Carta nona.
Dióle un recio bofeton
Á Sócrates un sohéz,
Mas él sin alteracion
Dixo: yo saldré á otra vez
De mi casa con morrion.
Sócrates que en muchas batallas habia mostrado el esfuerzo de su gran corazon, y la pujanza de su brazo, quiso ostentar en este crítico lance su heróyca moderacion, y la agudeza de su incomparable talento; conocia muy bien aquel filósofo, el mas sabio de toda la Grecia, que la atrevida ignorancia, causa de tanta demasía, no se encerraba toda en el autor de tan indigno insulto, sino que estaba esparcida y abundantemente derramada en el infinito número de necios con quienes estaba precisado á vivir y tratar. ¿Qué haria pues con castigar seriamente la locura de uno entre tantos? ¿haria aprecio de la injuria, siendo tan despreciable el autor de ella? nada ménos, no convenia semejante procedimiento á la dignidad de un filósofo como Sócrates; falló pues que el único medio para preservarse de bestiales bofetadas era entortugar la cabeza en un morrion, y dexarlos que diesen allí hasta que les saltara la sangre de los nudillos: ¡bueno en verdad, y atinadísimo remedio! porque no sabiendo el hombre como, ni quando, ni por qué ha de venir el sartenazo sobre su cabeza, es menester todo eso para vivir con algun género de seguridad; oxalá y hubiese morriones que oponer á las chafarrinadas de plumas atrevidillas y acaloradas, que de hoy en adelante habia de andar yo como sayon de monumento.
Pero es el diablo, señor Regañon (vmd. ha de ser siempre mi paño de lágrimas), que no hay armadura que baste á precavernos de semejantes tiros, ni modo de adivinar quando una pluma de ganso nos ha de echar una bigotera con la tinta de sus gabilanes. En efecto, ¡quán ageno estaba yo de pensar en que el Cuerdo loco viniese á descargar sobre mis flacas y delicadas costillas tan recia tempestad de puñadas y moxicones! ¿qué motivo le habia yo dado? Aseguróle á vmd. que quando hácia el fin de la modesta y discretísima carta que vmd. ha insertado en su periódico, y va firmada de ese incógnito señor mio, vi el terrible é inesperado remolco conque me favorece, quedé tan atolondrado como si me hubieran sonado al oído veinte chirimías con orejas de á palmo y chulla.
Ello padece que el bueno del Cuerdo loco tiene grandísima pesadumbre contra el Anónimo que en los Números 60 y 61 del periódico de vmd. se burló del sistema Browniano, y en esta parte digo que tiene muchísima razón, porque es una solemne picardía ridiculizar una doctrina tan buena y favorable para promover y adelantar el cultivo de las viñas; pero ¿qué tengo yo que ver en eso? Si el Anónimo es tonto, si es ignorante si el albeytar Zabala entiende mas que su merced de curar enfermos (que no fuera extraño por haber albeytares que entienden mas de eso que algunos Catedráticos de medicina), ¿será esta bastante causa para dexarse al Anónimo, y enderezar conmigo, sacándome los trastos á la calle, y poniendo mis escritos en berlina, sin haber yo metido prendas en ese juego? Dígole á vmd. que es quanto le pudo ocurrir al diablo; vaya el Cuerdo loco, y con él, si quieren, todos los brownianos, y den en el picaruelo del Anónimo, y díganle quanto les venga á la boca, que á bien que va de máscara (único morrion contra bofetadas de pluma y lengua); pero estrellarse conmigo como dando á entender que yo soy el Anónimo, es una cosa que no es regular, porque asi como puede acertar el Cuerdo loco, puede también errar, y sobre todo no me parece del caso criticar, ó por mejor decir, injuriar mis pobres escritos, para vindicar la doctrina y sistema de Brown, mayormente siendo tan inconexos con ella; pues ¿qué relacion, hay entre mi Chismoso, mi Pasagonzalo, mi Rasgo poético, y el sistema Browniano? Mi Memoria sobre la curacion del mal venéreo ni se mete con Brown, ni por quien se dixo, habla contra los sistemas en general, y contra otras cosas que ahora no son del caso, pero en particular no se estrella con. ninguna secta de medicina; pues ¿á qué viene ahora el: sacarme á danzar que quiera que no?
Yo sospecho, amigo Regañon, que á pesar de las protestas que hace el caballero incógnito de que ya (gracias á Dios) está en su sano juicio, está él tan libre de su locura como lo estaba Don Quixote quando salia de la cueva de Montesinos; malo es enfermar de los cascos, y peor que el hombre sea loco por naturaleza, y pésimo que la educacion concurra á fomentar las manías, como asegura el Cuerdo loco haberse verificado en él; en este caso no hay esperanza de curacion, y si no aténgome á Horacio.
Quo semel immuta recens, servabit odorem testa diu.
Que traducido á rienda suelta (por no traducir á media rienda como nuestro amigo) quiere decir:
Quien se emborracha niño
Siempre será pellejo,
Y el que entonces es loco
Loco será in aeternum.
Sí señor, no hay que darle vueltas, el hombre está loco, y el médico que dice haberle sanado le debe volver el dinero, porque le ha engañado miserablemente. Porque ¿cómo ha de estar en su seso el que estampa la siguiente proposicion? Es tal vez mas peligroso para la sociedad el médico que se jacta de no proceder con sistema, que aquel que sigue ciegamente aunque sean los mas erróneos; aquí si que encajan unos versitos de Don Diego de Torres.
¡Jesús qué disparatorio
Tan raro! locum habemus
Dos mil y quinientas monas
Le están baylando en los sesos.
