El Duende especulativo sobre la vida civil: Número IX

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NUM. IX

Citazione/Motto

. . . . . Usus
Quem penes arbitrium est, & jus est norma.

Hor. Arte Poet. vers.17.

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Racconto generale

La Calle Mayor, la de las Postas, y el Portal de Guadalaxara, son muchas veces las Aulas, que frequento, para instruirme perfectamente en muchas cosas, que los Libros, las conversaciones, ni la meditacion me pueden enseñar en el rincion, que ocupo, de una casa. La experiencia sola es capàz de dàr las necessarias luces para averiguar, (si fuesse averiguable,) hasta donde se estienda la inteligencia, y el buen gusto de las mugeres, en aquellos generos, y mercaderìas, que son propiamente de su competencia; pues sirven unicamente para distinguirlas, realzar su natural belleza, y fixar mas y mas, la consideracion, que pretenden de los hombres. No son ellas menos codiciosas de nuestras adoraciones, que el Mercader condescendiente, habil, y sufrido lo es de sus visitas, porque si ellas saben sacar partido de nuestra humillacion, y obsequio, este sabe valerse del instante, en que las domina, la fluctuante, è instable moda, à quien obedecen. Los Ceremoniaticos Estadistas, que no saben por todo lenguaje, sino el de la insinuacion lisongera, afírman, y defienden obstinadamente, que las mugeres tienen la imaginacion, y las percepciones mas activas, y mas delicadas, que los hombres, y apoyan su propuesta sobre el testimonio de los Naturalistas, quando hablan de las semejanzas, è impressiones, sobre el fetus, en lo que jamàs quise consentir que esto fuesse: creyendo, que confessarse los hombres inferiores en la potencia imaginativa à las mugeres, era condescender, y admitir en nosotros, alguna cosa menos perfecta, y subordinarnos en alguna manera en una potencia al sexo; y assi siempre he seguido la contraria, hasta que philosophando con mas pausa, y reflexion, sobre la materia, me he dado casi por vencido, à la vista de diferentes experimentos. Si esto es assi; y si consideramos, que la imaginacion fuerza, y arrastra el alma; siendo causa que cedamos con mas facilidad al gusto, que à la verdad, ò bondad de las cosas; como componerlo con que se dice, de las mugeres, que teniendole tan bueno escojan en las Tiendas de los Mercaderes, casi siempre lo peor, de lo que compran, sin querer assentir à los desengaños, que las dà el Mercader con demostraciones, y evidencias, lo que sucede algunas veces?

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Racconto generale

La imaginacion es, en sentir de los Philosophos, y demàs Doctores, principio, ò fuente de que dimanan nuestros placeres. A ella debemos aquella ilusion, que dà movimiento à nuestras passiones, y que de acuerdo con el corazon, no pocas veces es causa de los errores à que se exponen los hombres. La imaginacion nos pone presente las cosas ausentes. Con el auxilio de la memoria nos buelve à la vista los gustos, y deleytes passados; y nos hace gozar anticipadamente lo que nos promete lo futuro. Finalmente, ella nos acaricia, y nos dà alegrones sérios, que hacen reir al espiritu, los que, enfriandose la imaginativa, desaparecen con todos los embelesos, que produxeron.
Esta imaginativa; potencia que las mugeres gozan con mucha ventaja, y primacia sobre los hombres, es el timòn que govierna sus acciones en las compras de generos para su uso. Las ideas, que ofrece la imaginacion de una muger, à la vista de un Abanico, para lo qual, su constitucion, y natural genio, hace la costa del discurso; la escusa el trabajo, y la perdida del tiempo en formar reflexiones. La imaginacion frequentemente Madrasta para los hombres, es para las mugeres, quando visitan las Tiendas de los Mercaderes, una tierna Madre, que las concede aquellos favores, que à nosotros vende caramente. Si el instinto ocupa el asiento de la razon en los animales: la razon es como un cierto insinto racional en las mugeres.

