El Duende especulativo sobre la vida civil: Número XV
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Nivel 1
Número XV.
Cita/Lema
Ploravere suis, non respondère favorem
quæsitum meritis.
quæsitum meritis.
Horat.
[El punto de Honor à la Moda]
Nivel 2
No hay principio que sea capàz de inducir el hombre à una accion
buena, laudable, y hermosa, que no merezca aprobacion, y fomento: pero como los hombres son tan
variables en su modo de pensar, no todos los principios obran en los espiritus, una misma cosa; y
aquello que unos executan por principio de conciencia, obligacion, religion, &c. lo executan
otros por estimulo de Honor, ò para mejor decir, por incitamento de la Moda. Apenas hay palabra,
cuyo significado se conozca menos, por lo que es en sì, que la palabra Honor. El sentido de esta voz, es tan estraño, y tan delicado para nuestra percepcion, que los verdaderamente
Nobles, ò los que fueron educados con exemplos heroycos, y rectitud de animo, son los unicos, que al
parecer pueden pretender à comprehenderle. El Honor es principio, y fin de sì mismo. Si le miramos
como principio de alguna accion, la diferencia que hay entre èl, y la virtud, consiste en el grado,
en que à esta incluye, como la generosidad incluye à la justicia; y si le miramos como fin, es
irreparable de la accion misma, que se executò en fuerza de este principio. Decir un hombre à otro,
que es honrado, es caracterizarle en una expression sola, con el principio de la cosa, que le
califica tal, y conferirle para fin el premio que merece. La palabra Honor, tomada en la aceptacion
comun por principio, no comprehende, ni tampoco incluye possitivamente à la Virtud, y entendida como
fin, ò premio, dispone no pocas veces para el Vicio: porque la ceguedad, y servidumbre de la razon
humana, causan tales efectos, que el hombre suele ahuyentar de sì la virtud, por timidez, ò indolencia; y la esperanza de lograr sus deseos, suele muchas veces ser culpa, que se abraza
con los vicios.
Nivel 3
Relato general
No hay cosa mas fatal, ni mas perniciosa para el bien de la Sociedad,
que un principio de accion mal entendido. Es necessario considerar al Honor baxo de tres distintas
representaciones, y con relacion à tres classes de personas. En primer lugar, le debemos considerar
en su verdadera essencia, y respecto à los sugetos, que efectivamente le conocen: en segundo, en su
naturaleza, y respecto à los que le conocen erroneamente; y en tercero, en su existencia
metaphysica, para aquellos que le tratan de ridiculo, y de quimera. En primer lugar, el verdadero
Honor, aunque por principio sea distinto de la Religion produce, sin embargo, casi los propios
efectos. Las lineas de una accion, aunque tiradas por diferencia de partes, se terminan à un mismo
centro. La Religion abraza à la virtud, por mandato expresso de la Ley de Dios; y el Honor la abraza
como cosa generosa, y excelente, y por adorno exquisito de la Naturaleza. El hombre
religioso, teme de cometer un delito: el hombre honrado, lo aborrece. Este contempla el vicio como
cosa denigrativa à su persona; el otro le mira como hecho que ofende à la Magestad Divina: aquel le
tiene por Inconveniente; este por prohibido. Seneca hablò natural, è ingeniosamente, quando dixo,
que, aun quando no huviesse Dios, ni temor de castigo, no quisiera cometer delito alguno,
considerando qual es la vileza, y la despreciable constitucion de su naturaleza. Muchos, que solo
conocen el Honor por nociones arriesgadas, ò erroneas, establecen por infalibles, y de rigurosa
observancia, ciertas leyes, directamente opuestas à la de Dios, ò de la Patria. Hablo de aquellos,
que se imaginan encontrar mas gloria en vengar, que en perdonar una injuria: de aquellos, que no
hacen escrupulo de mentir, y pretenden matar à quien les acuse de mentirosos: de aquellos, que
cuidan mas de conservar su reputacion por valentìa, que por virtud. La verdadera fortaleza es tan
propia de la Naturaleza humana, que apenas se puede dàr nombre de hombre, à quien no la
tenga; pero en todas partes hay personas, que abusan de una virtud, que solo conocen por la idèa,
