Discurso C Anonym (García de Cañuelo, Luis; Pereira, Luis Marcelino) Moralische Wochenschriften Elisabeth Hobisch Editor Julia Obermayr Editor Sabrina Rathausky Editor Katharina Tez Editor Institut für Romanistik, Universität Graz 24.06.2016 o:mws-104-562 Anonym: El Censor. Obra periódica. Madrid: 1781-1787, 589-610 El Censor 5 100 1786 Spanien Ebene 1 Ebene 2 Ebene 3 Ebene 4 Ebene 5 Ebene 6 Allgemeine Erzählung Selbstportrait Fremdportrait Dialog Allegorisches Erzählen Traumerzählung Fabelerzählung Satirisches Erzählen Exemplarisches Erzählen Utopische Erzählung Metatextualität Zitat/Motto Leserbrief Graz, Austria Spanish; Castilian Religion Religione Religion Religión Religion Sitten und Bräuche Costumi Manners and Customs Costumbres Mœurs et coutumes Spain -4.0,40.0

Discurso C

Tum demum ad animae curationem proficit medicina jejunii cum aostinentia jejunantis reficit esuriem indigentis.

S. Leo. Serm. de Jejun. Pentec.

Entonces aprovecha la medicina del ayuno la curacion del alma quando la abstinencia del que ayuna quita el hambre al necesitado.

Muy Señor mio: no podre explicar quanto me ha irritado la primera vez que lo lei, lo que Vm. dixo en su Discurso XCIV. Acerca de la Religion España. Porque me precio de buen Español, y me pareció que era aquello herirla en la parte mas sensible, y hacerla la injuria mas atróz que puede hacersela. Con todo, quando mas á sangre fria llegué á considerar las razones en que Vm. se funda, no dexaron de hacerme bastante impresion para no poder apartar de la imaginacion este asunto. Y á fuerza de meditar en él, á fuerza de observar, le confieso á Vm. que si no estoy del todo persuadido, á lo menos me falta muy poco en el dia para pensar tan tristemente como Vm.

Quantas mas reflexîones hago, quanto mas extiendo mis observaciones sobre la vida, y modo comun de obrar de nuestros Christianos, tanto mas me admiro de la confianza con que nos jactamos de nuestra adhesion á la Fé de Jesu-Christo. Todo me confirma en la sospecha que ha manifestado Vm. en aquel Discurso: todo me inclina á creer, que bien le-xos de conservarse aqui el Christianismo en toda su pureza, no puede hallarse en estado mas deplorable. Sobre todo, quando considero los fines que se propuso la Iglesia, destinando desde los tiempos Apostolicos esta porcion del año á la mortificacion y á la penitencia, y los comparo al modo con que nosotros correspondemos á ellos, me parece que nuestra Religion es una Religion de Teatro, y que somos Christianos en el mismo sentido en que nuestros Representantes son Alexandro, Semiramis, &c. en nuestras Comedias.

¿Qué digo? A pesar de todas las inverisimilitudes de la Fabula, de todos los defectos del Drama, de todas las impropiedades en el trage, en la accion, en el gesto, en la decoracion, en la escena, que desmienten á los ojos de los Espectadores el nombre, que éstos se toman, creo que nosotros representamos con menos propiedad todavía el papel de Christianos. Nosotros cumplimos con el ayuno que la Iglesia nos prescribe al modo que una Comedianta desempeña el enojo que pide tal vez su papel con solo levantar el grito, y mover con aceleracion el avanico. Nos humillamos en estos dias santos á la manera que llora otra quando es menester y lo pide el paso, acercando el pañuelo á los ojos, y recitando con una cara de rosas en tono de plañidera.

En efecto, ¿es por ventura una demostracion mas propia de humillacion que aquella pena, dexar por unas pocas horas los coches y las carrozas para ostentar las ricas sillas, las vistosas libreas, los briosos caballos, los magnificos jaeces? ¿Y de qué otra manera pudieramos desahogar mas bien nuestra vanidad, haciendo alarde en una ocasion extraordinaria de nuestro poder y riqueza? No es incomparablemente mayor la idéa que nos ofrece de lo uno y de lo otro, y aun de orgullo y altivez un hombre, quando oprimiendo un sobervio alazan cubierto de seda y oro, pasea magestuosamente las calles seguido de un numeroso y brillante cortejo, que quando por entre cristales le descubrimos en el fondo de su carroza mas primorosa? ¿ó una Dama quando en vez de los brutos de que solia hacerse conducir, la vemos oprimiendo los hombros humanos? Pero la misma Iglesia se viste de gala en este dia. Sí: y las nuestras corresponden admirablemente al espiritu de las suyas: satisfacer de un modo extraordinario la mas dañosa de nuestras pasiones, es sin duda el verdadero modo que la Religion nos dicta, de celebrar la libertad del genero humano, consumada con la muerte del Hijo de Dios, que estos dias nos traen á la memoria.

