ros irriseris, à nullo confutaberis?
Job. XI. 3
¿Habrá quien calle á quanto tú murmuras,
Y no rechace tus sofismas necios,
Llenándonos de hypócritas censuras,
Calumnias torpes, bárbaros desprecios?
sabias y eruditas producciones al mayor lustre y gloria de la patria. Y quando es muy ordinario en los Maestros de las Ciencias el quexarse amargamente del poco estudio y emulacion de los Discípulos; yo por el contrario me he viste tan embarazado muchas veces para dis-
honras ha publicado el Correo de los Ciegos: y ya veis que á nadie podia caber tanta parte de dolor como á mí en una pérdida que me parecia enteramente irreparable. ¿El me-
Los Censores del Censor. Luego que vi un título tan legítimo de mis Clientes, sin otra ceremonia le dixe, agur amigo, y me desfilé la calle abaxo tan embelesado en mi lectura que por poco no me ha-Ah cativa criatura, si tú fueras mi Cliente ya observarias mejor mis Cánones que las leyes del Gobierno. Tomé mi papel del suelo, aunque bastante pisoteado de las mulas; y no pasaré hasta encerrarme en mi quarto, para ver despacio si me habia engañado ó nó mi amigo.
Leile todo entero hasta tres veces, y no acababa de creer lo mismo que estaba viendo por mis ojos. No pudo tener Cervantes tanto gusto al componer su D. Quixote, como el que sentia yo al leer mi papelito; y si alguna vez he creido que una alegria desmedida pudiese matar á un hombre, fué sin duda quando presentandoseme baxo un punto mismo de vista los progresos de mis Clientes, el honor que daban á la patria, el que á mí me resultaba, el pasmo de los Extrangeros, la admiracion de los eruditos, y el copioso material que ofrecen á nuestros Apologistas, sentí en mi pecho una plenitud tan abundante de gozosa complacencia, que estuve á pique de que las costillas falsas se me pegasen al Esternon sin desencaxarse del Sacro. Avergonzabame por otra parte de haber tenido unas ideas tan limitadas de la ciencia y erudicion de mis Clientes, creyendo que ninguno pudiese exceder ni aun igualar á mi Juzgado Casero, cuya muerte tanto habia yo llorado: veia claramen-O quán cierto es lo que me dice un grande Sabio! Es menester confesarlo: solos Juan Luis Vives y Francisco Bacon de Verulamio han conocido en el mundo el mérito intrinseco, el valor real de la sabiduria y solos ellos eran capaces de desempeñar dignamente el aprecio de la de cada Nacion. ¡Ah sublimes ingenios, decia yo, si cayera hoy en vuestras manos esta produccion de un siglo mas ilustrado que el vuestro, ¿cómo dexariais de quedaros patitiesos, sin saber como admirarla?
Resolvime, pues, á ser mas cauto en adelante; mas como no me era posible resistir entónces á la fuerza del contento de que me hallaba poseido; sin hacer caso de tan molestos escrúpulos, desahogaba mi pecho con decir: ¡Valgame Dios; y quánto me alegro de que mis Clientes impugnen, convenzan, ataquen, y aturullen á ese diantre de Censor, á ese Herodes de mis Sabios, á ese coco de las Ciencias! Ahora, ahora verá el mundo si nuestra España tiene Sabios de copete, que se las puedan apostar á los Catones. No sé quánto diera por tener aquí a esos charlatanes extrangeros que dicen que somos medio bárbaros, para darles en sus barbas con esta dedadita de miel tan deliciosa. Mas no, tate; eso quisieran
Pero sobre todo ¿qué dirá nuestro Censor? ¡No estará precisamente abochornado y confundido, sin atreverse á parecer en público viendose tan solemnemente convencido por mis Clientes? ¿Pero qué Clientes? ¿Se pensará acaso que son algunos Doctores reverendos, algunos hombres llenos de canas y agoviados con el peso de las letras, algunos sutiles y agudos Escolásticos hartos de quebrar cátedras y tarimas? Nada ménos que eso. Unos pobres muchachos que aun no han saludado las Aulas, que no se han criado entre los ergos, unos chicos de una Aldea, y hechos acaso de otro barro menos fino que el de Talavera; unos niños, no de Nápoles, de Alcorcon son los que triunfan de todo un Señor Censor. ¡Pero con qué razones! ¡Con qué solidez y nervio! ¡Qué Lógica tan sutil, qué Crítica tan fina, y qué Teología tan nueva y tan sublime! Al fin como de la fábrica de Alcorcon. ¿Y en qué materia se atreven a convencerle? ¿Es por Prologo de moda le hacen un argumento tan de moda, que es imposible que se escape.
