Cita bibliográfica: Anonym (García de Cañuelo, Luis; Pereira, Luis Marcelino) (Ed.): "Discurso CVIII", en: El Censor, Vol.5\108 (1786), pp. 739-754, editado en: Ertler, Klaus-Dieter / Hobisch, Elisabeth (Ed.): Los "Spectators" en el contexto internacional. Edición digital, Graz 2011- . hdl.handle.net/11471/513.20.514 [consultado el: ].
[739] Nivel 1►
Discurso CVIII
Cita/Lema► Inde irae, & lacrymae . . . . .
Juv. Sat. I. v. 168.
Sátira que produzca iras y llantos. ◀Cita/Lema
Nivel 2► Nivel 3► Carta/Carta al director► “Muy Señor mio: noventa y ocho Discursos llevaba Vm. ya publicados, quando le pareció destilar uno, y bien corto, para la correccion de un vicio, contra el qual deberia Vm. haber dirigido casi todos. Aun no es Vm., segun se dice, el autor de la Sátira que contiene el Discurso XCIX, y, á lo que se puede colegir de la Carta [740] con que principia, parece fue necesario se le urgiese á Vm. en terminos bien vivos á fin de que la publicase. Despues acá no nos ha vuelto Vm. á decir tampoco ni una palabra sobre el asunto. ¿Qué es esto, Señor Censor, o Señor Don Quixote á lo filosofo? ¿Si será otra que la que Vm. nos dixo en su Discurso LXVIII, la Dulcinea, Señora de ese corazon? ¿Si habrá por ahí alguna alta y hermosa Princesa; ó si será alguna Duquesa, que se divierta con Vm., y que le haya favorecido como á la flor y nata de los Escritores andantes; aquella por cuyos respetos no haya Vm. querido acometer esta aventura, que parece estaba guardada para ese invencible brazo? Si asi no es, no sé qué otra cosa pueda Vm. alegar en su disculpa. Porque vamos claros, Señor mio, si es que Vm. trata sériamente de enmendar abusos de importancia, ninguno lo es, [741] ni puede serlo tanto como este. ¿Lo confesará Vm.; pero dirá que le ha faltado el valor, pues ha confesado, que en esto no se le parece mucho á D. Quixote? No lo creo. Si asi fuese, no se hubiera Vm. metido, ni se estuviera metiendo á cada paso en otras aventuras que no son menos peligrosas, y de las quales no es Vm. tan lerdo, que no conozca que lo único que tiene que esperar son palos y pedradas quando menos. ¿Lo confesará Vm.; pero tendrá este vicio por irremediable, á menos que no se dé el golpe, como Vm. dice, en otros que son sus causas, ó lo tendrá por irremediable absolutamente por via de sátiras é invectivas? No va Vm. muy fuera de camino en quanto á lo primero; mas si ha de valer esta razon, podia Vm. haber liado sus bártulos, y volverse á toda priesa, y calladitamente á meter en sus casillas. Mas supuesto [742] que no ha de valer, respondo á Vm. quanto á lo segundo, que aunque la citada Carta del Discurso XCIX empieza con estas palabras: Si la adjunta Sátira no corrige, será porque nuestros males no tienen remedio; yo le digo, que ni la tal Sátira corrige, ni corregirá, y que no por eso nuestros males dexan de tener remedio. Sí Señor; sanabilibus aegrotamur malis: y particularmente el de que se trata es sanable y muy sanable con el remedio de la sátira, y no quizá con otro alguno. Acuerdese Vm. de lo que nos tiene dicho en su Discurso VIII de la admirable eficia de este remedio. ¿Mas quién no vé, Señor Censor, que para que fuese tal, era necesario que fuese proporcionado á la gravedad del mal? De que la quina sea un excelente remedio contra las fiebres intermitentes, ¿inferirá alguno, que en qualquiera dosis que se ad-[743]ministre curará la terciana mas maligna? De que sea menester á veces para curar otra enfermedad sacar la sangre del cuerpo, ¿se seguirá que bastará siempre hacerlo de una sola gota, ó de una onza, pues que esto efectivamente es sacarla? ¿Quién no vé aqui un equívoco miserable? Yo siempre llamaré una buena sátira, como un buen remedio, á aquella que, todo considerado, es capaz de tener efecto.
