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Sugestão de citação: Anonym (García de Cañuelo, Luis; Pereira, Luis Marcelino) (Ed.): "Discurso XLIII", em: El Censor, Vol.2\043 (1781), S. 673-688, etidado em: Ertler, Klaus-Dieter / Hobisch, Elisabeth (Ed.): Os "Spectators" no contexto internacional. Edição Digital, Graz 2011- . hdl.handle.net/11471/513.20.361 [consultado em: ].


[673] Nível 1►

Discurso XLIII

Citação/Divisa► Rara quidem est uirtus, quam non
Fortuna gubernat.

Ovid. Lib. ult. Trist

Virtud rara es aquella ciertamente,
A la que no gobierna la Fortuna. ◀Citação/Divisa

Nível 2► Narração geral► En mi vida me acuerdo de haber hablado tanto. ¿Se podrá creer que aun no he acabado de referir todo lo que charlé en la concurrencia de que he dado noticia en los Discursos antecedentes? Lo que no dexaba de maravillarme era, como nadie me interrumpia. Hice algunas leves pausas, por vér si otro tenia gana de despegar los labios; pero no estaban de ese humor. En fin, viendo [674] esto proseguí adelante con mi loteria.

Nível 3► Diálogo► Si Señores, dixe, lo mismo sucede en las demás profesiones. Aunque muchas veces caiga la suerte sobre los hombres de merito, no es porque lo tengan; es él para ella muy indiferente. Nível 4► Retrato alheio► Mi Medico es un hombre que ha cursado mas el Hospital que la Universidad, ha manejado mas cadaveres que libros. Pero debe de haber contraido con esto un humor tan melancolico y opaco que no sabe siquiera un cuentecillo, ni se le ofrece dicho alguno gracioso con que divertir, y aliviar à los asistentes, yá que no al enfermo, quando entra à visitar à alguno. Como está hecho à meter el cuchillo con la mayor frescura en cuerpos humanos; tiene no sé que de cruel, que es inexorable en sus sentencias. No las sabe endulzar con un modo agradable: si determina que se ha de derramar la sangre del pobre enfermo, no hay remedio, no hay ruegos, no hay equivalentes que valgan: si falla su muerte; no hay apelacion, no hay recurso, [675] morirá sin duda: y se porta del modo que pudiera el Juez mas adusto y severo. No le ha caido, pues, en suerte el don de la palabra; y bien pudiese tener toda la ciencia de Esculapio, como sin él no hará jamás fortuna. No obstante tiene fama de buen Medico; y esto es justamente lo que contribuye mas à su desgracia: la tiene de que no le llamen sino para casos deplorables y desesperados: son por tanto mas las sentencias que dá de muerte, que las en que absuelve al enfermo de esta pena: y no se concilia de este modo la aficion y cariño de las gentes: ¿cómo se lo ha de conciliar? si lo mismo es verlo que al instante viene à la imaginacion la muerte del padre, del marido, del hijo, de la muger à quien no libró la vida: objeto bien desagradable, cuya memoria excita solo con su presencia. Teniendole los mas esta especie de aversion que se adquiere el Medico que asiste à la enfermedad ultima: nadie le envia despues à llamar, ni aconseja à otros le llamen, le lla-[676]man solamente los pobres que no pueden satisfacerle. Por otra parte nada hace con el enfermo, casi nunca receta, y dá muy poca ganancia à los Boticarios. Regularmente lo abandona al infeliz à la naturaleza, excusandose con decir, que fiel ministro de ella no es su oficio usurpar sus veces, è intentar curarle, sino unicamente remover los obstáculos que se oponen à que ella le cure Pero acaso deberia pensar, que la esperanza, es el mayor bien, que los hombres tienen, y que la esperanza, aunque falaz de aliviar del dolor con la receta, ò el emplasto, no puede menos de ser yá un alivio. Como quiera que sea, sus enfermos se mueren regularmente, sin que la familia tenga el consuelo de que se hizo por sanarles quanto en el Arte cabia; de que murieron en forma medica, y con todas las solemnidades requeridas: y un hombre tan poco aficionado à dár gusto ¿cómo ha de conocer las enfermedades? Mas sea como fuere, lo cierto es él que gana muy poco. ◀Retrato alheio ◀Nível 4

