El Censor: Discurso Primero

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Livello 1

Discurso Primero

Citazione/Motto

Quidquid agunt homines, votum, timor, ira, voluptas,
Gaudia, discursus, nostri est farrago tibelli.

Juvenal Sat. 1. v. 85.

Quanto los hombres hacen, sus temores
Deseos, y rencores,
Sus movimientos, gustos, y alegrias,
Todo dá asunto à las censuras mias.

Livello 2

Metatestualità

Livello 3

Racconto generale

Havia pensado acompañar este discurso de un retrato mio, porque me pareció siempre muy juicioso y muy digno de ser imitado el cuidado que tienen muchos Escritores de informar al público de sus facciones, y trasladar à la posteridad su figura. En efecto es esta una cosa que puede dar mucha luz para la inteligencia de sus obras; y además no se puede negar, que causa cierta desazon esto de escuchar las razones de un hombre sin verle la cara. Por esta razon no me descuidé yo en hacer dibujar la mia por un Artifice bastantemente diestro. Pero no necesité mas que ver su obra para mudar enteramente de animo. A pesar de los primores, que hizo con mis cabellos, y de lo magnifico del trage con que me adornó; unos ojos, una nariz, unos labios como otros infinitos que se ven todos los dias por esas calles, satisficieron muy poco mi amor propio, que me havia lisongeado de una fisonomia mas extraordinaria, y mas digna de un Escritor.
Algo mas que mi semblante me parece digno de la curiosidad del público mi caracter, que no dexa de ser bastantemente extraño. Por otra parte, siendo una de las cosas que me propongo en esta obra representar los de otros, que me parezcan particulares, es muy justo que empiece por el mio, y que su descripcion aparezca à la frente de todos ellos. Asi procuraré trazar mi retrato moral en el presenre discurso, que informando al mismo tiempo à mis Lectores de los motivos que me han empeñado en ser Escritor público, podrá servir de prologo à los que se sigan.

Livello 3

Autoritratto

Consiste principalmente la estrañeza de mi caracter en una razon tan sumamente delicada, que nada apenas de quanto se la presenta merece su aprocion, y en un genio tan en extremo vivo y arisco que nada puede sufrir que no la logre, y que en las cosas que debieran serle mas indiferentes se interesa con la mayor viveza. Uno y otro se descubrió en mí desde muy niño. En la mas tierna edad me ofendia ya todo: todo me daba en rostro: tenia ya el atrevimiento de oponerme à los hombres hechos, y las canas mas respetables no eran poderosas para contenerme. Apenas sabia leer corrientemente, quando haviendome caido en las manos la Historia de las Guerras Civiles de Francia, que escrivió Enrico Catharino Davila, me acuerdo que me costó muy buenas bofetadas el sostener contra el dictamen de un tio mio muy rico, y à quien por tanto era preciso creer, que el Duque de Guisa, y el Cardenal de Lorena havian sido unos grandes picaros. Asi los llamaba yo entonces como muchacho: no sé qué juicio haria ahora. Lo que sé es que mas que las bofetadas sentia yo la injusticia que en mi dictamen hacia mi tio à aquellos Señores, que no eran de la liga.

