El Censor: Discurso CXXXVIII
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Nivel 1
Discurso CXXXVIII
Cita/Lema
. . . . . Ex fumo dare lucem.
Del humo denso de las contextaciones
Horat. A. P. v. 143.
Del humo denso de las contextaciones
Levantarse ha la luz de las verdades.
Nivel 2
Metatextualidad
En el Discurso antecedente se me pasó hacer al Señor Cura una prevencion muy necesaria para la formacion del Prólogo, con que espero honre á mi Obra. Sin embargo de lo que allí dixe podrá, ya que esto es indispensable y de la esencia de tales escritos, podrá, digo, si su moral se lo permite, decir todo lo que guste acerca de las razones que me moviéron á la publicacion de mis Discursos, y suponer todas las persuasiones, instancias, ruegos y aun importunidades que tenga por convenientes: y yo empeño desde ahora mi palabra de honor de no desmentirle sobre este particular en tiempo alguno.
Pero lo que de ningun modo consentiré es, que se me ponga de hinojos delante del piadoso, ó sea benévolo Lector, rogándole muy humildemente que perdone, ó disimule mis defectos. Eso no por vida mia: y si lo hiciere, lo protexto desde este mismo punto para entónces. No es esto porque juzgue á mi Obra exênta de imperfecciones: tiene sin duda muchas. Yo las conozco como qualquiera, y Discursos hay en ella que diera algo bueno porque no se hubiesen impreso. Pero ni por eso quiero jueces corrompidos, ni me aterran las censuras por rigurosas que sean. Porque ó estas recaen ó no recaen sobre verdaderos yerros: si lo primero ya sé que soy hombre: esto, es una inteligencia limitada y sujeta al error por naturaleza: si lo segundo quanto sean mas agrias y mas violentas, quanto estén concebidas en términos mas duros é injuriosos, tanto me harán mas honor, tanto mas harán brillar mi razon, y resaltar ó la mala fe y la injusticia, ó la ignorancia de mis críticos.
Por otra parte yo estoy bien cierto de que nada he escrito á que no precediese un exâmen tan detenido como el asunto lo pedia y las circunstancias y mi poco ó mucho talento me lo permitian; nada que no fuese con la mas sana intencion; nada en que el deseo del bien de mis conciudadanos no fuese el móvil único de mi pluma. Y en esta seguridad, satisfecho, como tambien lo estoy, de que no he dado fundamento razonable para que se atribuya á mala parte nada de quanto llevo estampado, tengo espíritu bastante para mirar con indiferencia quanto se piense mal de mí, y para no inquietarme por nada que pueda sobrevenirme. Porque yo siempre he creido, que la buena ó mala opinion de los hombres solo es un verdadero bien, ó un verdadero mal en quanto es conforme con la razon divina; y que la infamia, los tormentos, el cadalso, y la horca misma no son vergonzosos ni terribles, sino en quanto suponen un delito: de manera, que faltando éste considero todas estas cosas como unas simples calamidades, solamente temibles en el mismo sentido en que lo es una enfermedad violenta á que no haya dado causa un exceso culpable.
¿Y seria yo tan insensato, que emprendiendo una Obra en que iba á decir a mi nacion las verdades mas duras y mas nuevas para ella, á derrivar el trono que de largo tiempo ocupaban el error y la ignorancia y á quitar la máscara á los que se interesan en su defensa para á su sombra, y por su medio oprimir al resto del pueblo, no previese que me conciliaria de ellos un ódio inextinguible, y que me atraeria de su parte la guerra mas sangrienta? ¿Que no se omitiria medio de hacerme pasar ahora por un ignorante presumido, ahora por un enemigo del Estado y de nuestra constitucion, ahora por un fautor de la impiedad, ó quando ménos por un hombre de dudosa fé y de principios equívocos en punto de Religion?
Lo preví ciertamente; pero todo esto estuvo tan léjos de amedrentarme, que, si he de decir francamente la verdad al Señor Cura, nada me desanimaba tanto en los primeros tiempos en que publiqué mis Discursos, como el silencio y la indiferencia, con que me parecia recibirlos el Público. Sucedíame lo que á un Médico, que llamado en una apoplegía ve al doliente insensible á los causticos y sajaduras que le manda aplicar. Yo desesperaba, como él, de la curacion que intentaba: daba por perdido todo mi trabajo; y deploraba ya la suerte de mi amada patria, que en el letargo en que yacía me parecia condenada á perecer sin remedio. Los clamores que á poco tiempo se dexáron oir contra mi Obra hiciéron revivir mis esperanzas: alentáronlas las persecuciones, que luego se me suscitáron, y los esfuerzos que comenzáron á hacerse para obligarme á callar; y los muchos papeles que de un tiempo á esta parte se publican contra mí las confirman mas y mas. Yo los considero como gritos de un enfermo, que al paso que manifiestan el dolor que le causan las operaciones que se le hacen para su curacion, son una prueba de que volvió ya de su letargo, y la esperanza mas segura de que producirán el efecto deseado. Y aun creo que no conducirán poco para el logro del fin que yo me propongo. Lo cierto es, que semejantes contestaciones fuéron siempre las precursoras de las ciencias donde quiera que éstas han florecido. Fuéronlo entre los Griegos, fuéronlo entre los Romanos, y fuéronlo tambien en el siglo último entre los Franceses.
