Núm.12. Anónimo [Ventura Ferrer] Moralische Wochenschriften Klaus-Dieter Ertler Herausgeber Elisabeth Hobisch Herausgeber Pascal Striedner Mitarbeiter Sarah Lang Gerlinde Schneider Martina Scholger Johannes Stigler Gunter Vasold Datenmodellierung Applikationsentwicklung Institut für Romanistik, Universität Graz Zentrum für Informationsmodellierung, Universität Graz Graz 24.05.2019

o:mws.7596

Anónimo: El Regañón general ó Tribunal catoniano de Literatura, Educacion y Costumbres. Madrid: Imprenta de la Administracion del Real Arbitrio de Beneficencia. 1804, 89-96 El Regañón general 2 12 1804 Spanien
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Núm.° 12.

Sábado 11 de Febrero de 1804

Secretaría. Correspondencia literaria del mes Carta Sexta.

Señor Regañon: ¿No es bueno que á noche haya soñado con vmd. sin conocerle ni aun de vista? Pero ¡qué sueños tan raros! Va vmd. á oirlos: Soñaba en primer lugar que escuchaba, que sentia, y que me veía embarcado en un navío que alternativamente se me representaba inglés, holandés, ó ruso para hacer viages á la Nueva-Zembla, al Spitberg, y demas paises septentrionales: que al cabo de largo tiempo, y despues de haber sufrido en estos viages el hambre, el frio, las enfermedades, y quantos trabajos hay, habia vuelto por fin á esta Corte, y apénas llego, quando dirijo mis primeros pasos á buscar á vmd. en su despacho, donde efectivamente le encuentro, y despues de los recíprocos cumplimientos, de me alegro que vmd. haya venido bueno... para servir á vmd., &c. le hago saber que el fin de mi visita es suplicarle tenga la bondad de insertar en su periódico la relacion de mis viages, á lo que condesciende vmd. gustoso, y yo empiezo á hacérsela en estos términos.

Sepa vmd., señor Regañon, que quando mi navío buscaba por aquellos mares un por aquellos mares un pasage para la China, navegaba por medio de los yelos que rompia con su movimiento por el lado de la proa: que habiendo llegado á una Isla en los 70 grados, saltaron á tierra algunos aventureros que se subiéron á la cima de una montaña muy escarpada, de donde baxáron con un susto correspondiente al peligro que corrieron, por haberse visto en tinas rocas punteagudas, y tanto que no podian caer sobre ellas sin hacerse mil pedazos: los que veia yo que se descolgaban poco á poco tendidos, y arrastrando sin mudar de postura.

De aquí pasamos á otras Islas de mas altura, donde encontramos unos Páxaros salvages, y unos Osos blancos que nos fixaban con la vista, y como si conociesen el peligro se volvian sobre sus pasos, se levantaban sobre sus patas, y se encajaban por los yelos. Luego alcanzamos á ver la tierra al Ouste de la mar blanca; y al fin hallándonos en aquellas heladas regiones sin almanaque para conocer los periodos del tiempo, añadimos un número supuesto a la epacta, con lo que encontramos la edad de la Luna. Tambien observamos un Sol muy calido, y un ayre muy pesado, sin embargo que venia del Leste.

Siguiendo la misma costa estuvimos en él mayor riesgo de ser sumergidos, y para evitar el peligro soltamos una áncora, y un garfio á cada lado del baxel, sobre un fuerte pedazo de yelo, al qual se amarraron uno y otro. Tenian diez brazas dentro del agua, de modo que nos servia tambien de sonda ¿y que el yelo hubiera precisamente tocado al fondo, ántes de que en aquel parage hubiese habido poca agua para poder dexar en peligro al navío.

Pasado esto nos sobrevino un uracan tan furioso con nieve y yelo: las olas tan altas como montañas se echaron sobre el puente, llenaron la cueva, y se abriéron paso hasta el sótano. Sufrimos tambien la especie de bufidos de viento que los marinos llaman ráfagas, de cuyas resultas se nos quebró la barca, y nuestra chalupa atada á la popa con dos maromas pegó contra el baxel, se coló á fondo, y se perdió; mas ál fin nos quedamos sin pizca de viento, pero entramos felizmente en el Tamis, y emprendimos desde los Dunes un segundo viage, que…

Aquí, pegando vmd. un gran repullo me interrumpe, y dice: Amigo, parece que trata vmd. de embocarme la relacion de otro segundo viage; mas no lo permita Dios, primero sufriria una ventosa bien sajada, que otra relacion como la que vmd. me acaba de hader; ni sé como he tenido paciencia para oirla, sin haber entendido nada de toda ella, por lo que le suplico tenga la bondad de comentarla, ó traducirla, pues solo por inferencia rastreo algo de lo que vmd. ha querido decir. Por exemplo, quando vmd. me cuenta que por aquellos mares buscaban con el navío un pasage para la China, ya en-tiendo que es decir buscar un paso; pero no entiendo, ni nadie entenderá qual podia ser aquel movimiento que hacia el mismo navio por el lado de la proa, con el que rompia los yelos.

