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Cita bibliográfica: Anonym (García de Cañuelo, Luis; Pereira, Luis Marcelino) (Ed.): "Discurso LI", en: El Censor, Vol.3\051 (1783), pp. 65-78, editado en: Ertler, Klaus-Dieter / Hobisch, Elisabeth (Ed.): Los "Spectators" en el contexto internacional. Edición digital, Graz 2011- . hdl.handle.net/11471/513.20.397 [consultado el: ].


[65] Nivel 1►

Discurso LI

Cita/Lema► . . . . . Modest è
Munifico esse licet . . . . .

Horat. Serm. 1. Satir. 2. v. 50.

Puede uno ser liberal,
Y serlo modestamente. ◀Cita/Lema

Nivel 2► Relato general► Uno de mis entretenimientos mas comunes desde que doy à luz esta obra es el de leer los Discursos que llevo ya publicados. Pero es un entretenimiento de que no suelo salir muy gustoso. Porque yo no sé que diantre de virtud tiene esta maldita de la Imprenta, que semejante à los espejos, cóncavos, ò convexos, que hacen parecer horrible la Dama sobre que la naturaleza haya derramado mas gracias, hace tambien desaparecer los ma-[66]yores primores, y desfigura las cosas mas apuestas y mas bien proporcionadas. Discursos que me habian parecido antes muy decentes, me parecen malditamente despues de impresos; y lo peor es, que cada nueva lectura me descubre mil defectos, que antes no habia percibido. Asi que, rara vez tomo uno en las manos que sin acabar de leerle no le arroje ayrado, no menos con él que conmigo mismo. Hay entre ellos tal Discurso, del qual llevo ya hecha pedazos mas de una docena de exemplares: y si quedára algun poder sobre la piedra despues que se suelta de la mano, à la hora que es asi faltaria uno por quemar, como ahora llueven pepinos.

¿Por qué se obstina pues este hombre, dirán sin duda alguna mis Lectores, en seguir escribiendo? ¿Por ventura le ponen algun puñal à los pechos? Es que me sucede lo mismo que à los jugadores, que perdido todo su caudal, continúan no obstante jugando, persuadidos à que la fortuna les será mas favorable en adelante. Lo mismo que à casi todos los hombres, que nada satisfechos de su vida pa-[67]sada, desean sin embargo vivir largo tiempo, imaginandose que será mas feliz la futura, y haciendose del tiempo por venir una perspectiva, que los encanta. Asi continúo yo escribiendo, porque cada Discurso que acabo de escribir, ò cuyo plan tengo bosquejado acá en la mente, me parece un prodigio: y jamás llego à desengañarme de esta ilusion hasta que salen de esta mágica corrompedora de todo lo bueno. Mas entonces el desengaño llega tarde para los que están ya impresos, y es inutil para los otros, porque me parecen siempre incomparablemente mejores que los pasados, y no hay forma de persuadirme à que podrán tener la misma suerte.

No obstante no siempre son defectos los que encuentro de nuevo en mis papeles. Tambien alguna vez (aunque no muchas) descubro perfecciones que antes se me habian ocultado, y hallo que he dicho algunas cosas muy buenas por pura casualidad y sin pensarlo. Pareciendome en esto à los Homeros y à los Virgilios, en cuyas obras la vista perspicáz de los [68] Comentadores observó primores, que pondria yo algo de bueno sobre que ni por la imaginacion les pasaron à ellos. Hoy justamente me ha sucedido esto. Leía mi Discurso XLI, y llegando à aquel pasage, en que hablando de Fabricio, dixe, que se hace amar por su liberalidad, y que la exercita de mil modos, hice reflexion sobre estas palabras que habia puesto sin ella. Y como acababa de leer la pieza Francesa que dí traducida en el Discurso XXXVIII. en que el Autor niega à los pobres la facultad de ser liberales, cotejando entrambos pasages, dí desde luego sentencia à favor mio, y hallé que lo que yo habia dicho sin advertencia estaba mucho mas bien dicho que lo que él habia adelantado con ella, aunque mas conforme al modo de pensar comun. Nivel 3► Y de verdad yo entiendo que la liberalidad no es otra cosa que una virtud, por la qual graciosamente comunicamos nuestros bienes à otros para hacerlos felices, mejorar su suerte, ò aliviar su miseria Lo qual siendo asi ¿qué razon hay para que no se tenga, como vulgarmente no se tiene por [69] liberal, sino à aquel solo que esparce dinero à una y otra mano? Como si el oro y la plata fuesen los unicos bienes que hay en el mundo. ¿Por ventura un pobre dexa por serlo de tener unos brazos, unas piernas, una lengua, fuerzas, y alguna industria? ¿O no son estos verdaderos bienes? ¿Ellos que son à quienes unicamente deben el sér todos los otros de que acá gozamos ? Porque ni el oro es un bien, si la maña y manos del hombre no le sacan de las entrañas de la tierra. Ni lo es el pan, si las mismas despues de sembrado y cultivado no le siegan, no le trillan, no le muelen, y no le reducen en fin à estado en que pueda comerse. Ni la honra y las riquezas se adquieren sino por su medio, ni pueden llamarse bienes sino en quanto nos hacen dueños de los brazos, y la industria de otros hombres. ¡Y quánto con ellos solos puede un corazon benéfico sin faltarse à sí mismo contribuir à la felicidad, ò al alivio de las miserias de sus hermanos! Fabricio, ya que Fabricio es quien me ha dado motivo à esta meditacion Filosofica, Fabricio, digo, es un [70] buen exemplo de esto.

