El Censor: Discurso Decimoseptimo
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Discurso Decimoseptimo
Citazione/Motto
Nunquam praeponens se illis: ita facillume
Sine inuidia laudem inuenias, et amicos pares.No anteponerse à otros es el modo
Sine inuidia laudem inuenias, et amicos pares.
Terent. Andr. Act. 1. Sc. 1.
No anteponerse à otros es el modo
De lograr sin envidia sus aplausos,
Y de hacerse querer del mundo todo.
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Racconto generale
Aunque esto que se llama urbanidad, política, ò cortesia pueda muy bien no ser mas que una apariencia de generosidad, justicia, humildad, y gratitud, muy compatible con los vicios opuestos à estas virtudes; no por eso deja de estimarse por una virtud moral, y una virtud muy recomendable, y aun necesaria à todo el que vive en una sociedad civil, porque es una obligacion de todo hombre, hacerse lo menos gravoso que sea posible, à aquellos con quienes conversa, y ciertamente contribuye à esto mucho la urbanidad, yá disimulando en algun modo nuestros vicios, yá quitando à las virtudes todo lo que podian tener de aspero. Principalmente es necesaria à los Grandes, y Poderosos, que están sin ella mas expuestos à atraerse el odio, de los que les son inferiores, siempre recelosos de que quieran abusar de su poder. Asi debe ser sin duda una de las principales partes de la educacion el inspirar su práctica: y aun por eso creo que las mas de las Naciones cultas de la Europa, la han dado como por antonomasia el nombre de buena crianza, y llaman bien criado al que la posee; como suponiendo, que nada se habrá omitido de quanto exige una buena educacion, en la de un hombre à quien se ha puesto cuidado en inspirar esta virtud.
No obstante, en la educacion ordinaria no se hace esto, sino de un modo muy imperfecto. Todo se reduce à inculcar la observancia de ciertas formulas, de ciertas acciones, y de algunas ligeras atencioncillas, que estan muy lexos de hacer lo que debe entenderse por un hombre atento y cortés. No quiero yo reprobar, como han hecho algunos, el cuidado que suele ponerse en estas menudencias. Por muy ridiculas que ellas sean, sería todavia mas ridiculo, y muy reprehensible el que quisiese dispensarse de ellas; porque esto sería menospreciar una cosa apreciada por los demás, lo que vendria à ser lo mismo, que despreciarlos à ellos: y todo hombre debe cierta deferencia à las opiniones, y aun à los caprichos de los otros, quando no se oponen à ley alguna humana, ò divina.
¿No es menester una buena dosis de paciencia, para estarse media hora à la puerta de una sala, disputando con otro sobre quien ha de entrar primero; ò en medio de una calle baylando, para cederle la hacera? Yo à lo menos no la tengo, y en estos casos cedo desde luego à qualquiera la palma de mas atento, con tal que me dexe la de menos pesado. Mas no incurriendo en este exceso, es muy bien hecho que se observen con toda puntualidad estas atenciones. Está muy bien, que un hombre no se quede con el sombrero encajado en la cabeza, quando le quito yo el mio. Está muy bien, que tenga cuidado en no poner su nombre antes que el mio, quando se le ofrezca nombrarnos juntos; pues que los hombres se han convenido en que estas fuesen señales de desprecio. Con lo que estoy muy mal es, con que se reduzca à estas cosas la urbanidad. ¿De qué sirven ellas en efecto, si en todo lo demás de la conversacion estoy palpando el ningun caso que de mí se hace?
Esta idea me parece muy justa:
Pero es de observar, que esto ultimo no es mas que una consequencia necesaria de lo primero. El unico medio para que las personas à quienes hablamos estén contentas de nosotros, y nos estimen; es darlas à conocer que nosotros lo estamos de ellas, y las estimamos; medio, asi como el unico, asi tambien el seguro.
Asi esta es la gran máxima que debe tener presente, todo el que quiera ser estimado, y conseguir la reputacion de atento, y civil.
