El Duende de Madrid: Prólogo de Don Benito, Número I
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Prólogo
de Don Benito
Citation/Motto
Rideo, jocor, ludo ut quæ omnia
innopiæ
remissionis genera breviter amplectar,
homo sum.
remissionis genera breviter amplectar,
homo sum.
Ex Plin. Epist. lib. 5.
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Metatextuality
Señor Público: Algun tiempo habia
de llegar para mí: hasta ahora ha juzgado Vm. que yo soy
algun automato, ó un ente extraordinario, sin mas señas de
vitalidad que el puro movimiento. Y si no fuese así, ¿cómo
era dable, que en la equidad con que Vm. califica á todos
los individuos, que le componen, cupiese un total olvido de
mi figura, de mi vestir, y de la economía de mis acciones?
Para hacer burla, llamarme Cordelero, y llenarme de otros
dicterios impropios de mi caracter y nacimiento, eso sí: mas
para eternizar mi memoria no ha hecho Vm. la menor
demostracion. ¿Es posible, Don Benito, (me preguntaba yo á mis solas) que hagas tantos papeles, y
representes tan varias figuras en las calles de Madrid, y
que no hayas logrado ser asunto de alguno de tantos
primorosos dibujantes y abridores como hay en tu recinto?
Garrido arreando á su borrico, Romero y Costillares con los
trofeos de su estoque á los talones, se miran en sus
retratos á cada paso, y en cada esquina, y yo aun no he
merecido ser igual siquiera á un Mambrú, á un Glovo ó á un
Elefante en el abanico mas pequeño, ó pañuelo mas estreho
[sic] de quantos han andado entres las manos y narices de
las majas de esta Corte.
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Selfportrait
Aunque creo
firmisimamente, que desde ahora se me ha de resarcir
este agravio pintandome, retratandome, y aun
esculpiendome en alguna figura de barro cocido, con
mi vestido á la heroica, sortija, medallones, y como
una especie aparte en la coleccion de trages; con
todo eso, Vm. Señor Público, me ha hecho una grave
injuria hasta aqui; pero como Christiano se la
perdono. Sin embargo le hago saber, que soy como los demás hombres, me paseo, me
divierto, me rio, y gusto de chanzas, para hacer un
parentesis inocente á mis graves ocupaciones. Es
verdad que mi eloqüencia es algo balbuciente, y
tengo que suplirla con ciertas inclinaciones de
cabeza, y algunas cortesias; mas no por esto me ha
de juzgar Vm. por totalmente insípido ó ignorante,
pues aunque mi vida poltrona me ha ocasionado algun
fastidio para los libros, con todo tengo buena
memoria, conservo ciertos retazos de la literatura
de mi mocedad; y digolo para que Vm. no se admire al
oirme citar algunas noticias de libros, pues del que
hasta aqui nada ha hablado, hay igual derecho para
juzgar, que puede saber, ó que puede ignorarlo todo;
mayormente quando algunos dicen que yo solo hago el
papel de tonto porque me conviene. Un raro acaso me
ha puesto en la precision de romper mi silencio, y
hablar á Vm. por escrito; (y Dios sabe quándo lo
dexaré) tenga paciencia por este rato, que el suceso
es como se sigue.
