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Cita bibliográfica: Anonym (García de Cañuelo, Luis; Pereira, Luis Marcelino) (Ed.): "Discurso LXII", en: El Censor, Vol.3\062 (1784), pp. 241-256, editado en: Ertler, Klaus-Dieter / Hobisch, Elisabeth (Ed.): Los "Spectators" en el contexto internacional. Edición digital, Graz 2011- . hdl.handle.net/11471/513.20.491 [consultado el: ].


[241] Nivel 1►

Discurso LXII

Cita/Lema► . . . . . Tollite barbarum
Morem . . . . .

Horat. lib. 1. Od. 27. v. 2.

Desechad ya tan barbara costumbre. ◀Cita/Lema

Nivel 2► Para averiguar la verdad en qualquier asunto que sea, uno de los medios mas aproposito es sin duda alguna la disputa. La cosa controvertida se considera en todos sus diversos aspectos; se exáminan todas sus relaciones, se pesan y se comparan todas las dificultades que hay por una y otra parte; muchas de las quales cosas no pueden menos de escaparse al mas atento examen de un hombre à solas. Una disputa prevista mueve à estudiar con [242] atencion y cuidado la materia, y à meditar con intension en el asunto sobre que ha de recaer.

Comenzada ya, nuestras facultades intelectuales se ponen en un extraordinario movimiento, y el alma obra con una nueva fuerza, adquiriendo una cierta vivacidad y penetracion que no tiene en la soledad y en el retiro. Avivase tambien la invencion; y asi como la colision de dos pedernales les hace producir un fuego que jamás echarian de sí en la quietud estas frias y duras substancias, asi tambien la disputa hace que se levanten inopinadamente en el alma nuevas idéas, nuevas reflexiones, y produce, por decirlo asi, ciertos chispazos de verdad que nunca llegaria à excitar una lectura, ò una meditacion calma y silenciosa.

Despues de fenecida, quedan profundamente gravadas las especies que en ella se tocaron; y conservandose por largo tiempo aquella agitacion, en que el fuego de la disputa pone la fantasia, nos obliga como à pesar nuestro à meditar en ellas, dando con esto lugar à que por fin se di-[243]sipen las nubes de que tal vez quedó aun cubierta la verdad.

A vista de esto parece que en ninguna parte deberian ser los progresos en todas las ciencias mayores; ni rnas rapidos qu entre nosotros. Una Ley Academica recibida en nuestras Universidades y escuelas públicas, obliga con gran frequencia à este exercicio à maestros y à discipulos. Y esta Ley es tan exactamente observada, que casi se puede decir que esta es la unica ocupacion de unos y otros. No obstante, falta mucho para que experimentemos los buenos efectos que de ésta practica debiamos prometernos.

Nivel 3► No hay una verdad, ni siquiera un pequeño descubrimiento, del qual podamos confesarnos dendores à las disputas con que tanto tiempo hace resuenan diariamente las aulas. Las mismas questiones se ventilan ahora; que se ventilaban hace dos ó tres siglos, y cada opinion conserva la misma probabilidad, y el mismo numero de sectarios que tenia quando empezó à suscitarse. En fin, no hay exemplar de que haya alguno salido de un [244] acto literario con diferente opinion de aquella con que entró en él.

¿A qué podremos atribuir una cosa tan estraña? ¿Echaremos acaso la culpa al modo de arguir que han adoptado las Universidades? Al contrario, ninguno hay en mi juicio que sea susceptible de tanta exactitud, precision y claridad como la via silogistica, con tal que en ella se observen las reglas que dicta una logica natural y sencilla. ¿Será pues incierto lo que se ha dicho en abono de la disputa? Nada menos. Apenas es posible que en asunto ninguno se llegue à conseguir alguna certeza, sino à fuerza de ventilarlo. ¿Pero qué hay que admirar que no sirvan para la averiguacian de la verdad unas disputas en que de nada están mas agenos los que las sostienen, que de pensar en averiguarla; y en las quales suele al contrario no ser otro su objeto que obscurecerla y confundirla?

