Référence bibliographique: Anonym (García de Cañuelo, Luis; Pereira, Luis Marcelino) (Éd.): "Discurso Tercero", dans: El Censor, Vol.1\03 (1781), pp. 43-56, édité dans: Ertler, Klaus-Dieter / Hobisch, Elisabeth (Éd.): Les "Spectators" dans le contexte international. Édition numérique, Graz 2011- . hdl.handle.net/11471/513.20.279 [consulté le: ].
[43] Niveau 1►
Discurso Tercero
Citation/Devise► . . . . . Hic levare functum
Pauperem laboribus
Vocatus, atque non vocatus audit
Hor. Carm. II. 18. v. 38.
No es menester que su piedad ansiosa,
Para ser socorrida
Implore la povreza laboriosa. ◀Citation/Devise
Niveau 2► Metatextualité► Pasando un amigo mio por una Villa considerable del Reyno, dejó por poco de presenciar un lance tan trágico, y tan apropósito para excitar la compasion de todo hombre generoso para con los pobres jor-[44]naleros, que no creo poder entretener hoy à mis lectores con cosa mas util al público que su relacion. ◀Metatextualité
Niveau 3► Récit général► Niveau 4► Hétéroportrait► Vivia en un Lugar bastantemente corto uno de estos infelices, casado con una muger joven y hermosa, à quien amaba, y de quien era amado tiernamente. Pero tres reales, que ganaba el dia que no era festivo y tenia la dicha de hallar que trabajar, no era posible alcanzasen para el sustento de entrambos, y quatro hijos, ninguno de los quales llegaba à los ocho años de su edad. Su compañera, procurando ayudarle de algun modo, pasaba en vela gran parte de las noches. ◀Hétéroportrait ◀Niveau 4 ¿Mas à qué puede alcanzar el trabajo de una muger? ¿Y qué puede trabajar una madre rodeada de quatro hijos de tan corta edad? Así, un poco de mal pan, algunas verduras de las mas ordinarias eran su regular alimento. Aun el pan pasaban sin probarlo semanas enteras, y muchos dias sin [45] comer otra cosa que algunas raices y yerbas silvestres. Unos trapos viejos cubrian apenas sus carnes, y la cama no era mejor que su vestido: felices quando un poco de paja defendia de la dureza del suelo sus cansados cuerpos.
En medio de esta miseria reinaba entre ellos una paz digna de ser la envidia de todos los casados. Niveau 4► Hétéroportrait► No pensaba ella sino en los medios de hacer á su marido mas llevaderos sus trabajos. Se le presentaba siempre lleno el semblante de serenidad, y tan contenta como pudiera en medio de la abundancia y las riquezas. El dia que no tenian que comer parecia mas alegre aún, y mas risueña de lo que acostumbraba. Entonces era quando empleaba las palabras mas llenas de confianza y de dulzura para sostenerle y animarle. Entonces quando acariciando y acallando del modo que podia sus hambrientos hijos, ponia todo su cuidado para que no au-[46]mentasen la afliccion de su padre pareciendo llorosos en su presencia. ◀Hétéroportrait ◀Niveau 4
De esta suerte pasaron algunos años, al cabo de los quales resolvieron pasarse à una Villa distante como cinco ò seis leguas del Lugar de su habitacion, con la esperanza de hallar allí mas proporciones de ganar la vida con su trabajo. Hiciéronlo así, y à los dos dias de haver llegado cayó el marido gravemente enfermo. ¿Qué arbitrio tomaria la infelíz en un Pueblo, que con ser de mas que mediana poblacion, carece no obstante hasta de un triste hospital, sin medios de conducirle adonde lo huviese, y apenas concida sino de algun otro igualmente pobre y miserable que ella? Un vecino rico, que tenia hacienda en el Lugar de donde venian, era el unico conocimiento de que podia esperar algun socorro: rico, pero igualmente duro y avaro. Llegóse con todo à él: le manifestó la triste situacion [47] de su familia, è imploró su piedad con expresiones capaces de mover à un mármol. Pareció al principio no ser insensible à su afliccion, y con el agrado que le mostró, comenenzaba à respirar la desdichada. Mas esta no fue mas que una breve luz que se le apareció para dejarla bien presto en mayor obscuridad. Se llenó de horror al oir las condiciones con que le ofreció el bárbaro su socorro; y sin poder articular palabra, le volvió las espaldas, traspasada de un dolor mas vivo que quantos hasta entonces havia experimentado, no tanto por verse destituida de aquel único recurso, quanto por el insulto que se hacia à su virtud, y à su miseria.