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Utopia
Erase una noche, en que
olvidados los cuidados del dia y las
fatigas que inquietan á un hombre de negocios,
subministraba á la caduca estructura de mi cuerpo el
mas dulce sueño que puede recrear á los mortales;
gracias al honroso alvergue y regalada cama que me
prepara la magnificencia de aquella Excelentisima
casa, cuyos timbres son tan notorios. Pero (¡quándo
un sabroso recreo es permanente!) despavorido, y
lleno de asombro, á imitacion del Soldado que deja á
toda priesa el descanso de su tienda, para tomar las
armas, despierto, me incorporo y oygo encima de mi
cama el ruido mas impertinente y extraño que se
puede imaginar. No es mucho que un hombre como yo
(por que mi humanidad parezca bastante respetable)
manifieste miedo y cobardía en este lance, que doy
al mas pintado; y sepa Vm. Señor Público, que este
no era como el miedo de Pompeyo, que en vez de ser
suyo, le causaba él como vencedor á los demás: Id
bellum excitabat metus Pompeii Victoris.1este era miedo mio y muy
mio, con genitivo de posesion;
El Diantre, que todo lo enreda, dispuso que esto fuese tan de veras, (las carnes me tiemblan de contarlo) que conforme iba creciendo el ruido, tanto mayor era el estrépito de mis dientes, que parecia tocaban redoble de retreta, y el sudor corria ya por las canales de mi cara. ¡Ay de mi! ya llegó el caso de decir á Vm. Señor Público, que quando menos lo imaginaba, ví junto á mi cama una figurilla tan ligera y de movimientos tan descompasados, que si el miedo no me lo impidiera hubiera dado una grande carcaxada en aquel punto. ¿Con que ya tenemos Duende en casa? buenos estamos, dige para mi coleto. ¡Y que se haya de sufrir á estos volantes, de los desvanes inquietadores del genero humano! Daria yo al traste con todos estos mentecatos, é incredulos, que á pies juntillas están diciendo, y publicando, que no hay Duendes. Pues sepan que los hay, y sobre esto me pelaré las barbas; y si el P. Feyjoó resucitára, las habia de ver conmigo: no sino andense con estas chanzas, con esos libros, y por esas tertulias, que yo aseguro que no han de tener gana de volver á ellas. Y en verdad que yo me acuerdo de lo que en el año pasado escribió el P. Arcos, y en otro tiempo el P. Delrio, que publicó un libro muy grande2en donde trata muchas cosas de Duendes, y muy ciertas, asegurandolo con mucha firmeza; ¡y tantos Angeles tengan ellos como letras escribió para hacernoslo creer! Pareceme que el hombrecillo ó titere, que ví arrimado à mi cama era uno de aquellos Duendes, que el bendito P. Delrio dice, que son visibles; (y claro está, porque de otro modo no podia yo dar señas del mio) y que de estos hay un gran numero en Prusia, y habitan en los sitios ocultos de las casas, y entre los haces de leña, á los quales tienen los dueños que mantener y regalar; y no se sabe bien la utilidad que traen estos huespedes á las casas; porque aunque son chiquitos, ya en figura de hombres, ya de mugeres, hacen todos los oficios domésticos, como fregar, barrer, hacer las camas, y otras cosas muy utiles. He dicho esto en forma de episodio, ó interrupcion de esta sabrosa historia, para que sepa Vm. Señor Público, que he leido algo de Duendes.
Pues como iba diciendo, acordandome de estas noticias que tenia, aunque mi espanto era grande al ver junto á mí á aquel Trasto inquieto, como reparase en la extraordinaria vestimenta que le cubria, un sombrerito abarquillado y puntiagudo, capita corta y hueca, greguescos de follage, y una linterna en la mano; recobrado á mi espiritu, me determiné á hablarle con algun respeto, de este modo:
Fuese el Duende; yo quedé desvelado y lleno
de cavilaciones; empecé á vestirme porque ya iba amaneciendo, y al levantarme ví en
el suelo la siguiente esquela:
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Selfportrait
porque quiero
decir á Vm. en secreto, y aunque sea contra
mí, que los que me criaron, me trataban con
tanto mimo, que ya se sabía en mi casa, que
al niño Benito nadie le habia de reñir, ni
enojar; (sin duda con la intencion de que el
mayorazgo no saliese de la linea) y asi
aunque veían me dominaba la pasion del
miedo, no tiraron á quitarmela, ni á
fortalecer mi corazon; antes mas me le
afeminaron, y era tal el temor que me
causaban los Duendes, que en oyendo á á
[sic] mis criados algun cuento de estos, al
instante llenaba la casa de gritos, y me
hacía aguas en la cama. Con que siendo asi,
¿cómo podia yo (¡mal de mis pecados!) causar
miedo á quien venía á ponermele?