[677] Pero el Doctor Diaulo tiene las mejores casas. El otro dia adquirió una de estas; en la que despues de haberle pagado muy bien, le regalaron un gran relox de oro. Nível 4► Narração geral► Todo esto lo perdió aquel otro por no haber acertado à curar à cierta Señora: entró à visitarla con el continente adusto que acostumbra. Padecia la Señora algunos insomnios, y la mandó se levantase temprano: dixole sentia dolores fuertes de cabeza; y despues de examinada, halló que era indispensable mudase de peluquero, ò no se peynase. Se quejó de que nunca tenia gana de comer por la noche; ordenola se acostase sin cenar, y por variar alguna otra vez, que comiese algo menos à medio dia. ¿Y que me dá Vm. para estos dolores tan agudos que siento en los pies? le pregunta: recetala un calzado mas ancho. ¿Pero y este cansancio, que siento en todo el cuerpo quando doy dos pasos? Eso consiste, responde, en que V. S. no hace uso de sus piernas: ordenala no entrar en [678] coche por dos meses. ¿Y que juzga Vm., quiere saber la enferma, me pondré levantar mañana para Misa? Mejor es que sea hoy, la dice el Doctor, y se hallará V. S. mas agil mañana. Con que eso es decir, exclama la pobre Señora, que para mis males no hay cura; à ese paso presto se acabará conmigo. ¡No sé que desgracia es la mia, que nadie quiere creer lo mala que me hallo! Yá vá para dos años que no siento alivio alguno: ¡y porque ando en pie; porque salgo à Misa algunos dias de fiesta; porque esforzandome y à mas no poder, asisto à algunos bayles, que me precisa; porque suelo ir à la comedia por divertirme de mis melancolias; porque pico de esto, y aquello en la mesa, por no dexarme morir; dicen que mis males son aprehension! ¡Como se conoce que no saben lo que es estár mala! ¡Y soy una muger que siquiera puedo tomar una aguja en la mano; de no mas de vér hilar al torno, se me vá la cabeza; no me es dable leer dos renglones; no [679] puedo aun rezar un rosario! Señora V. S. no se aflija, le réplica mi Medico, V. S. crea que los remedios que le he dado, son los mas aproposito, ò yo sé poco de Medicina, para el mal que V. S. padece, y que seguramente se hallará mejor usando de ellos: puede V. S. probar tambien (à vér qué tal le sienta no mas) à dár quatro puntitos, à hilar un ratito: porque le aseguro à V. S. que una vida sedentaria, y sin hacer nada engendra : : : : : Marqués, Marqués, comienza à gritar, la Señora, mira, mira lo que me receta el Doctor, que trabaje, y que hile. El Medico viendo, que su Señoría vá cobrando yá mas alientos, se despide diciendo; pues Señora, yo no alcanzo mas en mi Arte. Me alegrara ser el que pudiese curar à V. S. que lo executaria con muchisimo gusto; y vase con esto.