Pues, ¿y nuestro ayuno tiene algo de comun con el que ordena la Iglesia, con el que conviene á unos verdaderos Christianos, y no es mas bien una pura ceremonia? Dexo ya la relaxacion y las modificaciones, que una costumbre demasiadamente extendida y arraigada introduxo, y que la misma Iglesia tolera. Bien que si nuestro espiritu fuese conforme al de esta buena Madre, lexos de abroquelarnos con semejante costumbre, nos levantariamos esforzadamente contra ella, y dexaria de serlo bien en breve. Pero estas dificultades que inventamos cada dia sobre el cumplimiento de este precepto, estas sutilezas con que procuramos atenuarle ó evadirle, esta cuenta exacta de las edades, estos insomnios, estas debilidades, esta delicadeza afectada de temperamento, estas indisposiciones de que nos restablecemos al momento que perjudican á nuestro interés y aun á nuestra diversión, este jactarnos de qualquiera causa, ó sea pretexto para dispensarnos de su observancia, ¿no son unas pruebas bien poco equivocas de que no ayunamos por santificarnos sino por cumplimiento, y por conformarnos al uso; porque seamos Christianos, sino para que nos tengan por tales? ¿Quién buscaria sino razones, quien haria valer las que inventaron otros para persuadir, que tales y tales cosas no están comprehendidas en la prohibicion? ¿Quién disputaria sobre si es licito exceder de este, ó aquel numero de onzas en la colacion, ó usar entre dia de licores? Como si la intencion de la Iglesia no fuese que nos mortifiquemos no menos por la sed que por el hambre. ¿Quién no se horroriza de estas mesas, en las quales nos abstenemos, á la verdad de los manjares prohibidos; pero les substituimos otros de mayor precio, mas exquisitos, mas delicados, que irritan mas el apetito, y lisongean mas el paladar, y usamos de ellos con la misma profusion que en los tiem-pos de licencia? Como si el ayuno consistiese tan solo en abstenerse de ciertas cosas, y no en excluir todas las que sirvan al regalo, y en usar sobriamente de las demás: como si pudiese darse, donde no hay verdadera mortificacion, donde la carne no sufre; y como si este luxo de que le acompañamos no le privase de una de sus principales utilidades, y de una de las mas esenciales condiciones que debe tener segun la intencion de la Iglesia, que consiste en ahorrar una parte de lo que solemos gastar en la comida para distribuirlo á los pobres. ¿Cómo seria, en fin, posible, que este diezmo de nuestra vida se distinguiese unicamente de toda la restante en la diversidad de placeres á que nos entregamos? ¿Qué en vez de privarnos en el aun de las diversiones permitidas, en vez de expiar los deslices que no pueden menos de habernos hecho padecer, no hiciesemos sino variar algunas de las mas delinqüentes, qual si quisiesemos no mas que prevenir el tedio que su continuacion debe producir naturalmente? ¿Qué la ambicion, la avaricia, el orgullo, la envidia, el espiritu de venganza, y por decirlo de una vez todas las pasiones obrasen en nosotros con no menor ímpetu, y nos arrastrasen del mismo modo en este tiempo que en el resto de nuestros dias? Como si valiese algo un cuerpo vacío de comida, con una alma llena de delitos: un semblante palido con la abstinencia, y un corazon livido con el odio y con la envidia: una boca que se abstiene de la carne de los animales, y una lengua que despedaza los miembros de sus mismos hermanos: en una palabra, como si huir del pecado, y sus ocasiones no fuese lo que constituye principalmente el verdadero ayuno.