que forman del Honor, haciendo consistir su essencia en una brutalidad sin tino. Muchos pretenden el
titulo de hombres honrados, que por sus acciones debieran ser castigados severamente. No se puede
negar, pues, que los medios que muchos emplean para lograr el Honor como premio, son en varias
ocasiones plausibles; pero los muelles que hacen mover para ello, no ocultan pocas veces el terrible
veneno. El que defendiò à una Dama, libertandola del peligro, ù del insulto à que estaba expuesta su
persona, se precia arrogantemente de Cavallero honrado; y el otro que satisfizo à un empeño, en
contravencion del interès, se condecora con el propio caracter. Pero el primero, ò el Campeon de la
Dama, la tenia de antemano, precipitado en una comunicacion sospechosa, y si la diò favor, fue
contra aquellos, que exploraban su conducta, y querian saber la verdad del rumor que corria sobre su
amistad libidinosa. El fin de este pretendido Honor, y con que se quiso calificar de
honrado este sugeto, era sellar con una muerte alevosa un cariño, y frustràr la familia de la
venganza, que meditaba hacer en su persona. Y el segundo, que se hizo martyr de su palabra, ò de su
empeño, quiere ser honrado, porque pagò una deuda, que una Dama havia contrahido en el juego: donde,
como lo dice Colombina en el Mercader engañado, se abren todas las bolsas, quando una Dama bonita
juega desafortunadamente. Muchos retratos pudiera yo hacer de aquellos, que se dexan alucinar por el
falso Honor.
El punto de Honor queda marchitado en el systèma de aquellos, que lo conocen por principios
erroneos, quando un agraviado, y ofendido, si es hombre de espada, esto es, Militar, Noble, ò
diestro en las Armas, se dirige à superiores, amigos, ò parientes, para quexarse del insulto que le
han hecho, y procurar se termine à lo amigable su querella. Y en efecto, yo tambien, como Modista,
considero como cobardia, y apocamiento de animo en un Hidalgo, semejante recurso. No se entrevè una
cierta herocidad [sic], una grandeza de animo, y una especie de distincion, en haver quitado la vida
à un Ciudadano, à un amigo, à un pariente, para vengarse de una palabra equivoca, ò mal entendida, ò
por una, ù otra friolera, sin consequencia?
La defensa del Honor, manifiesta en qualquiera lance, que al propio tiempo, que hemos
hecho tantos progressos en el valor, nos los ha hecho menos la Philosophia, la Eloquencia de la
Espada. Què Lògico, por sutil que sea, podrà esperar vencer con sus argumentos à un hombre, que le
saca una espada de buen temple para redarguirse con ella? Que tome los Naypes aquel Bachillèr
famoso, que aturdiò toda la Universidad, y pareciò el azote del General; presto se verà obligado à
desamparar la palestra, y à confessar, que mas sophismas se aprenden en un mes en casa de un Maestro
de Armas, que en diez años en las Aulas de Salamanca. Algunos, de aquellos que se atrevieron à
condenar el aprecio, que el Pùblico de la Moda hace del modo de valerse de este genero de
silogismos, que se podrian reducir brevemente à las figuras de Barbara, y Celarent, no se atrevieron
en ciertas ocasiones à sostener su dictamen, hasta que corridos de no poder argumentar como otros,
se dexaron vèr armados, desgraviando pùblicamente à los Professores de la Noble Arte de Esgrima.
Dicese comunmente, que el Honor ofendido en sus prerogativas, no se dexa manejar de los que
marchitaban su delicada belleza, con la misma familiaridad, que antes. El Honor es muy parecido à
los ojos, que no sufren la menor impureza, sin alterarse. Es piedra preciosa, en que el mas leve
pelillo, disminuye considerablemente el valor que tiene; en una palabra, el Honor es un thesoro, que
una vez perdido, jamàs se recobra. Lo que la salvacion es para la otra vida, es el Honor en esta: la
primera no se puede adquirir sin mucho trabajo; y el segundo no sin mucho primor, y delicadeza. El
prudente, considera el Honor como una prenda exquisita, que le consuela en sus adversidades, en
lugar que el insensato le empeña à cada passo, por cosas de nada. Un cuerpo sin alma, es un cadaver;
un hombre sin honra, es un muerto, de quien huye la gente, por el hedor que despide.
