El Censor: Discurso XXXIX

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Nivel 1

Discurso XXXIX

Cita/Lema

Hoc erat in votis . . . . . 

Horat. Satyr. II. 6. v. 1.

En esto se cifraban mis deseos.

Nivel 2

Terrible cosa es el dinero. No hice mas que soñar la noche pasada que habia hallado un tesoro, y heaqui mi corazon del todo enervado, y aun no sé si diga corrompido. Heme aqui hecho un hombre sensual y voluptuoso: un verdadero Epicureo. En vez de hacer de mis soñadas riquezas un uso que me procurase una felicidad sólida y duradera; pase todo el dia dedicandolas à lisongear mis sentidos, imaginando placeres y diversiones, y trazandome un plan de vida que ocupase un continuado deleyte. Este plan no es à la verdad muy edificante; pero yo no soy ningun predicador, y además hallo en él alguna sombra de razon, cierta delicadeza, y una finura de gusto, que me obliga à comunicarle al Público.

Nivel 3

Los mas de los ricos corriendo sin cesar tras de quimeras, vienen à gastar su oro en estiercol, y no llegan jamás à conocer el precio de la vida.

Nivel 4

Fábula

Semejantes al perro de la fabula, que suelta el bocado que tiene entre los colmillos por el que juzga ver en el agua; dexan los verdaderos placeres que la naturaleza les está franqueando al rededor suyo, por otros que les finge su imaginacion à larga distancia.
Yo al contrario, persuadido à que los mios tendrian tanto mas de realidad, quanto aquella tuviese mas parte en ellos, para alhagar estos sentidos, que me ha dado, procuraria acercarme à ella quanto fuese dable. En todo sería ella mi modelo: en todo la consultaria: en todo la preferiria. De toda esta inmensidad de bienes, que esparció sobre la tierra, escogeria aquellos que, siendo mas sencillos, serian por consiguiente mas agradables, y podria apropriarme mejor y à menos costa. El primer uso que haria de mi tesoro sería comprar tiempo, libertad, y si se hallase à precio de dinero, tambien salud. Sin ella no hay en la vida gozo cumplido. Mas como la unica moneda con que se compra este genero es la templanza, sería templado por sensualidad. De los manjares escogeria siempre los mas simples: aquellos de que la naturaleza misma es la principal cocinera, y que pasan por menos manos antes de llegar à nuestras mesas. Ningun picaro de Cocinero me haria pagar à peso de oro el arte con que destruyese la sensibilidad de mi paladar; el veneno con que me matase. Ningun bribon de Mayordomo fundaria mayorazgos à costa de mi necia y grosera glotoneria. Mi mesa no se cubriria de magnificas y costosas porquerias, ni de insulseces venidas de luengas tierras. El buen Apicio, aquel nepotum omnium altissimus gurges, se iba al cabo del mundo para probar un buen bocado que alli se criase. Yo hiciera lo mismo primero que hacermele traher; à no ser que con él me traxeran tambien el clima que lo produxo. Todo deleyte no es sin la satisfaccion de alguna necesidad; y cada clima produce diversas necesidades: asi que, los manjares que son excelentes en uno, trasladados à otro, en donde falte aquello que los hacia apetecer, no pueden menos de ser insulsos y desabridos. Por la misma razon me guardaria yo bien de trastornar el orden de las sazones arrancando à la naturaleza producciones, que no dá sino à su pesar, y por decirlo asi, con su maldicion. Cada cosa en su tiempo, dice admirablemente el refran. ¿Habia yo de hacer como estos, que à costa de caudales inmensos consiguen tener todo el año en su mesa frutas y legumbres que à nada saben? Pero demos que à fuerza de hornillos y galerias lograse yo tener en el corazon del hivierno fresas, guindas y sandias de la misma sustancia y calidad en todo, que las que produce naturalmente el verano: Entonces que mi paladar no ha menester ser humedecido ni refrigerado, ¿sería yo loco para preferirlas à unas buenas castañas bien asadas y calentitas? Uno de mis mayores placeres es salir al campo al asomar la primavera. No puedo explicar