Del primer porrazo le encaxan encima á Jesus, Maria, y Joseph con el Demonio, y á breve rato salen tambien á baylar el diablo pendolista, el diablo de la luxuria, y el diablo de los titereteros. ¡Qué modito este para cogerle entre puertas los muchachos, como pudieran hacerlo con un gato! ¿Pues las coplas? Eso si que es una maravilla: ni el mismo Pegaso con toda su ciencia cabalina las pudiera hacer mejores. Verdad es que estas las compuso un vecino del Lugar que sabia mucho; y quando se leian en la taerna no dexarian de ser tan buenas como las de Cervantes; pero esto no es del caso: contentémonos con saber que el Poeta habia leido libros de mejor doctrina que la del Censor; y esto era simpliciter necesario para poner en decimas la conversacion de los muchachos. ¿Y qué diremos del que las dá á luz ilustradas con sus notas? Por lo ménos aventaja en tercio y quinto al Notario del Juzgado Casero, que Dios haya. ¡Qué doctrina! ¡Qué Teología! ¡Qué Rosseau y otro Mr. Berg, que yo no los habia oido nombrar siquiera en España. ¡Qué destreza para interpretar las Santas Escrituras! ¿Y dirán que nuestra Teologia es futil y descarnada? Ah precipitados Apologistas de la patria, que andais brincando de siglo en siglo como corzos, para tropezar con un Tajon, un Isidoro, un Arias Montano &c. y probar que hubo Teólogos en España, quando si os hubierais esperado hasta estos dias, los cogeriais á manojos como esparragos, ¡y qué gordos! Aquí teniais y muy cerca dos muchachos y un vecino de Alcorcon con un editor de Madrid, capaces todos quatro de establecer un Quadrivio en el siglo XVIII mas célebre y famoso que el del VII. Y para que en nada le fuese en zaga nuestro siglo á los antiguos, podiais añadir á los dichos al no ménos Teólogo aprobante de esta obrita, que lo será sin duda, y de alto bordo. Porque á la verdad, si un solo D. Jorge Juan nos hace excelentes Matemáticos, ¿qué no nos harán cinco Teólogos consumados? Vease ahora si se trata pro dignitate en España la ciencia de la Religion; y esto no en estudios privados, ni solamente en las Aulas, sino en obras que para nuestra instruccion se aprueban y se publican con las licencias necesarias, y que por lo tanto son el único é infalible testimonio de nuestro adelantamiento, y un tapaboca, una mordaza cruel para nuestros émulos impugnadores. ¡O virtud mas que prodigiosa
Así discurria ó deliraba yo enagenado de mí mismo y á impulsos de tan excesivo contento, quando por mi desgracia llega á visitarme un Estudianton Extremeño, Opositor á Curatos, á quien yo habia conocido años hace en Alicante. los Censores del Censor, creyendo, ya se ve, que sería tambien de mi dictamen. ¡Pero qué extravagantes son los hombres en sus gustos y aprehensiones! Ah, sí, me dixo, gran papel por vida mia, si en vez de tratar de una cosa tan augusta como los milagros, hablase solamente de las ollas y pucheros de Alcorcon, que es lo que se podia esperar de dos muchachos de aquel Pueblo; pero hacerlos disputar sobre lo mas alto de la Santa Teologia, es querer que esta tenga los mismos vicios é impropiedades que nuestras peores Comedias: es hacer con la ciencia de la Religion lo que hace con las malas Tragedias la celebrada del Manolo. Ese papel es el mejor castillo para defensa de la supersticion, del error y del fanatismo; y muy poco puede hacer contra estos monstruos toda la vigilancia de nuestros Supremos Tribunales, si quando se les corta una cabeza se