Dexèmos de proseguir con estas verdaderas calidades del Honor, las que solo debemos suponer
existentes entre aquellos pocos sugetos, que apartados del trato de las gentes, ò à lo menos
desengañados, no hacen opinion en el govierno de la Moda. Contemplemosle como fluxo, y refluxo en el
mar de la vida. El buen proceder puede obscurecerse, y aun ser tenido por desparecido, por algun
incidente de pobreza, ò por tal qual accion, que mira unicamente al interès particular; pero
cesandose las causas de su desaparicion, ù obscuridad, siempre, aun que nadie se rebuelva por èl,
que no sea embidioso, ò murmurador ocioso, se acuerda uno de su ausencia. Chrysippo, mal versò, si
creemos las gentes, en el manejo de las dependencias, que estuvieron à su cargo. Muchos le motejaron
al principio de poco honrado; pero desde que brilla en un Carro Triunfal, le han buelto su credito.
Una infinidad de personas le idolatran; y èl, queriendo dàr à entender, que conoce los quilates de
la honra, dexa que le esperen en su antesala, aquellos mismos, que autes le daban
postes. Caussidico sabe, que las Leyes prohiben la Usura, y que no puede decirse honrado el que
contraviene à sus disposiciones; pero no le faltan medios para engañar la Ley, y assegurar su honra:
porque incluyendo en una misma Escritura interès, y principal, sin distincion de objeto, alucina
hasta los mismos Jueces, y disipa, por falta de pruebas legales, las quexas que se dàn de sus
extorsiones. Un hombre, publicamente deshonrado, y castigado por sus tergiversaciones, buelve
despues del Indulto à exercer el mismo empleo: comete las propias maldades, y con todo esto se
quexa, de que, siendo hombre honrado, y hombre que se comporta con muchissima honra, le ajen su
fama. No es esto tener nociones erradas de lo que es la honra?
El tercer sentimiento del Honor, y que corresponde à la tercera classe de sugetos, es
considerarle como cosa ridicula, y fundada sobre principios falsos, y quimericos. Aquellos, que no
hacen pùblica profession de ser honrados, son mas nocivos à la Sociedad, que aquellos que se
goviernan en el Honor, por nociones erroneas, y falsas. Mas esperanza hay de que se convierta un
Herege, que un Atheista. Los hijos de la maldad, consideran el Honor como una imaginada, y
fantastica invencion, que sirve unicamente para aterrar, y someter los Jovenes al capricho de sus
mayores: representandoles una sombra, en lugar de una entidad sensible. Los incredulos tratan à todas las cosas, que se
oponen à sus fines, è interesses, de novelas, y ridiculeces, y por visionarios, y sugetos, que
combaten à favor de una nube, y de una cosa, que no trae consigo de un modo visible, su recompensa,
à los que buscan la verdad, ò la defienden con titulo de honrados. Los talentos, los interesses, y
las experiencias de los que piensan libremente, y sin freno, les hacen casi siempre aborrecibles, è
inutiles, para qualquier assunto. Y si logran tal vez fortuna, ò elevacion en el mundo, es menester
considerarlo, como una estatua de marmol, y un borron, que en los Anales de los Paìses, afea à quien
no llegue al templo de la fama, por el camino del Honor, y de la virtud. A quantos hombres
atribuìmos el honroso epiteto de honrados, que no son dignos de èl; escaseandole à los
que aborrecen la perfidia, el assesinato, la falsedad, el engaño, las fullerias en el juego, la
usura, y la mohatraia en el Comercio?