Todo aquello, de los aventureros que en la Isla á los 70 grados no podian caer sobre las rocas puntiagudas sin hacerse mil pedazos, debia vmd. haberlo excusado, porque esto segun está explicado mas que noticia es una verdad de las de Pero Grullo; pues en qualquiera parte del mundo sucederá lo mismo que en aquella Isla; esto es, hacerse mil pedazos el hombre que caiga sobre rocas puntiagudas, tan naturalmente como se abrasaria si cayese dentro de una hoguera.

Pero á bien que en desquite de esta insulsez, me da vmd. la singular noticia del hallazgo de los Páxaros salvages; llámola singular, porque como este epíteto es apropiado á los hombres que habitan las selvas y los bosques, quisiera saber por donde les viene tambien á los páxaros, que desde luego no será por habitar en bosques ni selvas, pues en aquellas regiones no las debe haber. Lo de los Osos blancos que fixaban con la vista, se volvian sobre sus pasos, se levantaban sobre sus patas, y se encajaban por los yelos, como evoluciones pertenecientes á la ciencia arlequinada, no las entiendo; pero sí entiendo que quando vmd. habla de la tierra que descubriéron al Oeste de la mar blanca, quiere decir al Oeste del mar blanco, porque nadie dice mar negra, roxa, ni bermeja, &c.

Mas dexemos todas esas noticias, que son nada en comparacion de la que vmd·me da del hallazgo de la edad de la luna, con solo añadir un número supuesto á la epacta: esta si que es noticia interesantísima, y debe vmd. sin pérdida de instantes comunicarla de oficio á las escuelas de Astronomía, igualmente que á las de Física aquello de un sol muy cálido, y un ay re muy pesado, sin embargo de ser del Este, esperando de ellas el justo premio de tales hallazgos.

Aquí necesitaba yo unos treinta años de término para entender la relacion que vmd. hace del riesgo de ser sumergidos, y que evitáron el peligro soltando una áncora, y un garfio á cada lado, y que tenian diez brazas dentro del agua, &c. &c. Todo ello para mí es una algolgora que, no soy capaz de entenderla, no digo en los treinta años que pedí de término, pero ni en trescientos, y afirmo que sucederá lo mismo á quantos navegantes hay, ha habido y ha de haber.

Á los quales cito, llamo y emplazo para que me expliquen (si puede explicarse) como serian esos navíos en que vmd. hacia sus viages, donde las olas tan altas como montañas se echaban sobre el puente y la cueva, desde donde se abrieron paso hasta el sótano. ¡Válgame el mismo San Telmo! Decidme, Santo bendito, vos que desde esa celestial morada estais viendo la multitud de navios que cruzan los mares, ¿divisais alguno acaso que tenga la puente, el sótano ni la cueva que me dice este viagero? Hombre de belcebú, vmd. me vuelve locos si los navios que yo he visto, que son muchísimos, no tienen mas que entrepuentes, bodega, fondos ó sentina, y ni pueden tener otra cosa, siendo de madera para andar por la superficie del agua, ¿cómo quiere vmd. que yo crea que los de sus viages tenian aquellos subterráneos, como si fueran casas ó tabernas, quando en ningun navío hay mas tierra que la del fogon? Vaya que semejante noticia me ha trastornado: tratemos de otra por ver si se me olvida esta.

Dice vmd. que sufrieron una especie de bufidos de viento, á que los marinos llaman ráfagas, y yo digo que esos marinos que llaman ráfagas á la especie de bufidos de viento, serán sin duda los de la Nueva-Zembla, y el Spitberg, porque los nuestros no conocen tal segunda especie de bufidos, sino á las mismas ráfagas, y así las nombran quando tratan de ellas. Ni tampoco hay en nuestra marina quien haya visto quebrarse una barca, y otra colarse á fondo, y perderse como á vmds. les sucedió; por lo que infiero que la primera seria de losa, pedernal ó vidrio, y la segunda de mazapan, porque á ser de madera como las que yo he visto, les hubiera sucedido lo que á estas, es decir, abrirse, estrellarse, zozobrar, irse á pique, ó sumergirse, pero nunca quebrarse, colarse á fondo, y perderse.

