El Censor: Discurso Quarto

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Discurso Quarto

Citazione/Motto

Quisquis enim verè supremum Numen adorat,
Sentit se partem populi per mutua vinctum
Officia; hinc alios proprium si vertat in usum,
Se deberi aliis . . . . .

Cardinal. Polignac. Anti-Lucret. Lib. 1. v. 769.

Que es del Pueblo una parte, reconoce,
Con deberes reciprocos ligado,
Aquel, que adora à Dios sinceramente;
Y quando otros le sirven, obligado,
Conoce, está à servirlos igualmente.

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Racconto generale

Una vida ociosa, è inutil à los demás hombres es la cosa mas opuesta al carácter de un verdadero Christiano, y à la Moral Evangelica. Quando la ociosidad no nos expusiese à todos los vicios, sería siempre un vicio por sí misma: sería ella misma un delito. No obstante, nada se encuentra que reprehender en una vida tal, sino se vé en ella el robo, el homicidio, el adulterio, ù otros excesos semejantes. Como no nos acuse nuestra conciencia de estas atroces maldades, que se hacen conocer de la razon mas ciega: como à pesar de nuestra indefension, no nos veamos la presa de alguno de estos monstruos de iniquidad; falta poco para que de la ociosidad pretendamos hacer una virtud.

