Faksimile anzeigen

Sugestão de citação: Anonym (García de Cañuelo, Luis; Pereira, Luis Marcelino) (Ed.): "Discurso LXV", em: El Censor, Vol.3\065 (1784), S. 289-306, etidado em: Ertler, Klaus-Dieter / Hobisch, Elisabeth (Ed.): Os "Spectators" no contexto internacional. Edição Digital, Graz 2011- . hdl.handle.net/11471/513.20.494 [consultado em: ].


[289] Nível 1►

Discurso LXV

Citação/Divisa► Quod genus hoc hominum? quaeue hunc tam barbara morem
Permittit patria?

Virg. AEneid. Lib. 1. v. 543.

Qué linage de hombres es aqueste?
Qué Nacion permitiera esta costumbre? ◀Citação/Divisa

Nível 2► Quando la costumbre nos hizo familiar una cosa, no hay en ella vicio ni imperfeccion para vér la qual no seamos enteramente ciegos. Solo llegamos por lo comun à abrir los ojos à fuerza de repetidos desengaños. Y estos, una vez que se haya estendido y tomado raices en una Nacion, rara vez pueden venir de den-[290]tro de ella misma. Es menester mucho ingenio y mucha reflexion para qué à uno le parezca mal lo que siempre ha visto practicar y aprobar à todos. Y quando que esto se verifique, se necesita todavia mayor espiritu para atreverse à condenarlo abiertamente, y à tratar de preocupado à todo el Pueblo, ò à toda la Nacion en que uno vive. Ya se dexa conocer que son muy pocos aquellos en quienes puede hallarse reunido todo esto. Y para que uno solo llegue à desimpresionar à la multitud, es preciso que tenga toda la viveza, toda la gracia, todo el arte de un Cervantes; esto es, que sea uno de aquellos hombres que la naturaleza no produce sino despues de muchos siglos. Es pues necesario que los desengaños vengan de afuera. Puede creerse que los Calderones serian todavia el embeleso de todos nosotros: que habria aun muy pocos que no admirasen como un prodigio del arte el famoso Trasparente de Toledo, la Portada de Santo Tomás, la de San Sebastian, ò la del Hospicio: que nos atropellariamos hoy unos à otros [291] por oir uno de aquellos Sermones en que habia textos de la Escritura para el Mayordomo, su muger è hijos, para toda la Hermandad, para los toros, para los cohetes y para las luminarias, si no hubiese llegado à nosotros la mofa que de estas cosas hacian los Estrangeros. Pues aunque muchos Españoles han contribuido á ilustrarnos en estos particulares, tal vez, si no fuera por esto, ò no lo hubieran intentado, ò intentandolo no lo hubieran conseguido. Asi que, conviene mucho estender en una Nacion quanto sea posible el juicio que las otras forman de sus usos y cosas; y principalmente el de aquellas, cuyas costumbres distan mas de las nuestras. Porque aunque este juicio declinará frequentemente al extremo opuesto, todo esto es preciso para desarraygar una preocupacion; bien asi como para enderezar una vara torcida es necesario torcerla hácia el opuesto lado.

Metatextualidade► Esta consideracion me ha determinado à publicar en esta obra parte de unas cartas que tengo en mi poder, escritas, segun parece, à un amigo suyo por un [292] Marroquí que estuvo no hace mucho en España, no sé en qué qualidad ni con qué motivo. Si no fuera por el mucho tiempo que al parecer se ha detenido aqui, creyera fuese, ò alguno de los Embaxadores que vinieron estos años pasados de aquella Corte, ò alguno de su séquito. El sugeto que me hizo este regalo estuvo ahora ultimamente en Marruecos, y dice haberlas adquirido alli, y que él mismo las traduxo del Arabe al Castellano. El estilo pudiera hacer dudar de su legitimidad. Pero dice el Traductor, que el trato que el Autor ha tenido con los Europeos, y la lectura de sus libros, le hizo sin duda tomar su estilo y manera de escribir. Bien puede ser; y puede ser tambien que él mismo lo haya españolizado algo en la traduccion. Sea lo que fuere, aqui está una de ellas: según vea que es recibida, ò suprimiré las demás, ò continuaré publicando las que me parezcan dignás de leerse. ◀Metatextualidade