Por último, amigo, demos gracias á Dios, vmd. porque llegó al puerto de su descanso, y yo al fin de mi contestacion, que la concluyo suplicándole me haga el gusto de señalar en que parre del Globo se hallan esos puertos que vmd. llama el Tamis y los Dunes, pues los desconozco absolutamente, y no me persuado sean los de Inglaterra, conocidos con los nombres de el Támesis y las Dunas, en cuyo caso seria mucha equivocacion ó ignorancia la de vmd; esto ya se ve, no es creíble, pero sí lo que á mí me ocurre en este momento, y es lo siguiente. Que como vmd. jamas habrá navegado, á no haber sido por el Briñigal ó el Torote, se halla sin nociones de lo que es navegacion, y aunque me cuenta vmd. las que ha he-cho por el mar Glacial, veo el poco fruto que ha sacado de ellas, lo que no es extraño, mediante á que las hacia entre ingleses, holandeses y rusos, cuyos idiomas tal vez le serán desconocidos; pero al mismo tiempo infiero que allí se entenderia vmd. con alguno que supiere el de nuestros vecinos, al qual le oiria aquello de Tamise, Dune, couler á fond, &c. y vmd. sin pararse en pelillos me emboca en su relacion las mismas voces, de que resulta un champurrado que no lo entendieran los mismos demonios.

Poco á poco, señor Regañon, repliqué yo: ¿con que en sentir de vmd. mi relacion es un champurrado que para poderla entender es preciso comentarla, no es esto? Pues mire vmd., no hago empeño en desimpresionarle de tan errado concepto, pero si quisiera, aquí mismo lo conseguiria con solo manifestarle un librito, cuyo autor es de mucho peso, y en el qual se halla escrito el Tamis, los Dunes, colarse á fondo, y otras mil cosas semejantes á las que vmd. no ha querido pasar en mi relacion, y cuidado que es obra del dia; pero ya se ve, vmd. qué ha de saber de esto siendo un señor del siglo pasado, y así mas vale dexarle en su error. Vmd. me responde con mucha risa que es imposible hallar libro alguno que contenga tales disparates: yo sostengo que sí: vmd. que no: yo grito: vmd. se acalora; y al fin para convencerle saco (todo entre sueños) los tres primeros quadernos de la historia de los naufragios que está publicando (no sé si como autor ó traductor) el Doctor Don Antonio Marques y Espejo, Presbítero, &c. &c. por quien salen firmados, sellados y marchamados, y en los quales se encuentra tambien el mas desgraciado naufragio que ha padecido la lengua castellana, y vmd. efectivamente los toma, los pasa y repasa varias veces, y al ver en ellos estampado lo mismo que yo le habia referido, exclama con el mayor fervor: “Cierto que se ven impresas cosas que no estan escritas” y despues de un rato de silencio se encamina con precipitacion ácia la chimenea, donde intenta echar mis pobres quadernos, diciendo: esto no debe correr, pues es una vergüenza que en el siglo XIX se estropee así nuestro idioma: yo me opongo á la execucion de tal sentencia, y sobre esto formamos una lucha, muy porfiada, tanto que rendido yode la fuerza que me parecia estaba haciendo, recuerdo con la razon tan perturbada, que en mucho rato no sabia donde me hallaba, pues aun creia que habia viajado y tenido con vmd. aquel altercado pero al fin empecé á conocer que todo habia sido un sueño causado por la fuerte impresion que diabla hecho en mí la leyenda de los referidos tres quadernos, que efectivamente los habia comprado, y leido ames de dormirme, en los quales se halla relacionado casi por el mismo orden todo mi sueño, por lo que he determinado no comprar los demas, temiendo que me causen tal pesadilla, que alguna noche me haga cargar con mi cama y demas trastos, y precipitarme en la cueva de mi casa creyendo que es la del navío. ¡Jesús, tiemblo de pensarlo! Dios libre á vmd. de leer tales obras, por los daños que pueden ocasionarle, y mande á su atento servidor Q. S. M. B.

J. F. P. C.

Carta septima.

Señor Regañon: Muy señor mio: Todos padecemos tentaciones, y á mí, por desgracia, me habia acometido la de ser literato; pero como al deseo se siguió la imposibilidad, pues mi destino no me proporcionaba arbitrios para conseguirlo, me fué fácil vencerla, y alcanzar la victoria. Disfrutaba de la tranquilidad que regularmente se sigue á ésta, quando el anuncio de las Variedades de Ciencias, Literatura y Artes vino á turbarla, haciendo revivir la mal mortificada pasion, y tuve la fragilidad de tomar la pluma y escribir ésta.