Nivel 4
Ejemplo
Timagenes es el hombre mas maldiciente, que se conoce en el
Regimiento; y al poprio tiempo mata à otro, porque hablò mal de un amigo suyo. Antepone el Honor de
la confianza de un traydor, à la conservacion de su Patria. Matò à un Joven por haver murmurado de
la conducta de una Dama, la que èl mismo havia deshonrado con un proceder infame. Finalmente,
Timagenes, despues de haver arruinado à muchos pobres Oficiales, que le prestaron dinero, y à otros
tantos Mercaderes, que le fiaron sus generos, vendiò su Patrimonio, con pretexto de
pagar à sus Acrehedores; y pretende que le tengan por hombre de honra, solo porque satisfizo las
deudas, que procedian del juego; y que à su entender son las unicas, que debe pagar un hombre
honrado.
Nivel 4
Relato general
Los Antiguos Britanicos decian, que el mejor medio para satisfacer à
quien se sintiesse agraviado, era empeñandole en tomar las armas, à fin de matarle, si
la fortuna le fuesse adversa. Es verdad, que estos Pueblos ignoraban el heroysmo, que hay en no
sufrir injuria alguna, y que no conocian el gusto de matar à quien solamente nos haya pisado sin
quererlo, à fin de poder vivir fugitivo, y proscrito de su Patria, y de poder exagerar su nobleza, y
valor en el destierro. Como estos Pueblos no tenian noticia de la verdadera essencia de la honra,
creìan buenamente, que las armas debian juzgar las questiones de un modo glorioso.
Nivel 4
Relato general
Si en la Historia Griega, ni en la Romana, hallamos noticia de que
estos pueblos se desafiassen, para probar, que una Dama no debe despreciar el galanteo de uno, para
admitir el de otro: que errò el Ministro en sus providencias: que una Cantarina, tiene la mas bella
voz que jamàs tuvo persona humana: que nuestra opinion, en qualquiera cosa, es la mas cierta, y
verdadera: es porque hacian alarde de ser pusilanimes en combates particulares, y que estimaban mas
ser hombres de lengua, que de manos.
Nivel 4
Relato general
Un sugeto doctissimo en Letras, pero poco introducido en la Lògica de
la Moda, se quexaba à otro, de que le havia insultado cruelissimamente. Basta, respondiò el
insultador: Vmd. se quexa de que yo le he ofendido: Vmd. es Hidalgo: Vmd. trae espada: pues bien;
rnañana à la madrugada prometo darle à Vmd. una satisfacion completa, junto al Caño Gordo. Apenas
acabò este terrible satisfacedor su argumento, que se fue, dexandome por compañia al desafiado: el
qual buelto de la admiracion, y aturdimiento, que le causaba esta invitacion no esperada, me decia
suspirando: Què brutalidad tan adeshora! Don Andrès confiessa, que me ofendiò, y me promete, que me
ha de ofender aun mas sensiblemente mañana. Dice que soy Noble: è infiere de mi nobleza, que es
honroso renegar de la razon, que me guia, y de la religion que professo, para sacrificar mi vida à
un punto de Honor, ridiculo en sì propio! Añadiò, que ciño espada, para darme à entender, que debo
empuñarla, y executar un assessinato, o quedar victima de su ira. No serìa lo mismo, que me dixesse:
A Vmd. he agraviado en la honra; esto es, en la cosa que Vmd. debe estimar mas que la
vida. Pero soy demasiado hombre de bien, por no querer remediar en quanto me sea possible la ofensa,
que le hize. Hallese Vmd. mañana en tal parage con sus armas acostumbradas, y como sè, que soy mas
diestro, que Vmd. en manejarlas, tengo por probable, que podrè darle la muerte, para lavar su
ofensa. Esto ha de ser sensible à un hombre, de nacimiento, y de honra: porque siempre constarà por
la muerte de Vmd. y por mi huida, que Vmd. me ha pedido satisfaccion del agravio, y que yo no sè le
he querido negar, siendo esto quanto yo puedo hacer, y quanto Vmd. puede pedir de un amigo, y criado
suyo muy obediente. Bordaba mi Philosopho relevadamente estas firias [sic], y necias reflexiones,
declamando contra aquella, tan noble, como hidalga costumbre, de dàr razon al que se quexa de haver
sido ofendido, y agraviado. Costumbre, que mi conocido trataba de impertinente, y de cruel
provocacion. Pero al fin, como no quiso passar plaza de cobarde, fue al parage del desafio: quedò herido, y aprendiò, escarmentando en sì propio, no despreciar otra vez la excelente
Lògica, de los que se fian en lo de uñas arriba, y uñas abaxo, que es la Lògica de las cabezas
huecas de los Modistas.