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“Nosotros, dice la Marquesa Lambert, descubrimos la verdad mas aprisa, y con menos seguridad, assi por medio del calor, y de la fuerza de ciertas sensaciones, que nos agitan, como por la extension, y limpieza de nuestro modo de discurrir, y examinar las cosas. La persuasion, que sentimos en el corazon, es superior al que mueve solo al espiritu, y toda nuestra conducta| y modo de pensar, depende muchas veces, mas de la primera, que de la segunda. Nuestra imaginacion, y nuestras acciones son los dos polos sobre que giran todas nuestras acciones.
Las mugeres son mas aproposito para comprar, y elegir aquellas cosas, que à ellas deben servir de adorno, que no los hombres. Y no obstante, que hay cierta classe de hombres, que en algun modo parecen hermaphroditas: pues siendo, al parecer, del sexo masculino, afectan en todo el genero fememino [sic], queriendo ingerirse en las comissiones de las Damas, y se acercan muchissimo à tener los gustos, y antojos mugeriles: Siempre se les conoce una tosquedad, y material sentir de hombres, que los distingue, y los hacen muy otros en su eleccion de generos que las mugeres. Aquellos, que hacen profession de contradecir à todo, procuraràn destruir mi pensamiento, con mostrarme diversos sugetos, que sin mas merito, estudio, ni ciencia, que el buen gusto en saber comprar una cinta, una veleta, un estuche, un aderezo, &c. y dàr su voto sobre los matices, y dibujos de una tela, hicieron brillante fortuna; y otros, cuyas cabezas sirvieron de pauta para los peynados nuevos de las Señoras; pero quien no advierta la debilidad de estas condiciones? Pues aunque yo confessasse, que conozco algunos de los primeros, síempre quedarè como el aceyte, pues con servirme del refran, de que una Golondrina, no hace Verano, y con dudar del verdadero sexo de los segundos, està acabada la disputa. Los hombres, para comprar cosas para mugeres, y aun para sì propios, se dexan demasiadamente dominar de su fantasìa. Creen, que dificultando sobre todas las cosas, que les muestran los Mercaderes, explayan una inteligencia perfecta, y que se mira como una exquisita delicadeza, aquello, que por haver registrado con demasiada atencion las cosas, es solamente irresolucion del espiritu. No es assi con las Señoras. Entra en una Tienda de Calle Mayor, pide un abanico, una flor, una caxa, cinta, petibonè, ò qualquiera otra cosa; la calidad es la que pide, pero no el gusto; y desde el momento, que vè la pieza, decide de su merito, y se casa, ó no se casa con ella. Los hombres pretenden tener el gusto bueno en fuerza de haverle cultivado desde su origen; siguiendo por todos los grados sus variaciones, y observando sus continuas mudanzas. Dicen, que un gusto adquirido, vale por un gusto natural, y en esto no sè què error se oculta. La costumbre, que tienen los hombres de mirar seriamente las cosas por todos lados, antes de determinar su compra; como quienes buscan, ò à lo menos hacen semblante de buscar la utilidad, no menos que el gusto, persuade à su vanidad, que posseen la prenda de inteligentes, hasta en las cosas que jamàs vieron. Un Mercader del Portal de Guadalaxara, desembuelve sus telas, para que el comprador las mire: Este empieza con registrar el todo del dibujo, menudea las matices, hace alto sobre la calidad de la seda, la bondad del texido, y no hay, hasta en las orillas, cosa alguna, de que no haga assunto para respuestas, rèplicas, y discusiones. Si la tela agrada, y despues que su menos bondad queda contravenida, empieza la diferencia en orden al precio, si es que el comprador paga de contado: pues si compra al fiado, poca disputa hay. Con esta impertinencia se cansan los Mancebos, el Mercader se desespera, y muchas veces nada se compra. Las mugeres son al contrario. Ellas tienen un gusto singular, que es como innato inalterable, y que conserva siempre una misma vivacidad, ingenuidad, pureza, y sensibilidad, con mil percepciones delicadas, que, aunque al parecer opuestas à este gusto, jamàs le debilitan. El gusto de las mugeres triumpha de la flaqueza de sus organos, y somete la vehemencia de sus passiones. Si entran en una tienda de texidos, registran de una vez el todo de lo que las muestran, y fallan de contado, si la tela es buena, ò mala. Sin examinar parte por parte las circunstancias de ella, el agradarselas, ò no, decide del merito de todos los Artifices, que concurrieron para su fabrica. Si ponen algunos reparos sobre ella, es porque gustan, que el Mancebo, que es Petimetre, tenga motivo para alabar su buen gusto, su penetracion, su delicadeza. Desean que se sepa, que no es inferior su eleccion à la de la Duquesa de N. conocida por Legisladora, en punto de modas, que es quien comenzò la pieza, y que tiene el unico trage, que hay en la Corte de este gusto. Cautivado el gusto, la muger no regatea, por mas que haga semblante de hacerlo. Dice palabras: oye las bellas cosas, que le dice el Mancebito; paga mas de lo que debiera, y se contenta frequentemente de lo peor. Esto ultimo, que parece lunar en lo que apreciamos de su buena eleccion, y gusto, es una de aquellas calidades ocultas, que nos escapa à los hombres, y de que las mugeres estàn apoderadas; por mas que se lo hayan querido contestar los Autores, que ecribieron sobre el buen gusto, sin poder difinirle.