el gozo, la alegria que siento quando descubro la primera florecita, quando observo el primer boton, que asoma por entre las hojas todavia no bien desplegadas. Pero yá se vé que todo este gusto perderia, si tubiese por el Enero los jarrones de mi sala llenos de vejetaciones forzadas, de flores pálidas y sin olor. Un Palacio magnifico y ricamente adornado sería una cosa, en que tampoco gastaria mi dinero. Una guerra, una peste, una rebolucion me echaria mañana de él: y aunque no tuviera este recelo, quisiera estar siempre libre para ir adonde me diese la gana. Pero fabricarme un vasto edificio y llenarle de muebles, me imaginaria que era aprisionarme en un lugar, y desterrarme para siempre del resto del Universo. ¿Y para qué tanto afan en edificarme un Palacio, quando tantos se están fabricando para mí por ese mundo de Dios? En efecto, yo me tendria por dueño de todas las casas en que pudiese entrar mi tesoro, bien asi como Philipo tenia por suyas todas las fortalezas en que pudiese entrar una carga de dinero. ¿Y sobre todo para qué queria yo Palacio? Los Orientales bien voluptuosos son, y con todo eso no habitan sino unas casas muy reducidas y muy sencillamente adornadas. Yo no habia de habitar de mi Palacio sino una, ò quando mas dos piezas: la una de hivierno y la otra de verano. Las demás ò las ocuparian mis criados, ò serían comunes de toda la familia. Pero las primeras no me serían menos estrañas que las casas de los vecinos, y entre las segundas y las salas de un Café maldita la diferencia que encuentro. Aunque si encuentro, y es que en estas hay mas concurso, mas diversidad de gentes, y por tanto mas diversion. Yo soy, cierto, muy aficionado à los libros, à las pinturas y à las curiosidades de la naturaleza: mas ni por eso tendria una gran bibliotheca, ni una gran galeria, ni un gran gavinete con que ocupase los salones de un vasto edificio. Buen gavinete de Historia natural es el Universo: y además no sobra otra cosa que gentes que se tomen el trabajo de hacer para mí estas colecciones. Por otra parte en ellas por grandes que sean, es siempre mucho mas lo que falta, que lo que hay: y los conocedores, los que no las tienen tan solo para mostrarlas, sienten mas la falta de lo que no tienen, que gozan de lo que poseen. Dixe que las habitaciones de mis criados serian para mí lo mismo que las de los vecinos: y dixe un grandisimo desatino. ¿Criados yo? ¿Yo cercarme de una caterva de gentes infames, que no hiciesen otra cosa que observar mis acciones, espiar mis discursos, criticarlos y estenderlos por el público, acompañados de sus malignas interpretaciones? Dias pasados tube la honra de comer à la mesa de un Excelentisimo: veinte bocas tubieron que pedir vino para él, antes que la sed de su Excelencia fuese apagada: en vez que yo en mi casa como tengo el vaso y la botella al lado, bebo al instante que me dá la gana. No señor: un Portero y un Lacayo son unos malditisimos interpretes, y bien pudiera mi caudal ser mayor que la deuda de la Gran Bretaña; ni por eso consentiria yo en tener esta barrera entre mí y el resto del mundo, ni en hacerme prisionero de esta canalla. En dos palabras como en ciento: yo querria ser bien servido, y ser dueño de mí mismo; y para esto el unico remedio es tener los menos criados que sea posible, y si pudiera ser, ser uno su propio criado. Lo que uno se hace por sí, está siempre bien hecho. Lo que sí tendria sería un cochecito. Es ciertamente un mueble muy comodo. Lo malo es que aquel ruido me levantaria dolor de cabeza. Despues de eso tendria que romperme el pulmon à fuerza de gritar, para hacer parar quando quisiese hablar à un amigo que encontrase. Otras veces que quisiera volar me veria precisado à cejar, ò à estarme quieto por muy largo rato en medio de una calle. Por otra parte me apoltronaria demasiadamente, y una vida sedentaria, sobre no ser saludable, cansa y enhastia presto. Todo bien considerado no hay nada de lo