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Eteroritratto
Solo hay en esto que evitar cierto exceso, que hace à algunos descorteses à fuerza de cortesía; hablo de aquella prodigalidad de ceremonias, y cumplimientos que caracteriza à los Caballeros de Lugar por la mayor parte; de aquella terquedad en hacer acetar à uno una honra, que no le corresponde, y que no puede admitir sin exponerse à pasar por loco. Esto mas bien que obsequiarle, parece empeñarse en correrle, y hacer burla de él. A lo menos es visible, que el que lo hace no tiene otro fin, ni aspira à otra cosa en este genero de combate, que à hacer ver que él es el mas politico, y el mas atento. En fin, aunque no tuviera mas inconveniente que el embarazo que introduce en el trato, y en la sociedad, bastaba para que fuese opuesto à la buena crianza.
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Un Autor célebre difine la civilidad: Un cuidado en hacer de modo que por nuestros modales, y nuestros discursos salgan todos de nuestra compañia contentos de nosotros, y de sí mismos.
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Esempio
y asi tengo por el mayor elogio, que se puede hacer de la cortesanía de un hombre, lo que dice el Emperador Marco Aurelio, de su Maestro Claudio Maximo, que nadie hubo que pensase ser tenido por él en menos, ni que se estimase mas que à él, à sí mismo.
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Racconto generale
“Es una regla cierta è infalible, decia un Tio mio, hombre de mucha experiencia, y reflexion, “que si uno conoce que le tienes por habil, y entendido, no dexará de tenerte por hombre de juicio, y de discernimiento: su mismo interés le obligará à ello, porque quanto mas digno te crea de estimacion, tanto mas lisongeará su vanidad el aprecio que de él hicieres.”
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Eteroritratto
¿Qué es lo que hace que todos propongan à Panphilo como un modelo de la urbanidad? ¿quál el secreto que le hace las delicias de quantos le tratan, y le atrae la amistad de todos los que una vez le hablan, sino aquella modestia que brilla en quanto dice, aquella benevolencia para con aquellos à quienes habla, aquel deseo de agradarles que respiran todas sus palabras? Rarisima vez habla de sí mismo, no afecta el ayre magistral, y decisivo de Didacalo, no se apodera como Molologo de la conversacion, excluyendo de ella à los demás, como si fuera de una posesion propia. No afecta aquel silencio desdeñoso de Sublimio: esto sería dar à entender que se complace mucho de sí mismo; y él sabe muy bien que es imposible, que ningun hombre esté satisfecho del que dá à conocer que lo está de sí demasiadamente. Si no se oyen jamás en su boca, ni sus virtudes, ni sus habilidades, ni cosa en fin de quantas à él solo pertenecen; ¿quánto mas lexos estará de alabarse como Anhecynto, de mil pendencias que no tubo, de mil adulterios que no hizo? Sus discursos jamás descubren ningun vicio en sus costumbres, ninguna malignidad en su corazon.
Panphilo, vuelvo à decir, se guarda bien de imitarle, mas no por eso dexa de ser muy festivo en la ocasion. Dice que la seriedad en un corro de amigos que quieren divertirse, no es menos impertinente que los gracejos en un duelo; pero sus chanzas, à nadie han hecho salir los colores à la cara. Si se burla de alguno, si dá alguna vaya, es de un modo que se hace querer del mismo, cuyos defectos satyriza; la hace regularmente caer sobre alguno de aquellos vicios, de que ordinariamente no se averguenzan, y de que suelen antes gloriarse los hombres, ò sobre el exceso en alguna virtud. Al que presume de valor, le moteja sobre su temeridad: à un hombre estudioso, sobre su indiferencia para todo lo que no son las ciencias. Asi, como las idéas agradables que constituyen sus chanzas, y sus burlas no son menos lisongeras que divertidas, el sujeto motejado participa tanto, ò mas que los otros de la diversion; de suerte, que todos se divierten, y no hay ninguno que sufra. Quando su burla recae sobre algun defecto de otra especie, lo que sucede rarisimas veces, ò la hace de un modo imperceptible à aquel que es el objeto de ella, ò insinúa que él propio, está tambien sujeto à el mismo defecto; de manera, que no parece, sino que él mismo es el blanco de su sátyra.