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Eteroritratto

Eusebio es un hombre de un espiritu débil y apocado, y de una complexion poco, ò nada capaz, de pasiones vivas. Dá infinitas gracias à Dios, porque haviendole hecho heredero de unos padres ricos, le puso en estado de llevar una vida casi esenta de todo genero de tentaciones. No exerce la Agricultura: sus colonos deben pagarle las pensiones, ò cánones en todo acontecimiento, y sin respeto alguno á la abundancia, ò escaséz de las cosechas. Se vé asi libre de aquellos malos deseos, que tiene tal vez el Labrador codicioso. No se entristece de vér llover, quando la tierra necesita la lluvia, no desea la carestía de los granos, para que suba el valor de los que tiene en sus graneros. Tampoco exerce el Comercio: está esento de la usura, de la mala fé, de la mentira en los contratos. ¡Qué alegria la de Eusebio, quando considera que no está precisado, à ser del número de aquellos, que buscan su vida por el exercicio de un oficio mecanico, ò aplicandose à servir à los ricos como él! ¡Qué infracciones de sus respectivas obligaciones no está experimentando todos los dias en estas gentes! Su sastre, y su zapatero jamás le cumplen palabra. Su peluquero le hace una infinidad de faltas: sus criados nunca le sirven con la puntualidad que deben; sin embargo de que él cumple con todos, pagandoles hasta el ultimo maravedí. No ha abrazado la profesion de la Milicia: asi no está expuesto à las tentaciones de la vida alegre y licenciosa de un Soldado. Tampoco ha seguido la carrera de las letras: no exerce el delicado y terrible cargo de Juez; ni en una palabra tiene algun otro empléo en la República. Qualquiera que éste fuese, havia precisamente de añadirle obligaciones sobre las que tiene como hombre, y como Christiano, y le expondria por consiguiente à mayor número de peligros. Es casado: ¿y quién diría que à favor de sus riquezas, havia de hallar modo de exonerarse de las principales obligaciones, que trahe consigo este estado? Le nace un hijo; y yá está destinado el lugar, en donde una ama debe darle el pecho. Con esto tiene muchos menos motivos, de romper la paz que debe reynar en el matrimonio: su muger desembarazada del todo para la tertulia, para el bayle, para el paseo no le impacienta con su mal humor, ni menos le dasazonan las impertinencias de los niños. Pero esto es nada: ha sabido tambien exonerarse de la mas temible de estas obligaciones, que es la educacion de los hijos. Apenas salen estos de los brazos del ama, quando se envian à un Seminario, à ser educados, y las hijas à un Colegio, à aprender el pudor, el recato, la modestia que havia de enseñarles su madre. Tampoco le embarazan otras obligaciones mas menudas de un Padre de familias. De estas se descarga con utilidad suya, y edificacion de los demás, sobre su Confesor. No recibe un criado sin su dictamen, no despide una doncella sin su consentimiento, ni pone la mano en otro negocio de esta naturaleza sin su aprobacion, ò por mejor decir, le abandona enteramente todos estos cuidados. Eusebio en fin es un hombre, que no tiene por donde el diablo le hiera: parece superior à todos los ardides y astucias de este comun enemigo; y usando de este modo de sus riquezas, ha sabido preservarse de todos los lazos, que le podia armar. Por otra parte su genio no le inclina en manera alguna à las curiosidades, ni à las investigaciones de la Filosofia. No es dado al estudio de alguna ciencia, y no gusta mucho de la lectura. Asi se vé libre de la vanidad, è hinchazon, que suele causar la ciencia, y principalmente de otros vicios del Espiriu [sic] mucho peores que estos. No tiene à la verdad demasiada instruccion en la Religion; pero esto no es necesario: se contenta con creer en Dios à puño cerrado, que es lo principal, como han creído todos sus mayores, y corresponde à un hombre de su nacimiento. Dice, que el aprofundar en estas materias, conduce derechamente al Atheismo, y à la incredulidad. Y ello es cierto que está menos expuesto que otro qualquiera à caer en estos precipicios; pues no hallando él en el Evangelio cosa, que se oponga à su amor propio, y que le obligue à hacerse violencia; está por consiguiente libre de pasion, que le ciegue, para no sujetar el entendimiento à su yugo. Se alegra mucho de no saber mas, de lo que le enseñaron quando niño. Esto, segun él, es lo que importa, y con ello aunque pecador, y sujeto à algunas flaquezas, se tiene por tan Christiano, como el que mas; ni el riesgo de la vida sería capáz de hacer vacilar su fé. Ciertamente en esta materia no hay mas que pedirle. No puede oír sin escándalo, hablar de la falsedad de las Decretales de Isidoro; y contra todo su natural sosiego y quietud anduvo un dia muy acongojado y solicito, acerca de saber la obligacion, que le corria, por haver oido decir à un amigo suyo, que el Papa no tenia derecho, ni facultad para mandar ahorcar à todos los infieles, y hereges del mundo. No menos que de los del espiritu, se vé libre de aquellos vicios mas groseros de la carne, como la luxuria, la embriaguéz, y otros semejantes. Su complexion y sus humores no le inclinan à ellos, y casi no le dejan que hacer esfuerzo alguno, para resistirlos. Esento asi de toda suerte de vicios y tentaciones, Eusebio ha descubierto felizmente el secreto de conciliar una vida dulce y agradable con todas las obligaciones, que nos impone el Evangelio. No pretende ser Santo, ni aspira à hacer milagros: se contenta, dice, con guardar los Mandamientos, que no es menester otra cosa, para conseguir la salvacion. Por lo demás se pasea, come, se divierte, juega, se alegra; pero sin ofensa de Dios, ni del próximo. Es además de esto hombre devoto: hace todas las obras de supererogacion, que puede. Ni los frios, ni las lluvias, ni las nieves del hivierno [sic], ni los calores, y soles picantes del verano, se verifica jamás que le prohiban tomar el coche, para ir à oír una Misa todos los dias, y visitar la Iglesia, en donde están las XL. Horas. Además del cumplimiento con la Pasqua confiesa, y comulga el dia de la Porciuncula, el de la Virgen del Carmen, y en otras fiestas igualmente solemnes. Daba algunos quartitos de limosna à la puerta de los Templos, y se lastima mucho de que le hayan quitado una ocasion tan oportuna, de exercitar su caridad con los pobres. En fin, reza indefectiblemente el Rosario, y algunas otras devociones todas las noches.