[293] Nível 3► Carta/Carta ao editor► “Mi querido Abu-Taleb: ya me parece que me voy poniendo en estado de cumplir en su primera y mas esencial parte la promesa que has exígido de mí al tiempo de nuestra despedida: ya puedo decirte algo del Gobierno, Religion, Costumbres, Ritos, y otras particularidades de este País, que sean para tí de mayor interés que las de que trataron hasta aqui mis cartas. Solo temo que habré menester todo el concepto que te debo para no pasar en tu imaginacion por uno de estos, que no parece se alexan de su patria, sino para mentir despues en ella à su salvo. Bien sé que tú no eres un Musulman ordinario, y que elevandote sobre aquella antigua preocupacion que hasta aqui tuvo en una lastimosa ignorancia al Pueblo de los verdaderos creyentes, has procurado instruirte en las cosas de Europa, y principalmente de España, asi antigua como moderna, aprendiendo para esto las principales lenguas, y leyendo los mas famosos libros Europeos. Pero ese mismo conocimiento, que tan jus-[294]tamente piensas tener de esta Nacion, te hará todavia mas dificiles de creer mis relaciones. Porque las mas de las cosas que habré de decirte son enteramente opuestas à todo lo que puedes imaginar por lo que has leido. Yo no sé en qué consiste; no sé si los Escritores tienen hecho entre sí algun convenio para engañar à los que quieran fiarse de ellos; ò si han usado de ojos de otra hechura que los mios. Lo cierto es, que vistos en sí mismos estos Pueblos son tan distantes de lo que parecen en sus libros, que quando despues de haber leido algo, llega uno à vivir entre ellos, no acaba de persuadirse à que son los mismos cuyas descripciones ha visto. En esta carta te daré de ello una prueba bien sensible.

Nível 4► Estás acostumbrado à vér representar à la España como una verdadera Monarquia, en que manda à todos uno solo, pero no por voluntades momentaneas, y particulares como nuestros Principes Mahometanos, sino por leyes permanentes y generales. Y à la [295] idea de una constitución tan perfecta me acuerdo aun quantas veces en el secreto de nuestras conversaciones familiares nos hemos lamentado ambos de nuestra infeliz condicion, y envidiado la suerte de estos nuestros vecinos. En efecto ello es asi: el Govierno de la España es verdaderamente Monarchico. Mas yo no tengo otra prueba para asegurarlo que haber experimentado y visto por mis propios ojos el amor que todos estos Pueblos testifican à su Principe, y el sumo interés que toman en su gloria, y en la de toda la Nacion; y reciprocamente el amor del Principe hácia todos sus vasallos; efectos que sabes tú muy bien es imposible se verifiquen en otra ninguna constitucion. Contentareme con referir aqui un hecho singularisimo, entre otros muchos que pudiera, el qual seguramente no tendrá jamas exemplos entre nosotros. Quando se comenzó la guerra actual, no fue menester mas [...] no que el Principe la publicase, para que à porfia todos los Cuerpos del Es-[296]tado, tanto Religiosos, como Civiles, y una infinidad de Particulares ricos, y aun otros que no lo eran tanto, ofreciesen voluntariamente à su Monarca todos sus haberes, rogandole dispusiese de ellos para cubrir los gastos de la guerra que emprehendia. Ni juzgues que estas ofertas naciesen, à lo menos por lo general, de ¡unos motivos menos nobles. Yo mismo he visto à muchos hombres de todas clases, y que parecia no tener interés ninguno en las prosperidades ò infelicidades de la guerra, asustarse, conturbarse tanto por alguna noticia infausta que corriese, y sentirla tan de veras, como si la desgracia de las armas de su Rey amenazase su entera ruina. No sabré decirte, Amigo Abu-Taleb, quántas lagrimas de ternura, y à veces de desesperacion, no he derramado yo al vér estas cosas, comparandolas con las que entre nosotros pasan. A este amor de sus Pueblos corresponde por su parte el Soberano, y no trata sino de cómo ha de hacer á sus vasallos mas ricos, mas industriosos, [297] mas comerciantes, mas agricultores, mas sabios, mas poderosos, mas felices. Continuamente está dando medallas de oro ò de plata, ò algunas sumas de dinero á aquellos que escriben mejor sobre los medios de conseguir estas cosas: y en lugar de aquel horrible y espantoso silencio, en que tiene à todos nosotros el temor y la opresion, no oirias aqui hablar sino de comercio, de industria, de agricultura, de artes, de prosperar el Estado, de la gloria de la Nacion, &c. Ahora se han formado nuevamente otras muchas Juntas, (además de las que ya habia para tratar de cosas de literatura) compuestas por la mayor parte de gentes ricas, y que tratan solo de adelantar las artes prácticas de cuya profesion no es ninguno de sus Individuos; y con todo no se desdeñan de aprender, y de enseñar los preceptos mas menudos de las artes que parecen menos nobles. A veces costean de sus propios fondos premios, aun para niñas tiernas que sobresalen en saber hilar. Ellos se honran con el nombre que han [298] tomado de Amadores del Pais ó de la patria; cuentan en su numero los hijos mismos del Principe; y éste les dispensa toda suerte de proteccion, y de auxilios.