Indocti discant, et ament meminisse periti . Es la divisa que explica el fin y esperanzas de los señores Editores, y como yo pertenezco á la clase de los primeros, á quienes principalmente se dirigen sus desvelos patrióticos, no dudé que mis deseos de aprender quedarian perfectamente saciados. Bien sabe vmd. que nadie pone mas reparos que el que tiene mas faltas, y como en mí abundan éstas, ya puede considerar si me sobrarian motivos para reparar en el discurso, sermon ó arenga sobre lo que es Práctica en la Medicina, inserto ó inserta (segun lo que sea) en el Número 1.°; mas como esta mia no se dirige principalmente á exâminar lo que allí leí, diré solamente que estuve desojándome repitiendo mil y tantas veces una de sus cláusulas, y al fin para haber de entenderla tuve que aplicar el dicho de un orate, que por desgracia me maja muy á menudo, y quando se le reconviene por haber dicho una san-dez, responde: “No ha de entender vmd. lo que digo, sino lo que quiero decir”.

Lo que motiva ésta es el anuncio de la nueva impresion de Pablo y Virginia, novela de Saint-Pierre, incluso en dicho Numero I.° Los señores Editores que se han tomado la molestia de enseñar al que no sabe, no extrañarán que por medio de vmd. les pregunte que quiere decir gran raisin papel vitela (si estuviera al contrario seria ménos notable la ignorancia) aquello de arrasolisadas (¿los luises ó los volúmenes?) y sobre todo ¿qué significa, ó cómo se entiende que la obra antes de la letra cuesta mas cara que despues de la letra, pues por acá, si no se nos explica, lo entenderemos del mismo modo que avant la lettre y que aprés le lettre, ó quando mas que antes de la letra es antes de imprimirse, y seria cosa graciosa y nunca vista el recibir una obra de esta suerte, que por lo raro merece ser tan bien pagada. Los sabios estarán muy enterados de estas menudencias; pero como el periódico no solo es para estos, sino tambien para nosotros los ignorantes indocti discant , no llevarán á mal los señores Editores el que se les pregunte, y se les suplique, que deponiendo una mal entendida modestia (si acaso su obscuridad nace de ella) nos saquen de dudas, y no disimulen tanto las luminosas luces que forzosamente ilustrarán sus desenvueltas potencias. Granada y Enero 21 de 1804,

Un Aprendiz de Literato.

P. S. El Diccionario de Historia natural que se anuncia traducido por unos aficionados, es regular lo sea por los señores Editores. Aconséjeles vmd que dexen el traducir para quien lo entienda, pues el gran raisin, el arrasolisados, el antes y despues de la letra, y el hotel Broglie son fuertes testimonios de que entienden el francés como mi abuela, y que será un Diccionario que por sus materias necesariamente estará lleno de voces técnicas.

Carta octava.

Señor Regañon: Entre las cartas y discursos tan útiles que ha insertado en su periódico sobre educacion y costumbres, merece particular aprecio la que pone al principio del Nú-mero 61, y concluye en el siguiente. No he visto estampada otra que me haya dado mas gusto, y se conoce muy bien que el autor tiene adornado su talento de la mas sana moral; es digna deberse y admirarse por los mayores sabios de España, y dudo que haya quien, con razon, refute quanto en ella expone; sus pensamientos son brillantes, y su objeto no es otro, segun concibo, que la felicidad de sus semejantes ¡Qué estimacion no exîgen tan laudables ideas!

Un retiro agradable me ha dado á conocer lo mismo que asegura por su carta, esto es, que enmedio (sic) del tropel del mundo, y cargado, de los mayores negocios, puede el hombre gozar de las dulzuras encantadoras que origina el estudio, y de los deliciosos instantes que en la soledad se disfrutan, cuyos bienes son desconocidos por muchos individuos que miran con sumo aborrecimiento la aplicacion de aquellos que desean conseguir tan gustosos y lícitos placeres, rectificando sus costumbres, separándose del error, y adquiriendo la instruccion posible. El designio de estos censores malignos no es otro que el de impedir los adelantamientos que de tan noble ocupacion resulta á los jóvenes aplicados; pero en vez de conseguir su depravado intento, se adquieren la indignacion y desprecio de los hombres sensatos, y son tenidos por los miembros mas corrompidos de la sociedad.

