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Référence bibliographique: Anonym (García de Cañuelo, Luis; Pereira, Luis Marcelino) (Éd.): "Discurso LXXXVI", dans: El Censor, Vol.4\086 (1786), pp. 313-325, édité dans: Ertler, Klaus-Dieter (Éd.): Les "Spectators" dans le contexte international. Édition numérique, Graz 2011- . hdl.handle.net/11471/513.20.388 [consulté le: ].


[313] Niveau 1►

Discurso LXXXVI

Citation/Devise► Regula peccatis quae poenas irroget aequas.

Horat. L. 1. Sat. III. V. 118.

Regla fixa que á todos los pecados señalará la pena merecida. ◀Citation/Devise

Niveau 2► Escritores muy célebres son de sentir que las verdades de la moral son tan capaces de evidencia y demostracion como las de la Geometría. Y de hecho, los principios de que debemos amar á nuestro Criador sobre todas las cosas, y á nuestros semejantes como á nosotros mismos, no son menos claros y luminosos, que los de [314] que el todo es mayor que cada una de sus partes, é igual á todas ellas juntas: que dos cosas iguales á una tercera lo son tambien entre sí, &c. Con que siendo necesariamente todas las verdades morales unas conseqüencias de aquellos, bien asi como lo son de estos las Matematicas; no se alcanza por qué las unas hayan de conservar menos que las otras, la evidencia y claridad de los principios de que se derivan.

Sin embargo vemos en la moral una variedad infinita de opiniones. Apenas hay en ella punto sobre el qual no se produzcan razones por una y por otra parte. Todo en fin está reducido á disputas, que despues de haber sido ventiladas por muchos siglos, sostiene ahora con igual calor cada partido, y segun parece sostendrá eternamente; quando por el contrario reyna una profunda paz en la Geometría. Todos los Geômetras del Universo están perfectamente acordes entre sí, sin que una apenas de sus [315] proposiciones haya sido jamás puesta en duda. Y si alguna controversia se ha levantado entre ellos, duró no mas que el brevísimo tiempo necesario para aclarar la materia, reuniendose luego todos en un mismo dictamen y restableciendose la antigua harmonía.

La objeccion que de esta observacion resulta contra su sentir es demasiadamente obvia para que pudiese ocultarse á aquellos Escritores. Pero hé aquí como uno de ellos explica este fenomeno. Es, dice, que las verdades de la moral son muy amargas; y que las de la Geómetría no están como ellas en oposicion con nuestras pasiones. Estas es increible quán zelosas son de conservar el imperio que sobre nuestras almas usurpan: quán fecundas en sofisterías, con que deslumbran y ciegan el mas claro y despejado entendimiento: quán Ingeniosas, quán diestras en dar cuerpo á las mas ligeras apariencias de ra-[316]zón que las lisongeen y apadrinen. Ellas obran en nosotros con una sagacidad incomprehensible: son unas verdaderas magicas: se visten de mil formas diversas: y de tal modo saben desfigurarsenos y encubrir su juego, que creemos usar de toda nuestra libertad, y tener por unica conductora la recta razon, quando con mayor violencia exercen sobre nosotros su tiranía, y nos dexamos llevar enteramente de su impulso.

Si alguna de ellas se interesase en que de los ángulos que insisten en un mismo arco, el que tiene su vértice en el centro, no fuese doble del que le tiene en la circunferencia; es seguro, que no dexaria ella de hallar contra esta verdad algun argumento especioso. Y esta proposicion que ahora nos parece tan evidente, vendria á ser una cosa opinable sobre que estarian no menos divididos los hombres, que sobre las qüestiones mas espinosas y controvertidas de la ciencia de las [317] costumbres. Pero es la fortuna de la Geómetría que éste y todos sus demás teoremas son totalmente indiferentes á las pasiones humanas, y asi es que no hallandose al contemplarlos ofuscada por éstas, y sí en una perfecta calma la razon percibe con total claridad la conexîon que tienen con los primeros principios, que es en lo que consiste su evidencia.

Al contrario, de las verdades morales no hay una siquiera que no se oponga á los intereses de nuestras tiranas. De manera, que conmoviendose éstas al momento que se presentan aquellas al entendimiento, y poniendose en juego para cegarnos, no es mucho que las mas veces no veamos sino muy confusamente el estrecho y necesario enlace que cada una de ellas tiene con aquellos principios, cuya evidencia generalmente reconocemos, ó que percibiendolo, la mas ligera apariencia en contrario, nos impida aquietarnos y darles el asenso que se les debe.

[318] Esto ultimo, que parece lo mas irregular, es no obstante una cosa que he observado yo repetidas veces. Muchos de mis Lectores han reconocido la solidéz de las razones, en que he apoyado algunas de las máximas que he intentado persuadir en mis Discursos. Pero con todo eso se mantienen en su primer dictámen, y continúan obrando como antes sin el menor escrupulo. “Ello es verdad, decian, que parece que convence, y que no tiene respuesta lo que dice. Pero al cabo no tuvieramos nosotros otros pecados; que por eso no nos habiamos de condenar. Lo cierto es que todo el mundo piensa y obra como nosotros. ¿Y es creible que todos se condenen, y que tantos hombres doctos estén en el error? ¿Ha de estar toda la sabiduria del Universo encerrada en la cabeza del Censor?”