dicho: no quiero coche. Sirviendome de mis piernas, tendré siempre buenas ganas de comer: mis mulas estarán siempre prontas: si están enfermas, ò fatigadas, lo sabré yo primero que nadie, y ningun picaron de cochero me hará aguantar sus borracheras, ni estar mal de mi grado metido en casa, quando él quiera solazarse. Mi modo de vestir seria sumamente sencillo no por modestia, sino por conveniencia. El brillo, la ostentacion en el vestir es una cosa sumamente incomoda. Dexo aparte el tiempo, y el trabajo que cuesta su adorno à los Adonis: pero todo lo que le distingue à uno de las gentes, le priva de una gran parte de su libertad y de un sin numero de placeres: para hallar agrado con todo el mundo, es preciso igualarse à todos. Asi que yo quisiera siempre andar de modo, que ni me hiciese mi trage despreciable en un Café ò en el Retiro, ni padeciese un Usia en Lavapies. Una pequeña compañia de amigos sería mi mayor delicia; pero habian de ser tales, que con todo mi tesoro para nada necesitasen de mí. De otro modo no serían amigos, sino ahijados; no tanto sería una sociedad, como una pequeña corte: y yo, yá lo he dicho, he renunciado à las placeres, que no tienen otro ser que el que les dá la imaginacion. La uniformidad de gustos, la aficion mutua, la conformidad de carácteres habian de ser los unicos lazos de nuestra amistad, que no envenenaria el Demonio del interés. El interés mata la amistad, como el amor. En nada conozco mas bien que mi corazon se ha enervado, que en no gustarme una muger propia, ni una familia. Los placeres que esta produce son de un orden muy superior à la capacidad de un alma corrompida. Pero à lo menos yá que no me casase, tampoco compraria una amiga. Es cosa muy facil tener mugeres por dinero; pero es tambien el medio de nunca gozar con ellas placer verdadero. Qualquiera que paga, por mas amable que sea, solo por este hecho no puede ser querido largo tiempo. Bien presto pagará por otro, ò acaso será otro pagado con su dinero. Aun quando esto no se verifique, jamás puede estar seguro de que es amado, de que posee la persona, y no tan solamente el cuerpo: y mi gusto es todavia demasiadamente delicado para pagarse de un placer tan brutal. Amigo de sencillos placeres quiero gozarlos con todo el deleyte imaginable, con toda la pureza que me permita mi corrupcion. El teatro de mis mayores placeres seria el campo. En el pendiente de un collado bien frondoso, una casita rustica, una casita blanca con sus ventanas verdes, un buen corral por patio; por caballeriza un establo con bacas para tener abundancia de leche, à que soy muy aficionado; por jardin una buena huerta; y por parque en fin, un vergel como el del buen Alcinoo: (mas que me expusiese à la censura de los Criticos, que le hallan falto de adornos en la descripcion que de él hace Homero:) (a) alli me iria con una comitiva de amigos, mas escogida que numerosa: de amigos que lo fuesen de divertirse; pero de divertirse como yo, con simplicidad, con delicadeza, y buen gusto: de damas que supiesen levantarse alguna vez de un canapé, y prestarse à las diversiones del campo; que supiesen dexar à veces la baraja y el abanico, por el sedal para pescar, por la liga para coger pajaros, por el rastro para estender la mies, y por el cesto para vendimiar. Todas las ceremonias de la Corte serían desterradas de entre nosotros: y hechos aldeanos en la Aldéa, los placeres se succederian rapidamente. Todas nuestras comidas serían otros tantos banquetes en que reynaria no tanto el primor, como la abundancia. La vida activa, los trabajos del campo, la alegria, el buen humor son los mejores cocineros del mundo. El comedor sería unas veces el vergel, otras un barco, otras la fresca yerba debaxo de algun arbol bien frondoso, y cerca de alguna fuente viva. El sitio que el primero de nosotros nombrase, aquel sería sin replica, sin contradiccion: y esto mismo se observaria inviolablemente en todas las demás