Ayuna para no pecar: ayuna para dár: ayuna para recibir. He aqui el ayuno de un Christiano que no lo es solo en el nombre: un ayuno que afligiendo al cuerpo dome la carne; abata el imperio de las pasiones, rompa los lazos que nos atan la iniquidad, y disminuya el impulso ácia las cosas terrenas, con que la materia aparta de su Criador al espiritu que la está unido: un ayuno que nos ponga en estado de hacer mas bien al proximo socorriendole en sus necesidades, con lo que con él cercenamos á nuestro sustento, un ayuno que aplaque la ira de Dios, concitada con las violaciones de su Ley Santa, y que nos haga dignos de los bienes celestes, con la privacion de algunos de los terrenos: en suma un ayuno que haciendonos participes de la Cruz de Jesu-Christo nos prepare dignamente para la celebracion de la Pasqua, y para alimentarnos de su cuerpo. Tal fue el ayuno por el qual Moysés detuvo el brazo de Dios levantado sobre su Pueblo; por el qual Daniél obtuvo las mas sublimes revelaciones; por el qual Elias logró abrir, y cerrar el Cielo á su voluntad. Tal es el que consagrado en la persona de Jesu-Christo, que quiso autorizarle con su exemplo, prescribe la Iglesia desde sus primeros tiempos á sus hijos. ¡Y oh! ¡con quánta alegria nos prestariamos nosotros á sus intenciones si lo fuesemos verdaderamente! ¿con quánto reconocimiento recibiriamos tan fuertes armas como nos ofrece para nuestra defensa! ¡cómo ungiriamos nuestras cabezas en estos dias santos, en estos dias favorables, en estos de victoria y de triunfo! ¡Pero ah! ellos no son para nosotros sino lo que es una brebe, é involuntaria ausencia para un joven locamente enamorado. Preparase para ella soltando los diques á su pasion, entregandose todo á su objeto, y como procurando desquitarse anticipadamente de la privacion que vá á padecer. Pasala maldiciendo en lo profundo de su corazon á quien la causa, no piensa sino en los medios de frustrar sus miras, procura acercarse del modo posible á su Dama, substituye á su presencia la de su retrato, á su conversacion su correspondencia. Vuelve, en fin á su Idolo con mayor impetu, y su pasion se desahoga con tanta mayor violencia, quanto ha estado mas contenida. Asi nosotros redoblamos al acercarse este tiempo de penitencia los placeres y sensualidades, recompensandonos con usuras de aquellas pocas de que hemos de abstenernos por unos dias; y quando parece que debiamos estar ya fatigados de los mismos deleytes, procuramos aun dilatar el terrible plazo en que una ley importuna nos ha de separar de algunos de ellos. Llega á pesar nuestro este plazo, y ya que el bien parecer, y la costumbre nos precisa á conformarnos en lo exterior con esta ley, buscamos con ansia los medios de eludirla: remplazamos los placeres de que nos priva expresamente con otros no menos opuestos á su espiritu: y nos apresuramos á recibir y convertir en costumbres que encubran su deformidad, todas las violaciones de que nos dán exemplo los mas atrevidos. ¿Y cómo es posible de esta suerte que nuestra penitencia produzca los saludables efectos que se propusieron sus santos establecedores? ¿qué salgamos de ella con un espiritu de compuncion? ¿que nos reciba la Pasqua mas desprendidos de las cosas del suelo, mas dispuestos al exercicio de la virtud? Nuestras pasiones no han sido mortificadas, sí solo un tanto comprimidas. Es, pues, consiguiente que obren con una nueva fuerza en el momento que recobran su libertad, y que una institucion, que solo se dirige á hacernos mejores, nos haga por el contrario peores aun de lo que eramos. Yo pienso, Señor Censor, que esto sucede con todas las prácticas, y ob-servancias religiosas, quando no las aníma el espiritu de religion, y se convierten en puras ceremonias. Y si esto es asi, subscribe desde luego á muchas cosas que á primera vista le ofendieron en los Discursos de Vm. este su seguro servidor y Capellan que B. á Vm. L. M.”

Yo quisiera que el Autor de esta otra Carta que sigue, emplease su pluma en asuntos de mayor importancia. Para animarle á hacerlo, y por ser el que trata asunto del dia la publíco: por lo demás, yo no hallo motivo para condenar una costumbre que él mismo califica de immemorial, aunque no la tengo por fundada en motivo alguno sólido.

  . . . . . Pura a cum veste venite,Ec manibus puris sumite fontis auqam.

Tibul. Eleg. I.