Es verdad que en ellas se procede á veces en una inteligencia equivocada de lo que ha dicho aquel contra quien se escribe, y otras se tuerce de intento su sentido, se truncan sus palabras, se le atribuyen maliciosamente ideas que jamas ha tenido, y se emplean todos los medios imaginables para deslumbrar al Público, y sorprender su voto. Pero esto mismo da ocasion para que el otro aclare los pasages, cuya obscuridad ha dado causa tal vez á la contestacion: para que desenvuelva mas sus ideas, y explique con mas extension sus pensamientos; y haciendo volver á los lectores sobre la especie, y meditarlia con mas atencion, la grava mas profundamente en el ánimo de muchos, en quienes su primera lectura no habria hecho sino una impresion muy ligera, y que acaso no habrian pasado en ella la consideracion. Es verdad que el fondo de la qüestion suele perderse de vista con freqüencia, y que en vez de razones suelen no presentarse al Público sino pullas groseras y personalidades odiosas: es verdad que casi nunca se lleva la mira de inquirir y manifestar la verdad, y de emendar los yerros agenos para que no se comuniquen á otros: es verdad que las mas veces no se aspira sino al triunfo ó á la apariencia del triunfo, y que éste se solicita sin reparar mucho ni al precio á que se compra, ni á la naturaleza de los medios que se emplean para lograrle. Pero siempre se puede aplicar á los debates de esta especie el dicho de un antiguo: ex privatis odiis respublica crescit. Siempre resultan grandes luces del choque de diversas opiniones sobre un mismo asunto: y siempre sirven de mucho para aclarar las materias los esfuerzos que hace cada Escritor para sostener su dictamen y combatir el de su contrario, y los razonamientos, las pruebas, las autoridades, que se emplean por una y otra parte. En una palabra, estas guerras pueden compararse á la calentura en el cuerpo humano, que no desordena la máchina sino para ordenarla, y que si la aflige por un tiempo, si perturba su armonía, si interrumpe sus funciones, no es sino para darla nuevo vigor, y destruir los principios de corrupcion que contenia.
Mas ya que comparaciones son pruebas, y de estas quantas mas mejor, pudieran tambien compararse al insensato mercader, que haciendo venir de las fabricas las piezas enteras de terciopelos, damascos, moeres, tercianelas, rasos, tafetanes, las divide en partes muy pequeñas, y ahora vende dos varas de un genero, ahora quatro del otro, para que difundiéndose así entre todos las manufacturas sean útiles al pobre y al rico, y cada qual pueda tomar aquello solamente que haya menester: al labrador incauto que distribuye el agua de un canal en pequeños arroyos, y luego en otros mas pequeños, para que no quede en su heredad terron que no participe de su beneficio: finalmente, al Gobierno poco advertido, que en vez de poner todo el oro y toda la plata y cobre que posee en gruesas barras, cada una de las quales bastase para una estatua colosal, le convierte en monedas pequeñísimas, que pudiendo representar toda suerte de valores faciliten los contratos, aceleren la circulacion, y den al comercio una actividad increible.
De manera, que segun esto el excitar en el Lector un deseo de instruirse mas á fondo es hacer nada ó casi nada. ¿Y de qué servirán sin este deseo los corpulentos volúmenes de los AA. que tratáron mas de propósito las materias? ¡Válgate Dios por libros corpulentos y qué partido tiene entre nosotros! No le tenian así entre los Griegos, entre quienes pasaba por proverbio: μέγα βίζλςστ, μέγα χαχότ: libro grande, grande mal. Ellos querian que el Autor de un libro, á modo de un Comadron, que no pare por la muger, sino que la ayuda á parir, no pensase por sus lectores, sino que los excitase y ayudase á pensar. Creian que lo primero servia solamente para llenar su memoria de especies enteramente agenas, y casi siempre mal digeridas, y que lo segundo era el modo de ilustrar sus entendimientos y hacerlos verdaderamente sabios.
Cierto es que adoptando tan erradas máxîmas no podian ménos de ser unos hombres superficiales, ó unos eruditos á la violeta. Mas yo quiero serlo como ellos, y aunque veo bien que en la mayor parte de los papeles que salen de un tiempo á esta parte ni se piensa, ni se hace pensar, con todo me complazco y me glorio de haber sido en cierto modo la causa de que se escribiesen y de haber suscitado en España esta fermentacion, cuyas buenas resultas se verán antes de mucho. En efecto son estos como unos ensayos de cosas mayores, y yo creo ver en ellos las escaramuzas con que un exército se prepara á las acciones completas y decisivas.
Nivel 3
Dícese que en los escritos, que se producen en tales contextaciones hacen sus Autores “como un buen labrador, que para sembrar su tierra parte antes el grano de trigo, cebada y algarroba, le muele, y luego cubre con todos juntos su heredad para que así fructifique con igual utilidad y á un mismo tiempo á los hombres, á los brutos, y á las aves: como un sastre industrioso que teniendo un buen surtido en su caxon de sedas, de bayetas, de paños, y sayales, hace un vestido con todos ellos de un enlace sólido y armonioso: como un gran General, á quien el Rey ha proveido de escogidas y lucidísimas tropas, que forma su campo de batalla, le divide en pequeños trozos, rasga las líneas y mezclando los ingenios con los caballos, los infantes con las máchinas, á todos con una misma voz los manda, los instruye y los dirige: como un diestro repostero, que para dar el punto á su cómpota entra en la despensa de su Señor, coje el pernil, el chorno, y el pichon, y juntándolo todo con sus almíbares, no dexa que desear ni del dulce mas delicado, ni del picante mas activo, ni del fricasé mas sazonado.”
Nivel 3
Tambien se dice que “aunque en semejantes escritos se toquen asuntos muy importantes y convenientes para la pública instruccion, se tratan tan ligeramente, que á lo mas dexan una leve tintura al lector, y un deseo de instruirse mas á fondo: lo que jamas podrán lograr si no se aplican á formarse en mas dilatados conocimientos procurando adquirirlos por principios y en AA. que los hayan tratando de propósito.”