Uno de aquellos amables individuos, guiado de los sentimientos que dicta la razon, y que han sido el apoyo de los mas celebrados sabios, me escribe freqüentemente lamentándose de las injurias que recibe de los que se venden por sus amigos, juzgándole éstos casi del mismo modo que los sicilianos al jóven Dion, levantándole las mas negras calumnias, criticando su aplicacion con la mayor vileza, y vomitando continuamente el mortifero veneno de que se hallan poseidos sus corazones, todo con el indigno fin de impedir el adelantamiento que puede resultarle de su constante aplicacion . (Se concluirá.)

Con Real PrivilegioMadrid

En la Imprenta de la Administracion del Real Arbitrio de Beneficencia.

Núm.° 12. Sábado 11 de Febrero de 1804 Secretaría. Correspondencia literaria del mes Carta Sexta. Señor Regañon: ¿No es bueno que á noche haya soñado con vmd. sin conocerle ni aun de vista? Pero ¡qué sueños tan raros! Va vmd. á oirlos: Soñaba en primer lugar que escuchaba, que sentia, y que me veía embarcado en un navío que alternativamente se me representaba inglés, holandés, ó ruso para hacer viages á la Nueva-Zembla, al Spitberg, y demas paises septentrionales: que al cabo de largo tiempo, y despues de haber sufrido en estos viages el hambre, el frio, las enfermedades, y quantos trabajos hay, habia vuelto por fin á esta Corte, y apénas llego, quando dirijo mis primeros pasos á buscar á vmd. en su despacho, donde efectivamente le encuentro, y despues de los recíprocos cumplimientos, de me alegro que vmd. haya venido bueno... para servir á vmd., &c. le hago saber que el fin de mi visita es suplicarle tenga la bondad de insertar en su periódico la relacion de mis viages, á lo que condesciende vmd. gustoso, y yo empiezo á hacérsela en estos términos. Sepa vmd., señor Regañon, que quando mi navío buscaba por aquellos mares un por aquellos mares un pasage para la China, navegaba por medio de los yelos que rompia con su movimiento por el lado de la proa: que habiendo llegado á una Isla en los 70 grados, saltaron á tierra algunos aventureros que se subiéron á la cima de una montaña muy escarpada, de donde baxáron con un susto correspondiente al peligro que corrieron, por haberse visto en tinas rocas punteagudas, y tanto que no podian caer sobre ellas sin hacerse mil pedazos: los que veia yo que se descolgaban poco á poco tendidos, y arrastrando sin mudar de postura. De aquí pasamos á otras Islas de mas altura, donde encontramos unos Páxaros salvages, y unos Osos blancos que nos fixaban con la vista, y como si conociesen el peligro se volvian sobre sus pasos, se levantaban sobre sus patas, y se encajaban por los yelos. Luego alcanzamos á ver la tierra al Ouste de la mar blanca; y al fin hallándonos en aquellas heladas regiones sin almanaque para conocer los periodos del tiempo, añadimos un número supuesto a la epacta, con lo que encontramos la edad de la Luna. Tambien observamos un Sol muy calido, y un ayre muy pesado, sin embargo que venia del Leste. Siguiendo la misma costa estuvimos en él mayor riesgo de ser sumergidos, y para evitar el peligro soltamos una áncora, y un garfio á cada lado del baxel, sobre un fuerte pedazo de yelo, al qual se amarraron uno y otro. Tenian diez brazas dentro del agua, de modo que nos servia tambien de sonda ¿y que el yelo hubiera precisamente tocado al fondo, ántes de que en aquel parage hubiese habido poca agua para poder dexar en peligro al navío. Pasado esto nos sobrevino un uracan tan furioso con nieve y yelo: las olas tan altas como montañas se echaron sobre el puente, llenaron la cueva, y se abriéron paso hasta el sótano. Sufrimos tambien la especie de bufidos de viento que los marinos llaman ráfagas, de cuyas resultas se nos quebró la barca, y nuestra chalupa atada á la popa con dos maromas pegó contra el baxel, se coló á fondo, y se perdió; mas ál fin nos quedamos sin pizca de viento, pero entramos felizmente en el Tamis, y emprendimos desde los Dunes un segundo viage, que… Aquí, pegando vmd. un gran repullo me interrumpe, y dice: Amigo, parece que trata vmd. de embocarme la relacion de otro segundo viage; mas no lo permita Dios, primero sufriria una ventosa bien sajada, que otra relacion como la que vmd. me acaba de hader; ni sé como he tenido paciencia para oirla, sin haber entendido nada de toda ella, por lo que le suplico tenga la bondad de comentarla, ó traducirla, pues solo por inferencia rastreo algo de lo que vmd. ha querido decir. Por exemplo, quando vmd. me cuenta que por aquellos mares