Señor Censor: busco la autoridad de Vm. para ponerme á cubierto de los insultos que preveo esta Semana Santa. No piense Vm. que soy algun marido quejoso (como el de la Carta publicada en su papel de 9. de este mes) acosado de alguna muger imprudente, que siendo yo un pobre Menestral, inste sobre que me he de hacer una casaca de terciopelo, con su bota de puzó ó punzón para lucirlo, como si fuera el Grande mas encopetado. No señor. No tengo muger, ni soy Menestral; soy un Pedro Fernández. Presbítero; pero aun me está escociendo cierta proposicion en tono censorio, que el Jueves Santo pasado me dixo un Señor muy maduro, sin que el respeto del lugar sagrado, en que me hallaba, me permitiese otro recurso que callar. Es el caso, que visitando yo los Templos, segun es costumbre en la tarde de dicho Jueves, fui á tomar agua bendita, y como si hubiera ido á cometer el sacrilegio mas grande, tiróme mi buen viejo del manteo, diciendome con la gravedad correspondiente á sus canas, que eran muchas: Es posible que un Sacerdote haya de ignorar que en estos dias no se puede tomar agua bendita. Sorprendiome de tal manera este insulto que me quedé suspenso, sin poder resolverme á practicar aquel acto de humildad y devocion. Vineme á casa, y comencé á cabilar sobre el asunto:decia en mi interior: ¿es posible qué uno de los Sacramentales por medio de los que se nos perdonan los pecados leves, haya de perder su virtud en un tiempo en que parece debia tenerla mas eficáz? Y si no la pierde, ¿qué motivo puede haber para privarnos en tan santos dias de este recurso saludable? ¿La Iglesia, Madre piadosísima, atenta siempre á la felicidad de sus hijos, les ha de suspender este consuelo en unos dias, en que tan al vivo les representa para su edificaoion los Misterios mas sublimes, empeñando á todos en las contemplaciones mas piadosas, en los mayores sentimientos de gratitud ácia el Autor de nuestra vida, y en los mas eficaces propositos de procurar purificarse por quantos medios ha proporcionado la Divina misericordia? No, no me parece muy conforme al espiritu de esta Madre piadosîsima, una suspension que tiene visos de crueldad: me resuelvo, pues, á creer que mi buen viejo está engañado como otros muchísimos. Asi juzgaba yo, pero nunca, enteramente satisfecho, al vér que para ser error, y error tan interesante y garrafal, está muy cundido en todo genero de personas y estados. Resolvi, en fin, buscar la suspension, ó prohibicion de tomar agua bendita en los dias Jueves, Viernes y Sabado Santo, persuadido á que sino la hallaba podia licitamente tomarla del mismo modo que los demás dias, pues para esto hay muchas razones, y ninguna en contra, si no se quiere hacer merito de una costumbre tan arraygada, que puede llamarse immemorial.

Comencé, pues, á registrar libros, y ví que el uso de purificarse con agua á la entrada del Templo es tan antiguo, que no reconoce origen; por todas partes, y en todos tiempos hallaba testimonios de esta práctica; los Griegos, los Romanos, los Hebreos, todos me suministran infinitas ocasiones de hecharla de erudito en este papel; los versos de Virgilio, Ovidio y otros eran tan abundantes que se encontraban. En esta confusion resolvi no hacer uso de autoridad alguna de esta especie, y registrar como mas autorizado, y mas propio del asunto, el Ritual Romano, donde era muy re-gular se previniese, que despues de la procesion del Jueves Santo, se quitase la agua bendita de las pilas. En efecto, registrele, y no hallé tal prevencion, antes bien recomienda el uso del agua bendita á todos los Fieles para que usen de ella todos los dias; quotidie utatur. Alexandro I. mandó que se conservase perpetuamente en la Iglesia perpetuo aservaretur; y San Eusebio dice, que todos omnes se purifiquen con esta agua. Con la misma, generalidad se explica el Papa San Leon Magno, en los versos que puso en la pila de un Templo que dedicó á San Pablo.

Quisque suis meritis veneranda sacra-ria PauliIngrederis, suplex ablue fonte manus.

No traduzco estos versos porque el traducir dicen por ahi que lo hace qualquiera.

Ahora bien, Señor Censor, si el Ritual dice que se puede tomar agua bendita todos los dias quotidie; Ale-xandro I. que se guarde perpetuamente perpetuo; y San Eusebio y San Leon que todas las personas omnes, quisque, preguntó, ¿qué motivo hay para restringir estos terminos generalísimos? La excepcion no se debe suponer, ni está la presuncion á favor suyo: es necesario que se demuestre; ¿dónde se halla, pues, la excepcion de los dias Jueves, Viernes y Sabado Santo? ¿Quién ha puesto entredicho á la pila de la agua bendita, en unos dias en que parece debia levantarse para la Iglesia? Esta pena ó castigo, que no seria estraño se suspendiese atendiendo á los grandes Misterios que se representan en semejantes dias, aun quando hubiese habido causa para el entredicho, ¿se ha de fulminar contra esta saludable fuente, aun quando no haya mediado crimen alguno? Fuera de esto, no es de omitir que la misma Iglesia usa del agua bendita en el Sabado Santo mucho antes de la Gloria; esto es, al ir á bendecir el Cirio Pasqual: rociará, dice la Rubrica, tres veces con agua bendita los granas y fuego diciendo en voz baxa : Asperges, &c.

