El Censor: Discurso LIV

Permalink: https://gams.uni-graz.at/o:mws-103-455

Livello 1

Discurso LIV

Citazione/Motto

Vera redit facies: assimulata perit.

Petron. Satyr. cap. 80.

Al punto todas cosas
Recobran su semblante verdadero;
Dexan las apariencias engañosas.

Livello 2

Metatestualità

Un Escritor anonimo tiene una gran ventaja sobre el que pone su nombre à la frente de sus obras. Muy necio es menester que éste sea para que sienta un gran placer, quando las oye alabar en su presencia. Pero el deleyte que à aquel es preciso den las alabanzas que él mismo oye de las suyas, es inexplicable. Está cierto de que no tiene parte en ellas la adulacion, ni la urbanidad. Y si hay en la tierra alguna música que pueda compararse con la que oyen los Bienaventurados en el Cielo, es ciertamente la de unas alabanzas semejantes. Por otra parte la libertad con que delante de él se habla, las diferentes criticas que oye de sus escritos, le ponen brevemente en estado de conocer y corregir sus defectos, y le instruyen de lo que se adapta mas al gusto de sus lectores. Lo que es de una grande utilidad, principalmente para un Escritor Periodico. Por este medio he llegado yo à entender que el sueño, que ahora ultimamente he publicado, ha logrado bastante aceptacion. Vé aqui un hombe [sic], decia uno acabando de leer mi Discurso L. que no es menos util al Público quando duerme, que quando está despierto. Estas palabras podrian à la verdad ser mas bien una sátyra, que un elogio. Pero à algunos otros he visto con tales deseos de que publique todos los juegos de mi fantasia, quando ella está como abandonada à sí misma, y de que dé en mis Discursos una historia completa de mi vida, y proezas nocturnas, que si quisiese contentarlos, mi obra no vendria à ser sino una coleccion de visiones. No estoy yo en animo de cometer semejante extravagancia. Pero un sueño, que he tenido la noche de este ultimo Viernes es tan singular, que no puedo resistirme à la tentacion de comunicarle al Público.

Racconto generale

Habia pasado la tarde en casa de un Caballero, que tiene un Gavinete muy curioso de instrumentos de Física y Matemática, sumamente entretenido en reconocer diferentes máquinas y modelos, que me parecieron muy particulares, y muy ingeniosos.