buscaban con el navío un pasage para la China, ya en-tiendo que es decir buscar un paso; pero no entiendo, ni nadie entenderá qual podia ser aquel movimiento que hacia el mismo navio por el lado de la proa, con el que rompia los yelos. Todo aquello, de los aventureros que en la Isla á los 70 grados no podian caer sobre las rocas puntiagudas sin hacerse mil pedazos, debia vmd. haberlo excusado, porque esto segun está explicado mas que noticia es una verdad de las de Pero Grullo; pues en qualquiera parte del mundo sucederá lo mismo que en aquella Isla; esto es, hacerse mil pedazos el hombre que caiga sobre rocas puntiagudas, tan naturalmente como se abrasaria si cayese dentro de una hoguera. Pero á bien que en desquite de esta insulsez, me da vmd. la singular noticia del hallazgo de los Páxaros salvages; llámola singular, porque como este epíteto es apropiado á los hombres que habitan las selvas y los bosques, quisiera saber por donde les viene tambien á los páxaros, que desde luego no será por habitar en bosques ni selvas, pues en aquellas regiones no las debe haber. Lo de los Osos blancos que fixaban con la vista, se volvian sobre sus pasos, se levantaban sobre sus patas, y se encajaban por los yelos, como evoluciones pertenecientes á la ciencia arlequinada, no las entiendo; pero sí entiendo que quando vmd. habla de la tierra que descubriéron al Oeste de la mar blanca, quiere decir al Oeste del mar blanco, porque nadie dice mar negra, roxa, ni bermeja, &c. Mas dexemos todas esas noticias, que son nada en comparacion de la que vmd·me da del hallazgo de la edad de la luna, con solo añadir un número supuesto á la epacta: esta si que es noticia interesantísima, y debe vmd. sin pérdida de instantes comunicarla de oficio á las escuelas de Astronomía, igualmente que á las de Física aquello de un sol muy cálido, y un ay re muy pesado, sin embargo de ser del Este, esperando de ellas el justo premio de tales hallazgos. Aquí necesitaba yo unos treinta años de término para entender la relacion que vmd. hace del riesgo de ser sumergidos, y que evitáron el peligro soltando una áncora, y un garfio á cada lado, y que tenian diez brazas dentro del agua, &c. &c. Todo ello para mí es una algolgora que, no soy capaz de entenderla, no digo en los treinta años que pedí de término, pero ni en trescientos, y afirmo que sucederá lo mismo á quantos navegantes hay, ha habido y ha de haber. Á los quales cito, llamo y emplazo para que me expliquen (si puede explicarse) como serian esos navíos en que vmd. hacia sus viages, donde las olas tan altas como montañas se echaban sobre el puente y la cueva, desde donde se abrieron paso hasta el sótano. ¡Válgame el mismo San Telmo! Decidme, Santo bendito, vos que desde esa celestial morada estais viendo la multitud de navios que cruzan los mares, ¿divisais alguno acaso que tenga la puente, el sótano ni la cueva que me dice este viagero? Hombre de belcebú, vmd. me vuelve locos si los navios que yo he visto, que son muchísimos, no tienen mas que entrepuentes, bodega, fondos ó sentina, y ni pueden tener otra cosa, siendo de madera para andar por la superficie del agua, ¿cómo quiere vmd. que yo crea que los de sus viages tenian aquellos subterráneos, como si fueran casas ó tabernas, quando en ningun navío hay mas tierra que la del fogon? Vaya que semejante noticia me ha trastornado: tratemos de otra por ver si se me olvida esta. Dice vmd. que sufrieron una especie de bufidos de viento, á que los marinos llaman ráfagas, y yo digo que esos marinos que llaman ráfagas á la especie de bufidos de viento, serán sin duda los de la Nueva-Zembla, y el Spitberg, porque los nuestros no conocen tal segunda especie de bufidos, sino á las mismas ráfagas, y así las nombran quando tratan de ellas. Ni tampoco hay en nuestra marina quien haya visto quebrarse una barca, y otra colarse á fondo, y perderse como á vmds. les sucedió; por lo que infiero que la primera seria de losa, pedernal ó vidrio, y la segunda de mazapan, porque á ser de madera como las que yo he visto, les hubiera sucedido lo que á estas, es decir, abrirse, estrellarse, zozobrar, irse á pique, ó sumergirse, pero nunca quebrarse, colarse á fondo, y perderse. Por último, amigo, demos gracias á Dios, vmd. porque llegó al puerto de su descanso, y yo al fin de mi contestacion, que la concluyo suplicándole me haga el gusto de señalar en que parre del Globo se hallan esos puertos que vmd. llama el Tamis y los Dunes, pues los desconozco absolutamente, y no me persuado