Llaman incontinenti al Doctor Diaulo, que al principio está por recetar lo mismo que su compañero, tan óbvia era la causa de la enfermedad. [680] Pero conociendo mejor el humor pecante de Madama: pidela el pulso, está un ratito suspenso: pidela el otro; arquea un tanto las cejas: He, dice, si Dios quiere : : : : : aqui no tenemos sino : : : : : que ¿hay calentura? le interrumpe la Señora? calentillo, calentillo está el pulso, responde D. Diaulo, pero : : : : : ¡Oh! yo bien sé, vuelve à interrumpirle, que lo tendré muy alterado. Sí Señora, conviene él al instante, hay su poquito de alteracion. Vaya vaya, digame V. S. ¿qué es lo que V. S. siente? Hacele Madama relacion de su enfermedad. Pregunta el Doctor que le habian mandado. Nada, le responde, nada: ¡vea Vm. qué disparate! no me ha recetado otra cosa ese D. Prudencio, sino que cosa, que hile, que trabaje, que no cene, que coma poco, que no ande en coche; ¡yo, yo, que me estoy cayendo muerta! ¡Pobrecita! dice D. Diaulo, Señora el tal D. Prudencio es un buen Medico; pero no es para estos casos. ¿Qué mas pudiera hacer V. S. que eso mismo sí es-[681]tubiese sana? Pide al instante papel y tinta, receta media docena de typsanas, otros tantos jaravitos, unos baños de pies para los dolores que sentia en ellos, algunos soporiferos para las vigilias nocturnas; todo lo qual le asegura que no la haria el menor daño: despues, la dice, tomará V. S. una purguita ligera, y le haremos un par de sangrias cortitas. Las sangrias, replíca la enferma; si à Vm. le parece podrán ser del brazo, porque del pie es muchisima incomodidad. Si Señora del brazo, responde al punto el Señor Doctor, lo mismo tiene del brazo que del pie, una vez que, como V. S. sabe muy bien, yá está descubierta la circulacion de la sangre, que desde los brazos vá à los pies, de los pies à los brazos, y asi anda dando vueltas à todo el cuerpo. ¿Pero sabe Vm. lo que digo? vuelve á decir la pobrecita enferma, que sino hay la mayor urgencia, será mejor dexar la purga, y las sangrias hasta que pasen pasquas, porque ahora todos son dias muy ocupados; [682] y esas son médicinas mayores, que requieren guardarse mucho. ¡Oh! ¡ha dicho V. S. divinamente! responde el Doctor, no me acordaba yo del tiempo en que estabamos: no, no hay la mayor urgencia: dexemoslo para el mes de Enero, que es mejor tiempo; y puede que entonces no haya necesidad. Determinase, pues, la sangria para la Quaresma del año de 82., y Madama queda sumamente prendada de la habilidad de su nuevo Medico. Nombrasele por de la Casa, señalasele su sueldo, y sin perjuicio del se le paga, y regala, como he dicho. ◀Narração geral ◀Nível 4 Vease aqui lo que perdió el primero, por no haberle caido la suerte del don de palabras. Mas à la verdad, ella parece no anduvo en esto muy injusta, porque la afabilidad, la condescendencia, lo aficionado à dar gusto de Don Diaulo, sus chistes, sus gracejos se merecen qualquier cosa; y además pueden contribuir à curar las dolencias poco mas, ò menos que toda la ciencia de Don Prudencio. ◀Diálogo ◀Nível 3

[683] No debia de haber algun Medico en el corro, quando conté esto, pues aunque acabado el cuento me suspendí un rato, y tomé un vaso de agua, porque de tanto hablar, tenia yá la boca muy seca, no chistó aun ninguno de mis oyentes. Viendo lo qual prosegui en esta forma.

Nível 3► Diálogo► Pero la suerte que en la gran loteria de este mundo abate à los unos hasta lo mas infimo, y ensalza hasta lo sumo à otros, tal vez con meritos iguales, y con igual juego, es la de los tiempos, y de los lugares.

Nível 4► Narração geral► Nace hoy en Roma un hombre de un corazon grande, lleno de ambicion, amante de la gloria, despreciador de los peligros de la vida; pero encuentra dispuestas las cosas de manera, que no ha podido desplegar, à dár extension, estas qualidades, no puede dar ensanche alguno à estas pasiones: ò es preciso que las ahogue enteramente, ò que las convierta en daño y perjuicio de los de-[684]más hombres: lo primero le es casi imposible, abusa pues de ellas para lo segundo. Es un contrabandista, un vandolero, un homicida, y sus delitos le llevan en fin, al paradero que se merecen; dan con él en la horca. Muere cubierto de oprobio, y de ignominia este hombre que si hubiese nacido alli mismo veinte siglos ha, hubiera tal vez adquirido la gloria que un Scipion, que un Pompeyo, que un Cesar. Aquel Manlio tan gran bienhechor de sus Conciudadanos, aquel Soldado lleno de honores militares, y de cicatrices de heridas recibidas en defensa de la Patria; aquel que solo él la ha libertado de los Galos; es despeñado en Roma, à causa de que codicia el Reyno por la Peña Tarpeya, que fue teatro de esta grande accion, y ahora lo es de su ultimo suplicio. Este Varon digno de memoria, sino nace en una Ciudad libre,1 dominaria quizá el [685] mundo tan pacificamente como Augusto, si se atrasa su nacimiento en tres centenares de años. ◀Narração geral ◀Nível 4