Vé tú ahora, mi querido Abu-Taleb, unidas todas las clases de este Estado entre sí y con su cabeza, con un vinculo tan dulce como el del amor y que el temor seguramente no es el principio que le hace obrar, segun se explican estos Politicos. ¿Mas qué dirias si no obstante esto te hiciese ver que este Principe tan bueno, ni es un Monarca, ni mucho menos un Despota, ni que este Gobierno es lo que los Europeos llaman Aristocrático, ni Democrático, ni de otra de aquellas especies de Gobierno mixto, de que tú tienes idea? En todas ellas, y en qualquiera es esencial una potestad de hacer leyes, por las quales hayan de decidirse todas las contiendas de los particulares. Y ésta en España ni se halla en el Pueblo, ni en algun Cuerpo que lo represente, ni en los Nobles, ni en el Principe; en una palabra, felta absolutamente. Los Españoles se la arribu-[299]yen todos unanimamente à su Rey. Mas esto debe sin duda entenderse especulativamente hablando. Porque de hecho es evidente que no hay tal cosa. Es verdad que de quando en quando hace algunas ordenanzas, ò reglamentos que se publican con mucha solemnidad; y desde que estoy en España he visto publicar asi hasta unos tres ò quatro que me han parecido dictados por la Razon misma. Es verdad tambien, que todos estos se van recogiendo con mucho cuidado; y que hay ya muchos y corpulentos volúmenes, en que se hallan todos los que en diferentes tiempos fueron publicando sus Principes. Pero has de saber que ninguno de estos tiene ya fuerza de ley, y que los que se publican de nuevo tampoco la tienen sino mientras no se levanta uno que las deroga à su fantasia. Tú que estás impuesto en la historia de los antiguos Romanos, sin duda que leyendo esto imaginas en España alguna potestad semejante à la Tribunicia de aquellos: algunos Ministros ò del Pueblo, ò del mismo Principe, [300] que puedan suspender el establecimiento de las leyes representandole sus inconvenientes, ò proponer la revocacion de los ya establecidos. Si fuera esto, ya que no una perfecta Monarquia, tendriamos à lo menos una especie de Gobierno ordenado. Pero no es asi. Las leyes ya hechas, promulgadas y establecidas se derogan aqui con la mayor facilidad, y sin consultar siquiera al Principe, ni al Pueblo, ni à nadie. Y esto lo hace todo el que quiere de la Nacion, y lo que es aun mas admirable de fuera de ella. Franceses, Italianos, Alemanes, todos tienen autoridad sobre las leyes de España. No tiene un hombre para esto mas que hacer imprimir un libro bien avultado, y escrito en una especie de lenguage particular que llaman Latin; pero que es no menos distinto del que tú posees con este nombre, como del vulgar de España; y que es como consagrado para este y para otros pocos usos. En él puede derogar todas las leyes que le parezca; no à la verdad expresamente, ni usando de palabras que den à entender algun ge-[301]nero de autoridad (porque si asi lo hiciera, he oido decir que correria riesgo de que no le dexasen imprimir su libro) pero sí de mil modos indirectos que tienen el mismo efecto que una expresa derogacion. Porque en diciendose en uno de estos libros, que una ley no debe entenderse en este ni en el otro caso, y dando para ello qualquiera razon, aunque sea una manifiesta sofisteria, queda ya la tal ley en aquellos casos lo mismo que si nunca hubiera existido, y los Jueces enteramente libres para seguirla, ò separarse de ella. Asi es que sin embargo de tantas leyes como hay escritas, apenas hay caso en que estos no puedan sin recelo de ser castigados, pronunciar segun su capricho ò su pasion. Nível 5► Diálogo► Penosa profesion has abrazado, decia yo el otro dia à uno que viene de ser Juez en un Pueblo, y está aqui pretendiendo otra judicatura. No tanto, me respondió él, como te parece. Antes, del modo que están las cosas dispuestas, y segun solemos tomarlo, es mas bien un entretenimiento. ¿Pues cómo? Le repli [302] qué. ¿No teneis siempre la cabeza llena de negocios? ¿No habeis menester de una suma atencion para enteraros bien de los hechos sobre que debeis juzgar? ¿No necesitais estar siempre alerta para no dexaros sorprehender? ¿No teneis que estar continuamente revolviendo los libros de las Leyes, segun las quales habeis de pronunciar? ¿No