El Censor: Discurso CXLVIII
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Discurso CXLVIII
Citazione/Motto
Qui sui quaestus causa fictas suscitant sententias.
Ennius Telamone, ap. Cicer. lib. I. de Divinat. cap. 58
Trafican en ficciones.
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Metatestualità
Creia yo al publicar mis dos ultimos Discursos que con solo poner á la vista de mis lectores los exemplos que inserté en ellos, excitaria una sublevacion general contra los libros de que son tomados. ¡Pero necio de mí! Ellos son los mas vulgares de quantos tenemos: Y aunque el vulgo es el que frecuenta mas su lectura, no hay empero hombre instruido que no tenga noticia de ellos, y de los infinitos absurdos que contienen, de los quales los que he entresacado son no mas que una muestra muy pequeña. Y con todo eso ellos son públicamente tolerados: ellos corren libremente, y no solo sin censura, pero aun con aprobacion de muchos, á quienes su estado obliga con mas particularidad á velar y cuidar de que la Religion se conserve intacta y pura. ¡Qué digo! su lectura se recomienda, y es casi la única, que algunos de estos creen conveniente para aquellos, á quienes pretenden guiar á la perfeccion.
Livello 3
Es sin duda injuriar atrozmente á la verdadera Religion quererla confirmar con embustes, y dice con mucha razon uno de nuestros mas acreditados Escritores, que no tiene bien asentada su fe quien piensa que las verdades divinas han menester del socorro de invenciones humanas. Mas quando estas invenciones son de tal naturaleza, que lexos de servir á la confirmacion de aquellas verdades, ó las contradicen, ó las desfiguran, y solo son propias para enervarlas para con unos, y para desacreditarlas y hacerlas ridículas para con otros; sus Autores entónces, sus fautores, y aun todos aquellos que asienten á ellas, son reos de una impiedad, no sé si diga mayor que la del que abiertamente se niega á toda religion, pero ciertamente mas perniciosa. Porque el Pueblo que rara vez, y nunca sin gran dificultad, se dexa llevar ácia la de la segunda especie, es sobremanera resbaladizo ácia la de la primera.
Darnos ideas sanas de la Divinidad, rectificándo las que se forma nuestra razon corrompida, y supliendo á su limitado alcance, este es el grande y primer objeto de la revelacion. Porque al conocimiento de Dioses consiguiente el de nosotros mismos, el de nuestras obligaciones, y el del culto que le es agradable. Así que nada es mas opuesto al espíritu de la Religion, que aquello que se dirige á corromper estas ideas, y restituirlas á la monstruosidad con que las concebia el deslumbrado Paganismo. ¿Y qual otro es el efecto natural de estas colecciones de milagros de que estamos inundados? No: no es lo peor que sean apócriphos todos, ó los mas de los hechos que en ellos se ofrecen como ciertos a la credulidad del vulgo ignorante. Son tambien por la mayor parte indignos de la Magestad de Dios á quien se atribuyen: injuriosos á sus Santos; y á propósito sobre manera para pervertir las costumbres, y adulterar el culto, autorizando el falso, el superfluo, el indecente.
Allí se ve á San Antonio de Padua ahora vencedor del mismo Sacramento del Altar: ahora trastornando todo el orden de la naturaleza sin necesidad, ni utilidad alguna, y solo por complacer á una muger que le amenaza con que no será mas su devota, si al plazo que le señala no le otorga lo que quiere: ahora autorizando con un prodigio el desarreglo de otra, y su obstinada resistencia á una voluntad justísima de su marido. A San Vicente Ferrer, este varon Apostólico, cuyas obras genuinas respiran modestia y humildad, se le representa, repartiendo al Pueblo reliquias de sí mismo en vida, y jactándose de sus milagros, que hace solo quando está de humor para ello, y como por capricho. No ménos vano y jactancioso se pinta á San Felipe Neri, en cuya boca se ponen expresiones, que parecieran mal en un hombre mundano de buena crianza. Hasta se celebra como de un varon venerable, un hecho, y un dicho que contradice abierta y derechamente nada ménos que uno de los preceptos del Decálogo. ¿Qué idea podrá formar el Pueblo de estos Santos Personages por acciones tales? ¿Quál de aquel que se le asegura haber hecho un uso extraordinario de su Omnipotencia para dar testimonio de la acceptacion que le mereciéron? ¿Qué moral deducirá de exemplos semejantes?