Nivel 4► Retrato ajeno► Con toda su pobreza, apenas hay entre las gentes con quienes trata quien no le esté obligado por algun beneficio. ¿Introducese la discordia en una familia conocida? ¿Riñe la muger con el marido? ¿Enojase el padre con el hijo? ¿Descomponese el hermano con el hermano? ¿Un pleyto atróz vá à nacer entre ellos, y sus haciendas ván à ser la presa de la voráz turba que cerca à los Tribunales? Hele aqui que con sus consejos, con sus razones, con sus ruegos, templa de este las iras, reduce aquel à su deber, concilia los intereses de los unos y los otros, y es el iris que lleva allá la serenidad. ¿Se le muere el padre al amigo? ¿Le enferma el hijo? ¿Le pare la muger? Parte volando allá: le aníma, le consuela con sus palabras, tanto mas eficaces, quanto la misma amistad es quien las dicta, la misma naturaleza quien las pone en sus labios, y quanto por su misma simplicidad son mas acomodadas à su grosero modo de percibir las cosas.

Mas no à solas palabras reduce su ofi-[71]ciosidad. El es quien en el apuro vá à llamar al Medico: él quien trae consigo al Cirujano: él quien corre à buscar al Confesor. Sus vigilantes ojos ponen como en esposas las rapaces manos de aquellos que de estas turbaciones no de otra suerte se aprovechan, que del mar revuelto el codicioso pescador. ¿Le vé falto de medios con que asistir al enfermo, con que enterrar al difunto? Su puntualidad en el cumplimiento de su obligacion, que le hace no encargarse jamás de obra que no pueda dar ciertamente al tiempo señalado: su veracidad altamente acreditada en todos sus tratos: su conducta en fin en todo regular, en todo irreprehensible, le grangearon la estimacion de algunas personas de conveniencias. A ellas recurre entonces: implora su caridad: la procura excitar por todos medios: les ruega: les insta, y aunque sumamente modesto y retenido en sus propias cosas, por socorrer una necesidad no teme importunarlos. ¡De qué placer no se inunda aquel corazon, quando sacando algun fruto de sus ruegos, como le saca [72] casi siempre, se halla en estado de aliviar la afliccion de su amigo! Quisiera entonces tener la ligereza de las aves, para no retardar un instante el consuelo al infeliz que le está esperando.

El unico apoyo de su subsistencia son sus manos, y pocos dias que perdiera de trabajo le pondrian en una muy grave necesidad. No obstante él sabe el modo de remediar este inconveniente, y de impedir que esto sea un estorvo à su beneficencia. Reducese à trabajar por algunos dias una ù dos horas mas de lo acostumbrado en cada uno, privandose asi de su comodidad y su descanso para contribuir al alivio de los que le han menester. Ni su oficiosidad se encierra en la limitada esfera de sus conocimientos. El ser hombre, y el ser necesitado es por sí solo un titulo que hace acreedor à qualquiera de sus servicios. ¿Un desconocido se cae en la calle accidentado? Vuela al instante à su socorro. ¿Trabase en la calle una pendencia? Se le vé de pacificador enmedio de los que riñen. ¿Hay en lo alto de la noche algun in-[73]cendio? Deja la cama, y corre allá medio vestido. Ni es una vana curiosidad la que le lleva. Vesele el primero de todos meterse intrepidamente entre las llamas, y arrostrar los mayores peligros.