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Racconto generale

La diferencia que hay entre el gusto de los hombres, y el de las mujeres, en orden à la eleccion de cosas de vestir, y ponerse à la vista, es casi como la diferencia que hay de gustos de los Ingleses, y Franceses en orden à la Literatura, y al Theatro. En Inglaterra son muchos, y muy varios los objetos en el todo de las cosas que se representan. Los Franceses sienten solamente una parte de la belleza que les presenta la Naturaleza, ò el Arte, y à los Ingleses casi todo les hiere con una misma fuerza. Las ideas que se forman los Franceses, de lo que ellos llaman cosa de gusto, son demasiado violentas, y exquisitas, para que no pequen contra la precision. En ellos es dificil encontrar un espiritu simple, y grave, un gusto llano: todo es confusion ,todo cahos, las idèas se suceden en los Franceses tan prontos unas à otras, que la vivacidad que tienen para las cosas, parecen antes executadas juntas, que concebidas por partes. Los Ingleses bien pueden concebir por junto, pero lo consideran, y examinan por menor. Sus cosas parecen à un todo grossero symetricamente desordenado, pero colocado con artificioso delicado gusto: saben unir una idèa rusticamente triste, y melancolica, con otra horriblemente hermosa. El gusto depende en Inglaterra de una imaginacion sentada, madura, y estudiada, que entrega al espiritu, y à la razon sus conceptos, para que los analyse, y saque de ellos la encadenacion de los demàs que dimanan del primero. En Francia depende el gusto de una imaginacion volatil, ligera, superficial, inconstante, que abraza lo que percibe, sin desmenuzar las partes que componen aquellos, que se concibe: de modo, que los Franceses parecen desmentir el Systema Logico de que no es possible juntar en una percepcion sola dos cosas contradictorias, y opuestas.
Los hombres no deben, ni pueden en justicia, disputar à las mugeres, el gusto, y la idea de aquello, que por excelencia es hermoso, y al entender de ellos necessario para realzar sus dones naturales: pues aunque muchos de sus trages, y preseas, parezcan à nosotros ridiculas, y extravagantes, es, porque no nos hiere aquella vistosidad, y apariencia, que para ellos es embeleso. Por esto, jamàs he gustado, que los hombres se encargassen de comprar lo que à ellas compite, y es de su gasto, respecto que una muger es mas à proposito para elegir, y acertar con lo que gusta, y que despoja mejor, y con menos molestia, una Tienda de Mercader en medio dia, que un hombre en un año entero. En fin, denlas el bolsillo, y dexenlas governar la barca.