Desvanecida así esta esperanza, no le quedaba otra cosa que hacer que echarse à pedir limosna de puerta en puerta; pero no instruida en las artes de los mendígos de profesion, à nadie apenas movian à pie-[48]dad sus ruegos. Volvia como havia salido à su casa, donde pasaba las noches, regando las frias cenizas de su hogar sus tristes ojos, que no la permitian cerrar el lastimoso estado de su marido, y los gemidos, que arrancaba el hambre del pecho de sus tiernos hijos. Reducida à la última extremidad, y viendo inevitable de otra manera la muerte de aquel y de estos, toma una resolucion de que no fuera capáz si fuera sola su vida la que peligrára.
Busca segunda vez à su vecino, y entre lágrimas y sollozos: si un hombre, le dice, puede hallar placer con una muger que no tiene en el corazon sino amargura, trunfe Vm. de mi miseria, y aprovéchese de la desdicha de un hombre, cuya vida no puedo salvar sino por la pérdida de lo que mas estima. Cayó à sus pies sin sentido como acababa de pronunciar estas palabras. Pero aquella fiera, lejos de enternecerse [49] con este espectaculo, tuvo la inhumanidad, despues de haverse cebado en su presa, de despacharla, no solo sin el socorro ofrecido, sino aun cubierta de injurias y de desprecios; ò fuese efecto de su avaricia, ò venganza de una resistencia á sus deseos, que en una muger de tan íntima clase tenia por un insulto hecho à su poder. ¡Qué dolor podrá compararse al de esta miserable! Infiel à su marido por amarle demasiadamente, no tiene valor para presentarsele, hasta que las ansias de la muerte la llaman à que le vea perder en sus brazos aquella vida, que por medio de su infidelidad havia esperado salvarle. Siguiéronle en breves horas sus hijos, y la madre no tardó mas de lo necesario para verlos espirar de un modo tan lastimoso. Unas mugeres, que acudieron à sus voces, tuvieron apenas tiempo para oirla esta historia, que el dolor la arrancó del pecho en sus últimos instantes, y de llamar [50] al Párroco, cuyo zelo solo pudo emplearse en el socorro de su alma. ◀Récit général ◀Niveau 3
Yo no sé si havrá quien lea esta tragedia con los ojos enjutos. Por lo que à mí toca puedo asegurar, que no me es posible apartarla de la consideracion desde que la sé. Se me presentan alternativamente à la idéa, excitándome los mas vivos afectos de ira, horror y lástima la crueldad de aquel hombre, à quien debió de dar la leche alguna tigre hircana: el triste estado de aquel infelíz, tendido en el suelo y cercado de sus llorosos hijos, cuyos gemidos serían otros tantos taladros que le atravesasen el corazon; y finalmente aquella desventurada, que viendo perecer en sus brazos todos estos objetos de su cariño, se halla hasta sin el consuelo de haver sido inocente para con ellos. Culpada à la verdad, pero de un delito, que el haver evitado en aquellas circunstancias ha-[51]vria sido un acto del mas sublíme heroismo.