Nivel 4
Relato general
Pero en lo que se manifiesta mas claramente el yerro de los que
califican assi el Honor, es en la conducta de las mugeres, que hacen de esta virtud civil, y
politica, el objeto de todas sus operaciones de amistad, y odio. Hacen consistir el
Honor en quisquillas, agenos de su essencia. Si la otra la visitò; si se levantò; si la hablò con
precision; si la diò el tratamiento correspondiente; si el otro la diò la cera; la desocupò lugar en
la Iglesia; la hizo su cumplido en una visita; la dexò ganar al juego: en una palabra, las mugeres
hacen consistir el Honor en una infinidad de pataratas, en que, ni proxima, ni remotamente, tiene
que vèr la verdadera estimacion, que debemos tener por el sexo. Ninguna quiere saber, ni hacerse
cargo de la verdadera causa, por la qual pierde la honra; mayormente quando esta causa no congenia
con sus opiniones. Decir à una muger, que el Honor no està ligado à ninguna de sus etiquetas; que
estas estàn sujetas à las variaciones de la Moda; dexarlo que el Honor es cabal, è invariable por sì
propio, sin tolerar mudanza, ni diminucion alguna; es mostrarse ignorante en los preceptos, y reglas
del Estrado. No es possible decir, que un hombre, ò una muger, sea honrado, y no honrado à un
tiempo. El Honor no admite ambiguidad, ni partija. El que fue tan infeliz, que el Honor
hizo quiebra en su conducta, le viò eclipsar en todo, porque su Honor, y la vida, puestas en
balanza, son de un mismo peso; y la vida sin el Honor, no tiene valor, ni precio alguno en el trato
de la Sociedad. Por esto dixo un Ingenio, que el Honor era como una Isla escarpada, y sin playa, à
que no pueden bolver mas los que huviessen salido de ella.
Nivel 4
De semejantes despreciadores del Honor, decia Shakespear, que las opiniones
de estos sugetos eran como cabezas petrificadas, cuyas imaginaciones havian criado callos; y en
quienes estaban apagadas aquellas brillantes, delicadas, y necessarias luces naturales, y propias,
que brillan en genios puros, è innocentes.
Nivel 3
Relato general
Ocuparonme tanto estas consideraciones una tarde, que à fuerza de
dexar remontar mis espiritus, quedè sin sentirlo adormecido, arrebatadas las facultades à los
espacios imaginarios.
y la triste memoria de este sucesso, me obligò à tomar la capa, y el sombrero, para ir à
desenojar el animo en el passeo.