Ni nos venga Vm. con el buen, ni con el mal gusto, si es que lo que intenta no es puramente lucir. Demás de que, Señor mio, si se considera bien se hallará que la principal de las leyes del buen gusto, y de donde se deriban las demás, es la utilidad, ó aptitud, ó verdadera, ó al menos menos aparente y verisimil de una cosa respecto de los fines á que se destina. Ni yo tendré jamás tampoco por bella, ni de buen [744] gusto una sátira incapáz de producir efecto. Comparemosla á una arma, y digame Vm. por su vida ¿si se podrá llamar hermosa y trabajada con buen gusto aquella que relativamente á otras, no es capáz de servir tan bien á la defensa, ó á la ofensa? Yo le confieso á Vm. que si se tratase solo de ahuyentar los importunos paxarillos, que picotean y dañan las frutas y flores de un hermoso jardin, sería muy suficiente para esto una escopetita muy ligera y primorosa, que no pudiendose cargar sino con solo mostacilla, los hiriese á ellos, y no lastimase los arboles ni las plantas. Quanto mas proporcionada, ó apta fuese esta escopeta para estos dos fines: quanto sus adornos, y los primores con que la trabajó el artífice tuviesen mas relacion con ellos, ó verdadera, ó á lo menos aparente, tanto sería mas bella ó hermosa, y de tanto mejor [745] gusto. Pero supongamos, que ó no pudiesen existir tales fines, ó, lo que equivale á lo mismo, fuesen ignorados ó desconocidos; digo, y aseguro, que todos tendrian la tal escopeta, como escopeta, no solo por inutil y mala, sino por fea, del mismo modo que otra qualquiera escopeta que no sirviese á los fines que sirven todas. De suerte, que si por ventura agradaba á alguno, sería no en quanto escopeta, sino en quanto era una imitacion de las verdaderas escopetas: razon por la qual agradan á los niños sus juguetes, aunque inutiles para los fines, respecto á los quales son utiles las cosas de que son imitaciones. Agradaria porque se maravillase el artificio ó trabajo dificil de la execucion: como agrada un ramillete cuyos adornos no tienen relacion alguna con el agrado del paladar. Agradaria por lo precioso de la materia, como los anillos de oro [746] y piedras de valor, que para ninguna otra cosa sirven, sino para estorbar el uso de los dedos, y afear las manos: ó como unas hevillas muy afiligranadas y de media vara, lo qual ninguna conexîon tiene con ajustar el zapato. Agradaria en fin por otras semejantes causas, que hacen á las cosas agradables hermosas ó bellas; pero ó solo en ínfimo grado, ó para aquellos meramente que no tienen formado el gusto, ó le tienen corrompido. Sí Señor, como en las obras de la Naturaleza, asi sucede en las del arte. Lo que las constituye hermosas ó bellas, y aun buenas, es la aptitud, utilidad, ó conformidad respecto á un fin: y tanto mas hermosas, mas bellas serán quanto esta aptitud sea mayor ó mas perfecta. Esto, me parece, es lo que encierra esta sentencia de Boyleau:
Rien n’est beau que le vrai.
nada es hermoso sino lo verdadero . . . . .
[747] Pero vea Vm. aqui que me he extraviado demasiado de mi asunto: permitame Vm. esta digresion en favor de mi aficion á filosofar sobre todo; y sea lo que fuere de lo dicho. Sea la tal Sátira excelente en el sér de sátira. No se lo discuto á Vm. Pero vuelvo á preguntarle: ¿trata Vm. de aprovechar, ó meramente de lucir? ¿Cree Vm. con seriedad que la tal Sátira es capáz de tener efecto, esto es, de herir á las personas contra quienes se dispara? Lo primero que se nos dice en ella es, que nadie tema su punzante aguijon, pues se persigue al vicio, no al vicioso. Hagame Vm. el favor de decirme: quien es este Caballero Vicio que ha de sentir sus heridas, sin que las sienta el que lo tiene. Para esto, Amigo mio, era excusado gastar la polvora en salvas, quiero decir, andar persiguiendo vicios, sin perseguir á los viciosos. Por-[748]que maldita de Dios la cosa que nos importa el que el mundo esté lleno de aquellos, como no hubiese ninguno de estos. Pero hablando seriamente, ¿no le parece á Vm. esta mucha metafísica para una sátira? Mejor diré: ¿no le parece á Vm. un miserable equívoco de la naturaleza, de aquellos que tienen al mundo lleno de los mas funestos errores, que no acabamos de conocer? La Universidad de Salamanca, decimos por exemplo, es sapientisima: sin embargo, no dexará jamás de serlo, aunque todos los de su Gremio y Claustro desde el primero hasta el ultimo fuesen, como es cosa posible, un atajo de ignorantes. ¿No me dirá Vm. quien es esta Universidad, distinta de sus Individuos? Nada: una fantasía, una idea que no existe fuera de nosotros. Pero de realizarla como se hace comunmente, ¿qué de absurdos y absurdos de [749] la mayor importancia no se siguen? Lo mismo le digo á Vm. ¿quién es el vicio, distinto de los viciosos? ¿Y cómo se podrá perseguir y herir á aquel, sin perseguir y herir á estos? Desengañemonos, Señor mio, que ó la sátira no es sátira, ó ha de herir á alguna ó á muchas personas de carne y hueso.