En efecto, tales son las de nuestras escuelas. Un acto literario en vez de ser el examen de una opinion, en el qual se comparen las razones que tiene à su favor, con [245] las dificultades que padece, para resolver lo que hay en ella de cierto, no es sino un combate animado, cuyo unico objeto es probar las fuerzas de dos Atletas. Un vano y esteril triunfo, es à lo que estos aspiran; y se creerian infamados, el uno si cediese à la fuerza de un argumento del otro, y este si se diese por satisfecho de una solucion del primero. Luego que por alguna de las dos partes se descubre alguna luz que anuncie la proxima aparicion de la verdad, todo el conato de su adversario es disiparla, y echar polvo à los ojos de los circunstantes para que no puedan percibirla. De este modo viene dentro de poco la disputa à reducirse, quando no à injurias solas y dicterios que se disparan de una parte à otra, à lo menos à sofismas y à zancadillas que imagina el arguyente, à distinciones futiles pero capciosas que inventa el sustentante, para extraviar à su antagonista del camino de la razon, que tal vez habia tomado para convencerle.

Nivel 4► Relato general► No de otra suerte obra la Liebre quando huye de los cazadores que la persiguen. [246] Vuelve à tras, cruza y atraviesa en diferentes sentidos las sendas que acaba de correr, para de este modo confundir el rastro que ha dexado, y nada omite para engañar el olfato de los perros que van en su seguimiento. Que la Liebre se valga de los medios que la misma naturaleza le enseña para su conservacion, no es estraño. ¡Mas que un hombre, que una criatura racional use de semejantes ardides, para negarse à la verdad, è impedir sus propios adelantamientos! ¡Que crea vergonzoso ceder à la razon! ¡Que haga vanidad de hallar efugios para eludir su fuerza, y substraherse à su imperio! ◀Relato general ◀Nivel 4

Dicese comunmente que lo que se tiene por vergonzoso, no es sino el defender como cierta una cosa que despues se reconoce ser falsa. Como si un hombre debiese avergonzarse de no ser Dios, y como si en todo caso no fuese infinitamente mas vergonzosa la obstinacion en el error, que el error mismo. ¡Qué trastorno de ideas, y de quán perniciosas consequencias!

La utilidad de la disputa no se reduce [247] unicamente à lo que conduce para el hallazgo de la verdad en los asuntos sobre que recae. Este exercicio habitúa el alma à no pagarse inmediatamente de qualquiera apariencia de razon que se le presente; à no satisfacerse con un ligero examen, à no precipitar sus juicios, y à considerar las cosas antes de formarlos en todos sus aspectos y relaciones. Nos adiestra en el desenredo de los sofismas mas artificiosos. Nos hace prontos en distinguirlos de los argumentos y razones sólidas. Y finalmente, nos dá una cierta facilidad de explicarnos con una exactitud y precision, que es dificil adquirir de otra manera.

Mas lexos de producir semejantes efectos, es preciso que los produzcan, como efectivamente los producen, diametralmente opuestos unas disputas, cuyo fin unico es una esteril obstentacion de ingenio. Una infinidad de distinciones frivolas, de sofisterias y cabilaciones inventadas à este proposito en las aulas, pasaron de ellas à los libros, y de estos por una especie de circulacion volvieron à las au-[248]las, en donde se mantienen y mantendrán perpetuamente, sin mas utilidad que la de hacer ininteligibles todas las materias, problematicas todas las questiones, y de sostener el error en una autoridad, y con unas fuerzas iguales, ya que no sean superiores à las de la verdad.

Semejantes disputas no pueden menos de excitar la vanagloria, la envidia, el encono, y otras pasiones desordenadas, tan contrarias à los progresos del espiritu, como escandalosos los efectos que de ellas se ven con demasiada frequencia.

Cierta inconstancia que se nota en la mayor parte de los que cursaron las Universidades, una especie de scepticismo que en ninguna materia les permite fixar el juicio, y que los mantiene dispuestos siempre à sostener el pro y el contra de qualquiera proposicion; un espiritu de contradiccion que se exerce indiferentemente en quanto se propone, una prodigiosa fecundidad de objeciones contra las verdades mas claras, y las mas exactas demostraciones; son tambien consequencias muy naturales del empeño de hallar ar-[249]gumentos para todo, que trae consigo la naturaleza de estas disputas, y de la costumbre de ver que jamás en ellas se verifica el caso de una formal conclusion, sino por falta de ingenio en el que las sostiene.