cosas. Ningun Lacayo que nos escuchase, y que rabiando por comer nos estuviese contando los bocados, y se vengase de nuestra tardanza con hacernos desear el vino quando le pidiesemos. Nosotros mismos en una alegre procesion, traheriamos cantando la comida. Cada uno sería servido por los demás, y pediria lo que quisiese con libertad, sin cumplimiento, sin recelo. Si en la comarca hubiese alguna funcion, ò se celebrase algun casamiento mas favorecido sin duda del Cielo, que los de nuestras Ciudades, allá me iria yo el primero de todos con mi comitiva. Llevaria à los novios algun regalo sencillo como ellos, que serviria en la fiesta: y en retorno; ¡qué bienes alli no hallaria! bienes de un valor inestimable, bienes que solo alli son conocidos: la naturalidad, la franqueza, la libertad, sin las quales no es posible que haya deleyte verdadero. ¡Con qué placer yo à la testera de su larga y angosta mesa nos haria coro con aquellas buenas gentes al estrivillo de alguna rustica y vieja cantilena! ¡Con quánto mas gusto no baylaria despues con ellos en la era, que en un casino! Todo esto está bien: pero una cosa falta: ¿Y la caza? es verdad: se me pasaba: sin el monte no puede haber diversion en una Aldéa. Sí por cierto; sería preciso el entretenimiento de la caza: y para que fuese completo, para que la hubiese en abundancia, siendo yo tan rico habria, yá se vé, menester tierras, cercados, bosques, guardas, y sobre todo soga y cuchillo para prohibirla à los demás. ¡Qué lexos que estaba yo de mi cuenta quando me contentaba con una casita, un corral, una huerta y un vergel! El caso es que estas tierras tendrian vecinos, estos vecinos serían zelosos de sus derechos, y desearian usurpar los mios: reñirian nuestros guardas: y despues nosotros: Heme aqui metido en discordias, quejas, enemistades, y por fin pleytos. Yá esto no es muy bueno. Mis javalíes, mis conejos destruirán los sembrados de mis colonos. Yá que no se atreviesen à matar los destructores de sus campos, sería menester que los guardasen: y toda la noche sería un ruido continuo de mastines, bocinas, cornetas, sonajas y panderos, que no me dexarian cerrar los ojos. La abundancia de la caza tentaria à los cazadores: habria que prenderlos, que castigarlos. Sus mugeres vendrian à sitiar mi puerta. Vendrian tambien los infelices que viesen hecha su cosecha por mis javalíes, y perdido en una hora su trabajo de todo el año. Mis gentes querrian echarlos; pero sus clamores llegarian à lo mas retirado de mi habitacion. Si tubiese la honra de haber nacido gran Señor, todo esto me seria muy indiferente, y lo daria por bien empleado, por tener el gustazo de matar perdices à montones y liebres debaxo de los pies. Pero yo rico de ayer acá tendria aun el corazon algo plebeyo, y no podria ser insensible à tantas miserias. Renuncio pues mi señorío: à Dios mis cercados: à Dios mis bosques. Buelvome à mi pequeña quinta. Tendré sí el cuidado de situarla en pais en que sea el monte libre. Ello es verdad que la caza no será tan abundante: pero por eso mismo necesitará mas fatiga, mas destreza, y por consiguiente causará mas placer. No: aquel gozo, aquella alegria viva, aquella palpitacion de corazon que experimenta un hombre quando bañado yá en sudor, cubierto de polvo y hecho todo sangre con las zarzas, descubre la primera perdiz ò la liebre que andubo buscando todo el dia, no le siente jamás el cazador de mero luxo y ostentacion.
He aqui el plan que yo me habia formado. Esto juzgo que sería disfrutar la vida, y gozar los deleytes de los sentidos en toda su pureza. Lo demás me parece ilusion, quimera, vanidad pura. Pero ahora se me ofrece una cosa. Para gozar de estos entretenimientos, y de estos placeres: no es menester ser un hombre muy rico; ni tener tesoros: una razonable medianía es lo que basta. ¡Habrá insensato como yo! ¡Qué no haya caido en ello, y que me haya sin qué ni para qué, cargado con un tesoro, que de nada puede servirme!