. . . . . Corrige, sodes,Hoc . . . . . & hoc . . . . .
Horat. Art. Poet. v. 438.
Remedio pon en esto y en aquello.
Al Censor B. L. M. S. S. S.Muy Señor mio, pues Vm. pretende ser tenido por hombre singular, permitame que le diga que se vá saliendo con la suya, y que cada dia fortifica mas y mas esta idea en el espíritu de sus lectores. En quanto á mí,
Sea lo que fuere de esto. Vm. no podrá negar á uno de sus lectores, y acaso de sus apasionados, que le eche en cara la parcialidad que vá descubriendo en ciertos asuntos, y que le note seriamente este defecto, confirmado cada dia por lo que dice, y por lo que calla. En efecto, Vm. que por una parte se desata, se desenfrena contra los altareros, las cofradías, los villancicos, en una palabra, contra las nec ullum verbum de las cosas de juego, las fondas, las botillerías, y otros mil lugares donde celebran sus mercados la corrupcion y el desenfreno ¿se atreverá á blasonar de imparcial, y querrá ser tenido por el Caton de nuestro siglo?
Me dirá que no se ha de censurar todo en un dia: que estos artículos se hallan notados con ojo al margen en su libro verde: que al cabo les llegará su semana, como quien dice su San Martin: que es menester curar las ideas ántes de hacer la guerra á las costumbres; y en fin, que si se ha de tratar de las cosas oportunamente, es preciso hablar de chascos en Carnestolendas, de mamantones en Pasqua, de pitos por las Ferias, y de belenes por Navidad.
Y á fé que no vendrá de falta de
¡Y ojalá que en este objeto no se descubriesen mas vicios que los que andan unidos con su naturaleza! Ojalá que perfeccionado el Teatro hasta donde nuestras luces y nuestra constitucion lo permitan, no tuviese Vm. que hacer frente á otros abusos que á aquellos con que solo está reñida una filosofía austera, é intolerante! Entónces yo seria el primero que disculpase
Pero, Señor Censor, nuestro Teatro no se halla en este caso. Es preciso reformarle ó destruirle. Como hoy está no produce el bien que pudiera disculparle, y causa muchos perjuicios que le hacen insufrible. Es pues necesario levantar contra él el grito y yo estoi empeñado en ello. Voy á proponer á Vmd. un plan que he trabajado con este objeto: un plan digno de la gravedad del mal, de la importancia del remedio, y de la reputacion del Empírico que debe aplicarle.
Ante todas cosas me ha de reser-a que no se fastidien los Lectores con la freqüente repeticion de un mismo asunto; 2.a tratar en órden y método de cada abuso relativo al Teatro. A este fin dividirémos la materia por la série de los meses. Yo no haré otra cosa que apuntar las especies, y quedar á cargo de Vm. el sazonarlas; que á fé que para ello se pinta solo.
La eleccion de los Dramas que se ofrecen al público debiera ser uno de los primeros cuidados de nuestra Poli-
Por esto es menester preferir aquellos Dramas en que nada hay contra la honestidad, ni las buenas costumbres, y desterrar todos los que las destruyen, todos los que fomentan la falta de amor y respeto á los padres, la irreverencia á la justicia, y á las leyes, el orgullo, el falso pundonor, la liviandad, y el desenfreno. Estos vicios solo deben aparecer sobre la escena para ser silvados ó corregidos.
Sé muy bien que nuestras mejores comedias son un poco achacosas en Theatro Hespañol, que segun sospecho, no tiene para el caso las mejores narices, y podria conceder inmunidad á muchas piezas dignas de ser echadas al corral.
No basta que el Teatro instruya es menester tambien que pula, y que cultive: quiero decir, que dé buenas máxîmas de educacion y conducta, que enseñe á respetar las clases que componen un estado, que inspire á cada una el amor á sus deberes, que haga conocer quanto valen en el uso del mundo el decoro, la cortesanía, la afabilidad, y haga apreciar la generosidad, el candor, la veracidad, la buena fe, el recato, el recogimiento,
Sobre todo levante Vm. el grito contra cierta especie de comediones que se van haciendo de moda, escritos contra la voluntad del Dios del Pindo, y representados contra el dictámen de los Doctores del buen gusto: Dramas sin invencion, sin interes, sin poësía, sin lenguage, en una palabra, sin pies ni cabeza: donde todo es trivial ó chavacano, todo comun, y cien mil veces repetido: donde siempre hay un Príncipe criado entre las cabras, un Rey tonto, un traidor en privanza, amantes que se esconden, que se pierden, que se cambian, y no se conocen en la voz quando están á oscuras; cartas olvidadas, retratos perdidos, oráculos casuales, venenos que no inficionan, cuchilladas que no matan, azares, agüeros, desafíos, y diabluras hasta dexárselo de sobra.