Nivel 4
Sueño
Lleno de mi mismo, y dominado de no sè que genio, me pareciò, “que se
me acercaba al pie de un repecho, en donde me hallaba, un Anciano, que, haciendome señal de
seguirle, comenzò à trepar el monte, con diligencia, y ligereza. No me acuerdo, en què conocì que
este viejo era la Instruccion, solo sì hago memoria de que no dilatè un momento en obedecer la
intimacion de su sigiloso precepto. Como no me era possible igualar con mis pocas fuerzas su mucha
ligereza; èl, viendo que no podia seguirle, me agarrò de la mano. Eà, decia, no desmayarse, hasta
que llegues al punto de tu alumbramiento. Subimos con animo resuelto hasta à alcanzar
la cima; en donde, deteniendome, me mostrò todo el Horizonte, diciendo, que fuesse registrando la
circunferencia para darle quenta de lo que advirtiesse. Mirè, y vì à la derecha un valle espacioso,
y à la izquierda un campo, à que no hallè limites. Pareciòme, que el valle se terminaba à un monte
tan alto, que se perdia en las nubes; y que su copa estaba tan resplandeciente, que apenas pude
fixar sobre ella la vista. Dixelo a mi venerable Conductor, el qual me respondiò, que el valle era
la palestra de los discipulos de la virtud, y la llanura el camino en que erraban vagantes, los
sequaces del vicio. Notè, que la carrera de la virtud, era quebrada, mal cuidada, y tan escabrosa,
que los transeuntes por ella, se lastimaban en las espinas, y abrojos de que estaba llena; y que la
sola cosa, que hacia agradable, y deleytoso su espacio, consistia en el Cielo, que siempre estaba
sereno: refrescando, y alentando los zephiros saludables, con suaves soplos, à los que
caminan por ella, y confortandoles con apacibles, y bellos alientos, su natural, y segura
conciencia. El camino de la llanura, que es el del vicio, estaba cuidadosamente entretenido, y lleno
de flores; cuya vistosidad, y fragrancia recreaban à los sentidos humanos, sin dexar libertad al
espiritu, para considerar, que toda esta belleza, y delicioso aspecto, era momentaneo, y de
peligrosa frequencia. Este campo era llano, y bello, pero tan cortado de sendas trasversales, que
todo su basto recinto padecia un intrincado, y ameno laberinto, que ocultaba entre verdores las
veredas. No obstante, à esta hermosura, y amenidad de suelo, afeaba mucho el Cielo, que siempre
estaba triste, y cubierto de nubes. Jamàs favorecia à esta senda el Sol con rayos benignos, ni el
ayre con soplos de benevolencia. Una atmosphera opaca, y tenebrosa, continuamente ofuscada de
vapores contagiosos, produce en los que transitan por esta via, adormecimiento, pesadèz, cansancio, tristezas, y sobresaltos. El monte, me decia mi Conductor, que registras desde
lexos, es termino à que dirigen sus passos, todos quantos corren por ambos caminos. No menos aspiran
à llegar à su empinada cumbre aquellos, que corren por el llano de los vicios, que los que à passo
mesurado transitan por el Valle, al termino de la inmortalidad, y à la gloria de la virtud. Al pie
del Monte se dexaba vèr el ameno Vergel de la Paz, y en su cima el magnifico Templo del Honor. No te
imagines, me decia el Anciano, que todos los Caminantes, aunque se fatiguen en el camino de la
virtud, y aunque passen de la estancia de la paz, logren subir à lo alto del monte. Un precipicio
espantoso, y honrendo [sic], que es menester franquear en el ultimo passo antes de llegar al Templo,
aterraò [sic] de tal modo à muchos, que vencidos de su pusilanimidad, y miedo, buelven las espaldas
al riesgo, y decifrando en sì las inconstancias, y tibiezas, de los que toman el rumbo de la virtud, y suben con voluntad propia, y animosos, la falda, quedan por una indolencia
criminosa, y momentanea descaminados à la vista de la dificultad postrera. Has de saber, continuaba,
que las puertas del Templo del Honor no se abrieron siempre para todos aquellos que vencieron los
rigores del camino, ni que se cerraron del todo, à los que no corrieron por su senda. La subida del
monte, es en una parte facil, suave, commoda, y la estraña fortuna de las cosas, à que preside el
Destino, ha facilitado à muchos la entrada en el Templo, por medio del patrocinio, y buenos oficios
de la Opinion, que es muy celebrada, y bien admitida en este parage. La Opinion tenia al principio à
la Verdad por conductora; pero como el Interès, y la Costumbre se la atrevieron; muchos lograron ser
admitidos en el Templo del Honor, sin haver subido el monte con el afan acostumbrado, y à otros se
les negò esta gracia, aunque fatigados passaron el riesgo del precipicio, y
consiguieron acabar su viage por el camino de la virtud. Lo que yo mas estrañaba, era vèr, que mi
venerable Mentor me prevenia, que no obstante la injusticia, que se havia hecho à los ultimos,