sean los de Inglaterra, conocidos con los nombres de el Támesis y las Dunas, en cuyo caso seria mucha equivocacion ó ignorancia la de vmd; esto ya se ve, no es creíble, pero sí lo que á mí me ocurre en este momento, y es lo siguiente. Que como vmd. jamas habrá navegado, á no haber sido por el Briñigal ó el Torote, se halla sin nociones de lo que es navegacion, y aunque me cuenta vmd. las que ha he-cho por el mar Glacial, veo el poco fruto que ha sacado de ellas, lo que no es extraño, mediante á que las hacia entre ingleses, holandeses y rusos, cuyos idiomas tal vez le serán desconocidos; pero al mismo tiempo infiero que allí se entenderia vmd. con alguno que supiere el de nuestros vecinos, al qual le oiria aquello de Tamise, Dune, couler á fond, &c. y vmd. sin pararse en pelillos me emboca en su relacion las mismas voces, de que resulta un champurrado que no lo entendieran los mismos demonios. Poco á poco, señor Regañon, repliqué yo: ¿con que en sentir de vmd. mi relacion es un champurrado que para poderla entender es preciso comentarla, no es esto? Pues mire vmd., no hago empeño en desimpresionarle de tan errado concepto, pero si quisiera, aquí mismo lo conseguiria con solo manifestarle un librito, cuyo autor es de mucho peso, y en el qual se halla escrito el Tamis, los Dunes, colarse á fondo, y otras mil cosas semejantes á las que vmd. no ha querido pasar en mi relacion, y cuidado que es obra del dia; pero ya se ve, vmd. qué ha de saber de esto siendo un señor del siglo pasado, y así mas vale dexarle en su error. Vmd. me responde con mucha risa que es imposible hallar libro alguno que contenga tales disparates: yo sostengo que sí: vmd. que no: yo grito: vmd. se acalora; y al fin para convencerle saco (todo entre sueños) los tres primeros quadernos de la historia de los naufragios que está publicando (no sé si como autor ó traductor) el Doctor Don Antonio Marques y Espejo, Presbítero, &c. &c. por quien salen firmados, sellados y marchamados, y en los quales se encuentra tambien el mas desgraciado naufragio que ha padecido la lengua castellana, y vmd. efectivamente los toma, los pasa y repasa varias veces, y al ver en ellos estampado lo mismo que yo le habia referido, exclama con el mayor fervor: “Cierto que se ven impresas cosas que no estan escritas” y despues de un rato de silencio se encamina con precipitacion ácia la chimenea, donde intenta echar mis pobres quadernos, diciendo: esto no debe correr, pues es una vergüenza que en el siglo XIX se estropee así nuestro idioma: yo me opongo á la execucion de tal sentencia, y sobre esto formamos una lucha, muy porfiada, tanto que rendido yode la fuerza que me parecia estaba haciendo, recuerdo con la razon tan perturbada, que en mucho rato no sabia donde me hallaba, pues aun creia que habia viajado y tenido con vmd. aquel altercado pero al fin empecé á conocer que todo habia sido un sueño causado por la fuerte impresion que diabla hecho en mí la leyenda de los referidos tres quadernos, que efectivamente los habia comprado, y leido ames de dormirme, en los quales se halla relacionado casi por el mismo orden todo mi sueño, por lo que he determinado no comprar los demas, temiendo que me causen tal pesadilla, que alguna noche me haga cargar con mi cama y demas trastos, y precipitarme en la cueva de mi casa creyendo que es la del navío. ¡Jesús, tiemblo de pensarlo! Dios libre á vmd. de leer tales obras, por los daños que pueden ocasionarle, y mande á su atento servidor Q. S. M. B. J. F. P. C. Carta septima. Señor Regañon: Muy señor mio: Todos padecemos tentaciones, y á mí, por desgracia, me habia acometido la de ser literato; pero como al deseo se siguió la imposibilidad, pues mi destino no me proporcionaba arbitrios para conseguirlo, me fué fácil vencerla, y alcanzar la victoria. Disfrutaba de la tranquilidad que regularmente se sigue á ésta, quando el anuncio de las Variedades de Ciencias, Literatura y Artes vino á turbarla, haciendo revivir la mal mortificada pasion, y tuve la fragilidad de tomar la pluma y escribir ésta. Indocti discant, et ament meminisse periti . Es la divisa que explica el fin y esperanzas de los señores Editores, y como yo pertenezco á la clase de los primeros, á quienes principalmente se dirigen sus desvelos patrióticos, no dudé que mis deseos de aprender quedarian perfectamente saciados. Bien sabe vmd. que nadie pone mas reparos que el que tiene mas faltas, y como en mí abundan éstas, ya puede considerar si me sobrarian motivos para reparar en el discurso, sermon ó arenga sobre lo que es Práctica en la Medicina, inserto ó inserta (segun lo que sea) en el Número 1.