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Zitiervorschlag: Anonym (García de Cañuelo, Luis; Pereira, Luis Marcelino) (Hrsg.): "Discurso XCV", in: El Censor, Vol.5\095 (1786), S. 497-509, ediert in: Ertler, Klaus-Dieter / Hobisch, Elisabeth (Hrsg.): Die "Spectators" im internationalen Kontext. Digitale Edition, Graz 2011- . hdl.handle.net/11471/513.20.501 [aufgerufen am: ].


[497] Ebene 1►

Discurso XCV

Zitat/Motto► Multa pudieitiae veteris vestigia.

Juv. Sat. VI. v. 14.

Del antiguo pudor, he aqui, vestigios. ◀Zitat/Motto

Ebene 2► Metatextualität► La siguiente Carta, sin mas firma ni mas fecha que como la doy á luz se puso en la Libreria de Esperanza el dia 5 del corriente, pidiendoseme la publicáse en uno de mis papeles. Yo me compadezco mucho de la suerte de mi corresponsal, aunque no tengo la fortuna de conocerle sino para servirle, y solo sé de él que es uno [498] de mis mayores apasionados, y que yo soy su amigo, y señor. No sé yo muy bien cómo anda esto de los matrimonios; pero á la verdad, es grán desgracia la suya en haber ido á dar justamente con una muger, que segun me informan mis amigos que han leído esta Carta, quizá no se encontraria en todo Madrid otra semejante, aunque se buscase á moco de candil, como suele decirse. ¿Pero qué remedio quiere que yo le dé en sus afanes, y en sus penas? A mí no se me ofrece otro que prescribirle sino la paciencia. Con el tiempo, y un poco trato de las Señoras cortesanas, verá que presto mi Señora Vizcayna (cuyo nombre ignoro, y C. P. B.) muda de conducta, y no la ha de conocer la madre que la parió, ni el marido que con ella se casó. Paciencia, Amigo, paciencia, y sobre todo silencio, y disimular; y conciba Vm. las mas seguras esperanzas, de que ha de suceder en breve lo que yo le pronosti-[499]co. Crea Vm. que las mugeres, y lo mismo los hombres, se cansan bien presto de ser singulares.

Ahora; en ningun modo le aconsejo á Vm. permita, ni disimule, que á mi Señora su hija si llega á nacer, y á crecer se la ponga un hábito. En esto ciertamente vá muy fuera de la razon mi Señora su madre futura. ¡Aun no ha nacido la pobre, y yá se la destina . . . . . ! Pero dexemos esto, que no tengo gana de meterme en teologías hondas. Solo diré, que el que una persona que no es Monja, ni Frayle, se vista de tal, es una cosa que no viene al caso. Sobre este puntito, como sobre el adorno, y el bayle se me ofrecia muchísimo que decir . . . . . ¿y por qué la pobre niña no se ha de adornar, y baylar como sea con modestia, recato, decencia, compostura? Mas dexemos que llegue el caso, y hablaremos. Podrá Vm. avisarme para entonces. Por ahora Vm. y mi Señora su parienta (á C. P. me repito) tengan en-[500]tendido por lo que a cada uno toca, que no estoy en ánimo al presente de tomar providencia en semejantes asuntos, pertenecientes á las Señoras de qualquier estado, condicion, ó calidad que sean. Harélo solo urgido de las acusaciones, ó delaciones legitimas de los Fiscales, y demás Ministros de mi tribunal, y lo haré entonces á todo mi pesar, y á mas no poder, por cumplir con las obligaciones de mi oficio. Sí, Señores: hablo con todo el mundo; yo no quisiera que se dixese de mí, ni de mis censuras:

Zitat/Motto► Dat veniam corvis, vexat censura columbas.

Juv. Sat. II. V. 63. ◀Zitat/Motto

Sí, sí, estos cuervos negros, y no las cándidas palomas, son á los que quisiera yo sentar la mano. Los vicios, los defectos de éstas, vicios son, defectos son; ¿pero qué comparacion tienen ni en su magnitud, ni en sus con-[501]seqüencias coa los de aquellos? En fin, vaya la Carta. ◀Metatextualität

Ebene 3► Brief/Leserbrief► Al Censor.