En fin, las disputas Academicas à causa de este abuso, lexos de habituar à discernir y disolver toda suerte de sofismas, no pueden sino acostumbrar à formarlos y confundirlos con las razones mas convincentes. En vez de hacer à los Jovenes mas perspicaces y mas prontos en la averiguacion de la verdad, no es posible sino que los adiestren en el arte de obscurecerla, y que los hagan incapaces de percibir su luz, y de sentir la evidencia de una proposicion, que es la mas perversa de todas las disposiciones del espiritu.

No faltan à la verdad en nuestras Universidades sugetos ilustrados que conozcan estas perniciosas consequencias del modo de disputar introducido en ellas, y le desaprueben como enteramente absurdo y extravagante. Nivel 4► Relato general► No ha muchos dias [250] que à un antiguo Catedratico de una de ellas le oí decir con mucha agudeza, que todo lo que habia aprendido en las aulas se reducia à saber decir que sí y que no sobre todas las cosas. ◀Relato general ◀Nivel 4 Pero no basta, ò por mejor decir, nada aprovecha esta desaprobacion interior y secreta. Y ni los maestros, ni los demás que tienen alguna parte en la direccion de los estudios, satisfacen à sus obligaciones mas esenciales, no oponiendose con intrepidéz à la corriente, y no procurando con todas sus fuerzas rectificar las ideas comunes sobre este asunto.

Es de su deber imprimir profundamente en los animos de aquellos, cuya instruccion está à su cargo, que el verdadero y unico objeto de todos nuestros estudios, y por consiguiente de nuestras disputas debe ser el hallazgo de la verdad, y su posesion la unica cosa que puede darnos una gloria sólida: que por consiguiente nada hay de vergonzoso en rendirle el omenage que le es debido, y reconocerla en qualquiera tiempo, de qualquier modo, y por qualquier conducto que se presente [251] al espiritu: y que al contrario, es la ultima degradacion del entendimiento humano ocuparse en buscar arbitrios para negarla esta sumision y evitar su luz; y la mas necia de todas las vanidades, la que se funda en la facilidad de hallarlos.

Estas maximas serian menester que las acreditasen con su exemplo. En vez de valerse de aquellas vanas salidas que nunca faltan al que va empeñado y resuelto à sostener su opinion à qualquier precio, de bieran aprovechar ansiosamente y aun buscar las ocasiones de reconocer con ingenuidad la fuerza de un argumento, de confesarse sin solucion sólida por el pronto, de pedir tiempo para reflexionarlo maduramente, y si fuese tal que llevase consigo una plena evidencia, de darse desde luego publicamente y sin el menor rebozo por convencidos. Esto haria que poco à poco se fuese perdiendo el horror con que se mira una confesion semejante, y que por fin se viniese à hacer gala de aquella buena fé con que debe proceder todo el que no se propone otro objeto, que el aumentar sus conocimientos.

[252] Para el mismo fin sería muy conducente que evitando en las conclusiones toda expresion, que diese à entender en el sustentante un juicio decidido, se propusiesen siempre las formulas me parece, me inclino à creer, y otras semejantes, que indicando alguna desconfianza de lo que se afirma, harian ayrosa la retractacion, ò à lo menos disminuirian en gran manera la repugnancia que suele causar.

Hay una Ley Academica, que si se quiere arrancar de raíz el abuso de que tratamos, debe tambien ser enteramente abolida. Es aquella que obliga en ciertas funciones literarias à arguír sin variar de argumento por un tiempo determinado, precisando por consiguiente las mas veces à enredar la question para no ver el arguyente cortado su argumento, ò el sustentante desvanecidas sus soluciones antes de concluirse la hora. Es cierto que el destino de los exercicios en que suele imponerse esta obligacion, no es averiguar la verdad, y si solo tantear el ingenio de los contrincantes. ¿Mas qué talento, qué habilidad puede probar la obser-[253]vancia de semejante ley? No otra que la de sostener por largo tiempo el error, que es sin duda la mas miserable de todas las habilidades. El verdadero ingenio, el talento solo estimable no consiste sino en la facilidad de hallar ò demostrar à otros la verdad, de reconocer el propio error, ò de hacer ver el ageno.

