El Censor: Discurso XXIII
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Discurso XXIII
Citation/Devise
Sit spes fallendi, miscebis sacra profanis.
Serás, si esperas engañar, osado
Horat. Epist. 16. v. 54.
Serás, si esperas engañar, osado
A mezclar lo profano, y lo sagrado.
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Las impiedades, que en estos ultimos siglos se han visto sembradas en muchas Obras, causaron tal consternacion, conmovieron de tal suerte à algunos hombres piadosos, pero demasiadamente aprehensivos, è hicieron à muchos de ellos tan suspicaces, que yá no hubo libro nuevo que lograse alguna reputacion, al qual no fuesen, por decirlo asi, à caza de ellas, y en el qual no creyesen descubrir algunas. Semejantes al timido centinela, que grita al arma al menor ruido que hacen las ramas, movidas tal vez por una medrosa cierva; hubo algunos que quisieron poner toda la Christiandad en movimiento contra mil errores, que su fantasía les figuró en libros, que eran sin embargo muy piadosos.
En fin, apenas hubo hombre grande en estos ultimos tiempos, que no hubiese tenido la suerte de los Anaxagoras, de los Socrates, y de los Aristoteles. No parece sino que para los espantadizos, de que hablo, el ser hombre grande era, y es un titulo para ser acusado de incredulidad.
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Exemple
Haber trabajado tanto, como trabajó Descartes, en demostrar la existencia de Dios, no le sirvió siquiera para no ser acusado de atheismo.
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Exemple
Newton, cuya filosofia sería totalmente absurda sin la creencia de un Dios; el mismo Malebranche, cuyas Obras están respirando piedad, cuyo systema está todo lleno de Dios, y que no reconoce en el Universo mas accion que la de Dios, han sufrido iguales acusaciones.
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Récit général
Yo no sé, si esto podrá ser muy favorable à la Religion: no sé si deberán estarles agradecidos los incredulos, por haber supuesto su impiedad mucho mas comun de lo que realmente es, y por el regalo que gratuitamente les han hecho de muchos Gefes muy ilustres, de que hacen ostentacion en el dia. Lo cierto es, que segun ha observado un Autor muy juicioso, hay muchos à quienes ha engañado el nombre de estos personages; y para quienes la incredulidad es una especie de fé. La autoridad es la que rige à la multitud. Por esto una de las grandes pruebas del Christianismo, es la creencia de los Athanasios, de los Chrisostomos, de los Geronymos, de los Agustinos, y de todos los mayores hombres que produxeron los siglos posteriores à Jesu- Christo. Asi el atribuir sin causa la creencia contraria à otros hombres ilustres, parece que es en cierto modo debilitar esta prueba.
¿Qué dirian de estos Harduinos, que intentan conmover el cielo, y la tierra sobre errores que no existen sino en su imaginacion desarreglada? Pareceme además de esto que la vanidad de pensar, como se imaginan comunmente, que piensan los hombres grandes, y no como el comun de las gentes, ha hecho mas incredulos que todos los sophismas, que se han opuesto jamás à la Religion; y que (para usar de la expresion de un Escritor célebre) en la hora en que el Vulgo diese en la incredulidad, veriamos supersticiosos à gran parte de esos, que llamamos ahora espiritus fuertes. Si esto es asi, ¿no será fomentar su vanidad, y consiguientemente su error, el atribuir sin fundamento unas opiniones semejantes à hombres de alguna instruccion, ò à Escritores de algun merito?
Pero sea de esto lo que fuese: lo que no tiene duda es, que en la defensa de la Religion, como en todas las demás cosas, lo primero y principal es ser justo: y que siendo tan horrible, como es el crimen de impiedad, ei imputarselo à un hombre sin pruebas claras y convincentes, es la mayor injuria que puede hacersele, y una maldad tanto mas execrable, quanto nadie hay que pueda estár à cubierto de una tal imputacion: bien asi como es mas digno de la abominacion pública, el que mata sobre seguro, que el que lo hace à cuerpo descubierto.
Apenas hay proposicion, por sana è inocente que sea, à la qual no se pueda dár un mal sentido: ¿y quántas veces no hemos visto una misma; censurada de errores diametralmente contrarios? De las mismas expresiones de la Escritura sabe todo el mundo quántos abusos, quántas interpretaciones impías han hecho, quántas consequencias erroneas han sacado los hereges.
Pero hay aun otro abuso, que entiendo ser todavia mas reprehensible: es este el de muchos que luego que oyen una proposicion, que les disuena, ò tal vez solo porque es nueva à sus oídos, faltos como están de instruccion en estas materias, la califican sin mas, ni mas de heretica, y sin saber fixamente si lo es, ò no. Vese esto todos los dias.