Reflexiones Vm: pues, Señor Censor acerca de esta materia, que no me parece despreciable, ni agena del tiempo; si logro que Vm. se persuada igualmente que yo, á que mi buen viejo es un fanatico, sirvase Vm. en fuerza de su empleo censorio anatematizarle como tal y en su cabeza al vulgo de hombres y mugeres, viejos y mozos, sin letras y letrados, que de toda esta familia se compone el immenso y profano vulgo; á cuya vista, y contemplando yo á Vm. tamañico, me persuado, ó á que se engañó el que dixo: nec Hercules contra duo, ó que Vm. tiene mas espiritu que muchos Hercules: si asi fuere Dios se lo conserve (y no vivirá pocos años) hasta desterrar las malas Comedias, los ridiculos Villan-cicos, el Bolero, &c. &c.

Madrid 15. de Marzo de 1786.

Pedro Fernandez, Presbítero.

Discurso C Tum demum ad animae curationem proficit medicina jejunii cum aostinentia jejunantis reficit esuriem indigentis. S. Leo. Serm. de Jejun. Pentec. Entonces aprovecha la medicina del ayuno la curacion del alma quando la abstinencia del que ayuna quita el hambre al necesitado. “Muy Señor mio: no podre explicar quanto me ha irritado la primera vez que lo lei, lo que Vm. dixo en su Discurso XCIV. Acerca de la Religion España. Porque me precio de buen Español, y me pareció que era aquello herirla en la parte mas sensible, y hacerla la injuria mas atróz que puede hacersela. Con todo, quando mas á sangre fria llegué á considerar las razones en que Vm. se funda, no dexaron de hacerme bastante impresion para no poder apartar de la imaginacion este asunto. Y á fuerza de meditar en él, á fuerza de observar, le confieso á Vm. que si no estoy del todo persuadido, á lo menos me falta muy poco en el dia para pensar tan tristemente como Vm. Quantas mas reflexîones hago, quanto mas extiendo mis observaciones sobre la vida, y modo comun de obrar de nuestros Christianos, tanto mas me admiro de la confianza con que nos jactamos de nuestra adhesion á la Fé de Jesu-Christo. Todo me confirma en la sospecha que ha manifestado Vm. en aquel Discurso: todo me inclina á creer, que bien le-xos de conservarse aqui el Christianismo en toda su pureza, no puede hallarse en estado mas deplorable. Sobre todo, quando considero los fines que se propuso la Iglesia, destinando desde los tiempos Apostolicos esta porcion del año á la mortificacion y á la penitencia, y los comparo al modo con que nosotros correspondemos á ellos, me parece que nuestra Religion es una Religion de Teatro, y que somos Christianos en el mismo sentido en que nuestros Representantes son Alexandro, Semiramis, &c. en nuestras Comedias. ¿Qué digo? A pesar de todas las inverisimilitudes de la Fabula, de todos los defectos del Drama, de todas las impropiedades en el trage, en la accion, en el gesto, en la decoracion, en la escena, que desmienten á los ojos de los Espectadores el nombre, que éstos se toman, creo que nosotros representamos con menos propiedad todavía el papel de Christianos. Nosotros cumplimos con el ayuno que la Iglesia nos prescribe al modo que una Comedianta desempeña el enojo que pide tal vez su papel con solo levantar el grito, y mover con aceleracion el avanico. Nos humillamos en estos dias santos á la manera que llora otra quando es menester y lo pide el paso, acercando el pañuelo á los ojos, y recitando con una cara de rosas en tono de plañidera. En efecto, ¿es por ventura una demostracion mas propia de humillacion que aquella pena, dexar por unas pocas horas los coches y las carrozas para ostentar las ricas sillas, las vistosas libreas, los briosos caballos, los magnificos jaeces? ¿Y de qué otra manera pudieramos desahogar mas bien nuestra vanidad, haciendo alarde en una ocasion extraordinaria de nuestro poder y riqueza? No es incomparablemente mayor la idéa que nos ofrece de lo uno y de lo otro, y aun de orgullo y altivez un hombre, quando oprimiendo un sobervio alazan cubierto de seda y oro, pasea magestuosamente las calles seguido de un numeroso y brillante cortejo, que quando por entre cristales le descubrimos en el fondo de su carroza mas primorosa? ¿ó una Dama quando en vez de los brutos de que solia hacerse conducir, la vemos oprimiendo los hombros humanos? Pero la misma Iglesia se viste de gala en este dia. Sí: y las nuestras corresponden admirablemente al espiritu de las suyas: satisfacer de un modo extraordinario la mas dañosa de nuestras pasiones, es sin duda el verdadero modo que la Religion nos dicta, de celebrar la libertad del genero humano, consumada con la muerte del Hijo de Dios, que estos dias nos traen á la memoria. Pues, ¿y nuestro ayuno tiene algo