En nada de esto incurre Panphilo. Es indecible su atencion al estado, à la calidad, y à las circunstancias de aquellos con quienes conversa, para no decir cosa que pueda disgustarlos. Proporciona siempre sus discursos, à los alcances de los que los oyen. No se le escapará en presencia de una Dama un termino facultativo de qualquiera ciencia, ò profesion que sea. ¿Pero qué digo, en presencia de una Dama? Es uno de los sujetos mas doctos de la Corte; y Felix despues de seis meses que le está tratando los mas de los dias, se queda pasmado de saber ahora que es hombre de letras. No es esto, porque su conversacion no sea instrutiba: con dificultad habrá otra que lo sea mas. Pero despues de no hablar en ninguna ciencia, sino quando es preciso, sabe dár à sus discursos los mas profundos un ayre de sencilléz tal, que no parece que le cuestan esfuerzo alguno, y que todos se creen capaces de decir otro tanto.
Con todo este conato de hacerse agradable, está muy lexos Panphilo de ser un adulador. Dexando à parte lo infame de este vicio, y la baxeza de animo que descubre en el que le padece, y que por necesidad ha de hacerle despreciable, sobre no agradar siempre al adulado, à no ser él muy vano, y la adulacion muy artificiosa; jamás dexa él de ofender à los demás. La estimacion que Panphilo dá à conocer à todos, se funda siempre sobre alguna buena qualidad, de que ninguno hay que dexe de estár adornado. A nadie atribuye virtudes que no tenga, dandole de si mismo una opinion que le haga peor de lo que es. Tiene tal oposicion à este vicio, que quando alaba à alguno, jamás dexa de exponer las razones, que tiene para ello: precaucion que no solo distingue sus aplausos de la lisonja de un adulador, sino tambien de la admiracion de un necio.
Tampoco es de aquellos que à todo dicen amen: no hay cosa mas fastidiosa que estos aprobadores universales de quanto oyen. Replicame alguna vez, para que sepa que somos dos: decia con mucha razon à uno de estos un Orador Romano. Un hombre tal denota una indiferencia, para todo lo que decimos, que no puede satisfacernos. Nunca podemos estár seguros, de que nuestras opiniones son realmente conformes à las suyas, y la conversacion es preciso que sea lánguida, è insulsa. Uno de sus mayores frutos es la instruccion, y esta apenas puede lograrse, sino por medio de la disputa, y de la oposicion de idéas, y razonamientos, la qual mostrandonos una cosa por todos sus lados, y haciendonos considerar sus diversos aspectos, y relaciones, es indecible quanto contribuye, para hacernosla conocer mas bien. Todo esto se pierde con estas Gentes. Por eso Panphilo no dexa de replicar, y coutradecir algunas veces, pero su objeto nunca es, hacer se manifieste la ignorancia de los demás. Replíca siempre de un modo, que no tanto parece que pretende hacer prevalecer su dictámen, quanto rectificar el del otro, ò darle lugar para que le establezca mejor: Se presta siempre à sus razones, reconoce su peso, y dá à entender que se rendiria à ellas, si no fuese por la dificultad que propone con singular modestia.
Panphilo observa esta regla con mucha exactitud, y se sirve de ella en todas las ocasiones semejantes.
Todo hombre está obligado en muchos casos á la correccion del proximo: y el estado, y empléo de Panphilo le obliga à ella muy frequentemente. Su urbanidad no le hace jamás faltar à ninguna de sus obligaciones. Mas aunque esta es una cosa sumamente delicada, halló el secreto de quitarla toda la amargura, que naturalmente tiene; hace palpar al mismo tiempo que corrige su benevolencia, y el sentimiento con que lo hace. El corregido vé claramente en sus palabras, y en todo su modo que no la ira, no el deseo de afectar superioridad, sino su propio bien es lo que le mueve à emplear un tan aspero remedio.