Amigo, y Señor: desde que encontré en uno de los papeles que Vm. escribió pocos años ha, el medio de tomar una de las mas respetables Plazas de Europa sin efusion de sangre, formé tal concepto de su habilidad, que he vivido hasta el dia de hoy en la firme confianza de que solo Vm. puede sacarme del apuro en que me hallo. Voy, pues, á explicar á Vm. mis afanes, mis penas, sin detenerme en ponderarle qual será mi gratitud, si me sugiere el remedio que necesito.

Ebene 4► Allgemeine Erzählung► Habiendo llegado á una cierta edad sin pensar jamás en casarme, y declarado en várias ocasiones á mis conocidos, que no lo executaria por el pleno conocimiento que tenia de [502] los embarazos, sujeciones, y cuidados que traía consigo el matrimonio; me vino no sé como de repente el pensamiento de elegir una compañera con quien acabar mis dias tranquilamente. Puse los ojos en una señorita Vizcayna de veinte y quatro años, de quien oía hablar bien á todos, y en quien, sin embargo de haberla tratado poco, creía encontrar un fondo de dulzura, y flexibilidad, tal qual convenia á mis idéas. Hizose nuestra boda en poco mas de tres meses, sin que precediesen enamoricamientes, cuchicheos, ni las demás cosas que he visto practicar á diferentes amigos mios. En los primeros días de nuestra union tuve mil motivos de estar satisfecho de mi eleccion: pues lo mismo era proponer yo algo, que condescender en ello mi muger. Hice várias pruebas de su docilidad, y todas me salian, como suele decirse, á pedir de boca; pero no pasaron muchas semanas sin [503] que me apercibiese de que sus complacencias eran fingidas, ó un efecto de su genio parado. Vea Vm. Señor Censor, si me engaño en mi dictamen. Por mas que la he representado centenares de veces, que es tan ridiculo en una Señora de una cierta clase el ser la primera á inventar modas, ó á imitarlas desde luego, como el no seguirlas quando ya están adoptadas por las primeras Damas de la Corte; no ha habido forma de complacerme mudando de peynado, ni de echarse el pelo sobre las cejas, de que sin tener nada de hermosas, parece querer hacer vanidad. De nada ha servido el que la haya citado el exemplar de una Señora de su edad (que puede ver casi desde las ventanas de nuestra casa) cuyas gracias tienen en continuo movimiento á la mitad de los Cadetes de la Guarnicion, la qual sabe peynarse con tal primor, que apenas se la descubre su abultada nariz, y como tiene una [504] cara menuda, y redondita como una camuesa, nadie puede mirarla sin enamorarse. He tenido mil tentaciones de cortarla un palmo de la basquiña, porque se la ha puesto en la cabeza de que la ha de llegar casi al zapato, sin reparar que no hay ninguna de aquellas que pasan por petimetras en Madrid, á quienes al menor vayven no se descubran dos dedos de pantorrilla. Pero todo esto lo sufriria con paciencia, si quando la llevo á algún bayle se conduxese como las demás. ¿Creerá Vm. que es tan parada, tan fria, que ya muchas grandes Señoras han dexado de convidarla, considerandola como una muger inutil, é incapáz de divertir á las gentes? lo que ya vé Vm. que redunda en desdoro mio. Parece que por darme en que merecer ha hecho firme proposito de baylar cada contradanza con un hombre diferente; y esto por mas que la digo que elegido un Caballero, exige la bue-[505]na crianza el no abandonarle en toda la noche; darle conversacion en los intermedios; reir mostrando la dentadura aunque la diga las cosas mas indiferentes, é insulsas; hacerle levantar á menudo para que trayga la caxa de vinagrillo de la Dama, que está en el fondo de la sala; dexar caer con freqüencia el abanico, para que el Caballerito le levante con gracia del suelo, y se le presente de rodillas; y en fin, para convencerla de que esta es la conduda que debe observar, la nombro várias Señoras mucho mayores que ella, que encuentran el modo de tener entusiasmados á su lado hombres de grande entendimiento, mientras sus hijas por su parte empeñan con sus acciones, y chistes en el bayle, á unas quantas docenas de mozalvetes.