os veis en fin precisados mil veces à desagradar, para no apartaros de ellas, à sugetos que os convendria tener contentos? Nada de eso, me volvió à responder sonriendose. Los Jueces aqui exercemos una autoridad todavia mas arbitraria que la de vuestros Cadys, porque estos tienen al fin en su razon una regla invariable, de la qual podrá tal vez costarles caro el desviarse demasiadamente. Pero nosotros esentos de ese yugo, y sin estar por eso sujetos al de la Ley escrita, qualquiera cosa que juzguemos, estamos siempre sin riesgo. Sea qual fuese nuestro fallo, y por mas injusto y contrario à la razon que à primera vista parezca, sabemos que alguno de nuestros Autores lo ha de defender. Aunque haya [303] ley terminante, estamos ciertos de que precisamente ha de estar derogada. Ninguna hay, à la qual un Autor no haya puesto una limitacion, otro otra; y de cuya decision no hayan venido entre todos à excluir quantos casos pudiera comprehender. Asi que, en esta seguridad gozamos de una profunda paz, y dormimos à pierna tendida. Por la mayor parte, ni aun el trabajo nos tomamos de registrar los Autores. Y quando no hay algun interés à favor de alguna de las partes, sugetos conozco yo de mi profesion, que no hacen mas de consultar à los Dados lo que han de fallar. ◀Diálogo ◀Nível 5 Si tu vieras Abu-Taleb, la multitud que hay de estos Autores, ò libros que llaman de Leyes, (yo creo que por ironia) no se te hiciera increible nada de esto. Hay Bibliotecas inmensas que no contienen sino una pequeña parte de ellos. ¿Y cómo era posible, que las leyes fuesen tan obscuras que necesitasen de tan prodigioso numero de Expositores? Ni tengas à exageracion lo que te digo de su autoridad. Hablo en ello como testigo de [304] vista. Hay en esta Capital un Palacio magnifico, en el qual los mas sabios, y mas integros de los Españoles se juntan à ciertas horas del dia para oir las quexas que suelen darse de las decisiones pronunciadas por los Jueces de las Provincias. Cada uno de los que contienden, envia alli un sugeto versado en estas controversias para que exponga sus razones. He asistido muchas veces à estas disputas que se tienen publicamente, y en las sentencias sobre que recaían las quexas, he visto casi siempre vencidas las leyes mas claras por alguno ò algunos de estos libros. Verdad es que he visto tambien revocar alli muchas de estas decisiones. Pero este es corto remedio para tanto mal. Porque como por una parte es muy costoso recurrir à este ultimo Tribunal, y por otra no se castigan, como ya te he dicho, los Jueces en teniendo à su favor algun libro, y quando mas, si este es de poco volumen, ò como aqui se dice de poca nota, les dicen, que no lo vuelvan à hacer; de aqui es, que las leyes mas [305] sábias, mas justas, mas saludables, las providencias mas bien pensadas, y para las que se hayan tomado mejores medidas no tienen efecto absolutamente, y todo queda permitido al arbitrio de los Jueces. Nível 5► Esta es, me decia un Politico el otro dia, esta es la principal, si no la unica causa que hará siempre se frustren los grandes desvelos con que nuestro Gobierno intenta la prosperidad de este Estado; y que extendido tanto como está en el dia el espiritu de patriotismo, serian muy suficientes para llevar la Nacion al mas alto punto de prosperidad y de grandeza. Pero ella causa una infinidad de males, que no serán conocidos sino en sus efectos; porque por la mayor parte la voz de los que sufren no puede hacerse oir, ni penetrar hasta el Trono, ò sus Ministros inmediatos. ◀Nível 5 ◀Nível 4

Concluyamos pues, mi querido Abu-Taleb, que nuestra vana filosofia es como el relámpago que anuncia la oscuridad y la borrasca. La suerte de los mortales es una misma mientras no viene el dia de la separacion que sepulte à unos en las tinieblas del abismo, y [306] haga entrar à los otros en la habitacion de los Profetas. No envidiemos la suerte de nadie, y bendigamos antes mil veces al Eterno que ha esparcido su luz sobre el semblante de nuestro Divino Profeta, y nos ha enviado el Libro escrito por los Angeles para instruirnos en el verdadero camino del Paraiso.

De Madrid el 20 de la Luna de Moharram. Año de 1194.” ◀Carta/Carta ao editor ◀Nível 3 ◀Nível 2 ◀Nível 1