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Lettera/Lettera al direttore

Cavallero Duende: Un Amigo, encargado de sacar, y pagar las vistas para una sobrina que tiene en Colmenar de Oreja, novia de palabra, me empeñò el otro dia, para que le acompañasse en la visita, que se proponìa hacer de las Tiendas de Calle Mayor, Portal de Guadalaxara, y Calle de Postas. La nimia exactitud, que observaba en recorrer las todas, sin dexar una siquiera, en que no entrasse, è hiciesse rebolver los generos, me fastidiaba sobre manera. Pero advirtiendo, que no me era possible limitar sus intenciones, tomè el partido de seguirle, aunque con distraccion bastante; hasta, que entrando, y saliendo de casa en casa, bolvì sobre mi, reconociendo en la multiplicidad, y diversidad de los objetos, que se venian à los ojos, materia para divertirme, preocupandose mi espiritu casi de repente con una multitud de pensamientos, è ideas divertidas. El que quisiesse examinar por menor, y una à una, todas las circunstancias de las modas, se hallaria presto confuso, y atascado por el numero, y calidad de las cosas que usan las mugeres para adornarse, y à que la vanidad ha dado curso: por el numero de las gentes à que ocupan: y por la circulacion del dinero à que dan movimiento. La moda, y su inconstancia entran al parecer en el plan que Dios dispuso para dàr la subsistencia à un sin numero de personas, que se mantienen con la ocupacion de saciar el gusto de las gentes en sus trages. El Criador se valdria de las necias aprensiones de los ricos, y poderosos, à fin de mantener por este medio à los pobres, empleandolos en una multitud de oficios, que sin la moda perecerian, y que con ella son utiles à la sociedad, enriqueciendose muchos, y gozando en una situacion obscura, y desconocida, las comodidades de la vida. Los bienes que resultan à estos sugetos de la instabilidad de gustos en trages, y adornos, son efectos de las continuas bueltas, y rebueltas que dà la moda, instigada de la vanidad, que es su inseparable compañera, y que lexos de mantenerse fixa, y de procurar la perfeccion à las cosas que divulga, aspira à novedades, y excessos. Las mudanzas que se advierten en las cosas sujetas à la moda, no son menos de estrañar, que las que admira el viagero, que, caminando por la Galicia, halla mudado el camino de un año para otro. Todos aquellos miembros de la sociedad,que se exercen en algunas de las Artes, que se goviernan por capricho, estàn sujetos como el licor del Barometro, pues suben, y baxan conforme el grado de calor, ò frio que los mueven; influyendo tambien por parte de la moda en las novedades, que se introducen en la vida civil, y en los estilos admitidos, y arraygados. Al cabo de un rato de estas philosophias, mirè à mi Compañero, el qual me pareciò satisfecho, y contento de su eleccion, y compras; y acabando el registro de las Tiendas, passamos à la Botillerìa de San Miguel, donde encantado nuevamente del acierto de su dia, quedè en duda, de si le descubriria, ò no el empleo de los pensamientos que havia hecho, mientras que èl estaba ocupado en el examen de las mercaderìas; y de las reflexiones morales, que havia deducido de ellos en el camino; porque no queria que las tomasse por censura de su conducta. Detuveme, pues, la consideracion de esto, y buscando modo de acomodarme à su flaqueza, me puse à discurrir sobre los estilos, y sobre la moda de los trages en general.