de comun con el que ordena la Iglesia, con el que conviene á unos verdaderos Christianos, y no es mas bien una pura ceremonia? Dexo ya la relaxacion y las modificaciones, que una costumbre demasiadamente extendida y arraigada introduxo, y que la misma Iglesia tolera. Bien que si nuestro espiritu fuese conforme al de esta buena Madre, lexos de abroquelarnos con semejante costumbre, nos levantariamos esforzadamente contra ella, y dexaria de serlo bien en breve. Pero estas dificultades que inventamos cada dia sobre el cumplimiento de este precepto, estas sutilezas con que procuramos atenuarle ó evadirle, esta cuenta exacta de las edades, estos insomnios, estas debilidades, esta delicadeza afectada de temperamento, estas indisposiciones de que nos restablecemos al momento que perjudican á nuestro interés y aun á nuestra diversión, este jactarnos de qualquiera causa, ó sea pretexto para dispensarnos de su observancia, ¿no son unas pruebas bien poco equivocas de que no ayunamos por santificarnos sino por cumplimiento, y por conformarnos al uso; porque seamos Christianos, sino para que nos tengan por tales? ¿Quién buscaria sino razones, quien haria valer las que inventaron otros para persuadir, que tales y tales cosas no están comprehendidas en la prohibicion? ¿Quién disputaria sobre si es licito exceder de este, ó aquel numero de onzas en la colacion, ó usar entre dia de licores? Como si la intencion de la Iglesia no fuese que nos mortifiquemos no menos por la sed que por el hambre. ¿Quién no se horroriza de estas mesas, en las quales nos abstenemos, á la verdad de los manjares prohibidos; pero les substituimos otros de mayor precio, mas exquisitos, mas delicados, que irritan mas el apetito, y lisongean mas el paladar, y usamos de ellos con la misma profusion que en los tiem-pos de licencia? Como si el ayuno consistiese tan solo en abstenerse de ciertas cosas, y no en excluir todas las que sirvan al regalo, y en usar sobriamente de las demás: como si pudiese darse, donde no hay verdadera mortificacion, donde la carne no sufre; y como si este luxo de que le acompañamos no le privase de una de sus principales utilidades, y de una de las mas esenciales condiciones que debe tener segun la intencion de la Iglesia, que consiste en ahorrar una parte de lo que solemos gastar en la comida para distribuirlo á los pobres. ¿Cómo seria, en fin, posible, que este diezmo de nuestra vida se distinguiese unicamente de toda la restante en la diversidad de placeres á que nos entregamos? ¿Qué en vez de privarnos en el aun de las diversiones permitidas, en vez de expiar los deslices que no pueden menos de habernos hecho padecer, no hiciesemos sino variar algunas de las mas delinqüentes, qual si quisiesemos no mas que prevenir el tedio que su continuacion debe producir naturalmente? ¿Qué la ambicion, la avaricia, el orgullo, la envidia, el espiritu de venganza, y por decirlo de una vez todas las pasiones obrasen en nosotros con no menor ímpetu, y nos arrastrasen del mismo modo en este tiempo que en el resto de nuestros dias? Como si valiese algo un cuerpo vacío de comida, con una alma llena de delitos: un semblante palido con la abstinencia, y un corazon livido con el odio y con la envidia: una boca que se abstiene de la carne de los animales, y una lengua que despedaza los miembros de sus mismos hermanos: en una palabra, como si huir del pecado, y sus ocasiones no fuese lo que constituye principalmente el verdadero ayuno. Ayuna para no pecar: ayuna para dár: ayuna para recibir. He aqui el ayuno de un Christiano que no lo es solo en el nombre: un ayuno que afligiendo al cuerpo dome la carne; abata el imperio de las pasiones, rompa los lazos que nos atan la iniquidad, y disminuya el impulso ácia las cosas terrenas, con que la materia aparta de su Criador al espiritu que la está unido: un ayuno que nos ponga en estado de hacer mas bien al proximo socorriendole en sus necesidades, con lo que con él cercenamos á nuestro sustento, un ayuno que aplaque la ira de Dios, concitada con las violaciones de su Ley Santa, y que nos haga dignos de los bienes celestes, con la privacion de algunos de los terrenos: en suma un ayuno que haciendonos participes de la Cruz de Jesu-Christo nos prepare dignamente para la celebracion de la Pasqua, y para alimentarnos de su cuerpo. Tal fue el ayuno por el qual Moysés detuvo el brazo de Dios levantado sobre su Pueblo; por el qual Daniél obtuvo las mas sublimes revelaciones; por el qual Elias logró abrir, y cerrar el Cielo á su voluntad. Tal es el que consagrado en la persona de Jesu-Christo, que quiso