Yo no sé que juicio hacer de una proposicion semejante; pero si sé, que ningun Concilio Lateranense habló de toriles, ni estafermos. Sé además, que el que la profirió es muy buen Christiano, y que aunque expuesto à errar, no diría cosa que creyese contra nuestra santa fé, y buenas costumbres; y que por tamo, quando hubiese errado, era acreedor à ser antes advertido de su error con mansedumbre, que reprehendido con aspereza. Sé en fin, que si tratar de heregía, lo que no se sabe ciertamente que lo es, no es profanar la Religion, no entiendo qué cosa sea profanarla. Prescindo yá de la injuria que se hace al proximo, en la cosa justamente que mas estiman los hombres, qual es sin duda su buena reputacion. Pero, ò la proposicion que sin serlo, se llama heretica, es un error, ò bien es una verdad. Si lo primero, se atribuye entonces à la Religion la verdad opuesta, que aunque verdad, es una verdad puramente natural, de inferior esfera à la de las que ella enseña, y que no merece para decirlo asi, la dignidad de un dogma: si es una verdad, y mucho mas si es una verdad de fé, como sucede no pocas veces, se le atribuye en tal caso el error opuesto, lo que es infinitamente mas insufrible.
Es, pues, evidente que el que à bulto, sin tener de ello certeza, y solo porque le disuena, gradúa una proposicion de impía, se expone conocidamente, ò à imputar à la Religion el error de que ella no es capáz, y autorizarle con su respetable nombre, ò à lo menos à atribuirla una verdad, que no es digna de su augusta grandeza. ¿Y quién dirá que no es hacerla una injuria, profanarla, despreciarla, solo el exponerse à esto? Porque si es faltarle à el respeto, è injuriar à un personage, el no tenerle por digno de que se ponga algun cuidado en no agraviarle, ¿cómo no será ofender la Religion, no poner todo el cuidado, y toda la atencion posible para no ofenderla? Aunque efectivamente no se la haga aquella ofensa, que se expone uno à hacerla, será esto por pura casualidad; pues quanto está de su parte se la hace, siempre que no se precabe de hacersela.
Pero si esto no es en manera alguna disculpable, ¿qué dirémos de aquellos que no por una ignorancia semejante, sino por malicia, y con pleno conocimiento pretenden hacer pasar la Religion por patrona de un error, ò à lo menos de una verdad puramente natural? Yo ciertamente no alcanzo en que pueda esto distinguirse de la impiedad: y aun no sé, si es peor negarse abiertamente à la Religion, que aparentar que se tiene solamente para hacerla servir à las pasiones propias. Digo aparentar que se tiene, porque en realidad está muy distante de tenerla, quien no la respeta, y abusa de ella tan indignamente.
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“¿Qué ventajas (decia el Concilio Antioqueno de 437. escribiendo à S. Cyrilo, sobre la condenacion que se pretendia de Diodoro de Tharso, y de Theodoro de Mopsuesta) qué ventajas no darémos à los Nestorianos, si condenamos con ellos à unos Obispos como estos?” Y el mismo S Cyrilo escribiendo à Proclo de Constantinopla “sé muy bien, le dice, que en los Escritos de Theodoro hay muchos errores; mas debes saber, que habiendose presentado en el Concilio de Epheso una exposicion de fé, que se decia suya, y que no era buena, el Concilio la condenó; pero sin hacer mencion de él, ni anathematizarle personalmente: lo que hizo por discrecion, temiendo que algunos movidos de su reputacion, se separasen de la Iglesia.” Tal era la conducta de estos Padres, aun con aquellos de cuyos errores no dudaban.
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Por eso Benedicto XIV. encarga tanto à los Censores de Libros, que aun quando encuentren una proposicion, cuyo sentido à primera vista parezca erroneo, ò que pueda tener alguno que lo sea, no la califiquen inmediatamente de tal, sino que antes la comparen con lo que la sigue, y la precede, y la cotejen con otros pasages de la misma Obra, por si tal vez en ellos explica el Autor mas bien su mente, y la dá otro sentido sano. Tan lexos estaba aquel Sabio Pontifice de aprobar estas acusaciones de heregía, y de irreligion, que tan frequentemente se hacen sobre simples congeturas.