El Diantre, que todo lo enreda, dispuso que esto fuese tan de veras, (las carnes me tiemblan de contarlo) que conforme iba creciendo el ruido, tanto mayor era el estrépito de mis dientes, que parecia tocaban redoble de retreta, y el sudor corria ya por las canales de mi cara. ¡Ay de mi! ya llegó el caso de decir á Vm. Señor Público, que quando menos lo imaginaba, ví junto á mi cama una figurilla tan ligera y de movimientos tan descompasados, que si el miedo no me lo impidiera hubiera dado una grande carcaxada en aquel punto. ¿Con que ya tenemos Duende en casa? buenos estamos, dige para mi coleto. ¡Y que se haya de sufrir á estos volantes, de los desvanes inquietadores del genero humano! Daria yo al traste con todos estos mentecatos, é incredulos, que á pies juntillas están diciendo, y publicando, que no hay Duendes. Pues sepan que los hay, y sobre esto me pelaré las barbas; y si el P. Feyjoó resucitára, las habia de ver conmigo: no sino andense con estas chanzas, con esos libros, y por esas tertulias, que yo aseguro que no han de tener gana de volver á ellas. Y en verdad que yo me acuerdo de lo que en el año pasado escribió el P. Arcos, y en otro tiempo el P. Delrio, que publicó un libro muy grande2en donde trata muchas cosas de Duendes, y muy ciertas, asegurandolo con mucha firmeza; ¡y tantos Angeles tengan ellos como letras escribió para hacernoslo creer! Pareceme que el hombrecillo ó titere, que ví arrimado à mi cama era uno de aquellos Duendes, que el bendito P. Delrio dice, que son visibles; (y claro está, porque de otro modo no podia yo dar señas del mio) y que de estos hay un gran numero en Prusia, y habitan en los sitios ocultos de las casas, y entre los haces de leña, á los quales tienen los dueños que mantener y regalar; y no se sabe bien la utilidad que traen estos huespedes á las casas; porque aunque son chiquitos, ya en figura de hombres, ya de mugeres, hacen todos los oficios domésticos, como fregar, barrer, hacer las camas, y otras cosas muy utiles. He dicho esto en forma de episodio, ó interrupcion de esta sabrosa historia, para que sepa Vm. Señor Público, que he leido algo de Duendes.
Pues como iba diciendo, acordandome de estas noticias que tenia, aunque mi espanto era grande al ver junto á mí á aquel Trasto inquieto, como reparase en la extraordinaria vestimenta que le cubria, un sombrerito abarquillado y puntiagudo, capita corta y hueca, greguescos de follage, y una linterna en la mano; recobrado á mi espiritu, me determiné á hablarle con algun respeto, de este modo:
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Dialogue
Conjuro á Vm.
señor figura, mueble impertinente, argadillo
pigmeo, ahuecador de corchetes, que me diga
quién es, si es Duende de Prusia, de
Alemania, ó si necesita de alguna cosa, que
yo prometo regalarle, con tal que me dexe
dormir, cuide de mi quarto, me le barra,
haga la cama y los demás oficios necesarios.
¡Cuitado de mi! Mas que nunca le hubiera
hablado nada: Tan enfurecido se puso al oir
estas palabras, que pensé era ya llegada mi
ultima hora; se acercó mas furioso á mi
cabecera, y aunque me veia casi mortal del
susto, lexos de compadecerse (porque esta
gentecilla es muy dura de corazon) me habló
de este modo: “Si no conociera, que eres un
simplon ignorante, esta era la hora de
exercitar mi manopla, y darte una zurra, que
no te la quitára la madre que
te parió: qué ¿te parece Senador de los
Cafres, fantasma de las calles, y entrada de
saynete, que yo soy algun Duende de poco mas
ó menos, barrendero, fregatriz, ó marmiton,
para que tengas el atrevimiento de
destinarme á unos oficios tan mecanicos?
Noramala para tí, figurón de tapíz, que la
culpa me tengo yo en haberme dignado de
hacerte esta visita.”
Quál estaría yo entonces, lo dexo al mas avisado; solo me acuerdo, que cobixado del susto entre mis sabanas, y oyendo, que el ruido que hacía era de cartapacios y papeles, con voz algo temblona, le dixe: pues Señor Duende, si Vm. se dignára de no bolverme á hacer otra visita, se lo estimaría, lo que no es decible; ¿y quién sabe si de resulta de ésta, que se ha dignado hacerme, darán conmigo en la sepultura? Mas por si acaso voy al otro mundo, de donde parece viene Vm., no quiero marcharme sin preguntarle, ¿qué estrepito, ó qué ruido es ese, que mas parece un bufete de Abogado, ó de Escribano, que persona, Duende, ó lo que quiera llamarse? “Efecto de tu grande necedad es esa pregunta, dixo el Duende; y cómo se conoce que tienes llena esa cabezorra de chabacanerías, y malicias, y en verdad, que me pareces algo socarron, y amigo de hacer burla; pues te aseguro, que algun dia llegaremos á las veras; y ahora no se me antoja irme de aqui, pues quiero darte á entender quíen soy, y á lo que vengo; y por cierto, que no es pequeño encargo ó exercicio el que has de tener en adelante.”