Tiene el cuidado de acompañar sus correcciones con el elogio de alguna virtud, que realmente tenga el sujeto à quien las dirige. Este es el modo de corregir de Panphilo. Asi sus correcciones no solo no le atraen el odio de los que las reciben, si no que rara vez dexan de producir el efecto que desea.
He aqui las artes con que Panphilo se ha robado los corazones de todo el Mundo: no con la puntualidad en pagar una visita, en dar unos dias, ò un pésame: no desprecia estas cosas, ¿pero la mas servil observancia de todas las leyes de la etiqueta, y de esto que suele llamarse vulgarmente corsesia, podria por ventura llevarle jamás al grado de estimacion en que se halla?
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Eteroritratto
Se guarda bien de imitar à Cacologo, que por sus picantes gracias se cree las delicias de todo el mundo, y la sal de todas las conversaciones. A mas de la mala disposicion de su corazon que descubre en su proceder, y que precisamente le ha de atraher el desprecio de los que le escuchan, ¿qué cosa mas absurda que el quererse hacer estimar, erigiendose en hombre que sabe ofender, y picar á todo el mundo? Es verdad que hay muchos, que gustan de sus dichos, porque les hacen reir; y que se vé aplaudido en todas las conversaciones en que se halla. ¡Mas qué engañado que está, si se imagina estimado de otra suerte, que lo es de un General el traydor de su enemigo! No hay hombre que no aborrezca à un ladron, y à un homicida, aunque nunca le haya hecho personalmente la menor injuria; porque es de temer, que quien no respeta los derechos de otro, no respetará los nuestros, quando tenga interés en atropellarlos. ¿Y quál de los oyentes de Cacologo no recelará para sí mismo la suerte del miserable, á cuya costa los está divirtiendo?
Livello 4
Eteroritratto
Hay sujetos que bien intencionados por otra parte, y sin tener animo de ofender à nadie, ò de hacer alarde de su talento sátyrico, ofenden no obstante frequentemente à muchos de los que los oyen. Alogisto es uno de estos. Despues de decir maravillas de su salud delante de un enfermo, añade, que las enfermedades son por lo regular consequencias de una vida viciosa y desarreglada. Vá por una calle con un amigo, encuentran à un hombre de golilla con su peluca redonda, y capa larga. Como su compañero le habla de un pleyto suyo, empieza él à decir pestes de los Abogados. El otro volviendole las espaldas, le dice quatro frescas: y él muy sorprendido pregunta à su amigo, ¿qué ha dicho que pudiese ofender à aquel hombre? Tiene en su casa unas Damas: no quieren refrescar: las insta, se resisten: y él (como el Calabrés de Horacio à su convidado) Señoras por amor de Dios, que yá tengo el gasto hecho.
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Esempio
Es acerca de esto excelente una máxima, que el Emperador Marco Aurelio cuenta haber aprendido de Alexandro el Gramático. Abstenerme he, dice, de reprender, è injuriar à otro por solecismo, barbarismo, ù otro absurdo que haya proferido: solo sí, proponer con arte lo que debia haber dicho; y esto baxo la apariencia de responder, ò de aprobar, ò de examinar su idea, sin embarazarme con la locucion; ò bien por medio de alguna amonestacion semejante, hecha obliqua, y artificiosamente.
Livello 4
“Yo reconozco que el fin de Vm. es loable; pero no es ese el medio que debia seguir para lograrle. ¿No vé Vm. que los hombres se complacen en atribuir à la peor parte las acciones agenas, quando son susceptibles de alguna mala interpretacion? ¿y qué à esto tienen tanta mas propension, quanto mas se distingue un sujeto del comun por sus buenas calidades? ¿No es lastima que unas prendas tan recomendables como las de Vm., sean obscurecidas por un defecto tan facil de enmendar?”