ninguno se lastimaba, ni condolia de su desventura, y menos rogaban ser admitidos, debocando cada
qual sus penas, y bolviendo las espaldas à la Opinion, con despecho, y menosprecio. Muchos havia,
que se reian de gozo de conocer su dignidad; y porque el mundo, por ignorancia, desestimaba el
testimonio de los trabajos, que havian padecido; solo, por no confessar su merito, y por no darles
el premio, que les correspondia. Lleguemos por fin al Templo, que hallamos lleno de gentes, de que
la mayor parte estaba al parecer alborotada, y mal contenta. Los sequaces de la virtud, que havian
superado las dificultades del transito, discurrian medios para expeler de èl à los que havian
entrado furtivamente, sin merito, y con una simple recomendacion de la Opinion; no queriendo ellos,
que estos profanassen el sagrado. Y los sequaces del vicio, no pudiendo resistir à la
Razon, y à la Justicia, que les eran contrarias, echaban mano à las armas para determinar con
eflusion de sangre la controversia, tratando à sus contenedores de pusilanimes, que rehusaban de
medir con ellos las fuerzas, y responder à su pretension insolente. La Diosa, que presidia en el
Templo, miraba con indignacion, y ceño el desacato, y los alborotos con que se manchaba su morada; y
huyendose, por enmedio de todos, subiò al Cielo, donde arrodillandose à los pies de Jupiter, pedia,
que no permitiesse, que un Templo destinado à servir de habitacion à los mortales, que, à costa de
su sudor, y trabajo, havian seguido la senda de la virtud fuesse retiro, y recogimiento de otros,
que, quebrantando sin verguenza las Leyes de la Sabiduria eterna, se havian precipitado en el abysmo
de los vicios, y tratado insolentemente à los Discipulos leales de la Divinidad Suprema. Oyó Jupiter la sùplica de la Diosa. Alargòla su cetro, en señal de que la serìa propicio; pero
como no puede contravenir à las disposiciones del Destino, y que la recepcion de los malos, havia de
correr siempre de quenta de la Opinion, que los ampara, procurò consolar à la Diosa, dandola
palabra, que cometeria à la Razon el examen de la conducta de los que en adelante se presentassen à
las puertas del Templo del Honor: procurando, si fuesse possible, que la Verdad assistiesse con sus
influxos à la Inquisicion de los meritos de cada uno. Bolviò la Diosa con esto à la mansion de su
gloria, y la Razon, para obedecer al supremo Jove, baxò al Templo. Pero no havia pisado sus
umbrales, quando la Discordia, y el Engaño, seguidos de una numerosa comiva, quedaron suspensos, y
atonitos, aguardando con respestuoso silencio, el paradero de una aparicion tan opuesta à su gusto.
Aun no tenia acabado la Razon de exhibir sus credenciales, quando renovandose el primer alboroto, empezaron los protexidos de la Opinion à lisongearse, que la Razon favorecerìa su causa;
creyendo los que hacian mas ruido, que ellos eran los mas seguros de ganar el campo. La Razon, que
conociò, que los acrehedores à la entrada del Templo, eran solo aquellos, que havian subido al monte
por la senda de la virtud, juzgò necessario antes de resolver la expulsion, ò admission de nadie
examinar las veredas, por donde cada qual havia venido. Pero este medio despues de algunas
reflexiones, pareciò menos exequible en la practica, que antes havia parecido facil en la theorica.
Los sequaces del vicio, decian, que ellos, aunque no havian comenzado su viage por la senda de la
virtud, havian entrado en ella al pie de la montaña. Que esta senda, en su sentir, era la unica, que
havian conocido; porque no havian reparado en otra que conduxesse al pòrtico. Pero los partidarios
de la virtud, contextaban este alegato; y la Razon, queriendo desentrañar la verdad de los hechos,
se viò precisada, en medio de tantas enmarañadas circunstancias, à llamar à la Opinion,
para que se declarasse sobre esta materia. Nada se adelantò con esto. La Opinion, sabiendo apenas
diferenciar entre los dos caminos, se escusò con decir, que ella concedia, ò negaba la entrada del
Templo, en virtud de ciertos principios, ò nociones particulares, que tenia. La Razon, que oìa, que
la Opinion declaraba sin rebozo, quien era, se asustò terriblemente; pero disimulando, y queriendo
calificar el valor de su juicio por su propio natural caracter, la preguntò, por què senda havia
subido al Templo del Honor, aquel famoso Romano, que anegò el Mundo en raudales de sangre. La
Opinion respondiò sin cortarse, que por la senda de la virtud; y que ella misma bien lo sabìa,
porque creia haverla visto desde lexos, en el propio camino, mirando su subida: y que por mas señas,
hacia memoria, que el Heròe subiò tan aprisa, que nadie pudo seguirle. Luego que la Razon oyò este
embuste, despidiò à la Opinion engañosa, à fin de proceder sola al examen del hecho.