Viendo yo su obstinacion he determinado dexarla hacer en este punto todo lo que quiera, y empiezo á mirar con indiferencia el que se esté [506] metida en su casa con su labor, como si fuese una muger de cinqüenta años; mas por mi desgracia su sumo retiro la dá motivo á pensar en mil extravagancias, de las que referiré á Vm. algunas muy singulares. Entré la otra noche en su quarto, y la encontré leyendo un Libro de un Cirujano Francés, ó Inglés, cuyo nombre no me acuerdo, pero sé que es de aquellos que tienen dos, ó tres diptongos, y por consiguiente Transpirinaico, lo que me basta, y sobra para que le aborrezca con todos mis cinco sentidos. Preguntéla de qué trataba, y me respondió muy friamente: es muy buen Libro: trata de las utilidades de criar las madres á sus propios hijos; y como estoy muy adelantada en mi preñéz me conviene el oír sus razones. Como, aunque pequeño de cuerpo, soy todo fuego, y circula por mis venas no sangre, sino azufre, me enfadé mucho con ella, y la dixe: que ya me habia oído [507] desde que nos casamos, que si Dios nos daba hijos no los habia de criar, pues nada estraga tanto á las mugeres como esto; que los niños dán muy malas noches á sus madres, si les dan el pecho; que yo queria que nadie me interrumpiese el sueño; y sobre todo, que era marido, y queria hacerme obedecer: pero me temo que no he de conseguirlo, insistiendo en decir: que las mismas fierras son las primeras á dár el exemplo á las mugeres criando á sus hijos; que no es buena madre la que pudiendo criar fia al cuidado de una ama, cuyos humores no conoce, el dár el pecho á su hijo; que la experiencia acredita que la mayor parte de los niños que se crian por amas se desgracian, y otros disparates semejantes. Continuando en sus entusiasmos añade: que si lo que diese á luz fuese una niña no la ha de poner en ningun Colegio, ni Convento; que la ha de tener siempre á su lado; que [508] por ricos que seamos no la ha de poner mas que un hábito; que la ha de predicar continuamente que aborrezca toda idea de luxo; que no ha de permitir bayle el Bolero, ni el bayle Inglés, pues en su dictamen no son bayles que convengan á la decencia de una Señora; que siempre que la lleve á una visita la ha de encargar no haga diferencia entre un Golilla, y un Militar, entre un viejo, y un joven, y que sea atenta generalmente con todos; y en fin, que en quanto á modas no ha de usar otras sino las que se haga con sus propias manos. ¿Ha oído Vm. Señor Censor, tal cumulo de desatinos? ¡Mi hija un habito! ¿Qué dirian las gentes? Que yo era un miserable, un avariento. No Señor. La compostura, y el adorno hacen parecer mejor á las mugeres. Mis hijas han de lucirlo; han de cantar seguidillas; han de baylar el fandango como pudiera baylarlo una Cómica. ¡Quántas Señoritas estarian [509] sin casar si no hubiesen empeñado á los hombres con una tonadilla, con un suspiro á tiempo, con un meneo gracioso! Poco importa que los maridos las aborrezcan conociendo despues sus defectos. Los que no somos ricos debemos desear que nuestras hijas se casen, y salga lo que saliese. ◀Allgemeine Erzählung ◀Ebene 4 Concluyo este papel pidiendo á Vm. Señor Censor, me sugiera algun medio para reducir mi muger á que piense como las demás; y sobre todo, para que se porte de modo que no me haga hacer el papel ridiculo que estoy haciendo con las gentes de una cierta gerarquia, viendome acompañarla en los paseos publicos, lo que basta para que yo adquiera el título de zeloso, y de enamorado de mi muger, que son las dos cosas que mas se detestan en el dia, y para que ella se acredite de ridicula, de sosa, y de una muger buena solo para vivir en una aldéa, leyendo, y cuydando de la educacion de sus chiquillos. Dios, &c.” ◀Brief/Leserbrief ◀Ebene 3 ◀Ebene 2 ◀Ebene 1