Iba yo á preguntarle si este nuevo empleo valdria algun dinero, pero además de que este genero de gentes, creo que no conozca la moneda, y sean semejantes á los Poetas, me salió al encuentro de esta suerte: “No pienses desventurado, que has de servir este empleo, que quiero darte, por interés alguno, sino por castigo de tu grosería, sin que por esto pierdas el merito que pueda resultarte de este trabajo, pues servirás todo este tiempo, como de entretenido en la mesa de los Duendes, haciendo por ahora los oficios de Demandadero, Recadero, ó Repartidor. Y para que sepas con quien hablas, te digo; que yo no soy del gremio de esos Duendecillos juglares, burlones y mecanicos, pues estos solo sirven de molestia á los vivientes, andar de cocina en cocina, y de desvan en desvan, sin traer utilidad alguna á la República; y quiero que entiendas que por estos trastos nocturnos hemos perdido todos los Duendes, y hace mucho tiempo se nos desterró de Madrid, y aun hubieramos salido de toda la Península, sino fuera por caridad de algunos Españoles menos espantadizos que se han domesticado con nosotros, y nosotros con ellos. Por la cuenta que tengo de dar á Dios, te aseguro que soy Duende de bien, y del gremio de aquellos Duendes de estimacion, que miramos con zelo por el bien público.”
Yo ya no podia contener la risa, en medio de mi temor, al oir á esta figura hablar de tal suerte; pero prosiguió:
Yo soy embiado á tí de parte de mis
compañeros, y todos per secreta sufragia te
hemos nombrado por el mas proporcionado á
nuestras idéas, para que como el mas
paseante de Madrid, lleves por todo el
Pueblo nuestros avisos, discursos, reprehensiones, y todo quanto
conduzca al bien político, y á la reforma de
los abusos; y porque tambien como rudo, y de
pocas palabras, solo servirás para hacer
nuestros mandados, y no hablar mas de lo que
sea necesario. Este Cartelon, ó Cartapacio
que te enseño, es el que hacía el ruido que
te ha causado tanta novedad; pero si tú
supieras lo que él es, y lo que contiene, â
buen seguro que sabrias estimarle: este
papel es fruto de nuestras tareas, y el
sistéma de nuestras Juntas: quantas cosas
contiene, (y son muchas) manifiesta nuestra
inquietud y ligereza con que acudirémos á
todas partes.
Irémos á observar las juntas de holgazanes, vagamundos, y mal entretenidos; examinarémos las causas legítimas de la ociosidad; los descuidos perjudiciales de los padres de familias en la educacion de sus hijos: falta de método en la enseñanza de primeras letras y atraso de las Artes. Tal vez como genios católicos y pios entrarémos con el mayor respeto en los Santos Templos, que son las habitaciones de Dios, y castigarémos (con la manopla) á los Sacristanes y otros de su vando, si vemos que la casa del Señor no está acompañada del decoro de que es digna, asi por causa de los vestidos y adornos impropios de las santas Imagenes y Altares, como de las mandas, dádivas ó presentallas mal examinadas, abusos de las Procesiones y de los Entierros; sin que dexemos tampoco de examinar por medio de los Duendes forasteros (pues tendremos con ellos una correspondencia tirada) las romerías, fiestas, y otros regocijos de los Pueblos, sin perdonar los perjuicios que les causa el teson, ó etiqueta mal entendida de los Hidalgos: tambien somos amantes de los Religiosos y de los Claustros, y hablarémos en varios Discursos, no sobre el mérito que tuvieron para conseguir sus esenciones de la jurisdicion Episcopal, sino de los perjuicios que causan al presente estas esenciones, asi á ellos como á el Estado.
Si entre estos Discursos nos parece oportuno tener algunas sesiones sobre la actual literatura, no omitirémos trabajo alguno, pues es mucha razon castigar á los Autores que entapizan ó empapelan las esquinas de Madrid con el anuncio de sus obras, cuyo unico objeto, sin atender á la utilidad pública, es impugnarse unos á otros con especiosos titulos: visitarémos los desvanes del Apologista Universal, Censor, Corresponsal, Semanario, Correo de Madrid, Diario, Espiritu (ó quinta esencia) y otros Periodicos; y al menor descuido que se note habrá destinados quatro individuos sagaces, para que se introduzcan en el gavinete del Memorial Literario. Aunque Duendes, (has de saber mi Don Benito) no partimos de carrera, como suele decirse, y nos vamos con mucha pausa en los asuntos, pero sin miedo de malandrines, ni follones; pues como trabajémos en beneficio de la causa pública, y acreditémos nuestro buen deseo, no se nos dá nada de lo demás; ni romperémos lanzas, ni palñirémos la cuita de nuestro afincamiento, maguer que les pese á todos nuestros emulos.