Tiene ordinariamente en su casa uno ù dos aprendices, que están obligados à servirle por un tiempo determinado. ¡Con qué zelo atiende à su enseñanza! ¡Cómo procura inspirarles el amor al trabajo, y à la profesion que abrazan! Su talento, y su aficion al arte que profesa, le hicieron hacer en ella algunos descubrimientos de importancia. ¡Con qué franqueza se los comunica! Aunque ¡qué mucho si ni aun de sus compañeros los reserva, emulos por la mayor parte suyos, y envidiosos de su merito! Pero aun mas que de enseñar el oficio à sus discipulos cuida de formar sus costumbres. Y para esto es increíble quánto contribuye la humanidad con que los trata. No es para con ellos un amo, como otros, duro è inhumano, sí un padre lleno de ternura. Al menor dolorcito que los aflija, todo lo abandona [74] por cuidarlos: se anticipa él mismo à sus necesidades; promueve sus diversiones; ni se desdeña de jugar à veces con ellos. Y de este modo adquiere sobre sus animos tal poderío, que como en blanda cera imprime en ellos quanto quiere. Habita ya hace años un quarto baxo de la casa en que yo vivo; ¡y quántas lagrimas de gozo me ha hecho derramar algunas noches de verano, que desde mi quarto le veía sentado familiarmente con ellos tomando el fresco en el patio, pendientes ellos de sus labios, y él entreteniendolos con cuentos graciosisimos; pero que jamás dexaban de contener alguna moralidad!

Mas nada me admiró tanto de Fabricio, como lo que le vi hacer con uno de estos. Llegó casualmente à su puerta un muchacho que pedia limosna. Huerfano de padre y madre, y sin amparo alguno; sus carnes estaban à trechos cubiertas de asquerosos trapos. Movióle à compasion su desamparo, al mismo tiempo que le prendó su gallardía y su despejo. Recibele en su casa: enseñale su [75] oficio: asistele en una larga y peligrosa enfermedad con el zelo de la madre mas amante, y finalmente le tiene en todas cosas en lugar de hijo. Al cabo de tres años, quando debia empezar à pagar, si era posible, con sus servicios los beneficios que de él habia recibido, he aqui que desaparece un dia de su casa, creyendo sin duda que se bastaba ya à sí mismo. Mas como si el Cielo tomase à su cuidado castigar su ingratitud, se vió dentro de poco sumergido en la mayor miseria. Vuelve en este estado à su generoso protector, y éste, lexos de echarle en cara su ruindad pasada, y atendiendo menos à ésta que à su infelicidad presente, le recibe con benignidad y con agrado. Su vista le traxo sin duda à la memoria la buena accion que con él habia practicado, y la memoria de una buena accion jamás deja de llenar de placer y de contento à quien la hizo.

¿Y no llamaré yo liberal à Fabricio? ¿A Fabricio que de este modo sacrifica su descanso al alivio de los que le necesitan, y usa en su servicio de todos [76] los bienes que posee? ¿A Fabricio, en cuyas buenas obras, sabidas apenas de otro, que aquellos que las reciben; no dignandose nadie baxar la vista à las acciones de un miserable como él, no puede tener parte alguna la vanagloria? ¡A Fabricio, digo, no le tendré yo por liberal! ◀Retrato ajeno ◀Nivel 4 Nivel 4► Retrato ajeno► ¿Y tendré por tal à Fulgencio, que por un trastorno de la razon el mas extraño proporciona todas sus dádivas en razon inversa de la necesidad de los que las reciben? ¿Que el dia de la boda de una doncella de su casa gasta en el refresco diez ò veinte mil reales, para dexarla despues perecer de hambre el resto de su vida: que de una vez sola regala valor de dos ò tres mil pesos à una Comedianta, ò à un Torero: que consume mil ò dos mil doblones en un banquete ù otro obsequio hecho à otros poderosos como él, y que cree excederse si por ventura dá un duro à un necesitado? Mas no hablemos de Fulgencio, cuya vanidad es demasiadamente visible. ◀Retrato ajeno ◀Nivel 4 Nivel 4► Retrato ajeno► La conducta de Franco es muy distinta.

[77] Nada menos parece buscar que la obstentacion. Es verdad; pero él sabe muy bien que sus generosidades no pueden ocultarse al público, que con tanto anhelo escudriña las acciones de los grandes. Sabe, que aquel cuidado que parece poner en ocultarlas, lexos de disminuir, no hace al contrario sino aumentar su reputacion de generoso. Su bolsillo está abierto à quantos à él recurren: lo confieso. Una sola de sus liberalidades importa cien veces mas que quanto puede hacer Fabricio en toda su vida: no tiene duda. Pero estoy seguro de que con todo eso no socorre tantas verdaderas necesidades como este. Pero liberal sin perjuicio de su regalo y su sosiego, podria muy bien perecer de hambre todo el mundo, sin que él disminuyese un plato solo de su mesa: todo Madrid podria estar antes reducido à cenizas, que él dexase, à no tocarle tambien el riesgo, la blanda y deliciosa pluma en que reposa para ayudar à apagar el incendio. Asi que, con todo lo que dá, nada dá sino lo que [78] no puede aprovecharle, ni viene à desposeerse por el bien ageno de una parte tan considerable de sus bienes, como Fabricio. ¡Y será este aun con todo eso menos liberal, y menos generoso! ◀Retrato ajeno ◀Nivel 4 ◀Nivel 3 ◀Relato general ◀Nivel 2 ◀Nivel 1