Livello 3

Sogno

Las ideas de todas estas cosas llenaron tanto, y agitaron de manera mi imaginacion todo el resto del dia, que, quando acostado yá me quedé dormido, creí hallarme otra vez en el mismo Gavinete. Alli, despues de reconocer otras nuevas máquinas muy estrañas, y que jamás me acordaba de haber visto ni aun delineadas ò descriptas, fijaron mi atencion algunas, que habia catoptricas y dioptricas, las quales me parecieron mucho mas admirables que las demás. Como à estas me viese particularmente inclinado el atentisimo Caballero, que poseía todas aquellas preciosidades; de un caxoncito que tenia cerrado con llave, sacó un estuche, trabajado con mucho primor, el qual me regaló muy humanamente, asegurandome se guardaba en él una Lente, que tenia la virtud de representar los objetos en su verdadera y natural figura, y de hacer patente lo mas intimo, y recondito de todas las cosas. Agradecíle con las mas vivas expresiones que pude hallar, su generosidad. Y no cabiendo en mí de contento con la nueva adquisicion, que preferia à todas las riquezas de Creso, y con la qual me contaba yá un verdadero Lynce, deseaba con impaciencia ocasion de hacer por mí mismo la experiencia de una virtud tan prodigiosa. Llegó ésta mas presto de lo que me imaginaba. Porque saliendo à la calle, la hallé toda embarazada con un globo de gentes, que estarian sin duda observando los pedazos de algun cantaro, que se le habria quebrado à algun muchacho. Quantos pasaban, eran otras tantas agregaciones, que se hacian al peloton. Varios Comerciantes habian salido à las puertas de las lonjas, y algunas Damas estaban asomadas à los balcones. No sé como me dió la gana de sacar mi Lente; porque en verdad no esperaba vér cosas tan admirables, como ví. ¡Qué asombro el mio, quando creyendome en medio de un gran número de hombres, me hallo por todas partes cercado de una multitud de monos! Lo mas singular es, que la mayor parte de ellos, ni aun debian de ser verdaderos monos, sino unas máquinas que lo parecian. Porque reconociendolos con mas cuidado, vi que muchos tenian las cabezas casi enteramente huecas, faltandoles aquellas partes, que la Anatomía nos enseña ser esenciales à las de todos los vivientes. Aun de las que estaban llenas, las mas lo estaban de materias muy estrañas à una cabeza. Una habia por exemplo de un Abate todita llena de retratos de diferentes mugeres, y de una gran cantidad de papelitos doblados en forma de billetes muy pequeños, en algunos de los quales leí las expresiones mas tiernas y derretidas del mundo. Ví tambien escritas en ellos varias cosas que parecian decimas, obillejos, sonetos, y entre ellos muy buena porcion de acrosticos. Otra de uno, que mirado sin Lente, parecia un Teniente Coronel, por el uniforme y divisa que llevaba, estaba llena de papeles de polvos, de botes de pomada, de frasquillos de diferentes licores, de espejos, cepillos, y otros muebles semejantes, todos de una pequeñéz extraordinaria. Reparé tambien que lo que traía à la cinta, y me habia parecido espada, no era sino una rueca. Pero mas particular que todas, era la cabeza de un Golilla, que iba muy entero en un coche de dos mula [sic]. Estaba ésta arestada de tirillas de papel muy chiquitas, y escritas todas con caracteres muy menudos. Observandolas con alguna atencion, ví repetidas en muchas de ellas estas dicciones. Molin. Rox. Cuncer. Castill. Luc. Menoch. Covarr. Gam. Rioc. y otras semejantes, seguidas cada una de otras dicciones, letras, y numeros con diferentes puntos entreverados. Habia tambien una multitud prodigiosa de Yporques, Otrosies, Protestas, Redarguiciones, y repetidas asimismo en muchas tirillas un gran número de clausulas, entre las quales leí distintamente General, favorable, y siguiente; pido juro, y para ello &c. Concluyo sin embargo. Y advertí, que en ninguna se hallaba la una de estas palabras sin sus compañeras. Algo se parecia à ésta cabeza la de un Caballero que alli estaba, toda llena tambien de tiras de papel, las quales igualmente que las de la cabeza del Golilla, parecian estar en un continuo movimiento, estendiendose unas, y arrollandose otras con increible ligereza. En las de ésta se veían escritos los titulos de una infinidad de Libros con los nombres de los Autores, y apuntadas todas las ediciones que hay de cada uno de ellos, qual es la mejor, quel la mas rara, qual la mas completa, y en fin el precio, y estimacion de cada una. Aparté mi Lente, por vér si se parecia à alguno de los Libreros que yo conozco; pero con mucha admiracion mia ví, que no era sino uno de los que se tienen por los mas célebres eruditos de la Corte. Ni eran menos estraños los materiales, de que constaban los corazones. Los mas eran de oro, y de esta materia eran generalmente todos los de los que estaban à las puertas de las lonjas. Pero el de una Dama que se habia asomado à un balcon, no era mas que un agregado de barajitas, como naypes, dados, y bolas de biribis, sumamente pequeñas, y dispuestas de manera que hacian la figura de un corazon verdadero. El de otra estaba todo compuesto de rollos de cintas, de escofietas de diversas hechuras, bufandas, sombrerillos, y otras cosas de este genero, menudisimas todas, y contenidas en una bolsa piramidal, hecha de punto de malla. Pero no fue esto lo que me sorprendió mas en esta Dama, sino que todas las cintas, plumas, perlas, y diamantes de que habia visto adornada su cabeza, no me parecieron con mi Lente, sino una multitud de encinas, y gruesos pinos. De manera, que toda aquella cabeza me parecia un dilatado bosque. Ni yo podia comprehender, como podia caber tanta arboleda en tan pequeño espacio, ni cómo una figura tan pequeña podia sostener un peso tan enorme. Un fenómeno tan prodigioso me la hizo examinar con mas cuidado: y habiendolo hecho, me pareció la muger de cierto Caballero conocido mio, cuyas grandes posesiones dicen estar no poco deterioradas despues de su casamiento. De donde congeruré, que aquellos arboles serían acaso unos que hizo cortar poco há, dexando raso un gran bosque, que abastecia de carbon gran parte del año à todo un pueblo. Bolviendo