Niveau 3► Récit général► En medio de todas estas consideraciones, se me ofrece sin cesar à la imaginacion la lastimosa suerte de nuestros pobres jornaleros. No vemos à la verdad suceder con ellos todos los dias lances tan trágicos. Pero si lo miramos bien, ¿no deberemos atribuirlo à que no son muchas las heroinas que resistan à una tentacion como la en que se vio la miserable de nuestra historia, ni muy comun la barbarie de su vecino? Es cierto que los hospitales, de que son pocos los pueblos considerables que carecen, les son un asilo seguro en sus enfermedades. Mas por corta que sea una familia, ¿cómo puede alcanzar para su sustento lo que gana al dia uno de estos infelices? ¿No es preciso que mueran de hambre los dias que no pueden trabajar, ya porque el mal tiempo lo estorba, ya porque no [52] hallan en qué? Para eso, dirán, son las limosnas. Para eso debieran ser, convengo en ello. Mas ah! ¡quán pequeña parte de ellas toca à estos miserables! ¡Qué diferencia que hay entre aquellos que no tienen mas profesion que mendigar, y aquel que solo en la necesidad se reduce à pedir! ¡De qué artificios no saben valerse aquellos, perdido el pudor, è instruidos por un largo uso, los quales le son à este enteramente desconocidos! ¿Y qué consuelo para un infelíz, que rendido del trabajo de todo el dia, se retira de noche à su alvergue, donde le esperan su muger y sus hijos tal vez para desayunarse, el ver en el quarto inmediato una quadrilla de mendígos divertidos en un juego que no sería moderado para personas de algunas conveniencias? Este, este es el regular destino de las limosnas que se dan en la calle al primero que las pide; y fuera de desear que no se [53] empleasen en otras cosas todavía peores. ◀Récit général ◀Niveau 3
Récit général► Tan solo en la Corte, gracias à la vigilancia de nuestro Augusto y piadoso Soberano, las vemos, de algun tiempo à esta parte, invertidas en sus propios y verdaderos fines. Los pobres impedidos, los que del todo están imposibilitados de trabajar, hallan el socorro de sus necesidades en un gran número de obras pias, fundadas para su alivio. Aquellos, à quienes sus circunstancias impiden echarse à mendigar, que nosotros llamamos pobres vergonzantes, tienen ahora los mismos recursos que antes tenian, conservan los mismos medios de socorrerse. No pedian antes limosna de puerta en puerta, y à las limosnas secretas no se ha puesto algun obstáculo. Pero los pobres jornaleros, que quando no hallaban en que trabajar estaban antes destituidos de todo amparo, y eran la gente del estado [54] mas digna de nuestra conmiseracion, no solo ven ahora destinadas para su socorro un gran número de limosnas, que antes les usurpaba una multitud de holgazanes, y vagabundos, sino que tienen unos cuerpos compuestos de personas por la mayor parte distinguidas, que imploren por ellos la piedad de los fieles, y les repartan el fruto de su caridad, evitándoles hasta el rubor que debia causarles una pública mendiguéz.
Ojalá que nosotros correspondiésemos del modo que debiamos à las piadosas intenciones de un Monarca, cuyos paternales cuidados no olvidan al mas miserable de los que tienen la dicha de vivir baxo sus leyes. ¿Mas quánto falta para que á las puertas de nuestras casas, quando un Ministro público viene à implorar nuestro socorro para los verdaderos pobres, seamos tan liberales como soliamos à las puertas de [55] los Templos, y en los grandes concursos? Porque ¿quién podrá persuadirse à que no se daba mas antes á los mendígos de lo que ahora recogen aquellos à quienes encarga el Pueblo este ministerio? ¿Y es posible que unas personas autorizadas con la confianza pública, que representan à todos los menesterosos, exciten menos nuestra compasion, que unos hombres vagos, y ociosos, de los quales será tal vez excederse el creer que entre ciento haya uno verdaderamente necesitado? ¿Qué unos impostores públicos, unos ladrones, tanto mas dignos de nuestra exêcracion, quanto lo son de la gente mas miserable del estado? ¿Es posible que unas providencias, que no respiran sino piedad y prudencia, tan solo hayan servido por nuestra malicia para hacer ver que la mayor parte de las limosnas, que se esparcian antes por esas calles y plazas, eran mas [56] bien un ramo de luxo, y efectos de una vana ostentacion, ò de una compasion meramente maquinal, excitada por medio de aquellos gestos artificiosos, y de aquellos gemidos estudiados, que de una verdadera piedad, y de una caridad racional y christiana? ¡O afrenta de la humanidad y del Christianismo! ¡O corrupcion la mas lamentable del corazon humano! Y havrá asunto mas digno de exercitar en esos púlpitos todo el zelo, y toda la eloqüencia de nuestros Oradores? ◀Récit général ◀Niveau 2 ◀Niveau 1