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Racconto generale

La primera cosa de que hicimos memoria, era de la cruel tyranìa con que nos goviernan, y arrastran nuestros sentidos, de las impressiones tan vivas, que hacen sobre nosotros los objetos que nos gustan, y que apetecemos: lo mucho que contribuye para nuestra fortuna un vestido, que nos hace parecer, lo que muchas veces no somos, y quanto trabajamos para parecer bien en la calle. Notabamos de passo, que todos los mortales componen una sola sociedad, y no mas: que la sociedad se compone de diferentes clases de sugetos, y que estos se distinguen por su vestido, que es el indicante de la veneracion, y respeto, que cada uno de ellos pretende. Paramos tambien la atencion, en que muchas veces se logran bienes, y fortuna por la decencia del vestido, ò se pierden por el descuido, y negligencia en el modo de vestirse. Frequentemente vèmos, que el cobarde, ò ignorante, preciado de vestirse al rigor de la moda, levanta con desembarazo la voz en las conversaciones donde batalla à la sombra de la habilidad, y gusto del maestro, que le cortò la casaca, tragando inciensos, hasta que su natural mismo le averguenza, y descubre sus alcances; y que se recibe friamente al benemerito, que viste con modestia, y sin aliño, hasta que se haga lugar, dando muestras de su entendimiento. Estas verdades son claras por sì mismas, y con todo esto, si necessitassen probarse, hay mil exemplos para atestiguarlas. No sin justissimas causas aconseja un padre à su hijo, que vista trage superior à su estado, si es, que quiere ser honrado; y jamàs de inferior classe, por no exponerse al desprecio. Esta materia parecia tan importante à mi Amigo, que hallaba conveniente, y aun necessario, insinuarla à los Superiores, empeñandose con el Ministerio, para que, atendiendo al bien pùblico, concediesse una licencia amplia, y autorizada para establecer en la Corte, un Almacèn, ò Posito, donde se conservassen las modas, assi antiguas, como modernas; de la propia manera como los Antiquarios hacen Gavinetes de curiosidades naturales. Convenimos, en que el cuerpo del edificio para este fin, fuesse como el de la muger, ò parecido al que tienen los Esfinges, que se vèn en Egypto, no lexos de las Piramidas, y en que lo sobstuviessen columnas, cuyas molduras, y adornos correspondiessen al plan, y destino de la obra. Un Escultòr habil sabria adequar los ornamentos del edificio à la idèa, y servicio: adornando la Balsa de las columnas con franja, guarniciones picadas, y otros mugeriles atavìos de este genero. En el Friso sentarian bien encages, y el contorno de la Cornisa estaria bien dispuesto con bucles, rizos, lazos, piochas, flores bien coordinadas, y todo con sus plisaduras, picos, y otras cosas, &c. Todo el edificio constarìa de dos espaciosos salones para las preseas de cada sexo: uno revertido por todos lados, con Armarios, Caxones, y Escaparates, donde se guardaria cada cosa de por sì, con metodo, y orden; poniendo sobre cada caxon su rotulo, expressando con palabras laconicas, las modas que contiene, y todo colocado como se colocan los Libros en una Biblioteca pùblica, con tal disposicion, que se puedan abrir, y cerrar sus puertas con facilidad. Fuera de estos Armarios habria en todas partes Muñecas, ò Figuras grandes sobre sus pedestales, vestidas segun las modas de mas aceptacion, y en cada pedestal, estaria puesto el año en que se usaron. Para conseguir el fin de hacer de esta pieza de Deposito un parage celebrado, en todo el mundo, convendria, que todos los inventores de moda nueva estuviessen obligados à depositar en este Almacén su obra, y el caxon en que se colocarìa tendria por de fuera el nombre de la cosa, y de su inventor, enriquecido con algun reliebe, ò pintura, de diversidad, ò con alguna divisa amorosa, ò galana por orla, para fixar mejor la vista de los que visitassen