Empezò à leer las representaciones, y memoriales de los que pretendian entrar en el Templo, y hallò,
que los mas estaban llenos de extravagancias, y absurdos. Unos querian probar por el Mapa, que
subieron al Monte por el camino de la virtud; pero ignorando la Geographia, demonstraban lo
contrario de lo que pretendian. Otros decian, que havian corrido con tanta prisa, que no havian
reparado en la senda por donde havian caminado, que solo sabian, que el camino era llano, y bien
trillado; y que la mayor parte que transitaban por èl, le passaban sin tropiezo. Algunos decian, que
no podian dàr razon alguna del terreno, pues havian hecho su viage durmiendo; y no faltò quienes
dixessen, que havian caminado ciegos, ò llenos de vino. A todos ellos Pretendientes sellò la Razon
con la marca de la reprobacion: pero no pudiendo arrojarlos del Templo, los entregò al brazo Seglar
del Tiempo; à quien la Opinion ha reconocido siempre humilde vassallage, en lugar, que
con la Verdad professa amistad verdadera. El orden que se diò à el Tiempo, quando le entregaron los
relaxados, era, que se valiesse de su autoridad, para echar del Templo del Honor à los indignos de
su estancia; y que persuadiesse à la Opinion se valiesse de la Verdad en sus determinaciones. La
Justicia, que para obedecer à estas ordenes assistiò al Tiempo, decretò que la Opinion, si
continuasse à ser tan omissa, ò se mantuviesse por mas espacio en su descamino, quedarìa abandonada,
y entregada à la discrecion de la ridiculez: ente insensible, y el mas propio para castigar sin
piedad; y el unico, que sea capaz de sujetar à una Opinion descaminada. Yà se havia sabido en las
oficinas de la Razon, que la Opinion, al solo chasquido del latigo de la Ridiculez se havia
estremecido de miedo, y que havia prometido no faltar al reconocimiento del vassallage à la Verdad,
siempre que se lo mandasse la Justicia. El Tiempo, me decia mi Venerable Anciano,
executa las ordenes de la Razon; y aunque trabaja en echar del Templo à los que estuvieron
admitidos, y en possession de su estancia muchos años: tambien procura obtener gracia para muchos,
que quedaron excluidos; en lugar que la Opinion, sin embargo, de que tantas veces la castigò la
Ridiculèz su verdugo, no dexa de continuar siempre en governarse, por terquedad, y capricho. El
mejor medio que se ha encontrado, para refrenar en algo sus estravìos, es hacerla vèr el motivo que
dà, para que muchos resistan indebidamente, y quizà sin quererlo, à los argumentos, y reglas
invencibles de la Razon. Aqui interrumpì el discurso de mi Conductor, con una exclamacion conque
expliquè mis ansias. Còmo es possible, decia yo, dàr honra à quien la desea, si la Opinion con su
torpeza no sabe distinguir la virtud del vicio! y si la Razon misma no tiene bastante poder para
señalar este premio à quien le merezca! Respondiòme el Venerable Anciano: Que los benemeritos del
Honor, eran distinguidos en las regiones de la inmortalidad, à que los conduce el
Tiempo; y que este jamàs permite que queden sepultados en el olvido. Entonces, y mientras yo
preparaba otra pregunta, se me desapareciò el Templo. El monte, en cuya cima me hallaba con la
Instruccion mi Maestro, se baxò insensiblemente: las nubes opacas, que havian entoldado la llanura
del vicio, se dissiparon con relampagos, y truenos: el miedo que me cercò por todas partes, me
despertò, estremecido del sueño;