Pero me parece estoy oyendo á Vm. decir, que ya se dispara esta contra Alcinda y contra Fabio. Mas vuelvo á preguntarle: ¿quiénes son estos Señores? Yo los he buscado por todo Madrid, y nadie me ha dado razon de ellos. Dirá Vm. acaso, que Alcinda y Fabio son todos los que obran como ellos obran. Está muy bien. ¿Pero los hiere la Sátira? ¿Tiene esta la eficacia necesaria, ó para corregirlos á ellos, ó para preservar del contagio á los demás? Sin duda que no, Amigo mio. Y he aqui á mi entender la causa por [750] la que no enderezará Vm. mas tuertos que Don Quixote. Quando debia Vm. echar mano de un trabuco narangero con cada bala como una bola de balcon, se nos viene Vm. con una escopetita tan primorosa como la de que hablamos arriba; sin reparar el monstruo contra quien la usaba, que es impenetrable á tiros menos violentos. Hasta ahora no ha dado Vm. cima ni feliz acabamiento á ninguna de las aventuras que ha acometido, ni lo dará en adelante, mientras no use de armas de otro temple. Las de que ha usado Vm. hasta aqui, no debe de haberlas probado sino sobre alguna celada fabricada de cartones, que el mas ligero golpe era bastante para hacerla mil pedazos; y en esto mas que en otra cosa alguna, creo yo se parece Vm. á Don Quixote. Por otra parte debia Vm. saber, Señor mio, que las mas de las cabezas [751] de sus Lectores están hechas á prueba de sátira, y que no han menester celadas ni morriones para estar mas duras que si fuesen de acero colado. Asi que, Amigo, es menester hablarles clarito, claro, que entiendan lo que se les dice, y que no les quede genero alguno de duda. ¿Piensa Vm. que ellos saben quienes son las Julias, ni las Vascuñanas; quién es el Señor Himeneo, ni qué cosas son las nupciales teas y el velo conjugal? ¿Quién es la Señora Themis, ni las tristes víctimas contra las que mueve cruda (esto es, cruel, y no sin cocer, como mas de quatro habrán entendido) su brazo sobornado? ¿Quiénes son las Lucrecias, ni las Lais, los Señores Lylibeo, y Pyrene, ni quién es la preñada Gaditana que aporta á las orillas gálicas? Crea Vm. que mas de ocho no han venido en conocimiento del asunto de es-[752]ta Sátira, sino por estas ultimas palabras. No sé si por esta causa la Sátira debe ser escrita en estilo humilde, y se disputaba ya en tiempo de Horacio, si pertenecia á la Poesía. Lo que sé es, que mientras Vm. se nos ande con finuras ó delicadezas, lleve el diablo lo que adelantáre. Desengañese Vm., que siempre que no sea cada Sátira de las que Vm. use como un cañon de á veinte y quatro, que hienda, que rompa, que derribe, que destruya, que truene, que aterre, que haga estremecerse á todos; cuente Vm. con que todo lo demás es tiempo perdido.
Pero particularmente aquella de que Vm. haya de usar contra el vicio de que tratamos, es preciso que sea una Sátira Menippea, mordáz, cruel: una Sátira que, como dice Juvenal de las de Lucilio, avergüence, que saque los colores á la cara, que arranque iras [753] y lagrimas. Qualquiera otra Sátira es inutil. Y la razon es, porque como se dice en la del Discurso XCIX.
. . . . . Nuestras Julias
Mas que ser malas quieren parecerlo.
Pues ahora, si el efecto de la Sátira es retraer del vicio por el miedo de la infamia ó la ignominia, considere Vm. quanta acrimonia será menester que tenga la que ha de apartar del desorden á aquellas personas, que muy lejos de avergonzarse, se honran y se glorían con él.
Yo propondré á Vm. el plan de una que se me ocurre, en otra Carta: y asimismo le enviaré traducida en verso, si es que me sopla la Musa, la Oda (no la Sátira) de Horacio, de quien tomó Vm. el epígrafe que puso á dicho Discurso, la qual está un poco mas lastimera que la Sátira de que hablamos. Entonces conocerá Vm., [754] si por ventura no ha leído toda esta Oda, de quan funestas conseqüencias no es el vicio de que se trata: verá Vm. como á él atribuye Horacio todas las calamidades que afligian en su tiempo á la República y se desengañará, si contra lo que he supuesto en esta Carta, no lo creia Vm. asi, como de que por ello debia Vm. dirigir contra este desorden sus mas fuertes invectivas.
Nuestro Señor, &c.”
El Conde de las Claras. ◀Carta/Carta al director ◀Nivel 3 ◀Nivel 2 ◀Nivel 1