¡O suerte envidiable la de Eusebio! A costa de unos trabajitos tan pequeños, de estas leves incomodidades, y de estos ratitos aprovechados se va labrando una corona de gloria inmortal. ¡Y quán al contrario sería, si fuese un pobre, que se viese precisado à cargarse de obligaciones, para mantener la vida! Verdaderamente que es lastima, que Eusebio sea un hombre inutil à los demás hombres. Si no fuera por esto, no se podia dar plan de vida mas bien trazado que el suyo. Pero con esto solo hemos dado de un golpe con el Santo en tierra. Porque un hombre inutil à los demás, ¿cómo podrá ser buen Christiano? Aunque no trabajando en favor de todos, ni siendoles tan util como puede, no sea, como tal vez se podria probar, injusto poseedor de los fondos, que le producen sus riquezas, ¿cómo podrá de esta manera guardar los Mandamientos, segun haviamos supuesto? ¿Cómo podrá cumplir el maximo y primero de todos, que nos obliga à amar à nuestros próximos como à nosotros mismos? Si amar es querer el bien para quien se ama, y si por consiguiente amarlos de este modo es querer para ellos tanto bien como para nosotros, ¿cómo podrá amarlos asi, el que pudiendo hacerles bien, no se lo hace? Confieso desde luego, que no mandandosenos amar mas que à nosotros, à los demás hombres, no estamos obligados à despojarnos de nuestros bienes, ò à tomar sobre nosotros algunas cargas en favor de ellos, de manera que hagamos, que su suerte sea mas feliz que la nuestra. Pero no veo, como no tengamos esta obligacion, quando de aqui no resulta esta desigualdad, si la tenemos de amar al próximo como à nosotros mismos. Si esto es asi, no es ciertamente necesario, para que estemos obligados à hacer bien al proximo, que se halle en una necesidad extrema, ò grave de nuestro socorro. Basta sin duda, que esté constituido en una suerte inferior à la nuestra, y que nosotros podamos hacerla mas dichosa, ò menos mala. No quiero decir por esto, que sea preciso abandonar enteramente las riquezas, ò desposeerse de ellas, hasta tanto que se iguale uno al menos rico de todos los hombres. La igualdad de las suertes no consiste precisamente en la de las riquezas. Trabajar en servicio del Público, en utilidad de sus conciudadanos, sacrificar su reposo y sus conveniencias à la República, quanto sea menester, para que à pesar de las riquezas, que uno posee, nada tenga la propia suerte de envidiable aun del mas pobre ciudadano, que no lo sea por su culpa, es el verdadero modo de cumplir esta obligacion tan capital, y tan inculcada en el Evangelio. Un buen Ministro, un buen General, cuyas riquezas son incomparablemente mayores, que las de un Artesano, puede no obstante, cumplirla sin desposeerse de ellas, si quanto mayores son, tanto mayores son tambien las cargas, que se toma en beneficio de los demás. Porque à pesar del mayor brillo, que tendrá su suerte, en el fondo no será mejor que la de este. Lo mismo sucederá con qualquiera otro, que trabaje en aumentar sus riquezas, como esto sea aumentandolas verdaderamente, y no haciendolas solo pasar de otras manos à las suyas: como sea, digo, haciendolas existir de nuevo, ò conservando las que sin esto dejarian de existir; pues haciendo por este medio abundar las cosas à todos utiles, ò necesarias; se hará asi, o por mejor decir, será este el mejor modo de nacer, todo el bien, que se puede à todos. Porque jámás puede cumplirse esta obligacion, con solo dar tal qual limosna por casualidad, y sin eleccion alguna. Esto no es hacer todo el bien que se puede, y se debe à los próximos. las mas veces es hacerlo al ocioso, con daño de la Sociedad, y por consiguiente de ellos, pues la Sociedad no es mas que todos sus miembros juntos. Bien veo quán dificil es, que uno de estos poderosos del mundo que nadan en las delicias, mientras que muchos millares de hombres yacen sumergidos en la miseria, y tal vez por su causa, se reduzca à creer unas verdades tan amargas. Pero yo no puedo concebir esta sublíme moral, que sabe componer todo esto con el amor del próximo, y dispensarnos de la pena impuesta à los hijos de Adan, de comer el pan con el sudor de su rostro. A la verdad si nuestro buen Eusebio, à favor de quatro devocioncillas estériles, efectos antes del ocio, que de la piedad, está autorizado para regalarse à costa de una infinidad de miserables, que trabajan para él; si su ociosidad y la inutilidad de su vida no es por si misma una infraccion grave de la ley, ¿no tendrémos mucha razon para exclamar contra toda la doctrina del Evangelio? ¡Ay de vosotros pobres, que para sostener la vida estais en la necesidad no solo de sufrir infinitos trabajos, sino tambien de exponeros à mil peligros de perderos! Dichosos de vosotros ricos, à quienes las riquezas después de procuraros sin trabajo alguno una vida deliciosa, os facilitan los mas conducentes medios para asegurar vuestra salvacion! Desgraciados los que ahora llorais! ¡Felices los que ahora reis!