No ignoramos que varios de estos asuntos que yo te he dicho, están ya tratados, escritos, y acaso reimpresos; v. g. sobre las causas de la ociosidad está ya propuesto un premio por primera y segunda vez de tres años á esta parte, para el mejor Discurso que se hiciese. Estimulando de este buen deseo, uno de mis compañeros se puso á trabajar sobre este asunto, en el tiempo que estabamos desterrados de esta Corte; pero al instante se le opusieron un sin numeros de dificultades, que le hicieron desistir de la empresa, y por lo que acaso parecerá imposible se comprenda en un solo Discurso, quanto debe decirse en orden á este objeto: porque omitiendo otras causales no es pequeña la de pedirse se reduzcan á un discurso, ó escrito, que no sea muy dilatado, los puntos importantes de educacion, fiestas, toros, romerías, escaséz de fondos de Artesanos, de Hospicios, de fomento en los que por sus caudales podian hacer trabajar á los pobres; rentas ilimitadas que muchos propietarios hacen pagar á sus arrendadores, quienes por esta razon aniquilan sus casas; teson ó etiqueta de los Hidalgos; desprecio con que muchos Españoles miran aun á los Artesanos, luxo desproporcionado; y ademas de esto una reflexîon á cerca de la constitucion fisica de cada una de las Provincias de España; sobre la complexion ó indoles de sus naturales para ser mas ó menos aplicados; y concluir con la averiguacion ó disertacion sobre la certeza que tenga aquella decantada injuria contra los Castellanos, de que estos son naturalmente olgazanes y perezosos. Sin embargo conocemos, que nuestra Junta Duendina no es alguna Mesa Censoria, para que digamos pro Tribunali, que ninguno podrá conseguir con un solo Discurso, à cerca de estas causas de la ociosidad, el premio ofrecido por la Real Sociedad Económica de Madrid, ó á lo menos el accesit. Por lo mismo nosotros no queremos perjudicar el mérito del que se atreva á esta empresa; pero mientras tanto irémos dando el pensamiento dividido en discursos particulares; para que à lo menos se empiecen a conocer los motivos que influyen en la ociosidad y despoblacion de España, procurando hablar con cierta novedad, que no altére la sustancia, y en un tono adaptable á todas las clases.
Me he dilatado algun tanto en esta visita, no porque á tí te haga al caso quanto te he manifestado de nuestras idéas, pues eres un tonto, y no penetras los arcanos de esta asociacion, sino para que lo publíques por Madrid por medio de este papelito. Tomale gloton, tragaldavas, engullidor de buenos bocados, (de miedo no me atrevia á alargar la mano) ¿Qué dudas? Tómale badulaque, y no te espantes de mi figura; y aunque lo sientas está prevenido para recibirme, que te vendré á visitar quando menos lo pienses: y te hago saber, que yo estoy nombrado por los de la Junta para venir á darte los papeles, y asi tú y yo nos entenderemos solos.”
Señor Duende, (le dixe en esta sazon) pues ya que Vm. ha de tener el trabajo de hacerme tantas visitas, le estimaria mucho que á imitacion de lo que suelen hacer los demás Duendes, sns [sic] compañeros, venga á traerme los papeles con mucho disimulo, y muy quedito; esto es, sin que yo lo vea ó lo sienta, porque le aseguro á Vm. que soy muy medroso, y de esta visita pienso que no he quedado para hombre, porque me asusta mucho esa figurilla que tiene, y esos pelos tan mal peynados y canosos, y las narices gordas, y llenas de tabaco: Asi que como Vm. y los de su nacion ó linage son tan sutiles, y tienen tanta habilidad, puede hacer muy bien, que quando menos me cate, me halle con el papel correspondiente en alguno de mis volsillos, en el sombrero, debajo de la almohada, entre la servilleta, ó de qualquiera otra suerte, pues todo es posible.
“Bien merecias te castigase yo ahora, (me dijo) pero no hago caso, porque eres un simplon, y yo haré lo que se me antoje en orden al modo de hacerte las visitas.”