Los que asi razonan, debieran considerar que los unicos medios de que [319] Dios se ha valido para comunicarnos su voluntad, son la razon y la revelacion: que éstas deben ser las solas reglas de nuestra conducta: y que á ningun hombre por sabio que sea, ni aun á todos los hombres juntos ha sido dada autoridad para contrarrestar á la de estos dos segurísimos y fidelísimos intérpretes de la Ley Divina, que aunque de diversa naturaleza es imposible se opongan jamás, ó se contradigan en la menor cosa. Asi que, en hallandose una obligacion establecida, ya sea por las divinas Escrituras, ya sea por la tradicion, ó demostrada con un razonamiento evidente, ó que haga ver estar necesariamente contenida en la de amar á Dios, ó en la de amar al proximo, ocioso es escudriñar lo que otros hombres executan ó piensan en el asunto. La práctica ó creencia de todo el Universo, y de todos los siglos no es capáz de hacer que lo que es en si verdadero, sea falso, ó que lo falso sea verdadero; ni [320] poderosa para derogar la ley natural que es eterna é inmutable como su Autor que es el mismo Dios. Ocioso es tambien inquirir sobre los alcances ó conocimientos de aquel que nos propone un razonamiento semejante. Sea quanto se quiera ignorante y aun estúpido: todo esto no le quitará ni el mas pequeño grado de fuerza, ni será parte para eximirnos del deber que nos manifiesta, ó disculparnos de su transgresion.

Por otra parte, yo no digo que todos los que contravienen á aquellas máximas hayan precisa é infaliblemente de perecer (aunque es cierto, que indubitablemente perecerán si persisten en esta contravencion hasta el fin, y no hacen la debida penitencia.) La misericordia de Dios es infinita, y su gracia omnipotente. Y ésta podrá abrirles los ojos, y excitar en ellos aquella compuncion necesaria para el perdon de semejantes culpas. Mas la confianza que en ella debemos poner, no [321] debe hacernos vivir en la indolencia, y desatender á los deberes que el mismo Dios por su ley santísima nos impone. Sabemos que un ladron ha hallado gracia en sus ojos, y es sin duda, que otros muchos ladrones, homicidas, adulteros, y reos de toda suerte de delitos habrán igualmente conseguido la salud eterna. ¿Pero será esta razon para que nosotros los imitemos y nos entreguemos á los mismos excesos? Algunos sin duda de los que faltan á aquellas obligaciones que yo he demostrado, evitarán su eterna perdicion; pero lo cierto es que á todos ellos les amenaza. ¿Y qual es de mis Lectores el que está seguro de que se libertará de tan inminente riesgo? ¿Quál el que no deba temblar al considerarle, especialmente sabiendo quan pequeño es el número de los escogidos, comparado al de los desechados?

Niveau 3► Hétéroportrait► Muchos hay que convencidos de la verdad de estas reflexîones, se de-[322]xan no obstante llevar del exemplo de la multitud. Es una maxîma de gobierno que varios han seguido, quando la mayor ó mas distinguida y principal parte de un Pueblo concurrió á algun grave delito, hacerse desentendidos de él, para no castigarlo haciendo perder de un golpe al Estado un gran numero de Ciudadanos que pueden servirle con utilidad. Una cosa semejante creen ellos que ha de sucederles en el Tribunal Supremo, respecto de aquellas acciones delinqüentes, en las quales tienen por complice á la muchedumbre. Pareceles que ya que no del todo aniquilada, podrá ser á lo menos notablemente disminuida la gravedad, y por consiguiente la pena de un delito por el gran número de los que le cometen, y se imaginan que una culpa, cuyo peso sería excesivo para los hombros de un hombre solo, se hace mas ligera repartiendose entre muchos. ◀Hétéroportrait ◀Niveau 3

Niveau 3► Hétéroportrait► Otros hay á quienes, no esta consideracion, sino unicamente mueve la [323] de que la multitud de los complices ó reos de igual delito, los pone á cubierto de la nota é infamia que de él debia resultarles. ◀Hétéroportrait ◀Niveau 3

Para desengañar á los primeros, bastará hacerles observar que Dios para su gloria no ha menester de la salvacion de ningun hombre, como lo han las Repúblicas para la suya de la conservacion y aumento de sus individuos. Que en la justa y exactísima balanza de aquel que premia á cada uno segun sus obras, se pesan las acciones de cada hombre sin respeto alguno á las de los demás. Que cada uno es delinqüente á proporcion de la ofensa que ha cometido, y no de los pocos ó muchos compañeros que ha tenido. Que el pecado y el castigo que merece, son una carga tan pesada para cada individuo de una multitud culpada, como lo sería para el que no tuviese ni un solo complice. Finalmente, que el gran número de personas que se hagan reos de una cul-[324]pa, no la divide, sino que la multiplica; no la atenúa, sino que la hace mas comun, freqüente, y repetida.

Por lo que toca á los otros, nada absolutamente tengo que decirles. En efecto, ello es asi como lo piensan. La infamia que corresponde á una accion delinqüente y que debe naturalmente seguirla, como que se disipa y se desvanece quando recae en muchos millares de personas. Sucede lo mismo que con una gota de tinta que se echa en una gran cantidad de agua. La tinta allí está; pero se desaparece, y el ojo mas perspicáz no puede descubrirla. Ni se puede negar que este es un razonamiento que no tiene réplica, y un motivo muy poderoso para animar á los que evitan el vicio, no por su fealdad y por amor á la virtud, sino por el riesgo en que pone su reputacion. ¿Y qué podria yo decir á éstos? ¿Por ventura, que su razonamiento es vano y frívolo y que palía el pecado sin quitarlo? ¿Mas qué fuerza haria esto á [325] unos hombres que por este modo de pensar se declaran desde luego unos solemnes hipocritas que prefieren las apariencias de la virtud á su realidad: que no se gobiernan por los principios de la Religion, ni obran segun las luces de su conciencia, sino segun la exigencia de un interés mundano, y que temen en fin mas á los juicios de los demás hombres, que á los de aquel que todo lo escudriña, y que penetra hasta lo mas recóndito de nuestros corazones? ◀Niveau 2 ◀Niveau 1