Pero por Dios, Señor Censor, que
¡Ah! se me olvidaba. De las follas diga Vm. quanto se le antoje, con tal que no las recomiende: porque reñirémos. No puedo vér de mis ojos esta pepitoria de tragedia, comedia, y zarzuela, de declamacion, de baile, y de música, de acciones, de escenas, y de lances, sin unidad, sin série, y sin orden. Asi que podrá Vm. zurrarlas la badana á su sabor; y si acaso lo- servitor, y nunca ellas acá vuelvan.
Este mes, Señor Censor, será destinado para los intermedios: pero pues los hay de representado y de musica, dexarémos los segundos para otro dia, que harto nos darán que hacer los primeros.
Aqui, amigo mio, es menester herir sin lástima, y caiga el que cayere. ¡Qué confusion, qué desorden no presenta este asunto á un imparcial observador! Las majas, los truhanes, los tunos, heroes dignos de nuestros Dramas populares, salen á la escena con toda la pompa de su carácter, y se pintan con toda la energía del descaro, y la insolencia picaresca. Sus costumbres se aplauden, sus vicios se canonizan, ó se disculpan, y sus in-majismo, que afectan hasta las personas mas ilustres de la Corte?
Compare Vm. pues la preferencia que se inspira á este trage y modales truhanescos con el escarnio que se hace de nuestros trages y estilos. ¿Qué razon hay por exemplo para ridiculizar el trage de Abate, admitido en el uso de las Naciones mas cultas, autorizado con el exemplo de las personas mas condecoradas, y en ninguna ma-
Lo mismo digo en quanto á ciertas profesiones, que son freqüente objeto de la invectiva de nuestros Saynetes. ¿Es posible que nunca se ha de pintar un Medico, que no sea ignorante, y vilmente interesado? ¿Un Abogado que no sea prevaricador? ¿Un Escribano que no sea falsario? ¿Un Alguacil que no sea ladron? ¿No es esto adular las preocupaciones populares que se debieran combatir? ¿No es esto envilecer las mas honradas profesiones? ¿No es esto llenar de rubor á los dignos ciudadanos que las exercen?
Como en este mes tienen nuestros Comicos sus ferias quadragesimales, podrá Vm. dexarle en claro en sus pepeles, y á todo mas decir alguna co-
Vuelve con la Pasqua el teatro, y nosotros volverémos de refresco á la carga, empezando con los intermedios de musica, conocidos por el nombre de Tonadillas. En ellas verá Vm. compendiados todos los vicios de nuestros saynetes, amen de otros muchos que les son peculiares. Este si que es el imperio donde dominan las majas, y los majos. Las naranjeras, rabaneras, vendedoras de frutas, flores y pescados, dieron origen á estos pequeños melodramas: entraron despues en ellos los Cortejos, los Abates, los Militares, y las alcahuetas; pero los ma-Garrido, Tadéo y la Polonia, nos cantan sus amores, sus deseos, sus cuidados, y sus extravagancias; y alguna vez, usurpandole á Vm. su oficio, definen las costumbres públicas, y se desenfrenan contra los vicios. ¡Pero quán suaves, y templadas son sus sátiras! Alli verá Vm. tratadas á las Usías de locas, á los Mayorazgos de burros, á los Abates de alcahuetes, á las mugeres de zorras, y á los maridos de cabrones. Analice Vm. como quiera nuestras Tonadillas, y hallará que no son otra cosa.
A esta buena doctrina son ciertamente correspondientes el lenguage y la poësía. No dexe Vm. de entresacar una porcion de pasages bien escogidos, y añadirlos por apendice á su Psalterio Hespañol, mientras el Señor Huerta corona su admirable co-
De propósito no he hablado antes de la musica de las Tonadillas, porque se debe reservar un papel para tratar en general de la musica de teatro. No hablo de la orquestra que llena muy decentemente su oficio, sino de la musica cantable. Guardese Vm. de buscar en esta invencion, orden, sistema: no busque harmonía, melodía, expresion: no busque proporcion entre los tonos y los sentimientos, entre las palabras y los sonidos, entre el corazon y los labios, porque ciertamente nada de esto hallará. Tales delicadezas serán muy buenas para otras partes, pero nosotros somos demasiado serios para gastar el tiempo en stabat mater del Pergolesi, para que haya de todo, y nadie quede descontento. Si estos remiendos están mal zurcidos importa muy poco. ¿Quién será capaz de conocerlo ó extrañarlo, quando nuestras orejas están hechas á todo: Gluck, Hayden, Piccini, son los mauleros que los proveen de retales, y ellos son tan buenos que parecerian bien, aunque sea en vestido de Arlequin. Sobre todo, para cantar quatro verdades de Perogrullo, quatro sentencias de bodegon, y quatro desvergüenzas como el puño, que es á lo que se reduce la poësía de nuestras Tonadillas, yá vé Vm. que sería un desatino andarse á caza de primores musicales.