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Récit général
Todo Madrid ha sabido el cuento de viva la Virgen. Pero nada es mas curioso, que un pasage que presencié ahora proximamente. Volvia del Prado una tarde cerca de anochecer con dos Sacerdotes. Al pasar por delante del Carmen, como viniesemos à buen paso, el uno de ellos, que debia de venir algo distrahido, dió un fuerte encontron en un hombre que suele hallarse alli parado, y con la cara tapada. Con el enfado que esto le dió, prorrumpió en esta expresion:
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Dialogue
“¡no es bueno, dixo, que vaya yá por tres veces que tropiezo en este estafermo! ¿quánto mejor estaría frente à frente del toril en una tarde de toros?” A mí me hizo reir este ofrecimiento, mas no asi al otro, à quien antes le irritó tanto, que à breves razones vino à decirle que era un herege, y que su proposicion era no tan solamente impía, heretica, erronea, y escandalosa, sino tambien capciosa, y piarum aurium ofensiva: y apurado un poco añadió, que se la daría condenada in terminis en el Concilio Lateranense.
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Récit général
Con todo, apenas se hace escrupulo de esta especie de profanacion, que debia ser mirada con horror por todo el genero humano. Asi es increíble, quanto se ha vulgarizado de poco tiempo à esta parte. Yá se sabe, que este es el medio mas seguro, y mas frequente de salir con ayre de una disputa. Un hombre que se vé convencido, y que no halla que replicar à su Antagonista, se acoge à sagrado, y con decirle: esas cosas huelen a chamusquina, proposicion delatable, no se atrebería Vm. à afirmarla, y otras expresiones de este talante, à que no se puede responder sino : : : : : (bien sé yo como) queda muy satisfecho de su triunfo, y en vez de la execracion que de todos merecia, se atrae los aplausos de los necios que le escuchan: yá porque en muchisimos es suma la ignorancia en estas materias; yá también porque las menos fundadas apariencias de Religion hacen mayor impresion en los animos, que las mas reales y efectivas verdades en otros asuntos. La cosa en fin, vino à ponerse en tales terminos, que yá no sabe un hombre de que hablar delante de ciertas gentes. Sea el que fuese el asunto de que se trata: sea el menos conexo con la fé que pueda darse: disputese de Medicina, de Poesía, de Música, aunque sea de hacer zapatos, no importa. No está uno seguro de no decir palabra delante de ciertas personas, que no se oponga derechamente à la decision de un Pontifice, ò de un Concilio. Por eso me guardo yo muy bien de embarazarme en disputa alguna, y aun de hablar donde las gentes me oygan de otra cosa que de Batas, Polonesas, Circasianas, Parlamentarias, Leviticas, Sombrerillos, Escofietas, Bayles, Visitas, &c. ò quando mas, si es gente de alguna circunspeccion, de los Navios que ván y vienen à Gibraltar, y de otras cosas semejantes. Mas como no puedo executarlo asi con el Público, à quien es fuerza tratar de otra manera, me es preciso hacer desde ahora una prevencion.
Y asi, si alguno cuya aprobacion no tengan la dicha de merecer mis idéas, pretendiese valerse del pretexto de Religion, para desahogar contra mí su cólera, y se empeñase en hacerme pasar por herege, ò libertino por sola su autoridad, y su capricho; declaro, que lexos de hacer de ello el menor aprecio, miraré un tal proceder como un testimonio el mas autentico de su malicia, y su ignorancia: y que con un mentiris impudentissime, como el del Padre Quiroga1que desde ahora para entonces le respondo, me daré en todo tiempo por escusado de otra respuesta.
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Autoportrait
Yo soy Christiano Catolico Romano por los meritos de Jesu-Christo, y no por los de mis Padres, ni mis Abuelos, aunque tengo entendido lo fueron todos como yo: soy muy amante de la Religion, y estoy muy persuadido, y penetrado intimamente de la verdad de sus dogmas, y santidad de su moral: no he hecho voto de excluir de mis Discursos todos los asuntos, que puedan tener relacion alguna con ella. Asi que, quando hubiere de tocar alguno de ellos, procuraré mirar antes lo que me digo, examinandolo con toda la atencion posible, y consultandolo con personas inteligentes, y piadosas. Si à pesar, pues de estas precauciones se me escapáre cosa digna de censura, sabré sujetar mis opiniones à quien tenga la autoridad de corregirlas. Pero no à la de ningun Mequetrefe, que se entrometa à censurar lo que no entiende.
1Acusado este Capuchino Alemán en varios libros escritos contra él, de delitos que sus enemigos decian atroces, y que sin embargo no señalaban: viendo la imposibilidad de justificarse de otro modo, no les respondió otra cosa, que estas palabras desafiandoles al mismo tiempo à que descubriesen aquellos delitos, só la pena de pasar por unos insignes calumniadores delante del Universo.