Livello 4

Racconto generale

Peor fue lo que me sucedió siendo mas grandezuelo, y estudiando ya Gramatica, con una pobre muger, que pasaba en todo el Lugar por endiablada. No sé que havia leido ya acerca de los energumenos, que me hizo llamarla embustera un dia que la ví conjurar. Huvome de tomar desde entonces rencor el Diablo, y una mañana, que por casualidad me encontró en la calle, volviendo solo à mi casa de la del maestro, se le antojó hacer conmigo de las suyas. Arremetiome la muger, haciendo tales gestos, tales contorsiones, tan terribles ademanes con la cara y con todo el cuerpo, que no obstante la prevencion, en que estaba contra las endiabladas, creí que me iba à arrojar por los ayres. Eché à huir; pero viendo que me iba à los alcances, me puse en defensa, y cogiendo una piedra la dí tal pedrada en la cabeza, que empezó à gritar el diablo, que le havian muerto: con esto me puso mas miedo, y escapé à mi casa. Supo el Maestro la aventura, y abriendome aquella tarde à azotes, tampoco sentia yo tanto los golpes, como la sinrazon de castigarme por haver reprimido del modo que pude todo el furor diabolico que me amenazaba.
Ni estos contratiempos, ni la severidad con que siempre me trataban, fueron bastantes para enmendar lo delicado de mi razon y lo indocil y arisco de mi genio: lejos de esto, se fué con la edad fortificando cada vez mas. Entrado ya en los estudios mayores, jamás quise seguir à ningun Autor determinado, ni he dado el nombre à ninguna escuela: en todas hallaba cosas que me disgustaban, y era el escandalo de mis condiscipulos el atrevimiento con que me oían decir que una cosa que havia dicho Aristoteles era un disparate. Yo mismo me formaba mis opiniones, yo solo era todo mi partido. En fin, andando el tiempo llegó la cosa à tal punto, que vine à ser un martir de mi razon. Semejante à una vista delicada, que ofende qualquiera exceso de luz, todo lo que se aparta un poco de la razon me lastima, el mas pequeño extravío de la regla y del orden me causa un tedio mortal. No puedo llevar una expresion que no me parezca exacta: un razonamiento en que no halle solidéz: una comparacion que no sea justa. No puedo asistir à una Comedia sin riesgo de que se me forme una apostema por lo que callo. El mal gusto del peynado de una Dama me da à mí mas que sufrir, que á ella el conservarlo una noche entera para el otro dia. Soy hombre, en fin, que no he pasado la segunda vez por la calle de Atocha por no exponerme à volver à ver la portada de S. Sebastian. Por otra parte, ninguna autoridad humana, ni la costumbre mas antigua, ni la moda mas general, es capaz de persuadirme lo que mi razon repugna, y acostumbrado à meditar en todo, ya apenas leo sino errores, no oygo sino necedades, no veo sino desorden. En todas partes hallo cosas que me lastiman. En las tertulias, en los paseos, en los teatros, hasta en los Templos mismos hallo en que tropezar. Para colmo de desgracias no puedo callar nada. Unas quantas veces formé propósito de hacerlo, y à pocos dias de observancia me he visto à las puertas de la muerte. Asi, como la caridad bien ordenada empieza por sí mismo, determiné dar corriente à mi genio, siempre que no me lo prohibiese la decencia, la Religion, ò la politica. Faltando esto, censuro desde entonces en casa, en la calle, en el paseo; censuro en la mesa, y en la cama: censuro en la Ciudad, y en el campo: censuro despierto: censuro dormido; censuro à todos: me censuro á mí mismo, y hasta mi genio censor censuro, que me parece mucho mas censurable que los mayores vicios, que en los demás noto. De aqui ha nacido, que ya no soy conocido de los que me tratan sino por el Censor, nombre que no he juzgado deber abandonar mostrandome al público. Ya me huviera hecho insufrible à todo el mundo, si próvida la naturaleza no huviera templado este humor acre, y tétrico con la mezcla de otro contrario, quiero decir, de un humor algo bufon y jocoso. A favor de este hago mas sufribles mis censuras, si no à aquellos sobre quienes recaen, à lo menos à los demás que las escuchan. A veces con una ironía suelo tambien encubrirlas à los mismos contra quienes se dirigen. Pero como el primero de estos humores es el dominante, no puedo siempre templar con jocosidades lo agrio de mis censuras, lo que me ha ocasionado muchisimas desazones y contratiempos. Pero ya no tendré que temer otros semejantes. A fuerza de discurrir he hallado por fin el medio de huir el cuerpo, y desahogar mi bilis. Resolví hace algun tiempo entregar al papel todo quanto pienso sobre las cosas que veo, con animo de comunicar al público en discursos sueltos quanto de esto juzgue que pueda interesarle, y aun tambien de lo que he visto, y pensado en lo anterior de mi vida. Luego, pues, que noto una cosa digna de censura, echo à correr, y me vengo à casa, haciendo con la mano en la boca los mayores esfuerzos para contenerme mientras no llego à ella. Alli lo primero que hago es desahogarme del todo, y escribir sin reserva quanto se me ofrece en el asunto que me ocupa. Despues à sangre fria voy retocandolo poco à poco: suavizo lo que pudiera ser demasiadamente acre; y abstrayendo de los sugetos que me han dado el asunto, y borrandolos enteramente de mi memoria, doy à mis censuras y satiras toda la generalidad que se requiere para que à nadie hieran en particular. Con estas precauciones juzgo que no tendrá inconveniente su publicacion, la qual, además del desahogo que dará à mi humor bilioso, me persuado à que podrá ser de alguna utilidad al público; porque como lo extraordinario de mi natural me hizo incapáz de arribar à ningun empleo de honra, ni de provecho, no haviendome jamás proporcionado quien en concursos, ni oposiciones me diese la mano, me hallé en recompensa desembarazado para aplicarme à las ciencias à que me lleva mi inclinacion. Dime en primer lugar à las Mathematicas, que por no valer en ellas la autoridad, dicen admirablemente con mi genio. Con el auxilio de estas he concebido desde luego la esperanza de hacer algunos descubrimientos en las demás ciencias, y me lisongeo de haverlos en efecto hecho. Además he leido de toda suerte de Autores, asi antiguos, como modernos: he estudiado algunas Lenguas: he dado algunos paseos por la Historia de todos tiempos, y Paises; y sobre todo he hecho varios viages por el mundo moral, ya que mis rentas no me han permitido hacerlos por el fisico, y he visto en él cosas muy particulares, cuya noticia tendré el cuidado de ir entretegiendo en mis discursos. Lo que basta para hacer conocer à mis Lectores, que no es demasiada presuncion la mia, y que no soy absolutamente incapáz de hacer una cosa util, ò que à lo menos divierta à mis compatriotas. Si lógro una de estas dos cosas, moriré con una secreta satisfaccion de haver cumplido con una de las primeras obligaciones de un hombre.
Hecho este ligero diseño de mi caracter, no me resta otra cosa para concluir este discurso, que hacer una prevencion al publico. A pesar del cuidado que pondré para no herir à nadie particularmente, y censurar los vicios respetando las personas, puede darse que alguno se imagine ofendido en mis discursos. Ninguna cosa me podra ser mas sensible. Pero si me sucediese esta desgracia, y por este, ù otro motivo tuviese la fortuna de merecer ser impugnado, desde ahora declaro, que estoy firmemente resuelto à no responder de otra manera, que corrigiendo lo que me parezca notado, ò impugnado con razon; de suerte, que qualquiera que se imagine vulnerado puede desahogarse diciendo quanto se le ofrezca, verdad, ò mentira, y usar de las expresiones que sean de su agrado, atentas, ò insolentes, y aunque sea de las comprehendidas en la ley, con toda seguridad, y sin el menor recelo de ser refutado, ni aun respondido; pues para ello le doy desde luego todo mi consentimiento, quanto es menester, y de derecho se requiere.