Nível 4► Narração geral► A Alexandro Magno le cae la loteria de morirse temprano, para alzarse con este nombre, y no perder esta grandeza: y siendo asi que Roma tiene por estos tiempos otros tantos Alexandros, como Consules, y Dictadores,2 à estos no les tocó esta suerte, porque el teatro de las hazañas de Alexandro es el Asia; y el de las de los Consules, y Dictadores la Italia: Alexandro sugeta, doma Orientales; y los Consules Romanos se baten con Samnitas, con Hernicos, con Faliscos, con Volscos, con Latinos. En una palabra, la suerte de los lugares, y de los tiempos ha sido la que ha concedido casi toda la gloria de que han gozado, à los Conquistado-[686]res, y Guerreros famosos. Esos heroes que ha admirado el mundo, y à quienes tanto ha honrado, no tenian mas, ni menos que los malhechores, à quienes el mismo mundo ha vituperado, y sumergido su nombre en el olvido. Todos los grandes vicios suponen qualidades grandes: la codicia es sola la que las excluye todas, por eso es ella la marca, y carácter de un alma la mas vil y baxa. Pues ahora, estas qualidades, ò son vicios, ò son virtudes, segun la naturaleza de los motivos, y fines que se propone, y de que echa mano el que las posee; pero à los hombres les dá la gana de carácterizarlas como se les antoja. ¿Y quién no vé que esto pende absolutamente de la suerte? El Heroe Christiano, el que sabe vencerse à sí mismo, y à ella, ese, ese es el verdadero Heroe. A todos los demás es ella sola la que los distingue. Roba un hombre con una pequeña embarcacion; es un pirata, un vil, un infame: roba con una armada en-[687]tera; es un gran Soldado, un gran General de mar. Sin embargo ni aquel tiene menos pericia, ni menos valor, y quizá mucho mas que este. Aquel hombre ha usurpado à su vecino cinto [sic] ò seis pies de tierra por la linde de su heredad; es un injusto, un malvado: si él hubiese usurpado una Provincia, seria un gran Conquistador. El otro à viva fuerza ha quitado à un caminante cien reales que llevaba; es un picaro, un ladron, que merece la horca: pero un tyrano que tal vez tiene mas de astuto, que de valeroso, despoja à muchos millares de hombres de su libertad; es un heroe, y como tal se admira, y se venera. Este ha faltado à su palabra, no ha cumplido la obligacion de un contrato, y todo el daño que ha hecho no pasa de seis maravedis; es un hombre sin fee, un villano, un ruin: pero si él hubiese atropellado las mas solemnes obligaciones, afianzadas con los juramentos mas sagrados, y sumergido con [688] esto naciones enteras en guerras crueles, seria un grande, un habil politico. Aquel otro ha menester para llegar à la gloria, à que aspira, valerse del medio de hacer bien à los demás hombres, se le honra, se le estima, se le ama; pero este no puede llegar al mismo termino, sino haciendoles daño: se le vitupera, se le desprecia, se le aborrece. Sin embargo, no es el uno mejor que el otro, ò por mejor decir, ambos son igualmente malos. Lo mismo digo de aquel Escritor, de aquel Magistrado, de aquel Patriota, y aun de aquel Teologo. Todos estos ván à un mismo fin, mas no pueden ir todos por el mismo camino, y la suerte sola es la que les hace tomar antes uno que otro.

Solo, sí, solo es el hombre grande, el hombre bueno, el digno de honor, y de gloria aquel que obra siempre por amor à la verdad, y al orden, y que sabe burlarse de la suerte, despreciarla; vencerla. ◀Narração geral ◀Nível 4 ◀Diálogo ◀Nível 3 ◀Narração geral ◀Nível 2 ◀Nível 1

1Hunc exitum habuit vir, ni-[685]si in libera civitate natus esset memorabilis. Tit. Liv. Lib. 6. Cap. 13.

2Vè Tit. Liv. Lib. 9. Cap. 11.