°; mas como esta mia no se dirige principalmente á exâminar lo que allí leí, diré solamente que estuve desojándome repitiendo mil y tantas veces una de sus cláusulas, y al fin para haber de entenderla tuve que aplicar el dicho de un orate, que por desgracia me maja muy á menudo, y quando se le reconviene por haber dicho una san-dez, responde: “No ha de entender vmd. lo que digo, sino lo que quiero decir”. Lo que motiva ésta es el anuncio de la nueva impresion de Pablo y Virginia, novela de Saint-Pierre, incluso en dicho Numero I.° Los señores Editores que se han tomado la molestia de enseñar al que no sabe, no extrañarán que por medio de vmd. les pregunte que quiere decir gran raisin papel vitela (si estuviera al contrario seria ménos notable la ignorancia) aquello de arrasolisadas (¿los luises ó los volúmenes?) y sobre todo ¿qué significa, ó cómo se entiende que la obra antes de la letra cuesta mas cara que despues de la letra, pues por acá, si no se nos explica, lo entenderemos del mismo modo que avant la lettre y que aprés le lettre, ó quando mas que antes de la letra es antes de imprimirse, y seria cosa graciosa y nunca vista el recibir una obra de esta suerte, que por lo raro merece ser tan bien pagada. Los sabios estarán muy enterados de estas menudencias; pero como el periódico no solo es para estos, sino tambien para nosotros los ignorantes indocti discant , no llevarán á mal los señores Editores el que se les pregunte, y se les suplique, que deponiendo una mal entendida modestia (si acaso su obscuridad nace de ella) nos saquen de dudas, y no disimulen tanto las luminosas luces que forzosamente ilustrarán sus desenvueltas potencias. Granada y Enero 21 de 1804, Un Aprendiz de Literato. P. S. El Diccionario de Historia natural que se anuncia traducido por unos aficionados, es regular lo sea por los señores Editores. Aconséjeles vmd que dexen el traducir para quien lo entienda, pues el gran raisin, el arrasolisados, el antes y despues de la letra, y el hotel Broglie son fuertes testimonios de que entienden el francés como mi abuela, y que será un Diccionario que por sus materias necesariamente estará lleno de voces técnicas. Carta octava. Señor Regañon: Entre las cartas y discursos tan útiles que ha insertado en su periódico sobre educacion y costumbres, merece particular aprecio la que pone al principio del Nú-mero 61, y concluye en el siguiente. No he visto estampada otra que me haya dado mas gusto, y se conoce muy bien que el autor tiene adornado su talento de la mas sana moral; es digna deberse y admirarse por los mayores sabios de España, y dudo que haya quien, con razon, refute quanto en ella expone; sus pensamientos son brillantes, y su objeto no es otro, segun concibo, que la felicidad de sus semejantes ¡Qué estimacion no exîgen tan laudables ideas! Un retiro agradable me ha dado á conocer lo mismo que asegura por su carta, esto es, que enmedio (sic) del tropel del mundo, y cargado, de los mayores negocios, puede el hombre gozar de las dulzuras encantadoras que origina el estudio, y de los deliciosos instantes que en la soledad se disfrutan, cuyos bienes son desconocidos por muchos individuos que miran con sumo aborrecimiento la aplicacion de aquellos que desean conseguir tan gustosos y lícitos placeres, rectificando sus costumbres, separándose del error, y adquiriendo la instruccion posible. El designio de estos censores malignos no es otro que el de impedir los adelantamientos que de tan noble ocupacion resulta á los jóvenes aplicados; pero en vez de conseguir su depravado intento, se adquieren la indignacion y desprecio de los hombres sensatos, y son tenidos por los miembros mas corrompidos de la sociedad. Uno de aquellos amables individuos, guiado de los sentimientos que dicta la razon, y que han sido el apoyo de los mas celebrados sabios, me escribe freqüentemente lamentándose de las injurias que recibe de los que se venden por sus amigos, juzgándole éstos casi del mismo modo que los sicilianos al jóven Dion, levantándole las mas negras calumnias, criticando su aplicacion con la mayor vileza, y vomitando continuamente el mortifero veneno de que se hallan poseidos sus corazones, todo con el indigno fin de impedir el adelantamiento que puede resultarle de su constante aplicacion . (Se concluirá.) Con Real PrivilegioMadrid En la Imprenta de la Administracion del Real Arbitrio de Beneficencia.