à los corazones, quise tambien reconocer el de otra Dama que pasaba acompañada de dos jovenes, de los quales apretaba al uno la mano, al mismo tiempo que echaba hácia el otro una miradita la mas tierna del mundo. Pero por mas que hice, no me fue posible distinguir de qué materia era: solo ví que era un compuesto de tenuisimas hebras, tan irregularmente enlazadas, trabadas, y anudadas unas con otras, que parecia imposible desenredarlas, y formaban un verdadero laberinto. Su movimiento era muy violento y desigual. Y el pericardio estaba todo clavado de un sin número de pequeñisimas flechas y dardos, que pendian por las puntas, y parecian haber sido disparados contra aquel corazon; pero que todos se habian detenido en esta membrana, sin que ninguno hubiese pasado à lo interior. En fin, de toda aquella multitud solo tenia el corazon de carne, y conservaba, mirado con la Lente, toda la figura de hombre, uno que no se habia parado alli sino para ayudar à un pobre mozo de esquina, al qual con el embarazo de la gente se le habia caído al suelo y desliado una gran porcion de diversos muebles de que iba cargado. Esto me empeñó en reconocerle, y hallé que era aquel Fabricio, de quien he hablado en algunos de mis Discursos. Lo que me admiraba mas, era que todos los otros andaban, y hablaban lo mismo, que si fueran verdaderos hombres; se llamaban unos à otros con este nombre, y vistos sin Lente, yo mismo los tuviera por tales. Queria continuar mis observaciones en una Dama que pasó acaso, y que se llevó las atenciones de todos, y las mias, porque no parecia sino una deidad: tan hermosa era. Mas aplicada al ojo la Lente, creí vér delante de mí la misma Alecto. Lo que me horrorizó de suerte, que indeliberadamente eché al punto à correr. A pocos pasos, como iba yo distraido haciendo varias reflexiones sobre las estupendas cosas que acababa de vér, me hizo volver de mi distraccion el ruido de un coche, que detrás de mí venia desempedrando las calles. Apartéme à un lado, porque no me atropellase. El que iba dentro me pareció un personage de alta esfera; porque llevaba vanda, y un escudo en las puertas del coche con manto Ducal. Pero queriendo examinarle con mi Lente, ví en su lugar un negro. Creí al principio, que habria alterado la direccion de mi vista. Mas repitiendo la observacion, me afirmé en que era realmente un negro con su argolia al cuello. Siguiendo mi camino, ví dentro de una tienda un corro de gentes, que daban grandes carcajadas, y oían al parecer con mucho aplauso à uno, que parecia haberse hecho dueño de la conversacion. Y reparé que su lengua no remataba en semicirculo, ni era de carne como las lenguas ordinarias, sino de azero, y que terminaba en figura de una saeta muy aguda. Halléme luego sin saber como delante de la Real Biblioteca. Me tentó la curiosidad, y subí allá. Suspendióme lo primero la alteracion, que mi Lente causaba en los mas de los rotulos, que se veían en los lomos de los libros. Por exemplo, en unos, que en latin decian Comentarios sobre las Leyes de la Nueva Recopilacion: lei con ella, Trastorno de las Leyes Recopiladas. En otro en que con la vista desnuda habia leido Controversias Theologicas, lei luego Audacias Theologicas. En unos quantos, que decian Quaresma del &c. me hizo mi Lente leer Carnabal del &c. En unos tomitos pequeños, que tenian por afuera Cartas Criticas, leí Triunfo de la ignorancia. Invencion para hacer lucir los ignorantes, leí en las espaldas de varios volumenes, que mirados sin Lente, parecian diferentes Diccionarios. En una obra, que parecia moderna, y compuesta de unos cinco tomos, y otro agregado, leí Soporifero universal. En fin, fueron muy pocos los libros, en cuyos titulos no encontré alguna considerable mutacion. Mas nada me sorprendió tanto, como el vér entre los corrientes una obra Espñola, reciente tambien al parecer, y compuesta de unos quantos volumenes en quarto, la qual, aunque à la vista desnuda presentaba un titulo, que sonaba todo lo contrario, no era en realidad, segun el informe de mi Lente, sino una Defensa de la falsa Filosofia. Ni fue esta la sola alteracion que he notado. De toda aquella inumerable multitud de libros, los mas me parecieron por adentro llenos de borrones. Otros me pareció que tenian en blanco la mayor parte de las hojas, tanto que el contenido de algunos volumenes, capaces cada uno de cargar un macho, podria à mi parecer ponerse en una quartilla de papel, y aun creo que quedaria lugar para alguna otra cosa. Vinome con esto à la imaginacion examinar del mismo modo mis Discursos. Y con esta idéa saqué un tomo de ellos, que acerté à llevar en el bolsillo. Muchos me parecieron tambien llenos de borrones, y alguno habia, que todo él era un borron. Reparé asimismo que muchas paginas estaban en blanco; pero algunas otras se me representaron mucho mas cargadas de letra de lo que parecian con la vista natural. Y aun he notado que algunos pasages estaban impresos con letras de . . . . . Pero mis Lectores tendrán à bien que no les diga todas las particularidades, que he observado en mis obras. Si son defectos, no es prudencia descubrirlos; y si son perfecciones, nunca es bueno hablar uno de las suyas, y mucho menos si son soñadas. Saliendo de la Real Biblioteca, pasó delante de mi un coche con quatro mulas, que por su color de chocolate, y por el de las libréas, creí fuese de algun Eclesiastico; pero con el auxilio de mi Lente ví, que el que iba dentro, llevaba su vestido azul con buelta encarnada, y dos ordenes de bordado en ella; en fin uniforme de Teniente General. Despues de andar algunas calles, sin que se me ofreciese à la vista cosa particular, ví en una un Caballero del Habito, que iba por la opuesta hacera, y que me pareció digno de ser examinado. Hallé que su cabeza estaba toda llena de pergaminos viejos, y de unos grandes papeles que parecian arboles genealogicos. Continuaba observandole, quando él como iba siguiendo su camino llegó . . . . . que se yo donde; yo no sabré decir, que fue precisamente lo que entonces se presentó à mi vista, solo sí que me hizo dispertar todo despavorido.