estas estancias, y causar el efecto que causan los Libros enquadernados en pasta, y dorados en sus lomos. Para que el Almacèn estè bien governado, y que se tenga cuidado de lo que se depositare en èl, serìa preciso crear un Guarda ropa, nombrando para ello à sugeto habil, experimentado, y reconocido por petimetre, y modista riguroso; y no sin justas causas se presume, que este empleo se deba conferir à uno de aquellos lindos del Noli me tangere, que consumieren en Calle Mayor, y Portal de Guadalaxara lo mejor, y mas florido de su Patrimonio. Las razones que nos assisten, para no dudar de la obtencion, y passe del Ministerio, para poner en practica este establecimiento, y de la aprobacion del pùblico, à quien debe agradar mucho una idèa, que le ha de dàr tanta satisfaccion, y gusto, son: 1. La facilidad que tendràn todas las personas, de qualquier estado, ò condicion, que tengan accion, y derecho para poder introducir, ò establecer modas, y que por algunos defectos, ò imperfecciones no se atreven à exponerse à practicarlas, de hallar en este Almacèn, ò Deposito, expediente para poder ocultar esta sonrojosa desgracia por medio de una cotilla, ò vestido, en que se huviesse remediado el daño. Este arbitrio de conservar las modas no serà menos util, y lisongero, para aquellos, y aquellas, que con un talle bien expressado, y con facciones hermosas desean encontrar los trages y colores surtidos à, [sic] fin de realzar con ellos mas, y mas su natural belleza, y lograr por medio del arte, de nuestros mayores, ò de los ingenios de otros Paìses, una hermosura, que sin este invento quedaria muy inferior à lo que parecerà, economizada de esta manera. Entre los pocos, que en este Paìs viajan por inclinacion, y van à vèr Paìses estrangeros con el fin de aprender mundo, tratar con gentes, è iniciarse en los Ministerios Politicos, Militares, y en las demàs Artes, y Ciencias, los mas estàn entretenidos en examinar las modas de los trages, à fin de bolver à su Patria con alguna nueva invencion de peynado, forma de sombrero, ò extraordinario modo de vestirse. Este Almacèn, ò Deposito, en que sabràn encontrar à su retorno todo al surtimiento de las cosas, que les hubiera assombrado, les escusaria el trabajo de embarazarse en la molesta indagacion de semejantes novedades, y los dexaria mas tiempo para emplearse en otras pesquisas mas provechosas para su Patria, y mas gloriosas para ellos. Ademàs de esto, este Almacèn les ahorraria la pena de salir de su casa para satisfacer su vanidad, y gusto: y como jamàs hemos experimentado, en la mayor parte de estos caminantes, adelantamientos en los modales, ni modos de hacer lucir una educacion de tanto coste, y aun menos, progressos, y aficion declarada para las Artes, y Ciencias, en quanto que parece, que llevamos el dexamiento, y demàs imperfecciones Nacionales con nosotros en todas partes: pudiendo surtir à todos en este Almacèn con lo exquisito que apeteciessen, quedarian en el Reyno las cantidades de dinero, que con el especioso titulo de estos viages salen de èl. Este establecimiento inclinarà en algun modo àzia nosotros la balanza de Europa, que tanto favorece à las demàs Naciones. Què satisfaccion para nosotros! Què aumento de gloria, y de vanidad, si los Franceses, Ingleses, &c. embelesados de alguna de nuestras modas antiguas, al cabo de tanto tiempo, que adoptamos las suyas, se encaprichassen de las nuestras! No serìa una maravilla verlos venir à España, y modelarse sobre la norma de nuestras fantasìas? Pues firmemente me persuado, que nuestras Universidades verìan presto multiplicar sus Escolares, que con el pretexto de venir à estudiar nuestras Ciencias, vendrian para estudiar nuestras modas; y no serìa necessario remitir à nuestros Jovenes à Francia para estudiar el modo de pensar ligera, y superficialmente, y hacer cabriolas, y perinolas, para complacer al Sexo. Los