Poco á poco, Señor mio, le repliqué; que parece no lleva Vm. traza de acabar en esta noche. ¿Con que Vm. tampoco cree esos milagros que nos ha copiado el Censor? ¿Pues no ve Vm. que son posibles y que están en letra de molde en muchos libros, y que los defiende sutilisimamente este mi papelito? ¿Negará Vm. que puede Dios hacer esos y muchos mas? Tampoco negaré, me respondió, que Dios puede dar mas ciencia y hacer mas sabio al Autor que le ha compuesto, pero nisi videro, non credam. Ver y creer es la re-
Pero, Señor, le interrumpí, ¿quién le mete al Censor en hablar de los milagros no siendo Profesor de Teologia? Esas materias son buenas para que las examînen únicamente los Tribunales de la Fe, porque los demas debemos creer á machamartillo todo lo que nos digan los libros piadosos y devotos, como v. gr. Luz de la Fe y de la Ley, que ya ve Vm., como dicen mis muchachos, que está escrito nada menos que con celestial impulso; y en verdad que creemos el Evangelio porque tambien está escrito con celestial impulso, y lo mismo todos los Libros Sagrados. Con que vea Vm. lo que dice, y sino cuidado con un repenton que nos dexe tambien sin opositor por toda la eternidad. El Censor haria sin duda un servicio muy importante á la piedad y á la República literaria empleándose en reimprimir el nuevo Malbruk á lo divino, ó por lo ménos las siguientes estrofas:
Ajustándolas al original con las notas y variantes correspondientes; y suplicando al mismo tiempo á los Señores Esteve y la Serna que se sirvan ajustar la letra á la música de la contradanza: ó podia si no darnos una glosa espiritual de la Loteria de las Animas, ó de la devotísima Tirana á la Virgen de las Angustias, que á fe mia son dos obritas pasmosas; y no crea Vm. que este pensamiento es mio solamente; así lo dicen tambien muchos hombres graves y gordos, y que tienen mas campanillas que el Organo de S. Fermin en el Prado.
Pues en verdad, me dixo algo admirado mi Estudiante, que no me dexa de gustar la doctrinita. Mire Vm.: mi buena madre, que era una beata de quatro suelas, quando me enseñaba el catecismo, me decia que debia dar la vida por defender en todo evento aquello mismo que aprendia, y que si no me iria al Infierno, y yo así me lo tenia muy creido; pero ahora, segun lo que Vm. me dice, si me quieren persuadir una heregia, deberé responder que yo no soy Teologo, ó la creeré ciegamente si me la muestran escrita; y si me aprietan, diré que para eso hay Tribunales de la Fe que la examînen; pues á todo fiel Christiano ha de ser indiferente la pureza de la Religion, y solos los Inquisidores deberán dar la
¡Jesus, Jesus que desatino! le dixe á mi Tunante. Esto nos faltaba ahora, que leyeramos nosotros los libros de esos célebres soñadores. Si Vm. y el Censor leyeran, sabrian que acá son muy perjudiciales esos libros transpirenaicos y transalpinos. Dios nos libre de esa peste, y allá se las hayan en Italia y Francia con esa turba de filosofadores, aunque se valga de ellos el mismo Padre Santo, que yo no quiero verlos, ni aun nombrarlos. Mas aprecio yo mi papelito, que me enseña la Teologia de Alcorcon, que esos librotes grandes de la Sorbona y la Sapiencia, y creo firmemente que si la Congregacion de Ritos se gobernara por él no necesitaba del Fiscal del Diablo; y no estarian mal los Escultores si habian de dar abasto á hacer altares para los Santos Alcorconeros; pero a buen seguro que le pille, aunque me ofrezca por él treinta bayocos. Mire Vm.: por esta obrita he corregi-Notas, ha logrado que Madrid tenga, no sé si me dixo por ella ó con ella, tres noches de luminarias, y que los Carpinteros construyan catorce carros nocturnos de los que hacen mas ruido por las calles, para celebrar por Madrid y por el mundo, EL TRIUNFO DE MIS CLIENTES, para honor de nuestra Patria.