autorizarle con su exemplo, prescribe la Iglesia desde sus primeros tiempos á sus hijos. ¡Y oh! ¡con quánta alegria nos prestariamos nosotros á sus intenciones si lo fuesemos verdaderamente! ¿con quánto reconocimiento recibiriamos tan fuertes armas como nos ofrece para nuestra defensa! ¡cómo ungiriamos nuestras cabezas en estos dias santos, en estos dias favorables, en estos de victoria y de triunfo! ¡Pero ah! ellos no son para nosotros sino lo que es una brebe, é involuntaria ausencia para un joven locamente enamorado. Preparase para ella soltando los diques á su pasion, entregandose todo á su objeto, y como procurando desquitarse anticipadamente de la privacion que vá á padecer. Pasala maldiciendo en lo profundo de su corazon á quien la causa, no piensa sino en los medios de frustrar sus miras, procura acercarse del modo posible á su Dama, substituye á su presencia la de su retrato, á su conversacion su correspondencia. Vuelve, en fin á su Idolo con mayor impetu, y su pasion se desahoga con tanta mayor violencia, quanto ha estado mas contenida. Asi nosotros redoblamos al acercarse este tiempo de penitencia los placeres y sensualidades, recompensandonos con usuras de aquellas pocas de que hemos de abstenernos por unos dias; y quando parece que debiamos estar ya fatigados de los mismos deleytes, procuramos aun dilatar el terrible plazo en que una ley importuna nos ha de separar de algunos de ellos. Llega á pesar nuestro este plazo, y ya que el bien parecer, y la costumbre nos precisa á conformarnos en lo exterior con esta ley, buscamos con ansia los medios de eludirla: remplazamos los placeres de que nos priva expresamente con otros no menos opuestos á su espiritu: y nos apresuramos á recibir y convertir en costumbres que encubran su deformidad, todas las violaciones de que nos dán exemplo los mas atrevidos. ¿Y cómo es posible de esta suerte que nuestra penitencia produzca los saludables efectos que se propusieron sus santos establecedores? ¿qué salgamos de ella con un espiritu de compuncion? ¿que nos reciba la Pasqua mas desprendidos de las cosas del suelo, mas dispuestos al exercicio de la virtud? Nuestras pasiones no han sido mortificadas, sí solo un tanto comprimidas. Es, pues, consiguiente que obren con una nueva fuerza en el momento que recobran su libertad, y que una institucion, que solo se dirige á hacernos mejores, nos haga por el contrario peores aun de lo que eramos. Yo pienso, Señor Censor, que esto sucede con todas las prácticas, y ob-servancias religiosas, quando no las aníma el espiritu de religion, y se convierten en puras ceremonias. Y si esto es asi, subscribe desde luego á muchas cosas que á primera vista le ofendieron en los Discursos de Vm. este su seguro servidor y Capellan que B. á Vm. L. M.” Yo quisiera que el Autor de esta otra Carta que sigue, emplease su pluma en asuntos de mayor importancia. Para animarle á hacerlo, y por ser el que trata asunto del dia la publíco: por lo demás, yo no hallo motivo para condenar una costumbre que él mismo califica de immemorial, aunque no la tengo por fundada en motivo alguno sólido. . . . . . Pura a cum veste venite,Ec manibus puris sumite fontis auqam. Tibul. Eleg. I. Señor Censor: busco la autoridad de Vm. para ponerme á cubierto de los insultos que preveo esta Semana Santa. No piense Vm. que soy algun marido quejoso (como el de la Carta publicada en su papel de 9. de este mes) acosado de alguna muger imprudente, que siendo yo un pobre Menestral, inste sobre que me he de hacer una casaca de terciopelo, con su bota de puzó ó punzón para lucirlo, como si fuera el Grande mas encopetado. No señor. No tengo muger, ni soy Menestral; soy un Pedro Fernández. Presbítero; pero aun me está escociendo cierta proposicion en tono censorio, que el Jueves Santo pasado me dixo un Señor muy maduro, sin que el respeto del lugar sagrado, en que me hallaba, me permitiese otro recurso que callar. Es el caso, que visitando yo los Templos, segun es costumbre en la tarde de dicho Jueves, fui á tomar agua bendita, y como si hubiera ido á cometer el sacrilegio mas grande, tiróme mi buen viejo del manteo, diciendome con la gravedad correspondiente á sus canas, que eran muchas: Es posible que un Sacerdote haya de ignorar que en estos dias no se puede tomar agua bendita. Sorprendiome de tal manera este insulto que me quedé suspenso, sin poder resolverme á practicar aquel acto de humildad y devocion. Vineme á casa, y comencé á cabilar sobre el asunto:decia en mi interior: ¿es posible qué uno de los Sacramentales por medio de los que se nos perdonan los pecados