Quál estaría yo entonces, lo dexo al mas avisado; solo me acuerdo, que cobixado del susto entre mis sabanas, y oyendo, que el ruido que hacía era de cartapacios y papeles, con voz algo temblona, le dixe: pues Señor Duende, si Vm. se dignára de no bolverme á hacer otra visita, se lo estimaría, lo que no es decible; ¿y quién sabe si de resulta de ésta, que se ha dignado hacerme, darán conmigo en la sepultura? Mas por si acaso voy al otro mundo, de donde parece viene Vm., no quiero marcharme sin preguntarle, ¿qué estrepito, ó qué ruido es ese, que mas parece un bufete de Abogado, ó de Escribano, que persona, Duende, ó lo que quiera llamarse? “Efecto de tu grande necedad es esa pregunta, dixo el Duende; y cómo se conoce que tienes llena esa cabezorra de chabacanerías, y malicias, y en verdad, que me pareces algo socarron, y amigo de hacer burla; pues te aseguro, que algun dia llegaremos á las veras; y ahora no se me antoja irme de aqui, pues quiero darte á entender quíen soy, y á lo que vengo; y por cierto, que no es pequeño encargo ó exercicio el que has de tener en adelante.”
Iba yo á preguntarle si este nuevo empleo valdria algun dinero, pero además de que este genero de gentes, creo que no conozca la moneda, y sean semejantes á los Poetas, me salió al encuentro de esta suerte: “No pienses desventurado, que has de servir este empleo, que quiero darte, por interés alguno, sino por castigo de tu grosería, sin que por esto pierdas el merito que pueda resultarte de este trabajo, pues servirás todo este tiempo, como de entretenido en la mesa de los Duendes, haciendo por ahora los oficios de Demandadero, Recadero, ó Repartidor. Y para que sepas con quien hablas, te digo; que yo no soy del gremio de esos Duendecillos juglares, burlones y mecanicos, pues estos solo sirven de molestia á los vivientes, andar de cocina en cocina, y de desvan en desvan, sin traer utilidad alguna á la República; y quiero que entiendas que por estos trastos nocturnos hemos perdido todos los Duendes, y hace mucho tiempo se nos desterró de Madrid, y aun hubieramos salido de toda la Península, sino fuera por caridad de algunos Españoles menos espantadizos que se han domesticado con nosotros, y nosotros con ellos. Por la cuenta que tengo de dar á Dios, te aseguro que soy Duende de bien, y del gremio de aquellos Duendes de estimacion, que miramos con zelo por el bien público.”
Yo ya no podia contener la risa, en medio de mi temor, al oir á esta figura hablar de tal suerte; pero prosiguió:
Level 5
Selfportrait
No
estrañes mentecato, que yo te diga, he de dar cuenta à
Dios; porque has de tener entendido,
que los Duendes de mi clase somos
christianos católicos, de carne, y
hueso como tú, aunque de estructura
mas fina, y delicada. Por esta causa
nosotros, aunque somos del otro
mundo, esto es, embiados por Dios á
éste, para ser inseparables de los
hombres, acompañarles á todas
partes, y hacerles reflexîonar sobre
todas las cosas criadas, leyes,
costumbres, y policía de las gentes,
mas que Duendes nos llamamos Genios,
es á saber (para que lo entiendas)
talentos, y discernimientos
sobresalientes de los hombres; y si
tú fueras capáz de entender esta
especie de literatura, te explicaría
el sentido con que un buen Poeta
escribió estos versos:
Y de este modo, y en este sentido en que te voy hablando, nos conocieron Socrates y Platon, diciendo que naciamos con el hombre, y moriamos con él, y no Dioses, ó hijos de los Dioses, como dixeron algunos Poetas alucinados. Mira tú si, por todo esto que te he dicho, debemos ser Duendes estimados y apetecibles. Ahora ya nos hemos vuelto á establecer en la Corte, y te aseguro que venimos muy contentos, porque como nuestro oficio es el de observar quanto se hace, para trabajar en beneficio del Público, sabemos que los individuos de este gran Pueblo reciben con benignidad todo lo que se alaba, ó se reprende en bien de la Patria, y de la República, adelantamiento de las Letras, y de las Artes. ¿Y qué voces serán suficientes para aplaudir al immortal Soberano, que protege estos deseos y tareas? Lo cierto es, que con este exemplo tan heroico aplica sus conatos el sabio y vigilante Ministerio de tan grande Monarca, para la felicidad de toda la Nacion. Asi pues, aunque te he dicho que nosotros los Duendes Superiores, ó Genios estamos ya establecidos en Madrid, es para que sepas que hemos elegido este Pueblo como Teatro delicioso y capáz de todas nuestras observaciones; mas no para que entiendas que vivimos de asiento, pues no le tenemos, ni reposamos, á manera de Mayorazgos poltrones encerrados en sus casas, solos para sí mismos, y sin que sirvan de la menor utílidad á los demás. Estarémos aqui, pero tan desvelados y solícitos, que no tendremos reposo, por acudir á todas partes.
