota: á Dios bolsillo . . . . . 

Toma un censo . . . . . adelante . . . . . Mas perdióle

Al primer trascartón, y quedó asperges.

No hay ya amor, ni amistad. En tan gran cuito

Se halla, ¡ó Zulem-Zegri! tu nono nieto.

¿Será mas digno, Arnesto, de tu gracia

Un alfeñique perfumado y lindo,

De noble trage, y ruines pensamientos?

Admiran su solar el alto Auseva,

Limia, Pamplona, ó la feroz Cantabria.

Mas se educó en Sorez. Paris y Roma

Nueva fe le infundiéron, vicios nuevos

Le inoculáron. Cátale perdido.

No es ya el mismo; ¡ó qual otro el Vidasöa

Tornó á pasar! ¡Quál babla por los codos!

¿Quién calará su atroz galimathias?

Ni Du Marsais, ni Aldrete le entendieran.

Mira qual corre, en polison vestido.

Por las mañanas de un burdel en ótro,

Y entre alcahuetas y rufianes bulle!

No importa: viaja incógnito, con palo,

[482] Sin insignias y en frac: nadie le mira.

Vuelve, se adoba, sale, y huele á almizcle

Desde una milla. ¡Oh, como el Sol chispea

En el charol del coche ultramarino!

¡Quál brillan los tirantes carmesies

Sobre la negra crin de los frisones . . . . . 

Visita, come en noble compañía:

Al Prado, á la Luneta, á la Tertulia,

Y al garito despues. ¡Qué linda vida.

Digna de un noble! ¿Quieres su compendio?

P . . . . . , jugó, perdió salud y bienes,

sin tocar á los quarenta Abriles

La mano del placer le hundió en la huesa.

¡Quantos, Arnesto, así! Si alguno escapa,

La vejez se anticipa, le sorprende,

Y en cínica é infame soltería.

Solo, aburrido, y lleno de amarguras,

La muerte invoca, sorda á su plegaria.

Si ántes al ara de Himeneo acoge

Su delinqüente corazon, y el resto

De sus amargos cuas le consagra,

¡Triste de aquella que á su yugo uncida

Víctima cae! Los primeros meses

[483] La lleva en triunfo acá y allá: la mima,

la galantea . . . . . Palco, galas, diges,

Coche a la Ynglesa . . . . . ¡Miseros recursos!

El buen tiempo pasó. Del vicio infame

Corre en sus venas la cruel ponzoña.

Tímido, exhausto, sin vigor . . . . . ¡O rabia!

El tálamo es su potro . . . . 

Mira, Arnesto,

¡Quál desde Gades á Brigancia el vicio

Ha inficionado el gßermen de la vida!

Y quál su virulencia va enervando

La actual generacion. Apenas de hombres

La forma existe . . . . . ¿A dónde está el forzudo

Brazo de Villandrando? ¿Dó de Argüello,

O de Paredes los robustos hombros?

¿El pesado morrion , la penachuda

Y alta cimera acaso se forjáron

Para craneos raquiticos? ¿Quién puede,

Sobre la cuera, y la enmallada cota

Vestir ya el duro y centellante petó?

¿Quien enristrar la ponderosa lanza?

¿Quién? . . . . . Vuelve, ó fiero Berberisco, vuelve,

Y otra vez corre desde Calpe al Deva,

[484] Que ya Pelayos no hallarás, ni Alfonsos

Que te resistan. Débiles Pigmeos

Te esperan. De tu corva cimitarra

Al solo amago caerán rendidos . . . . . 

¿Y es este un noble, Arnesto ? ¿Aquí se cifran

Los timbres y blasones? ¿De qué sirve

La clase ilustre, un alta descendencia

Sin la virtud? Los nombres venerandos

De Laras, Tellos, Haros, y Girones,

¿Qué se hicieron? ¿Que genio ha deslucido

La fama de sus triunfos? ¿Son sus nietos

A quienes fia su defensa el trono?

¿Es esta la nobleza de Castilla?

¿Es este el brazo un dia tan temido.

En quien libraba el Castellano pueblo

Su libertad? ¡O vilipendio! O siglo!

[485] Faltó el apoyo de las Leyes: todo

Se precipita. El mas humilde cieno

Fermenta y brota espíritus altivos,

Que hasta los tronos del Olimpo se alzan.

¿Que importa? Venga denodada, venga

La humilde plebe en irrupcion, y usurpe

Lustre, nobleza, títulos y honores.

Sea todo infame behetria, no haya

Clases, ni estados. Si la virtud sola

Les puede ser antemural y escudo,

Todo sin ella acabe y se confunda. ◀Satire ◀Ebene 3 ◀Ebene 2 ◀Ebene 1

1Esta Sátira la recibí sin otra carta alguna por el correo de Andalucía del dia 10 de este mes. Dióme gran cólera ver un piego tan abultado, y que tan caro me costaba, y estuve por devolvérselo al Cartero [472] sin abrirlo, discurriendo que era de un antiguo corresponsal mio, que ya gracias á Dios hace algunos meses que me dexa descansar. Pero, lo confieso, como mi curiosidad llega á tanto en punto de papeles, que tengo hecha una coleccion no pequeña de los que suelen venir envolviendo algo de la tienda (y á fe que hay en ellos cosas muy buenas); no pude reducirme á dexar de leer este pliego. Abrile despues de haberle arrojado dos ó tres veces al suelo: vi versos, comencé á leer; y desde luego dí por bien empleados, no solo el porte del pliego, sino tambien el mal rato que me habia hecho pasar. No sé si tendria parte en que me pareciesen tan bien el haberse desvanecido el disgusto de que me creia amenazado. Como quiera que sea el Público, á quien me parecen dignos de comunicarse, juzgará de su mérito.