El bueno de Mison habia abierto una senda, que cuidadosamente seguida pudiera llevarnos á la gloria de tener una musica nacional: pero sus su-
A la musica sigue naturalmente la decoracion, que se puede llamar la musica de los ojos. Tambien en esta parte se pudiera atender al tono, á la harmonía, á la expresion, partes esenciales de la pintura. Pero eso sería hablar de la mar. Por fortuna duran todavia en nuestro teatro, aquellos admirables lienzos que salieron de la mano de Velazquez y Villanueva, y que hacen la delicia de los hombres de gusto, á pesar del descuido con que se han tratado, y del necio em-
Ciertamente que en este punto tendrá Vm. mui poco que reparar. Los cambios de escenas, los vuelos, las zambullidas, y las transformaciones mágicas, son de lo mejor que puede executarse. Es verdad, que el arte so-
El adorno es tan pequeña del teatro, que no es de admirar que no se lleve grande atencion: y la verdad que los defetos en este punto son siempre muy veniales. Que saque un tintero de peltre, o de cuerno, para que escriba el Grande Alexandro, o una silla de paja para que se siente el Conquistador de México el Perú, nada quiere decir. Todos saben que el que está allí es un Cómico, y que en su casa no tendrá mejores atavíos.
Lo que importa es que los Actores lleven buena ropa, porque de ésta no solo gustan ellos, sino todo mundo. ¿Hay cosa como vér á una tercera Dama, aunque haga el papel de Fregona, perfectamente tocada, llena la cabeza de plumas, de ayrone y aun de brillantes, vestida con los trages mas nobles y ricos, y ataviada á las
Riase Vm. de la propiedad en esto del ornato. El mundo cree que los hombres han sido siempre lo mismo, y no hay cosa mas facil que persuadirle que siempre se han vestido del mismo modo. Asi que nada importa que un Tetrarca de Jerusalem se vista de Militar ó de Golilla, que la Viuda de Hector lleve ahuecador, ó guarda-infante, ni que el Conquistador de la India se presente con sombrero de tres picos, y tacones colorados. Lo que importa es, que nuestros paysanos se vistan precisamente á la Española antigua, y que desde Don Pelayo hasta los Reyes Católicos, lleven tocos el trage Borgoñon, conocido desde Felipe el hermoso, y que por lo menos se usó generalmente en España
En esta materia podria Vm. hablar un año entero. Los modernos nos ván echando á perder, y es menester salirles al paso. Nada importa que nuestros Cómicos griten, bramen, ó ahullen, con tal que tengan buenos pulmones: lo que sí importa es, que no se les pierda una silaba, ni en el ultimo asiento de la Tertulia. Tambien podrán levantar extraordinariamente el grito, ó para que los Chisperos se preparen al aplauso convenido de ante mano, ó porque teniendo que hablar cinco ó seis personas á vez, no podrán ser entendidas si no se desgañife cada una por su lado. Por lo mismo es un disparate pedirles que se entonen unos con otros: como si fuese facil que el que está acostumbrado a ahuecar la voz, porque no le han enseñado otra cosa, la templase siempre transpirenaicas se quieren meter en todo, y llenar de ridiculeces nuestras tablas. Dios le libre á Vm. de semejante contagio. Vm. que es hombre despreocupado debe hacer justicia á todos, y en esta parte ser censor de los injustos censores del teatro.
Hai un articulo en que debo implorar mas particularmente el zelo de Vm. y es en lo que toca á la accion de nuestros Cómicos. No parece sino que pretenden que se estudie este punto en Quintiliano, como si nuestros Cómi-
Otro tanto se puede decir del gesto; yo no veo por qué una Cómica ha de llorar quando tiene gana de reir, ni ha de presentar un semblante ceñu-
Este asunto, Señor Censor, merece ser tratado muy de proposito. Tiene dos partes, puesto que la decencia puede considerarse con respeto al decoro, á la urbanidad, á la buena crianza; en una palabra, á todo lo que se llama bien parecer; o con particular respeto á la honestidad. En el primer sentido exîge de parte de los Cómicos una gran consideracion ácia el Público que tienen presente, yá porque son unos ministros suyos destina-
Segun estos principios, que se presenten alguna vez nuestros Cómicos retozando unos con otros, o pellizcandose: que una Dama mientras debe representar lo que exîge la circunstancia momentanea del Drama, se ocupe en hacer gestos ó guiñadas á sus apasionados de la luneta: que el Gracioso se entretenga en jugar con los Chisperos de la barandilla: que cada uno añada á los versos de su papel algunas gracias de propia cosecha, y otras cositas á este tenor, sería ciertamente muy reprehensible. Decida Vm. la especie de castigo que conviene á cada uno de estos excesos.
Menos tolerables serán todavia los que se oponen á la decencia, los me-
No solo es necesario el decoro de parte de los Cómicos, sino tambien de
Esto baste, Señor Censor. Ahí tiene Vm. mi Almanak teatral, que en sus manos se podrá hacer mas célebre que los de Don Diego de Torres. Ponga Vm. manos á la obra para irle anunciando al Público completo y mejorado. Con eso nadie creerá que Vm. ha hecho alianza con los Chorizos, ó los Polacos: y sobre todo será siempre amigo, y apasionado de Vm.
Cosme Damian.
Madrid, año nuevo de 1786.