Nosotros componemos una Junta nocturna y silenciosa, y esta la convocarémos varias veces y en distintos parages, sin que se oiga la menor voz, no sea que nos tengan por Serenos de Valencia, y se quejen los vecinos de que les quitamos el sueño.
Citation/Motto
Urantur pia thura [sic] focis,
urantur odores.
Quos tener à terra divite mittit Arabs.
Ipse suos Genius adsit visurus honores:
Cui decorent Sanctas florea serta comas.3
Quos tener à terra divite mittit Arabs.
Ipse suos Genius adsit visurus honores:
Cui decorent Sanctas florea serta comas.3
Y de este modo, y en este sentido en que te voy hablando, nos conocieron Socrates y Platon, diciendo que naciamos con el hombre, y moriamos con él, y no Dioses, ó hijos de los Dioses, como dixeron algunos Poetas alucinados. Mira tú si, por todo esto que te he dicho, debemos ser Duendes estimados y apetecibles. Ahora ya nos hemos vuelto á establecer en la Corte, y te aseguro que venimos muy contentos, porque como nuestro oficio es el de observar quanto se hace, para trabajar en beneficio del Público, sabemos que los individuos de este gran Pueblo reciben con benignidad todo lo que se alaba, ó se reprende en bien de la Patria, y de la República, adelantamiento de las Letras, y de las Artes. ¿Y qué voces serán suficientes para aplaudir al immortal Soberano, que protege estos deseos y tareas? Lo cierto es, que con este exemplo tan heroico aplica sus conatos el sabio y vigilante Ministerio de tan grande Monarca, para la felicidad de toda la Nacion. Asi pues, aunque te he dicho que nosotros los Duendes Superiores, ó Genios estamos ya establecidos en Madrid, es para que sepas que hemos elegido este Pueblo como Teatro delicioso y capáz de todas nuestras observaciones; mas no para que entiendas que vivimos de asiento, pues no le tenemos, ni reposamos, á manera de Mayorazgos poltrones encerrados en sus casas, solos para sí mismos, y sin que sirvan de la menor utílidad á los demás. Estarémos aqui, pero tan desvelados y solícitos, que no tendremos reposo, por acudir á todas partes.
Nosotros componemos una Junta nocturna y silenciosa, y esta la convocarémos varias veces y en distintos parages, sin que se oiga la menor voz, no sea que nos tengan por Serenos de Valencia, y se quejen los vecinos de que les quitamos el sueño.
Irémos á observar las juntas de holgazanes, vagamundos, y mal entretenidos; examinarémos las causas legítimas de la ociosidad; los descuidos perjudiciales de los padres de familias en la educacion de sus hijos: falta de método en la enseñanza de primeras letras y atraso de las Artes. Tal vez como genios católicos y pios entrarémos con el mayor respeto en los Santos Templos, que son las habitaciones de Dios, y castigarémos (con la manopla) á los Sacristanes y otros de su vando, si vemos que la casa del Señor no está acompañada del decoro de que es digna, asi por causa de los vestidos y adornos impropios de las santas Imagenes y Altares, como de las mandas, dádivas ó presentallas mal examinadas, abusos de las Procesiones y de los Entierros; sin que dexemos tampoco de examinar por medio de los Duendes forasteros (pues tendremos con ellos una correspondencia tirada) las romerías, fiestas, y otros regocijos de los Pueblos, sin perdonar los perjuicios que les causa el teson, ó etiqueta mal entendida de los Hidalgos: tambien somos amantes de los Religiosos y de los Claustros, y hablarémos en varios Discursos, no sobre el mérito que tuvieron para conseguir sus esenciones de la jurisdicion Episcopal, sino de los perjuicios que causan al presente estas esenciones, asi á ellos como á el Estado.
Si entre estos Discursos nos parece oportuno tener algunas sesiones sobre la actual literatura, no omitirémos trabajo alguno, pues es mucha razon castigar á los Autores que entapizan ó empapelan las esquinas de Madrid con el anuncio de sus obras, cuyo unico objeto, sin atender á la utilidad pública, es impugnarse unos á otros con especiosos titulos: visitarémos los desvanes del Apologista Universal, Censor, Corresponsal, Semanario, Correo de Madrid, Diario, Espiritu (ó quinta esencia) y otros Periodicos; y al menor descuido que se note habrá destinados quatro individuos sagaces, para que se introduzcan en el gavinete del Memorial Literario. Aunque Duendes, (has de saber mi Don Benito) no partimos de carrera, como suele decirse, y nos vamos con mucha pausa en los asuntos, pero sin miedo de malandrines, ni follones; pues como trabajémos en beneficio de la causa pública, y acreditémos nuestro buen deseo, no se nos dá nada de lo demás; ni romperémos lanzas, ni palñirémos la cuita de nuestro afincamiento, maguer que les pese á todos nuestros emulos.