Sabios, en lugar de esmerar su cuidado en ser utiles al pùblico, se han ocupado en fastidiosas averiguaciones, malbaratando un caudal grande de Literatura, para darnos luces sobre los trages, que estilaban los Antiguos, y desentrañandonos el literal sentido de algunos Autores, que havian quedado por muchos siglos arrinconados por no inteligibles. Estos mismos Sabios se verìan libres, por medio de este establecimiento, de semejantes laboriosas tareas, y no amedrantarian mas à los estudiosos, con los formidables cuerpos de Libros, que se han producido sobre materias tan frivolas. En una palabra; este Almacèn, ò Deposito serìa una especie de Archivo, donde los hombres podrian consultar la antiguedad de todos los siglos, sobre muchos obscuros textos de los Autores Originales, sin deberse fiar mas en Etymologìas, y erudiciones arriesgadas, acinadas, sin orden, y methodo por los Comentadores, y Scholiadores, capaces de insinuar à los siglos venideros, que solas las Damas de mediana virtud tenian en este autoridad, y derecho para vestir el tontillo, y que las guarniciones picadas solo servian los dias de Saraos, y Bayles, como los Vestidos de Corte en Palacio. Como los Ancianos censuran, por lo regular, todas las modas, que toman buelo, quando à ellos està entredicho su uso, reprehendiendo à hijos, y dependientes su profanidad, y locura: nosotros podemos prometernos templar su humor bilioso por medio de un lenitivo, que desgastarà en ellos, un vicio, que solo causan los años, reproduciendoles las modas, que dominaban en sus juveniles años; pues haciendoles vèr, que en el Reynado de la Grande Isabèl no costarìa menos el blanqueo, y almidon de una gorguerilla, que al presente cuesta una corbata entera, una respetuosa, ò un pañuelo de cambray rayado, calado, ò floreado, justificariamos presto el excesso de los gastos de nuestras mugeres, contra que tan vehemente declaman. Se ha determinado tener toda la complacencia possible à favor de los Estrangeros, con el fin de que vengan à perfeccionarse en España, en una ciencia, en que queremos sobresalir entre todas las Naciones, para que aprendimos de ellos los rudimentos. Con este motivo damos noticia al Pùblico, de que la inscripcion, que se resuelve poner en la fachada del proyectado Edificio, se expressarà en terminos sublimes, y elegantes, y que para este fin servirà una de las Lenguas, que la gente ordinaria llama de muertos, que darà à entender, que no son gentes del comun, las que concibieron, y executaron un proyecto tan especial, y util à la Nacion Española. Encima de la puerta se representarà en un gran Quadro un Espejo de Tocador, y una Silla poltrona, ò de brazos. A un lado del Espejo estaràn confusamente, y en monton, lunares, pelotillas, jarritas, frasquitos, taleguillas, fuelles, borlas, y las demàs cosas nescessarias para polvos, con sus peynes, y papillotes para las cabezas. En lo lontano, que en Castellano llamamos los lexos, havrà cutoes, ò espadines, pero sin descubrir las conteras, guarnecidos todos los puños con metal blanco en guisa de plata. En ambos lados de este Quadro havrà una especie de obalo, en que se veràn una multitud de Abanicos, cruzandose unos à otros, medio abiertos, que formaràn una zenefa, que servirà de orla à todo lo demás. Finalmente, la inscripcion, para dàr una idea perfecta de las preciosidades, que encierra este riquissimo Deposito de las Modas, se concebirà con estas voces: Adeste, ò quotquot sunt, Veneres, Gratiæ,
Cupidines.
En vobis adsunt in promptu
Faces, vincula, spicula:
Hinc eligite, sumite, regite. Quiero traducir estos vesos à favor de las Damas, pues las mas ignoran el Idioma Latino. Entrad aqui, ò vosotras, que sois propiamente la hermosura misma: la gracia, y el amor en persona: Aqui hallareis Antorchas, Ligaduras, y Flechas: Escoged, tomad, y governad el Universo.
B. L. M. de Vm. su mayor servidor, Philo N.