En efecto, ¡quántos con menos motivo estarán en una casa de Orates! y si tal es el autor de la dichosa invectiva, ¿por qué me he de incomodar yo de la chafarrinada general con que salpica algunos escritos mios? ¿no será mejor reir de su demencia, y convertir el tósigo en sustancia? Yo he dicho y digo que soy empírico, y que desengañado de la vanidad de quantos sistemas médicos han aparecido hasta hoy, los detesto todos, ateniéndome únicamente á la experiencia constante, y á los sencillos raciocinios que de ella se deducen; en suma, mi modo de pensar en esta materia se puede ver con toda claridad por el siguiente parrafito que copio de la memoria en qüestion.
La medicina empírica ó experimental debe recoger cuidadosamente todas y qualesquiera verdades relativas al método de conservar la salud y restablecerla, haciendo su caudal no solo de las que halló la sutileza de los filósofos, sino tambien de las que presentó la casualidad, buscó la analogía, ó descubriéron las observaciones. El buen empírico, que (en mi entender) es el buen médico, se atiene á los hechos sin detenerse en curiosas filosofías. La buena práctica halló muy presto por la casualidad y las observaciones las indecibles ventajas de la vacunacion, y las reglas seguras de practicarla, y la filosofía delirara quizá eternamente por averiguar la causa de esta maravilla, si las otras proposiciones que pone el señor mio por verbigracia de mi estupidez se colocan del mismo modo entre sus antecedentes y consiguientes, quizá y sin quizá parecerán tan naturales, llanas y corrientes como se manifiestan las expresadas. Dice el Cuerdo loco que dixe un gran desatino afirmando que la medici-na debe su decadencia á la filosofía, pero que si hubiese añadido al sustantivo filosofía el adjetivo escolástica, hubiera dicho entonces una verdad: sea enhorabuena, pero Don Eugenio Peña, Catedrático de Medicina en esa Corte, y hombre de quien me aseguran que sabe muchísimo, en un admirable discurso que insertó poco hace en el periódico intitulado: Variedades de Ciencias, & c. se explica sobre este particular del modo y en los mismísimos términos siguientes. Los diversos sistemas filosóficos que aplicados á todas las ciencias impidiéron sus progresos, exercitáron de preferencia en la medicina su dominio tan universal como despótico, y ocasionáron el que se inventase un numero considerable de poemas y novelas médicas que en el estado actual de la razon y de los conocimientos humanos se saben apreciar por su justo valor, no forman el cuerpo de enseñanza, ó la teórica de la medicina, y si se refieren en sus Cátedras es solo con el objeto de hacer la historia literaria de la ciencia, y prevenir á los discípulos con un preservativo eficaz contra el orgullo filosófico, presentándoles reunidos los delirios todos de los hombres que nos han precedido. Vea vmd., señor Regañon, como este sabio Catedrático no se limita en su fallo magistral á la filosofía escolástica, sino que fulmina su formidable sentencia contra todos y cada uno de los sistemas filosóficos, y si este señor dice verdad y no desatina en su resolucion, ¿por qué se ha de afirmar que yo disparato en la mia? ¿será que los Catedráticos de la Corte se reputan como infalibles? pero al cabo, aun quando lo sean en realidad, si yo digo lo mismo que ellos, ¿por qué he de ser un zoquete? ¿será razon eso?
El mismo Doctor, y en el mismo discurso, se lastima de que los hombres hayan abandonado el sencillo y fácil camino de la experiencia, entregándose á las investigaciones filosóficas, que llama sueños de imaginaciones acaloradas; quiero copiar sus idénticas palabras, y crea vmd., señor Regañon, que tengo mis razones para apreciar muchísimo en este caso las proposiciones del señor Peña, y aun para presentarlas con todos sus puntos y comas. La teoría (dice) de qualquier ciencia es el resultado de la práctica, ó por mejor decir, no son dos cosas diversas, sino una misma, puesto que dos ó mas verdades que son, llamémoslo así, práctica en el que las encontró, son teórica quando se las enseña á otro por medio de la explicacion ó de la escritura, y si éste, observando y experimentando por sí mismo descubre otras nuevas, serán futuras teorías para los futuros edu-candos. ¡Oxalá no se hubiesen separado jamas los hombres de este camino sencillo y natural! pero se obstináron en encontrar las causas de los fenómenos: con el empeño de arrancar á la naturaleza el secreto del origen de sus leyes, descuidáron é ignoráron las mismas leyes, y fingiendo cada qual á su arbitrio, aseguró que eran hechos efectivos los sueños de su imaginacion acalorada, convirtió en un poema, quizá monstruoso, lo que debia haber sido una sencilla historia, y todos conspiráron á sofocar la razon, sumergiéndola en el caos mas horroroso, en donde ha permanecido inerte y estacionaria por espacio de muchos siglos.
No he dicho yo tanto, señor Regañón, ni aun la mitad, ni la centésima parte contra la filosofía ni general ni escolástica, y vea vmd. lo que hacen las ínfulas de Catedrático, que nadie ha declamado contra estas proposiciones tan frescas y recientes, y han venido á desfogar la cólera concebida contra el pobre Anónimo anti-browniano, dando en mi Memoria impresa dos años hace en Murcia, y no publicada en Madrid, de modo que se descubre el cuidado y empeño de cardarme la borra, porque sospechan que yo soy el Anónimo consabido; la fortuna es que el Anónimo parece hombre de genio muy fresco, y aunque ahora ria (sic) de ver que descargan en mí los golpes que quisieran sentar en él, tarde ó temprano saldrá al palenque, y espantará sus moscas y las mias con aquella sorna que ha manifestado en su Coloquio con Brown, y que parece serle característica. (Se continuará.)
Con Real Privilegio.
Madrid.
En la Imprenta de la Administracion del Real Arbitrio de Beneficencia.