No ignoramos que varios de estos asuntos que yo te he dicho, están ya tratados, escritos, y acaso reimpresos; v. g. sobre las causas de la ociosidad está ya propuesto un premio por primera y segunda vez de tres años á esta parte, para el mejor Discurso que se hiciese. Estimulando de este buen deseo, uno de mis compañeros se puso á trabajar sobre este asunto, en el tiempo que estabamos desterrados de esta Corte; pero al instante se le opusieron un sin numeros de dificultades, que le hicieron desistir de la empresa, y por lo que acaso parecerá imposible se comprenda en un solo Discurso, quanto debe decirse en orden á este objeto: porque omitiendo otras causales no es pequeña la de pedirse se reduzcan á un discurso, ó escrito, que no sea muy dilatado, los puntos importantes de educacion, fiestas, toros, romerías, escaséz de fondos de Artesanos, de Hospicios, de fomento en los que por sus caudales podian hacer trabajar á los pobres; rentas ilimitadas que muchos propietarios hacen pagar á sus arrendadores, quienes por esta razon aniquilan sus casas; teson ó etiqueta de los Hidalgos; desprecio con que muchos Españoles miran aun á los Artesanos, luxo desproporcionado; y ademas de esto una reflexîon á cerca de la constitucion fisica de cada una de las Provincias de España; sobre la complexion ó indoles de sus naturales para ser mas ó menos aplicados; y concluir con la averiguacion ó disertacion sobre la certeza que tenga aquella decantada injuria contra los Castellanos, de que estos son naturalmente olgazanes y perezosos. Sin embargo conocemos, que nuestra Junta Duendina no es alguna Mesa Censoria, para que digamos pro Tribunali, que ninguno podrá conseguir con un solo Discurso, à cerca de estas causas de la ociosidad, el premio ofrecido por la Real Sociedad Económica de Madrid, ó á lo menos el accesit. Por lo mismo nosotros no queremos perjudicar el mérito del que se atreva á esta empresa; pero mientras tanto irémos dando el pensamiento dividido en discursos particulares; para que à lo menos se empiecen a conocer los motivos que influyen en la ociosidad y despoblacion de España, procurando hablar con cierta novedad, que no altére la sustancia, y en un tono adaptable á todas las clases.
Me he dilatado algun tanto en esta visita, no porque á tí te haga al caso quanto te he manifestado de nuestras idéas, pues eres un tonto, y no penetras los arcanos de esta asociacion, sino para que lo publíques por Madrid por medio de este papelito. Tomale gloton, tragaldavas, engullidor de buenos bocados, (de miedo no me atrevia á alargar la mano) ¿Qué dudas? Tómale badulaque, y no te espantes de mi figura; y aunque lo sientas está prevenido para recibirme, que te vendré á visitar quando menos lo pienses: y te hago saber, que yo estoy nombrado por los de la Junta para venir á darte los papeles, y asi tú y yo nos entenderemos solos.”
Señor Duende, (le dixe en esta sazon) pues ya que Vm. ha de tener el trabajo de hacerme tantas visitas, le estimaria mucho que á imitacion de lo que suelen hacer los demás Duendes, sns [sic] compañeros, venga á traerme los papeles con mucho disimulo, y muy quedito; esto es, sin que yo lo vea ó lo sienta, porque le aseguro á Vm. que soy muy medroso, y de esta visita pienso que no he quedado para hombre, porque me asusta mucho esa figurilla que tiene, y esos pelos tan mal peynados y canosos, y las narices gordas, y llenas de tabaco: Asi que como Vm. y los de su nacion ó linage son tan sutiles, y tienen tanta habilidad, puede hacer muy bien, que quando menos me cate, me halle con el papel correspondiente en alguno de mis volsillos, en el sombrero, debajo de la almohada, entre la servilleta, ó de qualquiera otra suerte, pues todo es posible.
“Bien merecias te castigase yo ahora, (me dijo) pero no hago caso, porque eres un simplon, y yo haré lo que se me antoje en orden al modo de hacerte las visitas.”