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Metatestualità

Debo confessar, que la idea de este Amigo es una de las mejores, que se han pensado en mas de tres siglos y medio, y un expediente excelente para dàr à conocer, de una manera distinguida, las personas, que desean hacer servir sus talentos, para las invenciones nuevas, que seràn necessarias para los trages, y atavios de los tiempos por venir. Para poder corregir facilmente todo quanto se requiere en un establecimiento tan sólido, y honorifico, para la Nacion Española, me parece conveniente, que su Govierno se ponga al cargo de un Director, y Diputados, que tengan la inspeccion sobre los interesses de la Moda; pero la eleccion para estos empleos, me parece de tanta importancia, que no me atrevo à proponer solo al que fuesse para el nombramiento. Deseàra que mis Lectores, y Correspondientes, me favoreciessen con insinuarme, de què manera debo componer este negocio, y que me embiassen una lista de aquellas personas, que juzgassen benemeritos, y aptos para desempeñar un encargo de tanta consequencia para el bien del estado. A su tiempo acudirè con exactitud las Tiendas, y Caffés de Madrid por medio de una Carta circular, y implicatoria, à fin de que el Cuerpo Tribunicio de cada uno de ellos, presente à dos, ò tres de sus mas habiles Oradores, que los acrediten y dando mi palabra, que insertarè de contado, y de buena fee, sus nombres, en la lista, que formarè de los sugetos, que puedan pretender ser empleados en el Almacèn, ù Oficinas de la Moda. Es justo, y necessario advertir, que se preferiràn, y se darà el primer lugar à aquellos Petimetres, que fuessen mas antiguos, y experimentados, y à aquellos, que se huviessen distinguido de los demàs, en el modo de componer el pelo, traer el sombrero, el espadin, el cutò, el corbatin, ù otra qualquiera cosa absolutamente nueva, y extraordinaria, y no se despreciarà à los Jovenes, que quisiessen señalarse en resuscitar modas antiguas, con tal que sean unicas. Tampoco se despreciarà à los que por necessidad indispensable se vèn precisados à acomodarse al tiempo, y que sin embargo abrazan el partido de la Moda, sin interès, ni esperanza de fortuna, y solamente para que no los tengan por grosseros, montaraces, y gentes que no saben de estilos, ni ordenanzas de la Moda, y govierno de los modistas. Aquellos, que por ser faciles, y obsequiosos por naturaleza, se arrojan sin disgusto al error, como tambien los otros, que por tibieza, y poquedad de genio, sin valerse de sus propias luces, y conocimiento dexan llevarse de sugetos, que no aman, y cuya conducta les repugna, pueden tambien pretender estos empleos, en quanto, que lo hacen, como subditos que quieren ser de la Moda. Tambien se admite à los que se apesadumbran de envejecer, y quisiessen poder suspender la carrera del tiempo, y destruir el orden establecido en el govierno de las cosas sublunares, para poder preciarse mas tiempo de Aulicos de la Moda, y cautivar como tales, la benevolencia de las gentes, assegurandose el incienso de la ignorancia. Finalmente, entraràn en cantaro para los Empleos de Almacèn, y Oficinas de las Modas, aquellos, que sin merito calificado, ò aparente, se aliñan por esclavos de la Moda; y que por Ventura tendrian prendas apetecibles, si estuviessen colocados en alguna elevacion de empleo. Tampoco olvidarèmos aquella persona, ò personas, que me hiciessen la merced de favorecerme con la noticia de sugetos de los caracteres expressados, y de otros no contradictorios à estos. A todos suplico me remitan sus cathalogos antes de esta quinzena, que se empieza à contar desde el dia que llegare à su noticia esta súplica: pues prometo à todos, que reconocerè con usura sus cuidados, y buenos oficios. Debo advertir de passo, que se necessita un Cirujano, Comadron, y que la plaza de Medico està yà provista en un sugeto muy conocido en España, y dignissimo Apologista de la Moda, posseyendo todas las calidades, que prescribe la Penelope, para ser un perfectissimo Medico.
FIN. El Discurso siguiente se darà el Lunes 27 de Julio de 1761. EN MADRID: Con las Licencias necessarias, por Andrès Ortega, calle de las Infantas. Se hallarà este, y todos los siguientes en las Librerìas de Antonio Sancha, frente del Correo; en la de Bartholomé López, Plazuela de Santo Domingo; y en la de Bartholomè Ulloa, frente del Salvador.