leves, haya de perder su virtud en un tiempo en que parece debia tenerla mas eficáz? Y si no la pierde, ¿qué motivo puede haber para privarnos en tan santos dias de este recurso saludable? ¿La Iglesia, Madre piadosísima, atenta siempre á la felicidad de sus hijos, les ha de suspender este consuelo en unos dias, en que tan al vivo les representa para su edificaoion los Misterios mas sublimes, empeñando á todos en las contemplaciones mas piadosas, en los mayores sentimientos de gratitud ácia el Autor de nuestra vida, y en los mas eficaces propositos de procurar purificarse por quantos medios ha proporcionado la Divina misericordia? No, no me parece muy conforme al espiritu de esta Madre piadosîsima, una suspension que tiene visos de crueldad: me resuelvo, pues, á creer que mi buen viejo está engañado como otros muchísimos. Asi juzgaba yo, pero nunca, enteramente satisfecho, al vér que para ser error, y error tan interesante y garrafal, está muy cundido en todo genero de personas y estados. Resolvi, en fin, buscar la suspension, ó prohibicion de tomar agua bendita en los dias Jueves, Viernes y Sabado Santo, persuadido á que sino la hallaba podia licitamente tomarla del mismo modo que los demás dias, pues para esto hay muchas razones, y ninguna en contra, si no se quiere hacer merito de una costumbre tan arraygada, que puede llamarse immemorial. Comencé, pues, á registrar libros, y ví que el uso de purificarse con agua á la entrada del Templo es tan antiguo, que no reconoce origen; por todas partes, y en todos tiempos hallaba testimonios de esta práctica; los Griegos, los Romanos, los Hebreos, todos me suministran infinitas ocasiones de hecharla de erudito en este papel; los versos de Virgilio, Ovidio y otros eran tan abundantes que se encontraban. En esta confusion resolvi no hacer uso de autoridad alguna de esta especie, y registrar como mas autorizado, y mas propio del asunto, el Ritual Romano, donde era muy re-gular se previniese, que despues de la procesion del Jueves Santo, se quitase la agua bendita de las pilas. En efecto, registrele, y no hallé tal prevencion, antes bien recomienda el uso del agua bendita á todos los Fieles para que usen de ella todos los dias; quotidie utatur. Alexandro I. mandó que se conservase perpetuamente en la Iglesia perpetuo aservaretur; y San Eusebio dice, que todos omnes se purifiquen con esta agua. Con la misma, generalidad se explica el Papa San Leon Magno, en los versos que puso en la pila de un Templo que dedicó á San Pablo. Quisque suis meritis veneranda sacra-ria PauliIngrederis, suplex ablue fonte manus. No traduzco estos versos porque el traducir dicen por ahi que lo hace qualquiera. Ahora bien, Señor Censor, si el Ritual dice que se puede tomar agua bendita todos los dias quotidie; Ale-xandro I. que se guarde perpetuamente perpetuo; y San Eusebio y San Leon que todas las personas omnes, quisque, preguntó, ¿qué motivo hay para restringir estos terminos generalísimos? La excepcion no se debe suponer, ni está la presuncion á favor suyo: es necesario que se demuestre; ¿dónde se halla, pues, la excepcion de los dias Jueves, Viernes y Sabado Santo? ¿Quién ha puesto entredicho á la pila de la agua bendita, en unos dias en que parece debia levantarse para la Iglesia? Esta pena ó castigo, que no seria estraño se suspendiese atendiendo á los grandes Misterios que se representan en semejantes dias, aun quando hubiese habido causa para el entredicho, ¿se ha de fulminar contra esta saludable fuente, aun quando no haya mediado crimen alguno? Fuera de esto, no es de omitir que la misma Iglesia usa del agua bendita en el Sabado Santo mucho antes de la Gloria; esto es, al ir á bendecir el Cirio Pasqual: rociará, dice la Rubrica, tres veces con agua bendita los granas y fuego diciendo en voz baxa : Asperges, &c. Reflexiones Vm: pues, Señor Censor acerca de esta materia, que no me parece despreciable, ni agena del tiempo; si logro que Vm. se persuada igualmente que yo, á que mi buen viejo es un fanatico, sirvase Vm. en fuerza de su empleo censorio anatematizarle como tal y en su cabeza al vulgo de hombres y mugeres, viejos y mozos, sin letras y letrados, que de toda esta familia se compone el immenso y profano vulgo; á cuya vista, y contemplando yo á Vm. tamañico, me persuado, ó á que se engañó el que dixo: nec Hercules contra duo, ó que Vm. tiene mas espiritu que muchos Hercules: si asi fuere Dios se lo conserve (y no vivirá pocos años) hasta desterrar las malas Comedias, los ridiculos Villan-cicos, el Bolero, &c. &c. Madrid 15. de Marzo de 1786. Pedro Fernandez, Presbítero.