¿Qué pensará, por ex., que es la axcomunión, diciéndosele que un San Conzalo de Amarante pudo excomulgar á un pan, como si este fuese miembro de la Iglesia para poder ser separado de ella? ¿Con qué disposiciones creerá que debe acercarse á la tremenda mesa, leyendo que un San Bernardo manda recibir la Sacrosanta Eucaristía á un hombre que no cree en el Sacramento, y que este horrible sacrilegio sirvió al que le cometió para recibir la fe y la gracia de que carecia? ¿Mas qué mucho que tales desvarios y torpezas se atribuyan á los Santos de Dios, si á su Santísima Madre se la representa exerciendo un empleo de que se avergonzaria la muger mas abandonada, haciéndola encubridora de una Religion, que dexa su clausura para entregase por espacio de quince años á los mas torpes excesos? ¿Si se la hace autorizar con su exemplo el bárbaro y abominable uso de los duelos judiciales, reprobado por tantos Santos y condenado por tantos Concilios, como la cosa mas opuesta no solo á la piedad christiana, pero aun á las mismas leyes de la naturaleza? Si se la imputa . . . . . Pero apartemos los ojos de semejantes abominaciones. Ni nos detengamos á considerar quan agena es de un Dios infinitamente poderoso, sabio y bueno, esta vana y esteril ostentacion de poder, á que se reducen por lo comun estos milagros, que los hace tan desemejantes de los que nos refiere el Evangelio de Jesu-Christo, de los que en su nombre obráron despues los Apóstoles en prueba de su mision, y de los que por testimonios irrefragables nos consta haber hecho despues otros Santos, especialmente en los primeros tiempos de la Iglesia, en que eran mas necesarios. Dexemos digo estas y otras muchas consideraciones á que pudieran dar lugar. ¿Es hacer una pintura decente de la Vírgen Santísima representarla aplicando sus pechos á los labios del B. Guson: dando música á un monge en un Jardin1: corriendo las moscas con un abanico á un devoto2; ó lamentándose de que su Iglesia es vieja, y la peor del lugar3, qual se lamenta una niña de que sus juegos no son tan lindos como los de otras? ¿Es dar una idea competente de la Magestad Divina, atribuir al hijo de Dios vivo unas coplas de que se correria el mas inepto versificador: y pintarle embarazado con la azucena para descender á requebrar á una devota en los términos mas baxos y extravagantes; ó llevando la comida á la boca, y limpiando los labios á otro devoto, no ya para dar un exemplo de humildad, como quando lavó los pies á los Discípulos, sino solo para acariciarle?
No: las Divinidades de Homero y de Virgilio no son tan ridículas como aparece el Dios verdadero en unas Obras, que se dicen escritas para fomento de la piedad, y para su mayor gloria. Con quanto mas decoro y dignidad nos representa Horacio a su Júpiter,
. . . . .
¡Gran Dios! Simónides para definirte pide un dia, pide dos, pide quatro, y siempre doble tiempo del que se le ha concedido. Sin otro auxîlio que el de su razon descubre en tu naturaleza un mar inmenso de perfecciones, y quanto mas la medita, tanto mas se halla empeñado en un laberinto, de que no encuentra salida. ¡Y nosotros instruidos por tu misma voz no hay en nuestro caduco y limitado ser imperfeccion, flaqueza, pequeñez de que no te hagamos participante!
Citazione/Motto
. . . . . Qui res hominum . . . . .
Qui mare, & terras, variisque mundum,
Temperat horis4
. . . . .
Citazione/Motto
Qui terram inertem, qui mare temperat
Ventosum, & urbeis, regnaque tristia:
Divosque, mortaleisque turbas
Imperio regit unus aequo!5
Ventosum, & urbeis, regnaque tristia:
Divosque, mortaleisque turbas
Imperio regit unus aequo!5
Livello 4
Eteroritratto
Así olvidamos las magnificas y sublimes ideas que á cada página nos ofrece la escritura, de aquel, cuyas obras son perfectas, cuyas vias son todas llenas de justicia, que es fiel, distante de toda iniquidad, justo y recto6. . . . . De aquel, que es solo, fuera del qual no hay otro Dios; que es autor de la muerte y de la vida, que hiere y sana, de cuyo poder ninguno puede substraerse, y que levanta al Cielo su mano, y dice: Yo soy el que vivo eternamente7. . . . . De aquel, como el qual ninguno es Santo, pues que ni aun es alguno fuera de él, y no hay fuerza semejante á la suya8. . . . . De aquel, cuyos son los fundamentos de la ra, y que sobre ellos puso el Universo9. . . . . De aquel, que es grande y admirable en su poder, y á quien nadie puede aventajar: De aquel, á quien deben vir todas las criaturas, porque por solo su palabra fuéron hechas, por solo su espíritu fueron criadas, y á su voz no hay quien resista: De aquel, ante cuya faz los montes con las aguas serán commovidos hasta sus fundamentos, y las piedras se derretirán, como la cera10. El es mayor quien todo camina á su fin con un órden permanente: y todo obedece á su palabra. Por mas que multipliquemos los discursos, nos faltarán siempre las palabras; pero la suma de quanto puede decirse es, que él lo es todo. ¿Cómo podrémos alabarle dignamente, pues que el Todo-poderoso es sobre todas sus obras? El es terrible, extremadamente grande, y su poder maravilloso. Glorificándole quanto pudiereis, sobrepujará aun, ni su magnificencia puede ser bastantemente admirada. Bendiciéndole, exáltadle quanto es posible, porque es superior á toda alabanza. Llenaos de fuerza para alabarle, pues que nunca podréis comprenderle. ¿Quién podrá verle y representarle como es? ¿Y quién dirá su grandeza qual ella es desde el principio? Muchas obras suyas, que nos son ocultas, son mas grandes que las de que tenemos conocimiento, porque son pocas las que alcanza nuestra vista limitada. Pero el es quien hizo todas las cosas, y quien dá la sabiduría á los que obran bien11.
1Año Virgin. Tom. I. pág. 315.
2Año Virgin. Tom. I. pág. 55. y 321.
3Año Virgin. Tom. I. pág. 85.
4Horat. Carm. L. n. Od. XII. v. 14.
5Horat. Carm. L. III. Od. IV. v. 45.
6Deuteronom. XXXII. v. 4.
7Ibid. v. 39. 40.
8I. Regum. II. v. 2.
9Ibid. v. 8.
10Judith. XVI. v. 16. seq.
11Ecclesiastic. XLIII. v. 28. seq.