Otra cosa en que debería ponerse sumo cuidado es la eleccion de questiones que han de ventilarse. Por de contado las verdades patentes, y generalmente recibidas jamás deben ser asunto de disputa. Es muy comun poner en question las palabras de una ley, de cuya autoridad, vigor y observancia no se duda. Y aun he visto reprehender como mal deducída (en los exercicios de punto) toda proposicion que no estuviese formal y expresamente contenida en la que servia de texto. Nivel 4► Relato general► El abuso en esta parte llega à tal punto, que he visto à un Catedratico de Matematicas puras precisado à tener un acto en todo semejante à los de las demás facultades, y à disputar por consiguiente sobre algunos Theoremas de Geometría, [254] contra los quales no faltaron argumentos. ◀Relato general ◀Nivel 4

Semejantes disputas ¿de qué pueden servir? Dicese que para aguzar el entendimiento y adiestrar à los Jovenes en el desenredo de sofismas. Yo digo que no sino para corromper su ingenio, para acostumbrarlos y connaturalizarlos, por decirlo asi, con la sofistería, y para hacer nacer y arraygar en ellos aquel espiritu de contradiccion de que hemos hablado. Los sofismas que contra tales proposiciones pueden inventarse son bienes faciles de conocer, y no han menester mas solucion que el desprecio. La falacia solo es dificil de advertir, y necesita ser aclarada en aquellos puntos en que la verdad no es manifiesta. Asi que, tan solo recayendo sobre cosas dudosas pueden ser de alguna utilidad las disputas, las quales en este unico caso, al paso que nos facilitan el descubrimiento de una verdad, nos adiestran para la averiguacion de otras.

Tampoco deberían ser asunto de disputa las materias superiores à la comprehension humana. Dexo aparte que parece una especie de sacrilegio pretender indagar [255] los secretos del Altisimo, que sin duda se ha reservado para sí todas aquellas cosas que ni se ha dignado revelarnos, ni ha querido comprehender en la esfera de nuestra razon. Mas para no parar la consideracion sino en la relacion que pueden tener con el cultivo del entendimiento, es claro que caminando en estas materias con suma obscuridad, ni pudiendo ser en ellas nuestros discursos mas que palabras vanas, y meras sombras y apariencias de razon; hacer à los Jovenes que las traten, no viene à ser otra cosa que acostumbrarlos à hablar sin saber lo que dicen, y à pagarse de voces desnudas de sentido.

Una razon semejante debiera asimismo desterrar de las aulas todas aquellas questiones que recaen sobre asuntos frivolos, y proposiciones compuestas de terminos; que ninguna idea excitan en el entendimiento. Pero ya en otra parte he dicho los grandes inconvenientes de este genero de questiones, que por lo mismo es ocioso repetir aqui. Concluiré pues este Discurso omitiendo tambien otras muchas observaciones y reglas, que pudiera [256] proponer para la buena direccion de las disputas Academicas. Todo se reduce à la gran maxima de que ninguna jamás se emprenda con el vicioso y ridiculo objeto de hacer alarde del ingenio, y de conseguir una vana y esteril victoria. Sea el fin unico de todas ellas escudriñar la verdad. Siganse de una y otra parte con buena fé, y con firme resolucion de abandonar el error, luego que sea descubierto. El ser uno convencido, lexos de tenerse por afrenta, tengase al contrario por la mayor felicidad. Y esta sola disposicion del animo hará cesar todos los daños que se experimentan, y encontrar los medios de restituir à este exercicio las utilidades que naturalmente debe tener, y de que por el abuso que de él se hace carece enteramente entre nosotros. ◀Nivel 3 ◀Nivel 2 ◀Nivel 1